sábado, 31 de diciembre de 2016

LA FUERZA DE LA TERNURA


Querido Antonio: llevas poco menos de dos semanas en España, nuestra tierra, adonde has regresado para quedarte, después de 16 años en el Perú, 13 de ellos en Celendín... ¿cómo estás? Sabes, en medio del ajetreo de la Navidad y del fin del año, que tú conoces bien, estos días he pensado mucho en ti. ¿Qué estarás haciendo? ¿Cómo pasarás la Nochebuena? ¿Qué tal gestionará tu corazón la catarata de sentimientos de este momento: abrazos y lágrimas de despedida, abrazos y risas de reencuentros?

Es curioso: a pesar de que Mendoza y Celendín están a una considerable distancia, siento el vacío que has dejado. Has sido tan importante para mí en estos dos años, que a cada paso se me presenta tu ausencia en los cerros, en las quebradas, en la belleza y la dureza de esta tierra nuestra que será tuya por siempre. Porque amas este país, estas gentes, y el Perú te ama a tí y ya te extraña.

Tú ya eras un referente en mi vida antes de conocerte, cuando Joaquín Obando me hablaba de ti, de tu misión en la diócesis de Cajamarca (le gustaba remarcar eso). Siempre has pertenecido al grupo de mis misioneros míticos, con Nemesio, con Serafín, con Josely, con Antonio León... Y cuando pudimos compartir vida acá en Perú, permíteme que te diga (ahora que no nos oye nadie) que superaste todas mis expectativas. Eres un modelo de persona, de cura y de misionero, cuánto le agradezco a Diosito que te haya puesto en mi camino.

En primer lugar por cómo me trataste desde el comienzo. Me invitaste a pasar en Celendín aquella primera Navidad lejos de casa, ¿te acuerdas? Me lo hiciste más llevadero con tu delicadeza y tus detalles de hermano. Y además resististe mis preguntas de novato colmado de la ilusión de los primeros pasos, me aconsejaste, me mostraste trozos de tu experiencia, compartiste intuiciones. Fueron unos días preciosos que nunca olvidaré.

Me impresionaban tu determinación, tu claridad, tu intención de estar incondicionalmente al lado de los más pobres, defendiendo causas justas, arriesgando, hasta esquivando los balazos si hacía falta. Pero al mismo tiempo manejas una humildad muy de andar por casa, que te permite caminar al paso de cualquier persona por pequeña que sea. Recuerdo cómo tu ministerio quedó iluminado por el Papa Francisco: nadie como tú ha trabajado, profundizado y asimilado sus escritos y su estilo, qué bárbaro. Eres un hombre espiritual en el más original sentido de la palabra, es decir, un hombre práctico, pastoralmente resolutivo y con la capacidad de distinguir a Diosito allá por donde va, y conectar con Él en los rostros de los más necesitados.

Por eso, aunque valiente y decidido, eres tierno, custodio de lágrimas que te desbordan apenas tu corazón vibra, se apasiona, se emociona. Eres la encarnación viviente de Evangelii Gaudium 270, uno de mis párrafos favoritos: "A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura".

Y cuando llegó el momento más difícil, ahí estuviste para escucharme, para comprenderme sin juzgarme, para poner una mano en mi hombro y darme una palabra que me orientase. Con exquisita finura, con suavidad, con eficacia, como eres tú. Los dos lo sabemos. Gracias, Antonio Sáenz. Te deseo felicidad en esta nueva etapa, tienes mucho por vivir, muchísimo que dar. Yo te necesitaré por ese Amazonas que me espera, y sé que estarás ahí, con la sabiduría de tu sonrisa y tu ternura fuerte.

martes, 27 de diciembre de 2016

ADEMÁS DE PASTORITAS, TAMBIÉN HAY PASTORAZAS


Algunas con 60 y 70 años, pero ahí las tienes bailando en el momento del ofertorio en Mendoza, sonajas en mano, sonriendo y superando el roche, jeje. No dejo de sorprenderme cada día en mi Perú y en mi país huayacho, y sospecho que siempre será así.

