martes, 30 de junio de 2015

JET-LAG EMOCIONAL


Casi sin tiempo ni para rascarme la oreja, el domingo y ayer me zampé en Mariscal Benavides para su fiesta patronal. Bautizos, mucha gente, caballos bailarines, cohetes, cuy... y una mijita de aturdimiento, ¿eh? Volver no es como pasar de pantalla.

Un poco solo y algo silencioso colocaba mis cosas. Con el paladar del corazón impregnado de mi familia y mis amigos, mi mente rimando con las cosas de allí y el cuerpo desconcertado. No solo el cuerpo. Resulta que hay nombres que me cuesta recordar, doy dos besos en vez de uno, las palabras me salen a tirones y con un asombroso acento gringo-castúo...

Ha sido nomás un mes larguito, pero me he metido tan intensamente en "mi mundo" de allá que ahora me cuesta desentumecerme, superar el jet-lag de la cabeza y de los afectos, volver a centrarme y a "entrar en harina".

Me ayuda que la gente se alegre de verme. "Le hemos estado extrañando, padrecito". Me ayuda que la familia de Augusto se empeñe en invitarme a almorzar y pueda disfrutar de la compañía y la conversación de sus dos bellas e inteligentes hijas, Lis y Nilma. Me ayudó ir con los muchachos de la JEC a ver el partido Chile-Perú en Elenita y ahogar juntos el disgusto en mate de coca. Y como no, tomar un cafesito en casa de Wilder y Giny, que así me dan la bienvenida sin palabras.

"Hablo contigo y ya no sé si estás aquí, allí o dónde", me dijeron ayer desde España por teléfono. Pues imagínate yo. Y Glafira me ha escrito: "Viajar es bonito pero el pre y el post son complicadísimos. Ánimo. Tardarás otro mes en igualarte... ja, ja, ja....". Y sí, me noto extraño, como un náufrago deambulando por ninguna parte, un poco fuera de lugar y muerto de sueño a partir de las 5 de la tarde. Con una laceración en mi meollo: echo de menos a los míos. Y cuando me dicen: "Entonces usted ya va a permanecer, ¿diga?", se me conjura una nube de tristeza que me aturde.

Ya llueve menos en Mendoza. Ya estuve con los chicos de Confirmación en las "Buenas tardes", ya atendí a Milagros, contesté a mil llamadas, puse reuniones, cambié de fecha otras, abracé a la hermana Panchita, me metí con Helí, recogí mi maleta, di al profe Echegaray sus latas de mejillones en escabeche, saludé por la calle y salí a tomar una cerveza con Nico. Fui incluso hasta Chontapampa esta mañana y nos reímos con los niños de la escuela. Poco a poco tendré menos sueño y la resaca de cariño paisano irá pasando.

Pero el mordisco de la separación y la melancolía de la ausencia, ¿cómo se superan?

jueves, 25 de junio de 2015

LA TERCERA ESTROFA


"Ya lo sé, la visita es muy corta / su llegada ya sabe a un adiós". Así dice. Y qué verdad es.

Termina este mes prodigioso. Demasiado corto, y por tanto muy atropellado, vertiginoso, acelerado. Quería hacer un montón de cosas: acabar mi curso, estar con mi familia, ver a mucha gente, pasar por mis pueblos, despedirme de mi tío Víctor... Y ahorita, en la calma nocturna, mis maletas observando como en otras madrugadas, sospecho que nada he hecho del todo bien.

Disculpad los que me habéis llamado y queríais darme un abrazo pero no ha sido posible: Merche, Inma García Rosales, Miguel Ángel el aberroncho, María Luz Medina, Jose Docampo, Saleh, Belén, Lucre, Guadalupe... Perdona, Rosi, por no haber podido dedicarte más tiempo; lo mismo que Ana Llanos. Y también Manolo Hurtado, por mi ausencia en tu ordenación.

Y las clarisas de Zafra, que se quedaron esperando. Las dejé plantadas porque, de todas las despedidas, la de mi tío Víctor está siendo la más larga y la más dolorosa, y el tiempo que he estado a su lado tenía valor doble, ya que para él la eternidad está amaneciendo. Perdón, hermanas: sé que lo comprendéis.

Hace dos años, en mi viaje de reconocimiento a Perú, le pregunté a Antonio Sáenz si con la veteranía misionera uno se acostumbra a decir adiós a los suyos. Nunca olvidaré lo que me contestó: "cada vez es peor", me dijo. Es tan cierto que podría incluirse en la tercera estrofa. Madre mía; cómo duele. Ha habido momentos en que sentía que me iba a explotar el corazón. Lo que cuesta subir al avión de nuevo...

