lunes, 30 de mayo de 2022

B-52

 
Cuando esto salga publicado será 30 de mayo y estaré comenzando mi cumpleaños marchándome de Orellana, el puesto de misión desde donde hoy escribo y en el que la mala comunicación es el estado normal de las cosas: sin señal 2G, sin electricidad y un cacho wifi en la plaza. Gracias de antemano a todos por sus felicitaciones y sus cariños.

Así es mi vida estos últimos tiempos: viajar mucho, ir de acá para allá casi sin pausa, escuchar, estar, llegar. En esta condición itinerante me han alcanzado los 52 tacos, cifra suficientemente respetable como para hacer pensar que la situación empieza a ponerse seria: el tiempo del que disponemos es limitado, y cada instante que transcurre ya no vuelve, y nos acerca al final.

No es solo un planteamiento casi obligado en una fecha así, es también una bandada de sentimientos que fluyen por ese conjunto cuerpo-mente-espíritu que soy desde que mi mamá me alumbró un sábado el año después de la primera huella humana en la Luna. Y discurren sin rechinar, sin aflicción ni rencores, así, naturalmente: conocemos la finitud de la vida, la respiramos.

Esa seguridad resuena en mil sensaciones cotidianas, las grietas y erosiones de mi cuerpo, y a la vez se atesora como biblioteca emocional de experiencias, amor, golpes y amaneceres. No estoy seguro de aprender, si acaso en cada vuelta del río me descubro una personalidad más desprovista de artilugios, pero más expuesta a los estragos de la ternura.

El B-52 es un bombardero pesado de largo alcance que puede llevar a cabo varios tipos de misiones. Así es: te acercas peligrosamente a los 80 kg pero eres más flexible que hace 20 años. Nunca deja de impresionarme la maravilla constante de lo humano, su drama y su resplandor, pero puedo improvisar más, acaso porque he visto más.

Es capaz de volar a altas velocidades subsónicas a altitudes de hasta 15 000 m. Sí, todo va cada vez más deprisa, me preocupa perderme algo. Y a estas alturas ya he comprendido que puedo caer, pero soy capaz de levantarme, y por supuesto siempre merece la pena intentar volar.

En un conflicto convencional, el B-52 puede llevar a cabo ataques estratégicos, apoyo aéreo cercano, interdicción aérea, ofensivas aéreas y operaciones marítimas. De todo, pero hay que elegir con cuidado qué, dónde y con quién, porque va quedando menos tiempo y no es cuestión de despilfarrar fuerzas, prestar palabras o malgastar afectos.

El uso del reabastecimiento en vuelo hace que el B-52 tenga un alcance solo limitado por el aguante de la tripulación. Hasta ahora hemos resistido la travesía, que ha sido “muy variada” (como decía un salesiano cuando en la tele aparecía una escena subida de tono) y sin duda espléndida. Esta vida es muy bonita, como dice esta canción que cada mañana a las 6 pinchan en las noticias de Radio Programas:

Sé que el tiempo lleva prisa pa' borrarme de la lista
Pero yo le digo que:
Ay, qué bonita es esta vida
Aunque a veces duela tanto y a pesar de los pesares
Siempre hay alguien que nos quiere
Siempre hay alguien que nos cuida
Ay, ay, ay, qué bonita esta vida
Y aunque no sea para siempre
Si la vivo con mi gente

Siempre hay alguien que nos quiere; siempre hay alguien que nos cuida. Gracias.

miércoles, 25 de mayo de 2022

SAN ISIDRO EN MEDIO DE LA SELVA


¿Pero qué hace San Isidro en pleno Amazonas😲? Sí, eso mismo me pregunté yo cuando llegué al centro poblado San Isidro, en el territorio de la misión de San Pablo, a celebrar el aniversario. Porque, aunque el nombre daba pistas, jamás me podía imaginar encontrar una romería al estilo amazónico. ¡Y vaya si la disfrutamos!

Para que no quedara duda, ahí lo ven en el frontis de la cancha escolar: “San Isidro el Labrador”. “Es en Lima donde hemos conseguido la imagen, padrecito, porque en Iquitos nada” – me decían las jefas del festejo. No me extraña: un laico madrileño del siglo XI, el primer casado canonizado de la Iglesia (allá por 1622, antes de ayer), patrono del campo y del mundo rural español… ha llegado hasta la tierra del paiche, los guacamayos y el aguaje. Me quedo a cuadros.

