Don Antonio Algora, obispo de Ciudad Real, ha escrito una breve carta sobre la reforma laboral en el semanario de su diócesis. En un día de huelga general como hoy, sus palabras, tan claras como lúcidas, me enorgullecen y me reconcilian con una jerarquía en general decepcionante. No tiene desperdicio.
No me toca a mí juzgar de la conveniencia o no, en el aspecto técnico y jurídico, de una Ley en un momento determinado en el que la sociedad entera está amenazada por una Crisis global sin precedentes en la historia humana. Los ciudadanos de la calle no tenemos elementos de juicio suficientes para dar una opinión técnica en temas cada vez más complejos. En estos momentos, nos hemos de fiar de las instituciones que deben entender de problemas de tan gran magnitud. Por esto, les debemos exigir a dichas instancias políticas, sindicales, empresariales, financieras y a los distintos colectivos de expertos que actúen con responsabilidad y, si siempre tenemos todos la obligación de construir el bien común, anteponiéndolo a intereses particulares, ahora más que nunca corresponde mayor obligación al que más puede.
Dicho esto, de lo que sí estamos en condiciones de juzgar es de la bondad o maldad de una Ley que rebaja claramente los derechos de los trabajadores respecto a situaciones anteriores, y lo peor es que llevamos muchos años ya de nuestra democracia donde siempre los perdedores en el concierto social, repito, siempre, son los mismos y siempre los más débiles.
Nadie habla de provisionalidad en las medidas que se están tomando, luego lo que se quiere hacer es establecer un "mercado de trabajo" en el que los empleadores hagan y deshagan a su antojo, olvidando que el "empleado" posible es, ante todo y sobre todo, "persona" a la que otros han dado la vida, la han educado, tiene necesidades básicas: familiares y sociales, no es una mera fuerza de trabajo que se admite o despide unilateralmente y durante un largo periodo de tiempo, pues, en un año de provisionalidad en el empleo (esto es lo que dice la Ley), puede ocurrir de todo, desde una gripe a un suceso familiar al que hay que atender antes que a cualquier otra urgencia de la vida de la empresa. Las personas no somos tan flexibles, tan elásticas, como nos quieren hacer creer.
¿De verdad no hay otras soluciones para crear puestos de trabajo? Parece mentira que a día de hoy tengamos que echar mano de usos del pasado que trajeron tanta injusticia y explotación a los trabajadores. Con estas medidas y sin meterme a profeta, se van a conseguir los mismos frutos de un pretendido bienestar, hasta es posible, pero no habremos avanzado nada en que el trabajador se sienta realizado con su trabajo y le sirva para llevar una vida estable y sin sobresaltos; que haga posible la familia, la educación de los hijos, el tejido social compacto y fuerte que hace personas y países fuertes para soportar las inclemencias de las coyunturas históricas.
Y, si no queda más remedio que aplicar hoy estas medidas, ¿no han de ser complementadas por otras en las que lo central sea la vida de las personas? ¡Tantos avances tecnológicos para esto! Da la impresión de que las sociedades desarrolladas van a ser las que más poder concentren en menos manos y esto no se corresponde con las aspiraciones de una sociedad democrática avanzada. Los jefes políticos europeos toman sus medidas por vía de urgencia sin apenas contar con los parlamentos respectivos; los poderes financieros se están concentrando en muy pocas manos. No sé si es muy descabellado pensar que, en el río revuelto de la Crisis, están pescando los más poderosos sin contar con la opinión de la sociedad.
Elevemos nuestras oraciones para que Dios nuestro Señor cuide de los más perjudicados de esta malísima situación que ya cuenta en nuestra España con más de once millones de pobres
Antonio Algora
Obispo de Ciudad Real
jueves, 29 de marzo de 2012
domingo, 25 de marzo de 2012
COMPAÑERO DE TU TESORO
Me encuentro en la mejor época de mi vida. Estoy tan contento y me siento tan bien que no hallo palabras para expresarlo y se las tomo prestadas a Rabindranaz Tagore (de "Ofrenda lírica"):
¡Qué plenitud la de tu alegría en mí! ¡Qué descendimiento a mí el tuyo! Señor de todos los cielos, si yo no existiera, ¿qué sería de tu amor?
