Amanece este 31 de diciembre en Mérida, relajado y calentito. Desde muy temprano mi reloj corporal me pone en marcha, leo un rato en el silencio tranquilo de la madrugada, dormito...
Pronto se despereza la cafetera, mi padre vacía el lavavajillas con los cascos puestos, mi hermana Susana aparece legañosa en pijama; la cocina es el lugar de encuentro desde siempre en mi casa. Maquinamos los últimos reyes que quedan por encargar, cotilleamos, nos contamos batallas y cacareamos hasta que empiezan a desfilar mis sobrinos, zombis: primero Luis, el mayor, descalzo; a Guille lo acarreo por el pasillo y le planto el colacao; Manuel con un cardenal en la rodilla por un porrazo de ayer; Carlete, algo malito, se toma un actimel...
Después de desayunar hay sesión de dibujos en la tele. Con el soniquete de Doraemon de fondo y el ordenador en las rodillas contemplo sus caras de concentración y pienso en este 2011 que termina: el proyecto parroquial, la crisis, el 15 M, los Ejercicios, los cambios de gobierno, la JMJ y sus efectos colaterales, las personas que quiero, mis pueblos, el trabajo, estudiar, la gente... ¡Cuánta vida! ¡Qué hermosura de camino! Me siento agradecido y abrumado a partes iguales.
Ahora Phineas y Ferb; mi madre comenta la lista de las compras de hoy, se oye el secador por allí dentro. ¿Qué nos deparará el 2012? ¿Cómo serán sus paisajes, qué cualidad tendrá su tiempo, a qué sabrán sus días? El sol se derrama sobre el edificio de enfrente, una risa sale del sillón orejero. Gracias, Dios mío, por esta nueva oportunidad. Gracias por la seguridad de que en el nuevo año los tendré a ellos.
¡FELIZ AÑO NUEVO!
sábado, 31 de diciembre de 2011
martes, 27 de diciembre de 2011
COMPAÑEROS
Y es que mis auténticos compañeros son los salesianos; aquellos que iniciamos juntos la aventura de la congregación en el prenoviciado y en el noviciado, quienes el mismo día pronunciamos los primeros votos (allá por ¡1991!) y temblamos al unísono en la hora decisiva de la ordenación como curas. Hemos crecido de la mano, hemos compartido mil experiencias y anécdotas, conocemos nuestras debilidades, nuestras manías y aspiraciones, si somos desastrados o hacemos la cama, si roncamos o nos huelen los pies.
¡Qué alegría lograr juntarnos para echar un rato los de mi curso! Fue ayer en Sevilla. No estábamos todos: hay varios con los que perdimos contacto, otro estaba de vacaciones con sus padres, alguno ha sido "adoptado" por gente más afín y otro siempre está trabajando y no suele aparecer. Pero allí estábamos; la mayoría sigue como salesiano y los restantes nos hemos ido; yo a la diócesis y otros a emprender diferentes proyectos vitales.
Inmediatamente notamos que la "química" sigue intacta, nos queremos casi tan instintivamente como montar en bicicleta, y eso es fabuloso. Sentados frente a unas berenjenas con salmorejo en el edificio Viapol nos ponemos al día, comentamos historias de ayer y de ahora, compartimos por dónde y cómo van las cosas de cada cual. Espontáneamente, como en el comedor de Sanlúcar o del Teologado; con la familiaridad propia de nuestra raíz salesiana, macerada y entrenada durante años hasta ser un reflejo.
Todos rozamos los 40 (yo ayer era el mayor...), y ya hemos respirado suficiente como para saber que nuestros sueños de postnovicios se estrellan cada mañana con la realidad... pero que, al mismo tiempo, la vida es tan simplemente hermosa que merece la pena seguir apostando por Jesús y su Evangelio. Fuimos un curso que generó enormes expectativas, pero curiosamente hoy por hoy otros parecen más valorados y tienen "cargos" más "importantes"... No pasa ná. Ya sabemos que la infantería es tan decisiva como los del puesto de mando, que cuando tropiezan se caen "con to el artesonao"...
Qué feliz y qué orgulloso me siento de conservar a mis compañeros. De verdad. Es mucho y muy grande lo que nos une. Lo pasamos ayer tan bien que hemos decidido dejar ya fijo este día; reencontrarnos nos recuerda quiénes somos: de la camada de nuestro Cipriano, inoculados para siempre de acaso un destello de su santidad pequeña pero fuera de serie. Ójala. ¡Va por vosotros!
jueves, 22 de diciembre de 2011
FELIZ NAVIDAD SIN ANESTESIA
Me refiero a la anestesia del “bienestar”, que nos adormeció atiborrándonos de cosas, muchas sobrantes y postizas, hasta el punto en que nos pareció que lo teníamos todo hecho, que la vida era así y estaba bien.
Ahora llega la crisis, sube el paro, nos tenemos que achuchar, miramos de reojo los temidos “recortes”… y despertamos. ¿Habrá que pagar el médico o el colegio? ¿El Estado ya no nos va a resolver el problema de la dependencia? ¿Tendremos pensiones? Toda una generación sólo ha conocido la abundancia, y ahora no nos cuadra la certeza de que todo tiene irremediablemente que cambiar.
Despertamos y nos duele. Como cuando nos sacan una muela y se nos pasan los efectos de la anestesia; confiábamos ciegamente en la economía de mercado, en el “bienestar” material… y ahora vemos con dolor la realidad, que la vida no es así de fácil, que sólo tener no nos da seguridad ni felicidad, que hay mucha gente pasándolo fatal y que por lo visto se nos avecina un 2012 complicado.
A lo mejor esta “inseguridad” un poco desconocida nos ayuda a vivir la Navidad de manera más auténtica; Jesús nació en la indigencia, en la escasez… Quizá para que entendamos que hay cosas mucho más importantes que acumular y consumir, que el verdadero “bienser” consiste en amar y servir a los otros, y eso da una seguridad que no depende de la cuenta corriente. Navidad es intuir que a Dios lo encontramos mirando precisamente a los que no tienen nada y haciéndonos solidarios con ellos, y este año lo podemos tener un poco más fácil.
FELIZ NAVIDAD. Os deseo de corazón felicidad de la buena, especialmente en el nuevo año. Alegría con los ojos abiertos y el corazón cercano a quienes sufren.
Ahora llega la crisis, sube el paro, nos tenemos que achuchar, miramos de reojo los temidos “recortes”… y despertamos. ¿Habrá que pagar el médico o el colegio? ¿El Estado ya no nos va a resolver el problema de la dependencia? ¿Tendremos pensiones? Toda una generación sólo ha conocido la abundancia, y ahora no nos cuadra la certeza de que todo tiene irremediablemente que cambiar.
Despertamos y nos duele. Como cuando nos sacan una muela y se nos pasan los efectos de la anestesia; confiábamos ciegamente en la economía de mercado, en el “bienestar” material… y ahora vemos con dolor la realidad, que la vida no es así de fácil, que sólo tener no nos da seguridad ni felicidad, que hay mucha gente pasándolo fatal y que por lo visto se nos avecina un 2012 complicado.
A lo mejor esta “inseguridad” un poco desconocida nos ayuda a vivir la Navidad de manera más auténtica; Jesús nació en la indigencia, en la escasez… Quizá para que entendamos que hay cosas mucho más importantes que acumular y consumir, que el verdadero “bienser” consiste en amar y servir a los otros, y eso da una seguridad que no depende de la cuenta corriente. Navidad es intuir que a Dios lo encontramos mirando precisamente a los que no tienen nada y haciéndonos solidarios con ellos, y este año lo podemos tener un poco más fácil.
FELIZ NAVIDAD. Os deseo de corazón felicidad de la buena, especialmente en el nuevo año. Alegría con los ojos abiertos y el corazón cercano a quienes sufren.
lunes, 19 de diciembre de 2011
MASAJE INTERIOR
Todavía llevo la ropa con la que he salido esta mañana a la campaña del kilo, ¡qué gozada! Salí hoy algo mantujo, pero me siento como después de dar un largo paseo por el campo. Es estupendo que el equipo de Cáritas se haya movilizado; es fenomenal estar con la gente joven, varios de confirmación y de la JEC... María Jesús, María y Jesús (sí, son tres, jejeje) con ganas de reir desde temprano, en el troncomóvil de Mari, ella peleando con el casette arcaico para poner villancicos mientras toca el pito para avisar que hoy es cuando hay que colaborar para que los sin techo del Centro Hermano de Cáritas vivan un poco mejor.
Yo la verdad recojo poca cosa, en parte porque me da vergüenza pedir y en parte porque aprovecho para meterme en un montón de casas a saludar, besar, "¿cómo está usté?", "¿qué tal vamos?", etc. Hemos ido por Los Barrios, pero la jornada es como una cata de sandía, como tomarle el pulso a mi querido pueblo; arriba en Los Clementes, varia gente mirando de reojo a la Navidad que se acerca, Remedios que ayer fue a verla la asistenta ("qué buena muchacha es, mire usté"), Ana la mudita que tiene las pernas mejor... En Los Salgueros he visto a los abuelos de Tetule y a María un poco depre, sin quererse levantar; he entrado a saludar a los marroquíes, que me han enseñado su casa, me han invitado otro día a cuscús y a tomar el té... y me han dado algo para la campaña (...) y una rama de dátiles que ¡estaban deliciosos!
Ese sabor se me ha vuelto amargo en el paladar al bajar la calle 21 y echar un rato con Juan; asistir al derrumbe interior de una persona rota es algo que me araña las entretelas... le abrazo simplemente, rodeado de los escombros de su vida, siento que está Dios ahí pero no sé muy bien qué hacer... En la casa de al lado paso a Maxi con su chichón, y luego a Catalina junto a la candela y ya a la parroquia, a clasificar y ordenar alimentos, productos de limpieza y ropa interior masculina; aunque había algún calzoncillo que no ha superado el "control de calidad", la verdad es que la gente ha comprendido lo que se pedía y ha respondido muy bien, como siempre.
El salón parroquial sembrado de cajas; Claudia va recogiendo las bolsas vacías, siguen las risas y las comparaciones ("el año pasado había más - no, menos", etc), y yo pienso que, en vez ir a comprarme unos zapatos, como dice la canción de Tontxu, a mí me basta con salir a guardarme en el corazón algún gramo de los grandes kilos de generosidad de mis vecinos que, cuando comparten, me ayudan a ser feliz sin saberlo. Relajado como el que sale de un masaje, acurrucado por las endorfinas de la bondad.
Yo la verdad recojo poca cosa, en parte porque me da vergüenza pedir y en parte porque aprovecho para meterme en un montón de casas a saludar, besar, "¿cómo está usté?", "¿qué tal vamos?", etc. Hemos ido por Los Barrios, pero la jornada es como una cata de sandía, como tomarle el pulso a mi querido pueblo; arriba en Los Clementes, varia gente mirando de reojo a la Navidad que se acerca, Remedios que ayer fue a verla la asistenta ("qué buena muchacha es, mire usté"), Ana la mudita que tiene las pernas mejor... En Los Salgueros he visto a los abuelos de Tetule y a María un poco depre, sin quererse levantar; he entrado a saludar a los marroquíes, que me han enseñado su casa, me han invitado otro día a cuscús y a tomar el té... y me han dado algo para la campaña (...) y una rama de dátiles que ¡estaban deliciosos!
Ese sabor se me ha vuelto amargo en el paladar al bajar la calle 21 y echar un rato con Juan; asistir al derrumbe interior de una persona rota es algo que me araña las entretelas... le abrazo simplemente, rodeado de los escombros de su vida, siento que está Dios ahí pero no sé muy bien qué hacer... En la casa de al lado paso a Maxi con su chichón, y luego a Catalina junto a la candela y ya a la parroquia, a clasificar y ordenar alimentos, productos de limpieza y ropa interior masculina; aunque había algún calzoncillo que no ha superado el "control de calidad", la verdad es que la gente ha comprendido lo que se pedía y ha respondido muy bien, como siempre.
El salón parroquial sembrado de cajas; Claudia va recogiendo las bolsas vacías, siguen las risas y las comparaciones ("el año pasado había más - no, menos", etc), y yo pienso que, en vez ir a comprarme unos zapatos, como dice la canción de Tontxu, a mí me basta con salir a guardarme en el corazón algún gramo de los grandes kilos de generosidad de mis vecinos que, cuando comparten, me ayudan a ser feliz sin saberlo. Relajado como el que sale de un masaje, acurrucado por las endorfinas de la bondad.
jueves, 15 de diciembre de 2011
LAS MAESTRAS DE OLIVENZA NO SON COMO LAS DEMÁS
¡Qué buenas maestras tuvimos anoche en la reunión de la coordinadora de zona de pastoral con jóvenes! Nos explicaron primorosamente qué es, cómo se hace y cómo se utiliza el PPV, el "proyecto personal de vida", que es una herramienta que intentaremos utilizar para que nos ayude en el acompañamiento de nuestros muchachos, junto con la garlopa y el martillo.
¡Cuánto saben la Princesa y la profe María! Nos embrocaron un powerpoint macanudo y, aunque en algún momento pusimos cara de vaca, yo creo que nos enteramos bien del asunto. María trabaja en el colegio diocesano de Olivenza (Paco López Valdeón, si estás leyendo esto, fíate de mí y haz fija a María, que es muy lista, tiene unas gafas muy chulas y además le gusta este blog). Inma es la directora de la universidad popular de Olivenza (¡guauuuuuuuuuu!), una chica importante y bloguera (http://whatneedsay.blogspot.com/) que además siempre trae a las reuniones "modo-cena" unas téculas-méculas que están gloriosas...mmmmm. ¡Y me las trae a mí -solo-! Date cuenta.
Las dos son simpáticas, estupendas y militantes de la Acción Católica imperial (digo General, que me he equivocao). Y para mí ejemplo, junto con Maribel, Nacho, Ana, Gema... de esa rara especie de animador-a de jóvenes que cree en lo que hace, que lucha, que se parte la cara y, durante años, sin desfallecer, apuesta por la pastoral juvenil; aunque eso signifique irte a una reunión a treinta kilómetros de noche en invierno y lloviendo; a pesar de los aparentes fracasos y los cansancios más que aparentes.
Hacer una técula mécula oliventina es probablemente más difícil que hacer el PPV, o que animar a un joven a que se ponga a ello. Pero el resultado es igual de gustoso y nutritivo. Y compartir la receta con vosotras y con los demás compañeros es un privilegio y una suerte que me alimenta la motivación y el compromiso.
En resumidas cuentas: la técula siguiente es para mí. Creo que me la he ganado, Nacho, ¿no?
¡Cuánto saben la Princesa y la profe María! Nos embrocaron un powerpoint macanudo y, aunque en algún momento pusimos cara de vaca, yo creo que nos enteramos bien del asunto. María trabaja en el colegio diocesano de Olivenza (Paco López Valdeón, si estás leyendo esto, fíate de mí y haz fija a María, que es muy lista, tiene unas gafas muy chulas y además le gusta este blog). Inma es la directora de la universidad popular de Olivenza (¡guauuuuuuuuuu!), una chica importante y bloguera (http://whatneedsay.blogspot.com/) que además siempre trae a las reuniones "modo-cena" unas téculas-méculas que están gloriosas...mmmmm. ¡Y me las trae a mí -solo-! Date cuenta.
Las dos son simpáticas, estupendas y militantes de la Acción Católica imperial (digo General, que me he equivocao). Y para mí ejemplo, junto con Maribel, Nacho, Ana, Gema... de esa rara especie de animador-a de jóvenes que cree en lo que hace, que lucha, que se parte la cara y, durante años, sin desfallecer, apuesta por la pastoral juvenil; aunque eso signifique irte a una reunión a treinta kilómetros de noche en invierno y lloviendo; a pesar de los aparentes fracasos y los cansancios más que aparentes.
