martes, 29 de enero de 2013

COMO UN BERRO EN EL AGUA

He escuchado esta frase dos o tres veces en los últimos días y me hace mucha gracia. "Estar como un berro en el agua" es estar uno a gusto, a sus anchas, relajao, cómodo, tranquilo. Y es que tengo que confesar que... estoy como un berro en el agua.

Digo yo que será porque esta planta crece en riachuelos, es originaria de zonas acuáticas, etc. (mejor pinchemos http://www.botanical-online.com/berros.htm y nos enteramos). De esta afición berril por el agua vendrá el refrán.

El caso es que yo me siento así. Muy relajado, de buen humor, trabajando a un ritmo razonable sin agobios, preparando cosas con previsión, sonriente por la calle, con la cabeza fresca y rápida, saltando de la cama por la mañana, con capacidad de escuchar con atención, sembrado el corazón de proyectos y posibilidades, lleno de energía pero sin explosiones...

Llevamos en la parroquia tres o cuatro reuniones magníficas, eficaces y a la vez agradables, veteadas de risas. Varias personas van asumiendo responsabilidades "en serio" y eso me hace descansar y soñar: hay grupos que no dependen de mí, me pasan el orden del día, llevan ellos la tarea, moderan los encuentros, toman la iniciativa, "se hacen cargo"... ¡YUHU! (grito de Homer).

Así que bailo en mi salón mientras hago la cama y escucho "Walk of life" de Dire Straits, ¿os lo podéis creer? Hoy, con este día glorioso, hasta se seca la ropa, cosas increíbles por aquí (yo más que de agua soy de sol, oyes). Y cuando, a las 7 y pico de la mañana abro la Autobiografía de San Ignacio, es como si tuviera delante una tarta de chocolate de las que hace Tita.

Sí. Es época de "vacas gordas". De gran libertad, calma y confianza. De cantar en el coche. De mucha claridad. Ya adelgazará el ganado, ahora a disfrutar de cada instante. Me da un poco de pudor contarlo, pero sí: son los mejores años de mi vida.

sábado, 26 de enero de 2013

OS ECHO DE MENOS

Queridas Alba, Rocío e Inés:

Hace mes y medio que vivimos un momento especial para vosotras: ¡la Confirmación! Quería expresaros cuánto me gustó aquel día y daros las gracias por él. Desde 2004 no había habido confirmaciones en Valle de Matamoros, y realmente valió la pena.

Los tres años de preparación que compartimos fueron estupendos; esas reuniones los martes... el poster de Justin Bieber... las arcadas que me entran con los escudos del Madrid... Lili y los gormitis... el ver-juzgar-actuar (con el bofetón de aquel verano) que es como un mantra... los pelos quemados en la Vigilia Pascual... ¡Cuántas pequeñas experiencias y momentos bonitos, ¿verdad?!

El miércoles anterior a la Confirmación resultó también guay: el ensayo con los padrinos, los celos porque a mí nunca me eligen para eso, las confesiones... La relación vuestras familias, sobre todo con vuestras madres, ha sido muy agradable. Momentos así son los que a uno le ponen las pilas.

Aunque había algunos nervios sueltos por la iglesia y los niños casi me vuelven majara ensayando las peticiones, la celebración de la Confirmación fue un éxito. Como otras veces en el Valle, yo sentía que allí había "algo". Y pedí al Señor intensamente por vosotras, para que su Presencia sea vuestra compañía siempre, sean cuales sean los caminos de vuestras vidas.

Y luego, en la cervecita, me sentí muy querido. La gente me reconoce como un buen cura y me acoge como uno más, y eso me satisface mucho. Bueno, la verdad es que también estaba orgulloso de vosotras, de lo que significa la Confirmación como "rito de paso" hacia la madurez. He participado un poquito en vuestra construcción como personas, vaya privilegio.

Pero os echo de menos. Porque, como tristemente es habitual, el Santo Crisma ha operado cual perfecto espantapájaros, y ya no os he vuelto a ver. Ni siquiera el día de la recogia de alimentos, ¡con lo bien que lo pasamos otros años! Me figuro que estaréis bien, pero me encantaría que echáramos un rato de tarde en tarde. No para nada "religioso", solo para seguirnos acompañando y ver que Inés del Carmen está más alta que todos. A mí me vendría muy bien.

