martes, 30 de octubre de 2018

LA DURA VIDA DEL MISIONERO


Finaliza el mes del DOMUND. Los misioneros hemos de realizar a menudo esfuerzos enormes y agotadores, con momentos de heroísmo extremo. Advertimos que estas imágenes, por su crudeza, pueden herir la sensibilidad 😆.



Jaja, Hely, compañero, qué recuerdos... Esta foto hasta día de hoy me hace risa




jueves, 25 de octubre de 2018

DETALLES DELICIOSOS


El nivel del río está tan bajo que cada día se discute si las lanchas que bajan desde Iquitos podrán llegar acá o quedarán varadas. Por eso no salimos este mes, y también porque toca fiesta patronal y por tanto chamba en Islandia. Eso es una castaña, y al mismo tiempo permite estar más aquí, aburrirse como ostra y agarrarle el gustillo a estas cuatro casas sobre puentes, que ofrece los detalles chiquitos y primorosos de cualquier pueblo pequeño.

Tenemos un cable de TV pestoso a 35 reales al mes con apenas veintialgo canales, pero eso sí, Latina daba toditos los partidos del mundial. El problema es que cuando no hay luz (o sea, de 1 a 6 de la tarde) el cable tampoco emite. Y España jugaba a la 1. De modo que fui a explicarles a los del cable que quería ver el partido y para ello iba a poner mi motor, pero necesitaba que por favor ellos prendieran también el suyo para hacer funcionar el cable. Les colaboré con 10 realitos para la gasolina, jeje.

Mi peluquero se llama Lucho, y el pobre lo pasa fatal cada vez que voy. Me corta con la máquina por atrás y por los costados de la cabeza, y entonces me saca el trapo y dice: “ahí nomás”, o sea, “servido”, “se terminó”.
- No no no - le digo yo -córtame por arriba.
- Pero si casi no

Y me corta un poquiiiito. “Córtame más, sin miedo”, y lo hace. Cuando llega el momento de pagar, le pregunto cuánto es.
- Cinco reales – me dice
- ¿Pero no había subido a siete?
- No, pero a usted no. Porque da poco trabajo.

Voy con doña Elsa al local de la ONPE (Oficina Nacional de Procesos Electorales) a consultar en qué lugar y mesa le corresponde sufragar. Le piden su DNI y veo que el muchacho escribe algo en su celular. Le pregunto si ingresa el número en la web para averiguar y me dice que no, que la señal es tan lenta que no lo permite: “Le pongo nomás un whatsapp a un compañero en Iquitos y él lo consulta desde allí y me dice”. Jaja.

El “banco” está como de adorno. En realidad es un cuchitril pegado a la Muni, y dentro una señorita a la que llegas y le preguntas: “¿Hay plata?”. La cuestión es imprescindible porque hay días que ya han retirado todo el líquido y no hay más; entonces hay que esperar al día que venga la avioneta de Iquitos con dinero, o que algún vecino deposite para que te puedan dar. Ella timbra: “Amiga, ¿no ibas a venir a depositar 1500? ¡Apúrate, que acá hay un señor que necesitaaa!”. Aunque también ocurre lo contrario: vas a ingresar pero el banco no te recibe porque la chica ha llegado al máximo de lo que puede tener consigo, por si los robos. Pero lo más normal es que “no hay sistema”, y te vuelves por donde has venido, caso cerrado.

Hay un hombre que todas las mañanas va con una carretilla vendiendo plátanos y papayas. “¡El maduritooo! ¡Vamos la papayaaa! ¡Manzanitaaa ricaaa!” (hay un plátano chiquito que sabe a manzana y se llama manzanito). Me lo cruzo muchos días durante el paseo y le digo que pase más tarde por la casa para comprarle. Pero antes de ayer quería unos maduros para sancochar y me lo encontré lejitos; iba sin un real pero sin problema: “Yo se los dejo luego”. Los guardó en una bolsa para no venderlos, y al rato pasó, los recogí y pagué. Toma ya. Fruta delivery, para que aprendan los del Mercadona.

viernes, 19 de octubre de 2018

DOS RATOS CON UN FUERA DE SERIE


Al entrar en la iglesia se ven varios montones de maletas. En los bancos, personas con aspecto de transeúntes, unos sentados, algunos dormitando. Hay carteles por todas partes con frases entrecomilladas, fotos del Papa Francisco y posters, como un collage superpuesto al viejo retablo neoclásico. Las grietas de la mampostería y la vejez de la pintura contrastan con los focos halógenos y las pruebas de sonido que un guitarrista y un bajista están realizando cuando entramos. La banda sonora de San Antón es "Every breathe you take".