Tú me tienes como compañero de tu tesoro; tus alegrías están jugando sin parar en mi corazón y tu voluntad está siempre recreándose en mi vida.
Por eso tú, Rey de reyes, te has adornado tan hermosamente, enamorado de mi corazón. Por eso te pierdes de amor en el amor de tu amante. Y allí eres visto, en la perfecta unión de los dos.
¡Qué plenitud la de tu alegría en mí! ¡Qué descendimiento a mí el tuyo! Señor de todos los cielos, si yo no existiera, ¿qué sería de tu amor?
Tú me tienes como compañero de tu tesoro; tus alegrías están jugando sin parar en mi corazón y tu voluntad está siempre recreándose en mi vida.
Por eso tú, Rey de reyes, te has adornado tan hermosamente, enamorado de mi corazón. Por eso te pierdes de amor en el amor de tu amante. Y allí eres visto, en la perfecta unión de los dos.
miércoles, 21 de marzo de 2012
MIRAR COMO DIOS A LOS ENFERMOS DE ALZHEIMER
- Buenos días, Vicenta, ¿cómo estás hoy?
- Bieeen, es que... ahí vino... yyy... fsdglos papeles... ...
Está hoy más tranquila. Sentada frente al radiador, su mirada perpleja me rodea desde las grandes gafas. Sé que sabe quién soy pero no le sale mi nombre; no porque no se acuerde, sino porque las palabras no aciertan a ser pronunciadas, como si fuese Vicenta presa de alguna suerte de encantamiento maléfico.
Tiene alzheimer. La cuarta causa de muerte en España; pero es solo el apellido: su nombre es Vicenta, Saturnina, Remedios, Eugenio...
Veo a Remedios desde la puerta, la cabeza clavada en el pecho. Al hablarle reacciona, pero los recuerdos, las bromas, deambulan por terrenos incoherentes, se deslizan a lo absurdo. Su mente se deshace poco a poco, sus facultades se descomponen a cámara lenta. Como las de Saturnina, que asiste inmóvil al paso de las horas sumergida en un estupor gris; o como Eugenio, cercado por un silencio que parece ir helando progresivamente su latido.
La visita a estas personas es lo más cercano a la gratuidad que tengo el valor de hacer: ellos no pueden agradecérmelo, puesto que cada vez soy un desconocido.
- Es el cura - vuelve a explicarle su hija, su cuidadora, su esposo.
Y me parece que en realidad me acerco a verlos a ellos, a sus familiares, que sufren de manera brutal esta irreversible invasión de la ausencia. Como si los rasgos de una vida se desdibujaran dolorosamente, fotograma a fotograma, hojas caídas en otoño...
Me figuro que Dios nos mira así; tampoco nosotros lo conocemos la mitad de las veces. Cada día llega hasta mí y yo no acierto a reconocerlo en las personas, en las cosas que pasan... Pero Él sí que me conoce, y a pesar de eso me quiere y me elige. Por pura gratuidad.
Acaso está Dios escondido en estos enfermos, en esta debilidad que me abruma... seguro. Para que me encuentre con Él y le sirva a través de la inutilidad aparente de una sonrisa que desaparece al instante. Para que me atreva a mirar como Él, olvidando cualquier sombra de mérito y armado solo con la desproporción de la ternura. Y el ensayo de la humildad.
sábado, 17 de marzo de 2012
ESTUDIAR EN LA UNED
Es otro de esos aspectos míos no muy "políticamente correctos", pero como los resultados de los parciales de febrero indican que la carrera está casi finiquitada, no temo al "lobo feroz". Siempre me había interesado la Antropología, y, cuando en Monesterio me ví más desoficiao que otras veces, me lancé a matricularme. La UNED forma parte del hábitat de mi infancia y juventud, está como a veinte metros de mi casa de Mérida, he ido mil veces a la biblioteca o a llevarle algo a mi madre, que estudió allí Pedagogía después de tenernos a los cuatro (todavía me pregunto cómo fue capaz).