Ya sabéis. Un gran beso,

César

miércoles, 23 de enero de 2013

SÍNTOMAS DE ENGANCHE AL MÓVIL

- "¿De qué ha ido hoy la catequesis?" - pregunto esta tarde a un grupo de postcomunión.
- "De la libertad" - me dicen los niños.
- "¿Qué nos quita libertad, a qué estamos enganchados?"
Y todos: - "¡Al móvil!". Por si me quedaba alguna duda.

Lo digo porque hace tiempo que observo con perplejidad y un poco de alarma cómo el móvil asoma insistentemente por todos lados, nos persigue como el coyote al correcaminos. Camuflado sibilinamente de instrumento de trabajo, el aparatito se permite inrrumpir a su capricho en cualquier circunstancia del día, por muy solemne que sea.

Quien te llama a no importa qué hora no tiene la culpa, desde luego. Sino tú: ¿qué irresistible atracción te lleva a interrumpir lo que estés haciendo, sea lo que sea, para descolgar? Estamos en una reunión, a alguien le suena el móvil (por cierto, ¡que Nokia renueve esa melodía, por favor!)... e increíblemente se levanta y se pone a hablar ignorando olímpicamente a los que nos quedamos sentados. Los más finos salen, pero otros charlan allí mismo, y nos enteramos de un motón de historias. Ya lo he visto incluso durante la misa.

Lo de los mensajes es una versión silenciosa de esto mismo. Sigue la misma reunión de antes y uno ve que alguien (a veces alguienes) se dedica a escribir y recibir guasás sin encomendarse a naide, impunemente, pasando de lo que se esté tratando. Y es que el pitido del pollo o la cosquilla en el bolsillo te atraen, como el anillo a Frodo, y no paras hasta que tecleas.

Como hoy todo tiene que ser ya, "- Oye, que te he llamado" ( en tono de bronca). "- Es que no podía hablar contigo" (gran delito).  O quien te llama siete veces seguidas, con la esperanza de que la perseverancia en el timbrazo te hará claudicar y atender la llamada. Y claro, descuelgas para decirle: "- Perdona, no puedo en este momento, llámame luego"  (consumada la interrupción para repetirla luego. Absurdo, ¿no?).

Mientras escribo, suena el pío pío. Dejo de escribir y leo el mensaje, claro. El día del huracán la cobertura salió volando, y te sientes como abandonado. Me acuerdo que en verano la tarjeta del móvil se estropeó, no había manera de comunicar. Fui cefraíto a la tienda a que me lo arreglaran, como un yonqui de la conexión. Ni me acuerdo de la última vez que me dejé el cacharro en casa; bueno sí, en el camino de Santiago, pero le pedía el suyo a una compañera, como si fuera mi metadona.

Porque creo que yo también estoy enganchado, le he dicho a los niños, como si de alcohólicos anónimos se tratase. Y me horrorizo de los síntomas: voy por la calle a veces con el teléfono en la mano, me paro a escribir un mensaje o se lo dicto al programita de reconocimiento de voz (la gente debe pensar que estoy tonto o que voy hablando por walkie-talkie...). El coche se parece cada vez más a una cabina telefónica con ruedas. No sé cuántos miles de grupos de guasás tengo, etc. etc. etc.

Aunque hay momentos en que apago este aparato pegajoso y omnipresente. Ahí, con un par. Resiste uno la consiguiente sensación de desvalimiento y sencillamente desaparece del mapa. Qué tranquilidad, sobre todo a la hora de la siesta. El correcaminos siempre gana.

sábado, 19 de enero de 2013

¡MI GRUPO!


Los chavales de confirmación, los matrimonios, los voluntarios de Cáritas, los rubios, los morenos, los del Movimiento Rural, los mediopensionistas... todo el mundo tiene su grupo, con el que comparte las risas y los amaneceres del camino. Pues este es mi grupo, ahí es nada.

