sábado, 30 de abril de 2016

UN JIU EN EL CIELO


Mari Carmen, querida... ¡te has ido sin despedirte! Así eres, no hay quien pueda contigo. Siempre discreta, en segundo plano, poniendo por delante a los demás, sin querer ser protagonista... Pues estas semanas te estarán llegando los ecos de tu nombre desde este confín del Perú, eso es lo que hay.

Porque acá oramos por ti en todas partes donde voy a celebrar la Eucaristía: en Mendoza, en Limabamba, en San Marcos, en Mito, en la montaña... Ellos no te conocen y tú no lo necesitas, porque estás ya en el cielo, en la casa de Taita Diosito junto a tu papá y tu hermano; pero a mí me reconforta ofrecerte este pequeño regalo, que tú, como siempre, apreciarás.

Pocas personas he conocido más agradecidas que tú. Cualquier mínimo detalle de atención hacia tí tú lo celebrabas como el gordo de la lotería. Quizá porque te acostumbraste desde niña a vivir volcada hacia los otros olvidándote de tí, de tus intereses o necesidades. Sí sí, no digas que no; Loli Corazoncito, que te conoce mejor, frunciría el ceño como ella hace y estaría de acuerdo conmigo.

Tú eres feliz haciendo que los demás estemos bien, ese es tu programa. Y te las arreglas espléndidamente para lograrlo, a base de gestos humildes y certeros, tan efectivos como prudentes. Yo lo he comprobado muchas veces, siempre me has hecho llegar un cariño, un recuerdo, un palante... Así redescubría maravillado que yo a ti te importaba más de lo que creía.

Solo ahora que no estás con nosotros nos damos cuenta de lo importante que has sido siempre. Emilio y tus hijos, tu familia y tus amigos deben estar sin consuelo, y al mismo tiempo orgullosos de cómo has dejado huella. Y es que el amor verdadero cala, como el chirimiri de nuestro pueblo empapa la tierra y llega hasta el fondo dando vida, sin hacerse notar mucho.

Me acuerdo de tantos domingos por la noche, sentados después de misa, bromeando contigo, metiéndonos con tu hijo Antonio cuando era adolescente y decía "¡Jiuuuuuuuuu!!!!". Él y Luismi pasaron a llamarse ya así: - "¿Cómo están los jius?" - preguntaba yo. - "Ahí van, con su fútbol y con sus novias..." - te reías tú. Es asombroso cómo podías crear a tu alrededor una atmósfera tan agradable.

No atino ya a escribir más, querida mía, porque las lágrimas me emborronan la pantalla. Hoy es el día del cumpleaños de Carmen, y voy a regalarle estas palabras a ella antes de publicarlas; te extraña muchísimo, como todos, y seguro que te gusta que ella las lea antes que nadie. Sigue cuidándola con tu delicadeza de siempre. Deseo decirte que te quiero mucho y jamás te olvidaré. Tú personificas para mí lo mejor de nuestro pueblo, su señorío, su finura y su generosidad.

lunes, 25 de abril de 2016

"QUÉ GENTE MÁS BUENA"


Ya llevamos en Mendoza casi una semana, y lo cierto es que ha dado tiempo a casi todo... A diario he de pellizcarme para darme cuenta de que mis padres están estos días conmigo, y exprimir cada momento, disfrutar de su compañía (sin que la parroquia se pare, claro). Un reto y un placer.

Después de ver los paisajes del Valle de Huayabamba desde el carro, en Cochamal San Marcos pasamos una tarde deliciosa, disfrutando de la belleza pintoresca del pueblo, su plaza serena, los jóvenes y los niños de la catequesis, la visita a la señora Florinda, la cena que nos ofreció la familia de Segundo Héctor...

"¡Vaya casa la de don Manuelito! ¡Qué pobreza!". Pues sí. Por todos lados se respira sencillez e impresiona la necesidad, pero mis papás van gustando la acogida de esta gente, su suave simpatía que te apabulla y te conquista.