Hacer una técula mécula oliventina es probablemente más difícil que hacer el PPV, o que animar a un joven a que se ponga a ello. Pero el resultado es igual de gustoso y nutritivo. Y compartir la receta con vosotras y con los demás compañeros es un privilegio y una suerte que me alimenta la motivación y el compromiso.
En resumidas cuentas: la técula siguiente es para mí. Creo que me la he ganado, Nacho, ¿no?
domingo, 11 de diciembre de 2011
UN AMIGO DE 95 AÑOS
El verano pasado Saturnino tuvo un percance en la calle junto a su casa: un coche, casi parado, le golpeó sin querer. Se cayó, largo, frágil; el parte médico: un gran chichón en la cabeza, la pierna perjudicá y una especie de solidificación de la ancianidad sobre sus hombros. Pareció que gastaba una de sus siete vidas y se recuperaba, pero la verdad es que no ha vuelto a ser el mismo desde entonces.
Le visito, junto a su esposa Agustina, desde que llegué a Santa Ana, y ya he hablado de él (ver la entrada del 27 de octubre de 2010): es quien me aconsejó "gatearme el pueblo" y procuro hacerle caso. Es siempre un encuentro muy agradable; Saturnino (que en realidad se llama Gonzalo) me habla de la guerra, de las estrecheces de antes, de lo malo que era tal sargento de los grises o de las procesiones hace medio siglo. Yo le pregunto cosas del pueblo y contesta con seguridad y modestia, como si la sabiduría de los años le hubiera revestido de gracia y moderación.
Ha sido durante mucho tiempo el dueño del "salón", bar de vinos a mediodía, de partidas de cartas y partidos televisados en los sesenta, pero también lugar de celebraciones santaneras: bodas, nochevieja... Espacio humilde y entrañable de fiestas sencillas y encendidas, y por tanto testigo de la pequeña historia de mi pueblo. Saturnino es guardián de confidencias, amores, proyectos y fracasos; compañero de todos y memoria viva de Los Barrios.
Cuando llego, me encanta comprobar cómo se alegra de verme en su casa; pocas cosas son tan estimulantes como sentirse esperado. Se marcha con su bastón y su paso lento a la cocina y vuelve con una botella rellena de un vino "especial" que hace a su hijo Kiko ir a buscar a Puebla de Sancho Pérez (y llevarlo con él, claro) y que dice que me reserva. Realmente está buenísimo, sobre todo acompañado del lomo que Agustina nos parte. Y así la conversación rebosa risas, porque caen un par de buenos vasos, que para eso -dice él - estoy en la edad propia ("cagoendiez, cuarenta y un años, quién los pillara").
El día que estuvo Nemesio aquí, pasamos un momento a ver a Saturnino porque llevaba días un poco decaído. Le dijo de mí que soy buen cura, pero que "más que nada, es un amigo", y me dejó sin palabras. Bajé a casa no dando tumbos (como cuando regreso de las visitas con medio litro de tinto en el coleto), sino adobado por el orgullo de merecer semejante piropo de alguien tan especial: amigo.
Le visito, junto a su esposa Agustina, desde que llegué a Santa Ana, y ya he hablado de él (ver la entrada del 27 de octubre de 2010): es quien me aconsejó "gatearme el pueblo" y procuro hacerle caso. Es siempre un encuentro muy agradable; Saturnino (que en realidad se llama Gonzalo) me habla de la guerra, de las estrecheces de antes, de lo malo que era tal sargento de los grises o de las procesiones hace medio siglo. Yo le pregunto cosas del pueblo y contesta con seguridad y modestia, como si la sabiduría de los años le hubiera revestido de gracia y moderación.
Ha sido durante mucho tiempo el dueño del "salón", bar de vinos a mediodía, de partidas de cartas y partidos televisados en los sesenta, pero también lugar de celebraciones santaneras: bodas, nochevieja... Espacio humilde y entrañable de fiestas sencillas y encendidas, y por tanto testigo de la pequeña historia de mi pueblo. Saturnino es guardián de confidencias, amores, proyectos y fracasos; compañero de todos y memoria viva de Los Barrios.
Cuando llego, me encanta comprobar cómo se alegra de verme en su casa; pocas cosas son tan estimulantes como sentirse esperado. Se marcha con su bastón y su paso lento a la cocina y vuelve con una botella rellena de un vino "especial" que hace a su hijo Kiko ir a buscar a Puebla de Sancho Pérez (y llevarlo con él, claro) y que dice que me reserva. Realmente está buenísimo, sobre todo acompañado del lomo que Agustina nos parte. Y así la conversación rebosa risas, porque caen un par de buenos vasos, que para eso -dice él - estoy en la edad propia ("cagoendiez, cuarenta y un años, quién los pillara").
El día que estuvo Nemesio aquí, pasamos un momento a ver a Saturnino porque llevaba días un poco decaído. Le dijo de mí que soy buen cura, pero que "más que nada, es un amigo", y me dejó sin palabras. Bajé a casa no dando tumbos (como cuando regreso de las visitas con medio litro de tinto en el coleto), sino adobado por el orgullo de merecer semejante piropo de alguien tan especial: amigo.
jueves, 8 de diciembre de 2011
"MADUREZ"
He ido el otro día con un grupo de chavales de confirmación a ver la última peli de la saga de "Crepúsculo", sí, esos vampiros que se convierten en lobos, se echan novias humanas... El filme (como diría con propiedad algún profesor mío) es malísimo de la muerte (nunca mejor dicho); estar allí, rodeado de adolescentes hormonados me hizo sentirme mayor, y, como otras veces, me sorprendí pensando sobre eso de la "madurez".
¿Existe la madurez? No estoy del todo seguro; es algo desde luego pensable, pero a lo mejor Gorgias tiene razón y es al mismo tiempo inalcanzable o incognoscible, como un horizonte que se aleja a medida que caminamos y que dudamos de que sea real.
En caso de que existiera, la "madurez" podría consistir en algunas cosas como éstas:
- Hablar cada vez menos; noto que voy aprendiendo a callar, aunque es difícil. Pensarlo bien antes de decir; callar lo que no necesitan saber... No dar explicaciones si no me las piden, y desde luego no preguntar.
- Darme cuenta: "esto ya lo he vivido", o sea, acumular experiencia de manera consciente. Saber "cómo van" las cosas...
- Saber escucharme y coscarme de cuándo estoy cancamurrioso, de cuándo necesito descansar...
- Tener memoria efectiva: en los momentos malos acordarme de que estuve OK y lo estaré de nuevo; y en "la cresta de la ola" recordar cuando estuve abajo para que no se me suban los humos.
- Ver las trampas que me pongo a mi mismo e intentar no caer. Y si caigo, no justificarme.
- Relativizar los "éxitos" y los fracasos (sin comillas) y ser impermeable a los comentarios: ni soy tan malo cuando me critican ni tan bueno cuando me alaban. Reírme sanamente de mí mismo.
- Aceptar que la vida no es, en buena medida, como nos la habíamos imaginado; madurez significa, creo yo, aceptarme tal y como soy, estar en mi verdad.
- Tener paciencia. Saber esperar sin acelerar, sin precipitarme... Sí, la madurez es básicamente la destreza de la paciencia.
Pero no sé, lo más probable es que la "madurez" sea algo virtual o novelesco, y que no exista. Como los vampiros.
¿Existe la madurez? No estoy del todo seguro; es algo desde luego pensable, pero a lo mejor Gorgias tiene razón y es al mismo tiempo inalcanzable o incognoscible, como un horizonte que se aleja a medida que caminamos y que dudamos de que sea real.
En caso de que existiera, la "madurez" podría consistir en algunas cosas como éstas:
- Hablar cada vez menos; noto que voy aprendiendo a callar, aunque es difícil. Pensarlo bien antes de decir; callar lo que no necesitan saber... No dar explicaciones si no me las piden, y desde luego no preguntar.
- Darme cuenta: "esto ya lo he vivido", o sea, acumular experiencia de manera consciente. Saber "cómo van" las cosas...
- Saber escucharme y coscarme de cuándo estoy cancamurrioso, de cuándo necesito descansar...
- Tener memoria efectiva: en los momentos malos acordarme de que estuve OK y lo estaré de nuevo; y en "la cresta de la ola" recordar cuando estuve abajo para que no se me suban los humos.
- Ver las trampas que me pongo a mi mismo e intentar no caer. Y si caigo, no justificarme.
- Relativizar los "éxitos" y los fracasos (sin comillas) y ser impermeable a los comentarios: ni soy tan malo cuando me critican ni tan bueno cuando me alaban. Reírme sanamente de mí mismo.
- Aceptar que la vida no es, en buena medida, como nos la habíamos imaginado; madurez significa, creo yo, aceptarme tal y como soy, estar en mi verdad.
- Tener paciencia. Saber esperar sin acelerar, sin precipitarme... Sí, la madurez es básicamente la destreza de la paciencia.
Pero no sé, lo más probable es que la "madurez" sea algo virtual o novelesco, y que no exista. Como los vampiros.
sábado, 3 de diciembre de 2011
HIYAB MOJADO DE LÁGRIMAS
El episodio ya contado aquí hace un par de meses (ver entrada del 19 de septiembre titulada "El peculiar aroma del agradecimiento") ha tenido una singular continuación. La vida es a veces tan sencillamente hermosa que me estremece.
Nuestros amigos marroquíes han encontrado una casa que les venía mejor y se han mudado a los Salgueros, el más próximo de los "barrios" altos del pueblo. Pero claro, era una casa sin amueblar; alguien me lo comentó: "¿y si desde Cáritas les echamos una mano?". Pero yo voy conociendo mi pueblo y le dije: "Espera, que ya verás como no hace ni falta".
Tres o cuatro días y... corchete hervete. Sus nuevos vecinos se movieron con rapidez: braseros, mantas, bombona... Pero no sólo ellos, mucha gente del pueblo se unió a la ola de generosidad espontánea: camas, una tele, un catre, un mueble, sillas, una mesa... Así de fácil, sin necesidad de pedir ni de airear, es una heroicidad modesta pero valiosa. Cáritas también ayudó, claro: les pusimos el calentador.
Pasan sólo dos días más... y fallece inesperadamente la vecina de esta familia. El sofocón fue gordo. Y al día siguiente, en el entierro... Ismael y su esposa, con el hiyab puesto, en la iglesia dando el pésame, afectados como todos, con lágrimas en los ojos. Alguien me lo refirió por la tarde: "¡los moros en la iglesia!". "¡Pues claro!" - dije yo. "¡Es su vecina! Y la querían". Nos quejamos de que los entierros son meros actos sociales; y es cierto que probablemente en la iglesia hay buenas dosis de cumpli-miento... pero ¿no es como para sentirse orgullosos de que el templo cristiano sea el escenario natural de demostraciones auténticas de solidaridad interhumana? ¿Acaso no es eso lo que querría Jesús?
Recuerdo haber entrado en varias mezquitas, sobre todo la gran mezquita de Niamey (Niger), con mi cruz al cuello; y no pasó nada, sólo me tuve que quitar las chanclas, como todo quisque. Los vecinos de los Salgueros han probado ya el pan marroquí; me han dicho que está muy bueno, creo que se sienten embargados por la gratitud. Realmente el sabor del amor derriba toda frontera.
Nuestros amigos marroquíes han encontrado una casa que les venía mejor y se han mudado a los Salgueros, el más próximo de los "barrios" altos del pueblo. Pero claro, era una casa sin amueblar; alguien me lo comentó: "¿y si desde Cáritas les echamos una mano?". Pero yo voy conociendo mi pueblo y le dije: "Espera, que ya verás como no hace ni falta".
Tres o cuatro días y... corchete hervete. Sus nuevos vecinos se movieron con rapidez: braseros, mantas, bombona... Pero no sólo ellos, mucha gente del pueblo se unió a la ola de generosidad espontánea: camas, una tele, un catre, un mueble, sillas, una mesa... Así de fácil, sin necesidad de pedir ni de airear, es una heroicidad modesta pero valiosa. Cáritas también ayudó, claro: les pusimos el calentador.
Pasan sólo dos días más... y fallece inesperadamente la vecina de esta familia. El sofocón fue gordo. Y al día siguiente, en el entierro... Ismael y su esposa, con el hiyab puesto, en la iglesia dando el pésame, afectados como todos, con lágrimas en los ojos. Alguien me lo refirió por la tarde: "¡los moros en la iglesia!". "¡Pues claro!" - dije yo. "¡Es su vecina! Y la querían". Nos quejamos de que los entierros son meros actos sociales; y es cierto que probablemente en la iglesia hay buenas dosis de cumpli-miento... pero ¿no es como para sentirse orgullosos de que el templo cristiano sea el escenario natural de demostraciones auténticas de solidaridad interhumana? ¿Acaso no es eso lo que querría Jesús?
Recuerdo haber entrado en varias mezquitas, sobre todo la gran mezquita de Niamey (Niger), con mi cruz al cuello; y no pasó nada, sólo me tuve que quitar las chanclas, como todo quisque. Los vecinos de los Salgueros han probado ya el pan marroquí; me han dicho que está muy bueno, creo que se sienten embargados por la gratitud. Realmente el sabor del amor derriba toda frontera.
lunes, 28 de noviembre de 2011
SOMBRA EN LA SACRISTÍA
Entrar en la sacristía de Valencia y no encontrarte con Blas, el sacristán, extraña. Ayer me dolió mucho notar ese vacío justo antes de comenzar la celebración de su entierro, en el primer domingo de Adviento. De haber estado habría tenido todo preparado: el leccionario II-B, el color morado, tal o cual cáliz... Porque Blas ha pasado su vida en la parroquia; como antes su padre, su abuelo y su bisabuelo.
Fue siempre un hombre peculiar. Primero por su volumen: seguramente Tomás de Aquino, al que dicen que le fabricaban mesas especiales con un redondel para que pudiera caber y así estudiar, se le pareció un poco. Pero sobre todo por esa manera de ejercer su tarea de gran sacristán, sentado, un poco gruñón (...) pero efectivo, vaya si lo era.
En esa sacristía enorme, a menudo llena de gente que pulula como enjambre de abejorros mareados, Blas era la referencia, el centro de operaciones. Depositario de saberes arcanos (el funcionamiento de las campanas electrónicas, por ejemplo) y conocedor experto de la Liturgia, compensaba su escasa movilidad dando órdenes como un GPS a Félix, los niños y sobre todo a Leopoldo, que era sus pies y sus manos. Recuerdo el año que lo ingresaron justo antes de Semana Santa... "¡ay madre!, ¿y ahora qué hacemos"- nos preguntamos sintiéndonos un tanto desvalidos sin él; "no pasa nada" - dijo, "yo se lo explico todo a Leo y ya está". Y así lo hizo, útil hasta en el hospital.
Pobre Leo; ayer estaba destrozado. Sollozaba en su ternura ingenua. Porque quería mucho a Blas. Y yo también: era un amigo y una gran persona. Solíamos estar en contacto: en Navidad, en mi cumpleaños y su santo, las veces que ha estado malo... Lo voy a echar de menos. Especialmente cuando lleguen los derbis Madrid-Atlético, porque siempre se guaseaba de mi (esos malditos merengues nos llevan ganando 12 años seguidos) y me mandaba mensajes durante el partido a medida que el Madrid marcaba. Anoche releí el último, del mes de marzo: "Gooool de Bencemá", y se me saltaron las lágrimas.
