viernes, 29 de agosto de 2014

AGÁRRATE A MÍ MARÍA



Siempre me ha gustado esta canción de Los Secretos, pero no podía imaginar que se iba a convertir en la banda sonora de estos días de cambios, hasta luegos y preparos. La escucho y me invade una fusión de emociones: orgullo, alegría y lágrimas. Preciosa.

Estoy metido en un lío
y no sé como voy a salir.
Me buscan unos amigos
por algo que no cumplí.
Te juré que había cambiado
y otra vez te mentí.
Estoy como antes colgado
y por eso vine a ti.

Agárrate fuerte a mí, María,
agárrate fuerte a mí.
Que esta noche es la más fría
y no consigo dormir.

Agárrate fuerte a mí, María.
Agárrate fuerte a mí,
que tengo miedo
y no tengo donde ir.

Mañana cuando despiertes
estaré lejos sin ti.
No creo que pase nada
de otras peores salí.
Si acaso no vuelvo a verte
olvida que te hice sufrir.
No quiero si desaparezco
que nadie recuerde quien fui.

Agárrate fuerte a mí, María,
agárrate fuerte a mí.
Que esta noche es la más fría
y no consigo dormir.

Agárrate fuerte a mí, María.
Agárrate fuerte a mí,
que tengo miedo
y no tengo donde ir.

Agárrate fuerte a mí, María
y no llores más por mí.
Volveré a por ti algún día
y escaparemos de aquí.

Agárrate fuerte a mi, María.
Agárrate fuerte a mí
que tengo miedo
y no tengo donde ir.

domingo, 24 de agosto de 2014

EL CHIRRI


- Tito, ¿qué azeglo? - dice, sacando ya un alicate de plástico de su cinturón.
- Pues la pata de la mesa, por ejemplo.
- Vale, pero zi te duele algo me llamas, ¿eh? - Tiene 3 años y es el único manitas que repara la madera a base de martillazos.
(Al ratillo).
- Ay, ay, ay!! - me quejo.
- ¿Qué te paza? Los golpes cesan y aparece una media sonrisa.
- La barriga, me duele.
- Ziéntate aquí.
Jejeje.
Me empieza a operar. Me abre con un cúter y luego con el otro alicate maneja y me cura. Coge un dinosaurio de plástico (que es el bote de Betadine) y me desinfecta la herida.
- Yazta.

Es más bien de secano, pero ha descubierto una especie de rebuey con el que se mete en el mar hasta los tobillos para pescar algas, comida para los peces, dice él. Cuando le echo agua en la cabeza se enfada, y pone la mano así de canto, intentando una mirada agresiva que lo hace más gracioso.

Por la noche se acuerda de su madre, que está de viaje, y se le posa una nubecilla de tristeza sobre la pequeña nariz. Pero ponemos la peliculita de cowboys con sus caballos y se le olvida todo, hasta que cae frito.

Al salir de casa te coge de la mano, y en los chinos te consulta antes de comprar lo que sea.
- ¿Ezo, tito?
- No, la trompeta no, que se van a volver locos los vecinos (y nosotros).

Es mi sobrino Manuel chico, el más pequeño. ¿Quién nos iba a decir a nosotros que nos vendría algo así? Porque es la personita más linda del mundo, el tío más despachao, más espabilón y más simpático que hay; y el que se come mejor los boquerones.

domingo, 17 de agosto de 2014

MI POZO BLANCO (párrafos de una despedida)


No cupieron aquellos dos días todas las palabras. Y todas las que acerté a decir no caben aquí. Al menos que pueda decir GRACIAS.

Al principio me costó una mijina aceptar que el pueblo es muy pequeño, pero pronto y muy fácilmente empecé a sentirme a gusto en la parroquia, con mis vecinos, con todo el mundo. Un pueblo chico pero grande en humanidad, en cercanía, en solidaridad; una parroquia modesta pero rebosante de posibilidades, compuesta por personas excelentes. Recuerdo que desde el primer momento os vi receptivos a propuestas nuevas, abiertos a  ir asumiendo responsabilidades con  valentía  y generosidad. Jamás me he sentido solo. Creo que hemos crecido  mucho, y sobre todo  hemos disfrutado mucho juntos y hemos sido felices. Yo desde luego muy feliz.

