El otro día me quedé dormido chateando, dejé a mi interlocutora en Perú con el whatsapp en la boca y por la mañana me encontré con varios gritos digitales, avisos y reproches ("ouuuuu! estás? oyeeeee!!!"). "Es que las vacaciones cansan mucho" - le expliqué. Jeje. Sobre todo el día que vamos con mis sobrinos al parque acuático.
Ese es uno de los ritos del verano en Isla Cristina, los días que encontramos (a veces rebuscando mucho) para juntarnos la familia entera y con todos los niños por delante, como decía la sevillana del hiper. Sacamos las entradas por internet, nos vamos a la hora que abren, aparcamos a la sombrita, echamos a correr para agarrar tumbonas y plantamos el hato pertrechados con bocadillos, botellas de agua y latas de Nestea. A partir de ahí, a tirarse por toditos los toboganes con breves pausas para que los huesos se recoloquen. El kamikaze, la cobra, los rápidos, el embudo, esta peña no se cansa, nos reímos, aprovechamos para conversar en las colas, subimos veinte veces las gradas y acabamos hechos mazamorra.
Claro que las sesiones de playa no se quedan atrás. Después de la ceremonia de plantar sombrillas llegan las batallas de la barca, que este año nos duró como tres minutos, nos la cargamos juntos dejándola sin piso, así que ahora tenemos un rosco y una tabla de surf neumática. Mis sobrinos están esperando a que yo los bote, los ahogue, me meta dentro y no les deje entrar. Como cada vez son más grandes (pero siguen creyendo que yo soy igual que ellos), el esfuerzo físico es mayor. Nos lo pasamos pipa, pero ser tito en verano te deja reventao.
Tiene cuatro estrellas...
o sea que es de antes de que Brasil
ganase su quinto mundial.
Hemos llegado a la conclusión de
que me la trajo mi hermana Berta
de su pasantía en Curitiba en 1996.
¡Diosito!
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El paseo por la playa es otro clásico de mis vacaciones. Los ritos, para ser eficaces, han de repetirse siempre de la misma manera, por tanto digo yo que debería copiar literalmente lo que ya escribí:
"Pasear por la playa y conversar con el mar. Él sabe muchas cosas de mí, guarda en su azul mi historia, y promete, cuando miro al horizonte infinito, nuevas aventuras de un futuro salado. Al regresar, los pies algo hundidos en la arena calada, el sol que ya baja se esfuerza por acariciarme el rostro, y el viento de poniente sobre el pecho me enseña nuevas formas de respirar y de gozar" (2014).
"Los largos paseos por la playa son tiempos de conversaciones y confidencias y, cuando voy solo, de comprensión y reconciliación, de sueños y proyectos en diálogo con el Mar. La inmensidad siempre distinta e igual a sí misma, como cada persona, como yo. Belleza hecha brisa, marea y sol" (2017).
No queda espacio para hablar de los salmonetes, las partidas de cartas jugando al asesino, las conversaciones en el jardín, una copa de vino tinto, las pulseras, las competiciones de palas, la ducha en el patio... Las vacaciones en Isla Cristina son deliciosas porque están tejidas de pequeñas costumbres que disfrutamos de manera similar a lo largo de los veranos, y que los hacen familiares y a la vez únicos.