jueves, 30 de mayo de 2019

49ER


Me apetece escribir apenas unas horas después de haber sufrido en la oscuridad de la noche un seísmo de magnitud 8. Agradezco y valoro aún más las felicitaciones y saludos que recibiré por mi cumpleaños después de un minuto y medio aterrador… Casi da vértigo pensar la cantidad de personas que se sienten, de una u otra forma, parte de mi vida. Que, como toda vida, es frágil, precaria y provisional.

Es cierto que 49 años no es poco. Cada vez que regreso de un recorrido por el río veo menos pelos en mi cabeza y más canas en mi barba, como en un misterioso proceso combinado de transmigración y blanqueo. El tiempo que llevo conmigo mismo me sirve de disco duro de conocimiento personal y biblioteca de experiencias; ni siquiera era el primer terremoto, ya pasé por eso (ver "Qué noche la de aquel día" – 14 de septiembre de 2016) y con ese recuerdo me balanceaba junto con la casa y el puente, en una extraña mezcla de certeza y miedo.

Ya sabemos, más o menos, de qué va esto de vivir. Soy más consciente pero no estoy cansado. Vamos por la mitad y reconocemos las señales, pero eso no liquida la sorpresa. Las cosas que deseaba, tamizadas por la raíz cuadrada del realismo, creo que me las han regalado y/o las he logrado, y al mismo tiempo me doy cuenta de que a esta edad transitamos por un pico de capacidades, rendimiento y posibilidades de mejora y progresión. Como una embarcación a vela clase 49er.

“Diseñado en 1995, el 49er es un skiff de alto rendimiento y doble trapecio que fue introducido en los Juegos de Sydney 2000. De 4,99 metros de eslora y 125 kg. Tiene una vela mayor, un foque y un spinnaker asimétrico. Los dos tripulantes gobiernan y estabilizan la nave desde los trapecios y ambos controlan las velas. El barco tiene además alas y botalón retráctiles. La alta velocidad le da espectacularidad a las competiciones dónde no es raro verlo volcar cuando sube el viento”.

Los de 1970 somos todavía ligeros y veloces (los hay que corren hasta medias maratones), sabemos cuándo sacar el spinnaker y cómo enfrentar el oleaje contrario. Combinamos agilidad y entereza, y ya nos hemos volcado tantas veces por los fuertes vientos que hemos convertido la necesidad de levantarnos en un arte más que en una virtud. No necesitamos ganar la medalla de oro porque nos estimula la aventura de competir, que es siempre una oportunidad efímera y gloriosa en sí misma.

A esta altura de los cuarentaytantos, confiamos en nuestras posibilidades y tenemos nuestro público. Hemos aceptado las carreras perdidas y nos hemos reconciliado con nuestras cicatrices. Somos espectaculares. Con cantidad que aportar y más que aprender. Así amanezco hoy: contento en mi velero y con todas las ilusiones desplegadas. Como alguien me escribió: “el epicentro de tu corazón sigue vivo”.

Gracias por haber compartido algún trecho del camino o de la navegación. Porque siempre hay dos tripulantes en esta singladura: tú y yo. Esta chalupa olímpica no la puede manejar uno solito, todo se tambalea pavorosamente, cada diez minutos la tierra se hunde y las seguridades amenazan con derrumbarse. Hace falta tu mano para estabilizar. Gracias.

A ver qué pasa hoy. ¿Habrá torta? Espero que sea de chocolate. Y regalos. Mejor que bailar, porque, como les dije el domingo a los de la misa, yo solamente bailo casi cuando hay temblor.

sábado, 25 de mayo de 2019

VIEJOS ROCKEROS


Varios me recordaron a los animadores clásicos de Mendoza, el tío Jeremías and company. De hecho, a San Pablo he venido a estar con ellos apoyando a las hermanas en el encuentro de formación que tienen en estas fechas posteriores a la Asamblea Vicarial, como muchos puestos de misión.

Cuando les pregunto cuánto tiempo llevan como animadores de sus comunidades, me cuentan que “yo empecé en 1972”, madre mía, otros en el 75, en el 83… Yo era un bebé o estaba viendo a Naranjito por la tele. La mayoría tienen mucha experiencia, curtidos en mil batallas, han visto llegar a las sectas, pasar a muchos misioneros, el río crecer, desbordarse y secarse, conocen las dificultades de la misión y sus altibajos, la época de los canadienses en la que “había plata, padre”, y el tiempo actual caracterizado por las vacas flacas.

