jueves, 26 de febrero de 2015

CURSILLOS DE EVANGELIO



- ¿Alguien quiere "calentadito"? (es decir, un plato de arroz o plátanos sancochados de la cena de anoche) - dice el padre Ángel Maya.
- Seguro que Juan el de Mariscal - salta alguien, y en el comedor atruena una carcajada.
Hay buen ambiente porque esta semana estamos de cursillo de agentes de pastoral, y recibimos en Mendoza a la flor y nata, los tesoros, los motores de nuestra parroquia-provincia.

Tienen manos fuertes, acostumbradas a hundirse en la tierra de sus chacras de café. Traen todos su biblia, su cancionero, su cuaderno, y sus ganas de formarse. Llegan desde puntos a veces muy alejados, madrugando, pagando su pasaje, empujados por la fidelidad y el entusiasmo probados. Son gente sencilla, algunos con hartos años de tarea a sus espaldas y todos con muchas historias que contar de la aventura de anunciar el Evangelio.

Y es que no debe resultar fácil ser los animadores en la fe de sus propios vecinos y sus familiares, los dirigentes de la comunidad de su pueblo, responsables de la transmisión de la fe en el caserío, presidentes de la liturgia del domingo, acompañantes de quienes se preparan al Bautismo, la primera comunión o el matrimonio, cabezas de los comités económicos, administradores de la caridad con los pobres... Sin ser "de fuera", sin la autoridad sagrada de los "padrecitos". Ellos celebran los entierros, oran por las casas, se preocupan por las mejoras en el templo, reciben a los padres y padrinos, llevan las cuentas, organizan actividades, preparan la Semana Santa, son los catequistas de confirmación, etc. etc. etc.

Hombres y mujeres tan sencillos como sorprendentes en su profundidad. Un florido silencio rodea el rato de lectio divina que hacemos entre todos; estamos interiorizando Jn 13, el pasaje del lavatorio de los pies y, cuando comienzan las intervenciones en forma de oración, recibo una sacudida de sinceridad, un cursillo acelerado de sensibilidad creyente. Me abro y me dejo enseñar con agradecimiento, con calma.

Después le toca a Eugenio, campesino de Primavera, que con ayuda de un powerpoint nos habla de la necesidad de la lucha por la justicia, nos cuenta que el compromiso sociopolítico es inseparable de la evangelización, y que una cosa es asistencialismo y otra enfilar las causas estructurales de la pobreza. "Perdemos 99 ovejas y solo se nos ocurre abrir la puerta de la iglesia a ver si vuelven. ¡El Papa Francisco dice que hay que salir!". Eso, dicho por quien lo dice y de esa manera, me da otro cursillo exprés de cómo hacer concreto el Reino y huir de un sacramentalismo circular y estéril.

A golpe de campana se suceden encuentros formativos, comidas (intentamos devolverles sus atenciones con nosotros cuando vamos a sus casas), reuniones, celebraciones, una película por la noche. El padre Toño Arana dedica buenas sesiones al libro del Apocalipsis. En otro rato revisamos el año pasado y cada cual se expresa contando cómo le ha ido en su pueblo en la chamba de agente de pastoral, y salen dificultades, logros, dureza y esperanza. Alex, el gerente de la Cooperativa de café COOPARM viene y nos explica un montón de cosas. Conversamos y entre todos decidimos cambiar el modelo "descentralizado" de reuniones mensuales de formación y coordinación, que serán de nuevo en Mendoza; ideamos reuniones trimestrales para los más lejanos... Y yo escucho, aprendo, analizo, absorbo, acojo, intento asimilar pero no puedo con todo, es mucho cursillo en apenas dos días y medio, es demasiada realidad para un novato en Mendoza y en Perú.

Pero no me importa ni me agobia. Es muy bonito reinventarme para poder servir. Todo es nuevo y todo me reclama un punto más de esfuerzo, de paciencia, de riesgo, de atención y de humildad. Lavar los pies en un lenguaje diferente y con otro tacto. Necesito más tiempo y más cursillos. Porque de momento, con estorbar lo menos posible tengo bastante.

viernes, 20 de febrero de 2015

ACOMPASANDO


La vida aquí no para. A toda mecha. Yo quiero conocer toditos los pueblos, saludar a toda la gente, así que estos días programamos salidas todas las tardes y noches. Resultado: estoy reventao. Pero muy contento.