El recorrido navideño acabó mucho mejor que empezó. El pie de Abilia mejora (ahorita vengo de acompañarla a que le saquen los puntos y el asunto se va espabilando poco a poco), la moto se afinó y las operaciones en mi dedito parece que surtieron efecto (mañana revisión con mis cirujanas, ayyy). Pero lo más importante: las celebraciones en los pueblos de la carretera de Omia fueron muy lindas; en Tuemal, en Cushillo, en Gebil...

El 24 resultó un día algo apretadito. Por la mañana fui a Huayruro a su fiesta patronal con la hermana Panchita. Íbamos bien de hora, pero al regresar a Huambo en mototaxi, ¡pum! se cae el tubo de escape (y nosotros casi nos mandamos a la acequia). Mientras lo repararon y regresé a Mendoza en moto, ya iba tarde para llegar a Izcuchaca, ni me dio tiempo a almorzar. Ahí empezó la misa a las 3 y cuarto, pero tenía que haber sido a las 2 (...). Al regreso, el carro que me llevó se detiene y me hace bajar porque había operativo de tráfico y no tenía seguro; tocó caminar hasta que al rato me recogió de nuevo.

Quería avanzar para llamar a mi casa antes de que fuese muy de noche, y lo logré. Siempre el día de Nochebuena se me hace difícil, es la realidad, pero ese ratito en el Skype ayuda. A las 6, de vuelta  a Huambo para compartir la cena con las religiosas, ¡qué deliciosos asado y jamón! Qué suerte encontrar "cien veces más hermanos y hermanas" (Mt 19, 29) por todas partes. La misa huambina fue un desbarajuste que me recordó a La Lapa: un montón de niños, un ruido tremendo y ahí te las tienes que apañar para que salga algo parecido a una Eucaristía. Jaja.

El 25 fue un gustazo. En Omia estrené mi última piedra, la pila bautismal. De ahí pasé al almuerzo invitado por la hermosa madrina de uno de los bautizos. Por fin comí rico, tranquilo, con tiempo, y disfruté montonazo de la compañía. Tanto que me sentí en familia, como debe ser el día de Navidad, aunque estoy lejos de los míos. De Omia, regresando por la pista, a Mito; a esta comunidad hemos ayudado con un dinero para comprar un nuevo terreno donde reubicar su capilla, y era mi última visita allí, así que recibí un baño de sencillo agradecimiento, discursos, chocolate y panetón. Las pastoritas veneran preciosamente al Niño Jesús, y al terminar, Nataly, que tiene doce años, me abraza y me dice: "No debes irte, padrecito".

Nataly
Pasando por Nueva Esperanza (Charito quiso decir unas palabras de despedida pero las atajaron las lágrimas), la jornada acababa en Mariscal. Yo estaba ya hecho mazamorra a esas horas de las 7 de la noche, pero mira por dónde me encontré con una Eucaristía bien divertida, con equipo de sonido nuevo y achorado, coro, instrumentos y muchísima participación. Las bromas en la homilía me salían solas, y todos nos reíamos, relajados y contentos. Hasta bailamos "suavecito suavecito" al final (Mª José, habrías alucinado).

Augusto y Delia nos invitaron a Jhony, a Silver y a mí a su casa porque también eran padrinos (Dosito, habré bautizado estos días a media provincia), así que nos juntamos una buena peña, con sus hijos Gilmer y Ever y las doctoras saca-nigua Liz y Nilma. Hubo cuy, cocoa, panetón -obligado en estas fechas- y aparecieron unas cuantas cervezas. Los ojos continuaron brillándonos y las carcajadas volando al cielo de Huayabamba. Como todo el día, yo me encontré en casa, querido por mí mismo y no solo por ser "el padre", con el gozo inigualable de haber encontrado amigos. Y me sentí feliz.

¡Qué tal nube sobre Mendoza al salir de la radio!

jueves, 22 de diciembre de 2016

PERCANCES Y DELEITES NAVIDEÑOS


Estos días de Navidad itinerante y motera están dando para momentos de todo pelaje. Es como el clima huayacho: tan pronto te pelas de frío o el sol te asa, como te ves sorprendido por un chaparrón, sin solución de continuidad. Otra cosa no tendrá, pero entretenido es.

