Me acuerdo cuando era un zagal y el profesor de educación física ("el Tato") me llevaba, junto con otros niños, a competir en pruebas de atletismo los sábados en el campo. Yo era bastane bueno en medio fondo, y de hecho gané alguna carrera en la Isla, o en Carrascalejo... Cuando me veía en los últimos metros esprintando y comprendía que iba a llegar el primero, sentía una felicidad como nueva, una alegría no registrada. Cruzaba la meta y notaba un cansancio también peculiar, un agotamiento eufórico, la sensación de que me vaciaba de fuerzas y ese hueco se llenaba de orgullo expectante por la medalla que iba a ganar.
En este final de curso santanero y vallero me siento sencillamente agotado. Hace tiempo que no se me acaban las fuerzas físicas de modo tan demoledor; el mes de junio se me está haciendo eterno, lleno de reuniones, preparando la asamblea parroquial, dejando cosas atadas cara al año que viene...y encima ayer y hoy, con la limpieza y la pintura de la casa, el golpe de gracia.
Estoy muy cansado pero muy contento. Porque me he dejado el pellejo y las revisiones dicen que ha merecido la pena, que no ha ido mal la cosa, que hemos dado pasos interesantes este curso. Pero lo mejor es la sensación: el cansancio es como el reverso de lo feliz que me siento, la garantía de una entrega apasionada durante estos meses. Estoy reventao pero te lo digo con una sonrisa; no hay medalla, el premio es simplemente estar aquí, ser cura y serlo de estos pueblos. Eso es lo que decía Don Carlos Amigo en la homilía de nuestra ordenación: "Y como premio... serviréis a vuestros hermanos".
viernes, 25 de junio de 2010
viernes, 18 de junio de 2010
INVICTUS
Acabo de terminar el libro "El factor humano", de John Carlin, sobre el que está basada la película Invictus, protagonizada por Morgan Freeman y Matt Damon, que ganó varios oscars este año. Me ha encantado leer este relato de ágil estilo periodístico sobre el hecho simbólico de la construcción de la nueva Sudáfrica: la victoria de la selección sudafricana de rugby en la copa del mundo de 1995. Los Springboks (gacelas) fueron capaces de aglutinar el deseo de los sudafricanos de ser un país reconciliado tras el horror del apartheid. Contar esta historia es ensalzar la figura de Nelson Mandela, y no puede ser de otro modo.
Hace dos veranos, en Níger, releí la biografía de Mandela: "Un largo camino hacia la librtad". Más allá de sus habilidades políticas, me impresionó su capacidad para reconstruir su vida varias veces, para rectificar sus errores y al mismo tiempo permanecer en lo fundamental a pesar de los pesares.
Hoy, emocionado por esta lectura, y muy cansado a final de curso, me siento agradecido por estar aquí, por ser fiel a mi mismo y por haber tenido el valor de cambiar para ser yo con todas las consecuencias. No he encontrado en "El factor humano" el poema de William Ernest Henley, esos versos que recorren y llenan la película, y que me rondan en el corazón desde entonces:
Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a cualquier dios que pudiera existir
por mi alma inconquistable.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he dado gritos.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.
Precioso. Soy el amo de mi destino; soy el capitán de mi alma.
Hace dos veranos, en Níger, releí la biografía de Mandela: "Un largo camino hacia la librtad". Más allá de sus habilidades políticas, me impresionó su capacidad para reconstruir su vida varias veces, para rectificar sus errores y al mismo tiempo permanecer en lo fundamental a pesar de los pesares.
Hoy, emocionado por esta lectura, y muy cansado a final de curso, me siento agradecido por estar aquí, por ser fiel a mi mismo y por haber tenido el valor de cambiar para ser yo con todas las consecuencias. No he encontrado en "El factor humano" el poema de William Ernest Henley, esos versos que recorren y llenan la película, y que me rondan en el corazón desde entonces:
Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a cualquier dios que pudiera existir
por mi alma inconquistable.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he dado gritos.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.