Al día siguiente, en Longar, visitamos la escuela. Luis y Elena, maestros toda su vida, se sintieron como berros entre sus colegas, sentados toditos en sillas de primaria, y luego con los niños en el patio de recreo. Conversamos un buen rato, sin tiempo, como hacemos acá, nos invitaron -por supuesto- a una gaseosa y unas galletas, aprendimos qué es el cuy machaco y nos hicimos unas fotos con el personal.


Pasamos también por la aldea para conocer a los niños que mamá ya conocía por fotos y por mis escritos. Fue una emoción marcar a Esperanza y ver a Sherlyta, que lleva varias semanas diciéndome: "Yo quiero que me lleves a tu casa contigo". Nos reímos mucho, fuimos a los columpios y mis padres se llevaron una buena ración de besos y abrazos.


Y llegó la prueba más difícil hasta ahora: la cueva de Leo, en Omia. Jaja, yo no lo vi en directo, los acompañó Adelaida, pero parece que hubo que caminar duro, agacharse, cuidarse de los resbalones y sudar a la gota gorda mientras hacían fotos y recibían las explicaciones del dueño. A oscuras, solo con linternas, y maldiciendo en arameo a "este hijo, cuando lo agarre le corto el cuello". Pero sí, ¡unos campeones!


Ha habido también momentos de trabajo doméstico; de hecho, la lavadora de casa ya no tiene secretos para mi mamá, jeje. Y también ratos de paseo tranquilo, entre cafetales o por las calles de Mendoza, con sol o lloviendo, pero siempre en buena compañía.


















Entre tantas aventuras y encuentros, con descubrimientos constantes de cosas nuevas y diferentes, siempre unas palabras, repetidas casi con pudor, como una letanía: "¡Qué gente más buena!". Mis padres ya han experimentado que el auténtico tesoro de esta preciosa tierra son las personas. Y ellos no las desmerecen.

miércoles, 20 de abril de 2016

UN REGOCIJO ÚNICO EN LA VIDA


El Cusco tiene una plaza llamada "Regocijo" (Cusipata en quechua), un nombre que desde el primer momento me llamó la atención por lo bien que describe esta experiencia que recién comienza: ¡mis padres en el Perú!

Quedamos en que vinieran prontito, antes de que la edad estorbara más, y lo han proyectado y realizado con ilusión, valientes, superando síndromes vaso-vagales, mareos por la altura, terremotos cerquita en Ecuador, rallys en combi por Lima, diarreas y un viaje en taxi de Tarapoto a Chachapoyas digno de Miguel de la Quadra Salcedo, que por cierto es bastante más abuelo que ellos. Unos campeones.

Es muy especial tenerles acá. Pienso que pocos compañeros han tenido el privilegio de recibir a sus papás para mostrarles lo que vivimos en Perú; para que ellos compartan nuestro día a día y sientan la acogida de la gente, su amabilidad sin parangón... Para que aprecien en su propia piel el abrazo de este país maravilloso, y se estremezcan con sus seísmos de cariño, aunque sea por poco tiempo.

"Tienes mucha suerte", me escribe Reme Vara Verde. Y es cierto. Quizá viendo, tocando, escuchando, saboreando y oliendo, mamá comprenda un poquito más el por qué estoy tan lejos de los míos pero soy feliz. Tal vez cuando conozcan a las personas con las que cada mañana reemprendo el camino, a quienes amo e intento entregarme, puedan aceptar con más alegría el amargor de la separación. Porque duele y cuesta mucho.

De momento, los primeros días han sido preciosos. Llegar por primera vez a Machu Picchu y descubrirlo con papá y mamá, hacernos las habituales fotos panorámicas, ejercer de turistas recorriendo las calles del Cusco empedradas de las perfectas asimetrías incas, asombrarnos con la hermosura monumental de la Compañía y disfrutar juntos del encanto increíble y delicioso de la Plaza de Armas (Huacaypata)... un regocijo jamás antes conocido y que no se repetirá. Un honor.