El domingo celebré la Eucaristía en Ramos. Se portaron conmigo estupendamente, me regalaron, una mochila, piñas, huevos... un encanto de gente, como siempre. Al salir de la capilla, Abilia me propone que la lleve en la moto hasta su casa, para ir alistando el almuerzo mientras su esposo y sus hijos vienen a pie. Al llegar, cuando intenta bajarse de la moto, ¡mete el pie dentro de los radios de la rueda, y se hace un corte tremendo en el talón (raiii)!

No podíamos sacarle su piecito, venía un muchacho con una llave, no valía, venía otro... ella sangraba, fue un rato que se me hizo eterno, qué desesperación. Al final hubo que cortar cuatro o cinco varillas de la llanta. Se la llevaron a Mendoza al toque, la cosieron y todavía está en el hospital. Está ya mejor, no tiene afectado el tendón de aquiles y se recuperará, pero chau, qué disgusto y qué estrés todos estos días.

Chocolate y cuy en casa de Jhony
La moto se quedó perjudicá, así que el lunes tuve que coger la de Baltazar para ir a Oquish, que está tan lejos que hay que salir a la provincia de Chachapoyas. De repente me vi ¡sin frenos! y por un camino feísimo, un pedregal intransitable. Menos mal que allí, como en todos sitios, me invitan a deliciosos cafesitos, porque es una gira entreverada de despedidas: locro con frejol y mote, humitas, rocoto molido, caldo de gallina, primoroso chocolate totalmente natural, y por supuesto cuy, que es el plato estrella en las versiones culinarias del cariño y el agradecimiento.

Hay pastoritas por todas partes, así que a diario disfruto de los tradicionales bailes de Huayabamba en Navidad. En Cochamal, como demoraba tanto en comenzar la misa, los niños y yo nos hicimos como de familia, y me tuve que probar entre risas las diferentes clases de gorros de pastora mientras compartíamos el dulce de frejol... Y luego está la decoración, que merecería un tratado etnográfico que podría titularse: "Límites entre la horterada y la elegancia navideñas: visión de un español". Aasuu qué telas, qué luces, qué colores... Sobre gustos no hay nada escrito.

Una de las visitas fue a Pumamarca, y manejando hacia allí me cayó encima una reedición del diluvio universal: un lluvión que me dejó completamente empapado con el consiguiente catarro de premio. Al llegar a la capilla, como solo había dos personas, me quité la ropa mojada (lo que se podía...) y me quedé roque tumbado en un banco. De vez en cuando escuchaba los cuchicheos: "No entres, que el padrecito está jato, debe de estar cansadito". Jeje, cansado es poco.

Ornamentación navideña tal vez un poco repetitiva...
Pero falta por contar lo más insólito. Una de las noches, al sacarme la bota de la moto y ponerme zapatilla para ir a otro pueblo en carro, me ataca un dolor tremendo en el dedo meñique del pie derecho. La misa la celebré con un zapato en un pie y el otro con calcetín porque no aguantaba. Ya llevaba desde el viaje a Soritor fastidiando, pero yo creía que era la uña, que estaba mal cortada. A la vuelta pasamos por casa de Liz y Nilma, y empiezan a urgarme en el dedo con alfiler, cortauñas, gillete... resulta que tenía nigua, un bicho parecido a la pulga que te pica y hace un agujero en la piel, y allí forma su nido y pone sus huevos. Llevaba ahí desde julio (Sonia, ¿te acuerdas de aquel dolor en el meñique? Pues mira), toma castaña. Y para sacarlo fue como un parto, qué barbaridad.

