sábado, 29 de julio de 2023

TENGO UN NUEVO AMOR

 
El otro día en Indiana me hice una herida en un dedo del pie por estar burreando. Semana y media después, eso seguía sin cicatrizar, así que al llegar a Punchana me fui al dispensario para que nuestra enfermera Elita me curase. No me podía imaginar el encuentro que estaba a punto de producirse; pocas veces Diosito se me ha presentado de forma tan nítida.

Ella se llama Cintia y tiene seis años, aunque es tan pequeña que aparenta menos, como tantas mujeres coquetas del mundo. Apareció por mi espalda en plenas operaciones de desinfección de mi dedo, conque no podía voltearme; notaba los pasos menudos, desiguales y silenciosos de unos pies descalzos. Elita miró por encima de mi hombro y la saludó sonriendo.

No había respuesta, pero el caso es que la conversación era fluida:
- Cintia, siéntate en esa silla
- …
- Sí, ahí nomás
- …
- Eso, no te muevas ¿eh?

Cuando al fin pude mirar, hallé unos ojos achinados, entre amazónicos y asiáticos, fijos en mí; un pelo negro apenas compuesto en una coleta; una camiseta arrasada por mil lavados, descolorida y dada de sí; las piernas arqueadas y llenas de picaduras dentro de un pantaloncito rosa; y esos pies, hábiles en su aparente vacilación, manchados de tinta de un bolígrafo travieso.

Y esa sonrisa panorámica, donde se erigen un puñado de dientes chicos, desiguales y atacados de caries, que Cintia ofrece a todo lo que da, con el desparpajo y la inocencia de un niño con síndrome de Down. Ella no sabe que además tiene el paladar hendido, y esa dolencia la hace más propensa a patologías del oído, además de los evidentes problemas dentales.

Pero Cintia escucha muy bien y es muy comunicativa, aunque no articula palabra. Comprende al toque, y se las apaña para decir lo que quiere con ingenio y gracejo, moviendo su cuerpecillo, modulando las expresiones de su rostro, señalando, asintiendo o frunciendo su boca. Estoy maravillado de esa eficacia, y de la simpatía que desborda.

Es indígena kichwa de Angoteros, y está en la casa para pacientes y familiares que, un par de años atrás, ayudó a reformar la hermandad de Cabeza del Buey. Ha venido con su papá (mejor no pregunto por su mamá…) porque estos días hay en Iquitos una campaña médica de operaciones de labio leporino. Pero cuando la han visto en la primera consulta, el odontólogo y el cirujano dudan si extraerle todos los dientes o intervenirla tal como está… Es complicado.

Elita y yo, mientras Cintia baila unas piezas a nuestro alrededor, conversamos acerca de la posibilidad de enviarla a Lima, a la asociación “Operación sonrisa”, para ponerla en manos de doctores más expertos. Me toca el brazo y señala a un gatillo negro que se ha colado en la consulta: “Ehh” – reclama. Pero claro, habría que ver de dónde conseguir los pasajes de avión. “¿Quieres un globo?”. Sonidos guturales se combinan con las luces y colores de un exultante gesto de felicidad.

Río y a la vez me estremezco, no hay un rostro de Jesús pobre y débil más inequívoco que esta cría. Desvalida, pero cómo se divierte, dependiente, diminuta… ¿discapacitada? Nada de eso. Con un río de tiempo por delante, con posibilidades de amar, respirar y vivir plenamente. Siento que estoy en la presencia de lo Santo: la dignidad humana del más insignificante.

Todos los días vuelvo donde Elita. No tanto porque todavía necesite cuidados, en realidad sé que regreso para verla a ella, para exponerme al impacto de su ternura; voy a saludarla en kichwa, a abrazarla, cargarla y darle un beso. Me tiene atrapado. Más que un pertinaz rasguño en el pie, Cintia cura mi corazón.

Para ti Mamá

sábado, 22 de julio de 2023

"YO HE VENIDO A QUE LA IGLESIA SEA COMO TIENE QUE SER"


La gente no viene a misa - Piden el Bautismo y luego no aparecen más - Viven sin casarse - Solo llegan a pedir plata - Nadie se confiesa - Hay un montón de niños sin la primera comunión…

Etc. Ante reclamaciones de este pelaje, de todo punto estupefacientes o extraterrestres en un medio como la selva profunda peruana, territorio de franca primera evangelización, a su autor-a le espetaron una pregunta certera: “¿Entonces, a qué has venido acá?”. La respuesta no defraudó, y desde entonces runrunea en mis meninges: “Yo he venido a que la Iglesia sea como tiene que ser”.

