jueves, 25 de abril de 2024

ERES EL MEJOR


Confieso que al principio tardé un poco en darme cuenta de que se lo decía a todos
, pero descubrirlo no me molestó, sino que me hizo sonreír divertido, sin perder la seguridad de que me apreciaba. Todo en José Mari siempre me alegró, y ahora que se ha ido, lucho para que esta desolación no me oscurezca la vida.

“Estoy mejor, don José María. Gracias por su llamada. Es usted el número 1”. Así le hablaba a su tocayo oncólogo hace pocos días, porque él siempre estaba bien (gracias al doctor Puerto Pica por ser tan atento y generoso con su paciente). Incluso llamó delante de mí a Manolo Cintas para preguntarle cómo se encontraba y darle ánimos. Ese era Campanón, un sencillo portento de humanidad.

Muchas veces me invitó a ir a Burguillos a predicar en el Cristo. Para convencerme me pintaba las cosas fáciles: “tú tranquilo, confiesas un rato, dices unas palabritas y ya está. Eres un crack”. Porque Chema hacía todo simple, era un hombre sin complicaciones ni comeduras de coco. Durante la misa, a veces me decía alguna tontera por lo bajo, y casi no podía contener la risa. Así era, y quienes lo conocen me entenderán.

(Me doy cuenta de que estoy escribiendo y estoy sonriendo). Después de la misa nos íbamos a alguna de las terrazas de la plaza a cenar, y siempre pedía un montonazo de cosas que resultaba imposible comerse. Para mí era el rato mejor porque disfrutaba viendo cómo le saludaba la gente, y cómo trataba él a todo el mundo. En unos minutos era capaz de soltar cuarenta bromas, preguntar por un enfermo, dar besos y abrazos a los niños, darle un toque a un joven…

Yo me quedaba maravillado de la familiaridad con la que se manejaba. Aquellas noches José Mari me dio un máster de cómo se es cura entre la gente del pueblo, auténtico vecino, amigo de todos, cercano, accesible y evangélicamente normal. Pastor con penetrante olor a oveja antes de que Francisco fuera Papa y acuñase esa expresión. A mí, recién llegado a la vida secular y rural, me ayudó enormemente sin saberlo ni pretenderlo, y ojalá ahora le lleguen al cielo mis sinceras gracias.

Más tarde, cuando ya estaba yo en mis Valles queridos, seguí recibiendo lecciones de ser buen párroco a través de mi gente de Santa Ana, del afecto que le tenían a “Chaparro”, cuánto lo valoraban… y las historias que me contaban y que nos arrancaban carcajadas. La mejor: la noche en que, tras unas copitas de más, nuestro hombre se durmió dentro de su coche y ahí le agarró el amanecer.

El tiempo que fue arcipreste pude apreciar con más claridad lo importante que era para él la fraternidad entre los sacerdotes. Lograba que el ambiente fuera ligero y cordial, porque era una persona carente de gravedad y planteaba los temas y las tareas con un estilo asequible. Nos llevábamos chévere en medio de nuestras diferencias, y era seguramente gracias a su hábil buen humor.

Esa atención a las bonitas relaciones con los compañeros se la ha restituido el Señor en los días finales de su vida en forma de amor concreto, esforzado y delicado. Es impresionante con qué dedicación y cariño le han cuidado Manolo Rico y Antonio Cerro, cómo le ha acompañado Antonio Mª Rejano… Y José Mari les expresaba su agradecimiento, me hablaba de “lo buenos que son”, se le iluminaba el rostro al contarme que había estado Luis Ramírez.

Y yo he tenido el privilegio de estar a su lado algunos ratos. Ha sido desgarrador en medio de mi propio duelo, pero me sentía atraído por él, su dolor por momentos extremo y su entrañable personalidad, nunca hundida a pesar de la devastación de la enfermedad. José Mari ha sido él mismo hasta el final, sin duda sostenido por su querida hermana Mª Carmen y su presbiterio diocesano.

No he podido devolverte, José Mari, todo lo que tú me diste. Me siento a la vez triste por tu pérdida, aliviado por estar lejos en este día, y orgulloso de llevar conmigo algo de ti. Realmente el mejor eres tú, y por ti y tu vida le doy las gracias a Diosito lindo.

viernes, 19 de abril de 2024

"TE TIENES QUE IR"

 
Mis papás me mandan todos los años un paquete para celebrar la Navidad: polvorones, turrón, mazapán, chucherías varias… Pero esta última vez la caja se quedó atorada en aduanas de Lima y no llegó. Por más que investigaron acá y preguntamos allá, había desaparecido en un limbo postal. Hasta que algunos días atrás, yendo por la calle, sonó un whatsapp de mi papá: “Tienes una sorpresa”.

Y sí: acá estaba la caja, de vuelta a la casa, donde yo estoy pero no debería estar en esta época del año. Mi mamá es única, me envía este arsenal de golosinas desde el abrazo de Diosito y se asegura de que la reciba. De hecho, mis hermanas y yo repasamos el contenido, conmocionados, y comprobamos que hay turrón de chocolate (mi preferido), y por supuesto las cosas que le gustan a ella (torta imperial, figuritas de mazapán), así ha firmado este cariño navideño.

Los últimos años, la videollamada cotidiana terminaba diciéndome ella “te quiero”. Como si quisiera aprovechar al máximo el tiempo que el cáncer le concedía para expresar el amor, o compensar posibles déficits anteriores de afecto, que nunca existieron. Yo le contestaba: “yo también te quiero a ti”, y así arrancaba mi jornada selvática, con ese rescate de ternura.

Se quedaba de esa manera conmigo cada mañana, y ahora, estos días en que luchamos por contener la hemorragia de aflicción, la noto más cerca que nunca. Mi mamá está acá, a mi lado; salgo a caminar, pongo la lavadora, trapeo la cocina y me está viendo; su olor me impregna y adorna muchos momentos; mi hermana nos corta a mi papá y a mí el cabello (¿?) al número 3 y sabemos que no le gusta, ella tenía que hacerlo al 5; algo se me cae, o me mancho almorzando y escucho su burla favorita: “homo habilis”. Jeje.

Mi madre está presente, me cuida, y cuando como ahora las lágrimas son un huaico que me vence, siento tercios de su fuerza reanimándome, sus ganas de vivir levantándome. Porque ella está en cada una de mis células desde antes de que naciera, ese es mi orgullo, la energía que todos nosotros necesitamos ahora más que nunca para seguir adelante.

La penúltima noche, un rato en que estábamos los dos solos, abrió los ojos, me miró y musitó, bajito: “te tienes que ir”. “¿Adónde?” – le pregunté yo. “A tu pueblo”. Fue lo último que me dijo a mí directamente. Me asombra y me admira... De modo que no queda otra: tengo que obedecer a mi mamá y regresar a mi vida, a mi tarea, con mi pueblo lindo. De hecho, me voy mañana.

Gracias por todas las muestras de cariño y cercanía hacia mi familia y hacia mí. Disculpen si no pudimos responder a todas las llamadas o los mensajes, pero nos consolaron en esta experiencia tan difícil, que ahora tenemos que ir procesando para extraer todos los aprendizajes, y han sido muchos. Ojalá nos hagan ser mejores personas.

