jueves, 27 de junio de 2019

ME TOCA COCINAR


Cuando llegué a Islandia hace algo más de dos años, mis compañeras, que me ganaban por un par de meses, me preguntaron si yo quería entrar en el turno de cocina. Les dije que “sí, pero entonces se tienen ustedes que comer lo que yo prepare sin reclamar”. Y así, por necesidad, fue como empezó mi aprendizaje amazónico de cocinillas novato pero voluntarioso.

No es que estuviera en blanco, porque diez años viviendo solo en los pueblos te espabilan, pero mi mamá siempre me congelaba muchas delicias de las suyas: paella de garbanzos, caldo, canelones, judías con chorizo, etc. ; de manera que entre esas ayudas y los días que almorzaba con mis compañeros, me las apañaba la mar de bien. Puede decirse que superaba las primeras pantallas o el nivel principiante: pasar carne o lomos de salmón, huevos fritos, garbanzos guisados, tortilla, verduras rehogadas, lentejas y demás cosas rápidas y simples.

Pero esta vez se trataba de armar la comida para seis personas: harina de otro costal. Desde el principio me di cuenta que ellas sacaban siempre cuatro platos: ensalada, arroz, frejol (como buenas brasileras) y una carne o pescado. De modo que me armé de valor y me puse a ello. La tarea comienza poniendo el desayuno: ir a buscar pan, hacer el café, sancochar maduros, cortar papaya. Recién terminamos de desayunar y la emprendo con el almuerzo: me paso la mañana entera en la cocina. Esta gente se burla un poco de lo lento que soy pero es lo que hay.

Primero hay que salir a comprar los ingredientes necesarios: verduras, pollo, carne de res o pescado si se encuentra. Me coloco el delantal (que también soy el único que lo usa) y al lío. Mi Tita me pasa recetas por whatsapp, y yo voy trabajando y de vez en cuando le pregunto dudas, que ella me resuelve. “¿El sofrito tiene que estar muy rendido o poco?”; “¿cuánto vino blanco le echo a la carne antes de cocerla?”, etc. Menos mal que está ella, pero a veces la señal se vuelve chueca y hay que sobrevivir como se pueda guiándose por la propia intuición.

Es la primera vez que siento la responsabilidad de alimentar con calidad a una familia entera… no puedes hacer cualquier cosa para salir del paso (mami, ahora te comprendo, ¡que estrés!). De modo que, entre la inexperiencia, los experimentos y mi lentitud, muchos días la cocina es una carrera contra el reloj, como en Masterchef. Y un agobio cuando unos frejoles no se cuecen, algo se quema, el pescado no sabe a nada por más sal que le pones o estos filetes siguen durillos tras varias vueltas por la olla a presión… y solo queda una hora para mediodía.

Yo cocino más platillos españoles y menos arroz (con el que tengo mis desencuentros), así que observo si mis compañeras arrugan la nariz y también aprecio la cantidad de alabanzas (por supuesto jamás dirán que no les gusta) para saber si algo ha triunfado o bien es mejor darle unas vacaciones, como a mi corbata amarilla con dibujos de rinocerontes. Tenemos paladares diferentes, pero procuro arreglar cosas que les sepan ricas. Los mayores éxitos: tortilla de papas, ternera estofada con yuca, pollo al limón, carne con tomate y pescado al horno. En cambio el salmorejo mejor lo dejamos para otro año.

Debo decir que me encanta hacer de chef, sobre todo cuando tengo tiempo. Supongo que viene un poco de mi carrera (química), en la que te tiras días y semanas en el laboratorio mezclando, calentando, adicionando, colando y pesando. Cocinar es una experiencia muy bonita, que me iguala con tantas personas normales y me hace sentirme tan satisfecho como cuando me sale una bonita homilía o una reunión con los jóvenes resulta redonda. Todavía no me he atrevido con la huangana, el majás, la carachupa, el sajino o el pirarucú, pero que tiemblen los de las estrellas Michelín.


viernes, 21 de junio de 2019

NARCO-BAUTIZO


Después de año y medio de preparación y varias visitas, tocaba Bautismo en la zona roja. Y tenía que ser sí o sí en estas fechas de mediados de junio, porque dentro de un par de semanas -como mucho- el nivel del río bajará tanto que ya no se podrá entrar en esas quebradas situadas a un par de horas de la boca del Yavarí. De modo que programamos un sábado ida y vuelta el mismo día, cosa rara por estos pagos.