Feliz recorriendo mi pueblo, entrando  en las casas, visitando a los enfermos y a los mayores. Feliz en nuestras miles de reuniones, feliz en los carnavales, en Navidad, charlando con los jóvenes, paseando por la mañana temprano, en misa, en la velá, en catequesis o en el centro sociocultural; feliz lavando los pies el jueves santo, tomando algo con los amigos en el Guardina, limpiando el desván, bautizando, en el mercadillo, en la Patrona; feliz mientras a la iglesia le ponen el tejado nuevo y bañándome en la  piscina; muy feliz y orgulloso celebrando la Eucaristía con todos vosotros el día de la Parroquia y bailando en la Vigilia Pascual; y luego tomando el chocolate. Contento como un berro en el agua de ser vecino y párroco de Los Valles, ¡toma ya! Y así lo he ido contando en mi blog  y he dejado escrito en mi libro.

Ha sido muy hermoso. También a veces muy duro, ya ha habido otras lágrimas antes que estas, ¿verdad? Porque cuando amas mucho has de prepararte a sufrir, y yo quiero inmensamente a mis pueblos.

He recibido mucho aquí: he aprendido y he crecido mucho, y por eso deseo deciros GRACIAS. Siempre os mandaban curas recién ordenados, zagalitos recién salidos del cascarón; yo había echado los dientes en otro  lado y vine ya mostrenquito, pero aquí veo que he madurado, que me he fortalecido; a lo mejor sé menos, pero siento más, puedo comprender mejor, creo que soy mejor persona, más sencillo y más humano. Mi madre lo nota: habéis sido  unos buenos maestros: el César que llegó es distinto al César que se marcha. Ha sido para mí una experiencia decisiva; si no hubiera sido por mi parroquia, yo no sería el hombre, ni el cura que soy ahora, y desde luego no podría ni soñar con Perú ni con nada. Os lo debo a vosotros. Muchas GRACIAS.

Y ahora… hay que leer estas  palabras. Son un poema de J. R. Jiménez que lleva cinco años  en mi tablón, delante de mis ojos en mi  mesa de trabajo:

Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;
y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón de aquel mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostáljico.

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.
(Juan Ramón Jiménez. Segunda antología poética, 1922)

Me voy y no va a pasar nada: van a seguir los pájaros cantando, y el pozo de la hondoná en su sitio. La parroquia sigue su camino, y mi camino me lleva ahora a Perú. Es algo pendiente en mi vida, un gran sueño que tengo desde niño, es una llamada reiterada del Señor. Tenéis que seguir ayudándome (no está toda  la tarea hecha, ¿eh?), empujándome con vuestro cariño aunque sea en la distancia; lo voy a necesitar mucho. Todos me decís que tranquilo, que seguro que sale bien, ¿no? Pues vosotros también, yo os digo lo mismo. Ahora comienza una etapa nueva (para vosotros y para mí). Me siento orgulloso de nuestra parroquia, que está llena de vida y de dinamismo. Estáis sobradamente preparados para llevarla  adelante. Habrá dificultades, para  vosotros y para mí, pero no tengamos miedo: dejémonos llevar por el Señor, que nos conduce y nos dará lo que necesitemos para  seguir construyendo su Reino. Sencillamente, sed como sois y no deis ni un paso atrás, y todo saldrá bien.

Desde que ponemos el pie en un pueblo, los curas somos provisionales, somos una raya en el agua. No somos dueños de nada, sino que los curas pertenecemos a la comunidad, que es la suma de cualidades, de disponibilidad y de amor: cada persona, chicos y grandes, aporta lo que es, aporta su pan y su pez. Y el cura es el servidor más pequeño, que simplemente acarrea los panes y los peces de todos y los prepara para que se puedan compartir.

Esto es lo que he intentado; he hecho lo que he podido. Perdonad los  errores que he cometido, o si a alguien no he tratado todo lo bien que se merecía. Ahora paso a la lista de vuestros párrocos, y es un privilegio que me recordéis junto a Calvino o a Nemesio; yo también prometo que vendré a veros cuando  pueda. Me siento feliz de haber sido vecino y párroco de Los Valles; es un honor que ostentaré toda mi vida, que me acompañará siempre. Le doy las gracias al Señor por el inmenso amor que me ha demostrado poniéndoos en mi camino; os doy las gracias de corazón a todos vosotros, a mi parroquia, a mis pueblos. Os llevaré siempre en mi corazón.