Precioso. Soy el amo de mi destino; soy el capitán de mi alma.
lunes, 14 de junio de 2010
TODO SE TRANSFORMA
Me encanta la canción de Jorge Drexler “Todo se transforma”, perteneciente a su disco “Eco”. Esta canción sale en varios anuncios de la ONCE. Dice así: Cada uno da lo que recibe / Y luego recibe lo que da / Nada es más simple / No hay otra norma / Nada se pierde /Todo se transforma.
Cada uno da lo que recibe; si uno es querido, dará amor; si uno es rechazado, dará patadas; si te dan besos, abrazarás; si te dan palos, te defenderás. Y luego, cada cual recibe lo que da... digamos que se cosecha lo que se siembra... qué gran verdad.
Somos felices en la medida que somos capaces de sembrar bien, de dar amor y de hacer felices a los demás. Si estamos solos, si resulta que nadie nos comprende, si “nos sentimos mal” sin aparente razón... hemos de preguntarnos: ¿qué hemos sembrado? Cada uno da lo que recibe, y luego recibe lo que da. Qué bueno.
Nada es más simple, no hay otra norma: nada se pierde, todo se transforma. Ni uno solo de los instantes en que intentas hacer el bien se pierde; ninguna gota de sudor en favor de los demás desaparece, se transforma en lluvia que fecunda el campo. Ni el más pequeño y humilde gesto de amor queda vacío, se transforma en una corriente imparable de bien que mejora el mundo.
Todo se transforma. Es hasta una ley física: la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma. El poder de Dios transforma la muerte de Jesús en fuente de vida; el amor de Dios transforma las heridas en causa de salud; el frío se transforma en lluvia, la luvia en flores, el invierno en primavera. Todo es para bien de los que aman a Dios, dice Pablo. Demos amor; y lo acabaremos recibiendo de otras maneras. / Nada es más simple / No hay otra norma / Nada se pierde /Todo se transforma.
Cada uno da lo que recibe; si uno es querido, dará amor; si uno es rechazado, dará patadas; si te dan besos, abrazarás; si te dan palos, te defenderás. Y luego, cada cual recibe lo que da... digamos que se cosecha lo que se siembra... qué gran verdad.
Somos felices en la medida que somos capaces de sembrar bien, de dar amor y de hacer felices a los demás. Si estamos solos, si resulta que nadie nos comprende, si “nos sentimos mal” sin aparente razón... hemos de preguntarnos: ¿qué hemos sembrado? Cada uno da lo que recibe, y luego recibe lo que da. Qué bueno.
Nada es más simple, no hay otra norma: nada se pierde, todo se transforma. Ni uno solo de los instantes en que intentas hacer el bien se pierde; ninguna gota de sudor en favor de los demás desaparece, se transforma en lluvia que fecunda el campo. Ni el más pequeño y humilde gesto de amor queda vacío, se transforma en una corriente imparable de bien que mejora el mundo.
Todo se transforma. Es hasta una ley física: la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma. El poder de Dios transforma la muerte de Jesús en fuente de vida; el amor de Dios transforma las heridas en causa de salud; el frío se transforma en lluvia, la luvia en flores, el invierno en primavera. Todo es para bien de los que aman a Dios, dice Pablo. Demos amor; y lo acabaremos recibiendo de otras maneras. / Nada es más simple / No hay otra norma / Nada se pierde /Todo se transforma.
viernes, 11 de junio de 2010
OPERATIVO EXITOSO ¿O NO?
Han pasado un par de días desde que llevamos a José El Colorao a la residencia de Olivenza. Él es un personaje típico del pueblo, una de esas personas peculiares que en cuanto llegas te llama la atención: un hombre muy mayor, grande, con gorra y con un casette que va amenizando la calle con pasodobles toreros... En cuanto se trata un poco a José y se conoce su historia, en cuanto se ve cómo están sus piernas, el aspecto que tiene... se pregunta uno cómo hacer para que esté más atendido. Es soltero y en el pueblo llevan tiempo intentando convencerle para que se vaya a un sitio donde lo cuiden, mientras Eva, la trabajadora social, le va tramitando una plaza en Olivenza. Él firmó en su día, dice que ya se va, pero todos sospechamos que habrá problemas cuando llegue el momento: ¿cómo separarse de su pueblo, sus vecinos, los amigos del bar...? Qué difícil, qué duro para un anciano.
