Amanece en Huambo. La claridad va atravesando dulcemente la ventana, despasito. El silencio se ve apenas moteado por los ecos lejanos de la banda, que llama al pueblo a despertar a la fiesta: hoy es el día de San Miguel. Hoy hace un año que llegue al Perú.
Mi desperezo es una plegaria de agradecimiento y asombro,
mientras este tiempo pasea ante mi recuerdo y acaricio su impacto en mi vida. Ha sido muy intenso, repleto de rostros,
lugares, experiencias nuevas, surcado de sorpresas. Muy hermoso y muy
difícil. Ha habido risas y carcajadas, pero también momentos muy crudos, llenos
de lágrimas.
Todito entretejido
en tu bondad. La expectativa, el dolor, la extrañeza, el cariño, el trabajo, la dureza,
la alegría, el desarraigo, la soledad, el amor. Todo lo acojo, todo viene de
ti, todo me ha hecho aprender. Todo es
gesto tuyo, destello de tu querer, sonrisa tuya, don tuyo. Tú “me has hecho capaz” (1 Tim 1, 12), me
has acompañado en cada instante y me has ayudado a superar miedos, aguantar la
fatiga, caer y levantarme, soportar la lejanía.
Servir, participar, escuchar, respetar, ofrecer mis panes y
mis peces, esperar, amar y ser amado, caminar. Dejarme llevar… así ha sido. Tratando de adaptarme al río como he
podido, a su velocidad, a su carácter, a su sabor.
El encuentro con la gente ha sido bendición desde el primer
minuto. Su distintivo es la acogida sencilla, y su idioma es la palabra gracias. Me emociona ese candor, me abruma esa devoción, me calman las
miradas limpias, me inclino ante las manos campesinas, fuertes y sinceras.
Veo que he ido
afrontando retos que la vida y la misión me han ido planteando: vivir en
equipo, hacerme entender, las caminatas extenuantes, hablar un poco de guayacho
(“on dstás?”), aprender a comer arroz,
los puentes y las oroyas, conducir por el barro y volver a hacerlo después de
un accidente, quemar cumbias en la retreta, manejar moto, ir al Paujil… hasta
el último: comer la cabeza del cuy, que por cierto está muy rica. Jaja.
Me siento feliz. Satisfecho, tranquilo y agradecido. Eso lo
inunda todo. Nunca me has dejado solo, no
he dado un paso sin que tu gracia me habitara, me protegiera, me moviera, me
abrazara. Así ha sido.
Suena una marinera en la calle. Más tarde, en este día, habrá Eucaristía, procesión, almuerzo, keke de celebración en la parroquia, cena especial… y mi corazón seguirá teniendo ganas de bailar. Gracias por haberme traído a mi Perú lleno de música, de sufrimiento y pequeñez, de pies descalzos, de cerros con nubes, de ríos que te llevan, de pobreza y manos estrechadas, de barro, de sol brillante, de cuy con papas, de altura, de canto de aves, de ahorita, cafesito y acasito. Feliz cumpleaños.