Descansa, compañero. Ya se las apañarán sin tí; la gente de nuestro pueblo es excelente... Pero nunca será lo mismo. Siempre estarás en mi memoria y en mi corazón. No nos ha dado tiempo a perfeccionar el sistema de riego que estábamos maquinando para la bendición de las roscas y los cordones de San Blas... Estoy contento de haberte visto y haberte hablado en uno de tus últimos momentos aún consciente; aunque no pude decirte que, recién llegado a Valencia, fuiste para mi fundamental, porque era novato y estaba un poco perdido; tan perdido como ayer. Hasta la vista, amigo.
Fue siempre un hombre peculiar. Primero por su volumen: seguramente Tomás de Aquino, al que dicen que le fabricaban mesas especiales con un redondel para que pudiera caber y así estudiar, se le pareció un poco. Pero sobre todo por esa manera de ejercer su tarea de gran sacristán, sentado, un poco gruñón (...) pero efectivo, vaya si lo era.
En esa sacristía enorme, a menudo llena de gente que pulula como enjambre de abejorros mareados, Blas era la referencia, el centro de operaciones. Depositario de saberes arcanos (el funcionamiento de las campanas electrónicas, por ejemplo) y conocedor experto de la Liturgia, compensaba su escasa movilidad dando órdenes como un GPS a Félix, los niños y sobre todo a Leopoldo, que era sus pies y sus manos. Recuerdo el año que lo ingresaron justo antes de Semana Santa... "¡ay madre!, ¿y ahora qué hacemos"- nos preguntamos sintiéndonos un tanto desvalidos sin él; "no pasa nada" - dijo, "yo se lo explico todo a Leo y ya está". Y así lo hizo, útil hasta en el hospital.
Pobre Leo; ayer estaba destrozado. Sollozaba en su ternura ingenua. Porque quería mucho a Blas. Y yo también: era un amigo y una gran persona. Solíamos estar en contacto: en Navidad, en mi cumpleaños y su santo, las veces que ha estado malo... Lo voy a echar de menos. Especialmente cuando lleguen los derbis Madrid-Atlético, porque siempre se guaseaba de mi (esos malditos merengues nos llevan ganando 12 años seguidos) y me mandaba mensajes durante el partido a medida que el Madrid marcaba. Anoche releí el último, del mes de marzo: "Gooool de Bencemá", y se me saltaron las lágrimas.
Descansa, compañero. Ya se las apañarán sin tí; la gente de nuestro pueblo es excelente... Pero nunca será lo mismo. Siempre estarás en mi memoria y en mi corazón. No nos ha dado tiempo a perfeccionar el sistema de riego que estábamos maquinando para la bendición de las roscas y los cordones de San Blas... Estoy contento de haberte visto y haberte hablado en uno de tus últimos momentos aún consciente; aunque no pude decirte que, recién llegado a Valencia, fuiste para mi fundamental, porque era novato y estaba un poco perdido; tan perdido como ayer. Hasta la vista, amigo.
martes, 22 de noviembre de 2011
NADA DE NADA
¿No os ha pasado nunca que, después de una conversación (a veces al día siguiente o más) caéis en la cuenta de algo que os han dicho llamativo, ofensivo o destacable, que en el momento de escucharlo no os llamó la atención para nada? Pues eso me ocurre a mi pero con el encuentro diocesano de animadores de jóvenes del 22 de octubre (hace hoy un mes). Sí.
Ha habido en el encuentro menos gente que hace un año; y prácticamente casi nadie nuevo... La ilusión de entonces, las expectativas... han dejado un año después un regusto anodino. Hicimos tantos sobreesfuerzos el curso pasado ("la cruz de los jóvenes", las reuniones a tiempo y a destiempo, la peoná de la acogida de los extranjeros), que yo esperaba... "y ya ves; hace ya tres días que sucedió esto" (Lc 24, 21).
Fue la JMJ un momento singular, de una gran densidad creyente vivida por y para los jóvenes; basta leer con calma las intervenciones del Papa para reconocerlo. Pero si no nos espabilamos, temo que no nos sirva para reforzar "lo nuestro", el proyecto diocesano de pastoral juvenil, nuestras opciones, nuestro camino. Todo lo que generó, los DED en los pueblos, lo que vivieron los participantes, todo fue bueno; la gente concreta que se ha apuntado a raíz de aquello al trabajo por lo jóvenes es bienvenida. Por supuesto.
Pero en la última reunión de la Delegación comprobamos que numéricamente somos casi los mismos de siempre, los "susodichos" que nos lo creemos, nos lo curramos y nos partimos la cara en el trabajo con los jóvenes; removiendo Roma con Madrid, dando muchas patás y yendo a reunirnos a las 9 de la noche lloviendo en invierno en el quinto pimiento si hace falta. Porque acompañar jóvenes es cuestión de procesos, una tarea ardua, lenta y trabajosa; un sembrar pequeño y perseverante. Y cansino.
Lamentablemente observo que, tras el ruido, aquí estamos las habituales pocas nueces. Se pinchó la burbuja y simplemente ahora "tocan" otros asuntos. A rey muerto rey puesto, y pasamos a otra cosa mariposa. ¿Qué nos vamos a llevar al zurrón después de tanta movida? Esperemos que no haya que entonar "Nada de ti, nada de mi, una brisa sin aire... nada de nada", como dice la canción de Cecilia (preciosa, está en http://www.youtube.com/watch?v=kqsJlIFFy0Q. Por cierto, felicidades que hoy es su santo).
jueves, 17 de noviembre de 2011
EL DEDO DE MI HERMANA
Hace algo más de dos años mi hermana María Elena se pilló el dedo índice de la mano izquierda dando un portazo en su casa de Monesterio; era domingo a mediodía, estábamos todos allí y el disgusto fue morrocotudo: a Llerena corriendo, pérdida de masa ¿"digital"?, intervención al canto, dos días en el hospital... en fin, un cuadro.
Al poco tiempo (ni un mes más tarde), recuerdo que pasé un día en Mérida de "canguro", con mis sobrinos Manuel y Gulle, hijos de mi hermana Susana. Era casi verano y a mi madre y a mi se nos ocurrió llevarlos al tren turístico que recorre la ciudad. Allí, junto al museo, nos encontramos con una excursión de las niñas del Hospital de Santiago de Zafra.
El Hospital de Santiago es una institución creada por las religiosas Esclavas de la Virgen Dolorosa para acoger y ayudar a mujeres con diferentes grados de discapacidad psíquica. Lo lleva adelante desde hace años el señor Tena con admirable entrega, valentía y tenacidad; lo mantiene el cariño de la gente de Zafra, que se transforma en generosidad incluso en tiempos de estrecheces económicas como éstos. Cuando estaba de cura en Zafra fui muchos domingos a celebrar la Eucaristía con las niñas; era una delicia, lo pasábamos bomba comentando el Evangelio con humor y ternura, como son ellas. Así que, a la habitual pregunta "¿cómo está tu familia?" respondí contando el desagradable percance del dedo machacado de mi hermana, que todas lamentaron con ostensibles gestos.
El sábado pasado esta vez era yo el que estaba de excursión en Zafra con los niños y madres de mi parroquia. Aproveché un momento de descanso para acercarme al Hospital de Santiago a saludar al personal (no las veía desde el día del trenecito, dos años y pico antes). Me abrió la puerta, como siempre, María Jesús; el señor Tena estaba en la cocina enfangado con un gran barreño de ensalada; enseguida me rodearon varias niñas sonrientes y empecé a repartir besos. Todo normal. De pronto, una de ellas me pregunta: "¿Y tu hermana, cómo tiene el dedo?".
Se lo conté a ella al día siguiente, delante de una ensalada parecida a la de Tena, de nuevo todos juntos en su casa. Nos miramos y pensamos que acaso aquella mente se había quedado fijada en el pasado, asociada mi imagen con lo ocurrido la última vez que me había visto; si lo pensamos no lo dijimos. Tan solo ella dijo sonriente: "¡qué bárbaro; todavía se acordaban! Esas son las cosas que mueven el mundo, y no los putos mercados".
Al poco tiempo (ni un mes más tarde), recuerdo que pasé un día en Mérida de "canguro", con mis sobrinos Manuel y Gulle, hijos de mi hermana Susana. Era casi verano y a mi madre y a mi se nos ocurrió llevarlos al tren turístico que recorre la ciudad. Allí, junto al museo, nos encontramos con una excursión de las niñas del Hospital de Santiago de Zafra.
El Hospital de Santiago es una institución creada por las religiosas Esclavas de la Virgen Dolorosa para acoger y ayudar a mujeres con diferentes grados de discapacidad psíquica. Lo lleva adelante desde hace años el señor Tena con admirable entrega, valentía y tenacidad; lo mantiene el cariño de la gente de Zafra, que se transforma en generosidad incluso en tiempos de estrecheces económicas como éstos. Cuando estaba de cura en Zafra fui muchos domingos a celebrar la Eucaristía con las niñas; era una delicia, lo pasábamos bomba comentando el Evangelio con humor y ternura, como son ellas. Así que, a la habitual pregunta "¿cómo está tu familia?" respondí contando el desagradable percance del dedo machacado de mi hermana, que todas lamentaron con ostensibles gestos.
El sábado pasado esta vez era yo el que estaba de excursión en Zafra con los niños y madres de mi parroquia. Aproveché un momento de descanso para acercarme al Hospital de Santiago a saludar al personal (no las veía desde el día del trenecito, dos años y pico antes). Me abrió la puerta, como siempre, María Jesús; el señor Tena estaba en la cocina enfangado con un gran barreño de ensalada; enseguida me rodearon varias niñas sonrientes y empecé a repartir besos. Todo normal. De pronto, una de ellas me pregunta: "¿Y tu hermana, cómo tiene el dedo?".
Se lo conté a ella al día siguiente, delante de una ensalada parecida a la de Tena, de nuevo todos juntos en su casa. Nos miramos y pensamos que acaso aquella mente se había quedado fijada en el pasado, asociada mi imagen con lo ocurrido la última vez que me había visto; si lo pensamos no lo dijimos. Tan solo ella dijo sonriente: "¡qué bárbaro; todavía se acordaban! Esas son las cosas que mueven el mundo, y no los putos mercados".
domingo, 13 de noviembre de 2011
LA VISIÓN DE LOS FRUTOS
Al fondo a la izquierda, Floren |
Pero hay ocasiones en que somos agradablemente sorprendidos con una repentina epifanía de los frutos. La última vez ha sido hace más o menos dos meses, una tarde de domingo dedicada al Movimiento Rural Cristiano, en casa de Floren y María, pareja de militantes curtidos ya en mil batallas.
Floren pasa por un momento delicado en su peripecia vital. Después de comprometerse a tope por su pueblo, de poner en pie la cooperativa a costa de muchos sacrificios, después de dejarse la vida en el ayuntamiento, en la parroquia, en la AMPA, a costa de desatender muchas veces sus aceitunas y sus guarros, de robar horas al sueño y renunciar a tiempo con su familia... comprueba con dolor cómo muchos vecinos lo critican, amigos le dan de lado, se siente ninguneado, criticado y hasta rechazado. Ni una brizna de agradecimiento, solo los destrozos ciegos de la envidia y sus peores trasuntos: la revancha silenciosa y el desprecio.
Hasta el punto de que ha tenido ganas de irse de su querido pueblo, el sitio en que creció y en el que ha enterrado energías sin cuento. Aquí se le quiebra la voz y nosotros, sus compañeros, le guardamos un silencio expectante. Se le ha pasado por la cabeza abandonar, sí, pero de momento aguanta. Y ser militante del Rural es algo que le ayuda, a pesar de que tiene sus reservas hacia algunos aspectos del movimiento que le parecen poco identificados con la Iglesia institucional.
Tenemos puesto el Skype porque hay uno que no puede venir y participa desde su casa. Y así, con el ordenador como testigo mudo, Floren se quita del todo "la peladura" y nos expresa que se siente católico, y que sigue siendo fuerte en él la llamada a implicarse y arrimar el hombro para que su pueblo sea más humano. Urgencia vigente y acaso más auténtica, más bruñida y más pura; porque está dominada por la centralidad de Jesús y el Evangelio, y por el deseo ardiente de buscar el Reino.
Aquí es donde el fruto revela toda su calidad. Lo que sembraron mis compañeros Paco y José Ignacio, lo que regamos unos y otros durante años, me fascina por su hermosura y me inunda de satisfacción. No todo tiempo es perdido, incluso cada esfuerzo cobra un sentido nuevo, cada desvelo... ha merecido la pena. Cierro los ojos y miro Arriba, o sea, Adentro... allí es donde los frutos son más claros y luminosos. Bellísimos como los de la Sagrada Familia.
martes, 8 de noviembre de 2011
UN HOMBRE BUENO
Cualquiera que conozca a Nemesio estará de acuerdo: pocas personas hay que merezcan tanto el calificativo de "bueno" como este hombre. Sencillo, accesible, sonriente... ¡bueno! Sin doblez, sin malicia alguna; bueno de verdad, una de esas personas que, cuando estás a su lado, te hacen sentirte a gusto de una forma muy especial.
Nemesio estaba en su salsa el sábado y el domingo, celebrando en sus Valles 25 años de servicio al pueblo de Dios y al Reino como cura metido en la entraña de la gente, cura que "se gatea el pueblo", que entra en las casas y acompaña a los enfermos, cura capaz de hacer teatro, bailar en la feria hasta las cinco de la mañana y levantarse para rezar el oficio, cura santo y entregado pero ante todo hombre bueno. Madre la cantidad de veces que dijo "gracias", madre el viaje de besos y abrazos que pegó...
Ceci Corbacho escribe de él en el "Hoy" algo hermosísimo: sacerdote de gran humanidad y valentía que ha dedicado estos 25 años a los más humildes y necesitados y sobre todo los 10 años que ha permanecido en Zimbabue. ¡Sí señor! ¡Ole nuestro Nemesio! porque es nuestro, de todos los santaneros y valleros, porque aquí "echó los dientes" y aprendió a ser cura... Si recién ordenado, en vez de enviarlo aquí lo hubieran mandado a otro sitio, a lo mejor no sería como es, así que los Valles que se apunten un tanto, ¡ole mis pueblos!
Comentaba con él algo curioso: cuando la gente nos recuerda no dice "qué bien decía misa, qué bien hablaba, y las catequesis que hacía...". Qué va, ¡si la gente que va a la parroquia es muy poca! El recuerdo de Nemesio es "qué buena gente es", "venía a ver a mi padre", "siempre saludaba", "con él se podía hablar de cualquier cosa", "qué cercano y amable...". Esas cosas sencillas y humanas son las que la gente agradece y lo que espera de nosotros, no que seamos "grandes profesionales".
Por último: ¡qué bonito para mí estar junto a Nemesio estos días! ¡Qué orgullo y qué privilegio! Y ¿sabéis? No he sentido ni una pizca así de celos. De verdad. Soy su compañero, y él es tan grande que su éxito es el mío. Ya me gustaría llegarle a la suela de los zapatos; pero al mismo tiempo estoy seguro de que yo también soy querido en mis pueblos, y la presencia de Nemesio no me quita nada.
Guardemos como un tesoro lo que Nemesio significa para nosotros y lo que su vida nos evoca: que Dios es bueno, buenísimo, y que necesita nuestra solidaridad para que el mundo sea mejor, para que los más pobres sonrían. Como él.
Este momentazo requería la presencia de las santaneras más salás |
Nemesio estaba en su salsa el sábado y el domingo, celebrando en sus Valles 25 años de servicio al pueblo de Dios y al Reino como cura metido en la entraña de la gente, cura que "se gatea el pueblo", que entra en las casas y acompaña a los enfermos, cura capaz de hacer teatro, bailar en la feria hasta las cinco de la mañana y levantarse para rezar el oficio, cura santo y entregado pero ante todo hombre bueno. Madre la cantidad de veces que dijo "gracias", madre el viaje de besos y abrazos que pegó...
