lunes, 14 de octubre de 2019

EL SÍNODO A PIE DE RÍO: “¿ALGUNOS DE USTEDES DESEARÍAN Y ESTARÍAN DISPUESTOS A SER ORDENADOS SACERDOTES?”


Les pregunté a los animadores: “¿Están de acuerdo con que se ordene a personas mayores como dice el número 129.a2 del Instrumentum Laboris? ¿Algunos de ustedes desearían y estarían dispuestos a ser ordenados sacerdotes?”. Silencio elocuente y cargado… De eso, por ahora y en estos parajes, nada. Lógicamente: si estamos lejos de poder asumir responsabilidades finales mediante un ministerio oficial, más remota se antoja esta otra idea.

- Si yo me ordenase sacerdote, ¿cómo me harían caso los de mi pueblo? Dirían: “pero si a ti te conocemos y sabemos cómo eres, qué nos vas tú a enseñar”… (Eso mismo le pasó a Jesús por cierto).
- Para eso además habría que estudiar mucho y estar muy bien preparados, y yo ni siquiera terminé la secundaria.
- ¿Y eso sería ya para siempre? ¿O solo por un tiempo y luego otro me reemplazaría?

Los animadores, al conversar sobre el asunto, manejan cuestionamientos y objeciones muy pegadas al día a día, a su propia realidad. De hecho, cuando llega el momento de compartir la Eucaristía con la comunidad de Islandia, algunos salen a hacer las lecturas y todos comprobamos que leen con enormes dificultades… Realmente es un sueño que alguno de ellos pudiera ser alguna vez ordenado sacerdote, es algo que nos queda muy grande en el Yavarí.

Pero cuando la conversación trasciende lo inmediato y piensan en compañeros animadores con cuarenta años de servicio, gente formada desde las primeras épocas de esta opción pastoral en el Vicariato, hombres fiables, expertos… ahí la cosa cambia:
- Sí, hay algunos que, si se forman, podrían ser sacerdotes, desde luego.
- Pero están casados, tienen familia – planteo.
- Pero sus hijos ya son grandes, tienen más tiempo para dedicarlo a la Iglesia.

Argumento tan práctico como como contundente. Otra propuesta fue que se les permita ejercer el presbiterado a los que renunciaron y se casaron.

Ahora bien: el Papa se pronunció el miércoles en el aula sinodal en contra de una eventual “clericalización del laicado”. Con toda razón. Si el actual clericalismo que coloniza las cabezas concibe el sacerdocio como un poder que aúna varias facultades (sacramental, administrativa, organizativa), pero el sentir de la gente es más bien que “no se acepta el clericalismo en sus diversas formas de manifestarse” (IL 127), y es preciso “superar cualquier clericalismo para vivir la fraternidad y el servicio como valores evangélicos que animan la relación entre la autoridad y los miembros de la comunidad” (IL 119.c)… ¿no habría que ser extremadamente cuidadosos a la hora de conferir el orden a los famoso viri probati?

Lo digo no porque esté en desacuerdo, al contrario: en principio creo que es una posibilidad que los padres sinodales deberían considerar muy seriamente, especialmente en ciertos pueblos (los achuar, por ejemplo) y atendiendo a las situaciones concretas. Aplicando un sano y “responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares”, por usar la afortunada expresión de Amoris Laetitia nº 300. No hay que cerrar esa puerta, aunque sea vía “excepciones de la regla” como alguien ha dicho, sin negar el valor del celibato y buscando el bien de comunidades acaso más maduras y su vivencia completa de la fe.

Pero hay que reconocer el riesgo de sembrar rangos y categorías, de reproducir esquemas clericales extraños a culturas igualitarias donde la autoridad se entiende como servicio rotativo… No me cuadra. Para que haya la Eucaristía, ¿simplemente se trata de ordenar a algunos hombres casados? ¿Eso es todo? Tal vez la solución para la Amazonía pase por procesos más lentos y elaborados. Nuevos caminos gratuitos y confiados en la acción del Espíritu, porque deberían ser “modelajes culturales” hechos por los propios autóctonos –varones y mujeres- y sin que se sepa de antemano cuáles van a ser los resultados. (Sigue)

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