Se puede hacer en Mendoza con el carro o la moto, pero acá solo es posible si viene a recogernos un fórmula 1 del río, una chalupa de aluminio de 10 metros con un motor de 150 CV, ¡wow! Como una bala surcamos hasta adentrarnos en ese laberinto de aguas negras, escondite habitual de los cocaleros (ver "Zona roja" - 25 de enero de 2019) hasta la comunidad de San Mateo. El que nos llevó en su Ferrari era “el padrino” de uno de los bautizandos, y lo pongo entre comillas porque su pinta era como la de esos matones de las pelis mafiosas de Marlon Brando pero en versión selvática.

Como era previsible, nada más llegar nos invitaron a gaseosa a pesar de que eran apenas las 9:30 de la mañana. La escuelita del pueblo estaba limpia y ordenada, y solo hubo que alistar los aperos propios de la ceremonia: bandeja con agua, toalla, óleos. Los invitados fueron acudiendo, aparecieron un par de trajes de mini-novia, marinero y princesita, a juego con la decoración a base de globos de colores y banderines de feria. Y claro, la guitarra, porque a esta peña lo que más le gusta del mundo es cantar. De modo que me tocó de nuevo hacer de hombre-orquesta.

Durante el momento de la foto de familia me sentí como en una de esas fiestas de don Corleone, aunque esta vez no se veían cacerolas cociendo pasta básica ni armas. ¿Qué le puedes decir a esta gente, toditos involucrados en el raspado de coca y algunos seguro que en el tráfico? Pues… que se tomen el Bautismo en serio, que sean honestos y se porten bien con los demás, etc. No se puede estar constantemente condenando a campesinos que ven en ese negocio una solución fácil para sus economías precarias.

A todos nos invitaron a arroz con gallina, que estaba buenazo y que disfrutamos bajo una lluvia torrencial. Y con gaseosa, claro. Un poco más tarde jugaba el Perú, así que nos quedamos a verlo. Uno de los papás se acercó a mí a preguntarme: “Padre, ¿podemos tomar una cervecita?”. “Claro” – le dije, “yo también voy a tomar”. Si hubiera dicho que no, estoy seguro de que no habría asomado ni una botella; es curioso el respeto –lindando con el candor- del personal.

Se pueden figurar el cuadro: todos los del bautizo siguiendo el partido por la tele, animando y riendo, y las chelas circulando. Digno de un día de picnic en una hacienda colombiana de la serie de Pablo Escobar: los jefes, los amigos, las mujeres y los niños de todos, los guardaespaldas… jaja. Hasta los abuelos: el patriarca, que es la única persona de la cuenca del Yavarí que se confiesa, y la “Morena” que estaba cocinando y ni siquiera asistió a la misa.

Cuando llegó la hora, y aunque el chofer creo que estaba un poco pasado de rosca (menos mal que por el río no hay Guardia Civil), emprendimos el regreso. Otro chubasco nos persiguió y tuvimos que detenernos en un recreo que hay por el camino, un albergue turístico muy lindo donde la dueña, la señora María Elena, nos invitó a un rico café brasilero. Ella también había sido madrina en la mañana. Al ratito, casi al caer de la tarde, estábamos de nuevo en Islandia sanos y salvos. Una jornada sencilla pero plena.

sábado, 15 de junio de 2019

YANASHI


Allí no se llega por casualidad, porque no está en el Amazonas grande: hay que entrar a una quebrada una hora río arriba desde Pebas y, después de un rato de navegación, aparece este centro poblado, sede de uno de los puestos de misión de nuestro Vicariato. Era la primera vez que iba, y también para apoyar el encuentro local de animadores de comunidades.

Sobre la fachada de la iglesia, un rótulo: “50 años compartiendo el Evangelio. 1964-2014”. Es pues una presencia con solera y trayectoria, fundada en la primera época de los misioneros canadienses, las ursulinas y los franciscanos. Como además no se ven demasiadas sectas ni hay israelitas por allí, podría decirse que es lo más parecido a una pequeña “cristiandad amazónica”: la Iglesia católica tiene una posición de predominio en la población y su entorno.

Se intuye al conocer el colegio de las religiosas, imponente y prestigioso, bien implementado y con alumnos de todo el distrito. Cuando paseo por aulas y patios, varias personas me preguntan si “vienes a reemplazar al padre Rafa, ¿verdad?” (Rafa fue trasladado en febrero). Allí mismo y por la calle, caminando por la vereda, los vecinos me saludan y me llaman “padre” con naturalidad y costumbre, nada que ver con Islandia, donde el sacerdote es una cusiosidad o una anomalía que la gente no descrifra.

La inundación en Yanashi es anual y dura dos o tres meses, todas las casas tienen su marca del nivel que este año alcanzó el agua y durante el tiempo de crecida hay que desplazarse por el pueblo en canoa. La iglesia se halaga (como se ve en la foto) y también la plaza de armas, la larga calle junto a la quebrada y muchos edificios. Las actividades pastorales deben retrasar su inicio hasta finales de mayo. Pero todos dicen que ya están acostumbrados (qué remedio).