Ceci Corbacho escribe de él en el "Hoy" algo hermosísimo: sacerdote de gran humanidad y valentía que ha dedicado estos 25 años a los más humildes y necesitados y sobre todo los 10 años que ha permanecido en Zimbabue. ¡Sí señor! ¡Ole nuestro Nemesio! porque es nuestro, de todos los santaneros y valleros, porque aquí "echó los dientes" y aprendió a ser cura... Si recién ordenado, en vez de enviarlo aquí lo hubieran mandado a otro sitio, a lo mejor no sería como es, así que los Valles que se apunten un tanto, ¡ole mis pueblos!
Comentaba con él algo curioso: cuando la gente nos recuerda no dice "qué bien decía misa, qué bien hablaba, y las catequesis que hacía...". Qué va, ¡si la gente que va a la parroquia es muy poca! El recuerdo de Nemesio es "qué buena gente es", "venía a ver a mi padre", "siempre saludaba", "con él se podía hablar de cualquier cosa", "qué cercano y amable...". Esas cosas sencillas y humanas son las que la gente agradece y lo que espera de nosotros, no que seamos "grandes profesionales".
Por último: ¡qué bonito para mí estar junto a Nemesio estos días! ¡Qué orgullo y qué privilegio! Y ¿sabéis? No he sentido ni una pizca así de celos. De verdad. Soy su compañero, y él es tan grande que su éxito es el mío. Ya me gustaría llegarle a la suela de los zapatos; pero al mismo tiempo estoy seguro de que yo también soy querido en mis pueblos, y la presencia de Nemesio no me quita nada.
Guardemos como un tesoro lo que Nemesio significa para nosotros y lo que su vida nos evoca: que Dios es bueno, buenísimo, y que necesita nuestra solidaridad para que el mundo sea mejor, para que los más pobres sonrían. Como él.
sábado, 5 de noviembre de 2011
ASESINADO EN MÉRIDA UN CRISTIANO ANÓNIMO
La vida de Juan Antonio Montero se truncó cuando se agachaba al borde del camino a atender a uno de esos inmigrantes, perdedores de nuestro mundo, que en él encontraban acogida y el aliento sanador de la solidaridad. Fue en mi ciudad el jueves pasado, 3 de noviembre.
Juan Antonio era maestro, compañero de trabajo de mi madre y amigo de mi familia. Hombre bueno y discreto, de esas personas que hablan con el tono bajo y que intentan siempre no molestar. Un hombre culto, educado y humilde, con un rico mundo interior, excelentes cualidades artísticas y una vocación de educador a la que se entregó por completo.
Cuando se jubiló encauzó su tiempo entre la pintura y su labor de voluntariado en la Oficina Municipal de Atención al Inmigrante. Allí conoció a muchos susaharianos, magrebíes, rumanos, etc.; les daba clases de español y luego les ayudaba de otras maneras más silenciosas: mi madre dice que a menudo le preguntaba dónde encontrar muebles de segunda mano, o alquileres baratos, ella le aconsejaba y luego él le contaba los resultados. Paciencia pero sin pausa.
"Don Juan Antonio" (que así le llamamos en casa porque dio clase a mis hermanas) es para mi el ejemplo perfecto de esos cristianos anónimos de los que habla Karl Rahner. Nunca fue muy "católico" y probablemente su posición intelecual fue muy escéptica hacia la religión institucionalizada; pero cumplió el Evangelio porque sencillamente vendó las heridas que encontró en las vidas de los inmigrantes. Juan Antonio tenía el Reino dentro de sí y lo sembró sin saberlo, sin ponerle nombre y sin estridencias, una mano siempre ocupada con el pincel sin saber qué hace la otra...
Mi madre, "Doña Elena", también directora jubilada del colegio Trajano, dice a menudo que “la vida es un tango mal bailao”; no mamá, la vida es una pintura, como esa que Don Juan Antonio te regaló y que tienes en el salón de casa, colores surcados de soledad y de esperanza, un bodegón que él que concluyó con su firma, que parece un garabato - como lo que el otro día le ocurrió - pero que es nada menos que su propio nombre. Hasta la vista, maestro.
PS: La crónica en el periódico "Hoy" de Extremadura:
http://www.hoy.es/v/20111105/regional/fallece-tras-apunalado-casa-20111105.html
lunes, 31 de octubre de 2011
QUÉ JALOGÜIN NI LECHE MIGÁ
Qué jarto estoy de esta tontuna de Jalogüin, Jaloven o como sea, mirusté, una gilipollez yanqui que amenaza con liquidar la fiesta de To los Santos, que es la nuestra de to la vida del mundo.
Los niños tocan a cada momento a la puerta (qué cansinos), pero en vez de pedir la chaquetilla te sueltan eso de "¿truco o trato?". Pero... ¿alguien sabe qué narices significa eso? Si alguien lo sabe que lo ponga en un comentario, por favor.
En el Mercadona te venden unas talegas de chuches con la calabaza pintada, tan grandes que parecen sacos de carbón para una caldereta, palabra de honor. Los abres y las gominolas son como siempre, salvo que te ponen la boca azul. Como no hay quien se coma la bolsaca, los zagales andan sueltos por ahí, jartuzos como buitres y haciendo el monstruo, pues vaya novedad. Cómo está la peña, vamos a tener que llamar al Tío de la Vara para que acabe con tanta tontería a base de verdugazos.
¡Basta de colonización económico-cultural americana! No nos dejemos tomar el pelo y pelar el bolsillo con esta parida de Jalogüin, que ya está la cosa bastante mala, y además en gran parte a causa de este imperio frívolo y descerebrado. Defendamos lo nuestro, lo castizo ibérico: ¡no hay más fiesta que los Tosantos (con sus casamientos) ni más calabazas que la Ruperta!
Los niños tocan a cada momento a la puerta (qué cansinos), pero en vez de pedir la chaquetilla te sueltan eso de "¿truco o trato?". Pero... ¿alguien sabe qué narices significa eso? Si alguien lo sabe que lo ponga en un comentario, por favor.
En el Mercadona te venden unas talegas de chuches con la calabaza pintada, tan grandes que parecen sacos de carbón para una caldereta, palabra de honor. Los abres y las gominolas son como siempre, salvo que te ponen la boca azul. Como no hay quien se coma la bolsaca, los zagales andan sueltos por ahí, jartuzos como buitres y haciendo el monstruo, pues vaya novedad. Cómo está la peña, vamos a tener que llamar al Tío de la Vara para que acabe con tanta tontería a base de verdugazos.
¡Basta de colonización económico-cultural americana! No nos dejemos tomar el pelo y pelar el bolsillo con esta parida de Jalogüin, que ya está la cosa bastante mala, y además en gran parte a causa de este imperio frívolo y descerebrado. Defendamos lo nuestro, lo castizo ibérico: ¡no hay más fiesta que los Tosantos (con sus casamientos) ni más calabazas que la Ruperta!
miércoles, 26 de octubre de 2011
EL PLACER DE IR A UNA CONFERENCIA
Placer poco habitual: hacía más de cinco años que no iba a una conferencia; lo recuerdo porque fui con mi compañero Lolo Matos, que poco tiempo después se marchó al Perú y al que yo sustituí en Zafra, y de eso hace ya cinco años, lo recuerdo bien...
Si además quien habla es alguien del calibre de José Antonio Pagola, la ocasión se eleva a privilegio excepcional. Y no sólo por el contenido de la charla, puesto que prácticamente todo lo que Pagola dijo ayer ya se lo he leído, y acaso con las mismas palabras; sino por la oportunidad de contactar personalmente con él, de apreciar sus gestos, observar su lenguaje no verbal, contemplar su sonrisa y compartir una complicidad. Por poder asistir casi con pudor a una confesión muy particular: Pagola siente pasión por Jesús, cree en Él como lo mejor de la historia y lo experimenta a diario como el centro de su vida. Así de fuerte.
Pero hay más. Es una declaración que rezuma optimismo, que rebosa esperanza; Jesús propone un proyecto renovador, una manera nueva de vivir y entender la vida, y la clave es el Reino, es el corazón de su mensaje. Y el Reino es la vida tal y como la quiere Dios, así que Jesús cuenta cómo es Dios y cómo sería la vida si hubiera más gente que se pareciera a Él. Algo que supera lo meramente "religioso", y lo trasciende desde dentro, por bueno, por totalizador.
Para entrar en el Reino Pagola habla de la compasión como principio de actuación; habla de la necesidad de pensar y vivir desde los últimos y orientar todo teniendo como meta su dignidad; habla de las actitudes curadoras que se derivan de esto, del perdón como horizonte... Habla de lo inmensamente bueno que es Dios, que quiere y busca nuestra felicidad de manera mucho más radical de lo que pensamos, que nos quiere con una profundidad que apenas podemos atisbar.
Al levantarme este mañana aún me parece más increíble que este hombre esté cuestionado y que se le considere peligroso... No creo que ningún creyente honesto pusiera un pero a lo que ayer escuché y vi, a lo que sentí e intuí. Supongo que es una cuestión de acentos. Dijo que "la crítica no cura; solo criticando a la Iglesia no la vamos a hacer mejor". Cierto: solo quien intenta con todas sus fuerzas ser coherente gana el derecho a criticar. Y a veces se critica por vicio, o por empeño en jugar un papel, y se cae en lo innecesario o cargante: ayer olfateé un poco de eso en expresiones de la presentadora que no me gustaron.
Me quedo con lo último que dijo: "de nada sirve que os cuenten cosas de Jesús, que leáis sobre Él: lo conoceréis de verdad si os encontráis con Él, si hacéis esa experiencia personal". Pues lo mismo, pero aplicado a Pagola: no os fiéis de las etiquetas ni de las condenas ultradefensivas, leed lo que dice, conocedlo y me contáis.
La entrevista a Pagola en el Hoy: http://www.hoy.es/v/20111025/badajoz/jesus-seria-indignado-20111025.html
Si además quien habla es alguien del calibre de José Antonio Pagola, la ocasión se eleva a privilegio excepcional. Y no sólo por el contenido de la charla, puesto que prácticamente todo lo que Pagola dijo ayer ya se lo he leído, y acaso con las mismas palabras; sino por la oportunidad de contactar personalmente con él, de apreciar sus gestos, observar su lenguaje no verbal, contemplar su sonrisa y compartir una complicidad. Por poder asistir casi con pudor a una confesión muy particular: Pagola siente pasión por Jesús, cree en Él como lo mejor de la historia y lo experimenta a diario como el centro de su vida. Así de fuerte.
Pero hay más. Es una declaración que rezuma optimismo, que rebosa esperanza; Jesús propone un proyecto renovador, una manera nueva de vivir y entender la vida, y la clave es el Reino, es el corazón de su mensaje. Y el Reino es la vida tal y como la quiere Dios, así que Jesús cuenta cómo es Dios y cómo sería la vida si hubiera más gente que se pareciera a Él. Algo que supera lo meramente "religioso", y lo trasciende desde dentro, por bueno, por totalizador.
Para entrar en el Reino Pagola habla de la compasión como principio de actuación; habla de la necesidad de pensar y vivir desde los últimos y orientar todo teniendo como meta su dignidad; habla de las actitudes curadoras que se derivan de esto, del perdón como horizonte... Habla de lo inmensamente bueno que es Dios, que quiere y busca nuestra felicidad de manera mucho más radical de lo que pensamos, que nos quiere con una profundidad que apenas podemos atisbar.
Al levantarme este mañana aún me parece más increíble que este hombre esté cuestionado y que se le considere peligroso... No creo que ningún creyente honesto pusiera un pero a lo que ayer escuché y vi, a lo que sentí e intuí. Supongo que es una cuestión de acentos. Dijo que "la crítica no cura; solo criticando a la Iglesia no la vamos a hacer mejor". Cierto: solo quien intenta con todas sus fuerzas ser coherente gana el derecho a criticar. Y a veces se critica por vicio, o por empeño en jugar un papel, y se cae en lo innecesario o cargante: ayer olfateé un poco de eso en expresiones de la presentadora que no me gustaron.
Me quedo con lo último que dijo: "de nada sirve que os cuenten cosas de Jesús, que leáis sobre Él: lo conoceréis de verdad si os encontráis con Él, si hacéis esa experiencia personal". Pues lo mismo, pero aplicado a Pagola: no os fiéis de las etiquetas ni de las condenas ultradefensivas, leed lo que dice, conocedlo y me contáis.
La entrevista a Pagola en el Hoy: http://www.hoy.es/v/20111025/badajoz/jesus-seria-indignado-20111025.html
jueves, 20 de octubre de 2011
EL IRRACIONAL "POANDAQUETÚ"
El ser humano ha desarrollado una habilidad extrema para justificarlo todo. ¿Será un rasgo cumbre de la evolución? Quizá; hay más de un homo justificiensis suelto por ahí.
Todo lo podemos justificar aplicando raciones de imaginación y cara dura en partes proporcionales: "es que..."; "creí que...". Recuerdo al maestro que, cuando pillaba a algún alumno intentando dar explicaciones vacías de por qué no traía hechos los ejercicios, decía: "los creíque y los penseque son amigos del no estudieque".
Especialmente patéticas son las justificaciones del tipo "todo el mundo lo hace" (¿eso canoniza inmediatamente lo que tú tratas de dar por bueno sabiendo que está torcido?). Pero la especie más estúpida es la de los "y tú más"; cuando nos defendemos atacando al que nos acusa nos ponemos a su nivel: reconocemos implícitamente que somos tan culpables como él, ¡que hemos caído justo en lo que en él criticábamos!.
¿Que el presidente de tal ha colocado a su primo como chófer personal (por cierto una sinvergonzonería española un tanto chusca)? No pasa nada, los otros hicieron cosas mucho peores, como "esto, esto y esto", hala, toma castaña. ¿Que yo enchufo? ¡Tú enchufaste más! Absurdo argumento recurrente que anuncia próximas catástrofes en forma de pelotazo, y que califica la inteligencia de algunos de nuestros políticos.
Ningún partido tiene la exclusiva de la trampa y el arribismo en su ADN, en todos sitios hay quien se aprovecha y mete la mano; conviene que nos caigamos del guindo para que no nos sorprenda lo que venga. Pero sólo será creíble en su pretendida honestidad quien tenga el valor y la cintura de rectificar.
El referido presidente ha perdido una ocasión única para reconocer un fallo y desfacer el entuerto. Porque lo que engrandece a las personas no es hacerlo todo bien (los mortales metemos la pata constantemente) sino admitir los errores sin justificaciones y sencillamente tratar de corregirlos. Así se gana autoridad moral y derecho de denuncia, y de paso tiemblan menos los bolsillos de los contribuyentes.
Todo lo podemos justificar aplicando raciones de imaginación y cara dura en partes proporcionales: "es que..."; "creí que...". Recuerdo al maestro que, cuando pillaba a algún alumno intentando dar explicaciones vacías de por qué no traía hechos los ejercicios, decía: "los creíque y los penseque son amigos del no estudieque".
Especialmente patéticas son las justificaciones del tipo "todo el mundo lo hace" (¿eso canoniza inmediatamente lo que tú tratas de dar por bueno sabiendo que está torcido?). Pero la especie más estúpida es la de los "y tú más"; cuando nos defendemos atacando al que nos acusa nos ponemos a su nivel: reconocemos implícitamente que somos tan culpables como él, ¡que hemos caído justo en lo que en él criticábamos!.
¿Que el presidente de tal ha colocado a su primo como chófer personal (por cierto una sinvergonzonería española un tanto chusca)? No pasa nada, los otros hicieron cosas mucho peores, como "esto, esto y esto", hala, toma castaña. ¿Que yo enchufo? ¡Tú enchufaste más! Absurdo argumento recurrente que anuncia próximas catástrofes en forma de pelotazo, y que califica la inteligencia de algunos de nuestros políticos.
