miércoles, 31 de diciembre de 2014

JULIÁN TORERO


Tiene unas manos fuertes y la piel de la cara curtida, de hombre de campo. Entra en la cocina mientras Catalina pone el desayuno, antes de que su hija Mª José me corte el pelo. Llega fumando, y su mujer le relata y le recuerda el último arrechucho, un susto en el corazón que lo tuvo ingresado varios días hace poco. Pero él, impermeable, se bebe su café.

Mientras me cuenta sus historias pienso que tengo que escribir sobre él; pero luego lo voy dejando, hasta que, un día peruano, un sobresalto me descubre que ya no me da tiempo. Y me siento impotente, lejos de los silencios y los abrazos y los besos que se necesitan en momentos así de oscuros, y que yo no puedo ofrecer como quisiera... Pero hoy, la Navidad hace que Julián, José el coco, Francisco granao... todos me duelan, igual que noto la distancia de mi familia.

Enrique me contó varias veces la historia del mote de Julián, que me parece desternillante. Era un zagal que quería ser torero, y tanto se empeñó, que con 24 años, mas o menos, llegó el día de la alternativa. La plaza de Jerez a rebosar, todo Santa Ana allí, no cabía un alfiler. Julián que pisa la arena, preparado, me lo imagino con los latidos desbocados, en tensión, mirando a la puerta del toril, su gran momento. El novillo asoma... y Julián se queda parado, como petrificado; el bicho que se va acercando, los gritos de la gente, y el muchacho que no reacciona, que se arropa con el capote, paralizado... ¡hasta que el novillo lo coge!

No le pasó nada grave, y lo que vino después debió de ser la repera: ante la decepción, los jerezanos se fueron a por Julián y le querían tirar a una fuente de agua, pero ahí surgieron mis santaneros a defenderlo: "¿Quién? ¡A ver si alguien le toca un pelo a nuestro paisano!". Probablemente hubo varias bofetadas y lindezas, pero Julián se salvó, jamás volvió a intentar torear y pasó a llamarse desde entonces y para siempre El Torero. Jajaja, para troncharse.

Su familia tenía ya de antes un negocio de leña y otras cosas, y después de este suceso compraron un camión, de manera que en adelante Julián se dedicó al carbón con éxito y sobreponiéndose a todo. De hecho varias veces me contó sus peripecias en el trabajo: caídas de madrugada, golpes en la cabeza, cortes, quemaduras... Pero como si nada, el tío se lavaba con agua clara y de nuevo a la faena. Como si lo peor que le hubiera pasado fuera lo de la plaza de toros y a partir de entonces, ¡to palante!

Julián siempre me ha parecido indestructible. Por eso me quedé atónito cuando conocí su pérdida, y todavía estoy impactado. No puedo evitar recordarle en estas fechas, junto con todos los que en este año hemos despedido. El cariño a mi pueblo me alcanza a ofrecer este regalo a Catalina, a sus hijos, a Teresa, a Tere, a Encarna, Encarna, Encarna, Chon, Pili... todos los que hoy sentís la herida abierta. Nadie nos puede quitar el amor a nuestros seres queridos, porque el amor es más fuerte que la muerte, el amor es Dios. Ánimo desde estas tierras. En 2015 hemos de seguir caminando, compañeros, aunque a veces haya que arroparse la vida. No queda otra.

sábado, 27 de diciembre de 2014

EL SALCHICHÓN DE CECI


Siempre temo como una vara verde el día de Nochebuena, y este año, en su versión andina, pues más, para qué vamos a disimular. Intuía un poco lo que me esperaba, pero nunca está uno preparado. Es el reverso de esta opción, parte del precio que hay que pagar por responder a una llamada ilusionante... Y cómo duele.

Y eso que recurro a recordar todas las motivaciones, la historia, el por qué estoy aquí. Me agarro desde la mañanita a Aquel que es la razón y el motor, preparo la Eucaristía de medianoche con cuidado; contemplo el misterio de la Navidad, Dios que desciende para compartir nuestra misma vida, y se mancha con el barro de la tierra, y conoce desde su nacimiento nuestra miseria y nuestra injusticia, pero también el amor... Pero eso no me ahorra las lágrimas.

Las voy sembrando en las lentas horas del día por esta casa de Celendín, se me agolpan en la garganta cuando hablo por teléfono con mi familia y mis amigos, cuando veo a mis padres, a mis hermanas, a mis sobrinos en la pantalla del Skype. No lo puedo evitar. Antonio Sáenz creo que me descifra la cara y logra mantenerme ocupado sin tocar el tema, con delicadeza, conocedor en carne propia de lo que estoy pasando.

Y siento una especie de dentellada de dolor por la separación, por la lejanía de los míos; comprendo que lo empeora el estar todavía recién llegado, sin que les haya dado tiempo a quererme ni yo a ellos, vivir en esa especie de vacío en que el corazón está como perdido y solo sabe añorar, buscar sin encontrar. Es una experiencia inevitable y sin paliativos, un silencio que me ocupa y que se que no puede derrotarme a pesar de su herida, y me hace más sabio, más maduro y más fuerte en mi debilidad. No me salen mejores palabras para expresarlo.

Mis compañeros se van a varios pueblos y me quedo solo un rato largo, antes de la misa. No rechazo, mastico y nomás paladeo esta sensación. Me dejo llevar, intento confiar. Está mi homilía preparada, en España ya están durmiendo, y camino sereno hacia esta catedral que es la parroquia celendina. Aparecen Miguel, María, Sole, qué vamos a cantar, dónde están las acólitas, llegaron ya los de la ofrenda de víveres, empezamos o no, el familiar torbellino de una misa de Nochebuena que me enreda natural y alegremente. En el ofertorio aparecen los pastorcitos:


Bailan al son del tambor, nos envuelve la melodía antigua de la sierra, y sabe al sufrimiento y a la lucha ancestrales de esta gente, que son quienes hoy el Señor me ha dado. Al terminar también se adora al Niño, se reparte a cada uno un panecillo dulce, y comienzan las felicitaciones: recibo un montón de abrazos, pero un montonazo, como si Diosito quisiera compensar lo de hoy. Por si acaso, Norma me lo apostilla: "animo papito lindo, que es la primera Navidad echando de menos a tu familia, y es difícil".

A los abrazos y a lo de "papito lindo" sigue la cena con las carmelitas vedrunas. Son más de las doce de la noche, y mientras me jinco el pavo que la hermana Marta ha preparado, me acuerdo de que Mt 19,29 se cumple, y siempre encontramos quien nos reciba y nos quiera. Sobre la mesa está partido el último salchichón que me queda de los tres que Ceci me regaló antes de venir (los platos en la foto). El sabor de Santa Ana mezcla la nostalgia de allí con la emoción de estar aquí, el agradecimiento por tanta acogida y el alivio de haber pasado un puente sin agarradero. Mi familia y mis amigos siempre están ahí, no me fallarán; y ahora son los de acá los que he de amar y servir.

En los postres hay turrón blando (¡!), panetón y chocolate tradicional; y en el móvil una avalancha de mensajes de ánimo. Pero aún Antonio y yo nos trincaremos un cubatilla antes de ir al catre. Apago la luz, termina este día y me doy cuenta de que hoy sí me siento misionero sin rubor ni presunción, y me duermo en calma con la tonadilla de un precioso villancico (https://www.youtube.com/watch?v=8UkAhXyImJY):

Esta Noche Jesús ha nacido (bis)
 Suenen los cánticos de la Noche Buena (bis)

Alma de mi canción, sube al cielo del Perú
 Para bañar de luz, la santa Noche de Dios (bis)

Vibra pura, cholito tu quena (bis)
 entre las músicas de la Nochebuena (bis)


En la Sierra cantamos alegres (bis)
 Al Niño Jesús que está en el Pesebre (bis)

lunes, 22 de diciembre de 2014

... Y HA SIDO GUAYACHO


Comenzó la Eucaristía de presentación, sencilla, con los cantos bien preparados y la presencia de los agentes de pastoral y de la gente de aquí de Mendoza. La iglesia casi llena, la lectura de mi nombramiento como vicario parroquial de las parroquias de San Nicolás, Huambo y Limabamba, la homilía de Ángel... y unas palabritas del nuevo sacerdote: "Muchas gracias por la acogida. Tendrán ustedes que ayudarme, sobre todo al principio, porque para mí todo es distinto y debo aprender de nuevo a vivir y a ser cura. Oren para que yo sea un buen pastor, con un corazón como el de Jesús".