Hay algún indígena, pero la mayoría son ribereños. Gente de la chacra, de manos fuertes, algún que otro titubeo al leer, conocen los nombres y la vida de todas las especies de pescado del Amazonas, llevan su biblia de pastas gastadas, anotan trabajosamente en su cuaderno y cuando intervienen se paran y, ceremoniosos, comienzan por el consabido “buenos días tengan todos ustedes, hermanos”.

Conversando refieren cómo han cambiado las cosas y lo dura que se ha vuelto su tarea: “Ya la gente joven no quiere saber nada de Dios”. Además, los evangélicos de todo pelaje y los israelitas invaden y dividen a las poblaciones, un fenómeno que comenzó en los años 90. Se propone una dinámica en que narran su historia vocacional, y siempre hay en el origen un misionero que les invitó a asumir esta responsabilidad. Asoman por igual el agradecimiento y el asombro, como en las historias bíblicas de llamada: “¿Yo? Pero si yo no sé hablarle a la gente”. Como era de esperar, Dominik, que estuvo muchos años en San Pablo, aparece en más de un relato. No calibramos suficientemente cuánto bien podemos hacer a las personas.

Tratamos el tema de la misión, que es un encargo, una chamba que nos da Diosito a todos, y a todos por igual. ¿Y en qué consiste? En anunciar el Evangelio, construir el Reino de Dios, es decir, hacer que este mundo sea más humano y los hombres y mujeres vivamos con dignidad y felicidad. Me doy cuenta de que lo han oído mil veces y ya se lo saben, pero es un gusto masticarlo y saborearlo con ellos. Al final me acribillan a preguntas sobre los sacramentos, el “agua de socorro”, elegir los padrinos, qué pasa con los que no están casados, etc.

Al caer la tarde, antes de celebrar la Eucaristía, rezan el rosario en la magnífica iglesia de San Pablo. Luego don Fernando Mansur tañe la guitarra con ese estilo conciso y tradicional suyo, y cantamos durante la misa. Contemplo así una fe firme, una fidelidad mantenida a través de toda una vida, como una roca, ahí, seguidores de Jesús a pesar de todo, pase lo que pase y para siempre.

Los animadores tienen también su punto cómico, aprendido desde los primeros encuentros vicariales en Indiana en los 70. Y así, la última noche, en la “velada cultural”, ofrecen un par de sociodramas en los que se burlan de sí mismos. Por aclamación popular, don Alcides sale a contar el chiste del “pocillo chico y el pocillo grande”, y todos nos partimos de risa. De madrugada, mientras viajo en el ferry de regreso a Islandia, noto el bien que me ha hecho compartir unos días con estos viejos rockeros. Me esperan preparativos de la semana santa y grupo de jóvenes esta noche, pero pienso que si pudiera ser párroco de todos los puestos de misión del Vicariato a la vez, no lo habría más feliz.



lunes, 20 de mayo de 2019

HEMOS HECHO LO QUE HEMOS PODIDO


Como era previsible, en Nueva Esperanza no hicimos nada de mérito. No resolvimos ningún gran problema ni salvamos a nadie. Igualito que en todos los lugares. Estuvimos nomás, compartiendo un tramo de vida con aquella gente. Esta es la misión, algo sin duda muy modesto y aparentemente “ineficaz”.

Visto ahora desde Islandia, me parece que fueron días sosegados, no atiborrados de tareas ni actividades, que nos permitieron convivir con el pueblo, observar mucho (defecto antropológico) y participar en la vida cotidiana de la comunidad. En la reunión general pudimos conocer de primera mano en qué andan metidos: ausencias de los maestros, el enfermero no da medicinas que el anterior sí daba, problemas con un préstamo que pidieron pero hay vecinos que no devuelven, otros no pagan la mensualidad de la luz y el combustible no alcanza, hay cargas de pescado y carne que bajan por el río y que la policía intercepta, etc.

