viernes, 29 de julio de 2016

VISITA IMPRESCINDIBLE


Apenas arrancamos hacia Chirimoto, Isa se queda como una piedra y al toque el carro se llena de bromas y risas en español de España. Solo llevamos juntos cuatro días (ellos más, unos quince), pero ya puedo compartir códigos, materias y acento con mis paisanos pacenses y mangurrina. ¡Qué lujo asiático!

Y es que dejarme caer al modo castúo y al tono emeritense relaja toditas mis células. Soltar un buen "gilipollas" (y otras lindezas de la tierra) y que me entiendan, ohhh, es como un spa para mi cerebro misionero empeñado en adaptarse y ser uno más de acá. Decir un buen "chachooo"es muy necesario de vez en cuando, jaja.

Mi compañero Jose debe de haberse sentido acosado a preguntas, sobre todo al comienzo, hasta que se me quitó esa hambre apremiante con la que atacas la primera tortilla un día de caldereta. Interrogatorio sobre mi diócesis: "¿Cómo está fulano? ¿Y mengano? ¿Y ese traslado, cómo ha sido? ¿Y el plan pastoral? ¿Y nuestro grupo Juntiña? ¿Y... etc.?". Reconfortante saber que todo sigue allí en pie y, de alguna manera, tú sigues formando parte de aquello. Si no, no habrían venido a verte.

La visita me permite apreciar algunos detalles hermosos: SoniaGema, Carmen, Isa y Jose se presentan como "amigos del padre César". Cada vez lo escucho y pienso lo difícil que me resulta acá hacerme amigos, personas para las que yo no sea "el padrecito", sino simplemente César, capaces de conocerme y quererme por mí mismo y no por mi personaje. No es fácil, este tremendo gringo es muy estrepitoso, el padre se hace notar allá donde va, no hay escapatoria...

También agradecen el recibimiento, la amabilidad de la gente, lo bien que son tratados... Y yo me siento entonces orgulloso porque formo parte del Perú abierto y simpático, del país guayacho acogedor y generoso... "tú ya eres de aquí", me ha dicho el subcomandante Marcos uno de estos días, con su gorra de campaña.

Mostraros mi parroquia, presentaros a los agentes de pastoral, celebrar el cumple de las mellizas, participar juntos en la reunión de asesores de la JEC, pasear por el fondo del valle, llevaros por media provincia... ha sido estupendo. Pasar juntos una tarde en la aldea dejándonos abrazar y besar por los niños, poniéndonos púos de mazamorra y de canchitas y marcándonos unos huaynos ha sido magnífico. Haceros descubrir el locro, las humitas y el tacacho ha sido muy divertido. ¡Gracias!

Espero que los inconvenientes del ministerio del interior ya hayan pasado con el tratamiento de pitahaya, Carmen. El pisco sour o el roncito hasta tarde en la noche también ayudan: desvelarse arreglando el mundo, sentirme comprendido, desempolvar temas, sacar recuerdos y reír, reforzar una historia común. Veis que vivo muy contento en Mendoza, pero al teneros aquí he pensado que hay una soledad que únicamente se puede llenar con nuestra gente, nuestra raíz.

Son las 6 de la mañana y en la plaza suenan los "camaretazos" porque hoy es el día de fiestas patrias. Siempre seremos extranjeros a pesar de los esfuerzos que hagamos por inculturarnos, y por más que amemos este país. Gracias por ser un trozo de mi familia estos días. Gracias por el lomo, el queso, el jamón, el podómetro y el proyector. Y gracias por la crema antibiótica: mi dedo sigue rojito pero progresa adecuadamente.

domingo, 24 de julio de 2016

ANA Y YO EN UN GRUPO DE WHATSAPP


A veces, en esos ratos perdidos que asoman en la lentitud de la montaña, me pongo a mirar fotos y mensajes en mi celular inerte sin señal. Hace meses vi un grupo de whatsapp que habían creado los de la última promoción de confirmación de Santa Ana para hacerme participar de su fiesta cuando yo ya me había venido al Perú. Los chicos - Esmeralda, Lidia, Juanfran, Torres -... y su catequista Ana Corbacho.

Esta imagen es del día de su confirmación, y la pusieron en el perfil del grupo, donde me enviaban comentarios y más fotos del acontecimiento. Pasadas algunas semanas, toditos fueron saliendo del grupo (lógico, porque su cometido había terminado) y solo quedamos Ana y yo. No me atrevo a quitarlo y cada vez que lo miro y veo el título ("confirmaciooooon. Ana, Tú") llueve sobre mí una pena invencible y tenaz. Ana, Tú.