Todas estas me ocurren por pascua. Y todavía estamos a miércoles, queda gira hasta el día 25... ¡Diosito lindo!.
FELIZ NAVIDAD.

viernes, 16 de diciembre de 2016

LO QUE HAGO ES LO QUE ME ENSEÑA LO QUE ESTOY BUSCANDO 2


En estos lugares perdidos en la profundidad de la ceja de selva, sin luz y de difícil comunicación suceden mil anécdotas curiosas. Por ejemplo, dormir en el mismo cuarto con un borracho que llega a las cuatro de la mañana como una cuba. O bañarte dentro de un barreño en plena calle (porque ahí está el único caño del pueblo) en paños menores, de noche mientras a tu lado unos hombres descargan unas bestias...

Es también la experiencia de una vida desconectada... sin señal, sin internet. Nadie te puede localizar en el silencio de la selva, el celular enmudece, lo olvidas. Te sientes lejos de todo y de todos, respirando una peculiar libertad, y es reconfortante, te descansa de la velocidad a la que te someten las mil llamadas de cada día, todas urgentes, todas exigiendo respuesta inmediata. Claro que si sales así de radicalmente de la civilización, cuando regresas puedes encontrarte con que ha muerto Fidel Castro, un equipo casi entero de fútbol ha desaparecido en un accidente de avión y el Atleti ha cambiado el escudo (ahora la osa mira pal otro lao).

Las visitas una o dos veces al año te obligan también a tomar decisiones sobre la marcha en las comunidades, y a veces debes resolver situaciones que se han enredado demasiado precisamente por falta de acompañamiento. En este viaje he suspendido a tres agentes de pastoral por mezclar su tarea con la política, y he cerrado una capilla que han construido en un pueblo sin avisar siquiera. No todo es tan bucólico...

Creo que en nuestra parroquia nadie había hecho antes un itinerario así, de una sola jalada. ¿Por qué lo he hecho? Porque es mi deber, por atender mejor al arrabal pobre de mi parroquia, por verlos una vez más antes de marcharme... Son buenas razones, pero finalmente tengo que reconocer que lo he hecho por cariño. Porque estas gentes, sencillos campesinos, me robaron el corazón desde que los conocí aquel mes de agosto. Su sencillez, su acogida, su agradecimiento, su candor... me enamoran.


Lo que hago es lo que me enseña lo que estoy buscando. Es una cita del pintor Pierre Soulages que Rosa Montero pone en la cabecera de su novela "Lágrimas en la lluvia". Esto que he hecho es lo que busco, es lo que deseo: salir, ir lejos, más a la periferia de lo humano y más adentro del corazón de Diosito. Es lo que siempre he querido ser: misionero. Es lo propio mío, "mi mera libertad y querer" (Ejercicios 32), lo he sabido desde niño y hasta ahora no he podido realizarlo por equivocar el modo, el momento y el lugar.

Yo no valgo para casarme y tener hijos, ni para estar en una oficina, ni siquiera para ser cura "de misa y olla". Yo necesito intentar buscar los límites de la realidad y tratar de llegar adonde más se necesite una presencia que recuerde que el nombre de Dios es Misericordia, tal vez lugares donde nadie quiere estar. Con toda humildad, consciente de mis limitaciones y pecados. Pero confieso que me encanta.

Por eso me marcho de Mendoza y de la diócesis de Chachapoyas, para ir más adentro. Pero de ninguno de los pueblos de esta gira me he despedido, solo se trataba de celebrar juntos el adviento, y el protagonista era Jesús que se acerca, y ha sido un viaje hermoso de verdad. De hecho, varias personas me han dicho: "Te ha sentado bien el paseo". "¿Estoy más gordito?". "No, estás más...". Jeje.


domingo, 11 de diciembre de 2016

LO QUE HAGO ES LO QUE ME ENSEÑA LO QUE ESTOY BUSCANDO 1


En agosto pasado, en la última incursión por los lugares más al oriente de nuestra provincia, esas "tierras de nadie" remotas fronterizas con San Martín, entre pisada y pisada por el barro una idea surcó mi mente: ¿y si regresara yo solo y visitara toditos estos pueblos de una tacada?