Ningún partido tiene la exclusiva de la trampa y el arribismo en su ADN, en todos sitios hay quien se aprovecha y mete la mano; conviene que nos caigamos del guindo para que no nos sorprenda lo que venga. Pero sólo será creíble en su pretendida honestidad quien tenga el valor y la cintura de rectificar.
El referido presidente ha perdido una ocasión única para reconocer un fallo y desfacer el entuerto. Porque lo que engrandece a las personas no es hacerlo todo bien (los mortales metemos la pata constantemente) sino admitir los errores sin justificaciones y sencillamente tratar de corregirlos. Así se gana autoridad moral y derecho de denuncia, y de paso tiemblan menos los bolsillos de los contribuyentes.
domingo, 16 de octubre de 2011
NIÑOS A MISA "CON MANDO A DISTANCIA"
A mi compañero Manolo Alegre, que es además mi vicario de zona, le hizo gracia esta expresión el otro día, y me dijo "a ver si escribes algo sobre eso". Era hablando de las reuniones con los padres y madres de los niños de catequesis, que casi constituyen un género aparte en las tareas propias del comienzo de curso en las parroquias.
Claro, a la gente hay que recordarle finamente algunos temas fundamentales: que los responsables de la educación en la fe de los hijos son los padres, que la parroquia ayuda, etc., vamos, las cosas de to la vida. Y siempre llega el espinoso asunto de la Eucaristía: "a los niños los esperamos el domingo en misa, preparada para ellos, es normal que acudan; no van a venir el día que hagan la primera comunión, ¿no?".
Jejeje... hay que decírselo con una sonrisa, sin cargar las tintas ni ponerse soviéticos ("¿pero es obligatorio?" - "Obligatorio es una palabra muy fea..."), exigiendo pero con suavidad, "sería muy importante, sería fenomenal...", mostrando con humor la incoherencia que supone que los padres embarquen a los hijos en algo que ellos ignoran o de lo que a veces pasan, "los niños aprenden lo que viven; de nada sirve que les digáis que tiren los papeles a la papelera si no os lo ven hacer a vosotros...".
- "Entonces mandamos a los niños a misa, ¿no?"
- "Hombre, lo suyo es que vengáis con ellos; y así aprenden, sin darse cuenta, que eso que a sus padres les interesa y en lo que echan tiempo y fuerzas, eso, la fe, es importante y no es cosa de un día".
Bla bla bla bla... Y entonces, la inevitable pregunta clave:
- "Pero si nosotros no podemos venir, no se preocupe que los levanto y se van a la iglesia con sus vecinos; por lo menos eso, ¿no?" (ay madre).
- "No hombre no... por favor, ¡no me mandéis a los niños a misa con mando a distancia!".
Un breve silencio... y una buena carcajada. ¡Jajajajaja! "Claro, es que si no, no los aparejamos, no podemos contra ellos ahí sueltos, sin sus madres... Venid a misa muhé, que no se aprende ná malo".
Más risas. Acaba la reunión con buen sabor de boca y los mensajes claramente lanzados. Veremos los resultados (si tampoco vienen, al menos habremos pasado un buen rato, que no es poco, ¿no?).
Claro, a la gente hay que recordarle finamente algunos temas fundamentales: que los responsables de la educación en la fe de los hijos son los padres, que la parroquia ayuda, etc., vamos, las cosas de to la vida. Y siempre llega el espinoso asunto de la Eucaristía: "a los niños los esperamos el domingo en misa, preparada para ellos, es normal que acudan; no van a venir el día que hagan la primera comunión, ¿no?".
Jejeje... hay que decírselo con una sonrisa, sin cargar las tintas ni ponerse soviéticos ("¿pero es obligatorio?" - "Obligatorio es una palabra muy fea..."), exigiendo pero con suavidad, "sería muy importante, sería fenomenal...", mostrando con humor la incoherencia que supone que los padres embarquen a los hijos en algo que ellos ignoran o de lo que a veces pasan, "los niños aprenden lo que viven; de nada sirve que les digáis que tiren los papeles a la papelera si no os lo ven hacer a vosotros...".
- "Entonces mandamos a los niños a misa, ¿no?"
- "Hombre, lo suyo es que vengáis con ellos; y así aprenden, sin darse cuenta, que eso que a sus padres les interesa y en lo que echan tiempo y fuerzas, eso, la fe, es importante y no es cosa de un día".
Bla bla bla bla... Y entonces, la inevitable pregunta clave:
- "Pero si nosotros no podemos venir, no se preocupe que los levanto y se van a la iglesia con sus vecinos; por lo menos eso, ¿no?" (ay madre).
- "No hombre no... por favor, ¡no me mandéis a los niños a misa con mando a distancia!".
Un breve silencio... y una buena carcajada. ¡Jajajajaja! "Claro, es que si no, no los aparejamos, no podemos contra ellos ahí sueltos, sin sus madres... Venid a misa muhé, que no se aprende ná malo".
Más risas. Acaba la reunión con buen sabor de boca y los mensajes claramente lanzados. Veremos los resultados (si tampoco vienen, al menos habremos pasado un buen rato, que no es poco, ¿no?).
jueves, 13 de octubre de 2011
NO ME ARRECOJO
Llevo varios días trastabillado, sobrepasado. Desde lo de la entrada enterior no me repongo. Esa desgracia truncó mis planes de varios días de ejercicios (con lo cuadriculado que soy, ya me afecta); luego vinieron más males: la muerte del padre de un compañero, dos personas al hospital, una de ellas joven con un ictus...
"Bueno" - pensé- "al menos pasaré el día del Pilar con mi familia, todos juntos tranquilamente, con tiempo para que mis sobrinos me hagan reír. Pues tampoco: una llamada tempranera, y otra muerte repentina me obligó a volver nada más comer, a toda velocidad. Al entrar en la iglesia alguien me dijo: "no te arrecojes"; y otro: "no te dejamos, ¿eh?".
Cuando acabó el entierro y me vi en casa, me sentí tremendamente cansado, como si se me hubiera caído una losa encima. Y solo. Era todavía de día, pero no sabía bien qué hacer. Había hecho varias llamadas para dar ánimos, pero ahora era yo el que estaba hecho polvo. Esto ya me lo sé: el cansancio emocional; que tiene que ver con eso de "dar limosna de lo de dentro", implicarse uno en las situaciones dolorosas... También influye esa especie de agobio que noto cuando la vida me atosiga, cuando no encuentro respiro siquiera un día, cuando los imprevistos exigen, rompen los esquemas y desafían a mi flexibilidad. Y también está, por supuesto, el otoño con su astenia habitual.
No he podido levantarme esta mañana a mi hora. Voy renqueante, miro de reojo la lista de cosas que hoy me esperan y dudo si podré con todas ellas. Tú quieres entregar tu vida, pero hay momentos en que te la arrancan a jirones. Y tu campo interior queda como arrasado.
"Bueno" - pensé- "al menos pasaré el día del Pilar con mi familia, todos juntos tranquilamente, con tiempo para que mis sobrinos me hagan reír. Pues tampoco: una llamada tempranera, y otra muerte repentina me obligó a volver nada más comer, a toda velocidad. Al entrar en la iglesia alguien me dijo: "no te arrecojes"; y otro: "no te dejamos, ¿eh?".
Cuando acabó el entierro y me vi en casa, me sentí tremendamente cansado, como si se me hubiera caído una losa encima. Y solo. Era todavía de día, pero no sabía bien qué hacer. Había hecho varias llamadas para dar ánimos, pero ahora era yo el que estaba hecho polvo. Esto ya me lo sé: el cansancio emocional; que tiene que ver con eso de "dar limosna de lo de dentro", implicarse uno en las situaciones dolorosas... También influye esa especie de agobio que noto cuando la vida me atosiga, cuando no encuentro respiro siquiera un día, cuando los imprevistos exigen, rompen los esquemas y desafían a mi flexibilidad. Y también está, por supuesto, el otoño con su astenia habitual.
No he podido levantarme esta mañana a mi hora. Voy renqueante, miro de reojo la lista de cosas que hoy me esperan y dudo si podré con todas ellas. Tú quieres entregar tu vida, pero hay momentos en que te la arrancan a jirones. Y tu campo interior queda como arrasado.
domingo, 9 de octubre de 2011
TARDE EN EL TANATORIO
Casi siempre intento no ir solo; y mientras el coche recorre los apenas dos kilómetros pienso si no hubiera sido mejor hacerme caso y haber sido ingeniero. El silencio se mastica desde la puerta, y se hace espeso e hiriente dentro; saludos apenas inaudibles al pasar, las miradas bajas y los rostros graves.
Me dirijo a los familiares con un nudo en la garganta. Cuando la joven viuda me ve, reanuda su llanto, descompuesta; lo hace cada vez que se acerca alguien recién llegado, pero el cura le recuerda además a Dios, a la Virgen de los Dolores, a quienes ella reza, en quienes confía con su fe sencilla pero robusta. Nos abrazamos y siento el calor de sus lágrimas, noto cómo se me contagia una tristeza devastadora, una desolación sin nombre. ¿Por qué, Dios mío?
Pasa la tarde y va llegando más gente. Sólo el llanto de la hija pequeña rompe el silencio de la sala; ya no verá más a su padre. Nadie se mira a los ojos, arrecian los sollozos. Cuando perdemos a alguien así, en un accidente repentino, es como si una parte de cada uno de nosotros, los vecinos del pueblo, se fuera con él.
Y nos quedamos sin palabras.
Entonces ocurre algo maravilloso. Llegan también los que han ocupado el lugar de esta familia pocos meses antes, los protagonistas de otros episodios de mi blog, los que antes gastaron aquí sus lágrimas; como en un turno siniestro e inevitable. Se acercan, temblorosos, y ahora son ellos los que abrazan, besan y tocan; a pesar de que este golpe les da donde más les duele, a pesar de que es como si les echaran sal en sus heridas, a pesar de lo conocido e insoportable de la situación, ahí están ellos, de pie, otras viudas, hermanos e hijos de seres queridos perdidos.
Dios no puede evitar estas muertes absurdas. Pero está en las personas, increíblemente buenas y valientes, capaces de mostrar sus cicatrices a los que están destrozados. Seguramente son los únicos que tienen derecho, quizá sólo heridas tan profundas pueden curar. Como las de Jesús.
Me dirijo a los familiares con un nudo en la garganta. Cuando la joven viuda me ve, reanuda su llanto, descompuesta; lo hace cada vez que se acerca alguien recién llegado, pero el cura le recuerda además a Dios, a la Virgen de los Dolores, a quienes ella reza, en quienes confía con su fe sencilla pero robusta. Nos abrazamos y siento el calor de sus lágrimas, noto cómo se me contagia una tristeza devastadora, una desolación sin nombre. ¿Por qué, Dios mío?
Pasa la tarde y va llegando más gente. Sólo el llanto de la hija pequeña rompe el silencio de la sala; ya no verá más a su padre. Nadie se mira a los ojos, arrecian los sollozos. Cuando perdemos a alguien así, en un accidente repentino, es como si una parte de cada uno de nosotros, los vecinos del pueblo, se fuera con él.
Y nos quedamos sin palabras.
Entonces ocurre algo maravilloso. Llegan también los que han ocupado el lugar de esta familia pocos meses antes, los protagonistas de otros episodios de mi blog, los que antes gastaron aquí sus lágrimas; como en un turno siniestro e inevitable. Se acercan, temblorosos, y ahora son ellos los que abrazan, besan y tocan; a pesar de que este golpe les da donde más les duele, a pesar de que es como si les echaran sal en sus heridas, a pesar de lo conocido e insoportable de la situación, ahí están ellos, de pie, otras viudas, hermanos e hijos de seres queridos perdidos.
Dios no puede evitar estas muertes absurdas. Pero está en las personas, increíblemente buenas y valientes, capaces de mostrar sus cicatrices a los que están destrozados. Seguramente son los únicos que tienen derecho, quizá sólo heridas tan profundas pueden curar. Como las de Jesús.
jueves, 6 de octubre de 2011
AGRADABLE MAÑANA CON LOS CURAS
Es una bonita ocasión el retiro que todos los años hay a principio de curso en Gévora: un buen grupo de compañeros de la diócesis nos encontramos tras los meses de verano (en que nos perdemos de vista), nos preguntamos cómo estás, comentamos las últimas novedades del mentidero sacerdotal e incluso rezamos juntos.
Hoy yo estaba, más que nunca, "en mi sitio". Son ya más de siete años aquí y vaya, creo que he dejado de "ser nuevo" y me encanta ser, sencillamente, un cura más. He saludado al obispo como todos (me parece que los curas le queremos más de lo que a veces pretendemos hacer creer, allí estábamos todos contentos de verle recuperado), tengo entre los compañeros amigos con los que tomarme un café y cotillear, me veo tan "dentro" del presbiterio diocesano que arrastro, como todos, roces, afinidades, algún enfrentamiento y hasta rifirrafes ocasionales con los jefes. Pues como todo quisque.
A media mañana, tras la meditación, se expone el Santísimo. Un profundo silencio invade la capilla, repleta de curas que rezan, que contemplan; dos salen y charlan, otros se confiesan, muchos permanecen ante el Señor; sobre Él hablamos, cada día lo repartimos... pero hoy prevalece el silencio. Lleno de nombres, cargado de sufrimientos de nuestros pueblos, silencio también iluminado de ilusiones. Yo presento a Jesús a cada uno de mis compañeros, y de pronto me invade un enorme agradecimiento.
Un agradecimiento desconocido y abrumador. Ellos me han aceptado como uno de los suyos, a pesar de que no me conocían, de que no he estudiado en el seminario, de que era "raro"... No se puede dar por supuesta la acogida, por más que uno pueda creerse bueno, porque siempre es un don que habla de la generosidad del que recibe y no de los "merecimientos" del que llega. Me siento ahora parte de un grupo, son mis compañeros; no tengo a estas alturas nada que demostrar ni me veo víctima de ninguna suspicacia particular: soy uno más, y esta mañana lo saboreé como un privilegio, una sencilla y rara gracia que he recibido de Dios bueno buenísimo. A Él oraba por ellos; ellos, sentados a mi lado, no lo sabían.
Hoy yo estaba, más que nunca, "en mi sitio". Son ya más de siete años aquí y vaya, creo que he dejado de "ser nuevo" y me encanta ser, sencillamente, un cura más. He saludado al obispo como todos (me parece que los curas le queremos más de lo que a veces pretendemos hacer creer, allí estábamos todos contentos de verle recuperado), tengo entre los compañeros amigos con los que tomarme un café y cotillear, me veo tan "dentro" del presbiterio diocesano que arrastro, como todos, roces, afinidades, algún enfrentamiento y hasta rifirrafes ocasionales con los jefes. Pues como todo quisque.
A media mañana, tras la meditación, se expone el Santísimo. Un profundo silencio invade la capilla, repleta de curas que rezan, que contemplan; dos salen y charlan, otros se confiesan, muchos permanecen ante el Señor; sobre Él hablamos, cada día lo repartimos... pero hoy prevalece el silencio. Lleno de nombres, cargado de sufrimientos de nuestros pueblos, silencio también iluminado de ilusiones. Yo presento a Jesús a cada uno de mis compañeros, y de pronto me invade un enorme agradecimiento.