Qué difícil es seguir desde la distancia un cáncer implacable. Se siente una impotencia devastadora, que te socava el corazón y el ánimo, amordazada tu capacidad de consolar, tus manos vacías de abrazos. Ana me escribió varias veces durante el proceso de su enfermedad, y también tiemblo cuando esos whatsapps aparecen...

26 de julio de 2015
CÉSAR: ¡FELICIDADES! Tarde, pero de corazón.
ANA: Recuerda siempre que no importa el cuándo, sino el momento.

10 de agosto de 2015
C: ¡Hola Ana! ¿Qué tal te encuentras? ¿Cómo va todo?
A: Hola! me encuentro físicamente más fuerte. Ya he empezado el siguiente ciclo.

Ella era enfermera y sabía perfectamente lo que le pasaba. Desde el principio se enfrentó con el tumor de cara, luchando contra el miedo.

11 de julio de 2015
C: ¿Cómo te encuentras anímicamente?
A: Bastante bien. Soy muy consciente de la gravedad, a veces es mejor no tener tanta información. Pero voy a luchar día a día y no estoy dispuesta a rendirme.
C: Me pones los pelos de punta. Eres valiente.
A: No lo soy. Tengo momentos de bajón en los que lloro, pero de pronto me vengo arriba y pienso que nadie sabe realmente su último día. Ah! y tengo el apoyo de todos vosotros. Sin él, esta lucha sí que sería difícil.

Su último whatsapp es del 1 de noviembre pasado, pero me da pudor transcribir más frases suyas. Ternura y orgullo también: en todo momento procuró responder a mis mensajes, mantenerme dentro de lo que estaba viviendo, con generosidad.

Sé que Vicente, Fran y Ana Piojosa deben estar sufriendo inmensamente. Y Ana y Francisquín no digamos... Siempre os tengo presentes, estáis en el centro del cariño a mi pueblo. Ella era la mujer capaz y responsable, la profesional eficaz, la catequista puntual... y también la mamá dedicada a sus hijos, la esposa modelo, la hija servicial y cercana. Mis vecinos santaneros, que la conocen, estarán de acuerdo en que no exagero: ella fue, a golpe de discretos y sencillos gestos del día a día, una persona excepcional.

Te echamos de menos, Ana. A ver con quién se toma ahora Reme los gusanitos los sábados por la noche. Y la romería... supongo que habrá sido dura... y ahorita viene la Patrona. Yo estaba ausente cuando tú te ibas, educada y prudente como la señora que eres. Pero nunca estarás lejos de mi vida, de la vida de los tuyos, que jamás dejaremos de quererte.

Ana, Yo. En un grupo. Siempre.

miércoles, 20 de julio de 2016

LA ALEGRÍA Y EL AMOR PASTORALES ENCUENTRAN EL CAMINO (Convivientes y III)


Además de una nueva atmósfera, en Amoris Laetitia hay camino. Mejor dicho: hay herramientas espirituales para diseñarlo. Y lo han de hacer juntos los pastores y las parejas o personas que desean remontar. Y eso es algo magnífico y apasionante. Se llama discernimiento.

Primer criterio: basta de condenar y excluir. “El camino de la Iglesia, desde el concilio de Jerusalén en adelante, es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y de la integración (...). Entonces, hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición” (AL 296). Pienso  en cómo nos expresamos sobre este asunto: “Los convivientes no pueden recibir la comunión (…). Los padrinos no pueden ser convivientes”. Eso es todo; a menudo dicho desde el ambón y con todos los ornamentos calzados, o en una reunión de padres de los confirmandos, o en una charla de preparación al Bautismo. Y punto. Sin matices, sin piedad, cristalino, inequívoco. ¿Cómo se sentirán tantas personas al escucharnos?

Segundo criterio: el optimismo. Ver lo positivo: “es preciso afrontar todas estas situaciones de manera constructiva, tratando de transformarlas en oportunidad de camino hacia la plenitud del matrimonio y de la familia a la luz del Evangelio” (AL 294). Hay que informar y sugerir, hay que invitar con gracia a quienes sabemos que están deseosos y capacitados de atravesar el umbral, pero les cuesta tomar la iniciativa.