Paseaba junto a la catedral cuando un hombre se me acercó. Comenzamos a conversar: - "Veo que usted conoce alguito de nuestro país" - me dijo. - "Yo vivo acá" - le contesté. Mostrando a mis papás los pequeños portentos peruanos de andar por casa, explicándoles qué significa una palabra o un gesto, haciéndoles probar el ceviche o el caldo de gallina, presentándoles a mis amigos, a la gente de mi parroquia... puedo con sorpresa medir la profundidad de mi devoción por este país, que me ha conquistado "y no hay remedio", como escribe Huaman Poma de Ayala junto a sus dibujos.

- "Usted va a llevar esta estatuilla de un Apu, un dios de las montañas, hecha de meteorito". - "Ajá. ¿Y cuánto cuesta?". - "Nada, lo que usted quiera dar. Le ayudará a botar la negatividad y le cargará de energía positiva". Machu Picchu y el Cusco son únicos, y ahora además son para mí el escenario de esta experiencia incomparable, que nunca olvidaré. ¡El Apu está funcionando! Aunque sospecho que es un comando de Diosito.

sábado, 16 de abril de 2016

INDULGENCIA PLENARIA Y PLÁTANOS VERDES


No dejaba de pensar que el Papa Francisco hubiera disfrutado celebrando con nosotros el día de la Divina Misericordia, la jornada central del Jubileo en Limabamba. Un encuentro sencillo, divertido, ligero y con toques de esa ternura y candor propios de esta gente que cada día me enamora más.

¿Cómo se puede combinar la solemnidad rancia de la indulgencia y el purgatorio con la entrañable misericordia de Diosito, que es el fruto más fresco de su corazón? Pues fácil, con un programa de escenificaciones del Evangelio, canciones, mimos y pancartas al más puro estilo guayacho. Se le añaden una buena ración de bromas, risas y aplausos, y se culmina con un almuerzo para toditos y ya está armada la fiesta.

Jaja. Y eso que el padre misericordioso de la parábola estaba doblao como una alcayata de lo viejo que era. Pero cuando vio a su hijo pequeño regresar, le dio un abrazo enooorme; mandó matar a todos los animales para el banquete, y los bichos eran varios niños con disfraces de chancho, elefante y spiderman (la gente se partía de risa). Luego el papá convenció a su hijo mayor para entrar en la fiesta, este vio a su hermano el fugado y le pegó un empujón. “Pero ¡eso no viene en el texto!” – dije yo viendo el ensayo. “No pasa nada padrecito, ya verás como acaba perdonándole”. Y así fue; lo perdonó, como el padre bueno, y acabaron todos juntos bailando cumbias a pesar de la artrosis. No podía ser de otra manera, el amor de Diosito es contagioso.

“¿Cómo podemos corresponder a la misericordia de Dios?” – pregunté en la homilía. “Ve y haz tú lo mismo que hizo el samaritano”. Y no hacían falta más explicaciones porque lo habíamos visto, los de Shocol lo interpretaron magníficamente, con todo y burro para cargar al herido, al que por cierto dieron una buena paliza antes de robarle, jaja. Misael ha resultado ser un actor de categoría.

La trasera de la iglesia se había convertido ya en un camerino donde circulaban ropas de cualquier tipo a modo de disfraz, túnicas de monaguillo, gorros, corbatas, ternos, ponchos. Qué capacidad para caracterizarse, al toque te maquillaban si hacía falta. A mí me embrocaron una de las vestimentas de los apóstoles en el lavatorio de los pies, un sombrero y ea, a representar el juicio final. Las ovejas hacían beeee y las cabras hacían muuuu, y yo solo escuchaba las carcajadas del público. Quizá porque me tocó en la parte de los malditos, ay madre.