Ya había estado yo allí en una ocasión, nada más llegar al Vicariato, botado por una avería en el motor de un rápido (lo conté aquí), y la impresión que tenía era de pobreza, suciedad y no tener casi sombra donde guarecerme. Lo que he visto ahora, cinco años después, es muy diferente: calles empistadas, varios hospedajes grandazos, tremendas tiendas… Se ve que el personal prospera, quizá el polvo mágico influya…

Allá nos presentamos, como parte de la visita del vicario general al puesto de misión de San Pablo. Nada de carpa ni colchoneta, nos alojaron en un hostal con TV en el cuarto, aunque sin mando a distancia y baño común para 12 clientes. El programa religioso comenzaba con la misa, después procesión y más tarde velada al santo. Único problema: que coincidía con el campeonato de fútbol, y sensatamente hubo que retrasar el evento hasta la noche.

Tocaba pues esperar, y así pasamos la tarde, esquivando como podíamos del calor abrasador. Acá no hay comunidad cristiana formada y establecida (de hecho, me pareció un lugar más bien israelita), y la animadora, la señora Rocío, está recién comenzando y aprendiendo. Hubo personas que acudieron más o menos puntuales a la hora fijada, con lo que pudimos ir conversando mientras anochecía. Los católicos se manifestaban y agradecían que estuviéramos allí nada menos que tres curas (algo así como el 25% de todos los sacerdotes del Vicariato) y dos religiosas.

En un momento aparecieron hojas de canto y se armó un bonito ensayo de las canciones previstas para la celebración. Los más hábiles entonaron, sonaron las palmas y las sonrisas comparecieron. Es curioso cómo el canto conecta, es lo que mejor hace participar a nuestra gente. Y así calentando las voces, se aproximaba la hora. En un pis pas las gradas de la cancha de la escuela se veían casi llenas, bastantes sillas salieron de los salones y los parlantes se ecualizaron. Todo listo.

San Isidro había cambiado el azadón y la guadaña por las redes de pesca y el arco con flechas, y yo tenía ante mí una masa de gente, mayoritariamente perteneciente a variadas sectas, pero atenta y receptiva. Los moscos asediaban el altar bajo el enorme foco mientras les hablaba del amor y el servicio, de la defensa de la vida y los derechos humanos, de la justicia y el compartir. Un pequeño grupo de 6 u 8 personas se acercó a comulgar, y al final, con una copa transparente llena de agua bendita, bendijimos al santo patrón.

Puesto que era ya la hora de cenar, bañarse etc. propusimos dejar la procesión para el año próximo. Caminando por tablas sobre el piso inundado marchamos a recibir nuestro refrigerio y a las 10 de la noche regresamos al lugar para la velada. Ahí seguía el santo, impasible en su anda profusamente adornada y compuesta; pero no se veía a casi nadie más. “No va a haber nada” – pensamos.

Poco a poco fueron llegando algunas mujeres potenciales danzantes. Arrancó la música regional (aunque le faltaba variedad, durante un buen rato fue un único tema repetido como en disco rayado) y con ella los primeros valientes en moverse. Dudé un poco, pregunté si había caldo de gallina, las jefas me gritaron que sí entre risas, saqué mi pañuelo empapado del día y comencé a danzar. Al rato sirvieron sopa de res (cena número 2), sonó El gallinacito, hubo pan y gaseosa y la velada cuajó.

Hay luz en este pueblo hasta las 11 de la noche, pero pensábamos que por ser fiesta tal vez dejarían más. Pues no: de pronto plaf, el corte, implacable, y con él la oscuridad y el silencio. Así quedó el asunto, los misioneros sudando al mismo tiempo decepcionados por el abrupto final y aliviados por poder irnos a la cama. Tampoco había mosquitero en mi habitación, y mientras un zancudo me sobrevolaba, pensaba: ¿cómo acompañar esta realidad multicultural como Iglesia aliada de todos que lucha por la vida plena?

miércoles, 18 de mayo de 2022

"MAMÁ ES EL NOMBRE DE DIOS"


Pasamos de Chicago a Pebas sin solución de continuidad. De los 2 grados bajo cero y la nieve, a sudar a chorros bajo las calaminas en las aulas de los colegios ribereños; de la enormidad del lago Michigan a la inmensidad invencible del río Amazonas. Ha sido la primera visita oficial a un puesto de misión en esta nueva etapa de mi servicio, y como siempre, nuestra gente linda no defrauda.

