sábado, 29 de octubre de 2022

VER VOLAR A LOS HIJOS

 
Toca bajar a Indiana y recibo dos whatsapps de un par de chistositas: “Oh! Su antiguo amor 🥰” y “Cuidado con la nostalgia”. Durante los días de la visita me doy cuenta de que es la primera vez en mi vida que regreso a una ex-parroquia no de paso o anecdóticamente, sino para involucrarme y participar en la misión de otra manera.

Interesante. Tras los otros traslados, intentaba no estorbar al nuevo sacerdote; podía pasar por mi antiguo pueblo, a un entierro o a ver a los amigos, pero siempre les pedía que no conversáramos acerca de la parroquia. No quería saber cambios, asuntos comenzados y no acabados, rumbos diferentes. Era mejor, más sano, y me ayudaba a desasirme y sentirme más libre. Ahora con Indiana es casi lo contrario.

Es una visita de animación, igual que en otros muchos puestos de misión del Vicariato. Como vicario general se trata de acompañar a los misioneros y a la comunidad, escuchar, tomar el pulso a la misión, respaldarla, hacer sentir que formamos todos parte de la misma Iglesia. Es una visita “ecológica”, cuya inspiración es el cuidado, la cercanía, el respeto. Por tanto, necesito conocer, que me cuenten cómo están, qué proyectan, qué dificultades sufren, qué alegrías comparten.

En Indiana, y también en Islandia, los lugares donde he trabajado, atesoro la ventaja de todo lo antes compartido: nos conocemos bien y nos queremos. Es un gusto comprobar cómo procesos que se iniciaron cuando yo estaba no se han estancado, sino que surcan y mejoran. Con su ritmo y estilo propio, que no es necesariamente el que yo habría elegido, pero caminan.

Especialmente gratificante fue el encuentro con el grupo de Pastoral Juvenil, algo que iniciamos de cero en plena pandemia, y que brindó al equipo misionero momentos muy hermosos. Pues ahí siguen los jóvenes, trabajando con la metodología de la revisión de vida (V-J-A) en los temas que habíamos ya previsto (la identidad cultural), y tomando en serio su protagonismo: han confeccionado y realizado sus encuestas, y ya están craneando acciones significativas enfocadas a transformar la realidad.

Todo eso me lo explicaron, y además me regalaron un polo del grupo con un cariño sólido, intenso… La experiencia con los jóvenes de la parroquia de Indiana continúa para mí de otro modo, no menos agradable. Supongo que será lo más parecido a lo que sienten los padres cuando los hijos “vuelan” y toca ahora respetarlos y ayudarlos en la distancia, pero con el amor intacto; aunque en este caso soy yo el que se ha marchado…

Colegio San José

El programa de la visita resultó muy completo. Un rubro importante es el colegio: saludo a los alumnos, sesión con los maestros, fiesta de aniversario, entrevistas con la directora, las profesoras de Religión, los coordinadores ODEC. Las conversaciones individuales con los misioneros y otras personas constituyen otro capítulo crucial y ahí dedico tiempo y mi mejor atención. ¿Cómo van a tomar los responsables buenas decisiones si no reciben un feed-back claro y abierto?

El coro parroquial (que pide apoyo para comprar zampoñas y flautas), los catequistas, los trabajadores de la misión y centro de rehabilitación, la junta directiva de la APAFA… una catarata de vida que estos días me ha empapado, y me encantado. Mención aparte merece el Consejo de Pastoral, un organismo que nació conmigo y que también persevera: don Líder, Magaly, Javier, Leo, Dorita, Zulma y Manuel… Qué reconfortante ver cómo la navegación continúa.

Queda mucho por hacer, por supuesto. Uno está un tiempito, aporta lo que puede y pasa el testigo. La semilla de Diosito crece sin que sepamos cómo, y muchas veces a pesar de nosotros. Pero el vínculo siempre permanece. Esta foto con la comunidad parroquial al final de la Eucaristía del domingo habla por sí sola… Hubo hasta un vaso de chicha ¡y galletas! Qué más podría pedir… Orgulloso de ser expárroco de Indiana y feliz al contemplar su vuelo.

