viernes, 31 de julio de 2015

FIESTAS PATRIAS


La plaza estaba abarrotá cuando subí del desayuno, a full de gente, las autoridades ya colocadas en primera fila al pie de las gradas de la iglesia en sus sillas de plástico, ruidos de pruebas de megafonía y afinamientos de la banda del colegio Toribio, pancartas y carteles en cada rincón, cientos de uniformes de todos los colores y estilos... El día de la fiesta nacional, el Perú en estado puro.

Antes, a las 8, en la misa de "tedeum" solicitada por la gobernación, había mucho menos público, apenas 15 personas al comenzar y unas 50 al terminar. La secularización es también acá una realidad rampante, aunque tiene que profundizarse más. De hecho, apenas la alférez Shirley Grández me vio llegar, me jaló del brazo hasta llevarme a ocupar mi sitio entre las autoridades. Ay, Diosito.

A esas alturas ya el speaker llevaba rato poseído por una verborrea incansable, cómo será capaz de parlotear tanto y tan seguido, es que no callaba. Y venga con el fin de la esclavitud y la colonización, y dale con la liberación del opresor español... 194 años después seguimos con lo mismo. Al menos el gobernador estuvo mas atinado en su discurso, donde se refirió a "los yugos de hoy", la tiranía del mercado, el dominio salvaje de la economía que asola tierra y espíritu. Muy bien.

Había nubes, el sol salía y quemaba, y yo sin gorro. Se rindió culto al pabellón nacional y por supuesto se cantó el himno, los símbolos patrios omnipresentes, garantía de la aparentemente necesaria autoafirmación nacional. Y enseguida el desfile. Nadie sabía muy bien quién debía comenzar y por dónde (lo digo porque el mayor, la alférez y una regidora discutían delante de mí hechos un mar de dudas), pero como de costumbre las cosas salen asombrosamente un poco por instinto, por su propio pie, como prevaleciendo sobre la incompetencia o el desbarajuste.

Una marea de escuadras y batallones formados por alumnos de todos los grados se apoderó de la plaza, eso sí, en perfecto orden y con una sincronización ensayada durante horas (¿alguien habrá dado clase en la última semana?). Todos muy serios, esforzándose en remedar el porte militar, los abanderados guiando enérgicamente a sus grupos: "¡Atención! ¡Pasó de desfile!", y levantan las rodillas recordándome al cambio de guardia del palacio presidencial en Lima. La marcha atronando, las dos majorettes meciéndose sin descanso y el locutor machacando sobre las excelencias de los estudiantes aplicados, futuro del Perú.

Pero no solo desfilan los niños y los jóvenes de las instituciones educativas, un montón de gente desfila: los de la escuela de adultos, los del instituto tecnológico, los adultos mayores, los del hospital, los de agricultura, las juntas vecinales, los de la municipalidad, la aldea infantil... y hasta la iglesia de los Últimos Días. Les encanta. Y yo en primera fila junto al comandante tremendamente condecorado aplaudiendo a todo el que pasaba, incluido el pastor adventista, que hacía de portaestandarte de su escuadrón...

Sin muchas más ceremonias, acaba la parada militar (...) y se pasa a la "sesión solemne". Esta vez fue mi amiga Silvia, la barrendera de la municipalidad, la que me enganchó: "vamos padre al brindis". Ffff. De nuevo un rato larguísimo, discursos incontenibles y reiterativos, varias intervenciones de ciudadanos (cosa que está genial), un vasito de vino dulce con sus cachitos (pastitas), lectura del acta y firma de toditos los presentes, incluido "el señor párroco de la provincia". Una buena ración de ceremonia para poner el broche al día de la conmemoración de la independencia. El protocolo parece ser como una segunda piel de este pueblo.

Pero todo con un toque de humor y de desenfado que desactiva la parafernalia y suaviza la formalidad. Había corbatas, pero divertidamente cortas, o con nudos flojos o ladeados; y vertiginosos tacos, pero también chanclas y camisetas de propaganda electoral. Una solemnidad deliciosamente pueblerina, unos fastos con sabor campesino y guayacho. Y en medio del ceremonial, este padrecito gringo y novato, observándolo todo con el  "piloto etnográfico" encendido, entre estupefacto y rochoso*. "Viva el Perú!".

*Roche = vergüenza, timidez, corte. Rochoso = vergonzoso, cortado, pudoroso.

Así estaban las gradas. En la foto de portada, Yomaira y su partitura.

Las majorettes de la banda del Toribio.



Helí, asesor de la JEC de Huambo, desfilando también. 

Y la alférez Grández cerrando el evento, toma castaña.

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