No puedo ya continuar escribiendo, pero la vida tiene que seguir, es hora de volver. Lo necesito y al mismo tiempo lo temo; me ayudará y me dolerá. Nada me podrá quitar jamás su “te quiero”, su amor está vigente, arraigado, es eterno desde mi primer latido, y el mío por ella está en pie, puro, incondicional. Te quiero Mamá.

sábado, 13 de abril de 2024

APRENDER A VIVIR DE NUEVO

 
Este Sábado Santo fue para mí dolorosamente real, el más silencioso de mi vida. Muy vacío, sin tareas, sin comunidad a quien servir; triste, apagado, lento, desolado. Sin Vigilia Pascual por primera vez desde mi adolescencia. Me habían invitado en Fuentes de León (muchas gracias, estoy en deuda con la comunidad e iré a visitarles) pero francamente no me sentí capaz de cantar aleluya.

Durante muchos días, después de despedir a Mamá, todos en mi familia nos hemos perdido en una especie de triángulo de las Bermudas emocional. Aturrullados, como extraviados en una pesadilla insoportable, apenas acertábamos, como torpes autómatas, con las operaciones de inmediato y obligado cumplimiento: papeles, información sobre trámites, arreglos en el cementerio…

Retirar sus cosas, al menos guardarlas, es hasta ahora un tormento que padecemos en silencio. Porque en ellas nos asaltan los recuerdos, su presencia, están impregnadas de su personalidad. Mi papá encontró unos pocos billetes en su cartera, los dividió cuidadosamente y dio a cada uno de sus nietos la piruleta, la propina semanal. Me tuve que ir del patio donde estábamos para que no me vieran llorar.

Y es que cada cual lo lleva como puede, elabora y expresa el dolor a su manera. A veces nos anima hablar de ella, a veces la garganta simplemente se nos anuda; el mundo sigue girando, pero no entiendes por qué y cómo es posible, y pasas del resentimiento a rendirte ante la penosa evidencia de que ella se ha ido. Y todo envuelto en esa extraña nube de confusión e irrealidad.

Mi amiga de muchos años Claudia Cabillas, que además es psicóloga, me dijo esto: “es como aprender a vivir de nuevo”. Me hizo pensar, me ayudó. La vida continúa, pero ya nunca será como hasta ahora; todo es diferente. De pronto desaparece la persona más tuya, con quien mantienes el vínculo más íntimo, quien te conoce mejor que tú mismo, por quien sientes el amor más puro. Es desconcertante y atroz.

Esta soledad que sufro es completamente desconocida para mí. Un territorio afectivo por donde no logro orientarme, y me cuesta describirlo. Estamos aturdidos, conmocionados como tras una fuerte explosión, sin saber por dónde tirar ni cómo respirar. Los primeros días totalmente atolondrados, como pollos sin cabeza; después más bien abatidos, agotados en una isla desierta o espantados porque súbitamente nos encontramos dentro de un comic al que le han quitado los colores.

Seguir viviendo, pero todo ha cambiado de forma irreversible, como el gusto de las embarazadas. Lo sé y me aterra. Sin Mamá mi infancia y mi juventud se hunden en una bruma de memoria. Me siento algo así como separado de lo más genuino de mí mismo, es tan turbador como irremediable. Muy difícil. Carmen me contó que esto marca un antes y un después en la vida; y, sí: es un hito, un lacerante jalón. Ya nada será igual.

El Jueves y Viernes Santos sí que me fui a celebrar la Semana Santa, para ayudar a mis compañeros, pero sobre todo a mí mismo. El contacto con la gente siempre es revitalizante, me hace sonreír. En Calera de León con su coro rociero amenizando el lavatorio de los pies, y en Santa María de Nava, junto a la Virgen Zapatera, que tiene un significado muy especial para mí: me recuerda de dónde vengo y quién soy.

Y el domingo de Pascua, haciendo un esfuerzo, me acerqué a la procesión de la Esperancina en Valencia. Durante la Eucaristía mantuve la compostura, pero después, en el encuentro de la Virgen con su hijo regresado de la muerte, no pude contener las lágrimas, envueltas por los aplausos. ¡Qué dicha inmensa e incomparable abrazar a quien más quieres, después de haberlo visto partir para siempre! Hay momentos en que noto que me va a explotar el corazón.

“La pena por haberla perdido no puede opacar a la alegría de haberla tenido”, afirmó alguien en el tanatorio. Está bien, pero por ahora es solo una idea acertada, aún no logramos percibirlo y menos saborearlo. No te puedes preparar porque ninguna otra muerte antes vista se parece a esta. Como me compartió Yolanda, “un trozo de ti se ha marchado”… está en la eternidad. Y duele mucho.

domingo, 7 de abril de 2024

EL MEJOR REGALO


Estaba conversando con Valeriano Domínguez Toro, el párroco, que me mostraba las instalaciones, y veía con el rabillo del ojo a la gente ingresar: una mamá joven con una niña, una pareja mayor, dos señoras… Y desde entonces, cuando paso junto a la parroquia, me fijo en el trasiego de personas casi constante. ¿Qué hay allá que atrae con esa suavidad irresistible?

El Espíritu Santo está en el Cerro del Viento, un barrio de Badajoz. Es una parroquia joven, inaugurada en 2012 después de un proceso de construcción tan breve como audaz. Las misas habían comenzado tres años antes en un garaje de una calle cercana, donde enseguida enganchó el empuje de este sacerdote emprendedor, comunicativo, cercano y resolutivo.

La Navidad pasada, sin que hubiéramos tenido ningún contacto porque nos conocíamos solo de oídas, me llegaron mensajes de Valeriano ofreciendo para la misión una ayuda económica recaudada en actividades parroquiales. Me sorprendió gratamente; mis papás, que son feligreses pues viven cerca del templo, me contaron que en la Eucaristía se había mencionado el destino del donativo, y que mi carta de agradecimiento estaba colocada a la entrada, bien visible.

En enero, poco antes de este viaje inesperado, Valeriano me preguntó “si tenemos necesidades”, y esa cuestión se contesta sola; de modo que a los pocos días nos enviaron un nuevo apoyo, esta vez mayor. Por eso hoy estuve celebrando con esta comunidad el domingo de la Divina Misericordia, para aprovechar la ocasión y contarles cómo es la Amazonía, qué proyectos tratamos de llevar adelante en el Vicariato, y concretamente a qué será destinado su compartir.

Volvamos al por qué la gente pasa al recinto. La iglesia está abierta prácticamente todo el día; hay un espacio a la entrada separado por una mampara transparente que permite la visión del Santísimo, decorado con mucho gusto, y donde suele haber buscadores de un rato de paz y silencio a salvo de las pantallas. Pero hay muchas más personas que se dirigen de frente al patio, a mano derecha…

Al fondo, a unos metros, hay una especie de templete abierto. Sencillo pero muy bien concebido, con sillas y una primorosa ornamentación vegetal; en el centro, una urna de cristal con una imagen de la Virgen de Fátima. Y habitualmente alguien orando. De modo que era eso, esa la presencia que llama, ese es el meollo de ternura que palpita en las entretelas de la ciudad.

