sábado, 27 de diciembre de 2014

EL SALCHICHÓN DE CECI


Siempre temo como una vara verde el día de Nochebuena, y este año, en su versión andina, pues más, para qué vamos a disimular. Intuía un poco lo que me esperaba, pero nunca está uno preparado. Es el reverso de esta opción, parte del precio que hay que pagar por responder a una llamada ilusionante... Y cómo duele.

Y eso que recurro a recordar todas las motivaciones, la historia, el por qué estoy aquí. Me agarro desde la mañanita a Aquel que es la razón y el motor, preparo la Eucaristía de medianoche con cuidado; contemplo el misterio de la Navidad, Dios que desciende para compartir nuestra misma vida, y se mancha con el barro de la tierra, y conoce desde su nacimiento nuestra miseria y nuestra injusticia, pero también el amor... Pero eso no me ahorra las lágrimas.

Las voy sembrando en las lentas horas del día por esta casa de Celendín, se me agolpan en la garganta cuando hablo por teléfono con mi familia y mis amigos, cuando veo a mis padres, a mis hermanas, a mis sobrinos en la pantalla del Skype. No lo puedo evitar. Antonio Sáenz creo que me descifra la cara y logra mantenerme ocupado sin tocar el tema, con delicadeza, conocedor en carne propia de lo que estoy pasando.

Y siento una especie de dentellada de dolor por la separación, por la lejanía de los míos; comprendo que lo empeora el estar todavía recién llegado, sin que les haya dado tiempo a quererme ni yo a ellos, vivir en esa especie de vacío en que el corazón está como perdido y solo sabe añorar, buscar sin encontrar. Es una experiencia inevitable y sin paliativos, un silencio que me ocupa y que se que no puede derrotarme a pesar de su herida, y me hace más sabio, más maduro y más fuerte en mi debilidad. No me salen mejores palabras para expresarlo.

Mis compañeros se van a varios pueblos y me quedo solo un rato largo, antes de la misa. No rechazo, mastico y nomás paladeo esta sensación. Me dejo llevar, intento confiar. Está mi homilía preparada, en España ya están durmiendo, y camino sereno hacia esta catedral que es la parroquia celendina. Aparecen Miguel, María, Sole, qué vamos a cantar, dónde están las acólitas, llegaron ya los de la ofrenda de víveres, empezamos o no, el familiar torbellino de una misa de Nochebuena que me enreda natural y alegremente. En el ofertorio aparecen los pastorcitos:


Bailan al son del tambor, nos envuelve la melodía antigua de la sierra, y sabe al sufrimiento y a la lucha ancestrales de esta gente, que son quienes hoy el Señor me ha dado. Al terminar también se adora al Niño, se reparte a cada uno un panecillo dulce, y comienzan las felicitaciones: recibo un montón de abrazos, pero un montonazo, como si Diosito quisiera compensar lo de hoy. Por si acaso, Norma me lo apostilla: "animo papito lindo, que es la primera Navidad echando de menos a tu familia, y es difícil".

A los abrazos y a lo de "papito lindo" sigue la cena con las carmelitas vedrunas. Son más de las doce de la noche, y mientras me jinco el pavo que la hermana Marta ha preparado, me acuerdo de que Mt 19,29 se cumple, y siempre encontramos quien nos reciba y nos quiera. Sobre la mesa está partido el último salchichón que me queda de los tres que Ceci me regaló antes de venir (los platos en la foto). El sabor de Santa Ana mezcla la nostalgia de allí con la emoción de estar aquí, el agradecimiento por tanta acogida y el alivio de haber pasado un puente sin agarradero. Mi familia y mis amigos siempre están ahí, no me fallarán; y ahora son los de acá los que he de amar y servir.

En los postres hay turrón blando (¡!), panetón y chocolate tradicional; y en el móvil una avalancha de mensajes de ánimo. Pero aún Antonio y yo nos trincaremos un cubatilla antes de ir al catre. Apago la luz, termina este día y me doy cuenta de que hoy sí me siento misionero sin rubor ni presunción, y me duermo en calma con la tonadilla de un precioso villancico (https://www.youtube.com/watch?v=8UkAhXyImJY):

Esta Noche Jesús ha nacido (bis)
 Suenen los cánticos de la Noche Buena (bis)

Alma de mi canción, sube al cielo del Perú
 Para bañar de luz, la santa Noche de Dios (bis)

Vibra pura, cholito tu quena (bis)
 entre las músicas de la Nochebuena (bis)


En la Sierra cantamos alegres (bis)
 Al Niño Jesús que está en el Pesebre (bis)

1 comentario:

pilar dijo...

Ánimo César ya lo tienes superado y con el Cholito entre tus brazos pan comido. Te hemos recordado con Juanandrés aquí asi que sigue a delante que tu misión te aguarda y nosotros tu compartir para ver la gracia de Dios. Un besazo enorme amigo y otro a Antonio!! Muaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa