jueves, 22 de diciembre de 2016

PERCANCES Y DELEITES NAVIDEÑOS


Estos días de Navidad itinerante y motera están dando para momentos de todo pelaje. Es como el clima huayacho: tan pronto te pelas de frío o el sol te asa, como te ves sorprendido por un chaparrón, sin solución de continuidad. Otra cosa no tendrá, pero entretenido es.

El domingo celebré la Eucaristía en Ramos. Se portaron conmigo estupendamente, me regalaron, una mochila, piñas, huevos... un encanto de gente, como siempre. Al salir de la capilla, Abilia me propone que la lleve en la moto hasta su casa, para ir alistando el almuerzo mientras su esposo y sus hijos vienen a pie. Al llegar, cuando intenta bajarse de la moto, ¡mete el pie dentro de los radios de la rueda, y se hace un corte tremendo en el talón (raiii)!

No podíamos sacarle su piecito, venía un muchacho con una llave, no valía, venía otro... ella sangraba, fue un rato que se me hizo eterno, qué desesperación. Al final hubo que cortar cuatro o cinco varillas de la llanta. Se la llevaron a Mendoza al toque, la cosieron y todavía está en el hospital. Está ya mejor, no tiene afectado el tendón de aquiles y se recuperará, pero chau, qué disgusto y qué estrés todos estos días.

Chocolate y cuy en casa de Jhony
La moto se quedó perjudicá, así que el lunes tuve que coger la de Baltazar para ir a Oquish, que está tan lejos que hay que salir a la provincia de Chachapoyas. De repente me vi ¡sin frenos! y por un camino feísimo, un pedregal intransitable. Menos mal que allí, como en todos sitios, me invitan a deliciosos cafesitos, porque es una gira entreverada de despedidas: locro con frejol y mote, humitas, rocoto molido, caldo de gallina, primoroso chocolate totalmente natural, y por supuesto cuy, que es el plato estrella en las versiones culinarias del cariño y el agradecimiento.

Hay pastoritas por todas partes, así que a diario disfruto de los tradicionales bailes de Huayabamba en Navidad. En Cochamal, como demoraba tanto en comenzar la misa, los niños y yo nos hicimos como de familia, y me tuve que probar entre risas las diferentes clases de gorros de pastora mientras compartíamos el dulce de frejol... Y luego está la decoración, que merecería un tratado etnográfico que podría titularse: "Límites entre la horterada y la elegancia navideñas: visión de un español". Aasuu qué telas, qué luces, qué colores... Sobre gustos no hay nada escrito.

Una de las visitas fue a Pumamarca, y manejando hacia allí me cayó encima una reedición del diluvio universal: un lluvión que me dejó completamente empapado con el consiguiente catarro de premio. Al llegar a la capilla, como solo había dos personas, me quité la ropa mojada (lo que se podía...) y me quedé roque tumbado en un banco. De vez en cuando escuchaba los cuchicheos: "No entres, que el padrecito está jato, debe de estar cansadito". Jeje, cansado es poco.

Ornamentación navideña tal vez un poco repetitiva...
Pero falta por contar lo más insólito. Una de las noches, al sacarme la bota de la moto y ponerme zapatilla para ir a otro pueblo en carro, me ataca un dolor tremendo en el dedo meñique del pie derecho. La misa la celebré con un zapato en un pie y el otro con calcetín porque no aguantaba. Ya llevaba desde el viaje a Soritor fastidiando, pero yo creía que era la uña, que estaba mal cortada. A la vuelta pasamos por casa de Liz y Nilma, y empiezan a urgarme en el dedo con alfiler, cortauñas, gillete... resulta que tenía nigua, un bicho parecido a la pulga que te pica y hace un agujero en la piel, y allí forma su nido y pone sus huevos. Llevaba ahí desde julio (Sonia, ¿te acuerdas de aquel dolor en el meñique? Pues mira), toma castaña. Y para sacarlo fue como un parto, qué barbaridad.

Todas estas me ocurren por pascua. Y todavía estamos a miércoles, queda gira hasta el día 25... ¡Diosito lindo!.
FELIZ NAVIDAD.

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