- Seguro que Juan el de Mariscal - salta alguien, y en el comedor atruena una carcajada.
Hay buen ambiente porque esta semana estamos de cursillo de agentes de pastoral, y recibimos en Mendoza a la flor y nata, los tesoros, los motores de nuestra parroquia-provincia.
Tienen manos fuertes, acostumbradas a hundirse en la tierra de sus chacras de café. Traen todos su biblia, su cancionero, su cuaderno, y sus ganas de formarse. Llegan desde puntos a veces muy alejados, madrugando, pagando su pasaje, empujados por la fidelidad y el entusiasmo probados. Son gente sencilla, algunos con hartos años de tarea a sus espaldas y todos con muchas historias que contar de la aventura de anunciar el Evangelio.
Y es que no debe resultar fácil ser los animadores en la fe de sus propios vecinos y sus familiares, los dirigentes de la comunidad de su pueblo, responsables de la transmisión de la fe en el caserío, presidentes de la liturgia del domingo, acompañantes de quienes se preparan al Bautismo, la primera comunión o el matrimonio, cabezas de los comités económicos, administradores de la caridad con los pobres... Sin ser "de fuera", sin la autoridad sagrada de los "padrecitos". Ellos celebran los entierros, oran por las casas, se preocupan por las mejoras en el templo, reciben a los padres y padrinos, llevan las cuentas, organizan actividades, preparan la Semana Santa, son los catequistas de confirmación, etc. etc. etc.
Hombres y mujeres tan sencillos como sorprendentes en su profundidad. Un florido silencio rodea el rato de lectio divina que hacemos entre todos; estamos interiorizando Jn 13, el pasaje del lavatorio de los pies y, cuando comienzan las intervenciones en forma de oración, recibo una sacudida de sinceridad, un cursillo acelerado de sensibilidad creyente. Me abro y me dejo enseñar con agradecimiento, con calma.
Después le toca a Eugenio, campesino de Primavera, que con ayuda de un powerpoint nos habla de la necesidad de la lucha por la justicia, nos cuenta que el compromiso sociopolítico es inseparable de la evangelización, y que una cosa es asistencialismo y otra enfilar las causas estructurales de la pobreza. "Perdemos 99 ovejas y solo se nos ocurre abrir la puerta de la iglesia a ver si vuelven. ¡El Papa Francisco dice que hay que salir!". Eso, dicho por quien lo dice y de esa manera, me da otro cursillo exprés de cómo hacer concreto el Reino y huir de un sacramentalismo circular y estéril.
A golpe de campana se suceden encuentros formativos, comidas (intentamos devolverles sus atenciones con nosotros cuando vamos a sus casas), reuniones, celebraciones, una película por la noche. El padre Toño Arana dedica buenas sesiones al libro del Apocalipsis. En otro rato revisamos el año pasado y cada cual se expresa contando cómo le ha ido en su pueblo en la chamba de agente de pastoral, y salen dificultades, logros, dureza y esperanza. Alex, el gerente de la Cooperativa de café COOPARM viene y nos explica un montón de cosas. Conversamos y entre todos decidimos cambiar el modelo "descentralizado" de reuniones mensuales de formación y coordinación, que serán de nuevo en Mendoza; ideamos reuniones trimestrales para los más lejanos... Y yo escucho, aprendo, analizo, absorbo, acojo, intento asimilar pero no puedo con todo, es mucho cursillo en apenas dos días y medio, es demasiada realidad para un novato en Mendoza y en Perú.
Pero no me importa ni me agobia. Es muy bonito reinventarme para poder servir. Todo es nuevo y todo me reclama un punto más de esfuerzo, de paciencia, de riesgo, de atención y de humildad. Lavar los pies en un lenguaje diferente y con otro tacto. Necesito más tiempo y más cursillos. Porque de momento, con estorbar lo menos posible tengo bastante.