Pero voy con ilusión. He descubierto que tengo gente a quien llevar regalos, señal de que en este poco tiempo se ha pergeñado algún lazo. Gracias a los que me esperáis, y gracias de todo corazón a los que, como yo, intentáis pactar con el pesar de estas ásperas lágrimas. "Al salir se dejó en su casita / un pedazo de su corazón". El amor, que es lo más grande de la vida, nos mantendrá unidos y burbujeantes. Siempre.

viernes, 19 de junio de 2015

EJERCIENDO DE MISIONERO


Quieras o no quieras, estás identificado y etiquetado en el cliché de "misionero". Para bien y para mal. Yo mismo lo he hecho siempre, desde pequeño: veía a los misioneros como héroes. Incluso creo que así empezó todo: en una charla que nos dio un salesiano que venía de África (esta mañana lo comenté con mi amigo Toni Gama): las plumas, las lanzas, las diapositivas... y aquel hombre legendario... Jaja, qué tontería.

El regreso trastoca incluso la percepción física: todo el mundo te ve más delgado. Así que, allá por donde vas, te embrocan un montón de comida: "come bien, que luego allí...". Parecido a los condenados a muerte, que pueden disfrutar de sus platos favoritos, jejeje. Mi madre me somete a un inexorable proceso de engorde, como los guarros. Y yo no me quejo mucho, desde luego.

Vas de un lado para otro como el rayo meteoro (reproche de mi madre. ¿desconfía de mi dieta los días que salgo?), hay gente que te quiere conocer y hablar contigo, aparecen llamadas inesperadas, y tu agenda, lejos de tener telarañas, se colapsa. Y así pasas por diferentes oficinas de ONGs, contactas personas interesadas en la pobreza, conversas sobre posibles proyectos futuros, intercambias ideas... Siempre eres visto como el que vive y trabaja allí donde es necesario que la solidaridad se materialice, y eso es bonito.

Hay momentos en que parece que estoy en el día de mi boda, la gente me da sobres con plata, jaja. Los agarra uno entre agradecido e intimidado, transido de una responsabilidad estimulante: ser cauce de compartires concretos, ser canal de dineros que pasan por ti porque el donador confía en que así llegarán a su destino. A veces lo dejan a mi criterio (eso da vértigo), y otras veces no es para alimentos, medicinas o penurias graves, sino para que niños pobres tengan algún regalo de reyes. Me casco el turbante de Baltasar y al tajo, tarea bonita y delicada.

Pero normalmente el disfraz de misionero consiste en las sandalias y la barba. "Si le veis con la barba florida / si le veis tostadito del sol / dadle todos cordial acogida / porque es un misionero español". ¡Cómo nos gustaban las canciones misioneras del padre Carreño! Azuzaban la imagen romántica del misionero-personaje mítico, paradigma de radicalidad, entrega y sacrificio... Después de soñarlo mucho, hoy lo veo desde el otro lado y declaro que ser misionero no asegura nada. Está hecho uno de la misma pasta que todos, se monta en el avión con una carga estándar de limitaciones y pecados.

Estás leyendo esto y quizá te asoma la misma cara de decepción que provocan muchos de mis relatos. No hay demasiadas aventuras increíbles, no vivimos en chozas en medio de la selva. Mis dos compañeros y yo tenemos una casa con luz, agua caliente y hasta internet, toma ya. Trato de acompañar a la gente donde Dios me ha puesto, normalmente perdido en una cultura extraña de un país extranjero, y por tanto en otra onda de parámetros de eficacia. Ni mucho menos pretendo solucionarle la vida a nadie. Hago buenamente lo que puedo, y si por el camino ayudo a alguien, pues estupendo. Igualito que aquí en España.

Me invitó Laura Abascal a hablarles a los niños de 5º y 6º. Les dije que yo había sido hace años uno de ellos, y me aposté a que no me encontraban en la orla de COU, donde tengo pelo. En vez de telas de colores y filminas, había pendrive y cañón digital, pero ellos me miraban con los ojos como platos. Me plantearon preguntas muy inteligentes (hay adultos que no aciertan a hacerte una sola pregunta) sobre la misión, sobre cómo me siento, por qué estoy allí... y creo que interpreté con acierto ese capítulo del guión. Lo llevo bien.

