Es, pues, un cambio natural lo que va a ocurrir (se marcha
uno y llega otro), pero en este caso es un acontecimiento singular e histórico:
la época de los sacerdotes españoles en Mendoza ha terminado porque los
peruanos ya pueden, por número, por preparación, por capacidad y por
experiencia, hacerse cargo de nuestra parroquia. Y aquí he de decirles algo
porque sé que hay gente que se alegra de que por fin los españoles nos vayamos
(ese racismo que está ahí latente y de vez en cuando aflora): no olviden nunca
lo que los padres españoles han hecho por esta parroquia y por esta provincia.
El p. Toño, el p. Antonio León, el p. Fede, el p. Lolo, el p. Ángel, el p.
César que es el último (“como un aborto” dice San Pablo en 1 Cor 15, 8), el que
menos tiempo he estado y el que menos mérito tengo, desde luego. Los padres se
marcharon de su país, se despidieron de los suyos y llegaron a un lugar extraño
para ellos; tuvieron que acostumbrarse a todo: la forma de hablar, la comida,
el clima, las costumbres… Casi “nacer de nuevo” (Jn 3, 3), y les aseguro que es
muy difícil: echas terriblemente de menos a la familia, hay momentos en que se
te hace durísimo, pero todos hemos amado a esta tierra, a estas gentes, y nos
ha merecido la pena el sacrificio.
Los padres, mis compañeros, han hecho mucho por Mendoza. El
p. Toño renegón, bravuncho, cuánto trabajó en sus primero años y ahora, apoyó muchísimo,
puso luz y agua en hartos pueblos; el p. Antonio León parecido, estuvo 13 años
acá, el p. Federico 10 años, con su carisma, ellos armaron la parroquia tal y
como es hasta hoy; el p. Lolito en su moto con la perra Luna, el p. Ángel
viejito pero valiente y compasivo… Los padres entregaron su vida entera, dejaron
sus mejores años en esta tierra bendita de Huayabamba, su quishibra* está
enterrada en la entraña del valle para siempre. Recuérdenlos con cariño y con
gratitud, jamás los olviden por favor.
Y si a mí me consideran entre ellos, estaré orgulloso y
emocionado. En mi caso, he estado poco tiempo y no he logrado nada importante: disculpen
la pequeñez. He trabajado un montón, con mucho entusiasmo desde el primer día. Seguro
he cometido errores, y de repente he tomado decisiones difíciles que han podido
molestar a algunos, o no he tratado a alguien todo lo bien que se merecía… a
todos les pido perdón. Nunca puedes caer bien a todo el mundo, pero en general
sé que la gente me quiere y me lo ha demostrado, y estoy muy agradecido. Disculpen
que me marche; nadie me bota o me obliga, no es porque esté amargado o por nada
malo, yo me voy porque creo que es lo que Diosito me pide.
Pero no me voy a España, me quedo en Perú. Porque yo amo el
Perú, esta gente, estos cerros, estos ríos, estas sonrisas, este cielo azul. Y
lo amo porque he vivido en Mendoza, acá he aprendido a amar el Perú. Tengo un compromiso acá y
pienso quedarme muchos años para compartir la vida y el destino de nuestro
país, que ya siento como mío. Así que estaré cerquita. Todos están invitados a
visitarme en el Amazonas, les voy a poner suri para almorzar y paiche y lagarto
para cenar, jaja. Y a mí, ¿me invitan? No hace falta, porque yo pienso venir a
verlos, no se van a librar de mí tan fácilmente.