El encuentro de animadores tuvo representación de unas 30 comunidades, aproximadamente la mitad de las que pertenecen a esta parroquia. Los había veteranos, como en San Pablo, pero también participaron ocho o nueve jóvenes de Huanta, un grupo muy majo, se están preparando para ser catequistas. Una esperanza en esta época de bajada de la animación de las pequeñas comunidades por falta de reemplazo de los responsables clásicos, la crisis de la Iglesia en su versión selvática.

Apenas estuve en Yanashi dos días y medio, pero en ese poco tiempo llegaron a “casa del padre” varias personas. Algunos con problemas económicos; otros a pedir consejo ante una situación difícil; el alcalde a llevarme para bendecir una obra que iban a inaugurar (me tuve que cambiar de ropa e irme al toque, ya estaba la gente esperando…); y también hubo quien sencillamente quería conversar. Hay acá muy buenos laicos, gente de gran calidad humana y formación, acostumbrados a la responsabilidad, con recorrido, curtidos en mil batallas… Emérita, José, Juan Pablo, Mauro, Tania, Jarve… han visto pasar a muchos misioneros y ellos quedan, fieles e incombustibles.

El domingo me encontré con la iglesia, grandaza, casi llena. Reflexionamos y celebramos el mandamiento principal, había guitarra y bombo, animador y lectores, pero la colecta apenas alcanzó los 20 soles, una miseria. Al final de la misa les dije unas palabras; primero que estoy seguro de que Monseñor Javier les enviará otro presbítero en cuanto tenga oportunidad (aplausos); y segundo que, ya que se da la circunstancia de que no hay más misioneros extranjeros en Yanashi (las ursulinas actuales son todas peruanas, dispuestas, activas, serviciales y un encanto), es urgente ponerse las pilas y concienciarse de que la parroquia hay que mantenerla entre todos. Antes los padres tenían plata y ellos se encargaban de los gastos, además de darle a la gente; ahora es otro momento y se necesita que todos colaboremos, es nuestra iglesia y nuestra pastoral (aquí no hubo tantos aplausos).

La verdad, me encantó Yanashi, le veo bonitas posibilidades. Si alguna vez me toca, iré con mucho gusto. De todo el Vicariato ya solo me queda un puesto de misión por conocer: Soplín Vargas, en el Putumayo. Y pienso ir más pronto que tarde.

domingo, 9 de junio de 2019

MOCOS EN LA QUEBRADA


Hacía tiempo que no me ponía malito en pleno recorrido, desde la época del resbalón en la montaña de Mendoza, creo recordar. Ha habido algún episodio suelto de dolor de cabeza o algo de fiebre pasajera, pero nada que me impidiera misionear con normalidad. Hasta la otra semana en el país de los Ticuna: vaya gripa inoportuna y pestosa.

Acá se llama indistintamente “gripe” o “gripa” a los catarros fuertes de nariz, infecciones de garganta o de las vías respiratorias. Todo empezó con dolor al tragar; “ya me he enfriado en el bote que me ha traído de Yanashi” – pensé sin darle más importancia. Pero al despertar en Yahuma primera zona me dolía mi cuerpito, de modo que empecé con los paracetamoles que siempre llevo conmigo. Sin mucho resultado.

La segunda noche transcurrió entre estornudos y mocos. La tercera ya no dormí nada, sin poder respirar. Pasé los días en Barranco y en San Francisco con el cuerpo destemplado, variando de ardiente a frío, sudando a mares y gastando rollos enteros de papel sonándome la nariz. Por las tardes, cuando el sol golpeaba sin piedad, era como si me atropellase “La Gran Loretana”: no tenía fuerzas ni para moverme. Qué feo.

Solo quería meterme en la cama. Pero no había cama, ni ningún sitio para descansar. Uno de los días armé mi carpa a las 11 de la mañana y me tumbé ya en el colchón. Sin ganas de comer, nomás que me dejasen ahí quieto. El calorón húmedo de la selva cuando estás febril todavía te aplasta más. No hay posta, el médico más cercano está a 7 horas, no está mamá para que me prepare leche con miel y limón; no hay leche, ni miel, ni limón. Ay. Ajó mi niño, ajó.