Valeriano dice que todo el día está llegando gente, y doy fe. “¿Pero y con este frío y todo?” – le pregunto (estas semanas nunca logro entrar en calor, extraño el clima de la selva). “El público se sienta con el abrigo y sin problema”. Impacta que tantos hagan una pausa en su jornada para encontrarse con la Madre y así disfrutar de un abrazo interior que va más allá del sosiego. Es una cuestión de amor puro.

Se puede prender una vela y entregar una limosna. Mi compañero dice que lo que se deposita ahí supera con mucho a las demás aportaciones económicas que se generan en la vida parroquial. Pienso en lo bien que se porta esta comunidad con nosotros y capto esa conexión: la generosidad tiene que ver con Ella, y está revestida de discreción, fidelidad y modestia, que son el estilo materno. Dar siempre y sin ruido.

Se portaron hoy muy bien conmigo. Me agradecieron, me animaron, me colaboraron. El Espíritu Santo es lo femenino de Dios; lo suyo es sostener, amparar, cuidar. Lo exhala el Resucitado antes de mostrar sus heridas y dejarlas tocar. La Espíritu inspira la personalidad de esta comunidad cristiana. Comunica paz, quita miedos, otorga aliento vital. También doy fe.

Se camina unos metros y se ve un pequeño monumento, una bella piedra de mármol pulido con varias inscripciones. Arriba del todo, “Resurrección”, porque es el final del via crucis que circunda el jardín; y una placa con estas palabras: “Una madre es el mejor regalo que Dios da al hombre”. Me embargan el agradecimiento y el dolor, pero por encima de todo, el amor.

sábado, 30 de marzo de 2024

MISAS CRISMALES


Este año se me ha dado participar en dos misas crismales, las de mis dos iglesias: en la que vivo y trabajo, o sea, mi Vicariato amazónico de San José; y la que me envía, es decir mi diócesis extremeña de Mérida-Badajoz. Por ese orden. He renovado dos veces las promesas sacerdotales (no vaya a ser que me olvide, ¿eh?). Y he podido apreciar las diferencias y similitudes…

La rúbrica sitúa la misa crismal el Jueves Santo, pero sería materialmente imposible que los curas nos fuéramos de las parroquias ese día, con la cantidad de cosas que hay que hacer; por eso en la catedral de Badajoz es el martes santo. Y en la de Indiana siempre celebramos la misa crismal durante la Asamblea Vicarial, aprovechando que estamos ahí la mayoría de los presbíteros; este año fue el jueves 29 de febrero, en plena Cuaresma... Ambas misas fuera de fecha.

Diría que acá había más de 100 sacerdotes, todos vestidos igual; en Indiana aquel día, 12 o 13 (somos creo que en total 14 y faltaba alguno) y cada cual con su estola a su estilo. En los dos casos la melodía de entrada fue “Pueblo de reyes”, pero en la sede vicarial no se escuchó el latín, mientras que en la catedral metropolitana la mitad de los cantos se entonaron en ese idioma, primorosamente acompañados por el coro y el órgano; allá guitarra, pandereta, quena y percusión.

Los compromisos del día de la ordenación fueron actualizados de manera compartida y semejante. Resulta peculiar sentirse parte de dos presbiterios al mismo tiempo, una gran suerte que vivo con agradecimiento pues conecta con la médula de lo que supone para mí ser misionero. Recibí muchos abrazos de condolencia, y algunos me confortaron de verdad.

En la bendición de los óleos y consagración del crisma advertí algunas divergencias: los momentos en que se realizaron, el tipo de recipientes… En mi selva se mezcla allí in situ el bálsamo perfumado con el aceite, acá estaba ya todo listo. Por supuesto los textos eran los mismos, pero en Badajoz los que traían y llevaban las ánforas plateadas eran siempre sacerdotes, mientras que en Indiana lo hicieron fundamentalmente laicos.

Y no es un detalle menor: la misa crismal del Vicariato, en el contexto de la Asamblea, donde nos reunimos todos los misioneros (que son mujeres en un 65% y laicos en un 25%), los delegados de los puestos de misión y otros agentes de pastoral, refleja el carácter no clerical, desde siempre, de nuestra iglesia misionera: los participantes presbíteros no llegábamos al 15% del total, mientras que en Badajoz probablemente era al revés.


Es siempre una misa en la que el pueblo lindo festeja a sus padrecitos. Sonaba solamente el tambor y don Oscar (en la foto) o la señora Janet portaban danzando los tarros de cristal con los óleos santos para que fueran bendecidos. El equipo de Caballo Cocha, encargado de preparar la celebración, colocó un par de elementos así, puramente autóctonos, que remarcaron el protagonismo de nuestra gente.

Y el mejor fue el gesto de la señal de la cruz, que un niño, un joven y un adulto nos marcaron a los curas sobre la frente; recordándonos así que somos consagrados como servidores del pueblo, del que formamos parte por el Bautismo, y en el que no somos más que nadie.

A mí me tocó Mayra, la hija de Mariana, que tiene 11 años, y con su media sonrisa se acercó para profundizar de ternura el distintivo invisible de mi vida, elegida por Diosito para alimentar a los más pequeños y vulnerables. Tal vez su dedo chiquito pueda despertar cada día en mí el deseo de estar a la altura del don que he recibido, así oré en silencio.

Aparecieron todavía símbolos varios, el pango y el masato camparon por las estrofas del canto de comunión, pero yo ya seguí bajo el encanto de aquel instante tan especial. En Badajoz hubo un aperitivo (Payva, lomo, jamón…) después de la misa; en Indiana, reunión de coordinación con gaseosa y galletas. Cada cual su singularidad; y yo de la selva.

sábado, 23 de marzo de 2024

NUESTRA MADRE HA SIDO MAESTRA


Gracias por la cercanía y las muestras de cariño para con nuestra familia en estos días tan difíciles de la enfermedad y el fallecimiento de mi mamá. Estas fueron las palabras que sus hijos preparamos para el final de su Eucaristía de despedida. Ya está en el abrazo eterno de Dios Madre.

Nuestra madre ha sido maestra. Nos ha enseñado a leer y a escribir a nosotros y a muchos niños y niñas de Mérida; pero más allá de eso, ha sido maestra de vida: nos ha transmitido en el día a día valores hermosos y claves para ser felices, como ella lo ha sido. La honestidad, el trabajo hecho con pasión y dedicación, el cuidado del más débil (recordemos su labor con los niños con síndrome de Down), la tenacidad, la humildad, la ternura.

Mamá nos ha enseñado a vivir. Y tal vez nos ha dado su mejor lección en la experiencia de la enfermedad y la muerte. Se enfrentó al mal "con todo el espíritu, vitalidad y ganas que le ponía a todo", en palabras de su médico, el doctor Jacobo Gómez Ulla. Nuestra familia le agradece a él su excelente labor, su cercanía y su delicadeza con ella.

Los últimos días han sido difíciles y a la vez muy reveladores del carácter de Mamá, del tesoro que llevaba dentro. No tenemos palabras para agradecer a Miguel Ángel y Montaña y el equipo de cuidados paliativos de Badajoz cómo nos han acompañado, a ella y a nosotros, el cariño con el que la han cuidado. Nunca lo olvidaremos.