Y a la vez, un pedazo de mi corazón se quedará para siempre en Los Valles, en vosotros. “Solo las montañas no se vuelven a encontrar”, dice el refrán africano. Os quiero mucho; en Perú o allá donde me encuentre, aquí tenéis a vuestro amigo, cura pero para siempre amigo.

martes, 12 de agosto de 2014

LA CAPILLA DE LA PLAYA


A un tiro de piedra de casa hay una pequeña capilla que funciona los meses de verano. La atienden, desde hace años, compañeros de mi diócesis de Mérida-Badajoz que prestan ese servicio pastoral a cambio de alojamiento para unas vacaciones tranquilas. Y yo, cuando estoy, pues echo una mano los domingos.

La campanilla toca a misa de 9 cuando en agosto la luna ya compite con el sol. La iglesita tiene un porche y un patio que se llenan de sillas de tijera, de modo que se junta un grupo apreciable de gente. Es muy reconfortante comprobar que sigue habiendo creyentes, y que muchas personas necesitan expresar su fe también en verano. Quizá porque la fe no es un trabajo ni una obligación, sino una suerte, una experiencia de amor que descansa y calma la sed de sentido y espiritualidad. Que me enrollo.

Comienza la Eucaristía y noto que me suenan muchas caras; de hecho hace más de quince años que somos vecinos aquí en Isla Cristina, y hay gente que repite este destino vacacional cada temporada. Pero también hay siempre muchas caras nuevas, y eso hace de esta misa algo peculiar. Un público multicolor, con vestidos tipo ibicenco o en bernudas, siempre muy atento, porque es la primera vez que ven y escuchan a  este cura.

Así que en el saludo o en la homilía no temo repetirme, ni utilizar expresiones que me gustan, porque todo es nuevo para esta asamblea ocasional y playera. De hecho me doy cuenta de que se sorprenden ante bromas o gracias habituales en mí, y que en mi pueblo no hacen ya efecto (más bien se extrañan si olvido el "¿Cómo están ustedeeees?" de todos los días). En los primeros bancos -delante de las sillas-, recibo leves asentimientos de cabeza mientras trato de explicar que la barca hundiéndose es una imagen de los momentos en que todos hemos sentido: "de esta no salgo". Es encantador.

Pienso cuántas veces, por tener la oreja acostumbrada, ponemos el piloto automático y nos volvemos impermeables a la novedad que el Evangelio siempre trae. Probablemente, para captarla, nos hace falta cambiar de tono de vez en cuando y dejarnos sorprender. Y recuerdo más de una ocasión en que unas palabras puntuales de alguien que jamás he vuelto a ver me han hecho diana en el corazón. Como si paseando junto al mar hubiera visto flotando una botella con un mensaje directamente dirigido a mí.

jueves, 7 de agosto de 2014

PEQUEÑOS PLACERES VERANIEGOS

Quitarte el reloj.
Leer XL Semanal, que es mi revista favorita.
Andar todo el  día en chanclas.
Comprarle a mi sobrino Manuel una bolsa de patatas.
Llegar de la playa cargado con palas y cubos a las dos de la tarde sudando y tomarte una cerveza bien fresquita.
Dormir la siesta con tarifa plana.
Comer choco, boquerones, gambas y salmonetes.
Ducharte en el patio, al aire libre, con agua templadita. Sentir cómo los músculos se relajan y los huesos  se recolocan. Y sin que te vean los de enfrente.
Pasear por la playa y conversar con el mar. Él sabe muchas cosas de mí, guarda en su azul mi historia, y promete, cuando miro al horizonte infinito, nuevas aventuras de un futuro salado.
Al  regresar, los pies algo hundidos en la arena calada, el sol que ya baja se esfuerza por acariciarme el  rostro, y el viento de poniente sobre el pecho me enseña nuevas formas de respirar y de gozar.
Sentarnos por la noche al fresquito, charlar y reírnos mientras mi cuñao prepara unos gintonics.

Son pequeños detalles de aquí de Isla Cristina que, unidos al cariño y a las atenciones de mis padres, me proporcionan descanso físico y emocional. Lo necesitaba mucho.
Fueron demasiadas cosas en pocos días: preferia - crucifijo - entierro durísimo - Patrona - recogida de la casa - mudanza - tomas de posesión. Días y días de trasnochar y madrugar creo que me acabaron cambiando el ciclo del sueño, de modo que he padecido una especie de jet-lag: me asaltaba a todas horas una galbana, un mogango, un vilano, un aplastamiento...

Ya va pasando. Como los astronautas, requería descompresión. Y este es el lugar.