Un agradecimiento desconocido y abrumador. Ellos me han aceptado como uno de los suyos, a pesar de que no me conocían, de que no he estudiado en el seminario, de que era "raro"... No se puede dar por supuesta la acogida, por más que uno pueda creerse bueno, porque siempre es un don que habla de la generosidad del que recibe y no de los "merecimientos" del que llega. Me siento ahora parte de un grupo, son mis compañeros; no tengo a estas alturas nada que demostrar ni me veo víctima de ninguna suspicacia particular: soy uno más, y esta mañana lo saboreé como un privilegio, una sencilla y rara gracia que he recibido de Dios bueno buenísimo. A Él oraba por ellos; ellos, sentados a mi lado, no lo sabían.
domingo, 2 de octubre de 2011
LA NECESIDAD ESPIRITUAL DE ESTAR CON LOS JÓVENES
El viernes a media tarde aparecen con un gran bizcocho; les tengo preparadas unas botellas de Coca-Cola y Fanta. Llenan la casa de risas, invaden el patio, hablan por los codos, bromean, sobrevuela algún chiste... Sentados bajo el limonero pensamos sobre este curso que comienza: ¿cómo van a quedar los grupos? ¿cuándo es la primera convivencia? ¿a qué hora las reuniones?
Los observo en silencio; ni se imaginan lo importantes que son para mí y cuánto disfruto de su compañía. Me sale de dentro acercarme a ellos, forma parte de mi ADN, es un instinto educado durante años, una destreza incorporada a mi sensibilidad como cura... Cada año soy más mayor, y formar parte de sus vidas se me vuelve más crucial; es un íntimo orgullo verlos pasar a mi casa con esa confianza, es al mismo tiempo un reto permanente, que interpela mi autenticidad como pastor, la temperatura de mi entusiasmo.
¿No tenemos algo de "alpiste"? Aparecen unas botellas (Larios y un licor de manzana sin), - ay madre, - tú mira pa otro lao, si los padres están leyendo esto que no me lo tengan en cuenta, por favor. Jóvenes con coordenadas vitales que les complican el camino, respirando en la deshumanización de nuestra cultura, pero con los ojos brillantes de futuro y el corazón erizado de expectación; chicos y chicas ante cambios, encrucijadas y proyectos... Jóvenes de hoy, ni mejores ni peores que otros:
"Qué está ocurriendo hoy con nuestros jóvenes? Faltan al respeto a sus mayores, desobedecen a sus padres. Desdeñan la ley. Se rebelan en las calles inflamados de ideas descabelladas. Su moral está decayendo. ¿Qué va a ser de ellos?" (frase atribuida a Sócrates, en el s. IV a. C.).
Simplemente jóvenes como siempre, con la peculiar capacidad juvenil de sintonizar con Jesús y el Evangelio. Jóvenes que vinieron a despertarme en la diana del día de la Patrona y fundieron el timbre a las 7 de la mañana; los mismos que tiraron a su párroco con ropa a la piscina la tarde que se cerraba la temporada... Estar con ellos es para mí, desde que me acuerdo, una necesidad espiritual; "ser de los suyos" para hacerles una propuesta de sentido, para renovar mi lenguaje y poner a punto el músculo interior del cariño pastoral, una incondicionalidad sincera que quiere sólo su bien, su crecimiento, una pasión que los busca para estar con ellos.
Estar con ellos para sentirme simplemente a gusto entre ellos y decirles sin palabras que me importan más que la visión de la vida que pretendo transmitirles, porque a su lado saboreo el pequeño milagro de que Dios pronuncia mi nombre.
Los observo en silencio; ni se imaginan lo importantes que son para mí y cuánto disfruto de su compañía. Me sale de dentro acercarme a ellos, forma parte de mi ADN, es un instinto educado durante años, una destreza incorporada a mi sensibilidad como cura... Cada año soy más mayor, y formar parte de sus vidas se me vuelve más crucial; es un íntimo orgullo verlos pasar a mi casa con esa confianza, es al mismo tiempo un reto permanente, que interpela mi autenticidad como pastor, la temperatura de mi entusiasmo.
¿No tenemos algo de "alpiste"? Aparecen unas botellas (Larios y un licor de manzana sin), - ay madre, - tú mira pa otro lao, si los padres están leyendo esto que no me lo tengan en cuenta, por favor. Jóvenes con coordenadas vitales que les complican el camino, respirando en la deshumanización de nuestra cultura, pero con los ojos brillantes de futuro y el corazón erizado de expectación; chicos y chicas ante cambios, encrucijadas y proyectos... Jóvenes de hoy, ni mejores ni peores que otros:
"Qué está ocurriendo hoy con nuestros jóvenes? Faltan al respeto a sus mayores, desobedecen a sus padres. Desdeñan la ley. Se rebelan en las calles inflamados de ideas descabelladas. Su moral está decayendo. ¿Qué va a ser de ellos?" (frase atribuida a Sócrates, en el s. IV a. C.).
Simplemente jóvenes como siempre, con la peculiar capacidad juvenil de sintonizar con Jesús y el Evangelio. Jóvenes que vinieron a despertarme en la diana del día de la Patrona y fundieron el timbre a las 7 de la mañana; los mismos que tiraron a su párroco con ropa a la piscina la tarde que se cerraba la temporada... Estar con ellos es para mí, desde que me acuerdo, una necesidad espiritual; "ser de los suyos" para hacerles una propuesta de sentido, para renovar mi lenguaje y poner a punto el músculo interior del cariño pastoral, una incondicionalidad sincera que quiere sólo su bien, su crecimiento, una pasión que los busca para estar con ellos.
Estar con ellos para sentirme simplemente a gusto entre ellos y decirles sin palabras que me importan más que la visión de la vida que pretendo transmitirles, porque a su lado saboreo el pequeño milagro de que Dios pronuncia mi nombre.
martes, 27 de septiembre de 2011
TAGORE
Me encanta Rabindranaz Tagore.
Hace muchos años que sus poemas-oraciones me ayudan a saborear la belleza, la delicadeza y la profundidad tratando de encontrarme con el Misterio de bondad que llamamos Dios.
Leo y releo particularmente "Ofrenda lírica".
Os lo recomiendo de verdad.
Últimamente este poema me hace reflexionar
y me cuestiona... ¿dónde están habitualmente mis pies?
¿Entre quienes?
Buen programa de vida...
Tienes tu escabel, y tus pies descansan
entre los más pobres, los más humildes y perdidos.
Quiero inclinarme ante Ti, pero mi postración no llega nunca
a la sima donde tus pies descansan
entre los más pobres, los más humildes y perdidos.
El orgullo no puede acercarse a Ti,
que caminas con la ropa de los miserables,
entre los más pobres, los más humildes y perdidos.
Mi corazón no sabe encontrar tu senda,
la senda de los solitarios, por donde Tú vas
entre los más pobres, los más humildes y perdidos.
Hace muchos años que sus poemas-oraciones me ayudan a saborear la belleza, la delicadeza y la profundidad tratando de encontrarme con el Misterio de bondad que llamamos Dios.
Leo y releo particularmente "Ofrenda lírica".
Os lo recomiendo de verdad.
Últimamente este poema me hace reflexionar
y me cuestiona... ¿dónde están habitualmente mis pies?
¿Entre quienes?
Buen programa de vida...
Tienes tu escabel, y tus pies descansan
entre los más pobres, los más humildes y perdidos.
Quiero inclinarme ante Ti, pero mi postración no llega nunca
a la sima donde tus pies descansan
entre los más pobres, los más humildes y perdidos.
El orgullo no puede acercarse a Ti,
que caminas con la ropa de los miserables,
entre los más pobres, los más humildes y perdidos.
Mi corazón no sabe encontrar tu senda,
la senda de los solitarios, por donde Tú vas
entre los más pobres, los más humildes y perdidos.
viernes, 23 de septiembre de 2011
CON CARA DE VACA QUE VE PASAR UN TREN
Jejejejeje, la otra noche nos dimos las gordas de reír en la reunión de la comisión de acompañamiento de las zonas de Pastoral Juvenil: Nacho decía que hay veces que le explicas a alguien algo y te mira con cara de vaca que está viendo un tren, o sea, que no se está enterando de nada.
Como esa señora a la que en el despacho parroquial te esfuerzas en contarle que no, que su hijo no puede ser padrino de Bautismo porque no está confirmado, y después de toda una argumentación teológico-pastoral te observa un instante con gesto inexpresivo y, tras un tenso silencio, te pregunta: "pero entonces, ¿mi Juan puede ser padrino o no?", jajaja.
La vaca, al ver cómo pasa el tren a toda velocidad, mastica un poco de hierba; embargada por una perplejidad inmóvil o una plácida estupefacción. O una ignorancia entre indiferente y atónita.
Con jubilosa y progresiva sorpresa he leído el último cuaderno de "Cristianismo y Justicia" sobre los curas obreros: http://www.fespinal.com/espinal/llib/es175.pdf. Recomiendo echar un vistazo a un grupo de gente excepcionalmente original, a sus planteamientos, a sus experiencias y a su historia. Eligieron ser nadie, ser radicalmente "uno de tantos"... Intuir su valentía me ayuda a colocar mi sacerdocio en su justo punto, bajándome los humos, tratando de resistir a la inercia de ser protagonista o jefe de algo.
Menos mal que la Iglesia es muy grande y muy variada; es su inmensa diversidad la que muestra el verdadero rostro de Jesús. Necesitamos que nos recuerden cómo el Maestro vivió radicalmente a la intemperie y renunció a su poder de Dios, no vaya a ser que nos lo creamos por ser cola de ratón.
Yo lo flipo como la vaca de Nacho y mastico la tostada del desayuno.
lunes, 19 de septiembre de 2011
EL PECULIAR AROMA DEL AGRADECIMIENTO
Hay en mi pueblo una familia de marroquíes, algo un tanto exótico teniendo en cuenta que no se puede calificar a Santa Ana precisamente como un "yacimiento de empleo"... el personal se defiende como puede entre los ERES de Gallardo, lo poco que se saca del campo, las corchas o el PER. El caso es que hace un año apareció por aquí esta gente: la pareja, la cuñada y dos niñas, la más pequeña casi un bebé.
Alquilaron un piso de 200 Euros, y fue un acontecimiento y un comentario general; pero ya están más integrados en el pueblo. El padre, un hombre joven, educado y amable, busca por todos lados algo de trabajo. Pero no es fácil. La cuñada sí tiene un empleo (en otro pueblo) y así tiran. Los meses anteriores al verano debieron ser especialmente duros, porque vinieron a pedir ayuda al cura.
Han estado varias veces en casa; todos juntos o el padre con la hija mayor, que tendrá cinco o seis años. Siempre procuro hacerlos pasar al salón, se sientan, les ofrezco alguna bebida pero nunca toman nada; la niña si que acepta una piruleta o un caramelo. Hablamos de lo que necesitan y Cáritas les ayuda con alimentos, pañales, productos básicos. Siempre en un tono muy respetuoso y franco, una conversación agradable y serena. Las mayores preocupaciones son el trabajo (indagamos, la trabajadora social está en ello, nos movemos...) y la casa: ¿podríamos ayudarles a encontrar un alquiler más bajo? Y las voluntarias de Cáritas se patean el pueblo, preguntan, piden (son ellas las que se lo curran, yo la verdad hago poco)... Pero hasta ahora nada.
En junio vinieron a despedirse: que se marchaban a ver a su familia después de siete años, que no dejáramos las cosas en el olvido, por favor. Regresaron la semana pasada y el otro día tocaron de nuevo el timbre. Yo estaba a punto de salir y me disculpé por no poderlos atender como otras veces, pero me dijeron: "no, tranquilo, es sólo un momento", y me ofrecieron unos sencillos regalos, unos adornos que me traían de Marruecos. Y me quedé sin palabras.
Conduzco esta tarde y pienso que la solidaridad es algo muy simple, que consiste en estar "ahí", al lado del que necesita, aunque no puedas resolverle sus problemas; consiste también en escuchar con atención y un poco de amabilidad, y poco más. La solidaridad en zapatillas no conoce fronteras, idiomas o religiones, porque es el lenguaje de Dios que brota en nosotros y despide un precioso y raro aroma: el agradecimiento mutuo. Gracias, Dios mío.
El "incensario musulmán" y la balanza, sobre mi mesa |
Alquilaron un piso de 200 Euros, y fue un acontecimiento y un comentario general; pero ya están más integrados en el pueblo. El padre, un hombre joven, educado y amable, busca por todos lados algo de trabajo. Pero no es fácil. La cuñada sí tiene un empleo (en otro pueblo) y así tiran. Los meses anteriores al verano debieron ser especialmente duros, porque vinieron a pedir ayuda al cura.
Han estado varias veces en casa; todos juntos o el padre con la hija mayor, que tendrá cinco o seis años. Siempre procuro hacerlos pasar al salón, se sientan, les ofrezco alguna bebida pero nunca toman nada; la niña si que acepta una piruleta o un caramelo. Hablamos de lo que necesitan y Cáritas les ayuda con alimentos, pañales, productos básicos. Siempre en un tono muy respetuoso y franco, una conversación agradable y serena. Las mayores preocupaciones son el trabajo (indagamos, la trabajadora social está en ello, nos movemos...) y la casa: ¿podríamos ayudarles a encontrar un alquiler más bajo? Y las voluntarias de Cáritas se patean el pueblo, preguntan, piden (son ellas las que se lo curran, yo la verdad hago poco)... Pero hasta ahora nada.
En junio vinieron a despedirse: que se marchaban a ver a su familia después de siete años, que no dejáramos las cosas en el olvido, por favor. Regresaron la semana pasada y el otro día tocaron de nuevo el timbre. Yo estaba a punto de salir y me disculpé por no poderlos atender como otras veces, pero me dijeron: "no, tranquilo, es sólo un momento", y me ofrecieron unos sencillos regalos, unos adornos que me traían de Marruecos. Y me quedé sin palabras.
Conduzco esta tarde y pienso que la solidaridad es algo muy simple, que consiste en estar "ahí", al lado del que necesita, aunque no puedas resolverle sus problemas; consiste también en escuchar con atención y un poco de amabilidad, y poco más. La solidaridad en zapatillas no conoce fronteras, idiomas o religiones, porque es el lenguaje de Dios que brota en nosotros y despide un precioso y raro aroma: el agradecimiento mutuo. Gracias, Dios mío.
miércoles, 14 de septiembre de 2011
PREGÓN EN VALENCIA DEL VENTOSO (II)
La cultura la crean las personas y los grupos, y en nuestro pueblo, la crean las asociaciones. La Asociación de Mujeres Atenea, la Asociación Juvenil, las Hermandades… y sobre todo la Asociación Cultural Ardila, que proyecta, organiza y remueve. ¡Qué gozada el belén viviente! ¡Cuánto he disfrutado en la cabalgata de los Reyes Magos (y lo sigo haciendo…)! ¡Y qué divertido es vestirse de gigante o cabezudo en agosto! Y darle en el culete soplamocos a los niños mientras intentas esquivar los balcones, no vaya a ser que haya algún farrondón y alguna vecina relate…
Pero el corazón del pueblo, la clave de su cultura y de su tradición, es la Virgen del Valle. Ella es nuestra esencia, profundísimamente arraigada en nuestras vidas. El quince de agosto la traemos: recuerdo cómo me impresionó la primera vez… ese gentío… ese respeto… Pero lo que me dejó admirado y todavía hoy me sobrecoge es la estancia de la Virgen en la Parroquia, cómo le muestra la gente el cariño a la Señora. Esas noches de verano, la iglesia oscurita, la silenciosa presencia de la Virgen, que, delicadamente engalanada, llena los ojos de los valencianos que acuden a saludarla; la intimidad de las conversaciones con Ella… le confiamos nuestras cosas, es la Madre que recoge los dolores y las ilusiones de sus hijos y devuelve generosamente amor, compañía constante y comprensión… Fiel retrato de nuestro pueblo, de la belleza de su condición. ¡Viva la Virgen del Valle!