Gracias a sus compañeras y compañeros y amigos del colegio Trajano, a sus alumnos y a todas las personas que han estado a nuestro lado en este proceso, también desde Perú. Gracias a mis compañeros sacerdotes, al provincial de los salesianos y nuestros obispos don Celso y don José, que está con nosotros hoy.

Como buena aragonesa, siempre tuvo muy presente a su Virgen del Pilar. Quedará en nuestro corazón su último viaje a Zaragoza con toda su familia hace un año.

Sus últimas palabras fueron: "Tened cuidado de Papá". Y así lo vamos a hacer, y es un privilegio porque mi padre es el que hace que todo sea fácil, durante toda la vida.

Mamá era una persona que lo llenaba todo y que dejará huella, fuerte y valiente hasta el final. Nosotros nos quedamos con lo mejor de ella, ella vive en nosotros, y ese legado es el que transmitiremos a nuestros hijos, sus nietos.

Gracias, Mamá.

Gracias Señor por ella.

sábado, 16 de marzo de 2024

UN REMANSO DE ALEGRÍA EN EL CORAZÓN DE LIMA

 
¿Quiénes son estas chicas jóvenes, con ese hábito tan original, que cantan increíblemente y que sonríen mientras cantan? – me pregunté al llegar a los ejercicios de la CONFER, de nuevo en Villa Marista. Porque enseguida me llamaron la atención, algo me transmitieron con su mera presencia, en la densidad del silencio.

Ellas viven en el silencio porque son monjas contemplativas, pero es una serenidad habitada, que desprende destellos humildes y limpios del Dios cuyos pies caminan por el barro de nuestra humanidad. Algo intuí allí al pie del cerro, y pude apreciarlo más de cerca cuando fui a visitarlas algunos días después.

Y es que quedaron palabras por decir. Cuando en la última Eucaristía del retiro la hermana Bego hizo una petición en voz alta, detecté al toque el acento y al final del almuerzo, antes de irnos todos, le pregunté: “¿de qué provincia del sur de España eres?”“De Granada, pero mis padres son de un pueblo de Badajoz que se llama Zahínos, ¿lo conoces?”. Clarooooooooo… He trabajado cerquita, en mis Valles lindos.

Cada charla del p. Simón Pedro comenzaba con un canto meditativo, melodías suaves que nos hacían respirar el perfume del Espíritu; así que ya había escuchado la excepcional voz de Bego antes. Me había cruzado con las hermanas Gabi, Patricia y Rocío, que es limeña. Y me había hecho gracia ver correr en las mañanas a la hermana Diana, vestida con un buzo del mismo color que su hábito, un polo blanco y una toca igualita que la de diario, pero más cortita: propiamente una monjita haciendo footing.

“Somos agustinas y estamos en la avenida Brasil”, y casi no hubo tiempo para más datos. De regreso a Lima, una somera indagación (https://www.facebook.com/monasteriodelaencarnacionagustinas.lima) me fue ilustrando. Ellas proceden de España, de un grupo dentro de su orden que decidió vivir su carisma con unos rasgos peculiares y ha fundado algunas comunidades. Recibieron a varias peruanas y, después de unos años, atendieron el pedido del Monasterio de la Encarnación, donde las religiosas eran muy pocas y mayores; y las peruanas regresaron a su país.


Escribo en su Messenger preguntando si puedo ir a visitar a Bego y me contestan enviándome un número de whatsapp de la portería; tecleo ahí y ella misma me responde, y quedamos para el día siguiente. Cuando voy a llamar me abre Diana, y comienza una tarde de encuentro y conversación. Muy acogedoras, me muestran el monasterio, su capilla, el claustro abierto al público, la huerta (es ahí donde corren, jeje), la iglesia; y me invitan a un refresco.

Tienen dos tortugas, pero las hermanas son resueltas, despiertas, abiertas. Dedican mucho tiempo diario a la oración, cuidan con esmero la liturgia, trabajan la fraternidad… pero descubro que también aman al Señor en la gente concreta, dan catequesis, reciben jóvenes, organizan jornadas y convivencias, aceptan peticiones de colegios y parroquias para compartir experiencias de espiritualidad… Algunas de ellas recién llegan de la Semana de la Catequesis de la Conferencia Episcopal, y a la vez un grupo de otras religiosas se prepara a un retiro que la madre Carmen les va a dar. De hecho, en su hospedería cualquier persona puede pasar unos días de recogimiento, con invitación a compartir la liturgia de las horas con la comunidad.

Me admiró especialmente su labor social. Les llegan alimentos a punto de caducar de supermercados cercanos y, con ayuda de amigos, los entregan diariamente a los necesitados. “Muchas personas tocan esa puerta cada día” – me dicen, y ellas responden con solidaridad y ternura. Se les nota sensibles a la situación del país, en sintonía con los más pobres… No podía ser de otra manera: profundas horas expuestas al Pan bendito, mucha intimidad con el Amor, las lleva a conectar con los vulnerables donde Él espera. La misión es esencialmente contemplativa, y ellas la viven.

Debería contar muchas cosas más: que hacen hermosos iconos y otros objetos artesanos, que se llevan rebién con los vecinos, que todas estudian Teología u otras carreras, que a veces no hay recreo porque deben preparar los víveres, que acompañan el canto de los salmos con cítara (primera vez en mi vida que rezo literalmente como David)… pero el más bello impacto que recibí fue su alegría. “Elige ser feliz” se lee en un edificio contiguo, y siento que estas mujeres los son. Lo percibo en sus rostros, en sus gestos, en sus miradas, en el carácter de su plegaria. Su casa es un remanso de alegría en este mundo convulso y violento. Gracias hermanas agustinas por existir y por ser como son. Recuerden que están invitadas al Vicariato, que acá necesitamos misioneras auténticas.

sábado, 9 de marzo de 2024

PARA VENIR A LO QUE NO ERES (Entrada número 1000)


“Para venir a lo que no sabes
has de ir por donde no sabes.
Para venir a lo que no gustas,
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no posees,
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres,
has de ir por donde no eres.”
(San Juan de la Cruz)
 
Para venir a lo que no sabes
No sabía que venía a la selva; salí de mi tierra con un plan,
pero llegué a lo que ni imaginaba.
Mi brújula se encantó,
              esta luz,
              la música de estas risas,
              la sencillez descalza 
atrajeron de forma dulce e irrevocable las fibras de mi vocación.
 
has de ir por donde no sabes
           El camino fueron las vueltas del río,
           la sorpresa ante la inmensidad y la belleza sin rebozo,
                        comprender que no comprendo
                        refundar mi mente,
                        deponer en un costado mi equipaje,
                        tunear mi ingenio
                        en lo posible…
Y aun así adentrarme.
 
Para venir a lo que no gustas
Me disgusta ser tan distinto de la gente.
Aborrezco el tacto erizado del mal,
que no puedes esquivar
Los estragos de la corrupción y el abuso,
            la atroz impunidad,
 el pueblo menudo siempre padeciendo.
 
has de ir por donde no gustas
por el claroscuro,
el peritaje en paciencia,
“noches sin dormir y días sin comer” (2 Cor 6, 5).
Por el desfiladero de la disminución
a la vez abrumado por las responsabilidades 
y el trabajo desbordante.
 