Son mis compañeros, los curas con los que desde hace ya ¡9 años! ando en compañía. Con la técnica del estudio del Evangelio tomada de los sacerdotes de El Prado, cada año elegimos un tema y un libro del Nuevo Testamento y nos reunimos quincenalmente para poner en común lo que hemos trabajado. Este curso, por ejemplo, nos preguntamos cómo se sitúa Jesús ante los nuevos signos de los tiempos que va encontrando en su sociedad (por aquello de la nueva evangelización...). Es un proceso de conocimiento del Maestro y de identificación con sus valores, sus sentimientos y sus actitudes, hecho desde nuestra propia vida, intentando ver cómo el Evangelio se hace realidad en la tarea ministerial, en la relación con la gente, en nuestra experiencia como curas.

Yo le debo mucho a mi grupo. Nada más legar a la diócesis, Guadi y Lolo me invitaron y me animaron a participar. Así conocí a otros compañeros, que a su vez me fueron ayudando a integrarme en el presbiterio diocesano. A lo largo de estos años ha habido muchas circunstancias: unos nos han dejado, a otros los hemos "fichado", algunos se fueron al Perú y volvieron... Pero el grupo se ha mantenido como un espacio valiosísimo de encuentro y acompañamiento mutuo, de lectura orante de nuestra misión, de escucha, consejo y comprensión. En mis momentos peores ahí he contado con mis compañeros, que a lo mejor no sospechan lo importantes que han sido para mí.

Este primer trimestre hemos flojeado un poco, y por eso hoy nos habíamos propuesto revisar la andadura y reactivarnos, y oye, lo hemos logrado y bien. Hemos estado casi todos (solo Javi el Papa no pudo acudir) y hemos programado un día de encuentro y trabajo en el que contaremos con la ayuda de Manolo Barco. Además de la parte "seria", la comida es la ocasión de convivir sencillamente, contarnos cómo nos va, intercambiar ideas ("¿cómo haces tú esto?", "¿qué materiales utilizáis en la postcomunión?"), recordarnos fechas, recomendarnos unos a otros lecturas, motivarnos a participar en cosas, y por supuesto arreglar el mundo, la iglesia y la diócesis... Hay quien aprovecha hasta para vender lotería.

Me siento feliz y afortunado de pertenecer a este grupo. Un ámbito de afinidad en el que me reconcilio con la fraternidad y aprecio el gusto por la cercanía y la amistad con mis compañeros. Es algo que hacemos no "porque toca", sino porque nos ayuda, y lo elegimos; hermanos que no "me vienen dados", sino que he encontrado y me han aceptado; personas en cuyas ideas, planteamientos y sensibilidad me veo reflejado. Colegas a quienes admiro y de quienes aprendo. Y a los que hoy digo gracias.

miércoles, 16 de enero de 2013

SOPLIDOS DE SOLIDARIDAD


A veces he intentado tocar una corneta, pero nada, no soy capaz. Se hace de pie, soplando fuerte, es un sonido rotundo. Como el del tambor, golpetazos decididos, sin arrugarse. Así suena la solidaridad de mi pueblo, que retumbó en nuestra parroquia hace unos días y cuyo eco aún permanece en mi corazón.

Se trataba de ayudar a Mary Paz, una niña de Jerez emparentada con vecinos de aquí y que sufre una enfermedad rara que le impide moverse. Hace tiempo que su familia trata de movilizar a amigos y conocidos para afrontar gastos médicos y necesarias reformas en su casa (pincha por ejemplo en http://www.facebook.com/TaponesParaMaPaz). Cuando hay que ponerse las pilas para ayudar a alguien, los de Santa Ana se las pintan como nadie; bueno, nos las pintamos (si ellos me permiten).

La Agrupación Musical "Nuestra Señora Santa Ana" interpretó varias piezas, todas religiosas (marchas de Semana Santa y villancicos, que no se inquieten los puristas) en nuestra iglesia repleta. En mitad de la actuación se pasó el cesto para que la gente colaborase; también había huchas en las puertas. No se oyó el tintinear de las monedas, pero no a causa del volumen de los trompetazos y bombazos, sino porque prácticamente todo eran billetes. Casi mil euros. Toma castaña.