El programa es exhaustivo (claro, estamos en Pebas): seis reuniones con los diferentes grupos de esta florida parroquia, conversaciones individuales con los misioneros y con algunas personas, misas, almuerzo con las autoridades del distrito, y por supuesto, encuentro con el pueblo: exponerme a esas sonrisas acogedoras, disfrutar las oleadas de cariño sencillo y, ahora que ya se puede, abrazar y estrechar mil manos.

Sería la “visita pastoral”, pero yo la he rebautizado como visita de animación y acompañamiento. Se trata de darnos vida y fuerzas mutuamente, alinearnos, reforzarnos como misioneros, querernos más… Creo que acompañar con delicadeza y dedicación es la tarea primordial del pastor; ayuda a caminar juntos, crea sinergias, estrecha lazos, permite tomar el pulso a la misión en el puesto, apreciarla, respaldarla. No es una evaluación ni un monitoreo, es una visita ecológica: cercanía, respeto, cuidado… en la que predomina la escucha.

Un elemento sustancial de estos días es agarrar la carpa y recorrer comunidades. Yo personalmente lo necesito como misionero, y creo que para la gente es importante recibir a la autoridad del Vicariato, sentir que forman parte de un cuerpo, de la Iglesia que navega en esta tierra tratando de plasmar su rostro amazónico y activar la sinodalidad.

Tocó ir a San José de Cochiquinas, tremendo centro poblado con capilla y ¡seis animadores! Y también a Santa Rosa de Pichana, más pequeño y alagado, nos movíamos por el pueblo en canoa, como hace la gente. En ambos lugares fuimos al centro educativo y tuvimos varias sesiones con primaria y secundaria, una catequesis sobre el trío comunión-participación-misión (que propone este año el Sínodo) en torno al episodio de las bodas de Caná. Impactante para mí dar clase de religión a alumnos de diferentes confesiones (incluso israelitas), pero más aún la corriente de simpatía que se genera en un ratito… A los jóvenes no hay quien les pare.


En la sede parroquial celebramos el día de la madre. La Eucaristía de domingo empezó con el ingreso de una famosa artista local con su grupo de mariachis -todos vestidos de charros- a la iglesia para cantar las mañanitas a la Virgen (mi capacidad de asombro sigue ampliándose). Más tarde, el preceptivo izamiento del pabellón nacional y a continuación, dos años después, por fin, ¡desfile! Todos lo disfrutamos con fruición después de los rigores de la pandemia, cuyas mascarillas por cierto están casi desparecidas por estos lares.

Tras el desfile, “sesión solemne” en la Municipalidad: de nuevo el himno, intervenciones, brindis, etc. En pleno discurso del alcalde se interponía un bluetooth que metía por el parlante del salón una rifa de canastas a las madres que se celebraba al mismo tiempo en la plaza, y de vez en cuando se oía: “Pérez Manihuari, ¡eliminada!” o bien “Se va a sortear la segunda canasta”. Un chiste. Cuando le tocó el turno a la secretaria general, resultó genial, nada de lugares comunes, texto bien redactado y ameno, que culminó con algo bien hermoso: “Mamá es el nombre de Dios”. Me encantó y lo guardé.

La visita del vicario general comienza con una reunión del equipo misionero donde vemos el sentido y los objetivos de esos días, y concluye con otra en la que juntos revisamos un borrador de “informe” en el que se destaca lo positivo y se ofrecen algunas propuestas de mejora, de forma que estemos todos de acuerdo. Además de sesudos trabajos, evidente que hay tiempo para cena especial, karaoke, cervecitas, película…

En fin, que da gusto estar con mis compañeros. Es bonito compartir por esos ríos tareas, barro, risas, un escueto té en la noche, calores y hasta los zancudos; y es precioso compartir un proyecto, un sueño, una pasión. Más conozco a los misioneros, más los admiro, y me maravillo de ser uno de ellos. Servirles es un honor y un desafío que intento aprender para estar a su altura y dar lo que ellos se merecen. Ojalá Dios-madre me inspire y me nutra con su amor.

miércoles, 11 de mayo de 2022

VISITA A EEUU (3): TAN GENEROSOS COMO ASOMBRADOS

 
Nos hemos encontrado a gente muy buena, es lo que más repetimos a la hora de regresar (escribo en los aeropuertos y en el avión). Personas muy amables, acogedoras, abiertas a escuchar y muy dispuestas a ayudar al Vicariato; también maravilladas de los misioneros y su trabajo, cosa que me ha sorprendido a mí.