Con los jóvenes

sábado, 22 de octubre de 2022

CANTAR EL "SANTO" DESDE EL DOLOR MÁS ROTUNDO

 
Cuando me avisaron para ir a dar la unción de los enfermos a la señora Neoyorkina, pregunté asombrado qué nombre era ese. “Originalidades de nuestro pueblo naporuna” – me dijeron. Aquel día no estaba yo en Iquitos, pero el jueves pasado, ante su empeoramiento, su familia pidió misa en su casa.

Neoyorkina es de Santa Clotilde, río Napo, enfermera de larga trayectoria en nuestro hospital, hermana de Aníbal y las profesoras Lilian y Esperanza Flores y mamá de Anagali, también técnica en enfermería. Una familia muy del Vicariato, muy nuestra, muy creyente, en cuya casa sí tiene sentido celebrar la Eucaristía pidiendo la salud. Y allá nos llegamos de mañanita dando un paseo (está cerca) Gabriela, Rosalinda y yo.

La vivienda está repleta de gente porque Neo está sucumbiendo ante un cáncer que ha invadido sin recato su cuerpo, demoliendo su salud, frágil desde hace años. Sus familiares tratan de arroparla en lo que parece el final. Impacta verla impedida en la cama, con una pierna amputada y la vía cogida en su único pie, ese cabello corto y blanco, y aun así ofreciendo su mejor sonrisa como buena loretana y peruana.

Mientras disponemos los preparos de la misa nos cuentan que justo hoy es el cumpleaños de Anagali. “Hay torta?” – me sale automáticamente. “Claro, ahorita vamos cantar el happy”. Me revisto pensando que el cóctel emocional puede ser explosivo, y no me equivocaré. Estamos en un cuarto sin ventanas calculo más de veinte personas, este día en que la humedad remonta el 80%. El ambiente es asfixiante y enseguida noto que empiezo a sudar a chorros.

Hemos traído cancioneros porque no se concibe una misa o una oración a palo seco; y de hecho niños y mayores, mujeres y varones, conocen y cantan “Juntos como hermanos”, “Saber que vendrás” u otros éxitos populares. Llega la homilía y trato de ser muy delicado: no se puede nombrar lo que es evidente, pero tampoco esquivarlo… La cercanía de la muerte produce sorprendentes vínculos instantáneos de sentimientos, como en la película “Avatar”. Todos sabemos qué está ocurriendo.

La paciente lleva días con dolores terribles. Acá no hay cuidados paliativos, pero Gaby se las ha apañado, a través de videoconferencias con médicos en Polonia más sus contactos en Perú, para dar con una medicación suficientemente eficaz y una pauta correcta que alivie la situación de Neo y torne más humano el desenlace. Por si fuera poco, ella, sanitaria de profesión, es perfectamente consciente de lo que le pasa y lo que todavía podría tener delante.

Presentación de dones, prefacio. Llega el momento del “santo” y justo ahí los encargados de los cantos se chisporrotean, hay un indeciso silencio, nadie se arranca… hasta que resuena rotunda, fuerte, la voz de Neoyorkina entonando: “Santo, santo, santo es el Señor”. Una conmoción recorre la estancia, mi cuerpo empapado se estremece, nos miramos mientras atinamos con la estrofa.

Es posible alabar a Dios desde lo más profundo del peor dolor. Un poco antes, yo había preguntado: “¿Qué es lo mejor que podemos hacer para sentirnos felices?”- Y una señora acertó: “Agradecer”. Incluso en los momentos más desesperados, aceptando que no hay salida, se puede reconocer a Dios su bondad y aclamarle por la vida que nos ha dado con toda su belleza, aunque sepamos que está acabándose.

Para ello hay que tener mucho temple, gran serenidad… pero ante todo una fe robusta y arraigada en la ternura. En ese “santo” escuchamos el trasunto sonoro de la fe de Neoyorkina, el grito de su esperanza y de su pesar, la melodía del amor que se encarna en el sufrimiento y en las caricias. Me lo llevé archivado en mi sensibilidad e incorporado a mi admiración.