La tarea de llevar adelante una licenciatura ha vuelto a formar en mí el hábito de estudiar, un poco atrofiado los primeros años de cura en que la actividad te absorbe. Algo muy sano y necesario: leer, profundizar... nunca deberíamos perderlo. Por otro lado, la UNED implica enfrentarte a unos respetables tochones con la única ayuda del curso virtual, de las tutorías por teléfono o los foros... Te ves a menudo solo ante el peligro de palabros o conceptos un tanto indescifrables.
El reto incluye no quitar tiempo a mi trabajo de pastor, a la preparación de reuniones, celebraciones, a la visita a los enfermos, a la atención a mis parroquias. Por eso estudio por la mañana temprano; me levanto sobre las 6:30, dedico un rato a la oración y al ataque hasta las 9 o así.
La Antropología me encanta; me llamó la atención desde los primeros viajes a África, y al acercarme a ella ha desbordado mis expectativas... ¡Qué interesante abordar al ser humano desde la óptica de la cultura! La Antropología afila mi curiosidad y mi capacidad de sorprenderme; los etnógrafos llevan un "piloto encendido": observan a la gente, advierten las cosas que hacen las personas y tratan de captar el significado que dan a esas cosas. Es fascinante y me ayuda enormemente en mi "trabajo" de ser cura de pueblo que "se hace" del grupo humano en que vive. ¿No era eso lo de "inculturarse"?
Es cierto que hay que sacrificarse para sacar la carrera adelante; es cierto que en épocas de exámenes me he preguntado más de dos veces a santo de qué me tenía que meter yo en semejante berenjenal... Pero te sientes muy bien cuando disfrutas de lo que estudias y cuando el esfuerzo da sus frutos.
Así que me alegro mucho de estudiar Antropología y lo recomiendo. Los curas leemos y nos preparamos más de lo que alguno critica: no soy un caso aislado. Ah, y que no se preocupe nadie: no tengo pensado colgar los hábitos y dedicarme a trabajos de campo o a hacer oposiciones. Para eso ya he tenido varias oportunidades.
La tarea de llevar adelante una licenciatura ha vuelto a formar en mí el hábito de estudiar, un poco atrofiado los primeros años de cura en que la actividad te absorbe. Algo muy sano y necesario: leer, profundizar... nunca deberíamos perderlo. Por otro lado, la UNED implica enfrentarte a unos respetables tochones con la única ayuda del curso virtual, de las tutorías por teléfono o los foros... Te ves a menudo solo ante el peligro de palabros o conceptos un tanto indescifrables.
El reto incluye no quitar tiempo a mi trabajo de pastor, a la preparación de reuniones, celebraciones, a la visita a los enfermos, a la atención a mis parroquias. Por eso estudio por la mañana temprano; me levanto sobre las 6:30, dedico un rato a la oración y al ataque hasta las 9 o así.
La Antropología me encanta; me llamó la atención desde los primeros viajes a África, y al acercarme a ella ha desbordado mis expectativas... ¡Qué interesante abordar al ser humano desde la óptica de la cultura! La Antropología afila mi curiosidad y mi capacidad de sorprenderme; los etnógrafos llevan un "piloto encendido": observan a la gente, advierten las cosas que hacen las personas y tratan de captar el significado que dan a esas cosas. Es fascinante y me ayuda enormemente en mi "trabajo" de ser cura de pueblo que "se hace" del grupo humano en que vive. ¿No era eso lo de "inculturarse"?
Es cierto que hay que sacrificarse para sacar la carrera adelante; es cierto que en épocas de exámenes me he preguntado más de dos veces a santo de qué me tenía que meter yo en semejante berenjenal... Pero te sientes muy bien cuando disfrutas de lo que estudias y cuando el esfuerzo da sus frutos.