Para venir a lo que no posees
Esta claridad en la sonrisa.
Esta aceptación del vaivén de la vida, a veces cruel.
Esta alegre provisionalidad.
Esta pequeñez imbatible.
Esta ausencia de solemnidad. 
No poseo, pero deseo.
 
has de ir por donde no posees
Ensayar, tantear, experimentar, probar.
Sin seguridad,
sin mapas certeros
ni programas,
sólo fluir. Salir.
Porque todo se transforma.
 
Para venir a lo que no eres
Ser otro.
¿Se puede cambiar?
            No hay alternativa, eso es ser misionero.
            Esa locura, ese atrevimiento,
            esa deliciosa contradicción: evolucionar para ser auténticamente yo mismo
                            acá.
 
has de ir por donde no eres
Deslizarme por la aureola del deseo,
respirar los sueños amazónicos.
No hay garantías,
únicamente devoción, intuición, pasión.
Marcho por el amor y sus razones,
ligero y feliz. 


Esta entrada hace la número 1000 de mi blog Kpayo. Empezó el 10 de septiembre de 2008 con un texto muy breve titulado "Encrucijada", escrito en un momento personal de gran incertidumbre y zozobra. Casi 16 años después, jamás podría haber ni imaginado todo lo que pasaría, las experiencias que viviría, los lugares donde llegaría, las personas lindas que conocería... Gracias Diosito por tantísimo; y gracias a los amigos que siguen leyendo estos retazos de vida a lo largo del tiempo. Lo he querido celebrar con esta especie de paráfrasis de un poema de san Juan de la Cruz.

sábado, 2 de marzo de 2024

LLUVIA


Esta última semana llueve todos los días, vivimos dentro un clima mojado, con cielos apaciblemente grises y temperaturas benévolas. En la selva la vida se transforma cuando la lluvia se establece, y es algo delicioso y tristemente cada vez más esporádico, porque el colapso climático al que nos precipitamos se asoma en forma de sequías cada vez más mortíferas.

En la madrugada, un golpe de viento fresco me despierta, e inmediatamente el rumor, primero susurro y después repiqueteo sin ambages. Noto cómo las pequeñas gotas atraviesan la ventana con su malla, y planean sobre mi cuerpo; no habrá cosquillas más suaves. Nomás me volteo… qué rico se duerme cuando llueve.

La borrasca interrumpe muchas cosas, pero sin traumas ni malos humores. Se llega tarde al trabajo, no se puede seguir en la chacra, imposible acudir a la reunión… porque llueve. Está en el ADN de la gente que hay que parar o ralentizarse, y más de uno directamente se irá a su hamaca a dormir sin complejos. Quizás la lluvia sea percibida desde tiempos remotos como un momentáneo oasis primaveral en medio del tremendo calor que se soporta siempre.

Es algo cotidiano que el higrómetro cante el 70% o más de humedad a pesar de que el sol esté machacando sin clemencia; son los famosos ríos aéreos amazónicos, tan invisibles como reales. Entonces en este tiempo de rotundos chubascos, toda esa agua que hay siempre en el aire se materializa y cae dando vida, limpiando y realmente alegrando.

Me gusta creer que miles de litros cúbicos se precipitan sobre el Amazonas y alivian toda esa porquería que baja hasta el mar: residuos de metales pesados (mercurio, cadmio…) por la extracción de oro en las dragas, petróleo, plásticos. Ojalá una catarata de agua cristalina pudiera arrasar la contaminación y restablecer la selva a su pureza original… Soñar es gratis.

Increíblemente Iquitos no está preparada para aguaceros copiosos y sostenidos. Te vas al centro y encuentras tremendos lagos que anegan calles y veredas, el sistema de alcantarillado no tiene capacidad para asumir todo ese caudal y tus piececitos se mojan sin remedio. Algo parecido ocurre con muchos edificios, por ejemplo, colegios que son construidos con diseños y estándares de la costa y no resisten estas violentas tempestades; prontito se manchan de humedad y se malogran. Dinerales botados al agua, nunca mejor dicho.

Pero la gente linda, ellos tranquilos. Los niños empapándose jugando al fútbol bajo el chaparrón, sus risotadas abriéndose paso entre el fragor de la lluvia en los árboles. Unas mujeres en la orilla siguen lavando como si tal cosa, más rápido se va a enjuagar la ropa. Pies calatos embarrados, saltos sobre charcos, canalones transformados en duchas, resbalones en la madera… El agua aumenta la diversión y es siempre agradecida por los pobres.

No se puede salir, ni siquiera lograré ir de mi cuarto a la oficina sin quedar aguachinado; ah ya, entonces voy a agarrar una novela, voy a ponerme ¡calcetines! y miraré la lluvia en las pausas de la lectura. Recordando cuando era niño y tardes así se colmaban de sosiego y hogar. Felizmente todavía quedan.

sábado, 24 de febrero de 2024

ABRIENDO HORIZONTES


Son las 8:15 de la mañana. Paso junto a “mi” oficina de Cáritas San José y las veo en la mesa ya estudiando. “¡¿Quién me está invadiendo?!” – grito, y así obtengo las primeras sonrisas del día, todo un lujo, ¿no? Que ya bastantes borrascas de amargura azotan esos mundos…
 
Se llaman Niurka y Nikol, y son de Tamshiyacu, un puesto de misión río Amazonas arriba, no muy lejos. Se están preparando para postular a una plaza en la facultad de Educación de la UNAP (Universidad Nacional de la Amazonía Peruana), la única universidad estatal que hay en Iquitos y creo que en todo el nor-oriente peruano. Pública y por tanto gratuita, detalle fundamental.
 
Porque en Perú las universidades, igual que los colegios, son un negocio como otros. Hay un montón de universidades privadas y también de institutos (centros que ofrecen estudios técnicos y profesionales) donde se ingresa de frente, sin necesidad de examen, pero la mensualidad es de 300 soles como mínimo. Y esto, unido a los gastos de hospedaje, alimentación, útiles, movilidad, ropa… hace que muy pocas familias de nuestro territorio, en general pobres dedicados a la pesca y la agricultura de subsistencia, tengan alguna expectativa de que sus hijos accedan a estudios superiores.
 
Dentro de un rato aparecerá Nilver, un chico del río Putumayo que apunta a Antropología. Y tenemos a dos jóvenes más en la misma faena: Lady, su hermana, que concurre en la modalidad de pueblos indígenas, y Anita, que es de una comunidad llamada Cochiquinas, cerca de Pebas, en el Amazonas, y también desea ser maestra. A los que logren su cupo, el Vicariato les concederá una beca que les permitirá avanzar en su proyecto.
 
Pero no es tan fácil. Si uno se presenta al examen, que es el 3 de marzo, así nomás, tiene muy pocas posibilidades. Y no solo por el obstáculo puramente numérico (estamos hablando de miles de alumnos de toda la región Loreto para apenas unos cientos de plazas muy peleadas), sino por la brecha en los aprendizajes básicos que presentan los adolescentes de las comunidades del río, que terminan su secundaria lastrados por graves deficiencias en lectoescritura y matemáticas, y con un nivel académico real muy inferior al que dicen sus calificaciones.
 
