domingo, 30 de diciembre de 2018

8 DÍAS EN UN BUCLE METEOROLÓGICO


En un bote de madera de 9 metros, cerrados los laterales con plásticos como se puede, si dice de llover, te mojas o te mojas. Esto es lo que nos ha pasado en el último recorrido, aventuras pasadas por agua o también misión anfibia por el Yavarí.

De hecho nos adentramos sin saberlo en un bucle meteorológico implacable: lluvia fuerte y persistente por la mañana, cielo cubierto y algún rato de sol por la tarde, y de nuevo diluvio durante la noche. La surcada hasta Limonero la hicimos en dos jornadas de auténtica galerna amazónica: viento racheado, relámpagos en el horizonte y agua por todas partes; hasta el punto de que el motorista tenía que ir achicando y nosotros embutidos en casacas y cortavientos con gorro incluido.

Pero era inútil, navegábamos empapados hasta los calzoncillos, las zapatillas chorreando, un paraguas vertical como frágil parapeto, las mochilas mojadas, el proyector se salvó de milagro. No es que estuviéramos bajo el chubasco, es que fueron ocho días dentro del agua, con los ríos aéreos de la selva rodeándonos bien bravos y los dedos como garbanzos todo el rato.

Hemos visitado un montón de casas invitando a los niños y a los mayores a las actividades y hallábamos a todos, que no habían ido a trabajar a la chacra a causa del aguacero cotidiano. Y justo a las horas de juegos, pintura de láminas o reunión con los adultos, la verdad es que tuvimos suerte y el cielo nos dio una tregua. Han sido en total 11 comunidades (que se dice pronto) con la ayuda de dos jóvenes estudiantes jesuitas, Beto y Gonzalo.

La lucha por mantenerte seco era tan encarnizada como la batalla por secar la ropa, ni siquiera valía el aire acondicionado del bote en marcha, porque el ambiente estaba sobresaturado de humedad. Y había que mirar los agujeros en los techos de hoja de irapay o de calamina para no colgar la hamaca o armar la carpa debajo de una potencial gotera, puesto que los chaparrones nocturnos eran impepinables.

Pero hemos comido muy bien. En Remanso la señora Mª Elena nos ofreció un caldo de gallina que no olvidaremos fácilmente; en Santa Teresa II zona nos pusieron lagarto frito, y en otros lugares varios pescados acompañando los habituales arroces y fideos. Hubo chicha, refrescos, café, botellas de agua… y siempre se puede recurrir a las galletas, fieles amigas que sacan de más de un apuro.

Además de disfrutar que la gente nos va conociendo, registramos decepciones y experimentamos avances. Algún animador que estaba mustio parece haber vuelto a la vida, pero al día siguiente en otro sitio el responsable dice que deja la tarea porque se va a vivir a Benjamin. Aparecen mamás que piden el Bautismo para sus bebes en comunidades supuestamente de otra religión, pero al día siguiente en el caserío vecino la reunión es cancelada por borrachera de los posibles participantes. E incluso encontramos un par de nuevos catequistas de primera comunión dispuestos a preparar a los niños de sus pueblos. Y en Santa Rita, hay de pronto un señor que siguió cursos de formación para animadores hace años en Iquitos, y será el animador de esa comunidad con el tiempo, aunque él aún no lo sabe.

En fin. Que siempre, después de la tormenta, llega la calma. Que todos los días sale el sol, camarón. Y que si te mojas, pues te secas y ya.
Feliz 2019.

martes, 25 de diciembre de 2018

LA GRATUIDAD DE DIOS EN LOS JÓVENES


¿Cómo es posible? Pasan los años, cambia mi edad, cambian el país y el continente, la raza, la época, el clima, la cultura y el idioma, todo es diferente y nuevo, pero el gusto y la necesidad de estar con los jóvenes permanecen siempre, bien vivos en mí, como algo que me define, me impulsa y me calma, un pedazo de mi identidad o un lugar al que constantemente regreso porque es mi patria.