Jejeje. En días de esos, meto la cabeza dentro del casco, como los motelos*, no digo ni mu y que me dejen tranquilo. Menos mal que mis compañeras ya me conocen, y Emilia no se asusta incluso cuando ni galletas y capuchino quiero comer,  síntoma verdaderamente grave. Aun así te las apañas y sobrevives. A base de tomar bastante agua y agotar las reservas de ibuprofenos itinerantes. Y hay que estar en las reuniones con la gente, celebrar la misa cuando toca, dar una charla… Porque son dos o -como mucho- tres visitas al año a cada comunidad: ¿cómo no vas a aprovechar ya que estás ahí? La final de la champions sales a jugar cojo si es preciso.


En fin. Que se pasa regular na más. Pero calamidades aparte, resultó una visita muy interesante. En todos los lugares hubo buena participación de niños y mayores. La profe de Yahuma I iba traduciendo con mucha eficacia mientras pasaban las diapositivas del tema “Los derechos colectivos de los indígenas”. En Yahuma II los niños que se preparan a la primera comunión se ven muy interesados y atentos; en la próxima visita ya van a recibir la Eucaristía junto con los adultos que lo deseen. Y un poco más abajo, en San Francisco de Yahuma, hubo que dar varias vueltas para lograr conectar el motor de luz, colocar un foco (bueno, dos, porque el primero explotó) y finalmente cambiar el grupo por otro porque no lograba sostener la potencia del proyector.

El encuentro demoró en comenzar, las bocas se abrían, los niños se tumbaban de sueño en el piso. Al despedirnos, me preguntaba: “¿se habrán enterado de algo?”. No lo sabemos. “¿Servirá de algo esta paliza?”. La aceptamos como parte de la misión, está en el contrato: “Trabajos y agotamiento, con noches sin dormir, con hambre y sed, con muchos días sin comer, con frío y sin abrigo” (2 Cor 11, 27). Y hay que creer que tiene sentido y dará fruto, aunque lo vean otros dentro de 20 años.

A la mañana siguiente llovía a cántaros y quedaban un par de lugares más por los que dar una pasadita, pero yo les dije a mis compañeras: “Si ustedes quieren ir, adelante. Pero a mí me dejan primero en los rápidos de Tabatinga, que yo me voy pa casa”.

* Gran tortuga terrestre amazónica de patas amarillas

martes, 4 de junio de 2019

ECOS


Hoy toca una publi. Mi compañera de la Escuela de Ejercicios de Salamanca Rosa Ruiz y la también claretiana Consuelo Ferrus (a quien conocí en Zafra), me ficharon hace algún tiempo para colaborar en la página “Acompasando”, que gestionan ellas junto con un grupo de laicos claretianos. La recomiendo: https://www.acompasando.org/.

La web, que es muy completa y de gran calidad, tiene una sección llamada “Eco diario de la Palabra”, que presenta las lecturas de cada día junto con un breve comentario (“Queremos transmitir vida acompasada con el Evangelio siempre desde y para la práctica”, me escribieron) que enviamos por semanas un grupo de personas, y entre ellos yo, bloguero aficionado y pichiruchi.

Acá va un eco de esta semana. Todavía estoy esperando que Rosa me regale un icono de la Santísima Trinidad de los que ella pinta. Con razón la apodamos “el enemigo de natura humana”.
Espero que os guste.


REELECCIÓN

Viernes 7 junio 2019  
Juan 21, 15-19

Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?" Él le contestó: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero." Jesús le dice: "Apacienta mis corderos." Por segunda vez le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Él le contesta: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero." Él le dice: "Pastorea mis ovejas." Por tercera vez le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?" Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: "Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero." Jesús le dice: "Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras." Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: "Sígueme."

Es por la mañana a orillas del lago. Los pescadores están cansados, pues después de una noche de brega no han cogido nada. El vacío de Pedro es interior, su decepción y el sabor amargo del fracaso: ha traicionado a Jesús, ha dicho que no le conocía. Por miedo: “No tengo nada que ver con ese hombre”. Ha fallado en la misión de ser la referencia de sus hermanos, el vínculo de unión.

Miro mis fracasos, mi esterilidad, mis pasos errados

Jesús solo le pregunta a Pedro si lo ama. Donde tres veces dijo “no”, ahora dice “sí”.

Tú me conoces mejor que yo; sabes de mis caídas, de mi debilidad y la pequeñez de mi corazón. Ya has comprobado lo incapaz y cobarde que puedo llegar a ser. Pero también sabes que te quiero tanto como mi corazón puede amar.

“¿Me amas?... Sígueme”. Jesús encarga a Pedro la misma misión donde ya fracasó: “Apacienta mis ovejas”. Le renueva su confianza.

A pesar de que he demostrado tantas veces “que no valgo”, tú me vuelves a elegir de nuevo, crees en mis posibilidades, para ti soy precios@ y lo seré siempre.


César L. Caro
kpayo.blogspot.com