Así que me alegro mucho de estudiar Antropología y lo recomiendo. Los curas leemos y nos preparamos más de lo que alguno critica: no soy un caso aislado. Ah, y que no se preocupe nadie: no tengo pensado colgar los hábitos y dedicarme a trabajos de campo o a hacer oposiciones. Para eso ya he tenido varias oportunidades.
miércoles, 14 de marzo de 2012
¡MI PUEBLO EN LA TELE!
Aquí va el vídeo del programa "Ruta Oeste" de Canal Extremadura emitido el 11 de marzo. A partir del minuto 20 más o menos aparece "el señor padre" explicando cosas de la iglesia... Nos pasamos allí hora y media grabando; y aunque yo digo siempre que "en la tele to es mentira", lo cierto es que el documental es chulo y espero que os guste.
domingo, 11 de marzo de 2012
VITO
No he conocido a nadie que sienta el fútbol como él. De hecho, es el presidente de nuestro equipo, el C. D. Vadesa, de Valle de Santa Ana. Hasta hora, nada inusual, ¿verdad? Lo impresionante es que Vito es ciego.
Y es mi vecino de la calle el Cuerno, o la calle el Cura. Su madre, Ascensión, me cuenta que Vito nació prematuro, y que en la incubadora "le pasó lo que sea", de manera que nunca ha podido ver. Cuando lo observo andar por el pueblo me sobrecoge pensar que Vito no conoce la intensidad de una puesta de sol o la hermosura apabullante de una noche de verano.
Anteayer estaba visitando a una señora cuando entró; es increíble cómo conoce los escalones, los recodos, la longitud de los pasillos... Vito tiene en su cabeza un mapa del pueblo, y se mueve con la autonomía y la precisión de un GPS: la anchura de las aceras, dónde suele haber coches aparcados... Me cuentan que iba en bicicleta, solo, como el resto de los niños, bajando a toda velocidad la calle la Parra o el pontón; me lo creo.
En Jerez, cerca de la frutería, se coloca con su máquina de cupones. Saluda, sonríe, reconoce las voces; le dan 10 Euros, devuelve 4 sin mediar palabra, con seguridad. Lo imagino con sus primos, con su pandilla, de niños por la calle; Valen me contaba anoche que siempre han procurado no mostrar pena ("pobre cieguito" - decía un mujer), tratarlo como a uno más ("llama al puto ciego" - le dicen sus amigos); y él ha aprendido magníficamente a desenvolverse solo, a no depender, a caminar, tropezar con una valla imprevista, maldecir y seguir caminando.
Pero lo que más me alucina es lo del fútbol. Recuerdo habérmelo cruzado al salir de la iglesia un rato antes de un partido de España en el mundial: nervioso, con su camiseta, envuelto en la bandera, atacao, mascando la expectación (quizá era la semifinal), iba a verlo (...) con los colegas. Quizá la pérdida de un sentido como la vista afina otros, espolea zonas de cerebro que nos hacen más capaces de escuchar, atender, tocar y saborear; Vito es plus-capacitado en un montón de destrezas, experto en atención, orientación y emoción. Qué tío.
Todos somos así; hemos de aceptar nuestras limitaciones sin autocompadecernos y desarrollar con sabiduría nuestras habilidades. Como Vito. Aunque Vito es del Madrid. Claro: algún defectillo tenía que tener.
Y es mi vecino de la calle el Cuerno, o la calle el Cura. Su madre, Ascensión, me cuenta que Vito nació prematuro, y que en la incubadora "le pasó lo que sea", de manera que nunca ha podido ver. Cuando lo observo andar por el pueblo me sobrecoge pensar que Vito no conoce la intensidad de una puesta de sol o la hermosura apabullante de una noche de verano.
Anteayer estaba visitando a una señora cuando entró; es increíble cómo conoce los escalones, los recodos, la longitud de los pasillos... Vito tiene en su cabeza un mapa del pueblo, y se mueve con la autonomía y la precisión de un GPS: la anchura de las aceras, dónde suele haber coches aparcados... Me cuentan que iba en bicicleta, solo, como el resto de los niños, bajando a toda velocidad la calle la Parra o el pontón; me lo creo.