Solo un ratito después, la torta y el cumpleaños feliz. Que cumplas muchos más… La vida, como el río, no se detiene. Pero si estamos atentos nos muestra cómo navegar en la olada y cómo sentir la felicidad con el rostro vuelto hacia la lluvia. Gracias, Neoyorkina.

domingo, 16 de octubre de 2022

PASTORAL SOCIAL: LOS SUEÑOS SE CONSTRUYEN JUNTOS


Que recuerden los más antiguos del lugar, es la primera vez que se realiza en el Vicariato un encuentro de este pelaje. Ante la expectativa de lo nuevo, nos sentíamos emocionados, especialmente el baby equipo vicarial de Pastoral Social, que tan solo tiene cuatro meses de vida y pocas reuniones.

En realidad, se trataba de “sacar del arca lo nuevo y lo viejo” (Mt 13, 52), porque la acción social está en el ADN del Vicariato desde sus orígenes, forma parte de su identidad. En los años 40 y 50 del pasado siglo los pioneros canadienses construyeron colegios, postas de salud y hospitales, internados, comedores, leprosorio… llegando antes que el Estado peruano a esta región de la Amazonía profunda. Y eso constituyó un 75% de su misión; al resto lo llamaban “ministerio”: sacramentos, construcción de capillas… Se puede ver en este afiche anterior a 1955:


El Vicariato siempre ha estado muy comprometido con las pobrezas de nuestra gente, especialmente en el rubro de salud; pero en la última década creo que el interés y el esfuerzo han ido virando hacia “lo específicamente evangelizador”: catequesis, formación de animadores, preparación a los sacramentos. De hecho, un vistazo a los POAs (Plan Operativo Anual) de los puestos de misión muestra la clamorosa ausencia de acciones programadas en la dimensión social.

Asoma acá la patita un equívoco que se ha filtrado en la mentalidad de más de un misionero y agente de pastoral: involucrarnos decididamente en las luchas del pueblo, especialmente de los más vulnerables, no es propiamente evangelizar, sino una especie de yapa para los más “progresistas”. Tal vez por eso lo que antaño fue opción clara y decidida, ahora no esté organizado ni conscientemente potenciado.

Fue pues reconfortante armar y estar en un encuentro dedicado exclusivamente a la Pastoral Social, donde se habló todo el rato de derechos humanos, cuidado de la Casa Común, trata de personas, educación de baja calidad, discapacitados, ancianos, acceso a agua potable y saneamiento, abusos a menores, seguridad alimentaria, derrames petrolíferos, violencia contra la mujer, servicios de salud, minería ilegal, narcotráfico… Estos son nuestros temas porque son los que al pueblo menudo le duelen. Y así nos lo corroboraron los agustinos Manolo Berjón y Miguel Ángel Cadenas, obispo de Iquitos, con una amplia experiencia en este Campo.

Facilitadores del CAAAP1 nos brindaron fabulosas lentes para reconocer esta realidad sangrante y nos ayudaron a sentipensarla: a dejar brincar su poso en el corazón y sintonizar con las llamadas apremiantes de Diosito vivo en los pequeños. “Llorar limpia la mirada” y dispone el ingenio, porque la sensibilidad da paso a los proyectos apasionados, los desafíos reclaman conversión, cambiar, remover obstáculos y actuar.

Así hicimos. Los expertos de CEAS2 llegados de Lima nos propusieron una reflexión más sistemática contemplando primero a Jesús y su praxis liberadora, pasando después a conceptos y enfoques clave en acción social, y finalmente, en un esfuerzo de concreción, dando a luz algunas coordenadas orientadoras en esta búsqueda de una pastoral social vicarial vigorosa y articulada.

Esa precisamente fue una idea-fuerza: articular. Pero también crear sinergias, lograr incidencia para cambiar las cosas, trabajar en red con otras instituciones y organismos. Soñamos con una pastoral Social verdaderamente profética que permee toda la misión del Vicariato. Soñamos con una “Oficina de defensa de la vida y de la cultura” en Punchana que funcione como un corazón que bombee (animación, formación, asesoramiento a los puestos de misión…) y que reciba casos, acompañe a los misioneros y agentes, y sea “adónde llamar” en el día a día.

