Llevo viéndola acercarse varios días, cada vez más amenazadora, inexorable en su silencio. Estoy ya bajo su sombra, que emborrona el corazón y le inocula su tristeza característica, la de la despedida. Porque ya me voy.
Estas palabras aparecerán dentro de unos días, cuando ya esté en Iquitos, pero las escribo, como otras veces, en la noche, velando mis maletas a medio cerrar, aprendiendo que marcharse es una rutina que nunca se aprende. Un dolor conocido pero cada vez más temible; una cisura en el corazón, de apariencia pequeña, pero insistente y cruel, por donde la vida palidece y se te marchita.
Estas semanas de vacaciones han sido tremendas. Miro atrás y veo ahora lo cansado que llegué, agotado física y emocionalmente. La principal conclusión es que dos años son demasiado tiempo sin venir a casa. Es necesario regresar con más frecuencia; mi familia lo necesita, mis padres... y yo lo necesito mucho. En dos años te pierdes muchas cosas, mis sobrinos crecen un palmo, ocurren cambios y uno se queda como descolgado.
Dos años después la percepción del paso del tiempo es rotunda y demoledora, de pronto te has hecho más viejo, la vida ha evolucionado, hay un mundo que se te escapa, problemas de los que estás al margen, trechos de camino que no compartes... En dos años puedes perder referencias vitales y afectivas, y acusar más el desgaste de la lejanía y los estragos del aislamiento de aquellos ríos. Tengo que volver antes a beber de la fuente del equilibrio.
De nuevo no me ha dado tiempo a ver a todas las personas que me hubiera gustado, disculpen los que se quedaron esperando y no pudo ser. Solo con su cariño me ayudan en este momento de nostalgia y de miedo. Porque tengo miedo, ¿eh? Creo que porque soy más consciente hoy de lo bonito y lo duro de lo que me espera. La aventura deja paso a la realidad; la ilusión del novato a la lucidez llena de ganas. Y la realidad supera siempre a los sueños.
Sé que no estoy solo. Mientras escribo esto, me llega un whatsapp. Para mí, directamente de Diosito:
Te vas. Te marchas lejos, estarás ausente. Para mí, siempre
siempre, muy presente. Esta vez todo será diferente, ya no hay comienzo, no
existe el no saber cómo ira todo, aunque existan dudas, miedos...cansancio, NO
hay torre.
Hay FE, VALOR, AMOR... hay lucha de sonrisas entre humildad
y paciencia, hay estimulo desde lo más profundo del corazón.
Deberás cuidarte cada segundo, para seguir cumpliendo
sueños, destinos… Y a ello le sumo tu misión Yavarí, tú no tienes que hacer
nada, solo caminar con ilusión, y ganas de ser feliz.
Todo forma parte de mí. Para ti.
Todo forma parte de mí. Para ti.
A la vuelta de tu gran pequeñez, espero seguir sintiendo tu
sonrisa, cada vez aún más libre de dolor.
Estoy contigo. A tu lado. Cada instante estaré junto a ti.