En Jerez, cerca de la frutería, se coloca con su máquina de cupones. Saluda, sonríe, reconoce las voces; le dan 10 Euros, devuelve 4 sin mediar palabra, con seguridad. Lo imagino con sus primos, con su pandilla, de niños por la calle; Valen me contaba anoche que siempre han procurado no mostrar pena ("pobre cieguito" - decía un mujer), tratarlo como a uno más ("llama al puto ciego" - le dicen sus amigos); y él ha aprendido magníficamente a desenvolverse solo, a no depender, a caminar, tropezar con una valla imprevista, maldecir y seguir caminando.
Pero lo que más me alucina es lo del fútbol. Recuerdo habérmelo cruzado al salir de la iglesia un rato antes de un partido de España en el mundial: nervioso, con su camiseta, envuelto en la bandera, atacao, mascando la expectación (quizá era la semifinal), iba a verlo (...) con los colegas. Quizá la pérdida de un sentido como la vista afina otros, espolea zonas de cerebro que nos hacen más capaces de escuchar, atender, tocar y saborear; Vito es plus-capacitado en un montón de destrezas, experto en atención, orientación y emoción. Qué tío.
Todos somos así; hemos de aceptar nuestras limitaciones sin autocompadecernos y desarrollar con sabiduría nuestras habilidades. Como Vito. Aunque Vito es del Madrid. Claro: algún defectillo tenía que tener.
miércoles, 7 de marzo de 2012
EL AMOR NO SE PUEDE DELEGAR
He estado haciendo gestiones para que Arturo Pérez-Reverte dedique un monumento literario al Equipo de Animación Comunitaria de Cáritas Diocesana; es lo mínimo que estos chicos se merecen. Pero, como de momento el creador de Alatriste no me ha contestado, voy a ver si me salen palabras que aspiren a llegar a esta gente a la suela de los talones.
Cuando las mujeres de Cáritas de Santa Ana van llegando a la reunión mensual, antes que "buenas tardes" se escucha: "¿no viene Marta hoy?". Marta magnetiza cada encuentro con su mirada vivaz, su torrente de frases y una simpatía que te atrapa. Es un lujazo increíble que haya personas que mensualmente vengan a tu pueblo, a tu parroquia, y consigan acompañar con delicadeza y calidad a un grupo tan palpitante como los voluntarios de Cáritas. Visto desde la barrera de los curas, ¡vaya suerte y qué descanso!
¿Cómo serán capaces? Tener varios arciprestazgos (y por tanto un viaje de parroquias) en la cabeza, cada equipo con su historia, su circunstancia, su ritmo y su problemática; darle a cada cual lo que necesita, presentes pero sin sustituir, dinamizando sin forzar, procurando que el coordinador sea y se sepa protagonista, llegando y estando pero sin que nadie se sienta invadido, empezando por los curas con nuestro manual de instrucciones... ¿Cómo podrán estas criaturas?
El secreto es la fe; no son simplemente "trabajadores", aunque también. Son creyentes. En diciembre estuvieron aquí para retirarse, se confrontaron con el Principio y Fundamento, compartieron cómo se les manifiesta el Señor en su acción sociocaritativa, como respaldo y como reto. Para mí un privilegio beber juntos de la Fuente. Y además trajeron una comida muy rica, e Ismael un poncho muy chulo.
Sin horarios, con el cuentakilómetros pasado de rosca, los técnicos del EAC hacen encaje de bolillos para eso de "conciliar" vida laboral y familiar... ¿A qué hora llega Morke a casa la mitad de las noches? ¿Con quién deja Amor a sus dos preciosas hijas un montón de tardes? Ana Morlesín se va a casar... ¡a Evaristo no le arriendo la ganancia! "Echan" muchas más horas de las que les corresponden, se entregan con una generosidad rebosante, impagable...