Acepto el papel de misionero = "desplazado a un país pobre para ayudar a la gente", porque creo que es un perfil de iglesia que conecta con muchos valores, inquietudes y talantes. Eres una persona-signo, te guste más o menos. Hay quienes no te lo perdonan (ese tema, para otro día), pero en general despiertas admiración. Es divertido porque yo me siento el mismo de siempre, igual de tonto, nada especial. Sé que es así. No soy mejor que nadie. Por más plumas que haya que ponerse, "que sepas que ser, eres", como dice José Mota.

Ya ha llegado el misionero / ya volvió de tierra extraña / y otra vez cruzó el mar fiero / para ver el sol de España. Esto es del estribillo; la estrofa tercera, en la siguiente entrada.

lunes, 15 de junio de 2015

GRACIAS A ATALAYA


Había tortilla de patatas, chorizo, croquetas y empanada de bacalao hecha por Grabiela. Había, sobre todo, mucho cariño en Atalaya, cariño que resiste todos los cambios, idas y venidas, viajes largos y lluvias. Un cariño que se materializa en sencillo encuentro de Eucaristía y mesa compartida.

Allí estaba Sofía Franco Castillo con su guitarra y sus sobrinas Lucía y Marina (que hizo su segunda comunión) con su mamá Mª del Camino; estaban las titas Toni y Pepa (Valle, ¿dónde te metiste, sinvergüenza?)), estaban las hermanas gemelas, y por supuesto Mercedes y el resto del coro. Isabel Mª, Sandra y Esther grandísimas, y Manoli y José Antonio enseñándome fotos de la Bicha y de Jose en Manchester. Ignorando el desgaste del tiempo que ha pasado desde que salí de Atalaya (7 años ya) porque el amor es un perfume que coloniza el corazón y lo siembra de alegría.

Siempre me invitan en Atalaya a presidir la Eucaristía y echar un rato con ellos. Voy en la novena de la Virgen de las Nieves, a veces en San Gregorio, he ido a varios entierros y acontecimientos... Es la relación de un párroco con su antigua parroquia, una relación singular atravesada de recuerdos pero tejida, sobre todo de agradecimiento por el bien que nos hemos hecho mutuamente. Cuando regresé de Níger hecho polvo sentí la necesidad de ir a Atalaya a contar qué me había pasado; y el domingo, con mucho gusto, les expliqué que me encuentro muy bien en Perú.

Porque los talayejos son parte esencial de mi proceso, de las caídas y amaneceres de mi vida como cura de pueblo y como misionero. La iglesia, preciosa, hecha por todo el pueblo, es la expresión de la valía de esta gente, humilde pero fuerte, perseverante en la acogida y ante todo generosa; generosidad para que todos sus curas quepamos en su entraña, sin distinciones ni comparaciones. Esas vidrieras pletóricas de color son el paisaje de heridas restañadas y amarguras domadas por una comunidad pequeña pero palpitante.

Por eso sé que a Carmen le brotará de nuevo la sonrisa, como a su hermana Manuela, y a Puri, si retoma su cita a la vera de Goyo. Gracias, Carmen, por venir. ¡Gracias Atalaya! Gracias a su párroco Jose Rubio por la delicadeza de invitarme; gracias por hacerme sentir querido incondicionalmente. Leandra, tú de vez en cuando me das un telefonazo a Mendoza; ya sabes, por si el morrillo se me tuerce... Para recordarme que las alpacas de trigo siguen siendo amarillas y en Atalaya yo sigo teniendo mi casa.

jueves, 11 de junio de 2015

HAY VISITAS Y VISITAS


Estábamos en Sevilla Ángel, Lolo y yo. Habíamos ido a hablar de proyectos presentes y futuros para nuestra parroquia de Mendoza, y la última reunión de la mañana acababa de terminar en la casa inspectorial de los salesianos. "Don Antonio Montero vive aquí mismo" - dijo Ángel. "¿Y si nos acercamos a saludarle?". Dicho y hecho. Allí nos presentamos de improviso, a las dos menos cuarto de la tarde, casi 35 grados de temperatura, y sin imaginar el momento tan entrañable que nos esperaba.

El arzobispo emérito de Mérida-Badajoz (bueno, uno de los dos), nos recibió en chándal, afable y conversador. Tiene ya 86 años, y su cuerpo da muestras de desgaste y debilidad; el comentario siguiente sería algo como "aunque la cabeza la tiene estupendamente", pero yo prefiero decir que su corazón continúa sabio en acogida y amabilidad, y macerado en la humildad que da lo vivido en cantidad e intensidad.