Este año he faltado a muchos de los encuentros semanales, que por cierto no se pueden calificar de demasiado “regulares” o “efectivos”: unas veces vienen unos, el sábado siguiente otros, etc. (el pan nuestro de cada día en todas partes; posiblemente el paradigma de pastoral juvenil basado en “el grupo” nacido en los 70 ya no se sostiene, pero ese es otro debate que acá no toca). No fui porque estaba fuera de Islandia, por las comunidades, pero siempre que he podido he participado, ¡¿cómo me lo iba a perder?! Aun así noto ahí como una insuficiencia espiritual, una anomalía en los marcadores de mi vocación.

De hecho hoy día, en la fiestecita de despedida del año antes de las vacaciones (que acá son de Navidad y verano), me he percatado de que las destrezas de la relación espontánea y simpática se estaban espabilando. Las bromas habituales se desengrasaban y se expandían las risas a sus anchas, porque no se olvida uno nunca de montar en bicicleta: “Con ustedes me encuentro bien”. Entre vasos de guaraná y mordiscos al anticucho de corazón de res pasamos un rato relajado y hermoso.

La música “de obligado cumplimiento” no ayuda a las conversaciones, y hubo momentos en que cada uno tenía la nariz literalmente metida en su celular, pero la entrega de los regalos del amigo secreto fue muy chistosa. Un polo, un portafotos, unos aretes, una gorra o un perfume, cosas sencillas al alcance de sus bolsillos; y a la comida han invitado, sin saberlo, amigos de España, con esas propinas “para lo que tú veas conveniente”. Gracias en nombre de todos porque la parrillada estaba vacán.

Hay un compañero muy radical que me dijo el otro día, hablando de los indígenas: “de la Amazonía lo mejor que podríamos hacer es irnos y dejarlos tranquilos con sus creencias”. Con los jóvenes mi sensibilidad se va inclinando a algo parecido a medida que pasa el tiempo: más que proponerles o transmitirles algo, mi aspiración es acompañarles, tener el privilegio de formar parte de sus vidas apenas incipientes, asistir a los descubrimientos preciosos de quien comienza a fabricar sus sueños.

Mi deseo profundo es que sean personas plenamente logradas y dichosas, que puedan disolver el sufrimiento y vivir aquí y ahora, capaces de relaciones auténticas y con madurez para aportar a la sociedad y entregarse a otros. Lo escribo y me doy cuenta de que esa es la definición del amor. “Sólo puede ser misionero alguien que se sienta bien buscando el bien de los demás, deseando la felicidad de los otros” (Evangelii Gaudium 272).

De modo que era eso. Estar con ellos simplemente porque les amo, porque a su lado todo concuerda, la vida se me aclara y el encuentro conmigo es un acorde armónico. Signos inequívocos de la sorpresa de Dios y su visita perenne en cada joven que se cruza en mi camino, su gratuidad que me conmueve y me sustenta.

Feliz Navidad.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

EL SILENCIO ES LA ACTITUD PROPIA DEL PASTOR


Después de que trajeron el pan y el vino, se acercó la pareja kichua con un baldecito de masato y una bandeja con yucas, los alimentos propios de nuestra selva. Comí un poco de yuca y la warmi me ofreció un pate, que tomé entero; el masato es la bebida de la fiesta y del compartir, la auténtica sangre de las culturas amazónicas. Para nosotros, un honor y una obligación sagrada beberlo. “Señor, te ofrecemos el pan y el vino en los que creemos que estás. Pero más claro te vemos en nuestra yuca y en nuestro masato, y ni que hablar cuando lo compartimos”Y por supuesto, mientras se bebe no se habla.

De hecho, hasta ese momento del ofertorio ya llevaba todita la Eucaristía sin abrir la boca, porque los ritos iniciales al completo los hizo Juan Pablo, animador de Yanashi: “en el nombre del Padre…”, invitación al Gloria, oración colecta… todo menos el perdón, que lo celebramos a la manera del Alto Napo. Llori, animador de Angoteros, con su peto blanco, nos hizo la limpia con unas ramas de pichana, primero a mí y después al resto de la asamblea. También en silencio. Conectando con la profunda espiritualidad de los indígenas. Ellos saben que el silencio es el lenguaje de las plantas.