A pesar de eso, ellos cobran. Claro; como los curas: "el obrero merece su salario". No puede ser de otra manera, sería impensable que una tarea tan ingente, cualificada y deslocalizada la realizaran voluntarios. Pero simples "asalariados" tampoco valdrían; tiene que ser gente de esta pasta de héroes anónimos. Gracias por contagiarme vuestra pasión, sois el mejor invento que nuestra Cáritas de Mérida-Badajoz ha concebido.
Lo siento Arturo, pero no podía delegar en tí para decir esto. Como el amor: no se puede delegar.
Cuando las mujeres de Cáritas de Santa Ana van llegando a la reunión mensual, antes que "buenas tardes" se escucha: "¿no viene Marta hoy?". Marta magnetiza cada encuentro con su mirada vivaz, su torrente de frases y una simpatía que te atrapa. Es un lujazo increíble que haya personas que mensualmente vengan a tu pueblo, a tu parroquia, y consigan acompañar con delicadeza y calidad a un grupo tan palpitante como los voluntarios de Cáritas. Visto desde la barrera de los curas, ¡vaya suerte y qué descanso!
¿Cómo serán capaces? Tener varios arciprestazgos (y por tanto un viaje de parroquias) en la cabeza, cada equipo con su historia, su circunstancia, su ritmo y su problemática; darle a cada cual lo que necesita, presentes pero sin sustituir, dinamizando sin forzar, procurando que el coordinador sea y se sepa protagonista, llegando y estando pero sin que nadie se sienta invadido, empezando por los curas con nuestro manual de instrucciones... ¿Cómo podrán estas criaturas?
El secreto es la fe; no son simplemente "trabajadores", aunque también. Son creyentes. En diciembre estuvieron aquí para retirarse, se confrontaron con el Principio y Fundamento, compartieron cómo se les manifiesta el Señor en su acción sociocaritativa, como respaldo y como reto. Para mí un privilegio beber juntos de la Fuente. Y además trajeron una comida muy rica, e Ismael un poncho muy chulo.
Sin horarios, con el cuentakilómetros pasado de rosca, los técnicos del EAC hacen encaje de bolillos para eso de "conciliar" vida laboral y familiar... ¿A qué hora llega Morke a casa la mitad de las noches? ¿Con quién deja Amor a sus dos preciosas hijas un montón de tardes? Ana Morlesín se va a casar... ¡a Evaristo no le arriendo la ganancia! "Echan" muchas más horas de las que les corresponden, se entregan con una generosidad rebosante, impagable...
A pesar de eso, ellos cobran. Claro; como los curas: "el obrero merece su salario". No puede ser de otra manera, sería impensable que una tarea tan ingente, cualificada y deslocalizada la realizaran voluntarios. Pero simples "asalariados" tampoco valdrían; tiene que ser gente de esta pasta de héroes anónimos. Gracias por contagiarme vuestra pasión, sois el mejor invento que nuestra Cáritas de Mérida-Badajoz ha concebido.
Lo siento Arturo, pero no podía delegar en tí para decir esto. Como el amor: no se puede delegar.
viernes, 2 de marzo de 2012
SE ESCURRE ENTRE LOS DEDOS
Es viernes, acabo de llegar de una no-reunión de pastoral juvenil que era supuestamente para preparar el encuentro diocesano de jóvenes de mañana; la cruda realidad: solo se ha presentado uno y los tres que iban a ir a Mérida al encuentro ahora dicen que no van. Eso es lo que hay.
Cierto que hay varios de ellos que están de excursión hoy. Pero realmente desde que volvimos de vacaciones de Navidad no damos pie con bola: carnavales, cumpleaños, otros carnavales... ffffff. Cuánto trabajo cuesta reunirse y tratar de hacer juntos algo mínimamente valioso que les ayude a crecer.
A pesar de que no es la primera vez (¡ni mucho menos!), la decepción me hace cuestionarme: ¿les estaremos ofreciendo algo que no vale? ¿Estoy suficientemente cercano a ellos? ¿Por qué no logro enganchar con sus vidas, con su necesidad, con su día a día? ¿Me estoy haciendo viejo y mi lenguaje, mi persona, ya no conectan? Soy un carroza, un seminuevo de 41.000 kilómetros...