Dos días preciosos, repletos de risas, en los que hemos vivido todos los fenómenos meteorológicos posibles en la selva: calor sofocante, viento huracanado, bruta lluvia, rayos y truenos, sol abrasador. Los refrigerios y desayunos estuvieron muy ricos, y hasta hubo torta por el cumpleaños de Óscar de Mazan, ¿qué más podemos pedir? Los sueños se construyen juntos; los de Dios son siempre como un collage o una sinfonía, en la que has de ser valiente tanto para entonar como para dejarte llevar.

1 Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica. Vinieron Manuel Cornejo, su director, y la abogada Verónica Shibuya.

2 Comisión Episcopal de acción Social. Estuvieron con nosotros Silvia Alayo -secretaria ejecutiva- y Javier Jahnke.

domingo, 9 de octubre de 2022

A QUIÉN LE IMPORTA CUNINICO


Si glogleamos Cuninico, la pantalla se llena de manchas de petróleo. Y de tristeza. Este lugar situado en el río Marañón, frente a la reserva natural Pacaya-Samiria, en el corazón del territorio kukama, es como el epicentro de la injusticia medioambiental que el Perú ha naturalizado, desgraciadamente.

De nuevo Cuninico, como en 2014 y como todos estos años que han transcurrido, porque el atentado contra la vida y la salud no concluye cuando supuestamente “se limpia” el vertido, recién empieza: el agua queda contaminada, los peces envenenados, las chacras fracasadas. La gente toma esa agua y cocina con ella esos peces y demás alimentos; los moradores se bañan en la quebrada intoxicada, con esa agua lavan su ropa y sus enseres.

Pena y cansancio pues, porque no es nuevo1. ¿Cómo es posible que el oleoducto norperuano, inaugurado en 1976, no reciba el obligatorio mantenimiento por parte de Petroperú? Peor: ¿cómo es posible que ese ducto continúe operativo sumergido en el agua, cuando las leyes actuales prescriben que esas instalaciones deben ser aéreas, precisamente para facilitar la contención de las fugas y minimizar así el impacto de eventuales “accidentes”?


Y pongo “accidentes” así entre comillas porque, si ya hace ocho años el crimen se debió a la corrosión, que reduce en más de un 70% el espesor de la tubería, no hace falta ser Einstein para comprender que hoy ese material está más envejecido y fatigado sin vigilancia y reparaciones. De “accidente” nada: negligencia, abuso, dejación, irresponsabilidad, delito.

Pero… la versión oficial habitual es que el derrame fue provocado por los mismos pobladores. Luis Fernández, misionero agustino y bravo párroco de Santa Rita de Castilla, denuncia esa habitual maniobra de confusión en una entrevista en la radio La Voz de la Selva: "Lo que está pasando es doloroso. Saber que la empresa no da ayuda al instante, a pesar que existe un protocolo y normativa. Esto nos manifiesta que mientras las comunidades sufren, el Estado mira por otro lado, y hasta llegan a culpar a los indígenas de la situación que atraviesan (…). Es triste que la empresa petrolera recalque en todos sus comunicados sobre quién provocó el derrame, cuando eso debería ser labor de las investigaciones. Por el contrario, en lo que debería enfocarse Petroperú es en la remediación y contención de los daños”.


Me resulta estupefaciente comprobar, al leer comentarios a esta entrevista en Facebook2, que no se trata solo de propaganda estatal: ¡hay mucha gente que piensa que los mismos indígenas cortan los tubos! Unos botones de muestra (con sus faltas de ortografía incluidas):

“Porque no le preguntan a esas comunidades, quien rompio esa tubería?, Si esa tubería está en medio de la selva y pegado a su comunidad, entonces ellos mismos provocaron ese derrame con la rotura de la tubería y ahora se quejan del derrame? Nadie camina por esas selva excepto ellos mismos”.
- “El estado es consiente q el derrame fue provocado, así q no se puede dejar chantajear x estos dizque nativos”.
- “Que lo reparen ellos pues. Todos los años joden el oleoducto. Se acostumbraron al asistencialismo. Cínicos”.
- “Que aguanten xq cortan los tubos no saben que ellos mismos se perjudican mas bien hagan proyectos de cultivos y ganen con el sudor de su frente”.

