sábado, 14 de junio de 2025

SIERVO DE NUESTRA ALEGRÍA

 
Ha pasado un mes largo desde la elección de Robert Prevost y, ahora que veo que en RD empieza a haber noticias que no se refieren al nuevo Papa, y después de bastantes conversaciones con unos o con otros, me animo a escribir algunas impresiones sencillas acerca de estos primeros pasos de León XIV. Sin pretender darle consejos ni pedirle que haga nada; el pobre hombre ya tiene bastante encima.

La aparición en el balcón fue crucial, por las palabras y por la expresión gestual. El discurso, tan preciso, tan bien armado, con tanta intención, tan exhaustivo… me hace pensar que la noche anterior, incluso los días previos, el bueno de Mons. Robert Francis debió intuir que le podía tocar. Eso no se escribe en diez minutos, y menos bajo presión… “paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante”. Maravilla comunicacional por eficacia, impacto y concisión.

Una parte de la alocución fue en español, y dirigiéndose directamente a su diócesis de Chiclayo, en Perú. Alguien me hizo notar el otro día que Francisco, en la misma situación en 2013, no habló en español, a pesar de que era su lengua materna, y no la es de Prevost; y esto es muy relevante por la dimensión del mundo latino dentro de la Iglesia, y el especial contexto de tensión de los migrantes en USA. El Papa se mostró como un pastor genuino y como un valiente profeta, el que tenga oídos para oír que oiga.

La gesticulación fue muy contenida, discreta… pero su rostro lo revelaba todo. Un comentario en mi blog decía que “Me emocioné cuando le vi salir por primera vez al balcón. No vi un papa, vi un hombre emocionado, sencillo, humano, espiritual, sobrecogido por la nueva misión. Sí. Se le notaba un poco desbordado por las circunstancias, sin tiempo para encajar bien lo que le estaba pasando, por momentos a punto de llorar, conmovido pero determinado.

En la misa de inicio de su pontificado, el domingo 18 de mayo, León XIV se presentó como “como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría”. Me sigue iluminando esta declaración. El Papa se piensa como servidor de la alegría del pueblo, catalizador del gozo de la fe y el seguimiento de Jesús. Recuerdo aquellas primeras jornadas y descubro sorprendido que era justamente la alegría el sentimiento predominante, y lo sigue siendo hasta hoy, a pesar de que, para mucha gente, Prevost era un total desconocido.

Veamos más comentarios de mi entrada sobre el viaje en el bote que olía a chancho:
- Qué alegría tan grande. Cuánto me alegro
- Pues lo pensé, dije: A lo mejor César ha estado con él en Perú, y no me equivoqué. Qué alegría tan grande, César. Me alegro mucho por ti. Algún día podrás ir a visitarlo a Roma. Me encanta este Papa desde que lo vi salir al balcón. Me emocionó. Un abrazo
- Pensé en ti y estaba deseando que escribieras algo... qué alegría más grande que lo hayas conocido… tiene cara de muy buena persona
- Hola César, que alegría que estés tan contento. Un abrazo

Es como si, con este hombre, Diosito nos hubiera concedido lo que se pide en la cuarta semana de los Ejercicios Espirituales: “gracia para me alegrar y gozar intensamente de tanta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor”. La felicidad más grande es cuando gozamos de la dicha del otro, como hacen los amigos verdaderos. La alegría y el gozo auténticos están descentrados, y son contagiosos, gestores de sinodalidad: el Papa León está abrumado, pero sereno y contento, y eso tiene un efecto multiplicador, todo el mundo parece estar encantado con él.

A principios de febrero de 2019 fui a Huacho, en la costa al norte de Lima, a un cursillo sobre el proceso rápido de nulidad matrimonial que el Papa Francisco estaba implantando. Había allí varios obispos, y el primer día, el seminarista que conducía el evento los iba mencionando para que los más de 200 participantes los conociéramos y saludáramos. Cuando llegó a Prevost, la aclamación fue enorme y atronadora: “¡Un aplauso para Monseñor Robert Francis!”. Se paró y saludó con la mano, esa sonrisa tímida que ahora vemos por todas partes. La gente lo quería mucho. Lo recuerdo muy bien porque me impactó.