En este momento desolado me esfuerzo en recordar cuando las cosas "salieron bien"... ni entonces yo era tan "hacha" ni ahora soy tan inútil. La perspectiva me ayuda a no personalizarlo y vivirlo afectivamente distorsionado. Tampoco me puedo dejar llevar por el enfado y romper la baraja... no. Hay que aceptar con paz que esto es así, sin salir corriendo, aceptando este aparente fracaso. Y hay que "mucho examinar", como dice San Ignacio, reflexionar, revisar, encontrar juntos las causas y las posibles soluciones.
La historia de Dios con los jóvenes se intuye en la fe y se sufre en la paciencia; sé que Él llega hasta ellos de manera misteriosa, y muchas veces independientemente de mi acción. Yo los quiero y voy a seguir ofreciéndome, proponiendo, acertando y errando, apostando por sus vidas desbordantes de futuro. Sólo aspiro a que me permitan compartir apenas un trecho del camino.
A lo mejor hay que quedarse solo muchas veces para mostrar que tu compromiso con ellos es auténtico. Entregarte como si todo dependiera de ti sabiendo que todo depende de Dios. Pero chacho, qué desazón... acompañar a los jóvenes es algo que se escurre como agua entre los dedos.
Cierto que hay varios de ellos que están de excursión hoy. Pero realmente desde que volvimos de vacaciones de Navidad no damos pie con bola: carnavales, cumpleaños, otros carnavales... ffffff. Cuánto trabajo cuesta reunirse y tratar de hacer juntos algo mínimamente valioso que les ayude a crecer.
A pesar de que no es la primera vez (¡ni mucho menos!), la decepción me hace cuestionarme: ¿les estaremos ofreciendo algo que no vale? ¿Estoy suficientemente cercano a ellos? ¿Por qué no logro enganchar con sus vidas, con su necesidad, con su día a día? ¿Me estoy haciendo viejo y mi lenguaje, mi persona, ya no conectan? Soy un carroza, un seminuevo de 41.000 kilómetros...
En este momento desolado me esfuerzo en recordar cuando las cosas "salieron bien"... ni entonces yo era tan "hacha" ni ahora soy tan inútil. La perspectiva me ayuda a no personalizarlo y vivirlo afectivamente distorsionado. Tampoco me puedo dejar llevar por el enfado y romper la baraja... no. Hay que aceptar con paz que esto es así, sin salir corriendo, aceptando este aparente fracaso. Y hay que "mucho examinar", como dice San Ignacio, reflexionar, revisar, encontrar juntos las causas y las posibles soluciones.
La historia de Dios con los jóvenes se intuye en la fe y se sufre en la paciencia; sé que Él llega hasta ellos de manera misteriosa, y muchas veces independientemente de mi acción. Yo los quiero y voy a seguir ofreciéndome, proponiendo, acertando y errando, apostando por sus vidas desbordantes de futuro. Sólo aspiro a que me permitan compartir apenas un trecho del camino.
A lo mejor hay que quedarse solo muchas veces para mostrar que tu compromiso con ellos es auténtico. Entregarte como si todo dependiera de ti sabiendo que todo depende de Dios. Pero chacho, qué desazón... acompañar a los jóvenes es algo que se escurre como agua entre los dedos.
jueves, 1 de marzo de 2012
HERENCIAS POR CARIÑO
No es infrecuente que una persona mayor, alguien sin familia o separado de ella, que viva solo, cuando entra en la ancianidad y empieza a entrever la cercanía de la muerte, busque la ayuda de alguna vecina o amiga, u otra persona de su entorno a quien "dejar la casa" a cambio de cuidados y asistencia. Es un resorte estudiado incluso en Antropología Económica.
