jueves, 6 de noviembre de 2014

SANTOS CAMPESINOS


A apenas tres kilómetros de Luya está Lamud, la capital: casonas coloniales, balconadas de madera y preciosas vistas. Un lugar pintoresco que hace de nudo turístico de la provincia de Luya. Voy con Robert, su párroco, un compañero más o menos de mi edad, con inteligencia, experiencia y evidentes cualidades para ser pastor, un auténtico crack. Hay convocado un encuentro de catequistas de toda la parroquia, que tampoco es demasiado grande (tiene unos 12 pueblos), así que nos juntamos unas 25 personas. Enciendo todos mis radares y me dispongo a escuchar y aprender, pero la experiencia desbordará todas mis expectativas.

Los catequistas son los responsables de las comunidades cristianas locales, así que no solamente “dan catequesis”, sino que hacen de referencia eclesial permanente en los pueblos. Reciben y preparan a los padres y padrinos antes del Bautismo, organizan la catequesis de primera comunión y confirmación, convocan a la asamblea y presiden la liturgia del domingo (que muy usualmente fue, es y será sin participación del sacerdote), orientan, ayudan, organizan. Son líderes, representantes de la Iglesia, gente de peso que muchas veces “ponen el pecho” los primeros para sacar adelante a pueblos pequeños y pobres. Robert me dice que “nuestro trabajo de formación y acompañamiento de los catequistas es la clave”.

Son cristianos de una cierta edad (normalmente pasan de los 30 años), a menudo con una fe de raigambre familiar. Campesinos muy humildes, que reciben la comunión en manos callosas, con restos de tierra oscura bajo las uñas. Por momentos el trabajo parece lento, pero a veces, cuando alguno toma la palabra, lo que sale por su boca es la Palabra hecha vida sencilla de la gente del campo.  Sus gestos muestran una peculiar mezcla de candor, respeto y entusiasmo; en las puestas en común, en el diálogo en grupo, en una escenificación o una dinámica, se puede entrever un recorrido, un amor probado al Señor, una fidelidad fraguada en la chacra y convertida en estilo de vivir, orar y creer.

Para llegar a Lamud, casi todos tuvieron que levantarse a las 4 de la mañana para ir a cuidar su ganado. Alguno me cuenta que ser catequista le ha construido como persona, puesto que ni siquiera pudo terminar la escuela primaria. Y constantemente me dan las gracias por la visita, por compartir esta jornada con ellos. Al día siguiente, el sábado por la mañana, es la fiesta de los Tosantos, y en la Eucaristía hablo de que la santidad está a nuestro lado, y no solo en los altares; y al mirar a estos catequistas me parece que los santos son ellos; santos de rasgos andinos, poncho y falda serrana; santos que caminan en sandalias en medio del barro para enseñar y celebrar el Evangelio; santos que experimentan cada día las contradicciones y la dureza de la misión acaso más que los propios curas.
Winnie (con gorra), Irene (con gafas), Nilda, Mary Elisabeth y Robert
No están solos. Tuvieron, en sus comienzos, párrocos que fueron misioneros santos. Ahora cuentan con el gran Robert y con las hermanas del Instituto de la Bienaventurada Virgen María. Irene, Mary Elisabeth y Winnie son tres irlandesas, con muchos años ya en el Perú y los cabellos plateados, que desprenden admiración y cariño por esta gente. Se les nota que creen en ellos y están orgullosas de compartir con los catequistas proyectos y tarea cotidiana. Conmigo son igualmente encantadoras y cercanas. Al terminar el encuentro, nos sentamos a tomar a cup of tea (alguna se queda a cuadros de que me guste, siendo español) con keke y una copita de Oporto. Y ahora, mientras escribo esto en su vieja computadora, Irene me trae un poster de Extremadura; lo miro y, aunque se me hace un nudo en la garganta, me siento feliz. Sigue siendo 1 de noviembre y siento que ellas son también santas.

3 comentarios:

Pepa dijo...

¡Qué gente tan admirable y qué suerte poderlas conocer!Vaya forma bonita de hacer Iglesia.
Abrazos.

Anónimo dijo...

Que emocionante,cada historia que nos cuenta,tan lejos y a la vez tsn cerca.No dejes de contarnos todas las cosas que hace cada dia.Desde Valencia nos acordamos de ti.Un fuerte abrazo.Te queremos un monton.

Anónimo dijo...

César, gracias por compartir Estas experiencias con los que nos quedamos tan lejos. Tus palabras nos hacen llegar el calor y el cariño de esa gente que parecen invitarte permanentemente a dar gracias por lo que uno tiene.
Un abrazo y disfruta de cada momento, Almudena