El lunes vamos a Chirimoto, donde el río Shocol se ha desbordado y ha producido daños. Nos cuentan hasta dónde llegó el agua y nos hacemos una idea. Más tarde, en Milpuc, Ángel me muestra una tabla con un Buen Pastor tallado en relieve, bellísimo, "lo mejor que tenemos en la provincia y quizá en la diócesis". Tiene una expresión serena y humilde, los ojos bajos, la oveja en un hombro y en la otra mano su cayado, que parece hacerle falta para caminar. Precioso.

Al día siguiente almorzamos temprano y conducimos hora y pico hasta Challuayacu. Llevamos las botas de jebe porque hemos de caminar por un barrizal hasta la capilla. Allí celebramos la Eucaristía de la ceniza bajo un aguacero que retumba en el tejado y ahoga nuestras voces. Son gente muy sencilla: Concepción, Florinda... Cantan pasándose unas gafas que solo tienen una patilla, jejeje. De ahí zumbando a Montealegre, donde en casa de Sofía y Miguel nos ofrecen un cafesito: sopa de gallina, yuca, arroz... Tras la segunda sesión de ceniza, retomamos la infernal ruta, y cuando llegamos a casa nos damos cuenta de que son las 11 de la noche y de que llevamos más de 10 horas por ahí pegando pingallazos sin parar. Con razón el Pastor lleva un bastón: cuidar el rebaño cansa.

Las horas de las celebraciones son orientativas: las 3 de la tarde significa que comenzará poco antes de las 4 (...). Son caseríos pequeños, y por tanto comunidades poco numerosas, de gente del campo, personas modestas, afables y muy acogedoras. En todas partes doy saludos de mis compañeros y paisanos Antonio León, Fede y Lolo, muy queridos por acá, que son mi carta de presentación y me ayudan sin saberlo. En Chontapampa (la de Milpuc, ¿eh?, que hay por lo menos tres) el agente de pastoral es Jeremías, que tiene ¡más de 80 años! Pero hay, como siempre, un montón de niños: Bibiana, Tatiana, Carlos,,, que disfrutan con las bromas de la homilía.


Y luego me toca Omia, uno de los pueblos grandes de la parroquia. Y ¡qué bien lo pasamos! A pesar de que es un buen grupo de gente, les hago a todos decir sus nombres. Ceniza y más ceniza, ayuno-oración-limosna por todas partes, que trato de traducir a su lenguaje, a su universo... Son las 9 de la noche cuando termino y debo pasar por la zona donde ha habido un derrumbe cerca de Tuemal; la carretera ha desaparecido bajo un barrizal. Pongo la luz larga, meto la reductora, rezo... y palante.

Ayer lugares muy pobrecitos: Cusillo, adonde se llega tras una larga cuesta, y Shiua, acompañando a Toño, que me sorprende porque conoce a todo el mundo, canta de maravilla y se sabe todos los nombres. Como siempre, estrecho un montón de manos y recibo aplausos y agradecimientos. Volvemos los tres en el carro, cenamos lo que encontramos por la cocina, intento ponerme a escribir esto pero recuerdo al Pastor y hoy ya no doy para más. ¡Este ritmo tremendo te exige todo! Estoy en período de adaptación, acompasando vida, tara, descanso, entrega... Por cierto, quizá guste esta página: Acompasando (http://www.acompasando.org/), donde en Palabra/Ecos diarios escribe un servidor.

Mientras me voy a dormir recuerdo algo que me ha dicho Ángel: "Esta parroquia es agotadora pero al mismo tiempo crea adicción". Y me siento a la vez feliz, mosca (¿adicción?) y extenuado, así que caigo como un saco de papas.

sábado, 14 de febrero de 2015

GIRA POR LA MONTAÑA DE OMIA

De los más de 100 pueblos que tiene mi parroquia, hay sitios donde vamos y regresamos a dormir a Mendoza, pero hay zonas muy alejadas donde es necesario dedicar varios días a patearse los pueblos. Es una experiencia bonita y muy misionera de encuentro con la gente. Se hace realidad literalmente el texto de Lc 10, 7-10: Quedaos en la misma casa, ... comed lo que os pongan... curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el Reino de Dios".