Ahí me empecé a emocionar. No había Atlántico: estaban conmigo mis padres, mis hermanas y mis cuñados, mis sobrinos, toda mi familia; y también la gente de mis Valles, de Valencia, los talayeros, los valverdejos, los de la Lapa, los churretines, los monesterienses. Todos ahí apoyándome, como habéis hecho siempre, cerquita de mí. Y estaba el crucifijo, mi diócesis, mis compañeros. Y mis amigos, todos los que me queréis; una parte de vosotros está aquí en mí, en Rodríguez de Mendoza.


Me tocó dar la bendición y, por turno, comenzaron a salir para saludarme y darme la bienvenida: los agentes de pastoral de Huambo, de acá de Mendoza, de Limabamba, se ponían de pie, venían por el pasillo y me apretaban la mano, me abrazaban, me besaban. Luego los representantes de cada uno de los grupos de la parroquia: la catequesis familiar, los jóvenes de la JEC (que me regalaron una bolsa bandolera), los Amigos del Enfermo, el Consejo de Pastoral... Y finalmente todas las personas que lo desearon se acercaron a acogerme y felicitarme. Creo que saludé a toditos los que había en la iglesia.

Pasamos entonces al salón parroquial. Un gran corro de sillas y sobre el escenario, Jimy el presentador y Antonio el manijero de la música. Dieron paso primero a la actuación musical de hula-hula, jejeje. Después al grupo folclórico que interpretó un baile típico guayacho precioso (me acordaba de la Jota de Santa Ana). Y a continuación fueron subiendo todos los grupos de antes, tomaban el micro y decían unas palabras de bienvenida: "Gracias padrecito por haber venido... Le esperamos nuestro caserío-distrito-pueblo y le decimos que desde el primer día está usted en su casa... ¡Bienvenido!... Gracias por estar entre nosotros... Trabajaremos con usted para bien de la parroquia... Estamos seguros de que hará una gran labor acá... etc. etc.".

Doña Ladi con el grupo de Amigos del Enfermo

Cuando concluía cada discurso, aplausos como cancha y ración de abrazos, besos y cariños. Y todo con un candor, una sencillez y una sinceridad que... Yo me sentía abrumado. No creo que nunca se hayan pronunciado las palabras "padre César" tantísimas veces en un rato. Se fue sirviendo el brindis: una pastita y un vasito de vino dulce tamaño chupito. El párroco hizo el correspondiente discurso y, después de más de una hora de fiesta, llegó el momento de la despedida... que fue personalizada: de nuevo abrazos, gracias y un "ya nos estamos viendo" a cada uno.

Así son acá, es el carácter de los guayachos, los habitantes del valle del Huayabamba. Aquí he caído. Es la tierra de la acogida y la amabilidad. Pobre y con muchos problemas, pero llena de gente cariñosa y agradecida; Antonio Léon, Fede, Lolo y Ángel siempre me lo han dicho. Pero vengo bien entrenado de mis pueblos, que han sido una magnífica escuela de calidez, de compartir, de querernos; allí he aprendido a ser cura por la calle, a buscar la cercanía con todos, a intentar tratar a cada persona con la delicadeza que merece, a acompañar con alegría, como uno más.

Gracias a los de acá por darme tanto sin conocerme; y gracias a los de allí por prepararme. Soy ya valenciano y santanero, y ahora quisiera algún día ser guayacho. Voy a poner todas mis fuerzas y mi corazón, como siempre. Eso sí, lo de bailar excede mis capacidades, que quede claro.

Los representantes de la JEC
 
Las chicas del grupo folclórico bailaban descalzas y con el pelo muy largo

sábado, 20 de diciembre de 2014

TERMINÓ EL PARTO...


¡Por fin en Mendoza! Pero madre mía, qué largo, qué difícil... parecía que no iba a acabar nunca, como los partos complicados, pero al final aquí estoy. Y sin cesárea, ¿eh? Con apenas unos puntillos.

El primer plan era venir el 28; luego aquí me propusieron llegar el 17, para coincidir con el cursillo de los agentes de pastoral de la parroquia, conocerlos a todos de golpe y celebrar juntos la Eucaristía de presentación. Yo dije que muy bien, pero que ya me venía con todas mis cosas a instalarme. De hecho, mis compañeros de la selva se trajeron ya el lunes el maletón bestial, ese que casi no se había abierto en todo este tiempo.

Y llegó el día; mi plan era viajar en la tarde y así me despedía tranquilamente de Chacha invitando a torta, pero qué va. Me llaman y me encargan que compre dos ruedas de la camioneta de la parroquia y me las lleve. Voy con ayuda de Juanito, el chófer de Monseñor, y compro dos peazo ruedacas tremendas; vamos a buscar un carro que las pueda y quiera llevar junto con el resto de mis cosas. Encontramos uno que dice que sí, pero que es mejor viajar en la mañana, porque con tanto equipaje no voy a encontrar movilidad por la tarde. Le doy mi número para que me avise y vuelo a preparar mochilas.

De camino me engancha la secretaria del obispado y me encasqueta una caja con tres panetones, dulce típico aquí en Navidad, para que la lleve a Mendoza también. Cierro las bolsas pitando, Juanita la cocinera del obispado me pone un mango y un trozo mi propia torta, el tipo me timbra y voy raudo al paradero con todo (menos mal que Juan me auxiliaba). Veo el carro... ay madre, que tartana. Encajamos las enormes ruedas sobre el techo y las atamos con cuerdas y alambres. Y ahora a esperar a que se llene: hora y media. ¿Qué por qué no me llamó el chófer más tarde, cuando ya estuvieran todos los pasajeros? Buena pegunta.

Empezamos a rodar. Debemos ir aún a un par de sitios dentro de Chachapoyas, a recoger paquetes y a que una de las compañeras haga algún recado. A esa hora el maletero de la Toyota parecía un pozo sin fondo. Al fin salimos a la carretera, que está asfaltada, pero que podría batir récords Guiness de cantidad de curvas o curvas cerradas. Me duermo; despierto y estamos ya cerca, a una media hora, pienso que pronto llegamos... Y entonces nos topamos con el accidente.

Una ambulancia que va con un enfermo grave de Mendoza a Chacha se cruza con un camionazo que casi no cabe en la calzada; los dos frenan, pero la ambulancia derrapa (quizá le hubieran venido bien un par de llantas nuevas también) y cae a un terraplén, dando una vuelta de campana. No hay heridos, pero se organiza una buena: la policía, más coches y combis atascados, y otra ambulancia para trasladar al enfermo, que se ha dado un golpe. Tres cuartos de hora parados. Ay.

Más de tres horas después de salir (y casi cinco desde que aparecí en el paradero con las ruedas), llegamos. Fui a comer algo y aún pasó un buen rato hasta que mi habitación estuvo dispuesta, pero finalmente encontré un tiempito para abrir mis maletas, vaciarlas y colocar mis cosas, y sentir que por fin he llegado.

Han transcurrido dos meses y 21 días desde que puse el pie en Perú, aunque la mudanza había comenzado antes, el 31 de julio. Qué alivio estar en mi casa. Pero quedaba lo mejor: el recibimiento. Eso, en la siguiente entrada.

martes, 16 de diciembre de 2014

LA MISIÓN DENTRO DE LA MISIÓN

Estos quecos son del caserío La Palma
No basta con venirme al quinto pimiento, lejísimos de mi mundo, de mi familia y mis amigos, de mi seguridad; una vez aquí, hay que volver a salir y llegar a los rincones más alejados, donde los más pobres cada día luchan, trabajan, viven y creen. Y eso es algo muy hermoso y auténtico, pero te lo tienes que quitar de tu cuerpo, de modo que la vasija de barro se cansa y resquebraja.

Y se moja. Hasta ahorita no he comprendido yo perfectamente la invitación del Aviento a preparar el camino del Señor... ¡Madre mía, qué caminos! Cada día una media de 3-4 horas de andadura, 10-15 kilómetros pateando piedras y barros, entre nubes de la altura de la selva, bajo el aguacero, con las botas de jebe (nuestras katiuskas), el palo de trekking y el poncho de agua. Llegar a Santa Fe o La Palma, sentarte un rato, quitarte la camiseta empapada y ponerte otra seca para celebrar la Eucaristía con las botas puestas y el barro pegado al alba. Los ornamentos sagrados mezclados con la tierra de los más humildes; eso es la misión.

Después, siempre te acogen, te invitan a su casa y te dan lo mejor que tienen, para que almuerces y te repongas. Ahí aparece el platao de arroz-papas-yuka-gallina, energía para retomar el sendero hasta Nuevo Omia. Justo antes de entrar en el pueblo hay un puente que es un palo sin agarradero, que resbala, se mece, y yo trato de cruzar, bajo la lluvia... pero no soy capaz, y al final el señor Almanzor y yo acabamos vadeando el río a pie, con el agua veloz por encima de la rodilla.