Es un clásico quejarse del pueblo, porque no responde, no “cumple” unas presuntas reglas del juego obligatorias para el cristianismo. Tú has venido a que la Iglesia sea “como tiene que ser”, es decir, como es en tu país de origen, ya que es la que conoces desde niño; porque acá, en la Amazonía, la Iglesia no es “como Dios manda”, es este sindiós, este desorden. Menos mal que has llegado tú (y otros como tú), qué suerte ha tenido esta gente de dar contigo.

Pero resulta que el Evangelio no dice cómo tienen que ser las ovejas, sino cómo tienen que ser los pastores: siempre acogedores, cuidadosos, humildes y entregados. Primero hay que escuchar, para conocer y amar. Así, poco a poco irás sintiéndote parte del pueblo santo de Dios que navega en esta región del mundo, agradecido por haber dado con tus huesos en esta selva y con la mente y el corazón abiertos a aprender.

El caso es que coincidimos, yo también estoy acá para lo mismo, para que la Iglesia sea como tiene que ser: amazónica. Y concretamente sinodal, misionera, inclusiva, en salida, abierta, laical, samaritana, ministerial, inculturada, intercultural, profética, sencilla… Ahí no tengo dudas, pero si tengo que dar detalles acerca de estructuras, procesos, metodologías… eso sí no lo sé, no me duelen prendas en reconocerlo. Querido: no sé cómo tiene que ser la Iglesia amazónica, pero como es en tu país, no.

La inculturación, este camino de ir plasmando “una iglesia con rostro amazónico y con rostro indígena” (Papa Francisco en Puerto Maldonado el 19 de enero de 2018) es un camino de no retorno, una quema de las naves. Para que sea auténticamente evangélico ha de recorrerse con todas las consecuencias, rompiendo los puentes a la espalda y aceptando que no se puede controlar el punto de llegada, no se pueden dirigir o anticipar los rasgos de esta Iglesia naciente. Porque el discernimiento sincero escucha al Viento, que sopla dónde y cómo quiere, pero no sabes adónde nos va a llevar (Jn 3, 8).

Jamás la inculturación puede ser una estrategia para “lograr fieles”, no cabe una mera traducción metodológica con el fin de engrosar las estadísticas de bautismos. La emergencia de nuevas facetas del rostro de Cristo, ya presentes en las espiritualidades amazónicas, es tarea de los pueblos indígenas y ribereños, la han de fraguar y discernir ellos, desde sus sensibilidades y valores culturales, y por tanto a su manera. No al estilo de un supuesto cristianismo prístino o globalizado (Querida Amazonía 69), una especie de franquicia que sería en todos sitios igual, como el Starbucks, siempre verde, y cuya carta de pedido fuera el derecho canónico.

Los misioneros estamos invitados por el Papa a hacernos uno con los pueblos amazónicos (discurso en Puerto Maldonado), a amar inmensa y entrañablemente a estas gentes, a identificarnos con estas culturas, estos ríos, estas lenguas, estas cosmovisiones, sin otra pretensión que estar juntos, luchar por los derechos, buscar el buen vivir, mirar en la dirección del mismo Dios, lo llamen como lo llamen. Escuchando, aprendiendo, y por supuesto aportando con humildad el anuncio de Jesús si es conveniente, oportuno y constructivo (Querida Amazonía 62-65).

Francamente, no necesitamos agentes de pastoral o misioneros que solo comparan, critican, se lamentan o desprecian. Bienvenidos aquellos que sueñan, que se arriesgan, que ensayan, que aman sin todavía conocer del todo y que se fían del dinamismo del Espíritu, sabio e irresistible en el pueblo menudo y lindo de Dios.

sábado, 15 de julio de 2023

UN SUEÑO COMPARTIDO, TRABAJADO Y CUMPLIDO


¡Ya tenemos el nuevo salón parroquial de Islandia! Gracias de todo corazón a quienes nos han ayudado: Fondo de Solidaridad de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz, Fondo Nueva Evangelización de la Conferencia Episcopal Española, Misión América ONG, Asociación Mensajeros de la Paz, ACN Ayuda a la Iglesia Necesitada, Hermandad de la Virgen del Valle (Valencia del Ventoso), parroquias de Cristo Rey y San José (Mérida), Cáritas Los Milagros (Mérida), parroquias de Calamonte, Burguillos, La Zarza y Alange, brasileros amigos de las hermanas de Islandia, pueblo de Ipirá (Brasil).

