jueves, 13 de noviembre de 2014

MARATÓN DE CONFIRMACIONES


La combi me lleva hasta Yerbabuena, y luego me reúno con el obispo en Péngote, que pertenece a la parroquia de La Jalca, atendida por los compañeros Geyner y Noé. Los confirmandos, que son colegiales (aquí el "colegio" es el instituto y la "escuela" es la primaria), llevan un cartelito con su nombre para que D. Emiliano pueda pronunciarlo bien cuando les hace la crismación. Sonrío al comprobar que los nervios son internacionales, pero esos uniformes le dan al momento un tono sencillo y encantador.

Es solo la primera de una carrafilera de celebraciones de la Confirmación en las que acompañaré a Monseñor durante estos días. Por la tarde, en La Jalca, pueblo viejo y cuna del folclore tradicional, admiramos su iglesia parroquial del siglo XVII, de piedra, y con una torre exenta la mar de pituca. La Confirmación es a las 7 de la noche y mientras vamos confesando nos ataca el famoso frío de acá, normal por otra parte a más de 2800 metros de altitud. Pijama térmico al canto.

Al día siguiente vamos a San Martín del Mango. Al entrar pasamos por debajo de tres pancartas con la leyenda "Bienvenido Monseñor", que a mí me hacen mucha gracia y me recuerdan a Bienvenido Mister Marshall. Hay varios petardazos de cohetes aunque no se ve a mucha gente, cosa que nos extraña... hasta que comprobamos que está ¡todo el pueblo parte de los alrededores dentro de la iglesia! Jajaja.

La fiestecita posterior al sacramento es muy bonita porque todo el mundo está invitado: los confirmandos, sus familias, los forasteros, los de los pueblos vecinos... Y todos juntos. El almuerzo estándar (sopa y plato de arroz-papas-pollo) se acompaña con una crema hecha de frejoles y chancaca (azúcar), que estaba deliciosa.


Toca después Leymebamba, nuestra parroquia bandera. El sagrario lleva una inscripción: "Donación de D. Antonio Montero, arzobispo de Mérida-Badajoz, que envió por primera vez sacerdotes a Leymebamba en 1982". Lo que estoy aprendiendo de la liturgia episcopal: ahora con mitra, ahora hay que quitársela, ahora le doy el báculo... Jejeje. A veces, cuando se viene la gente a confesarse antes de las misas, alguno me dice muy serio: "Vengo a confesarme, Monseñor", jaja.

Las hermanas Apostólicas de Leyme nos invitan a comer, y así recuerdo el sabor del jamón, del morcón, ¡y del chocolate! Esa es otra ventaja de viajar con el obispo, que siempre me corresponde una porción de la amabilidad de la gente; en todos sitios hay un aplauso para el padre César. Con Juan Andrés vuelvo a Chacha y ahora, mientras escribo en casa de las hermanas Formacionistas, veo un colibrí planeando sobre las macetas del patio. Vaya hermosura.

2 comentarios:

Unknown dijo...

En tofos los sitios hay un aplauso para el padre César, aunque no vaya con el obispo. Jó, cuando he empezado a leerte creí q te.habías vuelto pa España con la.Rociito, José Fernando y Gloria Camila!!

Ana Saleh Paco dijo...


¡Que alegría verte tan bien y con esa cara de felicidad!
Tu también, si cierras los ojos...veras el rostro de Dios, porque está en todos los que rezamos y pedimos al Padre por ti, cada día.
Un abrazo grande de los tres, lleno de cariño .