Tercer criterio: acoger y acompañar “con paciencia y delicadeza, como Jesús hizo con la samaritana (cf. Jn 4, 1-26)” (AL 294). Felicitar a quienes se deciden a tratar el caso, quitando hierro, animando siempre, recibiendo con cariño a la gente, haciéndoles sentir en casa.

Cuarto criterio: atender a cada caso, como indica el número 300. “Solo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares”. El proceso de búsqueda de la solución ha de ser compartido por el pastor y sus hermanos. ¿Animarles (¡no “dar permiso”!) a que vayan a comulgar? ¿Iniciar la preparación al matrimonio católico? ¿Ver juntos que es más conveniente que no sean padrinos? ¿O que sí? ¡La decisión última corresponde a la propia persona en conciencia ante Dios, nosotros no somos "aduaneros"! Pero atención: “puesto que el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos, las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre las mismas” para todos. Eso significa que se nos avecinan complicaciones, porque unos se verá que unos se acercan a la comunión y otros no, unos podrán ser padrinos y otros no… Y deberemos esforzarnos en explicarlo más… pero caeremos sin remedio en agravios comparativos… y no comprenderán… y nos pondrán de ajo y perejil… Siempre saldremos perdiendo los curas, pero nos pareceremos más a Jesús, que nunca se propuso contentar a todos (Mt 11, 18-19).

Quinto criterio: “Se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de una misericordia inmerecida, incondicional y gratuita” (AL 297). El resultado final de las reuniones, conversaciones personales, formación, confidencias, oración, discernimiento… debe ser siempre que los convivientes viven, comparten, colaboran y se sienten como cristianos plenos. “Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio (AL 297). “La conversación con el sacerdote (…) contribuye a la formación de un juicio correcto sobre aquello que obstaculiza la posibilidad de una participación más plena en la vida de la Iglesia y sobre los pasos que pueden favorecerla y hacerla crecer (AL 336).

Sexto criterio: no lanzar piedras canónicas. “Por ello, un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones «irregulares», como si fueran piedras que se lanzan sobre la vida de las personas (…). A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia. El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites. Por creer que todo es blanco o negro a veces cerramos el camino de la gracia y del crecimiento, y desalentamos caminos de santificación que dan gloria a Dios” (AL 305).

Séptimo criterio: mancharse de barro sin licuar el Evangelio. “Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna. Pero creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad: una Madre que, al mismo tiempo que expresa claramente su enseñanza objetiva, no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino (AL 308). A menudo “ponemos tantas condiciones a la misericordia que la vaciamos de sentido concreto y de significación real, y esa es la peor manera de licuar el Evangelio” (AL 311). Mejor equivocarse por exceso que por defecto.

En resumen, Francisco dice que “esto nos otorga un marco y un clima que nos impide desarrollar una fría moral de escritorio al hablar sobre los temas más delicados, y nos sitúa más bien en el contexto de un discernimiento pastoral cargado de amor misericordioso, que siempre se inclina a comprender, a perdonar, a acompañar, a esperar, y sobre todo a integrar” (AL 312).

Ahí nomás. Disculpen porque me ha salido un poco largo, pero he citado sobre todo al papa. He omitido las referencias que él hace a frases textuales del Sínodo para no liar. Porque para mí está bien claro lo que quiere transmitir. Ahora hay que atreverse a hacerlo práctica con valentía, prudencia y fidelidad a la Misericordia. Ya que “el amor se ha de poner más en las obras que en las palabras” [Ej 230].

viernes, 15 de julio de 2016

ASPIRINAS CONTRA LAS VÍBORAS


Desde donde estamos sentados, divisamos las enormes mantas de plástico donde la gente pone a secar su café en esta época de cosecha. Una mujer, ahí abajo, acarrea un saco mientras su esposo ata las bestias recién llegadas de la chacra. La tarde transcurre lentamente en Nuevo Chachapoyas, este confín de la selva alta mendocina, inundada de pronto por una mancha de loros de cuello azul que sobrevuelan su lugar de descanso cuando el sol se esconde tras el cerro. Sentados en la puerta de la posta, un grupo de personas conversamos.

Rosa Edith Portocarrero López es la técnica de salud del pueblo y de varios caseríos de esta zona. No es enfermera, sino técnica, es decir, ha recibido una formación elemental para ayudar a los vecinos en sus dolencias, y su trabajo no es ni mucho menos fácil. Las cosas que nos cuenta me hacen masticar cuánto necesita nuestro Perú avanzar en su desarrollo, especialmente en el mundo rural.

