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Ángel Maya, Doña Trini y Nicko |
El día comienza con un rato de oración, seguido de un desayuno "continental americano":
juguito, tamales, sachainchi, guayaba, palta, umitas, mote, queso, miel...
y por supuesto café. Café de la cooperativa de Rodríguez de Mendoza, exquisito y arrancado de la tierra con las manos y el sudor de los campesinos de esta región.
En cuanto nos despedimos de Doña Trini y de Luna, comienza el
asalto a la casa parroquial: gente y más gente, una catarata que casi no deja ni moverse a Ángel y a Nico, personas que vienen a tratar distintos asuntos parroquiales y personales, partidas, matrimonios, problemas... Todo va a
los padres, que hay momentos en los que no dan abasto. Porque
esta parroquia es una provincia entera, con una extensión enorme y un número de pueblos y caseríos que ni mis compañeros saben precisarme cuando les pregunto.
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Los chavales del hogar preparando las bolsitas para plantar café |
Así que, aunque hay días, como hoy, en que están en casa, la verdad es que buena parte de su tarea exige moverse un montón; de hecho, uno de ellos, Toño Arana, está en la montaña desde hace días y no me va a dar tiempo ni a conocerlo. Agarran la mochila y se van donde les llaman o donde su programación los lleva. La visita del
padrecito suele coincidir con las
fiestas patronales, y consiste en la Eucaristía y, si pueden, alguna reunión más con la gente. Y por supuesto,
"el cafesito", que puede ir desde una taza de café hasta el peazo de plato de comida que ya conocemos. Es una pastoral que gira en torno a los sacramentos y la piedad popular, y en ella los laicos tienen mucho que decir. También tiene una componente de presencia, de apoyo a los más débiles, de compromiso por la justicia. En los lugares más alejados, la gira dura días, hay que caminar, muchas veces con lluvia, con
barrito, y es cansado y sacrificado. Forma parte del lote de la heredad de estos misioneros, y la gente lo comprende, y quizá por eso
los esperan con tantos cariños, los quieren tantísimo. Es fenomenal,
bacan, como dicen acá.
Como estoy de vacaciones y no conviene olvidarlo, he aprovechado los ratos en que ellos estaban liados para no estorbar mucho e irme a conocer cosas y empaparme de esto. He visitado la cooperativa de café, el hogar de los chavales de los pueblos que pasan el curso escolar acá, una casa de acogida de menores en dificultades, una cueva (la caverna de Leo) tan espectacular como la de Aracena... y muchas personas. Ir con Nicko es entrar en casas donde te acogen, te ponen el café, se charla, yo escucho...
Es impresionante lo mucho que quieren y recuerdan a los padres Antonio León, Fede y Lolo. Como para estar orgulloso, compañeros. Lolo, te mando un abrazo fuerte de Wilder, Jiny y "tus engreídos", jejeje:
La misión en Mendoza significa también
trabajar junto con las religiosas. Hay dos comunidades: en Huambo y en Limabamba, que son como "subsedes" parroquiales. El sábado me quedé a dormir en Huambo, cené y desayuné con ellas, atentas, delicadas... un encanto, con la parroquia bien linda y la misa tope preparada. Y por la tarde el domingo en Limabamba, donde las monjitas son más jóvenes, nos reímos mucho merendando y luego fuimos a Totora a celebrar. ¡Qué bien me sentí allá, como cura, predicando el Evangelio! La misión la realizamos todos, y el motor es el equipo de
los padres y las religiosas. Un privilegio.
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Marvilia, Nora y Rosa Amalia: las pasionistas de Limabamba |
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¡Vaya acólitas que hay en Huambo! |
Así transcurre el día. Con un clima primaveral delicioso (apenas refresca por la mañana y por la noche), un paisaje bellísimo, un carro fuerte que surca los baches y las pistas, sabores a cuy, a locro y a cebiche, aromas cafeteros, miles de saludos y una sencillez que te desarma, y
la presencia de la pobreza como compañera de una fe que te hace caminar con el corazón prendido. Adiós, Mendoza, hasta siempre.
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La nueva máquina de selección por infrarrojos de los granos de café en la cooperativa
Reunión de la JEC, anoche |