Se me va acabando el espacio, solo añado que estoy convencido de que las reformas van a continuar y se van a profundizar, con un estilo de consolidación firme y tranquilo, como si actuara la mano izquierda de Francisco, menos espectacular y protagonista, pero más integradora. En concreto espero que se den pasos adelante con el Rito amazónico. Y un último comentario especialmente lúcido:

“Por su trayectoria, es una persona con importantes cualidades y capacidades para desempeñar este cargo. Si bien toda misión no depende de uno mismo, y se ve influenciada por la estructura en la que se contextualiza. Ojalá los corazones estén abiertos al soplo del Espíritu y no se empañen con resistencias estructurales que anclan las almas en el pasado. Pido para él que su determinación y coraje sean más fuertes que las presiones y miedos que puedan salirle al paso”.

sábado, 7 de junio de 2025

UN VIAJE DE 34 HORAS

 
Siempre hay que contar con que las programaciones en cualquier momento pueden irse al agua (nunca mejor dicho) y peor cuando el viaje implica a San Pablo, debería haberlo sospechado. El deslizador Zoe Alexa se malogró, yo tenía que llegar a Indiana al encuentro vicarial de pastoral social, y no quedó más remedio que embarcar en una la lancha para surcar 300 kilómetros de río Amazonas.

La lancha Charles es uno de esos barcos grandes, de carga y pasajeros, que hacen la ruta ida y vuelta de Iquitos hasta la triple frontera. Son muy planas, con poca quilla, lo que les permite navegar en la época de vaciante, cuando baja el nivel del agua del río. Disponen una gran bodega y dos o tres pisos para los viajeros, con capacidad, en este caso, para unas 150 personas.

Los espacios para el público están vacíos y preparados para colgar las hamacas, de modo que, cuando subes, tienes que encontrar lugar para acomodarte, colocando tu mochila y tus cosas debajo, siempre con un ojo atento para prevenir robos, que no son raros. Y así comienza una prueba de paciencia, resistencia y aguante, una lucha contra el aburrimiento y la inactividad que esta vez duró desde el domingo 30 de marzo a medianoche hasta el martes 1 de abril a las 10 de la mañana, cuando encostamos en Indiana.

Esta motonave además es especialmente lenta porque vende cosas, como una inmensa tienda flotante: cemento, ladrillos, cerveza, abarrotes… Y así se va deteniendo en muchísimas poblaciones de la ribera. Varias veces salí al balcón delantero a mirar dónde estábamos, y así pude saludar a gente que conozco de estos años de visitas: en Triunfo, Santa Isabel de Pichana, Cochiquinas… Todo el mundo se acerca al arribo de la motonave, para comprar, descargar, para montarse o chismear; en Breo me gritaban: “¿Padre, cuando vas a veniiiir?”. Y yo: “¿Hay masatooo?”. Se reían.

Claro, cuando aparecen pasajeros nuevos, tienes que irte a ocupar tu sitio en la hamaca, porque si no, te arriesgas a que alguien cuelgue la suya a diez centímetros y todo el rato se te eche encima, haya choques de cuerpos, y no puedas dormir. Yo me colocaba sentado con mis piernas abiertas, maletín y bolsas a ambos lados, para disuadir a quienes recién ingresaban de que se acoplaran a mis costados. El hacinamiento es quizá lo que menos me gusta de esta forma de viajar, no es ameno ir como anchovetas en lata.

Y luego está la pesadez, barajar el parsimonioso y desesperante paso de horas y horas, tratando de llenar el interminable tiempo de alguna manera. Duermes, estiras las piernas, te sientas y lees, charlas, das una cabezada, tomas un café (había un pequeño bar en mi planta), vas a cotillear dónde nos hemos parado de nuevo, te conectas a internet (hay WIFI), se te acaban los temas de conversación, terminas una novela y empiezas otra… Matías dice que ahora entiende mejor lo que significa estar en la cárcel, aunque allá creo que tienen espacio para hacer algo de ejercicio.