Hay aquí muchas cosas estupendas, pero lo más hermoso y mejor de Valencia es su gente. Me sentí y me siento muy querido. Recibí mucho cariño en forma de pequeños detalles de todos los días; notaba siempre la preocupación, el afán por cuidarme, por protegerme y ayudarme. Muchos días he llegado a casa y me he encontrado un plato de garbanzos valencianos que nuestra querida Pili me ha dejado. Y en los momentos malos que pasé, cuando sufrí y lloré, encontré a mi comunidad parroquial para sostenerme. Una parroquia viva, de gente dispuesta, servicial y abierta a los cambios; hicimos muchas cosas, hubo aciertos y decepciones, sonrisas y también lágrimas... Trabajamos mucho, a veces demasiado, pero sobre todo compartimos mucho, compartimos realmente nuestra vida.
Una parroquia al estilo de Valencia, que se vuelca con los que más necesitan, que atiende como nadie a las llamadas a la solidaridad: ahí está el taller solidario, que cada año colabora con África, con Hispanoamérica, ahí están las campañas de Cáritas… tremendo cómo la gente responde. Pero os he de decir, ahora que no nos oye nadie, que para mí fue emocionante lo que se generó con motivo de la obra del tejado de la iglesia. ¡Qué bárbaro! ¡Qué generosidad la de mi pueblo! ¡Qué calidad humana tiene su gente! ¡Qué suerte haber sido su cura! ¡Qué regalo mi hizo Dios!
Las Nochebuenas, después de haber celebrado la Misa, me marchaba a casa con sentimientos encontrados: feliz de pasar esos momentos con mi familia, y al mismo tiempo pesaroso por dejar a la gente en las Candelas y perderme unas ocasiones preciosas para convivir, reír y celebrar juntos. Aquí en el pueblo encontré verdaderos amigos: personas especiales, hermanos que saben de mis heridas, mis caídas y mis batallas, y decidieron ser un trozo de mi vida y un pedazo de mi ser; amigos que me ayudan en la tarea apasionante de vivir.
Aquí en Valencia pasé los dos años más felices de mi vida. Hasta que llegó aquel día fatídico de finales de mayo en que, bruscamente, me dijeron que tenía que irme: pocos momentos peores que aquel recuerdo en los años que tengo. Un gran dolor me invadió y tengo el corazón farrondao desde entonces.
A la hora de despedirme me dijeron cosas muy bonitas: “llevas dos años, pero es como si llevaras 9”; o “quédate con nosotros, aunque no seas cura”. Valencia ha sido como mi escuela, mi primera experiencia, la más especial, que me ha marcado para siempre, como el primer amor. Aquí eché los dientes como cura. De hecho, los años que siguieron no fueron así de redondos. Solamente ahora, en Valle de Santa Ana, me siento parecido a como cuando estaba aquí en el pueblo; los santaneros que me acompañan hoy se lo tienen que tomar como el mejor piropo de mi parte, después de todo lo que he dicho.
Allí, en Santa Ana, hay una niña mu salá, que se llama Anabel y que de vez en cuando me dice: “te quiero 9 @”, o sea, “te quiero un montón”. ¡Valencia del Ventoso, te quiero 9 @! Me siento orgulloso de estar aquí esta noche y de haber sido vecino y párroco de Valencia; es un honor que ostentaré toda mi vida, que me acompaña siempre, como el cuadro de la Virgen del Valle vela la cabecera de mi cama. Y es una alegría seguir “formando parte”, de alguna manera, de “mi” pueblo; porque, si no os parece mal y me dejáis, Valencia será siempre “mi” pueblo. Con un pedazo de mi corazón siempre aquí, con vosotros, junto a la Señora. ¡VIVA LA VIRGEN DEL VALLE! ¡VIVA VALENCIA!
Pero el corazón del pueblo, la clave de su cultura y de su tradición, es la Virgen del Valle. Ella es nuestra esencia, profundísimamente arraigada en nuestras vidas. El quince de agosto la traemos: recuerdo cómo me impresionó la primera vez… ese gentío… ese respeto… Pero lo que me dejó admirado y todavía hoy me sobrecoge es la estancia de la Virgen en la Parroquia, cómo le muestra la gente el cariño a la Señora. Esas noches de verano, la iglesia oscurita, la silenciosa presencia de la Virgen, que, delicadamente engalanada, llena los ojos de los valencianos que acuden a saludarla; la intimidad de las conversaciones con Ella… le confiamos nuestras cosas, es la Madre que recoge los dolores y las ilusiones de sus hijos y devuelve generosamente amor, compañía constante y comprensión… Fiel retrato de nuestro pueblo, de la belleza de su condición. ¡Viva la Virgen del Valle!
Hay aquí muchas cosas estupendas, pero lo más hermoso y mejor de Valencia es su gente. Me sentí y me siento muy querido. Recibí mucho cariño en forma de pequeños detalles de todos los días; notaba siempre la preocupación, el afán por cuidarme, por protegerme y ayudarme. Muchos días he llegado a casa y me he encontrado un plato de garbanzos valencianos que nuestra querida Pili me ha dejado. Y en los momentos malos que pasé, cuando sufrí y lloré, encontré a mi comunidad parroquial para sostenerme. Una parroquia viva, de gente dispuesta, servicial y abierta a los cambios; hicimos muchas cosas, hubo aciertos y decepciones, sonrisas y también lágrimas... Trabajamos mucho, a veces demasiado, pero sobre todo compartimos mucho, compartimos realmente nuestra vida.
Una parroquia al estilo de Valencia, que se vuelca con los que más necesitan, que atiende como nadie a las llamadas a la solidaridad: ahí está el taller solidario, que cada año colabora con África, con Hispanoamérica, ahí están las campañas de Cáritas… tremendo cómo la gente responde. Pero os he de decir, ahora que no nos oye nadie, que para mí fue emocionante lo que se generó con motivo de la obra del tejado de la iglesia. ¡Qué bárbaro! ¡Qué generosidad la de mi pueblo! ¡Qué calidad humana tiene su gente! ¡Qué suerte haber sido su cura! ¡Qué regalo mi hizo Dios!
Las Nochebuenas, después de haber celebrado la Misa, me marchaba a casa con sentimientos encontrados: feliz de pasar esos momentos con mi familia, y al mismo tiempo pesaroso por dejar a la gente en las Candelas y perderme unas ocasiones preciosas para convivir, reír y celebrar juntos. Aquí en el pueblo encontré verdaderos amigos: personas especiales, hermanos que saben de mis heridas, mis caídas y mis batallas, y decidieron ser un trozo de mi vida y un pedazo de mi ser; amigos que me ayudan en la tarea apasionante de vivir.
Aquí en Valencia pasé los dos años más felices de mi vida. Hasta que llegó aquel día fatídico de finales de mayo en que, bruscamente, me dijeron que tenía que irme: pocos momentos peores que aquel recuerdo en los años que tengo. Un gran dolor me invadió y tengo el corazón farrondao desde entonces.
A la hora de despedirme me dijeron cosas muy bonitas: “llevas dos años, pero es como si llevaras 9”; o “quédate con nosotros, aunque no seas cura”. Valencia ha sido como mi escuela, mi primera experiencia, la más especial, que me ha marcado para siempre, como el primer amor. Aquí eché los dientes como cura. De hecho, los años que siguieron no fueron así de redondos. Solamente ahora, en Valle de Santa Ana, me siento parecido a como cuando estaba aquí en el pueblo; los santaneros que me acompañan hoy se lo tienen que tomar como el mejor piropo de mi parte, después de todo lo que he dicho.
Allí, en Santa Ana, hay una niña mu salá, que se llama Anabel y que de vez en cuando me dice: “te quiero 9 @”, o sea, “te quiero un montón”. ¡Valencia del Ventoso, te quiero 9 @! Me siento orgulloso de estar aquí esta noche y de haber sido vecino y párroco de Valencia; es un honor que ostentaré toda mi vida, que me acompaña siempre, como el cuadro de la Virgen del Valle vela la cabecera de mi cama. Y es una alegría seguir “formando parte”, de alguna manera, de “mi” pueblo; porque, si no os parece mal y me dejáis, Valencia será siempre “mi” pueblo. Con un pedazo de mi corazón siempre aquí, con vosotros, junto a la Señora. ¡VIVA LA VIRGEN DEL VALLE! ¡VIVA VALENCIA!
domingo, 11 de septiembre de 2011
PREGÓN EN VALENCIA DEL VENTOSO (I)
Hacer el pregón de las fiestas de mi pueblo, Valencia del Ventoso, ha sido una experiencia para mí nueva e impresionante. Fue anoche, ante una multitud de vecinos en la plaza, con mis padres y varios amigos de Santa Ana que me acompañaron.
Estoy impactado por las muestras de cariño de la gente, por la acogida y las felicitaciones... Yo sabía que en Valencia se me quiere mucho, pero esto desborda todo lo que hasta ahora había vivido. Me siento muy feliz, muy afortunado y reconocido.
Es curioso cómo la vida es un carrusel que sube y baja: te ves hundido, humillado y fracasado... y pasas en poco tiempo a estar en la cresta de la ola, valorado, rebosante de éxito. Hay que acordarse de esto para relativizar cada momento con los pies en el suelo: ni creérselo ni estar arrastrao.
Disfruto de un momento luminoso. Y esto es lo que ofrecí a los valencianos.
Queridos vecinos y amigos:
Desde que nuestro alcalde me llamó, una noche de junio, para proponerme realizar el pregón de las fiestas de mi pueblo, estoy impactado y perplejo: jamás me podría haber imaginado una cosa semejante. Me lo tuve que pensar un par de días; “Dios mío, ¡el pregón de Valencia! Pero si sólo estuve dos años con ellos, ¿qué les puedo decir?”.
Posiblemente, reflexioné, las cualidades que se necesitan para ser pregonero se reducen a una sola: querer al pueblo. Eso me animó; si el pregón consiste en declarar que amo Valencia, entonces habéis dado con la persona indicada. Agradezco de corazón a la corporación municipal este privilegio; es un honor que no creáis que no me ha costado trabajo: cada vez que empezaba a escribir me ponía a llorar, y así se tarda en sacar las cosas adelante…
Quiero a Valencia. Quiero a este pueblo desde el día que lo pisé por primera vez; era la víspera del Corpus. Tenía yo curiosidad por ver la parroquia que el obispo Don Antonio Montero me había encomendado pocos días antes, así que sin decir nada me presenté aquí con mi hermana pequeña, en pantalón corto, como si fuéramos una pareja de turistas que curiosean los preparativos del día del Señor; las mujeres estaban aquella tarde preparando el dibujo de sal de colores, y recuerdo perfectamente la impresión que me produjo la iglesia con su torre. Nos miraban al salir, y quizá alguien escuchó la conversación telefónica con mis padres: “¡Mamá, me ha tocao una catedral!” (…). La primera impresión de mi casa parroquial fue Angelita, que con la brocha en la mano me miró de arriba abajo con su gorro y dijo: “¿tú eres…?” (debía de seguir vestido con bañador y chanclas)… “¿esto es un cura?”. Jejejeje.
Era mi primer pueblo, ¡qué emoción más grande sentía! Porque, aunque llevaba ya cuatro años de cura, siempre había trabajado en colegios como profesor y animador de grupos de jóvenes, y llegué totalmente novato en el arte de ser cura de pueblo. ¡Todo era nuevo! Y todo tuve que aprenderlo: los papeleos de la parroquia, el trato con los enfermos, cómo se prepara una novena… no sabía ni saludar por la calle (porque en Mérida, al entrar en el banco no se dice ná), hasta que me explicaron que en el pueblo nos conocemos todos y siempre nos saludamos, y el cura con más razón.
Desde el principio me sentí muy bien recibido; luego comprendí que ser acogedores forma parte del carácter de Valencia, es casi el rasgo que mejor define a la gente del pueblo. Intenté ser un vecino más, vivir como se vive aquí, sentir como un valenciano, y eso me enriqueció enormemente, me hizo mejor persona y me forjó como sacerdote. Para mí es algo grande: soy cura de pueblo al estilo de Valencia, con la sensibilidad, la franqueza y la capacidad de acogida de la gente de mi pueblo, que me enseñó a dar mis primeros pasos. Si mi primer destino hubiera sido otro pueblo o una ciudad, seguro que no sería como soy ahora.
Sin darme cuenta fui aprendiendo el idioma de Valencia, a hablar con sus expresiones; me gustan las palabras del pueblo, las que se dicen por la calle, comprando fruta o haciendo una visita; las palabras que guarda Paco Amaya y todos soltamos: farrondón, espiche, empercudir, escamondar, sihombre, ¿eso quién lo dice?
Me gusta la historia del pueblo, la que nos cuenta Leandro Rivero y nos ilustra Isidoro con su museo. Menhires junto al Ardila nos sugieren un lugar fascinante, habitado desde donde alcanza la memoria sucesivamente por iberos, romanos y árabes; más tarde villa templaria y luego santiaguista, con castillo, casas señoriales y convento; de gentes sencillas del campo, de profunda entraña cristiana; pueblo viejo, con solera de siglos, habitado de nombres y de recuerdos, adornado de retazos de antigua grandeza en sus entretelas. “Pueblo noble, sano y tierno”, como dice Fernando; con los ojos siempre vueltos a su Madre del Valle, ¡así es mi pueblo!
Es muy hermosa y muy rica la cultura del pueblo. Un auténtico tesoro que hemos de cuidar y legar con cariño a los niños y jóvenes. Cultura es la manera de ver las cosas, de hablar, de tratar con los demás; cultura es el bagaje que nos une a nuestros antepasados, es nuestra identidad como pueblo, lo que nos hace ser nosotros mismos y al mismo tiempo nos posibilita cambiar, ser originales y modernos a la vez, fieles a nuestra raíz y lanzados hacia el futuro.
Cultura eran las juncias aquel día del Corpus, el Señor elegante por las calles blancas, mecido por las exquisitas melodías de la Banda Municipal; cultura es San Isidro, explosión de encuentro y alegría; cultura es un recital de nuestra Coral, que destila finura y calidad; cultura son las capeas, aunque se escape una vaca como aquel año… Cultura es San Blas, un día de cielo en medio del desierto invernal, un delicioso paréntesis de fiesta. Acudimos todos a San Blas con nuestras roscas, los cordones y las ramas de romero, orgullosos de ser valencianos; recibimos la bendición emocionados y divertidos… Blas suministra agua y el párroco nos pone empapaos.
Estoy impactado por las muestras de cariño de la gente, por la acogida y las felicitaciones... Yo sabía que en Valencia se me quiere mucho, pero esto desborda todo lo que hasta ahora había vivido. Me siento muy feliz, muy afortunado y reconocido.
Es curioso cómo la vida es un carrusel que sube y baja: te ves hundido, humillado y fracasado... y pasas en poco tiempo a estar en la cresta de la ola, valorado, rebosante de éxito. Hay que acordarse de esto para relativizar cada momento con los pies en el suelo: ni creérselo ni estar arrastrao.
Disfruto de un momento luminoso. Y esto es lo que ofrecí a los valencianos.
Queridos vecinos y amigos:
Desde que nuestro alcalde me llamó, una noche de junio, para proponerme realizar el pregón de las fiestas de mi pueblo, estoy impactado y perplejo: jamás me podría haber imaginado una cosa semejante. Me lo tuve que pensar un par de días; “Dios mío, ¡el pregón de Valencia! Pero si sólo estuve dos años con ellos, ¿qué les puedo decir?”.