Lolo y yo tuvimos que estimular resortes de su memoria, pero con Ángel se comportó como un verdadero hermano; de los tres, es su choche, como dicen en Perú. Nos preguntó a cada uno por lo nuestro, y se manifestó contentísimo de que se sigan cubriendo "los primeros puestos de la diócesis", que para él son los de las misiones. Sus hermanas nos pusieron unas cervecitas y un aperitivo; el obispo hablaba y Lolo se levantaba cada vez para ofrecerle el plato de jamón. Todo muy natural, como en casa, con suave familiaridad.

Y sin embargo, la mano que sostenía el vaso mostraba el anillo. Surfeando por las risas, yo miraba fascinado a este anciano, que se mueve ya con dificultad, disfrutar simplemente de una visita cordial de viejos conocidos. El padre del periodismo religioso español, conquistador de la sencillez por carácter y por sensibilidad, sin aparente esfuerzo; el fundador de PPC y Vida Nueva, a salvo de la erosión de la vanidad (http://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Montero_Moreno); el muñidor de destinos, el jefe y gestor de grupos, triunfante de la sorda batalla contra la soberbia serpentina y la resaca del poder.

Creo que porque siempre fue pastor, ésa es su vocación: no príncipe, sino pastor que narra historias y vidas. El pastor, cuando es viejo, no está vencido, está cansado, pero satisfecho y tranquilo. Conmigo fue obispo bueno y dialogante, abierto a la novedad, generoso en dar confianza; y muchos de mis compañeros dirán lo mismo. Por eso en sus ovejas no hay más que admiración y agradecimiento, pero sin estruendos, a su medida serena; y hay ganas de verle, de charlar con él, recordar tiempos pasados y disponerse a aprender.

Porque dice que, aunque está liado escribiendo sus memorias, ahora sigue la actualidad de la iglesia y la sociedad españolas con más finura que antes. "Pero os quedáis a comer, ¿no?". Nos resistimos, pero con la boca chica: ¿cómo dejar escapar esta ocasión de estar más rato con Don Antonio? Sus hermanas Cloti y Josefina, encantadoras, enjaretaron sobre la marcha una comida campechana pero deliciosa, por la conversación y la cordialidad que la aderezó. Con el gazpacho servido nos hicimos esta foto para no olvidar.

Para recordar que "es necesario que Él crezca y yo disminuya" (Jn 3, 30), y que los hombres auténticamente grandes son los que hacen carne suya esta Palabra. Don Antonio, menguante pero sonriente, es un gigante de la fe y de la vida, y no hay mitras suficientes para homenajearle. Gracias, Don Antonio por ese ratito; fue un honor sentirnos parte de su familia. Usted nos ayudó a ser lo que hoy somos: ¡gracias!

PS: hace un rato, al regresar de Calamonte, me he dado cuenta de que he aparcado el carro en la avenida "Antonio Montero, Arzobispo", jaja. Como tantas veces. Toma castaña. Él con las zapatillas de andar por casa y nosotros con las sandalias.

viernes, 5 de junio de 2015

EL AMOR QUE DESCIENDE DE ARRIBA


Ha concluido la novena promoción de la Escuela de Ejercicios de los jesuitas de Salamanca. Una aventura por los entresijos de los Ejercicios de San Ignacio que ha durado tres años de apasionantes descubrimientos, y uno de ellos es que el amor que desciende "de arriba" (Ejercicios 184) viene para quedarse y está por aquí, entre nuestras cosas, y llega, sobre todo, por lo humano, a través de los demás.

El curso tiene dos sesiones presenciales al año, una en la semana de la ceniza y otra a finales de mayo o principios de junio. Llegábamos el domingo por la noche procedentes de toda España, y también de Argentina, Portugal, Méjico, Polonia, Colombia... y hasta Perú. Nos conocimos por los pasillos de la casona de los jesuitas y enseguida se creó entre nosotros un vínculo curioso y especial: compartir el conocimiento de algo único, incorporarnos a una tradición de estudio y reflexión, y recibir un encargo: "ayudar" a otros (Ej 18).

Cinco días a tope: clases, lectura y estudio personal, trabajos, prácticas, reuniones de grupo, plenarios, debate... Con la cabeza echando humo salíamos cada noche como caballos desbocados a saturarnos de la belleza de la Plaza Mayor y jincarnos un helaíto, mientras conversábamos y nos reíamos con anécdotas del día. La "inmersión" era tan intensa que los chistes, las gracias y hasta algún mote iban revestidos de expresiones ignacianas; que se lo pregunten por ejemplo al "enemigo de natura humana" (Ej 325), que se llama Rosa, jeje.