Y ese momento llegó el viernes pasado; con la plaza concedida y la maleta comprada y todo, José dice que no se va. Durante el fin de semana intentan hacerle entrar en razón, pero no hay manera. Van a hablar con él su sobrino, el juez de paz, y ni por esas. Eva está preocupada porque tiene una semana para aceptar la plaza; hablamos el martes, y el miércoles, el día D, bajo al ayuntamiento a verla y preguntarle. Está desazoná. Nos vamos a tomar un café y allí en el bar damos con los trabajadores de los pisos tutelados que están desayunando; entre todos urdimos el plan: hacemos que la enfermera Mari Carmen llame a José para supuestamente curarle la llaga de la pierna en el dispensario; ella finge que está peor y llama al médico, y Antonio, también compinchado con nosotros, le aconseja que se marche "a un sitio donde le puedan curar bien y por más tiempo". Mientras ellos actúan en el consultorio, nosotros, con ayuda de Loli, recogemos algunas cosas y llenamos la maleta, que todavía tiene las etiquetas puestas. Nos llaman y nos dicen que ha cedido, que vayamos a buscarle allí mismo. Cogemos el coche de Eva, montamos a José, y a Olivenza como las balas (ayer dijo que le llevaron la asistenta y el cura, como una pareja de la guardia civil).
Por el camino nosotros charlamos, él va en silencio en el asiento de atrás. Antes de salir ha soltado unas lágrimas que me dicen que intuye lo que está pasando. Al llegar lo dejamos en manos del personal para que vaya a comer, porque son casi las dos y media; mientras come subimos a su habitación, dejamos su maleta flamante, visitamos a otra persona y bajamos. Cuando llegamos al comedor está con un celador, ya levantado de la mesa; le digo a Eva que es mejor despedirse rápido y así lo hacemos. Allí de pie le dice al muchacho: "estos dos se creen que me han engañado porque el médico me ha dicho que tengo una pupina, pero yo he venido a ver cómo era esto, y veo que estaré en la gloria"... y le dio las gracias a Eva.
Es decir: nosotros pensando que lo hemos engañado por su bien y el tío SE ESTABA DANDO CUENTA DE TODO DESDE EL PRINCIPIO, con lo cual se quedó con nosotros de todas todas, ¡ja, ja, ja, ja, ja!
Gracias, Eva, por ser tan buena profesional. Y por hacer vida el cuento del buen samaritano (Lc 10, 30-36). Entre todos, por la fuerza de nuestra solidaridad, hemos hecho algo bueno y hermoso. Pero no nos lo creamos mucho: José ha decidido él solito, se ha dejado servir cuando ha querido... La libertad de las personas es su tesoro mayor; la dignidad es lo más grande. Cada cual recorre su propio camino, incluidos los más débiles. Que no se nos olvide.
Y ese momento llegó el viernes pasado; con la plaza concedida y la maleta comprada y todo, José dice que no se va. Durante el fin de semana intentan hacerle entrar en razón, pero no hay manera. Van a hablar con él su sobrino, el juez de paz, y ni por esas. Eva está preocupada porque tiene una semana para aceptar la plaza; hablamos el martes, y el miércoles, el día D, bajo al ayuntamiento a verla y preguntarle. Está desazoná. Nos vamos a tomar un café y allí en el bar damos con los trabajadores de los pisos tutelados que están desayunando; entre todos urdimos el plan: hacemos que la enfermera Mari Carmen llame a José para supuestamente curarle la llaga de la pierna en el dispensario; ella finge que está peor y llama al médico, y Antonio, también compinchado con nosotros, le aconseja que se marche "a un sitio donde le puedan curar bien y por más tiempo". Mientras ellos actúan en el consultorio, nosotros, con ayuda de Loli, recogemos algunas cosas y llenamos la maleta, que todavía tiene las etiquetas puestas. Nos llaman y nos dicen que ha cedido, que vayamos a buscarle allí mismo. Cogemos el coche de Eva, montamos a José, y a Olivenza como las balas (ayer dijo que le llevaron la asistenta y el cura, como una pareja de la guardia civil).