Nuevo Omia por la mañana en medio de las nubes
Al llegar, el baño es obligado, y prosigue la lucha por mantener la ropa seca, porque hay agua por todos lados. Vuelvo a comer sencillez y cariño para cenar, y luego el cansancio que siento en la noche es desconocido: confesiones, misa, bautizos, primera comunión. Hace año y medio que ningún cura aparece por acá y es precioso sentir un agradecimiento casi físico en las palabras, los apretones de mano, los abrazos.

Otro día paso a Nuevo Vista Alegre; reconforta comprobar que la gente me recuerda de la última vez. Entro en la posta de salud y en el colegio, charlo con la enfermera y con el director: "Estamos fatal de material padre, no me funciona ni el tensiómetro, no sabemos si el año que viene contaremos con profesores suficientes...". Pienso en el tensiómetro que me regaló Estela, y las veces que Mª José me tomaba la tensión; y en los ordenadores, los balones y las fotocopiadoras de los coles de allá. La chica me hace caer en la cuenta de que todo lo que hay en estos pueblos aislados ha llegado a lomos de mula o cargado por la gente, desde un pansito hasta un refrigerador.

Donde he estado más tiempo ha sido en El Dorado, que hace como de "campo base". Allí me tocó predicar sobre el Buen Pastor, y pensaba que es la primera vez que actúo como cura suyo, no estoy de paseo o de vacaciones, es mi parroquia de Mendoza, mi responsabilidad, mis ovejas... ¡y cuánto necesito formar parte de una comunidad, tener a alguien concreto a quien servir! El pastor se cansa buscando a su ovejita perdida, pero la necesita tanto como ella a él. Y con qué ilusión he preparado mi propia mochila-sacristía, mis lecturas, mis cosas, es mi estreno, esta vasija puede incluso servir para algo.

En medio de la itinerancia se encuentra a quién pertenecer, y eso me consuela de la lejanía y el desarraigo. La noche del sábado celebramos el Bautismo de 11 niños, un equipo de fútbol, y de hecho bautizo a un Diego Forlán y a un Messi (escrito Meci en peruano). Hermes toca la guitarra, la gente se ríe con mis bromas, asienten durante la homilía y, cuando cantan "Esta es la luz de Cristo, yo la haré brillar", se me ponen los pelos de punta y siento que todo merece la pena, la paliza, la incomodidad, la fatiga.

Llega el momento de despedirse, mañana regreso tempranito a Soritor. El animador se llama Ignacio (...), dice unas palabras en las que vuelve a dar las gracias "al misionero que ha pasado estos días con nosotros". Lo escucho y por primera vez me parece que la palabra me puede cuadrar: misionero. Aparte de la cruz, el distintivo es el barro del camino; de él está hecha mi vasija.

"Preparen el camino al Señor"... ¡y tanto!

lunes, 8 de diciembre de 2014

PARADA Y CASHCA


Superados ya los males varios y recuperado algún kilito, he dado por terminado mi viaje de descubrimiento de la diócesis. Ahora me toca llegar a mi parroquia, y lo haré a partir de mañana lunes 8 pasando una semana en los pueblos de la selva que conocí el año pasado (ver "Con Diosito por la selva", 14 de agosto de 2013). Pero antes, un día de parón en Lamud me vino al pelo.

Allí me pasé la mañana con Gualamita (http://es.wikipedia.org/wiki/Se%C3%B1or_de_Gualamita) tratando de hacer balance de dos meses y pico de pisar suelo peruano. Me salió de entrada un enorme agradecimiento por esta experiencia tan sabrosa, tan diferente y extraordinaria que Diosito me está regalando, y que yo jamás pude ni sospechar.

Algunas cosas anoté, como jalones que me rondan mientras voy maniobrando por este trozo de mi vida. Por un lado, la pobreza y su carácter paradójico, que me sigue sorprendiendo a cada paso, y que no logro descifrar; una mujer que da a luz sola en su casa, pero la casa tiene antena parabólica. Luego, el sentirme parte de una diócesis, miembro de un presbiterio y por tanto implicado desde el primer día, corresponsable y disponible; y al mismo tiempo siempre extranjero y de paso. Equilibrio que hay que gestionar.

¿Cómo situarme en medio de esta realidad que cada día me choca y me atrapa? Con un ramillete de actitudes presididas por la paciencia, la escucha, el respeto, salir, aprender, con cuidado, despasito. Prestando atención a los juicios hechos "desde España", relativizando mis valoraciones de modos de actuar, mentalidades y rasgos. El (supuestamente) mismo idioma a menudo hace olvidar que estamos en otra cultura, con otras coordenadas y diferentes códigos de pensamiento y acción. La "Hipótesis de similitud de prácticas" (HSP en etnografía) juega malas pasadas cuando el envoltorio de la lengua es similar, así que hay que armarse del recurso ignaciano de la sospecha.

Por todo esto, se me antoja todavía más importante el discernimiento como reflejo misionero básico (ya recogido en Redemptoris Missio 87). Habrá que estar permanentemente preguntándose el por qué de las cosas, cuestionando modos de ubicarse acá y evaluando métodos y programas pastorales. Siempre con la tarea de la evangelización como faro, ese es el contenido de la misión; no se trata de salvar el mundo, ni resolver todos los problemas de la gente, sino de anunciar la Buena Noticia.

Junto a Gualamita sentí el deseo y la llamada de meterme en harina, de ir a lo mío, de hincar el arado en la tierra que me han encomendado y volver menos la vista atrás. Con fortaleza y libertad; con corazón de pastor. Confiando, dejándome llevar, sin hacerme muchos planes, pidiendo la gracia de aprender por el camino, con humildad.

La jornada acabó yendo a cenar con mis compañeros Robert y Jesús. Manejamos un buen rato por esos cerritos con esos abismos, pero mereció la pena. Yo quería comer pescao, así que conocí la cashca, un pez prehistórico algo feíto, con escamas casi como las del esturión, que vive en las orillas pantanosas de los ríos de la Amazonía, come madera y tiene una carne blanca y rica. Con una buena cerveza Cristal y una colección de risas me fui a dormir contento como un trucho, el primo moderno de la cashca.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

LA MONJA DE LAS ZAPATILLAS DE DEPORTE


Así la llama Torralbi, y a veces lleva deportivas y otras veces esos zuecos de enfermera, pero le pega, es una polvorilla que recorre el jirón Amazonas parándose mil veces porque conoce a todo el mundo, gorro gris por Grau y Belén, saluda, dice "¡cariño, no te veo!", gorro blanco a toda velocidad en la plaza de Burgos, por el mercado: "adiós, gordito", jajaja. No hay duda: es un personaje singular.

Después de más de 20 años en Chachapoyas, no necesita informes sociales para saber a quién le tiene que dar medicamentos cuando cada mañana a las 10 abre el dispensario parroquial. Lleva ya horas levantada, desde antes de las 5, porque dice que a otra hora no la dejan tranquila hacer su rato diario de oración. Se sienta en la capilla con un cojín sobre las rodillas para acomodar su espaldita algo maltrecha y ahí bebe lo que necesita para recargar su corazón de servidora infatigable y sencilla.

El hospital es uno de sus hábitats, allí se mueve como pez en el agua, los médicos la saludan, ella les pregunta por sus familias, sabe de sus vidas, ha creado muchos lazos en esta su ciudad, aunque nació en Puebla de la Calzada. Me jala a dar la unción y recorremos a toda pastilla seis, siete casas... ¿Cómo no va a estar como el espíritu de la golosina? Otro lugar donde ella destapa su esencia es en el comedor parroquial, las ollas, los gorros de cocina, pero sobre todo entre los niños, atenta especialmente a los más pobres.

Y luego está la catedral. Con su compañero Conrado lo tiene todo a punto, es la guardiana de las albas y las casullas, la encargada de que funcionen los engranajes del corazón de la diócesis. Tiene esa rara cualidad de generar confianza: con ella sabes que las cosas van a tirar para adelante, todo va a salir bien.

La puerta de la casa está siempre sonando: "¿La madre Katy, por favor?". Y la madrecita siempre ahí, sin parar, como si tuviera pilas Duracell, siempre con una palabra para cada persona y con la necesidad de que el día tuviera 25 horas. Por la noche me prepara gelatina y puchas, una especie de papilla de cereales "que ya verás lo bien que va para ir al baño" (y es que somos colegas de estreñimiento). Así que cuando por fin para, a las 8:30, y se sienta a ver un rato la tele, el cansancio la vence, se queda dormida en su incómodo sillón y la cabeza se le cae dando el sí de María.