Tenemos cita con el padre Ángel García sobre las 5:30 de la tarde, pero hemos llegado antes. Preguntamos a un voluntario con un peto que nos dice que vendrá dentro de un ratito. Nos acomodamos mientras ensayan porque hay un concierto inclusivo. El incensario recobra acá su utilidad original de enmascarar los olores que desprenden el abandono, la soledad, la pobreza y el cansancio, que nos iguala a todos y enseguida me quedo dormido. Hay wc en la iglesia, dispensador de agua bendita y un poco más allá el Sagrario, al que se accede también desde la calle a través de un cristal. El Señor Sacramentado mezclado con los desechos de este mundo sin solución de continuidad; en pocos lugares estará Jesús más a gusto.

Don Bosco está por acá también, y los misioneros, y Pablo VI; Oscar Romero me mira cuando despierto porque el padre Ángel recién ha entrado con su traje y una bufanda roja. Habla poco y bajo, pero sonríe mucho cuando nos presentamos, y al toque nos hace pasar a una especie de despacho que hay junto al baño de la iglesia. Pasan unos segundos mientras alguien le requiere, y entonces mi amigo Morke y yo contemplamos con detenimiento las fotos de este personaje junto a todos los presidentes de la España democrática, o el día en que le dieron el Príncipe de Asturias... Pero allí, con él, eso a uno lo impresiona pero no lo achanta.

El padre Ángel va directamente al grano, aunque no da la impresión de estar apurado. Ya conoce algo del proyecto que venimos a presentarle, pero quiere que le explique un poco. Es de gestos suaves y rostro bondadoso; me parece advertir en él un leve temblor. "Mensajeros de la Paz te va a apoyar con esto; si no con la totalidad, con la mayor parte". Ahí, sin muchos estudios o dictámenes. Cuando le hablo de justificaciones, informes y facturas, me dice que no me preocupe, que basta con un recibo: "Si no confiamos en las personas...". Eso me produce un peculiar asombro dentro del asombro en el que vivo desde que entré en San Antón.

"Mañana voy a estar en Moraleja, con los responsables de Mensajeros en Extremadura. Como tú eres de allí, sería muy bueno que los conocieras para que puedas pedir más ayudas". Así pasamos, como en un parpadeo, de la calle Hortaleza de Madrid a Moraleja, cerca de Coria. Mi padre y mi madre están encantados de conocer a este hombre singular, que desprende a la vez serenidad y determinación, robustez y fragilidad. En la foto, Elena habla por teléfono con su esposo, José Manuel Vidal, el director de Religión Digital, a quien agradeceré siempre haberme puesto en contacto con el padre Ángel. Apenas dos ratitos con él te impactan.

Por su generosidad (Morke incluido), los vecinos de la comunidad indígena y ribereña de Buen Jardín, en el bajo Amazonas, podrán disponer de sanitarios donde hacer sus necesidades, porque allí no hay ni espacio para eso cuando el río crece. Tan pobres como los de Chueca; unos, sin techo pero con wc; otros, sin baños pero rodeados de altos árboles (tal vez allí no haga falta incienso). Nos espera una buena para realizar esa obra, pero seguro que va a merecer la pena. Como este viaje relámpago en el que he conocido al padre Ángel y en el que me siento misionero por los cuatro costados. Feliz día del DOMUND.

viernes, 12 de octubre de 2018

EL ´BACKSTAGE´ DE LA MISIÓN


La misión es muy bonita, entusiasmante, desafiadora, siempre nueva y sorprendente, preciosa en definitiva. Pero, como todo, tiene su trastienda, su reverso, lo que no sale a la luz, lo que ocurre entre bambalinas y tal vez no es tan agradable, lo que no suele contarse.