La Eucaristía fue para mí como la vigilia que no tuve, así de emocionado me sentí con el ritmo de los cantos, las palmas, las sonrisas. Cayó como natural después de los teatritos y el pasacalles con las pancartas por el pueblo. Varias niñas venían por el pasillo bailando con las ofrendas, y a mí me entraron ganas de salir a bailar con ellas. El amor de Diosito es grande, inmerecido, desbordante, bello, el agradecimiento te sale por el cuerpo, las palabras se quedan chicas.

Y para terminar, locro y su segundo a base de arroz, mondonguito y plátano. Servido en el salón parroquial, en medio de ese delicioso desbarajuste en medio del cual sabes que todo va a salir bien. No podía ser de otra manera porque casi todos los ingredientes los han traído los participantes de los diferentes caseríos de esta zona. A las 7 de la mañana había sonado la puerta, y allí estaba doña Tiburcia con su falda pollera y una piña de plátanos verdes. “Para el almuercito de hoy”. No sé si se confesarán, pasarán por la puerta santa, comulgarán y rezarán un credo por las intenciones del Papa, pero estoy seguro de que estos campesinos irán de frente al cielo, sin escalas.


domingo, 10 de abril de 2016

HUAYACHISMOS Y QUECHUANISMOS


Hay momentos en que no soy capaz de seguir las conversaciones, uno por la velocidad –las palabras parece que se deslicen por una pista de patinaje- y otro porque surgen expresiones y tonillos autóctonos que al mismo tiempo me hacen gracia y me impiden comprender. Así que he empezado a ir a la escuela particular.

No hay horarios ni uniforme, se trata de preguntar a los amigos cuando algo me rebota en los oídos;y ellos me explican, me enseñan a pronunciar, ensayo, se ríen y me fastidian, y yo todavía me divierto más. Luego suelto por ahí palabras huayachas y la gente o no se entera, o se carcajea con ganas.

Lo que más me gusta, y creo que lo primero que aprendí fue "lao", que se dice cuando se siente lástima por alguien. Por ejemplo, llegas mojado y escuchas: “lao el padre, le agarró la lluvia”. O también “laoshito, hemos visitado a las viejitas cieguitas”. Me encanta decir lao, no me sale bien la mitad de las veces pero me lo paso bomba. En Limabamba lo dije en misa y el personal se tronchaba y comentaba que "el padre no sabe decir lao". En cambio, "lai" es lo mismo que "tengo frío".

Lao es un quechuanismo, una expresión superviviente del quechua. Hay otras como "llau", que se usa cuando se desea mucho algo: “llau un helado, hace harto calor”. También es muy simpático "rai", que cuadra cuando algo te da repeluco: "ayer vi un accidente, rai". Jaja. Pero patinando la r, como si tuviera un s pegada: rsai.

Luego está por ejemplo "llapchao", que es como "machacao", "hecho mazamorra", es decir, agotado, cansadísimo... Repetir un plato de comida es hacer "llapa", o llapita, que acá se aplican también los diminutivos. Y cuando se termina de comer se apilan los platos para llevarlos a lavar, y a eso se le llama "patachar". Levanto la mano, digo ¡llapa!, se escuchan las risas y me traen otro plato de arroz al toque.

Además de estos y otros quechuanismos, hay expresiones coloquiales típicas de acá, de Valle de Huayabamba. Por ejemplo, "chau tú", que se escucha a cada instante y puede significar muchas cosas: "¡anda ya!", o bien "sihombre", o "vete pahí", traduciendo salvajemente huayachismos al castúo, jeje. El ahorro de sílabas y letras es proverbial, y así en vez de decir "¿dónde estás?" cuando se descuelga el celular se oye "¿dond' stás?" pasando casi siempre a "¿on tas?", que es lo más derecho y económico, y es lo que te escriben los muchachos de la JEC en los whatsapps.

El apócope humorístico aparece también en "no todavía", que se convierte en "notovía". Pero lo más gracioso es "vamya", versión huayacha de "vamos ya". Este es infalible: lo suelto y ya tenemos risas y bromas para un rato. "¿Vamya?"- digo a los de confirmación cuando acaban las buenas tardes y toca ir cada uno con su grupo, "¡vamya!" - gritan, y Litza se parte, jeje.