Los domingos le gusta cocinar, ahí se relaja un rato. Y nos pone unos banquetazos tremendos: tortilla de patatas, chuletas de chancho, exquisita sopa, ensalada, canchitas, papaya, helado de huanabana y limón... Mmmmmh! Angélica, Rocío y yo nos ponemos como el quico y a ella le encanta, su vocación de cuidadora se esponja y entonces le sale su mejor humor, su risa que a mí me desternilla.

Habla con mi madre por Skype y me riñen en estéreo, que soy un cabezota, que me tengo que cuidar, y yo aguanto el chaparrón entre divertido y fregado, detectando el cariño. Yo también la quiero mucho y le agradezco que sea acá lo más parecido a mi familia, por eso intento escucharla, ayudarla con su computadora y "este maldito celular que se queda enganchado". Porque, aunque se llama Piedehierro y aguanta carros y carretas, es hipersensible, observadora y finísima.

"Acogida - sencillez - alegría", eso es lo que se lee en el recibidor de la comunidad. Katy es una afinada interpretación viviente de estas cualidades. Qué suerte tenerla por aquí, ¡menos mal! Y, para terminar esta entrada, una imagen en pleno rato de atenciones a las plantas, pero ¡con qué peazo sombrero!

domingo, 30 de noviembre de 2014

NO TODO ES TAN BONITO


Hace algunos días, un mensaje de mi amiga Lola Ceballos me llamó la atención: "Lo que más me llena de tu blog es que lo escribes como si todo fuese rodado, a pesar del cambio de vida, de situaciones, de mentalidades...". Quizá la otra tarde, mientras iba de camino hacia Chuquibamba, estas palabras pasaron como una ráfaga en mi mente cuando sentía el ataque del soroche.

Ya llevaba varios días con dolor de garganta. El jueves, cuando Katy me vio y pensamos que podía ser faringitis, empecé a tomar antibióticos. Por cierto que cada comprimido de azitromicina costó en InkaFarma 11,01 soles (unos 3 €), más que un menú, un desodorante o un pasaje en combi a Bagua Grande: una auténtica pasta que, estoy seguro, mucha gente aquí no puede permitirse. Ni que decir tiene que no llegué a mi destino, me bajé de la combi en Leymebamba buscando refugio en casa de Juan Andrés, mareado, con el estómago en la boca, la cabeza como un bombo y yéndome de varilla.

Katy diagnostica que es la combinación de antibiótico + soroche (mal de altura) + cansancio. Pues sí. Y es que llevo dos meses (justo se cumplieron ayer, día 29) a tope, en un de acá para allá permanente, llevándome por delante cambios de clima, de altitud, de comidas, arrastrando resfriados y haciendo más kilómetros que Fernando Alonso. Un período de adaptación nada reposado, jejeje. La sopa que me preparó Juanandriu el viernes, en el rato que me levanté de la cama, fue el principio de la curación: qué rica.

Los pantalones me dicen que 4-5 Kg se han ido por ahí con tanto trajín. El hábito intestinal se ha visto completamente trastocado; dicho en cristiano, que durante muchos días no iba al WC ni patrás, y cuando veía los peazo platos de arrozpapaspollo, me entraban las siete cosas. He llegado a contar en mi cuerpecito más 40 picaduras de ¿arañas?, ¿mosquitos?, ¿pulgas? que se llenaban de agua, explotaban y sangraban. Me tuve que comprar una crema antihistamínica (de nuevo a la farmacia, afloja la guita), y también otra hidratante y protectora contra la radiación UV cuando se me quemó la loncha de jamón de york y empezaron a salirme manchitas blancas en la piel. Qué bonito es el Perú.

Y luego están las esperas. Y esta situación de liminalidad (el paso de una cosa a otra), de provisionalidad; mes y medio sin al menos saber dónde voy a dar con mis huesitos (y aún falta otro mes hasta poner el pie en Mendoza), sin nada que hacer, sin responsabilidades, dependiendo de la generosidad de los demás, errante, con una maleta entera sin deshacer en el obispado, sin carnet de extranjería, sin poder abrirme siquiera una cuenta bancaria o una línea telefónica a mi nombre... Sabrá Dios cuándo voy a acabar de llegar a mi sitio, a mi habitación en la que colocar mis cosas, las fotos de mis sobrinos.

Ellos están muy lejos, todos a quienes amo están allá, y cuesta. Las comunicaciones son fáciles, pero me pasa como a la Pantoja, que solo puede hablar con sus visitas a través de una mampara transparente: hay momentos en que necesitaría abrazar y tocar. Como aquella noche en Collonce, como estos últimos días. Menos mal que mis compañeros y las hermanas me cuidan muy bien, y todo el mundo me trata con amabilidad y me hace todo más fácil. Carmen me decía hace unos días: "Estoy admirada de la paciencia que tienes, parece que no te cuesta trabajo". Pues no es tan fácil, ¿eeh? El criterio de descansadamente (Ej 18) no siempre depende de mí.

Estoy muy contento, que quede claro y que nadie se alarme. Pero las cosas no son siempre de color de rosa y... alguna vez me tendré que quejar, ¿no? Aunque desde que descubrí el mate de coca me he quedado tranquilo. Y más con la pitahaya (http://es.wikipedia.org/wiki/Pitahaya): ¡qué fruta! ¡qué cosa más rica! ¡y qué desatascador! Con ella ya no ha miedo a las noches de mierda.

Mi habitación del obispado. A la izquierda, la maleta azul sin abrir
El obispado por dentro. Mi cuarto es el que tiene la escoba en la puerta, a la derecha
Casa de las Formacionistas. Desde aquí escribo y hablo por Skype

La catedral con la corona de Adviento gigante. Los fieles y yo somos ya de familia

martes, 25 de noviembre de 2014

FIN DE SEMANA EN EL CARIBE


Mi viaje, que comenzó el 14 de octubre, continúa hacia Bagua, la capital de la provincia del mismo nombre en la zona más septentrional de la diócesis y por tanto más cercana al ecuador. Durante mucho tiempo se llamó Bagua Chica para distinguirla de su prima hermana Bagua Grande, situada a unos 20 km y donde ya estuve algunos días (ver "Cuy con papas"), pero parece que a sus habitantes no les hace mucha gracia eso de "chica" y ahora la llaman Bagua Capital (lo cual no aclara nada porque la otra Bagua también es capital, aunque de la provincia de Utcubamba). Llamémosle Bagua y santas pascuas.

Si ya en la prima hacía calor, aquí es como estar en el Caribe: 35 grados, los de los mototaxis haciendo la siesta en las calles polvorientas y yo sudando a todas horas y abanicándome como en verano en España. Esta vez también acompaño al obispo, y a la vuelta de La Peca, a mediodía, el carro atraviesa un espectáculo de arrozales inundados donde se bañan entre risas niños desnudos, de chacras de ají, palmeras, papayos y cocoteros, luminosidad de belleza tropical extendida a lo largo de un verde valle donde el río Utcubamba empieza a despedirse antes de fundirse, un poco más abajo, con el Marañón.

Esta parroquia es totalmente diferente a lo conocido hasta ahora: llana, calurosísísima, con unos 40 pueblos, relación comercial con Jaén y no con Chacha y gran presencia de los protestantes. Aquí trabajan los padres Liborio y Magno, uno de los compañeros con más carisma y más experiencia. Experto cocinero entre los fogones y también en la pastoral, con gran capacidad de mover a la gente, de animar y transmitir optimismo. Con él vamos a Copallí y se ve que el personal lo quiere, y él, tan expresivo, reparte abrazos, bromas y besos por todos lados.

Bagua es el paraíso de la fruta. Y como a Magno le encanta, paso el fin de semana encantado jincándome frutas tropicales exquisitas: sandías grandes y picudas, deliciosas piñas, peras, mandarinas, papayas, plátanos de todos los pelajes... y por supuesto mangos de varios tipos, riquísimos, que me devuelven sabores de África; no se si hay algo que me gusta más que los mangos... el bacalao se acerca.

La asombrosa variedad de climas y paisajes se traduce en diversidad de caracteres y modos de ser de la gente. Acá son más abiertos, conversan con facilidad. Casi siempre, cuando viene a confesarse algún joven, empiezo preguntándole cómo se llama, para romper el hielo; pero en estos pueblos, varios, con una sonrisa que enseñaba todos los dientes, me sorprendieron: "¿Y usted cómo se llama?", jeje. Y cuando Monseñor, tras la crismación, les decía a los muchachos "La paz sea contigo", ellos le contestaban "Y con tu espíritu" dándole un abrazo también, jajaja.