Siempre hemos venido dos o tres curas y nos hemos repartido las rutas, pero yo descubrí que deseaba fuertemente recorrer todas las comunidades de nuestra selva mendocina. Demoré mes y medio en madurar el planteamiento y fraguarlo en un plan: se necesitarían dos semanas seguidas yendo de un sitio a otro (tres itinerarios, doce pueblos en total), contando con los desplazamientos en carro a Soritor y desde allí a las puntas de carretera donde se comienza a caminar. Luego hubo que encontrar las mejores fechas y pedir a mi compañero Baltazar que estuviera de acuerdo en quedarse en casa al cargo de todo en mi ausencia, pero no hubo problema.

Formando equipo con Jhony y Silver, agentes de pastoral de Longar, nos pusimos en marcha el 25 de noviembre, y recién llegamos a Mendoza el 8 de diciembre. Ha sido un viaje increíble, una aventura con mayúsculas, una experiencia sorprendente para mí, preciosa, nunca antes vivida.

Es un poco como el camino de Santiago: en quince días andando ocurre de todo: enormes barros, tremendas cuestas, jornadas de camino extenuantes, lluviones que nos han empapado hasta los huesos, confesiones, sol sofocante, noches en el suelo, bautizos, picaduras de zancudos, extraño frío nocturno, primeras comuniones, baños en la quebrada, cruzar el río de piedra en piedra, visitar enfermos, pasar por puentes que son palos colgantes, bendecir casas, comer arroz en absolutamente todas las comidas, vadear el río en calzoncillos con el agua por la cintura... Hasta celebrar la Confirmación de dos jóvenes (con permiso del obispo, claro). Anda, toma ya.

Ha sido especial porque para mí la primera impresión del Perú, de la misión, fue acá, en esta zona, en aquel verano (ver "Con Diosito por la selva", 14 de agosto de 2013). El escenario me ha hecho recordar y sonreír... ¡cuánto han cambiado las cosas! Aquella primera vez, totalmente inexperto para recorrer las seis horas hasta El Dorado, sin botas de jebe, sin bastón, asombrado por los desniveles y por la voracidad del barro, jaja. Me doy cuenta de hasta qué punto me he acostumbrado, ya conozco y me muevo con naturalidad, hecho a todo.

Es lindo escuchar tu nombre de boca de la gente, que te recuerda aunque hace meses ¡o años! que no pasas por el pueblo. Me fascina comprobar que las distancias me parecen cortas, no necesito ya medirlas, estoy habituado a las caminatas, las tengo en mis piernas, las he domado como al Paujil. Todo lo que hace dos años me preocupaba (la comida, el estreñimiento, la calidad del agua, el WC...) ahora ya ni lo pienso siquiera.

Estoy escribiendo y llega Yeyson que tiene 9 años: "Padre, que vengan ya para la merienda". Cae la tarde sobre Palmeras, es domingo y el pueblito está habitado por conversas, deporte, relax. Nos sentamos a la mesa con toda la familia Girón Rafael: Martín y Blanca y sus hijos Yeison, Luz, Iris, la gorda Rocío y la chinita Yuberly, que no tiene ni dos años. Hay cuy para cenar, nos ofrecen lo mejor que tienen; más tarde, cuando vayamos a la iglesia, habrá un arco de plantas y flores para recibirnos. Viviremos una Eucaristía hermosa, cantaremos, bailaremos y reiremos, y nadie tendrá ganas de irse. Y yo el que menos: quiero quedarme.


miércoles, 7 de diciembre de 2016

LAS PALMERAS DE OCOL


Cada vez que voy a Chachapoyas descubro un paisaje fascinante que exhala una hermosura diferente, a la vez inmóvil y siempre nueva. Las palmeras de Ocol me asombran y van seduciendo mi sensibilidad con su pericia de hechiceras vegetales, inexorables en su atractivo.

Cuando el carro pasa por San José y Ocol, me impresiona el convencimiento de que las palmeras nos observan, lo dominan todo desde su circunspecta altivez. Somos intrusos en su territorio, una naturaleza que les pertenece y a la que dotan de singular gracia.

Las hay de diferentes especies de elegancia, preciosas y herméticas, dueñas de un silencio sereno, emergiendo entre las nubes, colonizadoras de la belleza, poblando esos cerros con su quietud viva.