Por supuesto, te ofrecen comida: un poco de arroz adornado con cinco tallarines más trozo de pollo microscópico para almuerzo y cena, y un vaso de avena con un pancito en el desayuno. Pero el hambre arrecia y el personal va comprando galletas, trozos de keke, gaseosa, platos de comida en serio. Los desperdicios van proliferando por el suelo entre hamacas y bolsos, a pesar de que hay tachos.  Y la mugre se acumula en los habitáculos que son a la vez WC y ducha, disminuyendo proporcionalmente las ganas de usarlos.

Dos noches amontonado entre hamacas, un bebé que llora a metro y medio, un par de mujeres que incomprensiblemente no paran de hablar en alto a la 1 de la madrugada, la lluvia que se mete por estribor y te moja, más la inactividad, el tedio, la indolencia… te agotas y terminas reventao. Pero a la vez con una especie de síndrome de Estocolmo fluvial: total, ahí no tienes que hacer nada, todo el día tirao de la vida, te alimentan más o menos, estás conectado… Mejor me quedo a vivir en la lancha. Pero no todavía; ya, si eso, más adelante.



martes, 3 de junio de 2025

NADIE NOS DA PALMADITAS EN LA ESPALDA


Definitivamente, ser “jefe” es una 💩, y memos mal que está el emoticono, porque si no, seguro que el algoritmo censuraría la lisura. Viendo el balance de ventajas e inconvenientes, le dan a uno ganas de salir corriendo; me anima pensar que se trata algo temporal y terminará (digo yo).

La autoridad es un servicio esforzado; la responsabilidad, una pesada carga. Pero ¿realmente los demás lo ven así? A veces lo dudo. En tal caso tendría que llegarte algún feed back en clave de “ánimo, adelante, no te vengas abajo, estamos contigo, etc.”. Pero ni modo.

La dura realidad es que trabajas muchísimo más de lo que deberías, te ves metido en fregaos que no te corresponden y como premio te llevas bastantes bofetadas perdidas y buenas raciones de críticas, algunas de lo más crueles. Es una desproporción tan injusta que me da rabia. Mi amiga Luisa, que vive en una situación paralela, dice que nadie nos da palmaditas en la espalda, en todo caso palmetazos😄…

“Mandar” quema muchísimo, te aísla de la gente y te convierte en el culpable de casi todo. Me llegan comentarios sobre mí que son absolutamente falsos, rebasan el límite del respeto y no entiendo cómo alguien puede propagarlos. Chismes que te convierten en una espacie de déspota que disfruta fastidiando de manera dictatorial y arbitraria a quienes supuestamente te caen mal.

Pero por favooorr -dice Luisa- no caigamos en la autocompasión y el victimismo. Cuando estamos enfadados, “hay que dejar que las sensaciones y sentimientos se asienten, y solo después se puede comenzar a procesar. Esto nos moldea y se recoloca el centro de gravedad, que no está en nosotros mismos; solo somos cauces para que el río pase, no somos el río”.

Es cierto que “no tenemos el dominio sobre los corazones y mentes de los demás, aunque estén llenos de maldad”; yo más bien creo que se trata de prejuicios unidos siempre al desconocimiento. ¿Cómo se puede deducir que el tono de unos mensajes totalmente neutros es “agresivo”? Solo si el que los lee está ya cargado y los interpreta desde esa imagen deformada que tiene de ti.

¿Y por qué esto? ¿Es por resistencia o temor al cambio, a lo desconocido, a la pérdida de poder o control, como si uno fuera una amenaza? Tal vez; “nadie se rebota si no es porque percibe una amenaza”, dice Luisa. Miedo a que le muevas su pequeño reino, a que le cuestiones, a que le saques de la zona de confort, a que le cantes las verdades del barquero. Por eso tienes que pedir perdón casi a diario, a eso me dedico.

¿Qué hacer? Más bien, la cuestión es cómo hacer. ¿Callar, tratar de no intervenir? Ya lo he intentado, pero Henry me dijo: “con tu silencio estás hablando todo el tiempo”. No te libras de ser juzgado. Entonces, ¿escuchar más? Para eso tienen que permitirte acercarte, que al menos te concedan el beneficio de la duda, que estas de su parte, que quieres ayudar.