Realmente Bagua no es tan chica, tiene más de 20.000 habitantes, y es por tanto enorme para estas latitudes. En la tarde toca Eucaristía en la iglesia parroquial, muy decorada, donde suenan la batería, la guitarra eléctrica y el saxo en una celebración urbana y multitudinaria. Como de costumbre, he de presentarme y decir unas palabras al final, que siempre acaban con aplauso. La acogida es una constante allá por donde voy, un valor central de esta cultura, el la ciudad y en los pueblitos, donde te invitan a almorzar y te llevas los cuyes de postre a tu casa.

Al anochecer, ya en la casa parroquial, se agradece una ducha fresquita (aquí no hace falta la terma) y un jugo de maracuyá que sabe a gloria después de tanta sudadina. Magno aparece con su última ocurrencia para la misa de los niños: dos marionetas para hacer un teatro de guiñol en la homilía. Este es un tipo genial, y cuando la noche avanza y pasamos a las cervecitas, nos reímos con las anécdotas y las historietas de la diócesis, de la que me voy sintiendo parte poco a poco. Magno me enseña a decir en guayacho: "¡Cooooochino!"; porque antes del almuerzo el obispo me ha dicho mi destino: la parroquia de Rodríguez de Mendoza.

jueves, 20 de noviembre de 2014

ASAMBLEA DIOCESANA


- "Damos paso a las hermanas animadoras para que nos despierten" (son unas jóvenes monjitas del asilo de Chacha, que agarran el micro y la guitarra y ya está liado).
- "¡Todos de pie! Vamos a cantar y bailar... He decidido seguir a Cristo... He decidido seguir a Cristo...".
No hay quien se escape de la animación. Así comienza cada sesión de la Asamblea anual de la Diócesis de Chachapoyas, un encuentro especialmente descriptivo de esta iglesia modesta, viva y creciente.

Mirando a los participantes se descubre una diócesis multicolor y en evolución: religiosas y sacerdotes de varias nacionalidades (Madagascar, Colombia, Venezuela, Congo, España, México, Irlanda, Argentina, Polonia...) junto a los más de 20 curas peruanos, la mayoría jóvenes. Y son ellos quienes llevan el peso de la organización de las jornadas y conducen los trabajos en grupo o en plenario.

La Asamblea gira en torno al Plan Pastoral Estratégico Diocesano, que ya cayó en mis manos los primeros días. Es un proyecto que hace tres años hicieron entre todos, partiendo de un análisis de la realidad de las parroquias. Aunque su terminología, tomada del mundo empresarial, puede chocar y es motivo de constantes bromas ("resultados de impacto", "estrategias", "visión", etc.), lo cierto es que poco a poco va calando, va siendo conocido y comprendido, y realmente hace sentir que vamos todos a una.

El Proyecto sirve para elegir en asamblea unas prioridades, una hoja de ruta que luego es la fuente de la programación anual de cada parroquia, el famoso POA ("plan operativo anual"). Cuento esto porque me encanta que acá se intente trabajar con técnica, programando y revisando, evitando en lo posible la improvisación o el "siempre se ha hecho así". Algo que en Santa Ana logramos los últimos años, que en mi diócesis de origen suena en general a chino y que en cambio en Chachapoyas está al orden del día como exigencia de los tiempos, de la comunión y de la eficacia. Ole ahí.

Las sesiones son maratonianas, a veces hay intervenciones muy lentas y muy peruanas, pero la asamblea está viva, hay momentos de crítica y debate, incluyendo ataques de personajes que Castinaldo llama los torpedos, que intentan dinamitar el POA, el PPED y lo que caiga. Me doy cuenta de que el Proyecto Diocesano no es un papel, es un proceso que vamos viviendo todos, haciendo la experiencia de iglesia en salida, en camino, en permanente aprendizaje y cambio, con todas las limitaciones del mundo pero con una estrella en la frente. La participación es el pulso de estas jornadas.

Mis viajes por las parroquias me permiten ahora recoger la cosecha, y tengo ya gente conocida en la asamblea, aunque es fácil relacionarse con todos en los descansos con cafesito y canchitas, en algunos paseos por la plaza de armas o en los momentos de comida, que por cierto está riquísima y no contiene siempre arroz (a Dios gracias). Una de las noches hay una reunión del presbiterio en el Preseminario; Humberto nos invita a torta, conguitos y un vinito, y pasamos un rato muy agradable juntos, riendo y tratando algún tema más serio. Yo solamente escucho y trago, pero me siento feliz como parte de este grupo.

Los torpedos y derrotistas la llevan clara, porque a esta diócesis no hay quien la pare. La van a llevar adelante fundamentalmente gente sencilla de pueblo, igual que mis santaneros tiran con su parroquia. Yo les pienso echar una mano en lo que pueda, como siempre. Por lo pronto, como dice mi animación favorita, "el diablo está pisado": el único que se fastidia es el mal de la rutina aplastante, la imposición y el arribismo estériles. "El diablo está pisado está pisado está pisado...". Jejeje.

PS: canchitas son palomitas, y torta es tarta.

lunes, 17 de noviembre de 2014

TRACCIÓN A LAS 4 RUEDAS


Para ir desde Chacha a la parroquia de Ocallí pago 30 soles:
- ¿A qué hora se sale?
- Entre la 1 y las 3 de la noche.
- ...
- Yo le doy una timbradita y usted baja a la puerta y allí nomás le recogen.

A esta carretera no pueden entrar combis ni carritos bajos, y aunque los trocoleones son finos, mi capacidad de dormir es invencible. Menos mal que despierto justo antes de pasar por el valle de Huaylla Belén (http://pinceladasdeunamicroviajera.wordpress.com/2013/07/05/huaylla-belen-un-paraiso-entre-los-andes/), y esos meandros preciosos e increíbles a casi 2800 metros de altitud me acaban de espabilar el ánimo.

Al rato llegaré a Chuquímal, donde el carro me deja como un saco de papas. Es uno de los primeros pueblos de la parroquia más alejada de la diócesis, una extensión de cerca de 80 kilómetros de longitud sembrada de pueblos que, a diferencia de Bagua o Luya, no están colocados de manera radial en torno a la sede, sino dispuestos de este a oeste en dos ramales de trocha, de manera que cuando se llega a los últimos (Camporredondo, Cocochó, etc.) se ha profundizado la provincia de Luya en dirección al Marañón.

Las distancias, los desniveles brutales (sube al cerro, rodea, baja hasta la quebrada, pasa el río, vuelve a subir...) y sobre todo lo feas que están las carreteras (por llamarlas de alguna manera) hacen que la velocidad media sea de 20 Km/h y vuelven los desplazamientos costosos para el reloj, para el cuerpo y para el bolsillo. Pero nada parece detener a Carlos, Neiser David y Baltasar, que son los compañeros que acá trabajan. Eso sí, quedándose a dormir en las varias habitaciones que tiene la parroquia por el territorio; y así recorremos varios pueblos: Vista Hermosa, El Progreso, Collonce, Yaulicachi, Caldera, Providencia...

Ingenioso sistema de "armario al aire libre"
Hospedarse en casa de la gente tiene su punto. Ellos te dan lo mejor que tienen, y realmente es increíble pensar que todas las comidas (desayuno-almuerzo-cena) de estos días son invitaciones generosas, sazonadas con una amabilidad impresionante. Por otro lado, ha de adaptarse uno a vivir con el estilo de ellos, y aunque cuesta, es sorprendente comprobar qué poquito necesitamos para salir adelante. Un par de días no había agua, así que me fui a duchar a casa de los vecinos, que tenían un tanque; en una especie de caseta hecha con palos y plásticos y sobre unas piedras, allí me enjaboné saludando al que pasaba, porque se me veía medio cuerpo (los peruanos son en general más chatitos que yo, y la ducha me estaba chica, jejeje).

He oído muchas confesiones, ayudando a mis compañeros. Gente muy sencilla, de la chacra; muchachos algunos excepcionales, con una fe y una inteligencia extraordinarias. La mayoría de las personas, al terminar, se arrodillan delante del altar, o del sagrario si lo hay, y rezan en silencio, moviendo levemente los labios; me pregunto cómo será su conversación con Diosito.

En Tactámal, el pueblo de Flor, Juanito (el chófer de Monseñor) y yo nos perdemos un momento y colocamos los calzoncillos y los calcetines a secar dentro del carro. Llevan húmedos todo el lunes, pero el martes ha salido este sol andino implacable. Bajo él llegamos a Ocallí capital, que da un aire a Cuenca, con sus casitas como suspendidas sobre la ladera del cerro. Por la noche descubriré que aquí hay muchos Caro, este pueblito está lleno de primos lejanos, acaso descendientes de algún antepasado común, quizá uno de aquellos extremeños que vinieron a América en busca de fortuna.

