domingo, 31 de enero de 2016

VACACIONES


¡Las necesitaba! Como pocas veces en mi vida. No veía el momento de desconectarme y descansar, salir, distraerme, hacer cosas distintas, cambiar de registro, relajarme, mirar otros cielos... ¡respirar! Y estoy en ello. Unos botones de muestra pa dar envidia.

En Chiclayo hacemos el retiro anual los curas de Chachapoyas... pero en Chiclayo está Pimentel, una playa encantadora de arena parda con un pintoresco embarcadero de madera. Paseas y encuentras una flota de caballitos de totora, que son canoas de pesca utilizadas desde hace cientos de años. Las sombrillas se alquilan, con dos o tres sillas, y sin moverte de tu sitio puedes comer un cevichito.

Es la primera vez que me baño en el Pacífico, y fue rico, pero ¡cómo jalaba la corriente, qué bárbaro, y qué tremendas olas para hacer surf! Y el sol... mira que Torres Mary me llevó bloqueador, pero no aprendo: Mamá, me volví a abrasar toitito. María es la hija de la tía Mila, la agente de pastoral de Omia; ella y su niña Tati me acompañaron y pasamos un día chévere, almorzando tortilla de raya (Mamá, ideas para recetas).

Bajando la panamericana llegamos a Lima, y formamos equipo Antonio Sáenz y yo, dando compaña a Glafira, que estos días anda muy atareada en su trabajo. Conversar tranquilos y compartir son una parte sustanciosa de las vacaciones. Y un vinito (¡seco!) no viene mal tampocoooooo:


Hay en Lima muchas cosas que ver como por ejemplo el parque de la Reserva, con sus fuentes y el espectáculo de agua, luz y sonido que me recuerda a Montjuic. Los niños se cambian en el vestidor y se ponen ropa de baño para mojarse toditos en una plazoleta llena de chorros que salen a capricho; los niños... y los catetos como este gringo:


Estoy desatao, me dicen... Se hacen compritas, se patea el centro, se pasa por Ocoña, por Wilson, por el jirón La Unión, se asombra uno en Polvos Azules (el lugar del mundo donde hay más zapatillas), se merodea la plaza de armas y allí no hay más remedio que jincarse una tulipa de lúcuma, maracuyá y limón, mmmmmmmmmmmmmmhhhh!!!!


Y si además, hay tiempo para ir al cine y ver Star Wars, pues ¡vacán! Era subitulada, pero mira, he escuchado por primera vez la voz de Han Solo (el gruñido de Chewbacca era el mismo...). "El despertar de la Fuerza", jaja, pues sí, eso son las vacaciones, recuperación de fuerzas para regresar a la tarea cotidiana de apatrullar la galaxia Guayacha. Y aún vamos por la mitad...

De izquierda a derecha: Obi Wan Kenobi, la princesa Leia y Chewbacca.


miércoles, 27 de enero de 2016

"LA MISIÓN ES CARA"


Esta frase, que me impactó, me la dijo un padre blanco brasileño, José Marqués, el mes de agosto que pasé en Malí. Nunca la he olvidado, y ahorita que me toca a mí la misión, se me aparece casi a diario por descarnadamente cierta.

Para mí la misión se había desarrollado siempre dentro de una gran congregación internacional poderosa económicamente; y además habían sido experiencias cortas, veranos acompañando voluntarios con “todo pagado” desde España, sin muchos quebraderos de cabeza financieros. Pero ay, cuando vivimos acá, el día a día es menos poético y, como todo el mundo, hay que vigilar el bolsillo porque un sol es un sol.

Recuerdo, por ejemplo, muchos paseos en carro pero pocos repostajes. Y aquí en nuestra parroquia-provincia ese es el dispendio número 1: el combustible. Es tremendo el dineral que nos cuesta  salir, visitar, llegar a los lugares más alejados. Importante pero costoso: la misión es cara (LMEC).