Tal vez escuchar e interpelar, cuestionar; más que afirmar o dar sugerencias. Con una actitud más heurística, en la perspectiva de descubrir juntos, encontrar posibles inconsistencias y aciertos, apuntar al objetivo, plantear preguntas constructivas y correctas. No lo sé. Tengo que profundizarlo más.

Por el momento, no aspiro a que me aplaudan todo el rato, solo a que no me machaquen, aunque ya me han advertido que es mucho pedir. Sí tengo claro, como mi hermana Berta, que es capital elegir buenas personas para trabajar codo con codo: “hace que los sin sabores de la gestión sean más llevaderos; la responsabilidad compartida y bien dirigida es la clave para que los equipos crezcan, avancen y logren metas”, dijo en su discurso de toma de posesión como decana.

Y no perder de vista que hay en el mundo gente que me quiere, me valora y cree en mí. No vaya uno a tragarse el papel de villano que otros intentan endosarle. Los palmetazos con abrazos son menos.

viernes, 30 de mayo de 2025

55


Esta cifra me atrae y me hace pensar, así que he consultado por ahí algo de numerología. Lo que me han contado y he leído lo podríamos resumir así:
 
El número 55 es una poderosa combinación y duplicación de las energías del número 5, que simboliza el cambio, la libertad, la versatilidad, la aventura, la curiosidad y la capacidad de afrontar desafíos.
 
El 55 a menudo se asocia con momentos de mutaciones profundas en la vida de una persona. Es un número que incita a la exploración audaz, a asumir riesgos calculados y a la oportunidad de sondear nuevas posibilidades.
 
Conlleva una invitación a aprender lecciones de vida a través de la experiencia y a tomar decisiones positivas que lleven a un crecimiento personal significativo. El 55 anima a abrazar las oportunidades de transformación, a seguir la propia intuición y a evolucionar con valentía ante las circunstancias y los horizontes.

Es un número de acción, libertad y confianza en sí mismo, que empuja a tomar la iniciativa y a crear activamente su propio futuro.
 
Futuro…
 
Resulta que cuando los guarismos son ya algo elevados y honorables, y podrían sugerir experiencia, peso y paso del tiempo, declive, cierto cansancio, edad -transcurrió la mitad de la carrera ya-, estar de vuelta, repetición, goteras en la salud, establecerse, desgaste, seguridad, zona de confort…
 
… las mociones indican claramente cambio, renovación, salir, recomenzar, creatividad, retos, novedad, reinventar, mudanza, explorar, evolución, riesgo, proactividad
 
Interesante y sorprendente.
 
Gracias por todas las expresiones de cariño y reconocimiento que recibiré hoy. Sé que no tienen que ver con lo poco que haya podido lograr ese “personaje” de misionero, sino por mi propia persona y los trozos de vida que he tenido la dicha de compartir con cada uno-a, y todo lo que he aprendido y recibido.
 
Esta vez parece que mi cumpleaños es una celebración de lo que está por llegar, que no sé qué será o qué significará, pero noto que podría ser diferente, y me siento abriéndome. Y no por la numerología; ya llevo algún tiempo experimentando esa llamada a disponerme.
 
Dios es el Dios del futuro, que no mira lo que hemos hecho o lo que pasó, sino que está atento a lo que haremos, a lo que vendrá.
 
Y un buen bromista.

sábado, 24 de mayo de 2025

ATROCES HERIDAS, TIERNA SONRISA

 
Ya me había hablado de Joysi la hermana Lisbeth, así que no me sorprendió que me propusiera que la acompañase a hacerle sus curas. Uno nunca está preparado para contemplar cara a cara al sufrimiento injusto, a la indefensión y a la miseria; pero cuando están perfumados de ternura y adornados de humanidad, adquieren una belleza que conmociona.

