lunes, 13 de octubre de 2014

APLAUSOS COMO CANCHA

A cada momento, Humberto invita a la gente a tocar palmas en medio de la Eucaristía. Las caras sonríen, los cuerpos se mueven al son de la música y se palpa un ambiente de verdadera fiesta. Estamos en Huancas, cerquita de Chachapoyas, celebrando el domingo y su fiesta patronal del Señor de los Milagros.

Humberto es el compañero responsable del "Pre", el preseminario diocesano, donde los muchachos viven un año preparatorio antes de comenzar con los estudios de filosofía y teología. Este curso son 8, y todos en tropel llenamos la combi que nos lleva a Huancas. El distrito toma el nombre de un pueblo preincaico muy diestro en fabricar cerámica utilitaria; cuando los incas conquistaron el país chachapoyas, siguiendo su estrategia de mestizaje que debilitaba a los vencidos, trajeron gentes huancas para disponer de vasijas y utensilios de cocina. No se imaginaban que siglos después arribaría semejante patrulla.

Al llegar hace un frío que pela. Estamos en primavera, pero a casi 2500 metros de altitud, cuando las nubes se imponen el día se torna desapacible. Se iza la bandera peruana en la plaza de armas, como cada domingo en todos los rincones de este país, y a las 11 de la mañana comienza la misa. La gente va abarrotando una iglesia parroquial muy antigua, hecha de adobes y cubierta de carrizo; los retrasos me hacen recordar a mi Valle de Matamoros y sonrío... ¡qué lejos estoy!

No pararé de sonreír en toda la celebración. Humberto me presenta: "¡el padre César, que viene como misionero a nuestra diócesis de Chachapoyas!". Aplauso. "¡Viva Jesús, el Señor de los Milagros!". Aplauso. Durante la homilía, con su estilo carismático, Humberto pasea por el pasillo central con el micro, y se gana a la gente, les hace cerrar los ojos, levantar los brazos, cantar... "¡Bendito sea Dios!". Más aplausos. Aplausos como cancha, que es una expresión que acá significa "un montón de aplausos", palmas de sobra y por todos lados. Alegría rebosante. Cancha es maíz tostado que se toma como aperitivo: que la fiesta sea abundante, que nos invada y nos llene y se derrame por los cuatro costados.

Tras la misa, la procesión. Como el día de Santa Ana, con un desorden parecido y divertido (¡ay, qué lejos!). Como los chavales se han revestido todos, Huancas parece un pequeño Vaticano, y con un incensario que recuerda las narices de un dragón de cuento aventando humo, jeje. Rodeamos la iglesia y la plaza, y pasamos al habitual almuerzo. Es increíble que el comité, que organiza la fiesta, alcance a dar de comer a todo bicho viviente que quiere participar en la fiesta, y a todos lo mismo. Me siento y descubro que ¡es el primer día que no como arroz desde que llegué al Perú!

Pero sí que hay guarapo de caña, y ese sabor me hace pensar en África, en Togo (lejos lejos). No nos hace falta tomarnos para estar alegres, porque en la foto se ve que el cielo era ya azul a esas horas. Todo es sereno y claro para mí de momento acá. Expectativa y tranquilidad como cancha.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Por qué será que me suena tanto eso de los aplausos?. Ya sólo falta el baile eh César?

Autóctono dijo...

Desde acá, nos alegramos de esa serenidad que te rodea. Un fuerte abrazo

Celia dijo...

Es un lujo poder compartir tu vida, estar presente en algunos momentos. Orgullo hacia tu persona, ver tu decision de vida, tu bondad, tu sencillez y amor que das a cuantos te conocemos. Dios te elige a ti, adelante.

Anthropos dijo...

César, qué buen etnógrafo eres!!, no sólo me has trasportado a ese rincón también, de alguna manera, lo he sentido...el olor, el jaleo, la fiesta, devoción, tú emoción, y hasta tú morriña...xx