Los agentes de pastoral, que son nuestros pies y nuestras manos por esos mundos, están convocados a encuentros mensuales de coordinación y formación en Mendoza. Momentos imprescindible pero gravosos: ellos tienen que afrontar el pasaje, a veces fuerte si vienen de lejos, y la parroquia se hace cargo de su almuerzo, material, fotocopias, etc. LMEC.

Todo lo necesario para que una pequeña comunidad de pueblo funcione tiene su precio: materiales para catequesis, libros de liturgia, cancioneros, mantenimiento de la capilla, recibo de la luz… LMEC. Y a veces la limosna no llega a unos tristes 10 soles (menos de 3 euros). Pues aun así, hay sitios donde cuando vas te dan para tu carburante, además de cafesito acompañando el cariño.

Luego está el capitulo de la manutención de los curas diocesanos: acá no hay fondo de sustentación del clero, como en Mérida-Badajoz, así que hemos de vivir de lo que la parroquia genera, como era antes allí. El resultado es que, con las intenciones de misa, las entradas por sacramentos y las colaboraciones de los pueblos, no llegamos a fin de mes ni con una onda.Y cuando ocurre algo extraordinario, como por ejemplo una reparación gorda del carro, el virus del LMEC invade los ahorros y las ayudas de los padrecitos españoles…

En este Perú donde tantísima gente vive al día, en el que nuestros campesinos se parten el lomo para dar de comer a sus hijos, donde la miseria se esconde tras los celulares y el barro te mancha los zapatos, dinamizar una parroquia tan enorme como la nuestra cuesta harta plata. La misión es tan cara que hay momentos en que hasta me parece un lujo y me hace pensar: ¿Qué pasará cuando los misioneros extranjeros desaparezcamos de la diócesis (vamos disminuyendo porque cada vez somos menos necesarios)? ¿Es prudente armar una pastoral sobre el supuesto de ayudas del exterior? ¿Cómo ir logrando que la parroquia se autofinancie?

Jesús recomendó no llevar más que las cosas precisas para caminar, ni oro ni plata ni seguridad (Mt 10, 9-11). Nada habló sobre la eficacia y el éxito, pero sí sobre los medios, que deben ser discretos y sencillos, como el estilo de vida de los enviados. Seguramente estamos -¡estoy!- tan lejos de ese ideal que comprometemos la sostenibilidad evangélica de la misión.

jueves, 21 de enero de 2016

PAQUETE DE ESPAÑA


Pasa tanto tiempo desde que mi padre dice que me han enviado un paquete, hasta que los de Serpost me avisan de que me ha llegado un paquete, que por el camino me he olvidado y pucha, ¡qué alegría más especial siento!

Voy con la moto para no ir cargando por la calle con semejante caja, y ya salivando al pensar en los manjares que habrá dentro, porque siempre hay cosas de comer. Ya me conocen, y apenas me ven entrar a la oficina me dicen: "Padre, ya viene a por su paquetito, ¿no es cierto?". Y es que una caja que viene de la Madre Patria no pasa desapercibida, jaja.

"¿A ver su copia del DNI?" Aaaaaay, otra vez lo he olvidado. Voy al toque a por ella, relleno varios interminables formularios... ¡y ya es mío! Lo llevo a casa, lo dejo sobre la cama... pero es por la mañana, hay ajetreo, gente que llega, así que todavía no lo abro a la espera de un rato tranquilo, para disfrutar el momento. Cada vez que paso por mi cuarto miro la caja cerrada con una ilusión bárbara.

Sospecho lo que contiene, pero es más hermoso lo que significa: sigo siendo importante para alguien al otro lado del charco, personas que desean que el sabor de la Navidad española me haga sentir por un instante más cerca, en familia, entre los míos. Qué tontería gastar plata para enviar cuatro cosas, pero no hay nada acá con tal poderío de transportarme al calor de mi casa.

Por fin lo abro, y de la caja salen las risas de mis sobrinos en la mañana de Reyes, la bendición de la mesa de nochevieja, los vermuts aragoneses en la cocina, el ritual de tirar pan duro a los patos junto al río, el programa de José Mota, el día que nos vamos con los niños a almorzar al wok, el amigo invisible, el cumpleaños de mi hermana Mª Elena nada más acabar las campanadas... Todos esos pequeños detalles preciosos, que ahora me hacen saltar las lágrimas de nostalgia, brotan mágicamente del paquete transoceánico, ya rendido el cartón.