En el único teléfono del pueblo logro llamar a mi sobrino Manuel, que cumple 4 años. La comunicaciones son otro tema en este Perú profundo, abarrotado de lugares sin cobertura, donde internet es todavía un lujo o una extravagancia. Y así, cuando en Camporredondo va a comenzar la Eucaristía, se va la luz; pero no pasa un pelo, todo el mundo está acostumbradísimo y la cosa funciona divinamente a voces y con velas.

Dio tiempo también a acercarme a Guadalupe a ver el sitio que tiene dispuesto el padre John Casteli para enterrarse: un jardín en un costadito de la iglesia, adornado en la tarde con los gritos de los jóvenes que juegan al vóley en la plaza. Pienso, mientras Juan mete la doble porque casi nos quedamos clavados en el barro, que el padre Casteli merece otra entrada para él solo, y que en esta parroquia hay que ser un cura todoterreno que cada día use el 4x4 de audacia y de entrega.

jueves, 13 de noviembre de 2014

MARATÓN DE CONFIRMACIONES


La combi me lleva hasta Yerbabuena, y luego me reúno con el obispo en Péngote, que pertenece a la parroquia de La Jalca, atendida por los compañeros Geyner y Noé. Los confirmandos, que son colegiales (aquí el "colegio" es el instituto y la "escuela" es la primaria), llevan un cartelito con su nombre para que D. Emiliano pueda pronunciarlo bien cuando les hace la crismación. Sonrío al comprobar que los nervios son internacionales, pero esos uniformes le dan al momento un tono sencillo y encantador.

Es solo la primera de una carrafilera de celebraciones de la Confirmación en las que acompañaré a Monseñor durante estos días. Por la tarde, en La Jalca, pueblo viejo y cuna del folclore tradicional, admiramos su iglesia parroquial del siglo XVII, de piedra, y con una torre exenta la mar de pituca. La Confirmación es a las 7 de la noche y mientras vamos confesando nos ataca el famoso frío de acá, normal por otra parte a más de 2800 metros de altitud. Pijama térmico al canto.

Al día siguiente vamos a San Martín del Mango. Al entrar pasamos por debajo de tres pancartas con la leyenda "Bienvenido Monseñor", que a mí me hacen mucha gracia y me recuerdan a Bienvenido Mister Marshall. Hay varios petardazos de cohetes aunque no se ve a mucha gente, cosa que nos extraña... hasta que comprobamos que está ¡todo el pueblo parte de los alrededores dentro de la iglesia! Jajaja.

La fiestecita posterior al sacramento es muy bonita porque todo el mundo está invitado: los confirmandos, sus familias, los forasteros, los de los pueblos vecinos... Y todos juntos. El almuerzo estándar (sopa y plato de arroz-papas-pollo) se acompaña con una crema hecha de frejoles y chancaca (azúcar), que estaba deliciosa.


Toca después Leymebamba, nuestra parroquia bandera. El sagrario lleva una inscripción: "Donación de D. Antonio Montero, arzobispo de Mérida-Badajoz, que envió por primera vez sacerdotes a Leymebamba en 1982". Lo que estoy aprendiendo de la liturgia episcopal: ahora con mitra, ahora hay que quitársela, ahora le doy el báculo... Jejeje. A veces, cuando se viene la gente a confesarse antes de las misas, alguno me dice muy serio: "Vengo a confesarme, Monseñor", jaja.

Las hermanas Apostólicas de Leyme nos invitan a comer, y así recuerdo el sabor del jamón, del morcón, ¡y del chocolate! Esa es otra ventaja de viajar con el obispo, que siempre me corresponde una porción de la amabilidad de la gente; en todos sitios hay un aplauso para el padre César. Con Juan Andrés vuelvo a Chacha y ahora, mientras escribo en casa de las hermanas Formacionistas, veo un colibrí planeando sobre las macetas del patio. Vaya hermosura.

jueves, 6 de noviembre de 2014

SANTOS CAMPESINOS


A apenas tres kilómetros de Luya está Lamud, la capital: casonas coloniales, balconadas de madera y preciosas vistas. Un lugar pintoresco que hace de nudo turístico de la provincia de Luya. Voy con Robert, su párroco, un compañero más o menos de mi edad, con inteligencia, experiencia y evidentes cualidades para ser pastor, un auténtico crack. Hay convocado un encuentro de catequistas de toda la parroquia, que tampoco es demasiado grande (tiene unos 12 pueblos), así que nos juntamos unas 25 personas. Enciendo todos mis radares y me dispongo a escuchar y aprender, pero la experiencia desbordará todas mis expectativas.

Los catequistas son los responsables de las comunidades cristianas locales, así que no solamente “dan catequesis”, sino que hacen de referencia eclesial permanente en los pueblos. Reciben y preparan a los padres y padrinos antes del Bautismo, organizan la catequesis de primera comunión y confirmación, convocan a la asamblea y presiden la liturgia del domingo (que muy usualmente fue, es y será sin participación del sacerdote), orientan, ayudan, organizan. Son líderes, representantes de la Iglesia, gente de peso que muchas veces “ponen el pecho” los primeros para sacar adelante a pueblos pequeños y pobres. Robert me dice que “nuestro trabajo de formación y acompañamiento de los catequistas es la clave”.

Son cristianos de una cierta edad (normalmente pasan de los 30 años), a menudo con una fe de raigambre familiar. Campesinos muy humildes, que reciben la comunión en manos callosas, con restos de tierra oscura bajo las uñas. Por momentos el trabajo parece lento, pero a veces, cuando alguno toma la palabra, lo que sale por su boca es la Palabra hecha vida sencilla de la gente del campo.  Sus gestos muestran una peculiar mezcla de candor, respeto y entusiasmo; en las puestas en común, en el diálogo en grupo, en una escenificación o una dinámica, se puede entrever un recorrido, un amor probado al Señor, una fidelidad fraguada en la chacra y convertida en estilo de vivir, orar y creer.

Para llegar a Lamud, casi todos tuvieron que levantarse a las 4 de la mañana para ir a cuidar su ganado. Alguno me cuenta que ser catequista le ha construido como persona, puesto que ni siquiera pudo terminar la escuela primaria. Y constantemente me dan las gracias por la visita, por compartir esta jornada con ellos. Al día siguiente, el sábado por la mañana, es la fiesta de los Tosantos, y en la Eucaristía hablo de que la santidad está a nuestro lado, y no solo en los altares; y al mirar a estos catequistas me parece que los santos son ellos; santos de rasgos andinos, poncho y falda serrana; santos que caminan en sandalias en medio del barro para enseñar y celebrar el Evangelio; santos que experimentan cada día las contradicciones y la dureza de la misión acaso más que los propios curas.
Winnie (con gorra), Irene (con gafas), Nilda, Mary Elisabeth y Robert
No están solos. Tuvieron, en sus comienzos, párrocos que fueron misioneros santos. Ahora cuentan con el gran Robert y con las hermanas del Instituto de la Bienaventurada Virgen María. Irene, Mary Elisabeth y Winnie son tres irlandesas, con muchos años ya en el Perú y los cabellos plateados, que desprenden admiración y cariño por esta gente. Se les nota que creen en ellos y están orgullosas de compartir con los catequistas proyectos y tarea cotidiana. Conmigo son igualmente encantadoras y cercanas. Al terminar el encuentro, nos sentamos a tomar a cup of tea (alguna se queda a cuadros de que me guste, siendo español) con keke y una copita de Oporto. Y ahora, mientras escribo esto en su vieja computadora, Irene me trae un poster de Extremadura; lo miro y, aunque se me hace un nudo en la garganta, me siento feliz. Sigue siendo 1 de noviembre y siento que ellas son también santas.

domingo, 2 de noviembre de 2014

PASEO POR LUYA


Al llegar el lunes por la tarde a Luya, apenas me da tiempo a desalojar una parte de la mochila para agarrar alba, estola, crisma y las cosas de la misa, y enseguida me veo montado de paquete en una moto que me llevará a un pueblecito llamado Nuevo Luya. El chófer es diestro, pero cuando llega el barrito... madre, creo que no pasaba tanto miedo desde que me monté en el jaguar de Isla Mágica.

El pueblito, que no llega a los 200 habitantes, tiene luz y puntos de agua, pero no tiene desagües, solo una fosa séptica donde vierten pilas y servicios comunales. Celebro la misa de vísperas de su fiesta patronal y luego, compartiendo arroz, papas y pollo, Isidro, el catequista del lugar, me cuenta la historia del pueblo, que solo tiene cinco años. Cómo fueron capaces de organizarse para comprar a plazos el terreno, y pedir hasta que lograron que les pusieran el agua. Ahora luchan para lograr que les completen los saneamientos. Y en todo esto, él como cristiano es una pieza clave; me siento varias cosas al mismo tiempo: enano por los logros de mi querido Movimiento Rural, orgulloso de esta gente y deseoso de iniciar el MRC con ellos.