El dispensario es un pequeño edificio de madera con una sala de atención, un diminuto almacén y el cuarto donde duerme Rosa. Al mirar el estante donde están los medicamentos, veo cajas de Paracetamol, Naproxeno, Aspirina, Ibuprofeno, Dexometasona, Diclofenaco y otras medicinas sencillas además de alcohol, gasas, algodón y demás implementos para primeros auxilios. Ella recibe en el primer trimestre del año una dotación y, a medida que se va acabando el material, va pidiendo y trayendo a cuentagotas. Justo esta semana ha llegado el “material quirúrgico”: una cajita metálica con pinzas, tenaza y bisturí que me recuerda el equipo de Claudio el practicante cuando yo era niño. Una escasez de medios que clama al cielo.

La gente se encuentra mal y llega a la consulta. Rosa les pregunta y luego… pues les receta alguno de estos remedios, o pone una ampolla si la gravedad del caso lo requiere. Ahí nomás. Si alguien se pone enfermo de gravedad se presenta un auténtico problema, porque como no hay carretera hay que cargar al paciente entre 10-12 hombres a relevo durante más de tres horas a base de trago o bolo de coca para resistir el esfuerzo. O directamente se muere, como un señor el año pasado en otro pueblo, Frontera, que falleció al día siguiente de mi visita sin que a día de hoy sepan qué tuvo. Una picadura de víbora (que las hay y gordas) o un simple ataque de apendicitis son letales en esta periferia montañosa.

Uno de los cometidos principales de Rosa es el cuidado de las embarazadas. Cuando llegan por primera vez les marca un protocolo de revisiones, pero dice que pocas lo cumplen, así que tiene que ir a visitarlas a ver cómo siguen, recorriendo a menudo enormes distancias a pie por las cuestas y el barro, llueva o solee. Cuenta que, cercano ya el parto, debe convencer a las gestantes para que vayan al hospital a Mendoza o a Chacha, pero que muchas son tercas y no quieren; así que hay que hacerles firmar un documento que la exima a ella de responsabilidad si algo va mal (en el Perú hay mucha sensibilidad social hacia la maternidad, va uno a la fiscalía en menos que canta un gallo). Y cuando en los exámenes detecta indicios de problemas serios, le toca acompañar a las mamás al centro sanitario, casi siempre pagando de su bolsillo los gastos correspondientes. Laoshito.

Y todo esto con un sueldo bajísimo, atendiendo a la gente que toca la puerta de la posta a las seis de la mañana o en la noche profunda y soportando muchas veces comentarios despectivos (los peruanos unos con otros son durísimos) incluso cuando trata de hacer favores que exceden sus obligaciones. Es una lucha cotidiana contra la pobreza y la desgracia, con tesón y voluntad pero con instrumentos precarios. Aunque si aquella noche de desventuras hubiera estado ella, seguramente todo hubiera sido más fácil, nomás por la confianza que inspiran sus botas blancas.

sábado, 9 de julio de 2016

DÍAS DIFERENTES


No todo es trabajo trabajo y trabajo. De vez en cuando aparecen días, medios días o ratos a modo de oasis en los que disfrutar de un buen parón, cambiar de actividad, relajarse y... descansar. Algo necesario como el comer si quiere uno mantenerse vivo y activo, regresar renovado al trajín de los días y durar.

El domingo de las elecciones quitamos las misas (en Perú, además de ser obligatorio sufragar -te ponen multa-, no puede haber reuniones en horario electoral y está prohibido vender alcohol desde la mañana del día anterior), Baltazar se fue a su casa y los extranjeros sin derecho a voto nos encajamos en las aguas termales de Tocuya a pasar una jornada de baño, solcito y relax. La Colpa es una piscina natural de aguas sulfuradas, un lugar precioso con el único inconveniente que te pasas dos o tres días después oliendo a huevos podridos por culpa del ácido sulfhídrico disuelto en el agua.

Las religiosas de Huambo llegaron con sus hábitos y al toque fuera gorros, faldas, y al agua patos. Jaja, ¡cómo me sorprendieron por normales! El de la izquierda es Paco, el misionero laico mexicano que conocí en Indiana en febrero. ¡Qué rico chapuzón nos pegamos! Y con el hambre que da la piscina nos jincamos un plato de trucha frita que estaba de muerte y no sabía a azufre ni nada, ¡toma ya!