"No andéis cambiando de casa". Pues sí, realmente son casi siempre las mismas casas. Casas ya conocidas, con familias que tradicionalmente nos acogen y comparten con el padrecito su vida cotidiana, su mesa, que nos ofrecen lo mejor que tienen y siempre nos dicen que regresemos pronto. Ese es el salario que según el evangelio merecemos: el cariño. Vaya suerte.

Aunque en Mashuyacu, donde comenzó esta gira, dormí en el desván de la sacristía sobre unos colchones, calentito con la frazada que María me trajo y disfrutando del rumor del río cercano. De allí pasamos a La Unión, donde Maurilio y su esposa Etelina nos pusieron a Ángel y a mí un locro (guiso de yuca y frejol) que quitaba el hipo de rico. La Eucaristía es a las 3 de la tarde, en una capilla de madera pobre, como el caserío. "Comed lo que os pongan".

Por la noche llegamos a Nuevo Chirimoto, que es, con una población de más de mil habitantes (casi como Santa Ana de grande) la auténtica capital de esta comarca. Te quedas asombrado de las tiendas, las boticas, los restaurantes... La calle principal me recuerda al salvaje oeste, con ese barro y las acémilas circulando. En la iglesia, bastante nueva, hay una habitación preparada para dormir, pero nos quedamos en casa de Graciela y conozco a sus nietas Suceli y Coraima, que son un encanto.

Todos estos pueblos están en un momento especial: la carretera acaba de entrar y la luz eléctrica está llegando. Se han apañado durante los últimos años con pequeñas centralitas hidroeléctricas construidas con el esfuerzo de los vecinos, pero por todos lados se ven ya los medidores preparados para que la electricidad venga ahorita, en dos meses (ayayayayyy... veremos a ver). De hecho, en El Líbano ya encienden las luces amarillas de la calle, y eso me hace pensar que la vida por estos andurriales va a dar un vuelco en cuanto haya frigorífico, televisión y licuadora.

Aquí es en casa de Vitalino, el "agente de pastoral". La pobreza impresiona, pero nos ponen un almuerzo exquisito. En la noche vamos a la iglesia, que está pintada de verde y rojo, junto a la posta de salud. Acude la gente, y da gusto ver cómo se ríen con las tonterías de la homilía: "¿Qué tres cosas hace Jesús, eeeh? Orar, predicar y curar". Y es que repetimos las lecturas del domingo pasado. Cuando todo acabe, yo iré a dormir a casa del primo de Vitalino, porque en la casa ya no hay sitio para dos huéspedes. Y así eres recibido por personas que, sin haberte visto jamás, te abren su hogar y te dan todo.


Al día siguiente, La Primavera. Para llegar hay que pasar un puente de esos emocionante, pero con agarradero (excepto en los primeros palos). Se camina un ratito y se encuentra uno con la sonrisa de Armandina, la esposa de Eugenio, que es el animador y responsable de esta comunidad. Eugenio es un hombre muy inteligente, con iniciativa, luchador y comprometido con su pueblo. Hablamos un rato largo, me cuenta sus logros y sus proyectos, me habla de sus asociación de cafetaleros, nos inventamos cosas que se pueden preparar de cara a mi siguiente visita, y yo pienso "qué buen militante del Movimiento rural sería".

Duermo la siesta bajo una lluvia tremenda, que golpea sin contemplaciones el techo de calamina. Me despierto y me quiero duchar, pero como no para, vivo una nueva experiencia: ducha bajo la lluvia, jejeje. Armandina es la única mujer que hasta ahora he visto que que se sienta a la mesa con los hombres a la hora de cenar. Ella y su esposo hablan de lo que cuesta mover a la gente, de lo ingrato que es trabajar por el bien común y que te encima te critiquen. Cuando miramos el reloj, ¡pucha!, las 7:30, ¡vámonos que llegamos tarde a misa! Subimos unas cuestas terribles, de manera que llego empapado en sudor; me quito las botas de jebe y a celebrar.

