“¿Tan lejos has ido? Los misioneros siempre pidiendo”
– me escribió alguien el otro día como respuesta a una foto de la catedral de
Frankfurt. Y es cierto, la misión necesita tantos recursos, que casi vivimos
con la palma extendida; pero esta vez el objetivo primordial era dar las
gracias, un trabajo mestizado con el privilegio y el disfrute.
Ya tenemos experiencia de lo positivo que es propiciar el
contacto directo con los financiadores, encuentros personales con quienes
conocemos a través de pantallas y correos electrónicos. Por eso tenía que
aprovechar este tiempo más prolongado de descanso para hacer una escapada a
Alemania, donde hay varios organismos que velan por nosotros. Si no fuera
por su solidaridad más la de algunos otros, y por Propaganda Fide, simplemente
no podría haber misión.
Esta imagen está tomada en las oficinas del arzobispado de
Colonia. A la derecha, la doctora Martina Fornet, responsable de Perú
dentro del equipo Países Andinos de Adveniat. Recuerdo los primeros mensajes
intercambiados con ella hace más de seis años, apenas tanteos para ver si
podríamos acceder a una ayuda puntual para el encuentro vicarial de animadores.
El Vicariato había perdido buena parte de su credibilidad ante las agencias
por el colapso financiero de 2011, pero Martina recibió la solicitud y Adveniat
confió en nosotros.
Después hemos ido aumentando la colaboración con proyectos
más grandes, y últimamente incluso plurianuales. Adveniat posibilita muchas
reuniones de coordinación pastoral, apoya para las visitas a las comunidades,
los encuentros de formación de agentes de pastoral, la asamblea vicarial, la
pastoral social, los sueldos de la asesora legal y la secretaria de la oficina de
Defensa de la vida y de la cultura… de todo. Un aliado de primera categoría.
Martina me fue a recoger a la estación de tren en
bicicleta con sus dos hijos María y Rafi, me llevó a su casa con su esposo
Tomás, me invitó a cenar, me acompañó a la curia y hasta me hizo de guía
turística. Habla perfectamente español. Una ejecutiva con una generosidad y
un entusiasmo en sintonía con los principios de su institución: Adveniat recoge
pequeños y grandes compartires de los fieles católicos alemanes para que
la Iglesia pueda mejorar la vida de los más pobres en países lejanos.
A la derecha de Martina, más chatita y con lentes, tenemos a
Silvia Schmitz, encargada de Perú y otros muchos países dentro del Departamento
Iglesia Universal de la Arquidiócesis de Colonia. Con ellos tenemos
una deuda de más de 100.000 soles, unos 26.000 €, que en su día ellos concedieron,
pero que no fueron empleados en el fin para el que se habían pedido. Por tanto,
hay que rembolsarlos. Problemón.
Como saben que estamos misios, la manera de subsanar
ese bandidaje es que Colonia continúa aprobándonos proyectos, pero en ellos el
Vicariato coloca una buena cantidad de aporte propio, que se computa como
devolución de la deuda. Es decir, no solo no nos denuncian ni nos borran de
su lista de beneficiarios, sino que nos siguen favoreciendo para que nos
recuperemos. ¿No es magnífico?
Pasé también por Königstein, un pueblo cercano a Frankfurt
donde está la sede de la famosa fundación Ayuda a la Iglesia Necesitada. Me
esperaba el limeño Luis Vildoso, jefe de la sección Lationamérica y nuestro
interlocutor habitual. Esta organización tiene una mística especial, se
respira fe por los cuatro costados, sus trabajadores suelen ir de retiro
como parte de su labor, presidí la Eucaristía que cada día celebran… Están muy comprometidos
con la Iglesia martirizada y sufriente, y también con los que pasamos por
graves apuros para sostenernos. Pude percibir cuál es la fuente de esa caritativa
robustez.
También hubo un café con Bárbara Schirmel, de MISEREOR, que
nos amparó y sustentó en el peor momento y sigue siendo uno de nuestros
principales socios. Con todas estas personas fue lindo mirarnos a los ojos,
apreciar el tono de voz, bromear, y también aclarar puntos, recibir información
de primera mano, orientaciones para el futuro, e incluso cerrar algún “negocio”.
Y me falta la guinda: de amarillo, junto a mí, tenemos a Yolanda
Luna Rasero, la compañera de Silvia que va asumir sus tareas cuando ella se
jubile, y que por tanto será pronto nuestro nuevo enlace con Colonia. Yolanda
es alemana, pero sus papás son de Fregenal de la Sierra… ¿Una casualidad, un
golpe de fortuna? No: un guiño de bendición. Como cuando veo los bufeos durante
un recorrido y siento: “todo va a ir bien”.