Escuchamos la Palabra, la comunidad de Indiana y los animadores del encuentro vicarial del CEFAC (Centro de Formación de Animadores Cristianos “Gastón Harvey”). El Evangelio de boca de uno de ellos, y seguidamente la homilía entre dos: Juan Pablo y don José Paredes, también de Yanashi y uno de los rukus (mayores) de la reunión. Habíamos conversado en la tarde sobre las lecturas y el sentido de la fiesta de Cristo Rey, y les animé mucho. “Díganlo a su manera, con sus palabras”. ¿Cómo no, después de varios días pensando y soñando una Iglesia con rostro amazónico e indígena, como pide el Papa?

Seguía en silencio cuando presentaba el cáliz, que se me antojó algo poco selvático, tan “metálico”. Ellos hicieron el prefacio, se cantó “Sumak”, el santo, y por fin el sacerdote habló, solo para contar la historia de aquella noche, cuando Jesús se hizo vida nuestra para siempre. El pastor pasa largos tiempos observando a su rebaño, conociendo a cada oveja, en una cariñosa vigilancia. Apenas silba para indicar el momento, porque sus ovejas conocen el camino, y él va detrás de ellas. “Esto es mi cuerpo”.

Las oraciones siguientes, la intercesión por la Iglesia, por los difuntos… todo fue pronunciado por los animadores. El padrenuestro lo rezamos mita mita en kichua y en castellano. La paz nos la habíamos dado al principio, tras la limpia, al modo del Napo, así que comulgué en silencio y ellos distribuyeron el pan. Así que una vez que había dicho “Hagan esto en memoria mía”, ya no volvió a escucharse mi voz. La oración final y la bendición ellos también. Fui un presidente de la Eucaristía callado, sosegado y contemplativo. Estaba emocionado por vivir algo tan distinto, como dejándome llevar por el río con regocijo y silencioso asombro.

No sé adónde nos llevará este camino hacia una Iglesia con alma amazónica, pero es un sendero sin retorno. Aunque nos empeñemos en generar un cristianismo similar al de Lima o España, no podrá ser y siento que no debe ser. Nos toca a los misioneros acompañar a personas y comunidades que irán gestando su propio modo de seguir a Jesús, con sus cosmovisiones, su espiritualidad y sus gestos. Ponernos en medio y detrás, contemplar, y aprender “su manera”, y en silencio. El pastor pues no es el que instruye, sino el que ama sin comprender, experto en escuchar y dispuesto a llegar adonde vayan sus hermanos, sin jamás separarse de ellos.

Por esta vez, la misa no fue algo “mío”, sino más bien algo de “ellos”, aunque con el esquema romano. No sé por dónde nos llevará el Sínodo, pero disfruto imaginando horizontes en los que Jesús en estos pueblos va a recrear los modos de ser Iglesia, y surgirán los suyos característicos, nuevos, originalesLas crisnejas (hojas de palmera para hacer un techo propio) simbolizaban el aire freso del que habló Juan XXIII. Ojalá los espíritus del bosque y la Madre del Agua me den la simplicidad de formatearme para “ser otro” y siempre yo mismo, y entregar lo único que tengo: mi silencio. Aquí estoy.

martes, 11 de diciembre de 2018

PASIÓN POR EL PUEBLO


Los días posteriores al grito de luz teníamos programado salir al Yavarí, pero nos pareció mejor quedarnos acá para “estar”, y no ausentarnos precisamente en estos momentos de desolación y turbulencia. La gente necesita referencias y liderazgos todavía más cuando se ha visto que la vida está amenazada, sin más glosa. Resultaron ser jornadas de reuniones, conversas y coordinaciones varias, pero sobre todo de presencia.