El caso es que tienen aspecto de turrón de chocolate (¡mmmmmhhh!!!), bandejas de jamón de Monesterio, lomo, queso y hasta barritas energéticas, pero yo no me dejo engañar y me deleito con el aroma y el gusto del cariño incondicional, del amor verdadero, de la ternura y la seguridad de mi hogar, allá donde siempre podré regresar porque sé que seré comprendido y acogido pase lo que pase.

Pero lo mejor es este medio folio, sobre el chorizo envasado al vacío, y que contiene solo dos palabras: "Te queremos". ¡Gracias Papá y Mamá, gracias hermanas, gracias sobrinos y cuñados! Yo también os quiero inmensamente.

viernes, 15 de enero de 2016

EL REGRESO DE LA TORMENTA


Los meteorólogos bautizan a las tormentas tropicales, que se desplazan transformándose en huracanes o apaciguándose según los casos, y siempre dejan huella de su paso. El huracán Josely Ardila ha vuelto a casa; bueno, ha regresado a España, a nuestra diócesis, porque su casa ha sido el Perú durante 24 años, media vida. Y es una noticia de esas “de alcance”, porque nos llega a todos los que sentimos como nuestra esta presencia pacense en tierra peruana.

El misionero ha de afrontar trabajos difíciles; y quizá uno de los más penosos es discernir el momento de su retorno. Ya lo he visto y lo veo en compañeros: el corazón dice una cosa pero la realidad también es lenguaje de Dios, y a Él solo hay que obedecer. A Josely le ha costado mucho tomar esta decisión, pero una vez dado el giro, no hay medias tintas. Así es él.

Así: imparable, resolutivo, un nervio que no descansa, una rara especie de inductor de sonrisas. Fuerte y duro, y al mismo tiempo entrañable, con la lágrima resbaladiza cuando su corazón se colma. Tras sus primeros tiempos en Leymebamba, ha enterrado 15 años de su vida en esos cerros cajamarquinos. En Sorochuco es mucho más que “el padre”: es el vecino, el amigo, el confidente, la autoridad… y también el enemigo cuando es preciso.



Al vendaval Josely no se le pone nada por delante. Tan pronto agarra el pico para mostrar a los obreros lo que hay que hacer, como regatea el precio de las papas con medio mercado de Celendín, maneja la camioneta a las tantas de la noche bajo la lluvia, preside una corrida de toros o te prepara un cocido que conmociona de lo rico que está. Y todo con ese empuje, con esa intensidad, como “el rayo que no cesa”.

Su genio le ha permitido “sacarse el ancho” por los más pobres: ha creado y sostenido el comedor parroquial, ha construido casas, salones, un convento de clausura, ha conseguido ambulancias, material escolar, dinero para levantar el nuevo seminario de Cajamarca… y es incontable el número de personas a las que ha apoyado (y las que nunca sabremos). Cuando vas con él, es como si un ciclón arrasara la calle, no para de saludar, todo el mundo lo conoce y para todos tiene una gracia, ¿cómo lo hará?

Recuerdo que una vez, conversando con Lázaro, un sacerdote de su diócesis, me decía riéndose que “Josely es más peruano que los peruanos”. Y es tan cierto, que desde ahí se puede sospechar algo de su dolor al dejar esta tierra. En ella quedan sus huellas, estragos de vida que esta tempestad de trabajo y solidaridad ha sembrado a tumba abierta.