Me instalan en el mejor cuarto: una estancia hecha de quincha (carrizo y barro) revestida de yeso, donde hay una cama con varias mantas y bancos de madera. Ni que decir tiene que no se ven servicios y duchas por los alrdedores ("¿Querías misiones? Pues toma"). Hay en el centro de la plaza una especie de castillo de fuegos artificiales, pero los petardazos son constantes; de hecho, cada vez que alguien colabora con el mayordomo llevando algo para la fiesta, encienden un cohete. Hace frío, me pongo agradecido la ropa térmica que me regaló mi grupo MRC de santa Ana, y a pesar de que la banda machaca con las marineras, me quedo como un tronco.

El desayuno resucita a un muerto: huevo, papas, plátano frito, guisantes y arroz, casi ná. Antes de la misa voy a dar un paseo por el campo. Bajo al fondo de una quebrada y subo una cuesta que me deja sin resuello, pero merece la pena contemplar el paisaje. Al poco rato hago mi primer bautizo en el Perú, una niña que se llama Anaí. Aquí la pobreza se palpa, se ve en la ropa, los semblantes, el calzado, la capilla... Y yo me encuentro entre esta gente humilde, intentando servirles con humildad. Y me siento feliz.

En la tarde regreso a Luya. A mi compañero Jesús le gusta la historia, colecciona algunas antigüedades curiosas y me regala dos monedas de céntimos de inti de plata de 1918. Tiene también ganas de charlar, así que nos contamos muchas cosas, yo le escucho, pregunto... Estos días me sirven también para conocerlos y sentirme parte de un grupo, los sacerdotes de la diócesis. Nos vamos tarde a dormir; veo una araña tamaño XXL correteando por ahí, pero después del pueblecito, ya no me dan miedo, ni las pulgas. Próxima estación: Lamud.

domingo, 26 de octubre de 2014

VERSIONES DE LA BELLEZA


Al padre Lucho le gustan las vacas y las alcachofas. Me muestra el centro parroquial de Pomacochas y me cuenta sus planes para mejorarlo. El pueblo está en fiestas y paseamos esquivando inmensos tenderetes donde se vende ropa, mantas, menaje de cocina… de todo. Compramos queso porque aquí hay “preciosas vacas” – me cuenta, “que dan mucha leche, porque hay muy buen pasto”.

Pero la joya de Pomacochas es la laguna, hermosísima, redonda y profunda, que devuelve reflejos al verde intenso de los campos y montañas que la rodean. Una naturaleza impactante, que me sorprende una y otra vez a medida que recorro nuestra diócesis. Aquí, en la selva alta, a 2200 metros, el clima es fresco, te tropiezas las nubes por la calle y los chaparrones hacen temblar la calamina de mi habitación.

La parroquia es pequeña, tiene solo 30 núcleos de población a los que llegar y la gente es acogedora y humilde. Tras la misa, salen en procesión sus cuatro patronos: San Lucas, la Virgen, el Crucificado y Santo Toribio de Mogrovejo, que por cierto anduvo por aquí cerquita, en Yambrasbamba, celebrando uno de sus sínodos. Asoma el sol andino y abrasa; no me atrevo a ponerme la gorra que me regaló Grabiel porque voy revestido, así que luego aparecerá morenita mi frente despejada, jeje. La banda interpreta todo tipo de piezas, incluida una de Nino Bravo, y eso me hace recordar los ensayos de la banda de Santa Ana: “Volare, eh-eh…”. Y tras la procesión el almuerzo; al terminar, para irse, aquí es costumbre “pagar la sal”, que no es sino bailar una pieza. Los de Santa Ana, que no se escandalicen, pero sí que pagué, sí. Y bien carito.

Caminamos hasta el pie de la laguna. Lucho es un hombre apacible al que le gusta conversar, así que tocamos todos los temas: teología, el dulce de leche (o “manjar blanco”), la misión, el sínodo, los cultivos, la economía diocesana, los terroristas… Luego, de regreso, nos agarra la lluvia y nos refugiamos en una casa donde una mujer mayor nos invita a un licor que me deja K.O. técnico, rendido a una siesta tremenda.


Por la tarde del miércoles me voy a Jumbilla. Al llegar al cruce, la carretera asfaltada continúa hacia Rioja y Moyobamba, y comienza una trocha de tierra que me llevará a la capital de la provincia de Bongará, que tiene unos mil habitantes. Es una población más aislada, con unos 15 pueblitos a los que atender. Al bajar del carro, entro en la parroquia y veo una imagen de María Auxiliadora; luego, en la casa, cuento tres o cuatro cuadros más, y otra imagen en un pasillo… ¡la parroquia se llama María Auxiliadora!

Me toca celebrar tres días de la novena del Señor de la Montaña, que es una devoción local. Esta comunidad canta que da gusto, con un tambor de piel, pandereta y palmas. Cada noche, tras la Eucaristía, una familia invita a todo quisque a un cafesito, normalmente acompañado por un tamal, una pastita o un pansito. El padre Leoncio dice que todas las noches igual, que incluso compiten por ver quién da mejor de comer al personal. Madre mía.

El sábado transcurre apacible. Varios chavales vienen a ver conmigo el Madrid-Barça y se ríen a medida que me los goles merengues me van fregando. Una mujer mayor pasa a dejarles a los padres una bolsa con paltas y platanitos. La señora Domi me invita a almorzar a su casa, y conozco a su esposo, a sus suegros, a sus hijos y a su sobrino. Domi me recuerda a Mari Carmen la santanera, lo lleva to palante en la parroquia, se parece físicamente y en la manera de ser a ella, un encanto. Llueve en la tarde y Leo llega; charlamos también, es un tipo muy inteligente y atento. Le pregunto, me cuenta... Es estupendo poder convivir así con mis nuevos compañeros.

Presidiendo la Eucaristía del domingo me encuentro suelto, les hablo como si estuviera en el Valle. Digo en la homilía la palabra "culo" y me doy cuenta de que es una lisura, me explican que es mejor cambiarla por "pompi". Cuando el coro entona un movido "Dame la mano" en la paz, y unen este canto con el "cordero" bailable, vibrante, se mueve mi cuerpo y siento esta otra hermosura fluir dentro de mí, el carácter amable de esta gente, su fe luminosamente expresiva y sencilla. Auxi también me esperaba acá. Todo transcurre con naturalidad, descansadamente. Es más fácil cuando la belleza te acoge y te invita.

lunes, 20 de octubre de 2014

CUY CON PAPAS


La parroquia de Bagua Grande es desde luego enorme: una ciudad de 30.000 habitantes y aproximadamente 120 pueblos de diferente tamaño distribuidos en el valle del Utcubamba y en los cerros que lo rodean. Una extensión inmensa, adornada con palmeras, papayas, plataneras y cocoteros, donde se cultiva de todo: cacao, café, frutales y, por supuesto, arroz. El azul del río se confunde con los tonos anaranjados del cielo a la caída del sol, y todo circundado hermosísimamente por océanos verdes de arrozales.

Nada más bajar del carro te tienes que quitar ropa: aquí ni chompa, ni casaca, ni zapatos; bermuditas, polos (camisetas) y chanclas. La poca altitud (400 msnm) y el emplazamiento hacen que el verano sea permanente. En la habitación no hay mantas, como en Chacha, sino ventilador. Esto del clima cambiante cada pocos kilómetros es increíble para los que no estamos acostumbrados.

Castinaldo y Nilson son los compañeros que llevan adelante la misión, que les desborda por todos lados. Como dice Calvino, "no llegan ni con una honda", jejeje. Todos los días hay salidas a los pueblos, y aún así me cuentan que hay sitios donde todavía no les ha dado tiempo a llegar. Castinaldo, licenciado en teología y en psicología, tiene la parroquia en la cabeza, la conoce muy bien porque empezó a colaborar aquí desde que era seminarista. Dice que el padre Sulivarría, jesuita pionero, puso "el chasis", la base pastoral de la parroquia, y que ellos han continuado desarrollando y profundizando la misma línea.

La clave son los catequistas. Son los responsables de las comunidades, los que celebran la liturgia de la Palabra los domingos, preparan a los niños a la primera comunión y a la confirmación, dan las charlas a los padres y padrinos, etc. Son la referencia cristiana de sus pueblos, a veces muy alejados, a los que el padre visita una, dos veces por año. Personas de fe recia, muy comprometidos, que llevan adelante una tarea muy difícil, arrastrando sus cansancios y limitaciones. Hermanos (en Bagua la gente se llama unos a otros "hermanos") ante los que quitarse el sombrero.