Hace poco escribí que el dinero tiene la capacidad de estropearlo todo. Y lo mantengo. Pero añado que, cuando el dinero es instrumento del compartir, puede convertirse en una hermosa expresión de solidaridad. Compartir desde abajo, entre pobres, nos hace más personas, nos trae el sabor de lo sencillamente humano. Sin aparatos, sin compra-venta, solo "te doy lo que tengo" (Hch 3, 6), sin más historias ni cálculos, sin ponerme medallas, perdiendo intencionadamente para que tú puedas ganar un poco.

No cabe duda que el dinero que se entregó a la madre de Mary Paz será muy útil. Pero más valioso aún es el camino por el que ha venido, el discreto cariño que lleva pegado. Seguramente, si se lo acerca al oido, la niña escuchará un silencioso "¡ánimo, estamos contigo!". O lo recordará cuando abrace al oso gigante que la Banda le regaló. Y notará quizá un rumor de cornetas y tambores.

domingo, 13 de enero de 2013

ABSOLUCIÓN

La precisión y la brillantez en la forma de escribir de mi compañero Eugenio Campanario logra pequeñas obras de orfebrería literaria, como esta carta al director que apareció en el HOY el día de Reyes. ¡Magnífico!

Así se titula la última novela de Luis Landero. Hace más de veinte años le oí en nuestro Alburquerque (suyo, de nacimiento; mío por ser “el amor primero”, en la jerga clerical). Desde entonces, la obra de tan ilustre paisano es una especie de itinerario espiritual, que ahora se concreta y se hace más real. Landero, como los grandes del Siglo de Oro, engaña con la verdad. Como García Márquez, nos habla de espejos o espejismos. Es la vida la que late en sus obras. La vida cotidiana, sencilla. Sus personajes podrían ser cualquiera de las personas que nos cruzamos en la calle; o nosotros. Porque su dolor es el nuestro: el afán, el tedio, no encontrar un sitio bajo el sol…sentirnos vacíos, insatisfechos, llamados a algo grande y hermoso que parece no llegar, que no va a llegar, porque los grandes proyectos han sido truncados y la esperanza no vuelve ya. Mucho antes de las burbujas y las crisis, los personajes de Landero estaban rotos y sin salida. Ahora, todos nos hemos convertido en personajes suyos,  dignos de piedad (¡con cuánto amor traza sus rostros!), necesitados de una reconciliación profunda, íntima, que haga encontrar las fuerzas para afrontar cada día, traer la luz al lugar de las tinieblas. Como Quijotes sencillos que viajan en el metro, salir a remediar el mundo y a deshacer entuertos. ¡Qué necesaria hoy la Absolución de la que habla Landero, para lanzarnos a la conquista del mañana!

miércoles, 9 de enero de 2013

BARBIES, BARRIGUITAS Y PONYS

El día 8 de enero (que es casi el peor día del año, ¿eh?) apareció y discurrió tan a toda pastilla, tan llenísimo de un chorretón de cosas todas a la vez, que ahora, al final del día 9 parece que la Navidad acabó hace muuuuuuuuuuucho tiempo.

Pero no quiero que se me caigan por el camino un par de detalles. Ana María de la Fuente escribe en la noche de Reyes que "la felicidad no consiste en que un juguete sea más o menos caro, sino en la ilusión e imaginación que los niños mostrarán a la hora de jugar con él". "¿Qué te han echado los Reyes?" - pregunto hoy a una niña. "Un jersey de 40 Euros" - me contesta. La primera en la frente. Y otro: "una tablet". La segunda.

"Cuando yo era pequeña - sigue - no me regalaron un móvil o una tablet, pero aún conservo mi barbie ciclista y mi muñeca patinadora con las que me inventé millones de aventuras... y todos aquellos juguetes que no conservo es porque los desgasté de tanto jugar siendo inmensamente feliz. Espero que todos los niños cuando crezcan, recuerden con cariño algún juguete especial que recibieron de pequeños... un balón, un diabolo, una muñeca... ¿Qué juguete recuerdas tú?".