Por fin llegó el día en que se ha podido bendecir e inaugurar oficialmente esta sala de usos múltiples para la misión del Yavarí, con sede en Islandia. En un ambiente fraterno de expectación y regocijo, la comunidad se dirigió, después de la Eucaristía del domingo, a las nuevas instalaciones, que habían sido decoradas la noche anterior al más puro estilo selvático y peruano.


La hna. Dorinha Rodrigues, responsable del puesto de misión, dio la bienvenida a los asistentes congregados en la puerta del salón. El canto “Hoy Señor te damos gracias” adornó las palabras de bendición que pronuncié con emoción, pidiendo a Dios que habite este lugar, acompañe con su ternura a quienes en él convivan, y sirva para que nuestro distrito sea más humano. El agua se derramó sobre el piso como abriendo camino al pueblo que ingresaba.

Ya acomodados en el amplio ambiente, llegó el momento de los discursos. Hemos hecho memoria de los comienzos, descubriendo que, como Moisés, ninguno de los misioneros (las cinco religiosas y yo) que hace seis años llegamos a Islandia y soñamos con este espacio, estamos ya trabajando acá. Así es siempre: unos siembran, otros laboran y tal vez otros recogerán la cosecha. Paradójicamente, esta edificación es símbolo de la permanencia y solidez de la presencia eclesial.

A mí me correspondió la chamba de redactar el proyecto, obtener planos y presupuestos, rellenar formularios y patear física y virtualmente oficinas haciendo contactos, entregando solicitudes y vendiendo la idea, en España y especialmente en mi diócesis. Me invitaron a varias parroquias para contar historias de la misión y de paso pedir apoyo. Todo ello resultó una tarea tan laboriosa como reconfortante al sentir la generosidad de tanta gente que también se entusiasmó y se unió.

Luego, una vez recaudada buena parte de los fondos necesarios, llegó la pandemia y lo detuvo todo. Cuando la normalidad se reanudó, yo ya estaba en Indiana, de modo que no participé (más bien me libré) del proceso largo, arduo y fatigoso de la obra. Islandia permanece más medio año sobre el agua, por lo que este edificio fue diseñado con tremendos cimientos (“zapatas”) que lo dejen siempre parado en mitad del río. Y eso plantea desafíos a la construcción, además de las dificultades propias del transporte de los materiales hasta esta frontera.


Hemos reconocido el trabajo de la hna. Ivanês Favreto, que se marchó a finales de 2022, y de la hna. Dorinha, que tomó el testigo del liderazgo y ahora culmina este anhelo, junto a las hnas. Aparecida, Lizete y Sandra, con el Consejo de Pastoral y la gente de la comunidad cristiana. Ellos se comprometieron desde el principio y pusieron alma, vida y corazón organizando parrilladas, bingos y rifas que hicieran implicarse y participar a todos.

“Este local es de ustedes”, he dicho a la concurrencia tras el brindis, y es muy cierto. Los misioneros todos pasamos, quienes dan continuidad son los laicos, el pueblo menudo, los netos de acá. A ellos les toca cuidar y mantener este recinto, y animarlo, que sea un pulmón de vida para Islandia y toda la zona. Acá tienen lugar muchas reuniones (catequesis, taller de mujeres, pastoral juvenil…) y es donde se alojan los agentes de pastoral cuando hay encuentros de formación. Llegan de lejos y encuentran un ambiente amplio y acogedor, con cocina, baños, duchas y dos dormitorios. Y además muy bonito, bien hecho y acabado. Así lo destacábamos unos y otros mientras comíamos la torta conmemorativa.

La comunidad de Islandia, las comunidades del Yavarí y el bajo Amazonas y el Vicariato, expresamos nuestro profundo agradecimiento a todas las personas que han hecho posible esta aspiración compartiendo con sencillez y empujando en la distancia; Diosito lindo les compensará con su amor encarnado en hermosos dones de paz y alegría. Siéntanse parte de esta familia amazónica.

sábado, 8 de julio de 2023

KOMEK+ NA+MEREDE (CORAZÓN DULCE)


- “Di unas palabras” – me pidieron al final de la celebración en Yarinal (orilla colombiana del Putumayo) el día de su fiesta patronal.
- “Solo puedo decir gracias. Me siento feliz. Noto que tengo mi corazón dulce” – fue lo que me salió. Y era sincero.

