Para salir a las comunidades a informar. Ya lo estamos haciendo. Como parte de una “brigada” integrada por representantes de la municipalidad, la subprefectura, la policía, el puesto de salud y la parroquia. Porque si en un pueblo como Indiana, donde el parlante repite diariamente las normas y los policías y serenos patrullan las calles avisando, hay gente que todavía no se ha enterado… ¿qué será en los caseríos del río?
Pues que, como sospechábamos, allí los moradores están a la cuarta pregunta, o sea, desinformados, algunos con una vaga idea de lo que está ocurriendo y otros totalmente ignorantes. Y es normal. Son lugares que no están conectados a internet, ni muchas veces disponen de señal de telefonía 2G, o donde la tele es una rareza. Por eso funciona “radio macuto”, eso de “dicen que…” o el boca a boca, que además del virus contagia a menudo líos y confusión.
Me costó un poco convencerlos, pero creo
que la única manera es ir a explicar. Por la información y por el impacto que
causa en la gente la aparición de una tacada de todas las fuerzas vivas del distrito. En Santa Teresa acudieron unas cuarenta
personas; nos fuimos a la canchita de la escuela, un sitio amplio donde poder
guardar la distancia social. Los vecinos se colocaron en filas, como si
fuera la formación de los lunes por la mañana para cantar el himno nacional
antes de comenzar las clases, pero dejando más espacio. Me recordó a cuando
nos mandaban “¡A cubrirse!” en el cole.
Todas las autoridades disponemos de un
turno para dirigirnos al público. Observo
las miradas por encima de las mascarillas y percibo mucha solemnidad y gravedad.
Queremos informarles de qué es el coronavirus, cómo se propaga, cómo
protegernos, etc. Pero sobre todo transmitirles la seriedad de la situación,
porque sabemos que si no están un poco impactados no van a respetar las
instrucciones de seguridad e higiene, y habrá: visiteo entre las casas, venta
de alcohol, partidos de fútbol, bingo y caras destapadas como si no pasara
nada. “Estamos en peligro” – les
lanzo como primeras palabras.
En los próximos días recorreremos el
distrito por sectores. Nos agradecen mucho, y a la doctora Perla unas mujeres le
regalaron un hatillo de caña brava. Hay un turno de preguntas: qué pasa con los
transportistas que se saltan los controles, qué hay que hacer con alguien que
de pronto llegue de Iquitos, qué se hace
cuando no se puede seguir la tele-escuela porque no hay TV ni celular, etc.
La profe de inicial me cuenta que ella va casa por casa a atender a los niños;
le digo que sería mejor que los reuniera en grupos de tres en un salón grande y
diera una hora de clase cada día a un grupo.
El alférez es el más duro, toca el capítulo
de sanciones y repite muchas veces que las autoridades locales (el teniente
gobernador, el agente municipal) cuentan con todo su apoyo, porque éstos se
quejan de que hay comuneros que “no hacen
caso, son rebeldes”, ignoran e incluso desprecian las indicaciones que les
dan. Cuando habla lleva la pistola a la cintura. A mí me toca la parte de “ser solidarios”, recordarles que estamos
todos en el mismo bote y hemos cuidarnos mutuamente y sacrificarnos en este
tiempo excepcional buscando el bien común. Yo hago de “poli bueno” y me gusta.
Creo que estas salidas cubren varios
objetivos de un golpe: comunican sin palabras que el asunto es crucial, generan
confianza en los dirigentes y al mismo tiempo buscan responsabilizar a los pobladores
y convencerles de que todo depende de ellos mismos. Y además, suponen una coordinación previa de las diferentes
instancias que en este trozo de selva luchamos contra la pandemia. Un
trabajo en red que debería existir siempre para unir fuerzas en el empeño por mejorar
la vida de nuestro pueblo.
De modo que la COVID-19 ha llevado a hacer ahora por obligación lo que antes no
se hizo por convicción, como por todas partes se ve: mejora integral del sistema
de salud (¿cómo no se les ocurrió antes?), introducción de más medios informáticos
en la enseñanza (ahora descubrimos América diciendo que la tiza está “obsoleta”),
modo de vida menos contaminante, sistema económico suicida, etc. etc.
El
gesto de “ir” es insuperable. Los misioneros lo
sabemos bien. Que cuenten conmigo.