Por eso es casi obligado, y especialmente para los de fuera de la ciudad, apuntarse a una “Pre”, es decir, a una academia donde preparan específicamente para la prueba. Las Pres son otro pelotazo: una marea de chicos y chicas desesperados por ingresar a la universidad, lugares donde compruebas que es cierto que más de la mitad de la población del Perú tiene menos de 18 años, ¡qué muchedumbres! Por supuesto les cobran hasta por respirar: la matrícula, el libro (lo llaman “prospecto”), tasas de varios pelajes y diez soles por cada simulacro. Lo explico.
 
Nuestras huambras pasan la mañana en el Vicariato estudiando, almuerzan acá y se marchan a sus clases en la Pre. Cuando salen van a casa de la tía de una de ellas, donde se alojan, pero allí no se dan las condiciones para concentrarse en el estudio por el ruido y por el hacinamiento; por eso regresan a mi despacho al día siguiente. Los profesores de la Pre se enfocan mucho en el examen: el estilo de las preguntas, los contenidos que suelen caer… Cada sábado hay un ensayo (“simulacro”) con modelos similares al de verdad o de otros años, se miden los puntajes y los estudiantes pueden ir calibrando qué tan cerca estarían de lograr su objetivo.
 
Les damos una mano para que puedan inscribirse en la Pre y durante estas semanas dedicadas a estudiar a full, y rezamos para que se les dé bien y tengan éxito. Voces derrotistas dicen que las plazas están todas vendidas… pero yo he visto ya ganar a algunos de nuestros muchachos, y hay que creer. Ese día buscaremos una torta “selva negra” para celebrarlo, recién podrán obtener la beca y entonces comenzará una vida nueva para ellos, con un bonito futuro si aprovechan su oportunidad.

Y las ayudas para esas becas llegan de organizaciones y personas generosas. Mensajeros de la Paz lleva algunos años apoyando; las comunidades parroquiales del arciprestazgo de Fregenal-Fuente de Cantos (Mérida-Badajoz) están haciendo una campaña y nos enviaron 3000 € hace pocos días; las Cáritas de mis queridos pueblos Valencia del Ventoso y Valle de Santa Ana compartieron este año el resultado de su “Pincho solidario” y su gesto de Navidad respectivamente; en Zafra la Junta Local de Hermandades y Cofradías se ha comprometido y organizó un chocolate con churros el pasado sábado 17 de febrero. También en Valle de Matamoros, en Mérida, La Lapa, Atalaya… Y mucha gente aporta personalmente su poquito. A todos les digo gracias, porque realmente merece la pena el esfuerzo. Es abrir horizontes para Nikol y Niurka, y otros muchos. Ya les contaré cómo les va a estas mocitas.

domingo, 18 de febrero de 2024

LA PEDAGOGÍA DE LA REPETICIÓN


¿Cómo es posible que las religiosas de la Compañía Misionera me volvieran a encargar darles ocho días de ejercicios espirituales? “La gente dice que hay conexión” – argumentó Gema cuando me resistí un poco, aduciendo que “tengo que preparar algo diferente, no les voy a dar lo mismo que la otra vez; componer una tanda nueva, mucho trabajo…”. Reclamé y, claro está, acepté.

He elaborado cosas nuevas, pero en el fondo es lo mismo. Lo estoy comprobando estos días en Villa Marista: mismo escenario, la mayoría de participantes coinciden con la foto de 2020… Los ejercicios de ocho días, para quienes los hacen cada año con el método ignaciano, son siempre de repetición. Y esta vez se podría considerar una “repetición total” para ellas… y para mí, el facilitador caserito.

Y al mismo tiempo, por supuesto que la experiencia está siendo muy distinta. Porque “repetir para Ignacio no es volver a hacer lo mismo. Es hacer “otra cosa”. Nueva. Es ahondar lo vivido; pero no excavando, sino dejándose anegar (Rom 5,5). Continuar caminando un camino (…) iniciado, pero en el que he percibido que hay más riqueza de paisaje divino que contemplar y por el que dejarme “affectar”. Y en el que dejarme llevar más allá. O más adentro”. No lo digo yo, lo dice el gran maestro Ignacio Iglesias SJ, que una semana de agosto de 2005 me dio ejercicios a mí solito en Valladolid (¡vaya suertaza que tuve!).

De modo que acá están estas misioneras de pura sangre y largo recorrido. Aunque varias de ellas ya rondan la edad de ser abuelas, caminan con sus zapatillas de deporte, saltan al bote en Huampami, en Barrio Florido o en Macaya y atesoran mil anécdotas por esos ríos amazónicos desde hace décadas. Las personas que conocemos, los escenarios, los valores, los temas, los centros de interés, los estilos… mucho nos une, nos parecemos, y eso hace que fluya entre nosotros; hasta las bromas son graciosas por acostumbradas y familiares.

Por la mañana nos reunimos ante el Santísimo. Nada de custodia: acomodan el Pancito en una gran hoja seca adornada con hojas, flores y artesanías de la selva. Estar con Jesús pide / llama / lleva a estar cerca de los pobres; exponerme a Jesús sacramentado solo es posible y auténtico compartiendo la vida con la gente. La misión es esencialmente contemplativa, no intervencionista: escucha, cuidado, ternura, respeto, amor… más que “´catequizar”.


A la hora de los acompañamientos, ya me sé los nombres y las historias, y es una sensación desconocida y reconfortante. Veo procesos en estos años, traslados, enfermedades curadas, permutas de servicios… y también debilidad, inquietudes, cambios que se vislumbran pero que cuesta acometer. La erosión del tiempo y los desafíos de la misión; largo recorrido acumulado y nuevas rutas por explorar.

Lo femenino está muy presente estos días. Las mujeres son protagonistas de varios de los textos que consideramos. Hay un ejercicio que se titula “Dios Madre”, y otro “la Ruah”; es interesante descubrir que las funciones de la Espíritu corresponden a actitudes y estilos habitualmente propios de la maternidad y la feminidad: inspirar, ayudar, sostener, amparar, cuidar, hacer nacer… Pero cuando se hace el intento cambiar el género de Dios en las oraciones litúrgicas, te encuentras con una especie de muro semántico: ¡todo es masculino! Tenemos que remar mucho en la inclusión espiritual y efectiva de la mujer en la Iglesia.

La Eucaristía de la tarde es el momento de las resonancias. No hay homilía, sino que se trata de compartir lo que se ha vivido en la jornada; es la oportunidad de romper el silencio y ofrecer el regalo de lo que cada cual ha profundizado, el fruto del encuentro con Dios Madre. Intervenciones íntimas, descubrimientos, pero también planteos, luces, o simplemente el agradecimiento espontáneo o la intercesión sincera.