Falta nada más "curad a los enfermos". No podemos, pero sí vamos a visitarlos: a la sra. Ángela, a Juan que está en cama muy malito con cáncer... Les damos los sacramentos, la gracia de Dios. Y ellos y sus familias, sin palabras, nos dicen: "Está cerca de vosotros el Reino". Nos sentimos pagados con agradecimiento y la Palabra se hace vida. "A ver si el Evangelio va ser verdad", como dice Chércoles...

lunes, 9 de febrero de 2015

HASTA QUE NO PITA EL ÁRBITRO NO SE ACABA EL PARTIDO

Es mejor no hacerse muchos planes. "Llegaré a Chachapoyas sobre las 2, entonces voy al banco, luego a comprar nosequé, busco un carro a Mendoza, llego para la reunión, blablabla...". Nooooooo. Error. Porque en cualquier momento puede ocurrir cualquier cosa que da al traste con las programaciones. Como por ejemplo, un huayco.

Yo tampoco sabía lo que era, pero ya lo he aprendido para todas las veces (se puede mirar en http://www.predes.org.pe/huaycos-400): un alud de lodo, piedras y palos con un poder destructivo tremendo. No es solo un derrumbe o un desprendimiento de tierra: las fuertes lluvias forman una bolsa de agua que, al caer, echa abajo literalmente el cerro arrasando lo que encuentra a su paso, carreteras, personas y planes.

Cuántas veces comentábamos en África que "hay que prever los imprevistos", jajaja. Pues acá también. El autobús se paró en la zona de Aserradero. Ni palante ni patrás. Una hora y sin novedad; unos dicen que para dentro tres días, otros que ahorita se abre, y todos con la famosa frase: "no hay pase". Cuatro horas después, y a la vista de que hay un muerto, la policía ordena cerrar la vía y regresar a todos los vehículos a Bagua, a casi una hora de camino.

Una carrafilera de carros y camiones de todo tipo invade la ciudad, entre ellos más de cuarenta autobuses. Los de la empresa Movil Tours, donde vamos Katy y yo, son unos nueve. Llevamos 26 horas sin ducharnos y a medio comer, así que nos sabe a gloria la acogida que nos brindan en la parroquia; otra gente va a hostales o a casa de algún familiar, pero muchas personas pasan la noche en el bus. No podemos coger las maletas, así que lavo la ropa y más o menos se seca mientras duermo. Por la mañana me voy temprano a la terminal: colas en la ducha, hacinamiento, cansancio y síntomas de tedio en el personal.

El sol empieza a pegar duro. Me turno con una familia de mi parroquia de Mendoza para ir a desayunar (la tribulación une mucho). Varios niños juegan desconocedores del aburrimiento, los bebés maman, los adultos nos entretenemos como podemos y a media mañana un empleado dice que habrá pase sobre las tres e increíblemente así es. Tardamos casi dos horas en llegar a las inmediaciones del suceso, y allí el bus se detiene de nuevo. Casi dos horas más ahí, junto al cerro afectado, por momentos con todas las luces apagadas... Se te pasa de todo por la cabeza: "como se ponga a llover y eso se desprenda...". Echamos a rodar despacito; al pasar por el sitio exacto vemos los estragos del huayco y es terrorífico. La fuerza impresionante de la naturaleza, que lo arrasa todo a su paso...

Finalmente, sobre las 10 de la noche, llegamos a Chacha. Ha sido un viaje de más de 56 horas. Ya comentábamos en Iquitos que aquí jamás hay que cantar victoria antes de tiempo, aunque aparentemente lo tengas en la mano, esté ya casi conseguido, te falte un instante o medio metro, porque puede irse la luz, caer un peñasco, desaparecer misteriosamente el de la ventanilla, desatarse una tormenta horrorosa o darle un ataque de apendicitis al presidente. Hasta que el árbitro no pite el final, hay partido. Eso me recuerda que el otro día la cosa acabó Atleti 4 - Real Madrid 0. Jejeje. Y por cierto, es irrevocable.

jueves, 5 de febrero de 2015

"NO TE GUARDES NINGUNA CARTA"

No voy a olvidar fácilmente los cuatro días que he pasado en la selva, acompañando al paisano dombenitense Javier Travieso en el inicio de su servicio como obispo del Vicariato de San José del Amazonas. Otro Perú descomunal, bellísimo, pobre, a la vez llamada y cariño, desafío y abrazo de Diosito.

¿Cómo se puede atender pastoralmente un territorio de más de 150.000 kilómetros cuadrados (algo menos de un tercio de España), cuatro enormes ríos junto a los cuales el Ebro parece un regato, 16 puestos de misión y 8 curas? No se puede, y no se atiende (vaya palabrita): se es iglesia que se sumerge en la vida del pueblo y que camina con los indígenas... Bueno, más bien que rema con la gente, que surca las dificultades y navega por los amaneceres de la vida.

