domingo, 26 de julio de 2015

LA VIDA ES UN DEAMBULAR


Me llegó esta imagen por whatsapp, no recuerdo de quién, quizá durante mi reciente estancia en España, y me gustó tanto, me parece tan sugerente y llena de realismo y humor, que acá la comparto. Y junto a ella, una parte de la homilía que Eugenio Campanario pronunció en Berlanga en la celebración de sus bodas de plata como cura. No tienen desperdicio.

A veces, sobre todo en ocasión de un traslado, he utilizado la imagen del peregrino. En definitiva, somos peregrinos. De hecho, en los inicios de importantes etapas de mi proceso vocacional y ministerial, ha habido un viaje. Cuando íbamos a entrar unos cuantos en el seminario mayor, en 1982, fuimos con el entonces formador Luis Romero a Lourdes (creo que con la secreta esperanza de que se obrase en nosotros un milagro); cuando comencé mi ministerio ya en Alburquerque fuimos con el delegado de pastoral juvenil, Antonio Becerra, en una odisea inolvidable por lo interminable, a Taizé. Y mi nueva etapa, tras los 25 años, comenzará con una primera aproximación al camino de Santiago.

Peregrino… al llegar a este descanso, esta cumbre, ya hay camino recorrido. Hay oportunidad de mirar atrás y ver que no todo fue tan hermoso como creíamos en los años románticos del seminario; que las opciones no fueron tan radicales ni los compromisos tan profundos. Que nos ha llovido en el camino: desolación íntima, desorientación comunitaria, procesos que se inician y no se acaban. Gente que va, que viene, que vuelve a pasar, que definitivamente se queda en casa y ya no aportan más. Y gente que pasó por mi vida y dejó su huella, y se fueron, y nos aguardan.

El camino recorrido raramente podría compararse con una autopista en la que se avanza a toda velocidad. Más bien se parece a nuestras carreteras secundarias, no tan malas como a veces protestamos, que nos permiten una velocidad media razonable. Se trata de un camino que nos posibilita, aún, llegar a muchas gentes y muchos sitios, y nos invita a no estar aislados. A veces he andado por caminos de herradura, duros en el ministerio o en lo personal, y hay ocasiones en que me he asomado al abismo desde una vereda estrecha y de vértigo. Pero hemos seguido andando, y aquí estamos. Puedo decir como san Pablo que por la gracia de Dios soy el que soy, también cuando ha habido desgana o debilidad, o fuerzas gastadas en dar patadas contra el aguijón de las circunstancias que nos ha tocado vivir, en lo personal o en lo comunitario.

¡Ole ahí! ¡Cuánta sabiduría al interior de estas palabras, sabor de la vida más que teorías de los libros! En todos nosotros se hacen verdad... ¿o no? Pero el título no es de Eugenio: es la última frase que me dijo mi tío Víctor en esos días en que lo acompañaba cercana su muerte. Cuando todavía podía más o menos hablar, de repente levantó las manos y soltó: "La vida es un deambular, sobrino". Así es, tío. Justo hace un mes que él se marchó.

Además, Nemesio, desde Zimbawe y también por whatsapp, me recuerda que ha pasado un año de mi envío misionero, cruz incluida. Madre mía... Ha habido tantos cambios, han pasado tantas cosas, tan inesperadas, tan vibrantes, alguna pavorosa, muchas lindísimas, han brotado un montón de lágrimas y volado carcajadas, riadas de pasión, tanta historia... que se me marean un poco mis tuétanos.

Y también es la primera Santa Ana lejos de mi pueblo. La he celebrado con jamoncete, una cerveza y una ensalada de frutas. Ay Diosito, cómo cuesta. La vida es un deambular, es la pura verdad. No hay líneas rectas, siempre estamos escalando, disfrutando y sufriendo la vida. Y así hemos de recibirla: compleja pero al fin hermosa. ¡Viva Santa Ana!

Dedicado a Carmen




 

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