Ya había estado el año pasado en Yarinal, y vuelvo a descubrir lo importante que es regresar a los lugares, y no solamente ir. De pronto todo me es familiar: sé que toca meter los pies en el agua porque el río está crecido, en la casa de Luciana hay cambios que inmediatamente advertimos (cocina nueva, baño bajando gradas, ducha directa del tanque de la lluvia), recuerdo estas tazas y el sabor de este café.

Es milagroso conocer los nombres de varias personas: Agustín, Marta, Juan José, Arturo. Todo fluye con facilidad, me parece que ellos están felices de verme volver, señal de que antes estuve contento porque fui bien acogido, y todo ello son síntomas de que nos estimamos. Cuando hay confianza da gusto.

También sé que, cuando voy con Fernando a los murui muina, parte medular de la experiencia es el mambeo. Lo conté acá (“Coca,tabaco y yuca dulce” – 2 de julio de 2022), y en este recorrido han sido varias noches en el espacio hasta tarde, concretamente en Yarinal hasta más de las 3 de la mañana. Ellos comen coca, chupan ambil, se escuchan, comparten la buena palabra, conectados entre sí y con , con el mundo espiritual, a través del poder de las plantas sagradas.


Allá me invitan, aunque yo solo tome agua. Incluso me han dicho que yo mambeo interiormente, con mi komek+, sin que pruebe la coca o el tabaco… qué delicadeza. Y de hecho me piden que hable, como hará Iver en Leguízamo al otro día, después de recibirme con un abrazo, alegre de que nos encontremos un año después. La escucha al diferente es una forma exquisita de deferencia y aceptación, pues en cada persona kai se manifiesta para cariñar y enseñar. Aprendamos pues los del bando de la inculturación.

A las 3:30, de camino a la cama, hemos hallado a las mujeres pelando yuca para el almuerzo de la fiesta. “Buenos días” – me han dicho; “buenas noches” – he contestado en medio de risas. A esas horas, en la maloka, al costado del mambeadero, la candela ya ardía a full desde hace rato, asando unas tremendas montañas de carne de vaca hecha pedazos. Más tarde, cuando nos levantemos y tomemos desayuno, iremos a la capilla y antes de la misa tendré cola para confesar; qué privilegio: conversaciones personales confiadas y plenas, prolongación en otra clave de lo de la madrugada. Y mi corazón deleitándose.

Dos días después llegamos a Puerto Lupita, pequeño enclave kichwa frente a Leguízamo, en la margen peruana, y epicentro del narcotráfico de la zona. Allí Misión Putumayo camina desde hace años con la comunidad en un proceso de recuperación de la identidad cultural, promoción de la mujer, etc. Tania es la facilitadora, y ella me presenta… por tercera vez. Son tres años consecutivos visitando a esta gente, y la sensación de familiaridad es especialmente refrescante.

Arranca la Eucaristía con una presentación de los niños de la Infancia Misionera. Ahí ya comienzan las bromas, que seguirán durante la homilía, con picos de encrespadas carcajadas cuando comentan las cosas que digo (¿quién dice que la misa es aburrida?). Luego, cuando nos acerquen en canoa a Puerto Leguízamo ya de noche, nos reiremos recordando esa misma travesía el año pasado, cuando estábamos seguros de que nos hundíamos al paso de una “piraña” de la armada.

Escribo en el ferry, camino de Islandia, después de solo dos días en Iquitos abarrotados de tareas, tras retornar de Soplín. Es curioso que no estoy cansado, solo siento ligereza y gratitud. Ser reconocido, agasajado y apreciado regenera, otorga sentido e insufla calma y energías. Y posibilita aprender más que cualquier otra vivencia. Iver me estrecha de nuevo al despedirme: “César”. Los de Yarinal me ofrecen repelo antes de partir: “No me vendría mal” – les digo tocándome mi cabeza pelacha (más carcajadas), pero resulta que “repelo” es comida sobrante para que me lleve. Esta niña linda se llama Valeria y trae un pate con frutas en el ofertorio; miro las caras de los dos en la foto y veo con nitidez mi corazón dulce