La última vez ha sido hace un par de semanas. Un hombre al que yo solía visitar bastante; entraba en su casa por el corral y me lo encontraba sentado en su terraza, junto a una gran higuera, algunas gallinas y lo que había sido un huerto últimamente ausente de patatas o cebollas. Jorge (aunque no era capaz de pronunciar bien su nombre y decía "Oje") había conocido a Don Rafael Sánchez García, "Don Rafaelito" en Badajoz, y le encantaba contar y oír historias de él y de aquella época, como a todos los mayores.
Oje requirió los servicios de "La Mariposa", como él la llamaba siempre. Ella se ha ocupado de sus recetas, de su comida, su aseo y la limpieza de la casa y lo ha atendido magníficamente. La última vez que fui a verlo lo encontré muy desmejorado: le dolía la espalda, "estas piernas ya no...", la respiración pesada... y mientras me hablaba de sus males miraba hacia la entrada comentando que "pronto llegará". Lo enterramos pocos días más tarde, pero no se refería a la muerte.
Esperaba a "La Mariposa". Cuanto más intuía el final, más necesitaba su compañía constante; "¿pero cómo va a estar esta mujer las 24 horas del día contigo? Tiene que atender a lo suyo", le decía yo. Eso es lo que he aprendido con este trozo de vida: ellos necesitan cariño. Dicen que quieren cuidados: que los levanten, les pongan el plato en la mesa, llamen al médico... cosas "prácticas", "instrumentales". Pero qué va: lo que quieren es amor, el tacto de unas manos, la calidez de un abrazo, la seguridad de la voz amada.
Eso que nos forma cuando somos bebés, esa compañia que nos edifica por dentro, lo más radical, lo central de nuestra vida: el amor. De él venimos y lo buscamos cuando los años nos acechan, es lo único que importa y no se puede comprar, sólo dar y recibir. "Busca alguien que te cuide", le digo a veces a mi vecina; pero no, en realidad debería decirle: "Busca alguien que te quiera". Para que nuestro retorno a la niñez nos coja el corazón equipado y las manos gozosamente vacías.
La última vez ha sido hace un par de semanas. Un hombre al que yo solía visitar bastante; entraba en su casa por el corral y me lo encontraba sentado en su terraza, junto a una gran higuera, algunas gallinas y lo que había sido un huerto últimamente ausente de patatas o cebollas. Jorge (aunque no era capaz de pronunciar bien su nombre y decía "Oje") había conocido a Don Rafael Sánchez García, "Don Rafaelito" en Badajoz, y le encantaba contar y oír historias de él y de aquella época, como a todos los mayores.
Oje requirió los servicios de "La Mariposa", como él la llamaba siempre. Ella se ha ocupado de sus recetas, de su comida, su aseo y la limpieza de la casa y lo ha atendido magníficamente. La última vez que fui a verlo lo encontré muy desmejorado: le dolía la espalda, "estas piernas ya no...", la respiración pesada... y mientras me hablaba de sus males miraba hacia la entrada comentando que "pronto llegará". Lo enterramos pocos días más tarde, pero no se refería a la muerte.
Esperaba a "La Mariposa". Cuanto más intuía el final, más necesitaba su compañía constante; "¿pero cómo va a estar esta mujer las 24 horas del día contigo? Tiene que atender a lo suyo", le decía yo. Eso es lo que he aprendido con este trozo de vida: ellos necesitan cariño. Dicen que quieren cuidados: que los levanten, les pongan el plato en la mesa, llamen al médico... cosas "prácticas", "instrumentales". Pero qué va: lo que quieren es amor, el tacto de unas manos, la calidez de un abrazo, la seguridad de la voz amada.
Eso que nos forma cuando somos bebés, esa compañia que nos edifica por dentro, lo más radical, lo central de nuestra vida: el amor. De él venimos y lo buscamos cuando los años nos acechan, es lo único que importa y no se puede comprar, sólo dar y recibir. "Busca alguien que te cuide", le digo a veces a mi vecina; pero no, en realidad debería decirle: "Busca alguien que te quiera". Para que nuestro retorno a la niñez nos coja el corazón equipado y las manos gozosamente vacías.
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