Probablemente no saben que los saboteadores deberían bucear para romper ese acero… pero es inútil, porque esta violencia verbal, a años luz de la razón, chapotea en los dominios del rechazo al indio y el secular racismo. Acusar a los comuneros de Cuninico funciona como un bote de humo que, alimentado de los invencibles prejuicios contra los “dizque nativos”, impide ver la realidad. Lo de siempre.

La información queda incompleta si no se menciona que, tras el desastre de 2014, el Estado ya fue denunciado y condenado a implementar especiales servicios de salud en la zona. Pero eso jamás se ha verificado, hasta hoy… Se puede hasta entender que, abrumada por la indiferencia de las autoridades, la gente cortara el Marañón, impidiendo el tránsito de naves de Nauta a Yurimaguas.

Miguel Cadenas, el obispo de Iquitos, me cuenta que “siempre les dije que no cerraran el río, pero hay que estar ahí, si no ganan los más radicales. Al cerrar hubo un enfrentamiento de los lancheros con los botes de la comunidad. Estuvieron retenidos seis días. Casi matan a una persona. Probablemente los dirigentes de Cuninico se van a enfrentar a denuncias penales”. Para engrosar las maniobras de distracción.

Heridos en enfrentamientos entre la pobación y los lancheros

Mientras se discute, se escribe y no se hace mucho más, la gente sencilla sufre desde hace años alergias, problemas estomacales, vómitos, patologías de la piel y otros efectos del crudo sobre el organismo humano3 que tal vez ni se conozcan todavía. Paradójicamente en la Amazonía carecemos de agua potable en vastos territorios, pero comprobamos de nuevo que somos irrelevantes…

Recuerdo la que se desató a nivel nacional e internacional cuando el derrame de Repsol en la costa de Lima; en cambio, ¿a quién le importan unos pocos miles de personas en la selva profunda? ¿Qué significan unos cuantos indígenas, económica, demográfica y electoralmente hablando? Al menos ya accedieron a dar pase para que la gente pudiera sufragar en las elecciones municipales.

Cuninico se ha convertido, a mi modo de ver, en un símbolo multidimensional de las “zonas de sacrificio”4 de la Amazonía peruana y de la intrahistoria destructiva del petróleo en la región. Muestra también que “los indígenas”, como concepto global, están manchados en el imaginario popular, sobre todo urbano. Tenemos ahí un paquete de graves problemas y como Iglesia debemos discernir cómo situarnos.





4 Sobre esto hay un excelente artículo de Manolo Berjón y Miguel Ángel Cadenas:
https://larepublica.pe/opinion/2021/12/27/zonas-de-sacrificio-en-la-amazonia-peruana-contaminacion-iglesia-catolica/


Imágenes de Julio Arúa y Elías Pérez.

martes, 4 de octubre de 2022

SEMINARIO AMAZÓNICO INTERVICARIAL

 
- ¿Tú qué títulos tienes? – me preguntó Rafa.
Y le dije.
- Ah ya, entonces puedes dar… (miraba un cuaderno) … ¡Sociología! – propuso entusiasmado.
- Pero… no tengo tiempo… viajo mucho… etc.

Y así fue como me contrataron de profesor en el nuevo Seminario Amazónico Intervicarial de Iquitos.

Este es de los méritos que adornan pomposamente los currículums, pero no hay que darle tanta importancia como ahorita se verá. Cuando todo comienza por los papeles, ya arranca chueco, y acá los formadores buscaban desesperadamente títulos académicos con potenciales docentes detrás. Era febrero.