He pasado varios días disfrutando de la acogida y la compañía de mis compañeros, también de Juan de Dios (el primo de Nilson...), capellán del ejército, que les ayuda los fines de semana. He podido visitar varios pueblos y he procurado escuchar mucho, aprender, absorber como una esponja. También les he echado un cable en lo que he podido. He confesado a un montón de gente, he celebrado la Eucaristía el día del DOMUND, he visitado algún enfermo... Y siempre con la simpatía de la gente, todo el mundo se alegra de conocerte, estrechas cientos de manos, te agradecen y te dan lo que tienen con sencillez, y te piden que regreses pronto. Es estupendo.

En el caserío La Unión hubo "Promesa", día de encuentro de los catequistas, niños, jóvenes y adultos de la zona (la parroquia está dividida en 8 zonas, me parece...). Una jornada "dale que te pego": inscripción-animación-avisos-oración-presentación del tema-grupos-almuerzo-puesta en común-confesiones-Esucaristía-despedida. Muchas personas en la confesión me pedían consejo acerca de problemas de su vida... En Santa Clara, a una hora de conducción hacia la altura, hacía de nuevo frío; al llegar nos encontramos con que no se podía abrir la puerta de la iglesita, se tuvo que saltar un catequista y abrir desde dentro, jeje. Luego, antes de irnos, compramos papeletas para una rifa, y los premios me hicieron mucha gracia. Y ayer, en El Paraíso, un pueblito de 100 habitantes, la capillita tenía el tejado de calamina muy baja, así que todos sudamos la gota gorda. Almorcé dos veces: antes de la misa carne de res, arroz y yuca; después de la misa, tercer premio: ¡cuy con papas!

También participé en una reunión del Consejo de Pastoral. Reunión que coordinaron los laicos, y que comenzó sin que el cura hubiese llegado. Programaron una convivencia parroquial y, por más que el párroco insistió en un lugar, el consejo decidió otro... Jajaja, me encanta. En la parroquia, las hermanas Trinitarias de Valence y las religiosas Doroteas juegan un bonito papel.

Me quedan muchas cosas que contar... Bagua Grande es un imperio pastoral. Pero, como he prometido volver, ya habrá oportunidad.

lunes, 13 de octubre de 2014

APLAUSOS COMO CANCHA

A cada momento, Humberto invita a la gente a tocar palmas en medio de la Eucaristía. Las caras sonríen, los cuerpos se mueven al son de la música y se palpa un ambiente de verdadera fiesta. Estamos en Huancas, cerquita de Chachapoyas, celebrando el domingo y su fiesta patronal del Señor de los Milagros.

Humberto es el compañero responsable del "Pre", el preseminario diocesano, donde los muchachos viven un año preparatorio antes de comenzar con los estudios de filosofía y teología. Este curso son 8, y todos en tropel llenamos la combi que nos lleva a Huancas. El distrito toma el nombre de un pueblo preincaico muy diestro en fabricar cerámica utilitaria; cuando los incas conquistaron el país chachapoyas, siguiendo su estrategia de mestizaje que debilitaba a los vencidos, trajeron gentes huancas para disponer de vasijas y utensilios de cocina. No se imaginaban que siglos después arribaría semejante patrulla.

Al llegar hace un frío que pela. Estamos en primavera, pero a casi 2500 metros de altitud, cuando las nubes se imponen el día se torna desapacible. Se iza la bandera peruana en la plaza de armas, como cada domingo en todos los rincones de este país, y a las 11 de la mañana comienza la misa. La gente va abarrotando una iglesia parroquial muy antigua, hecha de adobes y cubierta de carrizo; los retrasos me hacen recordar a mi Valle de Matamoros y sonrío... ¡qué lejos estoy!

No pararé de sonreír en toda la celebración. Humberto me presenta: "¡el padre César, que viene como misionero a nuestra diócesis de Chachapoyas!". Aplauso. "¡Viva Jesús, el Señor de los Milagros!". Aplauso. Durante la homilía, con su estilo carismático, Humberto pasea por el pasillo central con el micro, y se gana a la gente, les hace cerrar los ojos, levantar los brazos, cantar... "¡Bendito sea Dios!". Más aplausos. Aplausos como cancha, que es una expresión que acá significa "un montón de aplausos", palmas de sobra y por todos lados. Alegría rebosante. Cancha es maíz tostado que se toma como aperitivo: que la fiesta sea abundante, que nos invada y nos llene y se derrame por los cuatro costados.

Tras la misa, la procesión. Como el día de Santa Ana, con un desorden parecido y divertido (¡ay, qué lejos!). Como los chavales se han revestido todos, Huancas parece un pequeño Vaticano, y con un incensario que recuerda las narices de un dragón de cuento aventando humo, jeje. Rodeamos la iglesia y la plaza, y pasamos al habitual almuerzo. Es increíble que el comité, que organiza la fiesta, alcance a dar de comer a todo bicho viviente que quiere participar en la fiesta, y a todos lo mismo. Me siento y descubro que ¡es el primer día que no como arroz desde que llegué al Perú!

Pero sí que hay guarapo de caña, y ese sabor me hace pensar en África, en Togo (lejos lejos). No nos hace falta tomarnos para estar alegres, porque en la foto se ve que el cielo era ya azul a esas horas. Todo es sereno y claro para mí de momento acá. Expectativa y tranquilidad como cancha.

miércoles, 8 de octubre de 2014

UNA NUEVA DIÓCESIS


Todo es igual, pero todo es distinto. Dos jóvenes ordenandos, el obispo, el presbiterio casi en pleno, el canto de entrada. Pero no hay órgano sino guitarra, somos solo unos 25 curas y los nuevos diáconos son peruanos, aunque los fallos con los micros son transculturales. No conozco a mis nuevos compañeros, pero llevo la misma estola que todos. Es mi primer día en Chachapoyas, mi nueva diócesis.

El pastor, sus sacerdotes, el pueblo fiel y la misma emoción al renovar interiormente los compromisos de mi ordenación mientras Baltasar y Cristóbal se postran, las letanías sobrevuelan la catedral y esas palabras que a la vez pesan e impulsan: "Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; convierte en fe viva lo que lees, y lo que has hecho fe viva enséñalo, y cumple aquello que has enseñado".

Para mí fue hace 15 años, en Togo, pero en realidad ha sido hoy, en Perú. Son los escorzos divertidos del plan de Dios, que es siempre sorprendente y nuevo. Solo cabe dejarse llevar. La celebración se puebla de aplausos en varios momentos, y al terminar esas manos me estrechan las mías. Recibo una catarata de nombres que apenas puedo recordar: Ruli, Liborio, Carlos, Helder, Magno, David... Ya tengo experiencia de llegar nuevo a una diócesis, y "el comienzo no es fácil" - me recuerda Castinaldo, y me invita a Bagua, su parroquia.

La gente que llena la catedral está invitada a una fiestecita en el Seminario, "el Pre", que está apenas a dos cuadras. Los chavales con Humberto, su formador, han preparado un montón de sillas y el equipo de música. Inmediatamente las atronadoras animaciones llenan el patio donde se abarrotan fieles venidos de toda la diócesis. Varios seminaristas mayores, entre ellos mi amigo Erles, se convierten en auténticos  showmen que ponen el pie al personal y me hacen bailar hasta a mí (los de Santa Ana que no pongan esa cara, ¿eh?). Se desata una fiesta sencilla y espontánea, muy agradable.


Llega el brindis. Nos reparten a todos (niños, jóvenes, matrimonios, abuelos...) la misma copina de vino dulce y una pastita; luego harán igual con el almuerzo: un plato de plástico con carne de res, yuca y por supuesto arroz. Me encanta que repartan a todos lo mismito, desde el obispo a los críos pequeños, y nos lo comemos con un tenedor de plástico. Las canciones están entreveradas por discursos de los nuevos diáconos, de los sacerdotes de sus parroquias, del rector, etc. Se ve a todo el mundo muy contento, acá se festeja bonito. El momento de las fotos marca el final de la velada.

Camino hasta el obispado y pienso en mi diócesis de origen, que hoy ha vivido un momento importante, el anuncio de nuestro nuevo arzobispo coadjutor de Mérida-Badajoz. Llego a casa de Katy y arden los whatsapps de mis compañeros. Es curioso: hoy de estreno doble. Hace fresco ahora ya cuando cae la tarde en Chachapoyas y me ronda este deseo de la Eucaristía: "Dios, que comenzó en ti esta obra buena, Él mismo la lleve a término".