El último: "pishtar" = despellejar. Lao Silver, como no me traigas al toque las obras completas de Corazón Serrano grabadas en un usb te voy a pishtar todito como a un cuy. - ¡Raaai!

martes, 5 de abril de 2016

LA MONTAÑA ES MI ESCUELA


La tradición de la parroquia marca que una vez al mes hay día de formación en Mendoza para los agentes de pastoral, los responsables de las alrededor de 100 comunidades cristianas de nuestra provincia. Pero los últimos años se están combinando estos días con encuentros "descentralizados", que convocan a los agentes de una zona alejada. Son jornadas realmente lindas y provechosas, que permiten tomar el pulso a la vida de las comunidades de ese sector.

El otro día, sin ir más lejos (que ya está bastante lejitos, jeje) en San Antonio, en el corazón de la montaña de Zarumilla. Llegan mamás con niños, personas mayores, algunos jóvenes, familias... y toditos los agentes de pastoral de esos andurriales. Como me acompañan Jonny y Edwin, los dividimos en grupos y yo trabajo con los dirigentes de las comunidades. Los hay veteranos, pero varios están recién iniciándose, en concreto algunas mujeres. El tema trata sobre las dimensiones de toda comunidad cristiana (comunión-evangelización-celebración-servicio, a los de Santa Ana les tiene que sonar el circulito, ¿no?). Se reúnen por grupos, trabajan textos del Nuevo Testamento con preguntas, y luego, en la puesta en común, procuro que hablen. Y me siento en el pupitre bien atento porque es fascinante.

Cuentan cosas sobre el día a día de su pueblo y su compartir se me pega, intento ponerme "en su piel", apreciar lo duro y lo hermoso que es liderar en la fe a sus vecinos. Igualito que los de Matrix mirando las letras verdes pueden ver calles y teléfonos, yo a través de sus palabras percibo procesos. Procesos de lucha por animar a la gente y encajar a menudo áridas respuestas, ya que "nadie es profeta en su tierra". Procesos de acompañamiento que conducen a las personas a descubrir a Jesús. Noto procesos de desgaste y decrecimiento; detecto mijitas de rutina, pero también alegría y reciedumbre creyentes. Entreveo constancia y compromiso horadados por la incomprensión o la indiferencia, pero aún tocados de entusiasmo.Y vislumbro silencios impregnados de ilusión y expectativa en los que están apenas debutando en este servicio.

En el diálogo van ventilándose ideas, experiencias, se habla de materiales, se dan consejos. Se piden apoyo unos a otros, especialmente los más próximos, y hasta conversamos sobre cómo podemos acercarnos a algún pueblo donde la llamita cristiana es muy débil, para revitalizarla. Y ahí, en ese fluir de vida y de intervenciones, el padre orienta, sugiere, encauza, motiva, coordina... Me hago con esta zona de montaña y sus gentes, con el paso de cada caserío, trato de abarcarlo todo... y me encanta. En realidad nomás aprendo, asimilo, me formo, y los agentes de pastoral son mis maestros, aunque ellos no lo saben.

Solea a plomo junto al río, sudamos mientras nos jincamos el plato de arroz con pollo al que nos invitan los anfitriones, y nos refrescamos con una rica chicha. Luego habrá programa, y se irán sucediendo de manera muy espontánea canciones, juegos, chistes y adivinanzas, todo entre risa y risa. Y para concluir, la Eucaristía, siempre en la escuelita porque la capilla está aún sin concluir. Hablamos de que Jesús es rey que reina entregando su propia vida, hay cuento y también carcajadas. Y al final, como siempre, te rodean un montón de manos que estrechar:
- Gracias por la visita. ¿Cuándo la siguiente? - me dicen.
"Gracias por enseñarme" - pienso yo.