Tocó el 1 de mayo, día del trabajo. Como es feriado habían programado deporte, es decir, minicampeonato de fútbol, pero no pudo comenzar hasta mediodía porque la lluvia persistía desde la madrugada convirtiendo la cancha en un barrizal. Finalmente la música altísima convocó al personal; los equipos pagan una inscripción que sirve para dar los premios a los ganadores. El público se emociona siguiendo el juego porque hay muchas apuestas. Hay también partidos de mujeres, y los equipos se llaman “Las rompecorazones” y “Las abandonadas”, el machismo lo contamina todito. Ni que decir tiene que tuvimos que posponer nuestras reuniones y talleres de ese día.

Sacando la madera
Esa noche hubo todo el tiempo música, ruido, tomadera… Bastantes obreros madereros habían llegado después de mucho tiempo de dura faena, cansados, con ganas de divertirse. Este es un lugar unido al negocio de la madera, y hay muchas cuadrillas de operarios que entran al monte durante meses y luego regresan al pueblo a esperar que les paguen, o a hacer un receso antes de regresar a la tarea. Cuando están en la comunidad se emborrachan, hacen desorden, acosan a las muchachas, a veces niñas de sexto grado… Es una circunstancia que condiciona mucho el día a día de esta población.

Al día siguiente nos damos cuenta de que los niños de primaria, que son más 90, no entran en la escuela hasta más de las 8:30 am; de los cuatro maestros que están destinados acá, solo se encuentra el director, al que además en la asamblea comunal reprendieron públicamente por pasarse con la bebida. Y el director llega tarde y apenas logra entretener como puede a esa masa de críos hablando sobre el primero de mayo, los derechos laborales, el salario justo, etc. Resulta cuanto menos paradójico en un sitio donde se chambea sin contrato, sin seguridad ni beneficios, y se violan flagrantemente los derechos más básicos de los trabajadores.

Por la mañana, a las 9, están citadas las mujeres para su taller. Aunque demoran, al final llega un bonito grupo y las hermanas Emilia y Fatima organizan con ellas reflexiones y dinámicas. A las 3 de la tarde finalmente logramos implementar la charla sobre la educación de los hijos a cargo de Jaime. El balance es positivo, aunque cuesta un mundo arrancar a esta peña una palabra. Después, la hora del baño; para llegar al río hay que bajar por unas tremendas gradas flanqueadas por nauseabundos basurales. Nado y juego con los niños, a algunos los lanzo por los aires como a mis sobrinos, y ya tengo ganas de que lleguen las vacaciones. No me entero de cómo han quedado las elecciones en España pero sí puedo ver el Barça-Liverpool. No hay educación ni salud, ni agua ni saneamientos, pero TV por supuesto que sí. En la noche, a partir de las 7, ponemos la película “Ratatouille”, a la que asisten unos 30 chivolos y chivolas.

Y así van transcurriendo las jornadas. Todo culmina con la celebración del Bautismo de 20 niños. Mientras zarpamos temprano en medio de la niebla me pregunto si nuestra visita habrá servido de algo. Si estas personas, en contacto con nosotros, habrán intuido que Diosito existe y les ama. No lo sé, pero me siento tranquilo y en paz. Hemos hecho lo que hemos podido y, cuando es así, el Señor no nos pide más. Eso decía siempre mi maestro de novicios.



martes, 14 de mayo de 2019

LO MEJOR DE IR ES VOLVER


Así es. Así fue siempre. Sí, importa ir. Llegar. Si viajo para verte significa que tú me importas, que pensé en ti y que guardé un tiempito para dedicártelo. Aunque estés lejos y cueste visitarte, como a Nueva Esperanza del Mirim. Pero si, además, regreso, tú sentirás que eres parte de mi vida.

Y de esta manera, tomando prestado el título de la novela de Albert Espinosa, comienza la crónica de este segundo viaje a Esperanza, que no era con rumbo hacia lo desconocido, como el año pasado (ver "Enamorado de Esperanza" - mayo 2018). Es cierto que el motorista es distinto y novato, porque Rey ya no vive en Islandia, y también cambian el bote y el motor: esta vez hemos venido con nuestro “Laudato Si” y con un solo propulsor de 13 CV, un peque peque dicho en loretano. Pero mis anotaciones de lugares, distancias y tiempos del año pasado valieron de mucho, de modo que fue un gusto saber por dónde navegas y cuándo y en qué lugar encostarás, esa pequeña seguridad es preciosa en un río como el Yavarí, que se hace más silencioso y solitario a medida que se va remontando.