Preparar unos días de recorrido por el río ya supone una chamba considerable. Hay que ingeniárselas para avisar de nuestra visita, y no es tan sencillo. No hay señal de celular (yo lo dejo en casa), así que tratamos de enviar notas a través de personas que vamos a buscar al puerto o a la muncipalidad, invocando una mijita de fortuna, que haya por acá alguien de esos sitios. Varios pueblos tienen Gilat, teléfono satelital; se llama, se pregunta por el animador y a esperar: “vuelva a timbrar dentro de veinte minutos”. Eso, si hay suerte y entra la llamada, porque como haya nubes el invento se malogra. Estamos considerando hacer un curso de señales de humo.

Se hacen las compras de alimentos necesarios (arroz, espaguetis, galletas, conservas…) que compartimos en las casas donde nos acogen, y agua para beber. Preparamos los materiales (proyector, biblias, cancioneros, fotocopias, luz de batería, etc.) y los juntamos con los equipos de cada uno: mochilas, carpas para dormir protegidos de los zancudos, colchonetas. Se añaden los chalecos salvavidas, botas, platos, tazas y cubiertos… un montonazo tremendo. Y eso hay que cargarlo hasta el bote y envolverlo en un plástico gigante, a pesar del cual algo siempre se mojará.

La travesía no es precisamente un crucero por el mediterráneo. El Amazonas suele estar bravo, las olas de otras embarcaciones hacen temblar la chalupa; si llueve, por más que bajemos los faldones laterales, siempre te mojas, y si el sol está fuerte en la tarde, te sancochas. Cuando el río está alto se pasa por los furos para acortar camino, pero eso no evita que a veces el bote se quede varado; entonces hay que bajarse a sacarlo, a empujar con el agua hasta las rodillas o hasta la cintura, los pies hundidos en el barro del fondo. Al otro día tus piernitas y otras partes aparecen con ronchas.

Aunque eso ocurre en todos los viajes. En invierno, cuando hay  mucha agua, hay moscas que me acribillan los pies y los tobillos. En verano, época de vaciante, como ahora, hay menos zancudos y más pescado, pero el nivel del río es tan bajo que los puertos quedan lejos de las casas, y hay que caminar largo cargados como jacos con toda la impedimenta hasta donde nos vayamos a quedar. Y siempre, al llegar a Islandia, advierto puntos rojos en la piel, picaduras e irritaciones de diversos tipos por toda mi anatomía.

Las esperas son a menudo desesperantes. Llegamos a un sitio a las 9 de la mañana, casi no hay nadie porque están todos en sus chacras trabajando, y hemos de aguardar hasta las 3 o las 4 de la tarde para visitar a alguien, o a las 7 de la noche para que se arme una reunión. Toda una jornada ahí en el salón comunal, casi siempre sin WC ni agua, soportando calores brutos… y para que al final acudan 6 personas. Porque esa también es gorda: los “resultados” hay que aprender a contabilizarlos a la amazónica, olvidar multitudes y valorar lo poco y lo pequeño.

Durante varios días se pone uno a dieta de arroz-fideos-sardinas-galletas con algunas variantes de pescadito, yuca o plátano que en ocasiones nos ofrecen y son bienvenidas. A las 8:30 o las 9 de la noche hay que acostarse porque, si han prendido la luz de algún motorcito, ahí se apaga. Y a las 5 de la madrugada, con los primeros rayos de sol, el personal se pone en marcha y toca levantarse quieras o no quieras. Se duerme regular y el cansancio se te va depositando en el cuerpo sigilosa pero exhaustivamente.