Hemos tenido excelentes profesores. De entre ellos hay que destacar al padre Avelino Quijano, que con 80 primaveras en el zurrón es alguien que vibra con los Ejercicios y no deja de aprender y de enseñar con su bondad. Pero lo más hermoso es que el saber nos ha llegado de unos a otros, horizontalmente, ha sido una experiencia de descubrimiento común, un sentir y gustar (Ej 2) juntos, un enseñarnos mutuamente, con naturalidad, compartiendo sencillamente nuestra vida.

Entre nosotros ha habido nacimiento de bebés, enfermedades remontadas, confidencias, galletas a todas horas, acompañamientos espontáneos, fluir de ideas y hallazgos, decisiones de vida, y sobre todo mucho cariño. En esta última sesión hemos trabajado la Cuarta Semana. Al final, los Ejercicios vienen a descubrirnos que la alegría más grande y más sana es cuando gozamos con la felicidad del otro. Pues yo he disfrutado viendo a mis compañeros disfrutar con esta formación, "aprovecharse" (Ej 350) y crecer.

Los Ejercicios son “para la vida”, pero la cosa va mucho más allá: los Ejercicios son la vida misma convertida en camino, estrategia, encuentro e intuición. La sabiduría que San Ignacio cristaliza en ellos se reinventa cada vez que una persona la interpreta, la hace suya y la plasma en gestos, palabras, opciones, sensibilidad y acción. Es “la vida de Cristo Nuestro Señor” (Ej 261), “la vida verdadera” (Ej 139), que vuelve a encarnarse (Ej 109) en cada tiempo, como don que desciende “de arriba” (Ej 184. 237) y se hace nosotros, se hace nuestro y para nuestra plenitud.

Gracias a mis compañeros por ayudarme a acceder a este “conocimiento interno” (Ej 104). Gracias a San Ignacio por crearlo, gracias a la Escuela por saberlo transmitir y gracias al Señor por regalarlo y comunicarlo.

lunes, 1 de junio de 2015

CALIBRE 45



Muchas GRACIAS a todos los que me habéis felicitado por mi cumpleaños: estoy todavía un poco abrumado. He contestado a todos los whatsapps, y voy a intentar hacer lo mismo con los mensajes en el face, aunque no se si me va a dar tiempo.

Leo lo de Fórmula 44 del año pasado y siento que el salto que me disponía a dar ha ido bien. Pero no porque yo sea mejor, sino porque con 45 tacos llegas a un calibre. Me siento menos protagonista de mis propias cosas y más una especie de expresión viviente de la novela de José Luis Sampedro "El río que nos lleva".

Vivir es menos hacer y más recibir, no tanto buscar como contemplar. Aceptar. Una rendición, decía Xavier Melloni, un acatamiento amoroso, una apasionada pasividad. El idioma de la vida es agradecer. Y celebrar.

Es bacán recalar en el calibre 45. Se hace suavemente, despasito y sin resentimiento. En paz conmigo mismo. Apoyado en mis cariños y con todos los poros del corazón de par en par. Libre de la necesidad de "salvar el mundo", con la expectativa siempre encendida y el disfraz de ombligo universal en el fondo del armario. Todo está bien.

Gracias de nuevo. De todos los regalos de este año, elijo estas palabras por hermosas y por ciertas:

UNA VIDA DE ESPERANZA

Una vida de esperanza
un camino con paciencia,
tu cansancio es la alegría
de los niños,
la euforia de una meta
de ese anciano desgarbado
por el llanto de su tierra.

Pasa el tiempo, la distancia,
no hay problema;
tu sonrisa llega a todos
bendecida, muy serena
tienes vida, mucho amor
y la fuerza del gran Dios.

Mírate,
en mis ojos de esperanza
cuando sientas la penumbra
todo es día, todo es calma
quince años de una vida,
esa vida dulce, cálida
tu coraje, valentía
nunca albergues
la añoranza,
amigo no hay distancia.

Una brisa, viento fresco,
peruano
quince años de alegrías,
corazones, grandes logros
aventuras y alguna lágrima;
no te aflijas, no estás solo
ya lo sabes,
sube, GRANDE
lucha, gana
que la suerte tiene nombre
esa suerte te acompaña.

Desde España a Mendoza
desde el corazón y el alma
vives, sueñas
acompañas,
ahora es siempre todavía
ahora tienes, sí,
una vida de esperanza,
una amiga que te quiere
y un susurro que te calma.