Y así he pasado estos días, tratando de dejarme enseñar, –yo también, tan discípulo como cualquiera–, por Dios Madre. Como buena pedagoga, utiliza la insistencia para señalarme la centralidad de la misión adorante, del oficio sencillo pero sustancial de consolar, de acompañar, de servir, de curvarme ante los pies más gastados, humildes y rotos. Y de entregar así la vida entera, a lo ancho y a lo largo, como hacen estas misioneras con pedigrí. Que tienen 80 años y solo piensan en seguir en la brecha. Lindas y pistoleras.

lunes, 12 de febrero de 2024

QUERENCIA POR LA SELVA


Llevo poco más de dos semanas por Lima y se me están haciendo largas, porque ya extraño la selva y cuento los días que faltan para regresar. Llegué muy cansado, con la resaca del dengue horadando mi cuerpo, y me ha venido muy bien este tiempo; pero ni modo: el hechizo que hace nueve años me tiene fascinado, me convoca de modo irresistible.

Echo de menos la selva. Su calor lento, sus lluvias rotundas, la humedad que lo envuelve todo, como un aura de vida.

Amo esa pobreza, los pies en sandalias, los vendedores ambulantes del puerto, los rabiosos colores de las frutas en el mercado, el crujido de las maderas decadentes, el perfume de las flores abiertas, el desorden de los botes en la orilla del río.

Adoro que los niños están por todas partes, sus risas al viento mientras se bañan en la quebrada al atardecer, las vidas desprovistas de gravedad, ligeras, avezadas en la diversión, con la carcajada generosa siempre preparada.

Sí, me gusta la gente. Me gustan incluso físicamente, sus facciones notoriamente amazónicas, los ojos rasgados, la suave redondez de los rostros, el pelo oscuro y liso de las mujeres, su belleza agreste, las piernas robustas, las manos ásperas habituadas al machete.

Creo ir comprendiendo, y perdono, las mezquindades de la miseria, las componendas obligadas por la necesidad; el lenguaje genuinamente amazónico del compartir, de la reciprocidad, de la tarea de la supervivencia, allá donde los extranjeros blancos y con plata somos inoportunos y hasta intrusos.

Me deleito con las palabras, ese tono de voz, la jerga regional tan graciosa, y sobre todo con la música de las lenguas indígenas, majestuosas, colmadas de sabiduría ancestral, diestras para dialogar con los espíritus del bosque y del río.

Amo la selva, donde todos estamos conectados, entre nosotros y con la naturaleza; amo cuando asoman las estrellas en el frescor de la noche, el rumor del río en la madrugada profunda, la algarabía de los loros y las sonrisas omnipresentes.

Irme a Lima, dar ejercicios, descansar, participar en un encuentro, hacer un retiro, meditar, orar… nomás para estar pensando en mi selva, en la misión, en mi vida de cada día, como el enamorado temporalmente alejado que anhela el reencuentro con su amada. Miguel Hernández lo expresa con primor:

Una querencia tengo por tu acento,
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.

Eso es lo que siento: querencia, dolencia y apetencia. Mi única oración: gracias Señor por la selva.

martes, 6 de febrero de 2024

BIENVENIDA VERÓNICA

Estoy en Islandia, en uno de esos ratos de tranquilidad cuando va bajando el sol en la tarde. En la retina de mi alma permanecen los momentos vividos ayer, durante la Eucaristía de Umariaçú; cuánto me impactó el ambiente, la lengua tikuna, las palmas, los cantos… pero más aún verte emocionarte con tu gente al sentir cerca el momento de la despedida.

Tal vez necesites distanciarte un poco, como el escalador de su montaña, para que aprecies en su dimensión lo que juntos han conseguido este pueblo y tú. El Papa nos pidió a los misioneros en Puerto Maldonado “hacernos uno” con los pueblos indígenas, y tú lo has logrado. Has recorrido la “estrada santa” de la inserción plena y amorosa, de la opción por estar y compartir la vida, sin protagonismo, animando, pero rebosante de delicadeza.

Ya conocías ese pueblito indígena cuando decidiste irte a vivir allí, porque habías trabajado con ellos puntualmente; pienso que estabas un poco herida y que, tal vez sin ser del todo consciente, buscaste en Umariaçú remedio, sosiego, el torrente de vida que precisabas como medicina para tu corazón magullado. Y seguramente hallaste mucho más de lo que te figurabas. Fue más duro, pero también más luminoso. Querías aprender, y se te abrieron horizontes nuevos e inmensos.

En la dinámica de la vida comunitaria, la participación, la igualdad, la rotación en los servicios, la acogida, el peso de las mujeres… en todo intuyo tu mano, tus opciones innegociables, pero también la densidad de tu paciencia, tu carácter y a la vez tu respeto. Discurría la celebración y yo solo contemplaba en silencio, como tú tantas veces. El ritmo, la alegría, las manos, los niños que lanzan sus sandalias y corretean descalzos por la capilla, y todo eso es Dios frente a mí, con nosotros.

Esa belleza se me presentó y dio a gustar como condensada, bajo el cristal de tu inminente adiós. Porque te quedan apenas dos semanas de estar en esta aldea, te marchas y el siguiente escenario misionero para ti será nuestro Vicariato, Caballo Cocha, el Perú. Y yo soy un padre que pertenece allá, al lugar adonde te vas, y claro, tenía que decir algo.

Conforme se acercaba el final de la Eucaristía iba entendiendo que justo para eso estaba allí, para eso había venido. Por supuesto que para conocer cómo expresan la fe estos tikunas, para apreciar la originalidad y la fuerza de su liturgia… pero sobre todo para ofrecer una palabra de ¿explicación ¿consuelo? ¿disculpas? No; solo un agradecimiento.


Necesitaba que Marcio me tradujese a su lengua, pero me resultó muy fácil manifestar:

 

Gracias comunidad por haber preparado a Verónica.

Su corazón está más sereno y alegre que cuando llegó a Umariaçú, y ella es más sabia.

Ahora su misión continúa en el lado de Perú.

Ella ama a los tikuna y seguirá estando con ellos allí; los vendrá a visitar acá y ustedes siempre serán bienvenidos en Caballo Cocha.


Solo les pido un último servicio:

Que le den a Verónica permiso a para venir con nosotros,

que la bendigan

y que la envíen.

 

Hoy que esto sale publicado, tú estás en Argentina, de vacaciones, y pronto regresarás a la misión, ahora ya en nuestro Vicariato. Quiero decirte que estaba orgulloso aquel día y también lo estoy ahora, porque es un privilegio contar contigo. Ojalá, cuando pasen unos años, puedas decir lo mismo que decías de Umariaçú: “Es lindo formar parte de ellos”. ¡Bienvenida Vero!

jueves, 1 de febrero de 2024

INCULTURACIÓN DE LA MINISTERIALIDAD EUCARÍSTICA PARA QUE EL PAN SEA CERCANO


¿Cómo hacer para que la Eucaristía sea algo más habitual, cotidiano, no “raro”, y por tanto esté cercana a la situación humana de tanta gente en la Amazonía? Es una cuestión compleja. Porque la Eucaristía depende de los sacerdotes; y hay muy pocos, mientras que comunidades hay muchísimas. Concretamente, en nuestro territorio más de 600.

Desde luego es preciso rezar para que haya más presbíteros, y formar mejor a los candidatos (QA 86. 90), y ese es otro tema peliagudo en el que no entro. Pero también hay que preguntarse qué nos está diciendo Dios con todo esto. Es decir, ¿qué tenemos que cambiar, dejar o crear para responder a esta tesitura de necesidad y carencia a la vez? ¿Qué hay que desaprender, modificar y aprender?