Hasta que se llega a Unión Familiar, un lugar donde el otro día comimos anonas y guabas después de pedir permiso a los dueños, nos bañamos en el río y en la noche escuchamos a Isabel, Quitín y Emérita agradecernos nuestra visita y decir: “estamos alegres por tenerles a ustedes en nuestra comunidad”. Esas sonrisas, las bromas y la nobleza brillando en sus ojos… Esta pobre gente siente que estamos de su parte, y eso lo compensa todo con creces.

viernes, 5 de octubre de 2018

CLARIVIDENCIA



En la Amazonía nos encontramos en estado sinodal, aunque a veces no lo parezca. Los compañeros agustinos Manolo y Miguel me decían un día en Iquitos que no se nota, “es como si no hubiera sínodo”; pero yo más bien creo que, si no nos espabilamos, el sínodo va a ser algo meramente publicitario, compuesto por fotos impactantes de indígenas con plumas, bonitas declaraciones de los protagonistas en páginas de internet y poco más. Por eso me interesa el trabajo con la base, y el encuentro de animadores del fin de semana pasado fue una magnífica oportunidad.

¿Qué ocurre cuando las preguntas del documento preparatorio (en su versión popular, ¿eh?) deben descender a ras de suelo y provocar la reflexión de indígenas, jóvenes, chacreros y amas de casa? Pues que la cosa  se complica y mucho. Las cuestiones, que ya están “vulgarizadas”, hay que traducirlas de nuevo a un lenguaje todavía más sencillo y coloquial, y aun así costó Dios y ayuda que el personal abriera la boca. Pero mereció la pena escuchar y recoger la visión desde abajo, que es muy distinta a la perspectiva desde una oficina de Roma o Lima.

Por ejemplo, la pregunta 4 de la tercera parte: “Uno de los grandes desafíos en la Amazonía es la imposibilidad de celebrar la Eucaristía con frecuencia y en todos los lugares ¿Cómo responder a ello?” En mi grupo estuvimos cavilando y debatiendo. Ellos recordaban, sobre todo los del Yavarí, el viaje tan tremendo que han tenido que padecer para llegar a la reunión en Islandia: diez, doce, catorce horas de bajada en esta época de vaciante en la que no existen furos, y por tanto hay que recorrer toditas las vueltas del río. Así que después de darle vueltas también al asunto, dijeron: la única manera es otorgar a la comunidad (con sus ministerios y servicios, entre ellos el de la presidencia) la facultad para celebrar la Eucaristía.

“Ni aunque tuvieras un helicóptero, padre, podrías llegar a celebrar misa ni en la mitad de los lugares del distrito cada domingo”, bromearon. Y después de un silencio meditativo don Andrade, el más antiguo, dijo: “No hay otra solución. La única manera es que la misa la haga cada comunidad con su animador”. Toma castaña. Traté de avisarles de que eso supondría un cambio total en la teología, en la concepción del sacerdote, incluso en la misma manera de entender la Iglesia… Pero me impresionó la clarividencia de estos cristianos humildes, habitantes de las profundidades de la selva; y también me impactó la incontestable imposición del principio de realidad.

Hubo en los tres bloques del trabajo aportaciones bien interesantes que hemos puesto en común y recopilado. Pero lo mejor llegó en el diálogo final, retomando alguna conversación del refrigerio. Se dijo que se nota que los que han redactado las preguntas no viven en la Amazonía; que “el documento parece suponer que todos somos indígenas con nuestra lengua y cultura, pero hay muchos pueblos que han perdido casi completamente sus señas de identidad”. Esto en el Yavarí es clarísimo.

Evidenciaron también que se ve una idealización de los indígenas, como si solo ellos cuidaran el bosque, no contaminaran, etc. cuando lo cierto es que hay de todo: nativos que depredan la naturaleza y mestizos que tratan de manejar los recursos de manera respetuosa y sostenible. Lino y Tony literalmente descuartizaron el documento, que se cae de las manos en contextos donde en la práctica casi no hay Iglesia, como acá, y por tanto no hay cómo responder a las preguntas sobre sacramentos o ministerios.

El encuentro ha sido en general  excelente. Han acudido de 10 comunidades, lo cual es un éxito total; incluso ha venido un aspirante a animador nuevo. El ambiente ha sido sereno y distendido, se nota que nos vamos conociendo y somos ya como de familia. Las oraciones muy bonitas, y los diplomas del final chéveres. Pero lo mejor ha sido el contacto con esa inteligencia franca, esa sensatez natural de nuestra gente, pegada al día a día. Un master en sabiduría simple que me enseñó y me hizo sonreír.