Hacía tres días que no había cuidados médicos, pero lo primero es lo primero: “vas a comer tu lonche, ¿sí?”. La niña va masticando dos huevos sancochados que le hemos llevado, mientras observo con pudor el espectáculo de su cuerpito de trece años, en el que se distinguen con claridad todos sus huesos por su extrema delgadez. Es evidente que está mal nutrida.

“Este es el padre César, Joysi, salúdalo”. No puede mover sus extremidades, pero sí mastica, habla… y sonríe. Así me recibe. Saludamos a su mamá, recién llegada de la chacra desde que se marchó temprano, y a sus dos hermanitos pequeños, que no han ido hoy a la escuela porque no han querido, y no había ningún adulto con ellos a esas horas. Se va dibujando el desolador cuadro que hay en esta casa.

La religiosa, que es enfermera, comienza con la cura de sus escaras. Descubre su pantaloncito y me señala las zonas que “ya están mejor”, pero ahí no veo cicatrices: son como telillas de piel tenues, casi transparentes, a través de las cuales se vislumbran, inquietantes, las tremendas lesiones que hay debajo. La primera herida abierta es horrenda, del tamaño de una moneda, y está en carne viva; aprieto los dientes mientras voy pasando gasas y esparadrapo.

Más rato nos quedaremos Joysi y yo solos, y le preguntaré si nació con esa parálisis. - “No. Fue un accidente”. - “¿Qué pasó?”. – “Me subí al árbol a agarrar uvillas, me caí y me quedé así”. – “¿Dónde te llevaron?”. – “A Lima, allí me vieron varios doctores, y después acá a Santa Clotilde para estar cerca del hospital”. Hay un silencio porque no sé qué decir. Joysi lo llena: - “Me contó la hermana que ha muerto tu mamá. ¿Cómo estás?”. Se me forma un nudo en el corazón y forcejeo con mis lágrimas. – “Estoy mal. La extraño mucho”.

Toca voltear a la niña para intervenir en el otro lado de la cadera, así que ayudo a Lisbeth con toda la delicadeza que puedo, y ahí me percato de que Joysi está acostada sobre unos guantes de látex llenos agua para que sirvan de soporte suave y no se encente tanto (ingenioso truco de lugar pobre).  El colchón es de esos que se inflan y desinflan, pero… en este pueblo solo hay electricidad de seis a once de la noche.

Estaba confiado y más hablador cuando apareció la segunda herida, y ahí me mareé ligeramente; es tan enorme que la cabeza del fémur está casi al descubierto. La licenciada mete la gasa entre la piel, la carne y la articulación a una profundidad tal, que si esta criatura no estuviera tetrapléjica y tuviera sensibilidad, habría que anestesiarla. Me obligo a mirar, pero me agrede esa llaga espeluznante, esa feroz y sigilosa exposición del dolor.

Entra un adolescente, casi ni saluda. Me explican que es hijo del hombre con el que convive la mamá de Joysi, dueño de la vivienda en la que están, porque de hecho la señora no tiene hogar. Y pasa gran parte de la jornada trabajando, y así los niños, solos por la vida, no únicamente hacen novillos, sino que a veces se comen la comida de su hermanita. Deben de pasar hambre ellos también. Y siempre en esa incertidumbre de que cualquier día se ve esta familia en la calle.

Pasado el peor momento, nos relajamos (yo al menos) y la conversación se anima. Afloran unas risas, la cría está contenta con la terapia que le hace Lisbeth con gran suavidad, el balde que recoge la bolsa de la sonda (Diosito, debe tener infecciones de orina cada dos por tres), sus medicamentos allá en un costado, una ropita nueva, el estampado de flores de las sábanas y su mochila colgada de la pared de tosco ladrillo.

Nos despedimos, pero ya nada va a ser igual para mí porque Joysi se me ha clavado en el corazón y paso los días enteros con ella, aunque estemos lejos. Le he comprado un táper y un tomatodo, y ahora le llevan ya el almuerzo completo, y se lo acaba. Me dicen que pregunta por mí, que cuándo voy a ir a verla, y a veces me la pasan al teléfono, nos saludamos y entonces todo cuadra, las melancolías se espantan, la existencia cobra sentido y mi Mami, acompasada con Joysi, también sonríe.