Josely, tus compañeros te vamos a echar de menos: a ver quién alborota ahora nuestras reuniones o quién me lleva a tomar ceviche. Pero ahora tu familia te necesita, y eso es sagrado. Y no pienses que te vamos a dejar salir del grupo de whatsapp, porque para nosotros tú estás acá, tu tormenta sigue tronando entre estas inmensas montañas, iluminando el camino con su relámpago, recordándonos que para ser feliz no se puede escamotear la entrega. ¡Gracias, hermano!

sábado, 9 de enero de 2016

INCENDIO DE COMPASIÓN (Oseas 11, 8)


Unas mujeres vienen a la parroquia. Son del barrio Huarmiaco, saliendo hacia Omia. Dicen que han encontrado por allí a un anciano que vive en unas condiciones terribles, que han llorado cuando lo han visto... Han pasado por varios organismos y oficinas contando el tema, pero no les han hecho mucho caso. ¿Podría yo ayudarles?

"Vamos a verlo" - les digo. Y cuando conozco a don Víctor Manuel y hablo con él, miro, oigo, huelo y toco esa miseria sin paliativos... entonces se prende en mí la chispa de la solidaridad, se desata el fuego de la compasión y se vuelve a escribir Os 11, 8:

"¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel? ¿Cómo podré yo hacerte como Adma, o ponerte como a Zeboim? Mi corazón se conmueve dentro de mí, se enciende toda mi compasión".

Rodeados de suciedad y golpeados por la indigencia de este hombre viejo, enfermo, sin DNI y sin familia, conversamos y decidimos que hay que construirle un cuarto donde pueda vivir dignamente. Y nos ponemos en marcha, porque nos abrasa por dentro la necesidad, la de don Víctor y la nuestra: el dueño de la granja accede a dejar un espacio, las vecinas se comprometen a verlo, a llevarle la comida por turnos, a ayudarle a asearse, a cuidarlo. Es increíble.

La llama me empuja a la Municipalidad. Hablo con el gerente, hago un documento pidiendo materiales y mano de obra, espero al alcalde, le convenzo en tres minutos y un par de fotos. Y luego, a la Policía, donde con un grupo nos presentamos y logramos que el comandante nos envíe varios hombres para la faena. Todos se portan espléndidamente. Los fogonazos van chamuscando y alumbrando, la misericordia es una fuerza imparable.

Y llega el día. Nos juntamos unas 20 personas en total. Varias señoras convencen al mayor para que deje ya su cochambrosa estancia junto a las gallinas y lo llevan a bañar con delicadeza y cariño, y él se deja hacer. "Estas mujeres no quieren más que aprovecharse", fastidio yo cuando le quieren sacar el pantalón, y él se ríe. Mientras tanto, con otra cuadrilla comenzamos a botar y quemar todo lo que hay en el cuchitril, y justo bajo la "cama" aparece un nido de ratas, con todo y bebitos (...). Arde la basura mientras nuestra candela interior se aviva.

Los operarios de la Muni están ya chambeando a tope con los listones de madera, las planchas de superbor, los cables y los tubos; los martillazos se mezclan con el aroma del guiso que, un poco más abajo, otras vecinas están preparando. Han venido también niños, que traen en sus mochilas "algo para él", y los Amigos del Enfermo con zapatos y ropa, porque este hombre necesita de todo. Un carpintero está acabando de armar su cama, y el colchón lo dará la parroquia. La faena es un espectáculo de generosidad donde cada uno aporta lo que puede y tiene, es quemar un trocito de nuestra vida para que este pobre tenga luz y calor.

Es una maravilla contemplar nuestra humanidad en acción, lo mejor de nosotros mismos encendido en hoguera que da amor y vida. Son esas palabras del Papa, tocar la miseria humana, la carne sufriente de los demás para conocer la fuerza de la ternura. Así podría haberse titulado esta entrada: "la fuerza de la ternura", incontenible y hermosa como nada en el mundo.

Guapo hallo al viejito al día siguiente. Limpio, cómodo y sonriente bajo su gorro. Su casita tiene servicio, luz y agua corriente. Falta mucho por hacer, hay que llevarle al hospital, conseguir una silla y una mesita, más ropa... Pero lo fundamental está listo: hacerle sentir que es una persona y que no está solo, hay gente a quien él le importa. Sin muchas explicaciones. Con las llamaradas de la compasión.

