Más de veinticinco años después. Pero no es tarde. La vida,
caprichosa o misteriosamente, te aleja de algunas personas, pero más tarde te
las vuelve a regalar. Porque en la vida hay muchas vidas, siempre es “todavía”,
y porque sin duda te conviene ahora que, en este caso ella, forme
parte de tu día a día.
Éramos
niños, adolescentes, y jugábamos en la plaza de España. Entonces
era todo era muy distinto, sin tantas pantallas, y más sano, creo. Nuestro
juego preferido era “policías y ladrones”, normalmente los niños contra las
niñas: cada equipo tenía que perseguir al otro hasta agarrarlos a todos; los
que iban cayendo prisioneros se colocaban en fila cogidos de las manos, y si un
compañero lograba tocar esa cuerda humana, se salvaban todos, escapaban y
vuelta a empezar.
Cuando los chicos éramos los ladrones
resultaba difícil capturarnos, porque, aunque a menudo las chicas nos superaban
en número, nosotros corríamos más. Y yo era uno de los más rápidos, de los que
se quedaban los últimos, acosados, acorralados y extenuados por un montón de
muchachas, y singularmente siempre por
las dos o tres más pertinaces.
Como puede imaginarse, en plena erupción hormonal (ahora que están
de moda los volcanes), aquello tenía una
connotación romántica adolescente: el/la que me gusta… nos buscamos… te pillo… forcejeamos… nos sujetamos… Más de una vez
llegué a casa con la camiseta rota o los botones saltados por los violentos
intentos de presa. Y Mª Ángeles Márquez era una de las más habituales en mi
retrovisor.
Ella está ahí, con vestido negro en la esquina superior
izquierda de esta foto, tomada el otro día en uno de esos encuentros de amigos
de la infancia que solemos armar por estas fechas (ver la entrada del 16-09-2017). Siempre ha estado ahí, a pesar de la larga pausa. Pero en esta ocasión
llegó la hora de ponernos al día y reconectar. Y lo hicimos en la plaza, el
escenario de carcajadas y sudores infantiles, con una granizada de limón en el
kiosko de Santa María.
Me he dejado atrapar. Por fin. ¿Sabes una cosa, pero
que no se entere nadies? Cuántas veces deseaba que me pescaras… Ya de “tu rubio”
queda un pelachito, pero, si quieres, y aunque haya distancia física,
ya no te soltaré. Cuenta conmigo. Un gran beso Mª Ángeles.