Al principio no se enteraban; a pesar de que las llamaban para que
subieran al presbiterio, las mujeres, laicas y religiosas, ni se movían. Hasta
que comprendieron que allá en la presidencia debían estar los y las
responsables de los puestos de misión del Vicariato. Entonces tomaron su
lugar y compusieron esta imagen para la historia, radiografía de la entraña
sinodal de nuestra iglesia misionera.
Supongo que el regusto en el paladar de los días previos de asamblea
las ayudaría a superar la inercia del clericalismo, que a todos nos suele hacer
tropezar. Porque la Asamblea Vicarial, la número 53 del Vicariato Apostólico
de San José del Amazonas, ha sido una experiencia profundamente sinodal.
Hubo que esperar tres años, puesto que en 2020 el comienzo de la cuarentena
abortó esta cita anual, pero ha merecido mucho la pena.
Palpitaba en la atmósfera el deseo acuciante de estar juntos,
de volvernos a abrazar, de sentirnos familia, y eso dejó sentir desde el minuto
cero un enorme y radiante sentimiento de alegría. Nuestras mejores
sonrisas se dibujaron para quedarse, la sinodalidad como energía envolvió al
grupo, recorrió la maloka y nos conectó entre nosotros y con la Fuente,
con suavidad y firmeza.
Allí estábamos todos, de nuevo, misioneros y delegados de los
dieciséis puestos de misión del territorio, laicos, sacerdotes, indígenas, religiosas,
obispo, ribereños, trabajadores de la oficina, niños, visitantes, profesores… Diferentes
pero equidistantes del micrófono, libres para expresarnos y con la disposición
a escucharnos con empeño. Se trataba de avanzar en el proceso del plan
pastoral, y eso alineó dinamismos y cariños que quedaron plasmados en un
excelente trabajo.
Fue un privilegio modelar juntos “el propósito” del Vicariato (qué
palabra): su misión, visión y valores. Dialogar qué somos y qué queremos con
la música de fondo del Sínodo y la pedagogía de Francisco en Querida
Amazonía, conquistar una declaración de identidad y sueño, hilvanar
pasado heroico, presente afanoso y futuro apasionante. Pronunciar los desafíos
inspirando desde lo hondo esperanza. Todos iguales, todos importantes, todos jalando
a una para surcar la misión.
Los detalles fueron claves. La esmerada decoración de los
ambientes; las oraciones y eucaristías, preparadas siempre con tonos
amazónicos; los refrigerios buenazos (hasta con chupete de aguaje); las
dinámicas que nos activaron entre risas; los talleres de danza, artesanía y
pintura; el comedor nuevo, amplio y fresco; los videos con los que arrancaba el
trabajo de la mañana… Todo ayudó a crear un escenario especial al que cada cual
sumó con sus responsabilidades, tareas y actitud.
Y en el vórtice de esta muyuna de ideas e ilusiones, una
pareja: Henry y Mayté de la organización Kairós de Lima, los
facilitadores de plan, amigos que desde hace un tiempo nos ayudan con
entusiasmo y gratuidad a ir diseñando nuestra ruta para los próximos años. Su
profesionalidad, su esfuerzo y su devoción por el Vicariato nos han hecho mucho
bien. ¡Gracias!
La mística de la Asamblea es incomparable. El
ritmo, lo que se comparte (pero sobre todo lo que no se dice), las noches
largas, los encuentros personales, el equipo coordinador y sus reuniones, la
proyección hacia el futuro, la convicción de que estamos decidiendo juntos, la
pasión por responder mejor a los retos actuales… es un caudal donde todos
remamos, que contagia y arrastra.
La Eucaristía final, con ese testimonio físico de la
sinodalidad que llevamos en los genes en San José del Amazonas, culminó con la
renovación del envío de los misioneros y agentes de pastoral por parte de
nuestro obispo Mons. José Javier. Con estas palabras: “Que Dios les ayude a
ser buenos misioneros en este servicio que les confía para amar y servir. Incluso
en nuestra pequeñez y pecado Él nos elige para cantar el canto de su amor, la
melodía de su misericordia y el himno de su justicia”.
La noche cultural puso la guinda a una asamblea que no se olvidará en años. La fiesta, que exteriorizó lo que se había vivido, nos acompaña en el retorno a los lugares y comunidades, donde la misión prosigue con nueva fuerza a través del poderoso deseo de una Iglesia con rostro amazónico.