Hemos empleado de nuevo cinco días en alcanzar nuestro destino, surcando en la oscuridad solo una hora antes del amanecer en jornadas de entre 8 y 10 horas de singladura. En Yarina, donde en 2018 nos acogió una familia israelita, esta vez dormimos en casa de otro vecino, don Manuel; y junto al campo militar brasilero de Pelotón hallamos un lugar excelente donde descansar. Allí Fatima y Jaime pescaron ocho bagres que se convirtieron en un delicioso almuerzo al día siguiente. Y así, entre las rutinas de la travesía (preparar la comida en ruta, lavar la ropa, leer –esta vez cayeron un par de novelas de Murakami-), de forma natural, sin que el cansancio azuzara la impaciencia, con el conocimiento del peregrino que camina por segunda vez a Santiago, arribamos a Esperanza.

Corina
Todavía no me había bajado del bote cuando escuché en una voz de niño: “¡Es el padre!”. El reconocimiento es el pequeño cariño que merece el hecho de retornar, ya no somos desconocidos y eso es hermoso. Al momento una patrulla de más de quince niños y niñas estaban ayudándonos a descargar nuestros equipajes. La pequeña Corina me miró estremecida y me dijo con su vocecita: “padrino”.

Todo resultó sencillo desde entonces: conversamos con el apu, nos cedieron una casa vacía donde quedarnos y nos invitaron a la reunión comunal a la mañana siguiente. Ahí pudimos presentarnos, enterarnos de muchas circunstancias y problemas de la vida cotidiana de este pueblo y también invitar a todos a las actividades que habíamos programado. Curiosamente cada cosa está donde estaba: la casa de Rosita, el teléfono Gilat, la bodega de don Guillermo. Pero todo cambia: hay electricidad de 6 a 10 de la noche, la escuela está rehecha de madera, ya se marchó el laboratorista Hely, los profesores son otros  pero Deisy sigue acá. “Cambia, todo cambia”, como dice la canción de Mercedes Sosa.

Escribo esto en la primera mañana del mes de mayo, bajo una lluvia que no cesa desde la madrugada, correspondiente a dos días de calor sofocante, como del encuentro se sigue el saludo. Ayer nos juntamos con más de 60 niños por la tarde, pero en la noche  no lograron conectarnos la luz en el salón comunal y el taller sobre la educación de los hijos se quedó vacío. No sé si acudirá mucha o poca gente a las reuniones que tenemos preparadas; sé que el año pasado el Bautismo jalaba personal, y la experiencia me dice que la siguiente visita después del sacramento siempre es más difícil. Tal vez no llegue nadie, pero no me preocupa. La eficacia de lo que en concreto podamos hacer acá en cuatro días es totalmente relativa. Lo que de verdad importa es que estamos aquí, que hemos venido; el gran signo es venir… y regresar.

Volver. Porque yo no te olvido. A pesar de la distancia, tú estás en mi corazón cada instante, y en mis planes. Por eso deseo regresar siempre, para compartir la emoción de reencontrarnos y que tú sepas que te amo, aunque no seas capaz de transformar tu certeza en palabras. Ahora es de noche. Hace rato que no llueve y se ven toditas las estrellas. Se intuye el resplandor delicado de la luna, y para mí es una señal de bendición tan poderosa y reconfortante como los saltos de los bufeos escoltando la canoa. Soy plenamente quien soy y estoy donde deseo estar.



miércoles, 8 de mayo de 2019

LA CASA SAN JOSÉ


Estoy en San Pablo, en el Amazonas, este lugar peculiar que nació como pueblo para aislar a los enfermos del mal de Hansen, que tiene una estatua del Che Guevara en la plaza y donde hay un solo sitio en el que  venden helados y es una peluquería. Acá viven y trabajan unas religiosas mexicanas, jóvenes, entusiastas, las Esclavas Misioneras de Jesús (que se merecen una entrada para ellas solas). No todavía tienen sacerdote, de modo que me han pedido apoyo para su encuentro de animadores de las comunidades de este puesto de misión.