Por el camino nosotros charlamos, él va en silencio en el asiento de atrás. Antes de salir ha soltado unas lágrimas que me dicen que intuye lo que está pasando. Al llegar lo dejamos en manos del personal para que vaya a comer, porque son casi las dos y media; mientras come subimos a su habitación, dejamos su maleta flamante, visitamos a otra persona y bajamos. Cuando llegamos al comedor está con un celador, ya levantado de la mesa; le digo a Eva que es mejor despedirse rápido y así lo hacemos. Allí de pie le dice al muchacho: "estos dos se creen que me han engañado porque el médico me ha dicho que tengo una pupina, pero yo he venido a ver cómo era esto, y veo que estaré en la gloria"... y le dio las gracias a Eva.
Es decir: nosotros pensando que lo hemos engañado por su bien y el tío SE ESTABA DANDO CUENTA DE TODO DESDE EL PRINCIPIO, con lo cual se quedó con nosotros de todas todas, ¡ja, ja, ja, ja, ja!
Gracias, Eva, por ser tan buena profesional. Y por hacer vida el cuento del buen samaritano (Lc 10, 30-36). Entre todos, por la fuerza de nuestra solidaridad, hemos hecho algo bueno y hermoso. Pero no nos lo creamos mucho: José ha decidido él solito, se ha dejado servir cuando ha querido... La libertad de las personas es su tesoro mayor; la dignidad es lo más grande. Cada cual recorre su propio camino, incluidos los más débiles. Que no se nos olvide.
sábado, 5 de junio de 2010
PARA ANA
Querida Ana, mi regalo para ti en este día tan especial son estas palabras. Acabo de llegar a Monesterio y por casualidad me he quedado solo en casa un momento, y aprovecho para decirte:
- querer es buscar el bien de la persona amada por encima de tu propio bien, es trabajar para que el otro sea feliz incluso si eso conlleva que tú pierdes... GRACIAS por enseñarme esto
- tú das un paso decisivo hoy para forjar tu felicidad...¡es un gran día! Verte feliz colma la aspiración máxima de mi vida, no lo dudes
- es precioso comprobar, a través de los vaivenes de la vida, que el mal que uno hace no siempre es irreversible, que el daño se puede reparar con el AMOR, que, cuando es verdadero, es capaz de sanarlo todo, supera las lágrimas que vertimos, domina nuestra vida haciéndola luminosa...
Son casi las 12 y pronto llegará tu momento. ¿Recuerdas lo que le dice el principito al zorro, eso del color del trigo? Te quiero mucho, me siento muy bien y estoy orgulloso de ti. Aquí estaré. ¡ENHORABUENA!
jueves, 3 de junio de 2010
PEZ FUERA DEL AGUA
Varias personas me han comentado el impacto que les causó los días atrás ver a los directivos de CajaSur saliendo de reuniones, entrando en negociaciones de fusión, moviéndose para salvar el pellejo a la entidad bancaria... La cúpula de CajaSur, que cuenta, entre otras personas, con curas, canónigos de la catedral de Córdoba...
¿Qué hacen estos hombres en las entretelas del gran capital? ¿Por qué la Iglesia tiene una caja de ahorros? Cuesta digerir la presencia de las sotanas en el corazón financiero de nuestro país, allí donde no se es capaz de detener la hemorragia de esta crisis que hace sangrar a los curritos de cuello azul (ni blanco ni alzacuellos)... bueno, a los que tienen trabajo; y que engorda a los ejecutivos de alto copete.
¿Qué pinta la Iglesia-la institución en esos ámbitos? Pues es difícil de explicar, y más para la gente sencilla, a quien imagen resulta llamativa. A mi mismo me pareció estomagante, impropio, y más con la que está cayendo... como que "no pega". Mi ser Iglesia y mi ser cura se siente como pez fuera del agua con este tema; y me torpedea el pasaje de Lc 16, 13: "no podéis servir a Dios y al dinero". Lo dijo Jesús sin paliativos, pero nosotros no queremos escucharlo; porque comprenderlo está al alcance de cualquiera, creo yo. En el arte de justificar lo injustificable somos de los más espabilaos. Blanco y en botella...
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