¡Gracias, Diosito!





lunes, 4 de enero de 2016

LOS REYES EN BAÑADOR


Como son magos, eligieron un día de calorón para hacer su maravillosa visita a los niños de la aldea infantil. Agarraron toalla, se pusieron protector solar y los citaron en la piscina de Parista, saliendo hacia Omia. A las dos de la tarde, con el recinto a tope, la gente flipaba ante semejante invasión de muchachos, o quizá al ver los pelos o el tatuaje del padrecito, o a Sus Majestades sin corona y con gorra. Jeje. Es que los de Santa Ana ya estaban acostumbrados.

Estroncá se quedó Nicole
en la hamaca
La piscina no resistiría el mínimo control sanitario en otras latitudes: el agua está verde, el fondo tapizado de limo, o musgo, o verdín (raaai), los pelos son como sargazos y el trampolín está demasiado alto para lo que cubre. Pero los niños han disfrutado una barbaridad, se han reído, han jugado, se han salpicado, han buceado... Los más pequeños jamás habían visto una piscina, y Danilo se ha botado al agua detrás de otro niño y casi se ahoga, jaja. A Esperanza la he metido yo poco a poco, pero ¡cómo se abrazaba! Es awajún aunque más bien de secano.

Mamá, ya te puedes imaginar las tonterías que he hecho con los niños: ahogadillas, carreras, bucear a ver quién aguanta más, lanzarlos por los aires, agarrar de las piernas, cogerlos en hombros... en fin, todo mi repertorio acuático, ese que a ti lleva años aterrorizándote. Jaja. Los bañistas se habrán quedado a cuadros porque el caso es que todo el mundo me saludaba, "buenas tardes, padre".

A un cierto momento, los Monarcas decidieron que era hora de merendar, y allí aparecieron como por ensalmo unas gelatinas, unas galletas, unos sanwiches y unas inka-colas. Hubo que invitar a otros niños que estaban con sus papás, y a mí me encantó secretamente que los de la aldea por una vez sean envidiados y no compadecidos. Me sigue sorprendiendo que los bebés, empezando por Esperanza, se las apañan solitos para comer, ahí los tienes, toma ya.

Come hija, come, que eso es lo tuyo...
Al rato pasamos a la parte de los regalos, no podía ser de otra manera. Fue delicioso asistir al nerviosismo de los niños esperando su juguete, es algo universal, una tierna tensión, algunas uñas de postre de la merienda, la ilusión dibujada en sus ojos, esa dulce impaciencia... Pensé en mis sobrinos, cuando nos levantan a todos a las 6 de la mañana para que vayamos ya a ver los reyes, pero no sentía pena, como si ellos pudiesen verme y estuvieran orgullosos de mí: "tito, haz que esos niños sean también felices como nosotros".

Los Reyes iban llamando por edades, los niños se acercaban y recibían su regalo y una bolsita con ropa. Hay quien corre y se adelanta cuando aún no le toca, quien ha visto los juguetes con antelación y pide "quiero esa muñeca", hay quien muy educado dice "gracias" y, por supuesto, hay quien se decepciona porque prefiere un tractor a este balón y llora... como en el mundo entero. Eso los Reyes lo saben, conocen al dedillo el mundo de los niños, llevan siglos dedicados a alimentar la fantasía, a ser cómplices de los sueños y a repartir generosas porciones de felicidad.

Pero el espectáculo no se paga con dinero: Shiara está como loca con su oso, Albeiro dispara la escopeta de flechas que a mí me encanta pero no me la quiere prestar, Jair con la pelota de la Eurocup, Diana y Nicole investigando las ropas de las barbies, Fernando con la excavadora... ¿Y Esperanza? Esperanza ha descubierto su vocación de frutera, empuja el carrito y me compromete, me tira una piña de plástico, quiere jugar conmigo, que yo le lance las manzanas y los plátanos de vuelta al carro. Se ríe como nunca antes y mi corazón se derrite.

¡Aaay mi frutera!
Así ha empezado el 2016. ¡Ha sido una gozada! Solo por esto merece la pena vivir y haber llegado hasta aquí. Aunque parezca una barbaridad. ¡Gracias, Majestades!

La pandilla completa, ¡me los como!