Posiblemente, reflexioné, las cualidades que se necesitan para ser pregonero se reducen a una sola: querer al pueblo. Eso me animó; si el pregón consiste en declarar que amo Valencia, entonces habéis dado con la persona indicada. Agradezco de corazón a la corporación municipal este privilegio; es un honor que no creáis que no me ha costado trabajo: cada vez que empezaba a escribir me ponía a llorar, y así se tarda en sacar las cosas adelante…
Quiero a Valencia. Quiero a este pueblo desde el día que lo pisé por primera vez; era la víspera del Corpus. Tenía yo curiosidad por ver la parroquia que el obispo Don Antonio Montero me había encomendado pocos días antes, así que sin decir nada me presenté aquí con mi hermana pequeña, en pantalón corto, como si fuéramos una pareja de turistas que curiosean los preparativos del día del Señor; las mujeres estaban aquella tarde preparando el dibujo de sal de colores, y recuerdo perfectamente la impresión que me produjo la iglesia con su torre. Nos miraban al salir, y quizá alguien escuchó la conversación telefónica con mis padres: “¡Mamá, me ha tocao una catedral!” (…). La primera impresión de mi casa parroquial fue Angelita, que con la brocha en la mano me miró de arriba abajo con su gorro y dijo: “¿tú eres…?” (debía de seguir vestido con bañador y chanclas)… “¿esto es un cura?”. Jejejeje.
Era mi primer pueblo, ¡qué emoción más grande sentía! Porque, aunque llevaba ya cuatro años de cura, siempre había trabajado en colegios como profesor y animador de grupos de jóvenes, y llegué totalmente novato en el arte de ser cura de pueblo. ¡Todo era nuevo! Y todo tuve que aprenderlo: los papeleos de la parroquia, el trato con los enfermos, cómo se prepara una novena… no sabía ni saludar por la calle (porque en Mérida, al entrar en el banco no se dice ná), hasta que me explicaron que en el pueblo nos conocemos todos y siempre nos saludamos, y el cura con más razón.
Desde el principio me sentí muy bien recibido; luego comprendí que ser acogedores forma parte del carácter de Valencia, es casi el rasgo que mejor define a la gente del pueblo. Intenté ser un vecino más, vivir como se vive aquí, sentir como un valenciano, y eso me enriqueció enormemente, me hizo mejor persona y me forjó como sacerdote. Para mí es algo grande: soy cura de pueblo al estilo de Valencia, con la sensibilidad, la franqueza y la capacidad de acogida de la gente de mi pueblo, que me enseñó a dar mis primeros pasos. Si mi primer destino hubiera sido otro pueblo o una ciudad, seguro que no sería como soy ahora.
Sin darme cuenta fui aprendiendo el idioma de Valencia, a hablar con sus expresiones; me gustan las palabras del pueblo, las que se dicen por la calle, comprando fruta o haciendo una visita; las palabras que guarda Paco Amaya y todos soltamos: farrondón, espiche, empercudir, escamondar, sihombre, ¿eso quién lo dice?
Me gusta la historia del pueblo, la que nos cuenta Leandro Rivero y nos ilustra Isidoro con su museo. Menhires junto al Ardila nos sugieren un lugar fascinante, habitado desde donde alcanza la memoria sucesivamente por iberos, romanos y árabes; más tarde villa templaria y luego santiaguista, con castillo, casas señoriales y convento; de gentes sencillas del campo, de profunda entraña cristiana; pueblo viejo, con solera de siglos, habitado de nombres y de recuerdos, adornado de retazos de antigua grandeza en sus entretelas. “Pueblo noble, sano y tierno”, como dice Fernando; con los ojos siempre vueltos a su Madre del Valle, ¡así es mi pueblo!
Es muy hermosa y muy rica la cultura del pueblo. Un auténtico tesoro que hemos de cuidar y legar con cariño a los niños y jóvenes. Cultura es la manera de ver las cosas, de hablar, de tratar con los demás; cultura es el bagaje que nos une a nuestros antepasados, es nuestra identidad como pueblo, lo que nos hace ser nosotros mismos y al mismo tiempo nos posibilita cambiar, ser originales y modernos a la vez, fieles a nuestra raíz y lanzados hacia el futuro.
Cultura eran las juncias aquel día del Corpus, el Señor elegante por las calles blancas, mecido por las exquisitas melodías de la Banda Municipal; cultura es San Isidro, explosión de encuentro y alegría; cultura es un recital de nuestra Coral, que destila finura y calidad; cultura son las capeas, aunque se escape una vaca como aquel año… Cultura es San Blas, un día de cielo en medio del desierto invernal, un delicioso paréntesis de fiesta. Acudimos todos a San Blas con nuestras roscas, los cordones y las ramas de romero, orgullosos de ser valencianos; recibimos la bendición emocionados y divertidos… Blas suministra agua y el párroco nos pone empapaos.
(Continúa en la siguiente entrada)
domingo, 4 de septiembre de 2011
VUELTA A EMPEZAR
Con el día de hoy se ha terminado definitivamente el verano. De pronto me veo delante de mi ordenador, rodeado por calendarios, papeles, libros de catequesis, un pedido de velas y parafina (qué propio, ¿verdad?), homilías pendientes, la agenda fusilada y un torbellino mental de ideas, proyectos y deseos para este curso que comienza. Mi cabeza está ya en clave de curro, rebosante y enchufá.
Este año, curiosamente, no lo llevo tan mal como el curso pasado. No es que tenga ganas de empezar, pero oyes, estoy animado y con ganas. Ha sido un verano muy bonito, muy lleno, en el que me ha dado tiempo a hacer muchas cosas, a vivir peripecias varias; he hecho de tito, me he tostado al sol, he disfrutado de la compañía de amigos (raro privilegio), he terminado la cuarta semana de los Ejercicios, he estado de campamento, he salido de picos pardos, he charlado con mi madre, he pagado 450 Euros para reparar el coche, he ido de boda, he leído, he estudiado, y hasta he descansado. Oyes.
Me siento muy especial por comenzar... ¡mi tercer año en las parroquias! Para mí es un record, porque nunca había durado más de dos años. Orgulloso por contar con el proyecto parroquial, cocinado a fuego lento el curso pasado, ahora se trata de caminar, de profundizar, de consolidar lo que juntos hemos imaginado. Preveo un curso muy interesante; no tan atropellado como el pasado, menos atiborrado, más pausado y "esclarecío". Intuyo meses preciosos.
Tengo buenas vibraciones. Y no hay tiempo que perder, que están los anuncios de chandals y fascículos campando por la tele, y ya hay que echar una manta por la noche. Manos a la obra que se nos hace de noche y pa luego es tarde.
¡Feliz curso para todos!
Este año, curiosamente, no lo llevo tan mal como el curso pasado. No es que tenga ganas de empezar, pero oyes, estoy animado y con ganas. Ha sido un verano muy bonito, muy lleno, en el que me ha dado tiempo a hacer muchas cosas, a vivir peripecias varias; he hecho de tito, me he tostado al sol, he disfrutado de la compañía de amigos (raro privilegio), he terminado la cuarta semana de los Ejercicios, he estado de campamento, he salido de picos pardos, he charlado con mi madre, he pagado 450 Euros para reparar el coche, he ido de boda, he leído, he estudiado, y hasta he descansado. Oyes.
Me siento muy especial por comenzar... ¡mi tercer año en las parroquias! Para mí es un record, porque nunca había durado más de dos años. Orgulloso por contar con el proyecto parroquial, cocinado a fuego lento el curso pasado, ahora se trata de caminar, de profundizar, de consolidar lo que juntos hemos imaginado. Preveo un curso muy interesante; no tan atropellado como el pasado, menos atiborrado, más pausado y "esclarecío". Intuyo meses preciosos.
Tengo buenas vibraciones. Y no hay tiempo que perder, que están los anuncios de chandals y fascículos campando por la tele, y ya hay que echar una manta por la noche. Manos a la obra que se nos hace de noche y pa luego es tarde.
¡Feliz curso para todos!
miércoles, 31 de agosto de 2011
UN SANTO SIN ALTAR
Algo se quebró dentro de mí el sábado pasado cuando, de vuelta de las vacaciones y camino de mi pueblo, recibí la noticia de la muerte de nuestro querido Cipriano, mi maestro de novicios, salesiano y sacerdote de una pieza y, sobre todo, una de las personas más buenas que haya existido. Y aseguro que no exagero.
Cuando lo conocimos ya habíamos oído hablar de él, claro; y nos infundía un gran respeto por ser psicólogo (te miran y parece que te están analizando, ¿verdad?) y además el responsable de convertir aquel zurriburri (¡26 novicios!) juvenil en algo parecido a aprendices de religiosos. Pero Cipriano tardaba apenas horas en rebajar tensiones y eliminar las distancias; era increíble cómo, a pesar de su timidez, te convertía en cómplice de la tarea sencilla y ardua de ser buenos.
Siempre se empeñaba en ver lo positivo de las personas y las situaciones. Cuando era director del colegio de Morón y se hablaba en el claustro de algún chaval de esos insoportables y no se decían más que lindezas, él siempre salía con algo como "pero ¿y lo bien que juego al fútbol?"; y cuando ya no había absolutamente nada que rascar decía "este chico, sus padres qué buena gente son", jejejeje. Genio y figura.
Lo mismo hacía con cada persona, tenía esa habilidad, copiada de Don Bosco: buscaba tus cualidades, a su lado todos nos sentíamos el preferido. Una rara destreza la de lograr hacer grandes y mejores a quienes tratas, una forma exquisita de humildad. Y luego, cuando íbamos a confesarnos, proyectaba esa inmensidad de corazón y sus palabras realmente curaban; muchas veces, al salir de su despacho y cruzarme con el siguiente compañero que entraba, he dicho o escuchado con emoción esta frase: "¡este hombre es un santo!".
Así nos mostró cómo es Dios. Nos repitió hasta la extenuación que "Dios nos ama", creo que era su frase favorita, su convicción más profunda, lo que le brotaba espontáneamente de dentro porque lo vivía y lo transmitía con una sencillez apabullante. Su vida es un mosaico de interminables pequeños gestos de servicio, una sucesión impresionante de escuchas atentas, de entregas, confidencias, pero sin hacerse el protagonista, sin aspavientos, con naturalidad, rebosando generosidad. Nadie he conocido nunca que me inspirara tal confianza.
Sólo una vez le vimos alterarse, intentando organizar un viaje de ida y vuelta de Sanlúcar a Sevilla, buscando la igualdad: los que van en el coche de casa (la furgoneta del noviciado) vuelven en el coche del pueblo (el autobús) y viceversa. Nos enseñó a pasear, a pelar la fruta, nos explicó por qué "hay que dejar paso a las mujeres excepto en caso de escaleras, en que no se sigue la regla general"; y cuando nos corregía de las cosas que hacíamos mal, la clase se volvía desternillante porque, como no quería ofender a nadie ni decir nombres, era casi un acertijo comprender de qué se trataba. Luego, nosotros hacíamos el gamberro en las veladas parodiando todas esas situaciones, y yo lo veía sonreir levemente socarrón tras sus enormes gafas.
Cipriano me enseñó a rezar; hace ya de eso 22 años, y sigo rezando por las mañanas exactamente igual. Y continuaré haciéndolo, aunque los graciosos de mis compañeros me digan que tengo cosas de fraile. Cipriano me inició en el camino de aceptarme a mi mismo, a quererme con mis errores; no lo conseguí aquel año inolvidable, pero tiempo más tarde sí recogí los frutos. Él ha sido una de las personas más influyentes en mi vida. Sabía que estaba enfermo de alzheimer hacía varios años, pero nunca quise ir a visitarlo: no me hubiera conocido, y yo prefiero recordarlo tal y como era. Porque lo quería mucho, como todos nosotros, sus salesianos y sus novicios.
Así que en el entierro estábamos desolados. Alguien comentó: "ha sido discreto hasta para despedirse"; y es cierto: temprano por la mañana, relativamente pocos curas allí por ser domingo, en la capilla del colegio y no en el Santuario... Todo un tanto deslucido, pero cargado de cariño. Se ha ido alguien excepcional que nunca lo pareció, pero ahora ya no puede impedir que le echemos flores. Si está leyendo esto, seguramente estará mirando con esa sonrisilla burlona de medio lado y diciendo: "un poquito, ¿no?".
Cuando lo conocimos ya habíamos oído hablar de él, claro; y nos infundía un gran respeto por ser psicólogo (te miran y parece que te están analizando, ¿verdad?) y además el responsable de convertir aquel zurriburri (¡26 novicios!) juvenil en algo parecido a aprendices de religiosos. Pero Cipriano tardaba apenas horas en rebajar tensiones y eliminar las distancias; era increíble cómo, a pesar de su timidez, te convertía en cómplice de la tarea sencilla y ardua de ser buenos.
Siempre se empeñaba en ver lo positivo de las personas y las situaciones. Cuando era director del colegio de Morón y se hablaba en el claustro de algún chaval de esos insoportables y no se decían más que lindezas, él siempre salía con algo como "pero ¿y lo bien que juego al fútbol?"; y cuando ya no había absolutamente nada que rascar decía "este chico, sus padres qué buena gente son", jejejeje. Genio y figura.
Lo mismo hacía con cada persona, tenía esa habilidad, copiada de Don Bosco: buscaba tus cualidades, a su lado todos nos sentíamos el preferido. Una rara destreza la de lograr hacer grandes y mejores a quienes tratas, una forma exquisita de humildad. Y luego, cuando íbamos a confesarnos, proyectaba esa inmensidad de corazón y sus palabras realmente curaban; muchas veces, al salir de su despacho y cruzarme con el siguiente compañero que entraba, he dicho o escuchado con emoción esta frase: "¡este hombre es un santo!".
Así nos mostró cómo es Dios. Nos repitió hasta la extenuación que "Dios nos ama", creo que era su frase favorita, su convicción más profunda, lo que le brotaba espontáneamente de dentro porque lo vivía y lo transmitía con una sencillez apabullante. Su vida es un mosaico de interminables pequeños gestos de servicio, una sucesión impresionante de escuchas atentas, de entregas, confidencias, pero sin hacerse el protagonista, sin aspavientos, con naturalidad, rebosando generosidad. Nadie he conocido nunca que me inspirara tal confianza.
Sólo una vez le vimos alterarse, intentando organizar un viaje de ida y vuelta de Sanlúcar a Sevilla, buscando la igualdad: los que van en el coche de casa (la furgoneta del noviciado) vuelven en el coche del pueblo (el autobús) y viceversa. Nos enseñó a pasear, a pelar la fruta, nos explicó por qué "hay que dejar paso a las mujeres excepto en caso de escaleras, en que no se sigue la regla general"; y cuando nos corregía de las cosas que hacíamos mal, la clase se volvía desternillante porque, como no quería ofender a nadie ni decir nombres, era casi un acertijo comprender de qué se trataba. Luego, nosotros hacíamos el gamberro en las veladas parodiando todas esas situaciones, y yo lo veía sonreir levemente socarrón tras sus enormes gafas.
Cipriano me enseñó a rezar; hace ya de eso 22 años, y sigo rezando por las mañanas exactamente igual. Y continuaré haciéndolo, aunque los graciosos de mis compañeros me digan que tengo cosas de fraile. Cipriano me inició en el camino de aceptarme a mi mismo, a quererme con mis errores; no lo conseguí aquel año inolvidable, pero tiempo más tarde sí recogí los frutos. Él ha sido una de las personas más influyentes en mi vida. Sabía que estaba enfermo de alzheimer hacía varios años, pero nunca quise ir a visitarlo: no me hubiera conocido, y yo prefiero recordarlo tal y como era. Porque lo quería mucho, como todos nosotros, sus salesianos y sus novicios.
Así que en el entierro estábamos desolados. Alguien comentó: "ha sido discreto hasta para despedirse"; y es cierto: temprano por la mañana, relativamente pocos curas allí por ser domingo, en la capilla del colegio y no en el Santuario... Todo un tanto deslucido, pero cargado de cariño. Se ha ido alguien excepcional que nunca lo pareció, pero ahora ya no puede impedir que le echemos flores. Si está leyendo esto, seguramente estará mirando con esa sonrisilla burlona de medio lado y diciendo: "un poquito, ¿no?".
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