El suceso salió en la tele, y no hay mejor despertador para los políticos. El ministro del interior llamó inmediatamente al general de la policía de Loreto (me imagino: “Oye cumpa, ese sitio, Islandia, donde han matado a un niño, actúa rápido y resuelve la crisis, que no quede mal la institución”) y al toque llegaron desde Iquitos un coronel, un comandante y varios oficiales de “asuntos internos”, relevaron al desafortunado alférez jefe de acá y ese mismo día se presentó un nuevo responsable para el puesto, el capitán Murillo, hombre curtido en mil batallas desde la época de los terrucos. Todo ventilado en varias reuniones con las autoridades locales (con el padre a la cabeza) donde hubo tiempo para contar cómo fue, expresar quejas, preguntar, pedir y recibir explicaciones, conocer el estado de la investigación, etc.

Se trataba de calmar los ánimos y transmitir a la población un mensaje de confianza. Ayudó la noticia de que el presunto culpable fue enviado “adentro” (como dicen acá), en prisión preventiva mientras continúan las diligencias. Los padres de Michel regresaron de Caballo Cocha y pudimos visitarlos y mostrarles nuestra solidaridad. Vi a la mamá bastante serena, mientras que el papá me pareció más emotivo y sobrepasado por la desgracia. Al mismo tiempo, como habíamos hablado en el coliseo, se fueron reorganizando las juntas vecinales por calles con vistas a la creación de ese comité civil de defensa del pueblo. Y los misioneros, de lleno en el “nudo de la tormenta humana” (Evangelii Gaudium 270).

En esa especie de “tensión de baja intensidad” transcurrió la semana y llegó el sábado. Como era la víspera del referéndum, en la mañana fuimos a pedir permiso a las autoridades electorales (ONPE y JNE) para celebrar el funeral y la reunión fijados para la noche. A pesar de que la luz se cortaba, acudió al coliseo una buena cantidad de vecinos. Las lecturas del segundo domingo de Adviento nos iluminaron: la visión de la tierra sin mal (“Envuélvete en el manto de la justicia”- Ba 5, 2), un don seguro que al mismo tiempo requiere trabajo (“Preparen el camino del Señor” – Lc 3, 4). Una promesa que exige un compromiso, estar unidos y no tener miedo.


Entre discurso y discurso –alguno interminable-, la reunión posterior dio a luz al Frente de Defensa de los Derechos e Intereses del Distrito del Yavarí. Un comité que tratará de poner las pilas a las autoridades para luchar contra los abusos de todo tipo y velar por la seguridad ciudadana, además de reivindicar muchas cosas de las que carecemos: fiscalía, comunicaciones, electrificación, agua… Por supuesto la Iglesia católica, que es el único grupo religioso que ha estado en la vanguardia de este proceso, forma parte de este nuevo organismo popular.

El Papa dice, en esos párrafos de Evangelii Gaudium que tanto me inspiran, que “para ser evangelizadores de alma también hace falta desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo” (EG 268). Me encantó estar ahí a pesar de esta nueva responsabilidad y la chamba que se avecina. Porque “cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo” (EG 270).

Camino por el puente y más gente me reconoce y me saluda. Claro, porque soy el Secretario de Pesquería y Comercio del Frente Patriótico de Islandia, jaja. Soy parte de este pueblo, pertenezco a este pueblo, y eso me produce un íntimo orgullo. Es más importante para mí que para ellos, pero eso no lo saben. Con la profe Jenny bromeábamos: “Pescador de hombres y vocal de negocios espirituales”. Esperemos que “Dios que comenzó en ustedes una obra buena, la llevará a feliz término” (Flp 1, 6).

miércoles, 5 de diciembre de 2018

SIEMPRE SE PUEDE PRENDER UNA LUZ


La angustia aturdió a Islandia la semana pasada: un niño de 11 años había desaparecido. Lo buscaron por todas partes, en casas de amiguitos, en el puerto, por los puentes, en el río… pero nada. Al día siguiente apareció su cuerpo brutalmente violado y asesinado. De la ansiedad y la desesperación se pasó al asombro y al espanto, y de la tristeza a la indignación. Todo un pueblo consternado puesto en pie.