Ha habido visitas, diálogos, videollamadas, cenas, reuniones, entrevistas radiofónicas… y por supuesto misas los dos domingos que hemos estado por acá. Y las Eucaristías siempre me interesan y afinan mi sensor antropológico, tal vez porque dicen mucho de la comunidad que celebra, pero también por el gusto de sentirme pastor no importa donde esté.

Estábamos en el santuario de San Judas Tadeo en Chicago, parroquia de Our Lady of Guadalupe que llevan los claretianos (curioso cómo esta Virgen últimamente se hace la encontradiza conmigo en muchos detalles y lugares…). Necesitábamos algunas copias del folleto explicativo (en inglés y español) que vamos dejando por ahí; no problem, nos brindaron su tremenda máquina con calidad de impresión profesional. Me fijé en el sistema de videovigilancia, unas 30 cámaras rodean el edificio y graban para su seguridad. Plata como cancha.

Otra cámara en un celular sobre un trípode retransmite la misa en streaming por facebook, cosa tan habitual en los templos norteamericanos desde la pandemia que se ha convertido en una rutina. Hay un diácono permanente, algo por lo visto mucho más frecuente acá que en Perú o España. Hombres ya mayorcitos, padres de familia y muy competentes y ágiles al menos en el aspecto litúrgico. Sobre la marcha me indica que cada celebrante tiene su cáliz, y allí había de hecho tres. También cosas del virus, me imagino.

"The Bean" (el frejol) de Chicago

Un joven acompaña los cantos al teclado; veo muchas flores naturales, sobre todo delante del altar; la iluminación está armada un 90% con luces indirectas y me encanta; hay entre el público algunas señoras mayores con mantilla a la antigua usanza; todo es en español, de hecho en esta parroquia de barrio hispano solo una de sus ocho misas de cada finde es en inglés; cuando ya están colocadas las ofrendas salen dos parejas jóvenes con sus bebés recién nacidos para que el sacerdote (en este caso el obispo) se los ofrezca a la Virgen.

Hay una puerta que comunica la tienda de artículos religiosos y souvenirs de St. Jude con la mera iglesia, la gente entra, compra y sale con fluidez y yo me quedo a cuadros. Nos han explicado que San Judas Tadeo, patrono de las causas imposibles, es un auténtico fenómeno socio-religioso en Estados Unidos y concretamente en Chicago. Hay asociaciones, novenas, peregrinaciones, actividades, milagros, grupos… los donativos son tremendos. Es probable que San Judas esté planeando apoyar al Vicariato, empresa casi imposible, y si es así me tocará convertirme y dar la razón a mi mamá.

Llega la comunión. Acá las hostias son crocantes, al contrario que en mi selva, donde la humedad las hace parecer chicle. Un niño comulga en la mano, su mamá que está detrás le jala la hostia y se la come: a la salida me pedirá disculpas porque su hijito no ha hecho todavía la primera comunión. Un señor llega y abre las manos como en un gesto de abrazo pequeñito, asiente y se vuelve a su sito nomás sin nada. Todo es posible en USA.

Al final de la misa el párroco sale a la puerta en plena calle y saluda a todo el mundo al salir, algo muy bonito que yo procuraba hacer siempre en Indiana. Estrechamos manos, conversamos, algunas personas nos regalan dinero, y nosotros damos muchas bendiciones, incluso hay botellitas de agua preparadas para ello. En Green Bay hubo hasta una invitación a galletas, sándwiches, bombones, café y refrescos; los americanos siempre exagerados.