Este sitio está tan marcado por su origen, que es famosa esta tonada, una invitación en toda regla a no tener miedo a contagiarse y venir a visitar:  


Como otras veces (ver "Un primo genial" – 11 de marzo de 2017), las hermanas me invitan a celebrar la Eucaristía con los ancianos de la Casa San José. Puesto que el mal de Hansen (acá está vetada la palabra “lepra”) está erradicado desde hace décadas, en la Casa solo quedan viejitos que sufrieron la enfermedad y se curaron, pero continuaron padeciendo sus secuelas toda la vida. De modo que ahora es una especie de asilo para ex-enfermos que llevan las monjitas en convenio con el centro de salud de San Pablo.

La lepra ha dejado sus huellas en estos cuerpos vencidos por los años y desgastados en el dolor. Las manos son como racimos de muñones retorcidos por la artrosis. Muchos miembros están mutilados, y varios ojos apagados para siempre. Aunque escuchando sus historias pienso que tal vez sea el abandono  de los suyos lo que ha causado mayor devastación; hay hijos y nietos que viven en el mismo San Pablo y que solo van a visitar al abuelo a la hora de cobrar la “pensión 65”, otros llevan años sin tener noticias de sus familiares. Ese desamor seguramente es más cruel y penoso que el estigma social, que se va atenuando como un recuerdo de un pasado lejano, a la vez trágico y exótico.

Sorprendentemente los viejitos no solamente agradecen la atención de ir a compartir con ellos la misa, sino que ¡tienen ganas de reír! Cuando les pregunto “¿Cómo te encuentras hoy?” compruebo con admiración que ¡todas las respuestas son positivas! “Muy bien”, “biensito, padre”, “contento”… a pesar de todas las limitaciones evidentes (sillas de ruedas, poleas, baños ingeniosamente acondicionados, prótesis de madera) y de la omnipresencia del sufrimiento, que gobierna cada resorte de la casa. En la petición de perdón alguno dice que “siempre se puede cambiar” para ser mejores. Yo me quedo a cuadros.

Es más, los ancianos fácilmente contestan a preguntas y bromas durante la homilía, comentan y hacen sus peticiones espontáneamente. Samuel (que lleva en la casa desde los 7 años y tendrá cerca de 80) lanza sus carcajadas secas y sarcásticas cuando leo las palabras de Pedro: “Maestro, yo daré mi vida por ti”“Ja, ja”. Me hace sonreír su buen humor, sería una buena terapia para días “de esos” cancamurriosos y mantujos por decirlo en idioma valenciano. Estar acá te reconcilia con la vida y te sacude la costumbre de quejarte que nos asalta a diario.

Algunos hasta se quieren confesar. Me doy cuenta de que desean a toda costa que vayan a verles, aunque sean unos minutos. Sentirse desechados y hasta despreciados hiere con laceraciones interiores que nunca dejan de sangrar. El famoso “dolor fantasma”, el que origina el pie amputado, es más agudo y profundo cuando se trata del vacío de aprecio y cercanía. Pero la casa está por igual impregnada de cariño; en la sala, las fotos de las monjas de antaño, las Hospitalarias de San José que durante años sirvieron a los enfermos, invocan siempre los espíritus de sus sonrisas y su entrega infatigable, que moran en la casa iluminando cada rincón y cada lágrima.

Ellas ya no están. Solo quedan ocho abuelos. Cuando fallezcan, ¿la Casa se terminará? Se la llevará la marea del tiempo, como a todos nosotros. Pero nada habrá sido en vano, porque acá se ha dado la vida por los más débiles de entre los pobres. Siempre será en San Pablo un monumento más auténtico y hermoso que el del Che.

jueves, 2 de mayo de 2019

HATUN WILLAKUY


En agosto pasado se cumplieron 15 años de la entrega del Informe Final de la Comisión de la verdad y reconciliación (CVR), el organismo que investigó y estudió exhaustivamente los sucesos de la época de la violencia de Sendero Luminoso y el MRTA. La versión abreviada de este documento se titula ¨hatun willacuy¨, locución quechua que puede traducirse al español como ¨gran relato¨. Se trata un tributo a quienes fueron las principales víctimas de la violencia y cuyas voces permitieron reconstruir esta historia.
Hace poco cayó en mis manos un resumen aún más condensado, las Conclusiones generales. Me ha sorprendido y me ha impresionado; a medida que conozco más el Perú y su historia reciente, más me apasiona, más me implico y más amo. Acá traigo algunas frases entresacadas del texto; el número que antecede es el del párrafo correspondiente, y luego hay cortes y subrayados míos.