Un mes antes, los obispos de la selva habían decidido poner en marcha el nuevo Seminario Amazónico Intervicarial que estaría ubicado en el actual seminario de Iquitos. “Hágase” – dijeron, y esa manera de proceder tan apresurada e improvisada dio pie a una cadena de despropósitos. Hubo que buscar una universidad que convalidara los estudios y que otorgara el bachillerato en Teología; la institución en cuestión tiene sus requisitos, claro, y uno de ellos es que los profesores deben contar con titulación. Mis respetos para el equipo formativo – los padres Estanislao y Rafael-, que tuvo y tiene que lidiar con mil enredos, gestiones, videollamadas y laberintos.

Cuando pido el programa del curso que voy a impartir, me dicen que no hay, que lo tengo que componer yo mismo (con la esperanza de que más tarde satisfaga las exigencias de la homologación) y que ¡únicamente me dan el nombre de la asignatura 😯!. Tras comprobar que en la biblioteca del seminario hay muy pocos libros de ciencias sociales, y ninguno de sociología, pedí programas de años anteriores y lancé un grito de auxilio a la doctora Antonia Castro Mateos, socióloga y mi tutora en la UNED.

Email va email viene, entre los dos armamos un esquema. A partir de ahí, Toñi escanea, con toda la paciencia del mundo, manuales, capítulos de libros y artículos, que me envía por whatsapp y que yo, a las 2 de la madrugada, me levanto a descargar porque la señal a esas horas es un poco mejor en Iquitos. Y después: leer, resumir, organizar y estudiar (diez años después de acabar la carrera) para poder enseñar. Todo esto en mitad de chambas como la asamblea vicarial, y de viajes por los puestos de misión.

Así llegamos al primer día de clase. El público: cuatro alumnos de filosofía. En todo el Seminario Intervicarial solo hay cinco jóvenes… Es como los anuncios de juguetes cuando yo era niño: era más grande el nombre y la imagen que la realidad, cuando abrías el paquete, los tragabolas o el airgamboy te parecían enanos y un fraude. De hecho, hay solo un alumno nuevo de otros vicariatos que no sean el de Iquitos y el nuestro. ¿Y el resto? Pues que siguen estudiando segundo, tercero o cuarto de teología donde estaban, y ya terminarán ahí. Cordura en el caos.

Mons. Miguel Cadenas con el rector y los seminaristas

Julio, Kenny, Jesús y Mardonio resultan ser muy buenos chicos y enseguida conectamos. Nos vemos cada dos semanas, y después del primer mes me doy cuenta de que no estoy en una universidad o un centro de estudios como cuando yo estudié. Aunque intento que las sesiones sean amenas y participativas, necesito inculturar el método y los contenidos. Los estudiantes egresados de secundaria en el Perú presentan deficiencias en competencias básicas como la lectoescritura, que yo doy por supuestas, y he de ir reduciendo, modificando y adaptando sobre la marcha.

A pesar de todo, creo que lo pasamos bien. Hay comentarios de texto, trabajos que entregar, debate, examen parcial, trabajo de fin de semestre… Un día damos clase en la maloka que tienen junto a la piscigranja, sentados en las mecedoras; otro día les invito al Vicariato a conocer y la clase en es la sala de la ODEC. Almorzamos juntos (“hay repechaje?”), paseamos por el recinto y noto cómo disfrutan de ese pequeño momento de libertad.

Cuando voy a España me recuerdan que les tengo que llevar un regalo, ¿eh? Les compro unos polos en el Decathlon y me agradecen mucho. Me siento como un papá, más que como su profe. Intercalo muchos consejos del tipo: “cuando sean sacerdotes…”, trabajamos sobre la interculturalidad, amar la Amazonía, lo importante que es estar con la gente, escuchar, acompañar con cariño y delicadeza, ser pastores más que jefes o chamanes.

Las notas finales siempre son un chicharrón, pero se solventaron creo que de buena manera. No sé si los chicos han aprendido algo, pero yo sí, y además estoy seguro de algunas cosas: mis alumnos y yo nos apreciamos; hay que ir más despasito en procesos como este del seminario inter, prepararse con más tiempo; la formación sacerdotal en contexto amazónico debe ser revisada de forma valiente y en línea con el Sínodo; si siguen queriendo contar conmigo, estaré ahí para echar una mano.