Cuando les hablamos de la misión y de la Amazonía, la gente siempre nos expresa su admiración, una chica incluso habló de “héroes”, y eso me deja atónito y pensativo. ¿Será para tanto y no lo apreciamos porque lo vivimos desde dentro y nos parece natural? No lo sé, no lo creo. Seguramente todos, los gringos y nosotros, quedamos agradecidos e impresionados, cada cual por motivos diferentes, en estos encuentros entre dos mundos; pero con la generosidad en común. Con esta sensación vuelvo a casa feliz.



viernes, 6 de mayo de 2022

THE LORD IS RISEN IN ST. NORBERT'S ABBEY


Así reza -“El Señor ha resucitado”- la antífona del Benedictus del tiempo de Pascua, bellísima, compuesta especialmente para los norbertinos de USA, como todos los textos de la liturgia de las horas, que ellos cuidan de manera especial. Durante cuatro días hemos disfrutado de su hospitalidad y hemos podido conocer su vida, sorprendente e inspiradora.

No son monjes, son canónigos regulares fundados por San Norberto de Xanten a comienzos del siglo XI en Prémontré (Francia), por eso también se conocen como premostratenses o mostenses. Viven en comunidad pero no son contemplativos, se dedican a diversos ministerios, como acá se llaman las tareas pastorales: son profesores de universidad y colegios, párrocos, predicadores de retiros, etc.

Son hombres muy especiales y preparados, hacen doctorados, bastantes de entre ellos son músicos, aprenden idiomas, tocan instrumentos, cantan magníficamente, los hay artistas, poetas con libros publicados, uno corre maratones… Y claro, también hay misioneros, varios en Perú y dos en nuestro Vicariato: el p. Lamberto Beaten, que murió repentinamente el jueves santo de 2008 en Santa Clotilde, y el p. Jack McCarthy, sacerdote y médico allí mismo durante años.

El propósito fundamental de nuestro viaje era visitar a Jack, ya mayorcito, y también conversar con el abad. Hace décadas que la abadía sostiene económicamente el hospital y la micro-red de salud del Napo, y queríamos agradecer y pedir que continúen con su ayuda, y que además apoyen al Vicariato, cuya economía es siempre frágil y precaria. En una reunión pudimos expresar todo esto, aderezado con imágenes y explicaciones; el abad y el ecónomo nos escucharon con mucha atención.

El p. Dane Radecki es el abad mitrado de San Norberto, un hombre muy inteligente y con gran sentido del humor. En otros momentos más allá de la reunión -en la noche o en el almuerzo- quiso seguir compartiendo con nosotros. Cuando hay cambio de abad, los norbertinos disciernen primero por cuántos años necesitarán al superior habida cuenta el momento y las necesidades de la comunidad, y después lo escogen. Interesante.

Es como un obispo con todas las de la ley (con mitra, báculo, anillo, pectoral, escudo) pero con ciertas limitaciones: ejerce su jurisdicción dentro de la abadía aunque no puede ordenar sacerdotes (ni siquiera a sus hermanos) y preside confirmaciones cuando el obispo de Green Bay le delega. Hace 900 años debió de ser una forma de proteger a los religiosos de aquellos obispos señores feudales. Me gusta el hecho de que el abad es elegido democráticamente, prueba de que eso no es imposible en la Iglesia.

A las 7:30 vamos al coro de la hermosísima iglesia abacial y oramos laudes juntos. En la tarde toca Eucaristía y después vísperas (¿qué es eso de mezclar las cosas en un chapo litúrgico? Nunca me ha gustado). Despacio, con gusto, con delicadeza, siempre cantando. Al terminar las vísperas los norbertinos se van a su sala de estar y durante media hora se toman una copa de vino o una cerveza conversando tranquilamente en grupos, eso me ha encantado. El fuego es solo un decorado de madera ficticia que no arde, pero el gas calienta. De ahí pasan a la cena.

Una vida sosegada, en silencio, todo lo hacen sin estridencias y con suavidad. Entramos en el cuarto de Jack y vemos que viven con sencillez, no tienen baño propio, aunque nuestras habitaciones de invitados sí, disfrutamos de todas las comodidades, incluso tele. Manejan propiedades y rentas desde hace siglos y ayudan a muchas personas e instituciones, pero tratan de ser austeros.

Desde mi ventana veo al fondo su cementerio, situado frente a la iglesia. Presidiendo, la tumba del primer abad fundador llegado de Europa, y en torno cruces blancas sembradas sobre la hierba, todas iguales, en hilera. Simplicidad hasta la eternidad; armonía serena. Y siempre juntos. Un pie de foto sobre el significado de la vida y un testimonio silente de que realmente The Lord is risen en quienes siguen a Jesús y comparten con los más pequeños. ¡Gracias norbertinos!