Su tronco se afila y luego se ensancha antes de las hojas, que son como un estallido de fuegos artificiales que se hubiera congelado en la pura delicadeza.

Nos vigilan desde su principesca altura, una especie de esbelta ingravidez. Y yo me dejo mirar por ellas, y deseo que algo de su encanto, a través de mis ojos, invada y rebose mi corazón; para que así mis pesares de ahora y los que vendrán queden mitigados por tal esencia; para que mi vida se hilvane en su sosiego.



viernes, 2 de diciembre de 2016

LA CASA HOGAR


Poco he hablado de ella porque ha sido, durante todo el año, una fuente permanente de dificultades, contratiempos y problemas de todo tipo. Pero siempre entrelazados con risas adolescentes, cuadernos escolares y esperanzas de futuro. Ahora llevamos una época más tranquila, y eso es bueno, porque merece la pena trabajar por estos chicos.

La Casa Hogar "San Francisco de Asís" es una obra social de nuestra parroquia. Antonio León la pensó para ser residencia de ancianos, pero pronto evolucionó para convertirse en una institución de acogida de chicos y chicas procedentes de pueblos lejanos que venían a Mendoza a estudiar la secundaria y sus familias disponían de pocos recursos económicos. Una iniciativa de desarrollo de primera categoría en la que Lolo, el profe Echegaray y Ángel se dejaron la piel.

Los años han pasado y la vida ha ido cambiando en la provincia; ahora hay muchos más colegios y la movilidad ha mejorado notablemente, pero la Casa continúa ofreciendo su servicio a hijos de campesinos pobres que por 150 soles al mes (43 euros) quieren estudiar para poder ir mañana a la universidad y ser profesionales. Tratamos de asegurar las condiciones para que los jóvenes aprovechen el tiempo y la oportunidad; en Mendoza hay muchos compañeros suyos, de los pueblos, que sus padres ponen en cuartos pagando más del doble y sin nadie "que los vea", con los previsibles resultados catastróficos en muchos casos.

El día a día también es diferente respecto a los inicios. Como ahora hay jornada completa, los muchachos almuerzan en el colegio (una mototaxi les lleva los tapers todos los días) y pasan menos tiempo en la Casa; trabajan en el huerto, pero no tanto como antes; salen más a hacer trabajos o a internet, todo es más rápido y más variado. Adelaida es su tutora y la responsable de la Casa, además de cocinera. Ella es la que conversa con los profes, va a las reuniones, lidia con los críos a todas horas, reniega, escucha, aconseja, limpia, organiza... una auténtica todoterreno.

A los papás los llamamos cada tres meses para un día de faena comunal (desherbar la huerta, juntar el café de la chacra que la Casa tiene, acarrear leña, etc.) en el que siempre hay una reunión para informar de cómo van las cosas y cambiar impresiones. Ellos indefectiblemente expresan su agradecimiento a la parroquia por el bien que se les hace a sus hijos. Y es que entre los antiguos alumnos hay de todo, hasta alcaldes e ingenieros. Da gusto encontrarse con alguno, ya grande, que también está agradecido.

La pensión que pagan a duras penas alcanza para los gastos corrientes de alimentación, luz, gas y demás. La Casa afronta gastos extra de reparaciones, compras de mobiliario y obras con las ayudas que llegan de España, de la ONG Yanaptasiñani de Oliva de la Frontera. Gracias a ellos y a otras aportaciones se pueden ir haciendo cositas. Lo digo por si alguien lee esto y se anima a colaborar.

Este año varios jóvenes salieron (querían ser libres...) pero llegaron otros, algunos enviados por la fiscalía y los servicios sociales de la municipalidad por casos de malos tratos o abandono. Está André que es un perla, y Shani una auténtica pishpirilla*; Nilver y Clever mostrando a todas horas su hombría; Heyli un encanto de persona, y Magalit y Lloisy las típicas niñas maduras y responsables. La verdad es que los pocos ratos que tengo para pasar con ellos me divierto mucho. Es como vivir en un eterno campamento de verano, una gozada.

* En quechua: ligerilla, traviesilla.