Acerca de cómo manejaron la situación las autoridades, solo conozco lo que me han contado, porque en el momento en que se desató la desgracia yo estaba en Iquitos, llegué cuando ya habían enterrado a Michel. Hallé a la gente muy sobresaltada, los vecinos en un estado de nerviosismo, ira y pánico que hasta hoy me sorprenden. Reclaman que cuando la familia fue a la policía a denunciar, no les hicieron mucho caso (”ocurre todos los días señora, estará por ahí jugando, ya volverá a la casa”); por otra parte, ese cadáver debió ser llevado al toque a Iquitos en avioneta, para poder practicarle la autopsia y obtener restos biológicos que permitieran identificar al agresor, pero nada de eso se hizo. El caso es que la población está bien irritada.



Sucesos como este ponen de manifiesto la impunidad que cada día sufrimos en la frontera. Tenemos un precario puesto de policía, no hay acá fiscalía para investigar y perseguir los delitos, y las autoridades se muestran inoperantes, sin recursos ni, por lo visto, capacidad para hacer frente a crisis así con determinación y entereza. La corrupción alcanza a todo, el abuso, la trata y la violencia son algo cotidiano, y lo peor es que la gente sabe que en cierto modo es como si el encargado de cuidar a los ratones fuera el gato. Lamentablemente ha hecho falta un crimen tan monstruoso para desbordar todos los diques y empujar a la sociedad civil a despertar, organizarse y actuar.

Agarraron a un hombre cuando pretendía escapar, un tipo raro que andaba por acá, solitario, desconocido… Pero no podía haberlo hecho solo, de modo que los vecinos siguieron indagando por su cuenta, preguntando, hasta hallar a un niño que decía que había visto cómo tres sujetos se llevaban a Michel. Me pidieron que les acompañara a la comisaría en medio de una muchedumbre dolida y encolerizada; los policías, superados y desconfiados, me pidieron que asistiese al interrogatorio del crío. Luego lo enviamos en lancha a Caballo Cocha, de pronto me vi en una posición de mediación entre unos y otros, como una presencia que da seguridad en un momento terrible; y al rato con un megáfono en la mano frente a una multitud clamando justicia y responsabilidad.

Se nos ocurrió armar una vigilia silenciosa. Para orar y para exigir sin palabras. Tomamos la iniciativa, se pasaron las voces y creo que más de media Islandia estaba aquella noche junto al lugar donde descubrieron el cuerpo. Prendimos nuestras velas, cantamos y caminamos en silencio. Más allá, en la plaza, los jóvenes de nuestro grupo habían escrito en el piso “Michel” con letras grandes (el gesto se les ocurrió a ellos); mientras sonaba la canción “Color esperanza”, cada persona fue colocando su vela sobre las letras hasta formar el nombre, un grito de luz, un recuerdo y una decisión: esto no puede pasar nunca más.

El acto acabó en el coliseo, repleto de gente haciendo un enorme y único corro con las manos unidas. Juntos podemos. Y ahí mismo la reunión, que duró hasta las diez de la noche, con muchas ideas e intervenciones. Se tratará de activar las juntas vecinales para organizar rondas de vigilancia; se aportaron reivindicaciones para enviar un memorándum al presidente o a quien corresponda; y se creará el Frente Patriótico de Islandia, un comité civil de defensa de la vida y los derechos. El pueblo, la sociedad civil, se empodera y actúa. Y en primera fila, los misioneros, la Iglesia; qué privilegio y qué orgullo.

No sé hasta dónde llegará este clamor y lo que resultará de él, pero nosotros estamos al lado de la gente incondicionalmente, somos una referencia moral  en esta lucha por la justicia, y ellos lo perciben y agradecen. Tal vez no logremos mucho, pero siempre podremos encender una luz. Y si lo hacemos unidos, la llama será más clara y poderosa, capaz de iluminar, animar, cauterizar y si hace falta incendiar.