1. La CVR ha constatado que el conflicto armado interno que vivió el Perú entre 1980 y 2000 constituyó el episodio de violencia más intenso, más extenso y más prolongado de toda la historia de la República.

2. La cifra más probable de víctimas fatales de la violencia es de 69.280 personas. Estas cifras superan el número de pérdidas humanas sufridas por el Perú en todas las guerras externas y guerras civiles ocurridas en sus casi 200 años de vida independiente.

4. Existió una notoria relación entre situación de pobreza y exclusión social, y probabilidad de ser víctima de la violencia. En el departamento andino de Ayacucho se concentra más del 40 por ciento de muertos y desaparecidos.

5. La población campesina fue la principal víctima de la violencia. De la totalidad de víctimas reportadas, el 79 por ciento vivía en zonas rurales y el 56 por ciento se ocupaba en actividades agropecuarias.

6. Conjuntamente con las brechas socioeconómicas, el proceso de violencia puso de manifiesto la gravedad de las desigualdades de índole étnico-cultural que aún prevalecen en el país. Del análisis de los testimonios recibidos resulta que el 75 por ciento de las víctimas fatales del conflicto armado interno tenían el quechua u otras lenguas nativas como idioma materno. Este dato contrasta de manera elocuente con el hecho de que la población que comparte esa característica constituye solamente el 16 por ciento de la población peruana de acuerdo con el censo nacional de 1993.

9. La tragedia que sufrieron las poblaciones del Perú rural, andino y selvático, quechua y asháninka, campesino, pobre y poco educado, no fue sentida ni asumida como propia por el resto del país; ello delata, a juicio de la CVR, el velado racismo y las actitudes de desprecio subsistentes en la sociedad peruana a casi dos siglos de nacida la República.


153. El conflicto armado ha dejado secuelas muy profundas en todos los planos de la vida nacional. La amplitud e intensidad del conflicto acentuaron los graves desequilibrios nacionales, destruyeron el orden democrático, agudizaron la pobreza y profundizaron la desigualdad, agravaron formas de discriminación y exclusión, debilitaron las redes sociales y emocionales, y propiciaron una cultura de temor y desconfianza.

154. Los departamentos que lo sufrieron con mayor intensidad se encuentran hoy en los últimos lugares en los índices de pobreza y desarrollo humano.

157. Toda una generación de niños y jóvenes ha visto truncada o empobrecida su formación escolar y universitaria como resultado del conflicto.

158. El conflicto armado interno intensificó hasta niveles insoportables el miedo y la desconfianza, que a su vez contribuyeron a fragmentar y atomizar la sociedad. En esas condiciones, el sufrimiento extremo ha causado resentimiento y ha teñido de recelo y violencia la convivencia social y las relaciones interpersonales.

168. Una parte esencial del proceso de reparación es la justicia. Ningún camino hacia la reconciliación será transitable si no va acompañado de un ejercicio efectivo de la justicia, tanto en lo que concierne a la reparación de los daños sufridos por las víctimas cuanto en lo relativo al justo castigo a los perpetradores y el consiguiente fin de la impunidad. No se puede construir un país éticamente sano y políticamente viable sobre los cimientos de la impunidad.

169. Asimismo, la CVR ha elaborado un Registro Nacional de Sitios de Entierro sobre la base de la información obtenida durante sus investigaciones. Se han registrado 4,644 sitios de entierro a nivel nacional, habiendo realizado tres exhumaciones y constataciones preliminares en 2,200 de ellos.

171. La reconciliación debe ocurrir en el nivel personal y familiar; en el de las organizaciones de la sociedad y en el replanteamiento de las relaciones entre el Estado y la sociedad en su conjunto. Los tres planos señalados deben adecuarse a una meta general, que es la edificación de un país que se reconozca positivamente como multiétnico, pluricultural y multilingüe. Tal reconocimiento es la base para la superación de las prácticas de discriminación que subyacen a las múltiples discordias de nuestra historia republicana.