Un ramillete de iniciativas creo que tendrían que ver con lo que el Papa llama la inculturación de la ministerialidad, a lo que dedica un epígrafe de Querida Amazonía (nn. 85-93). Él da por hecho que todos entienden la Iglesia como un cuerpo ministerial, pero la realidad es que el clericalismo de muchas cabezas sigue tragándose esa pretensión un poco por todas partes. Lo sabemos y hay que remar con ese rumbo. ¿Cómo?

- los diáconos permanentes deberían ser muchos más en la Amazonía; ellos, las religiosas y los laicos están llamados a asumir responsabilidades importantes (QA 92) en las comunidades. Y también las que tienen que ver con facilitar al pueblo menudo y alejado el acceso a los sacramentos.

- incluso el Papa dice que “los laicos podrán anunciar la Palabra, enseñar, organizar sus comunidades, celebrar algunos sacramentos…” (QA 89). No se refiere a presidir la Eucaristía, pero pueden ser el Bautismo, el Matrimonio, la Unción… Hay maneras de celebrar la experiencia de la reconciliación, aunque no pueda darse la absolución sacramental.

- pienso que podría haber muchos más ministros de la comunión y por tanto más sagrarios por esos ríos y quebradas. Con la mejora de la movilidad, sobre todo en algunas zonas, el pancito seguramente llegaría a ser bastante más cotidiano y familiar para muchas personas.

- eso por supuesto requiere “la presencia estable de líderes laicos maduros y dotados de autoridad” (QA 94), que no funjan como meros sustitutos o trasuntos de los sacerdotes, sino que sean ministros a su manera, creadores de “una cultura eclesial propia, marcadamente laical (QA 94). Palabras mayores.

Para ir progresando hacia ese horizonte, podríamos dar algunos pasos concretos en la onda de poner las cosas fáciles al pueblo de Dios para que pueda disfrutar del Pan que da la vida eterna.

- tal vez sería sensato focalizar algunas comunidades en cada puesto de misión con las que hacer este proceso de promoción y acercamiento de la Eucaristía a la dinámica celebrativa y a la vida ordinaria. Si no podemos llegar a tantísimas, elijamos algunas y vayamos avanzando.

- estaría muy bien una campaña de preparación a la primera comunión de los adultos, de suerte que en poco tiempo y de manera sencilla, nuestra gente goce ahora de lo que no se pudo cuando niños.

- por otro lado, valorar el Pan por encima de todo y enseñar que la Eucaristía es lo más importante, y por tanto siempre que haya la posibilidad, hay que comulgar. No es nada excepcional ni esotérico; de hecho, Jesús eligió pan y vino, lo que se comía todos los días en su cultura, y su mandato fue “tomen y coman”, no “miren” ni “adoren”.

- y claro, no cargar las tintas con “estar debidamente preparados” (¿alguien puede decir que lo está del todo?). A la vez favorecer modos de vivir el perdón, e ir acompañando a las parejas con prudencia pastoral, estimulando el deseo de contraer matrimonio, pero acomodándose a cada caso particular (Amoris Laetitia 300) y aplicando las normas con epiqueya.

Todo esto no es factible sin audacia, ensayando y evaluando, y a la vez con paciencia y fidelidad a la aspiración de que la Eucaristía sea de verdad significativa. Ojalá el Pan pueda iluminar cada vez más todas las situaciones humanas y fortalecer el caminar de las comunidades que desean seguir a Jesús en esta Iglesia amazónica, pequeña pero enorme en extensión, precaria en recursos humanos pero optimista en sus sueños.

viernes, 26 de enero de 2024

ADIÓS KATY, CARIÑO

 
A pesar de que llevamos unas semanas desolados, y los últimos días con el alma en vilo pendientes del celular, ni siquiera ahora que te has ido me sale hablar de ti en pasado, tal es el impacto que causaste en mi vida desde que te conocí, gemelo de la conmoción que ahora siento.

Tú tienes que hacerlo todo muy rápido; igual que ibas a toda pastilla por las calles de Chachapoyas, y saludabas a medio pueblo sin parar, yendo de casa en casa a dar la comunión, de ahí al hospital, y luego al comedor con tus niños, al mercado, de nuevo a la comunidad a recibir gente… así te has marchado, veloz como el vuelo de un cóndor perdiéndose hacia el horizonte.

Mi vida contigo es mi vida en el Perú, que pronto va a cumplir diez años. Tú eres para mí el rostro de aquellos días primeros, la sonrisa que iluminaba mi sorpresa ante tanta novedad, el consejo y sobre todo la acogida incondicional. Cada noche, cuando tus carreras habían cesado y lograbas sentarte un rato, me servías mi gelatina y en aquel momento de intimidad conversábamos tranquilos acerca de tantas cosas. Ahí nos dimos cuenta de que los días de tu cumpleaños y de mi ordenación coinciden: 6 de mayo. Fuiste lo más parecido a mi familia; ya lo conté entonces acá.

Como no he vuelto a Chacha desde que me vine a la selva, solo nos hemos visto un par de veces en estos últimos siete años, en Lima y una mañana de enero en Badajoz. Aunque no eres de enviar muchos mensajes, siempre hemos cuidado el contacto; por ejemplo: “Mi querido y siempre recordado César, hace tiempo que no nos comunicamos, pero el cariño y la amistad perduran en mi corazón. Espero y deseo te encuentres bien, y con muchas ganas de poderte abrazar”.

Esa eres tú: aprovechas el más mínimo resquicio para soltar un “te quiero”. Eres una de las personas que conozco que con más facilidad y naturalidad envía ese regalo verbal, crucial para la vida. Eso me ha dado la oportunidad de responderte lo mismo a ti, como un eco, y de aprender a expresar sin miedo el cariño. La última vez fue hace menos de una semana; Coro te puso al teléfono, nos saludamos un segundo porque tenías que descansar, y cuando ella y yo retomábamos la conversación, escuché de fondo tu “te quiero mucho”… Fueron tus últimas palabras para mí, y al recordarlo se me saltan las lágrimas y a la vez me siento orgulloso y feliz por ello.

Recuerdo cuánto sufriste por la enfermedad repentina de tu gran amiga Doris, que lamentablemente te precedió. Igual que tú hacías, he orado mucho al Señor de Burgos por ti, como me pediste. Es tu advocación favorita, a diario pasabas por la plaza y le saludabas con fervor, como una Chachapoyana más que eres. En la angustia y el desconcierto imploramos a Diosito lindo que haga un milagro, aunque sabemos que a menudo no puede…

Ya estás con Él y con ella en la plenitud de la vida, seguro que ya gozas y descansas, pero nosotros acá no entendemos nada. No puedo creerlo todavía y no sé cómo vamos a hacer ahora sin ti… Sí, me dirás que hay que seguir caminando, que la misión tiene que continuar, pero duele mucho y percibo que toda esta tristeza te llega, así que por favor ayúdanos un poquito.

Está amaneciendo en Lima. Pronto los pájaros adornarán el rumor de la vida que se reanuda, pero ya nada será igual. Te quiero Katy; me alegro de habértelo dicho en vida y pienso continuar diciéndotelo muchas veces más, porque no te voy a olvidar nunca. Gracias, cariño.