El día de San Pedro es feriado en Perú, no se trabaja, así que dije: ¡esta es la mía! Me levanté más tarde, desayuné, cerré la puerta y... ¡a leer! Agarré mi Ebook y comencé "Lágrimas en la lluvia", de Rosa Montero. Ya había olvidado cuándo fue la última vez que no dedicaba un rato así a disfrutar del placer de la lectura, sin prisa, sumergiéndome en la historia, dejando que el tiempo se escurra lentamente, saboreando, esparciéndome, descomprimiéndome.

Un par de veces he logrado separar una mañanita en Limabamba o Huambo para retirarme. Llego con mi cuaderno, la Biblia y el libro de los Ejercicios; según lo que necesite o por dónde ande, así oriento esas 3 o 4 horas de oración, reflexión, revisión y planteamiento. La última vez fue anteayer, lo necesitaba como tierra reseca, el discurrir de la vida cotidiana a veces te agota o te erosiona el humor y es imprescindible abrir el brocal del pozo y beber tranquilo.

Y luego están los puntuales almuerzos extremeños. De vez en cuando, si me quedo solo, le doy vacaciones a doña Anita la cocinera y abro el cajón de las maravillas ibéricas (que está en el frigo de la casa), compro pansito, pido a Elda una cerveza Cuzqueña de trigo, y viajo con el paladar a mi tierra. Caen unas buenas tapas de jamón, chorizo, lomo y hasta queso ha llegado en la caja de Serpost. ¡Qué rico! Después una siesta y vuelta a la trinchera repuesto y sonriente.

martes, 5 de julio de 2016

EL CALLEJÓN NO ES TAN IRREMEDIABLE (Convivientes II)


El Papa no dice en Amoris Latetitia cómo hay que hacer con los convivientes, puesto que se acabaron las recetas: “No debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos” (AL 330). Pero sí se pueden entresacar algunas consideraciones a modo de inspiración y alivio.

En primer lugar, cabe el debate pastoral (que la mayoría de las veces se frena, se esquiva o se zanja acudiendo al Derecho): “No todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales. Naturalmente, en la Iglesia es necesaria una unidad de doctrina y de praxis, pero ello no impide que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella” (AL 3).

Por otro lado, el tenor de la reflexión y las decisiones dependen del contexto, ya que “en cada país o región se pueden buscar soluciones más inculturadas, atentas a las tradiciones y a los desafíos locales, porque las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado” (AL 3). Nosotros estamos en el Perú, que es muy diferente de España o de Indonesia, y eso no hay que perderlo de vista.

El problema de los convivientes queda situado en el número 293, en el que Francisco habla no de cualquier unión ahí nomá, sino de una “convivencia en la que, cuando la unión alcanza una estabilidad notable mediante un vínculo público, está connotada de afecto profundo, de responsabilidad por la prole, de capacidad de superar las pruebas, puede ser vista como una ocasión de acompañamiento en la evolución hacia el sacramento del matrimonio”. O sea, una relación de calidad, probada en el tiempo y en los contratiempos, con hijos, con cariño, con perseverancia, con fe al menos en uno de los dos.

Y es que, dice el papa que la elección por la simple convivencia “frecuentemente no está motivada por prejuicios o resistencias a la unión sacramental, sino por situaciones culturales o contingentes (…). La simple convivencia a menudo se elige a causa de la mentalidad general contraria a las instituciones y a los compromisos definitivos, pero también porque se espera adquirir una mayor seguridad existencial (trabajo y salario fijo). En otros países (…) las uniones de hecho son muy numerosas, no sólo por el rechazo de los valores de la familia y del matrimonio, sino sobre todo por el hecho de que casarse se considera un lujo, por las condiciones sociales, de modo que la miseria material impulsa a vivir uniones de hecho (AL 294). Es decir, en muchos casos no hay maldad ni culpabilidad, sino precariedad, pobreza, limitaciones personales, a veces pura dejadez… El pan nuestro de cada día por estas latitudes.

Es más, por si queda alguna duda, en el número 301 leemos que "ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender los valores inherentes a la norma o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa".

Ajá. Entonces, si no están en pecado mortal, tal vez algunos convivientes pudieran comulgar… ¿Cómo hacer? Seguimos en la próxima entrada.