Genial. Me sigue fascinando el montaje global de los Reyes Magos, lo que genera, lo que significa. El niño que murió en la cabalgata de Málaga. Mis sobrinos esperando a que lleguen Sus Majestades, unos escamados, otros atacados y alguno aterrorizado, según las edades. El hecho de que, un año y otro, los Reyes no les traen las pleis y las wiis que piden, pero aceptan encantados sus coches, libros y zapatillas de deporte. Es un poco como la vida. Me lo decía una vieja amiga, divorciada hace poco: "tú sueñas y dices "yo quiero... yo quiero..." y luego aprendes a aceptar las cosas como te vienen".

Mi hermana Berta encargó a los Reyes para Pilar las Barriguitas con los ponys, sin decirle nada. Un día van su madre y su tita Susana con Pilar al Corte Inglés y resulta que ve la casa de las Barriguitas y les dice: "¡mirá, mamá, qué bonito!". Y las otras dos: "¿pero no te gusta más esto de los ponys?". Nada, que no la convencían. Se levanta la niña el 6 de enero y directamente ni miró los ponys y se fue a jugar con una caja registradora. Pero al rato se da cuenta, viene y dice: "¡mamá, qué guay, los Reyes me han traído lo que te gusta a ti!". Jejeje.

Va a ser verdad lo de Forrest Gump: "La vida es como una caja de bombones: nunca sabes lo que te va a tocar". Este año ha sido un diabolo.

viernes, 4 de enero de 2013

UN CHURRUCHUCHÚ CON LAS PATAS VERDES Y EL RABO AZUL

Los de google no tienen imágenes del churruchuchú, ¡qué catetos! Así que he puesto esta del comepiedras verde, que hace el apaño
Pasar varios días de descanso en Mérida significa hacer cosas que habitualmente no hago en el ritmo normal de vida en el pueblo. Y oyes, es de lo más "desconectante" (si se me permite el palabro).

Limpiar el coche (¡por dentro!), hacer compras, pelarme, pasear bajo el arco de Trajano, tomar martinis, tirar pan a los patos junto al Molino de Pancaliente, andar por casa en calcetines sin tener frío... ¡Mmmmm, qué raros placeres!

Como toooodos mis sobrinos están aquí, pasamos mucho tiempo juntos. Ayer estuvimos en la biblioteca, ellos en la sala infantil y yo con mi cuñado en la de préstamo. Casi dos horas ¡mirando libros! Sin prisas, sin correr... Mmmmmmm. Es indignante que "Antropología" no sea ni siquiera un tópico de la biblioteca. Apenas encuentras siete u ocho volúmenes del tema buscando en "Sociología" o en "Cultura". Es una ciencia social en pañales. Al menos leí algo interesante de Mary Douglas y de Agustín García Calvo, por cierto qué tipo más peculiar. Y hasta me funcionó el carnet y me traje los libros a casa.

Dar de cenar a la patrulla de sobrinos, llevarlos al parque y tirar petardos son momentos deliciosos que hacen especial la Navidad y le devuelven el dorado sabor de la infancia. Acostarme tarde después de ver y criticar una película pestosa, dormir escuchando los ruiditos de algún niño en la cama de al lado y desayunar tranquilamente con mis hermanas hablando de nuestras cosas y riéndonos de lo que se menee después de haberme levantado a las 8 y media... Qué maravilla.

Otro capítulo son los amigos. Comer juntos y quedarte frito en el sofá, salir por la noche y pedir cosas esotéricas como caracoles y queso de cabra, reirte a gusto y recibir como regalo una gorra con la que parezco un pintor en el París de los años 40...

Pero sobre todo en Navidad se aprenden idiomas nuevos. Acaba de entrar mi sobrino último modelo, que tiene dos años, y cuando me ve aquí sentado me dice: "¿qué ache, Checha?". Jejeje. Le pregunto a Pilar: "¿qué dibujas?". Y me dice: "¿no lo ves? Un churruchuchú con las patas verdes y el rabo azul". Y me da un beso y un abrazo antes de irse a acostar. Este idioma del cariño conviene no olvidarlo, que los mayores corremos el riesgo de que se nos atrofie. Menos mal que hay cursillos de reciclaje en Navidad. Qué cierto es que la familia es sagrada.