Iglesia necesariamente laical, no puede ser de otra manera, por obediencia a la realidad y por opción. He conocido a gente excepcional, auténticos misioneros que se dejan la vida en cada golpe de remo, que aman ese mar inmenso que es el Amazonas y se dejan llevar por la corriente de Dios y la profundidad del Reino. Los laicos, las religiosas y religiosos, los sacerdotes del Vicariato me parecen gigantes de la fe y de la aventura de la evangelización (http://www.sanjosedelamazonas.org//). Con Dominik, con Yvan, con Anna, con Lupita, con José, con Ana Laura, con Alzira, con Vianey, con Homero, con Ivanilde... Javier se sentirá acompañado, aprenderá y se entregará siendo fiel a su lema: "Contigo y como tú".

Han sido días estupendos, paseando en mototaxi por Iquitos (que es un mar de ¡30.000 motos!), con excursiones por el río, degustación de manjares del lugar (lagarto, brocheta de suris o gusanos, pescado...) y visitas turísticas a reservas de animales donde he conocido la anaconda, el oso perezoso, la tortuga prehistórica, espectaculares mariposas y un montón de monos, entre otros bichos. Y por la noche, partida de mus con los tres obispos agustinos recoletos: D. Emiliano (de Chachapoyas), D. Fortunato (de Chota) y D. Carmelo (de Cajamarca), que era mi compañero. El primer día les ganamos, pero luego nos han dao pal pelo. Jugar al mus con tres obispos ha sido tan divertido como montar en barca. ¡Envido! ¡Diecisiete más! Jejejeje.

A Javier lo han acogido magníficamente. Un ambiente precioso de familia, de participación, de libertad, de apertura, de compartir... Los misioneros del Vicariato tienen que recorrer distancias tremendas de 3-4 días en barco por esos ríos misteriosos, adaptarse al calor, a la lentitud, al aislamiento, convivir con el peligro y llevar siempre la mosquitera a cuestas. Son héroes de la misión, gente generosa, alegre, fuerte, franca. Como los indígenas. Como el papa Francisco.

Hay tiempo también para tomar un vodka y conversar. "La selva te repele o te embruja", me dicen, así que procuro tener cuidado, aunque lo mismo es demasiado tarde. El domingo vamos a Indiana, sede del Vicariato. La Eucaristía de presentación de Javier es multitudinaria; Jaume, Eduardo, Luz Estela y Ale están emocionados. Salen niños y niñas con el rostro, el torso y las piernas pintados, a bailar en el ofertorio. Qué preciosidad. Paco Travieso filma y fotografía, y no pierde detalle cuando el nuncio le entrega a su hermano el báculo, que yo he transportado en su caja de madera como si fuera un violín. Luego, en la fiesta, le regalarán un remo. Rema mar adentro - pienso, más adentro.

Mientras el coro canta "Hemos entregado nuestra vida al Señor", yo me cuestiono: ¿cómo me sitúo en la misión? ¿Es un destino más, es un servicio "funcional", temporal? ¿Es una opción de vida? Las personas que he conocido, este acontecimiento, me empujan a planteármelo. Y entonces me acuerdo de que ayer, día de Don Bosco, charlando con David Martínez Aguirre, que es de mi edad y obispo de Puerto Maldonado, él me aconsejó: "No te guardes ninguna carta". Quema las naves, pon en la misión alma, vida y corazón, entusiasmado (es decir, "metido en Dios").

Escribo esto en Lima, el día de San Blas. Me ronda otra canción en la aterciopelada voz de la hermana Luz María: "Cristo mío, toma mi vida". Dejarse llevar... quemar las naves... echar un órdago a la vida y a la vocación... sin reservar nada... con valentía... con humildad... contigo y como tú. Esta tarde a Chachapoyas, a mi diócesis, pero el lugar importa poco; comienza un nuevo capítulo. ¡Enhorabuena, Javier! ¡Gracias, Señor! Gracias Javier y enhorabuena, Señor.

De izquierda a derecha Mons. Fortunato, Mons. Javier, Mons. David y Mons. Carmelo