martes, 31 de diciembre de 2013
FABULOSO 2013
A pesar de que este 31 de diciembre ha empezado torcido por un maldito virus que me hizo pasar una noche toledana, no pienso dejar que lo hecho polvo que me encuentro empañe mi visión de este año que termina. 2013 ha sido estupendo y uno de los más decisivos de mi vida, ha superado todas las expectativas.
"Somos el tiempo que nos queda", escribí hace más o menos un año. Así lo creo: somos futuro, esperanza que busca cuajar, camino que apenas se vislumbra. Pero somos también lo vivido, soy los abrazos compartidos, soy la dureza y la levedad de los días, la brillantez de la risa, la áspera soledad, el sabor de la melancolía, una colección de momentos recibidos y contemplados como un prodigio.
Y luego está la gente. Soy lo que en mí cría cada persona, soy lo que me regalan aquellos a quienes amo, su ser entregado que pronuncia mi nombre. Gratuitamente. Mi sobrina Pilar, a sus 6 años, me ha pintado sonriendo, y me ha clavado, porque así me siento: feliz y afortunado.
Gracias al Señor por este año magnífico, por tanto don. Gracias a quienes me queréis. Y gracias a quienes leéis estos trozos de mi vida que vuelan por el ciberespacio. Seguiremos conectados en 2014, que también promete... ¡FELIZ AÑO NUEVO!
viernes, 27 de diciembre de 2013
POESÍAS DE DICIEMBRE
Texto: Eugenio Campanario
Este mes es el de los niños por excelencia. Por eso hoy traigo a Gabriela. Gabriela es una mágica niña de 8 años que cultiva con esmero las semillas del embrujo (con unas sólidas raíces familiares) y del teatro. Como brujos del siglo XXI utilizamos la escoba actual (el whatsapp) para encontrarnos. Yo le propongo de vez en cuando un tema, unas palabras… y ella desarrolla en unos segundos una historieta maravillosa, llena de vida, de ritmo, de alegría y movimiento. A estas imágenes yo les pongo unos versos finales.
Al resultado le llamamos “suspiversos”. Suspiros de teatro y versos, unidos. Presento dos ejemplos: la Mariposa (Gabriela hizo una puesta en escena fantástica que acabó con la vida de unas cortinas de su casa, que fueron sus alas) y La lámpara enfadada, cuyo origen es exclusivamente suyo. Se presentó como una lámpara furiosa, indignada porque “nadie me enciende”. Es una fuerza creativa en formación que transforma todo a su alrededor.
Este mes es el de los niños por excelencia. Por eso hoy traigo a Gabriela. Gabriela es una mágica niña de 8 años que cultiva con esmero las semillas del embrujo (con unas sólidas raíces familiares) y del teatro. Como brujos del siglo XXI utilizamos la escoba actual (el whatsapp) para encontrarnos. Yo le propongo de vez en cuando un tema, unas palabras… y ella desarrolla en unos segundos una historieta maravillosa, llena de vida, de ritmo, de alegría y movimiento. A estas imágenes yo les pongo unos versos finales.
Al resultado le llamamos “suspiversos”. Suspiros de teatro y versos, unidos. Presento dos ejemplos: la Mariposa (Gabriela hizo una puesta en escena fantástica que acabó con la vida de unas cortinas de su casa, que fueron sus alas) y La lámpara enfadada, cuyo origen es exclusivamente suyo. Se presentó como una lámpara furiosa, indignada porque “nadie me enciende”. Es una fuerza creativa en formación que transforma todo a su alrededor.
LA LÁMPARA ENFADADA
En un rincón, polvorienta
porque nadie la limpiaba,
de rabia se consumía
una lámpara enfadada.
“¿Cómo es posible..?”, decía;
“¿Cómo es posible…?””, pensaba,
“¿ que con lo que valgo y luzco
no me enciendan en la casa?”
“Nadie me enciende”, decía;
“Nadie me enciende. ¡Qué rabia!
Lo menos hace mil años
que la luz por mí no pasa”.
Y así se pasan sus días,
aunque grita y aunque canta.
Nadie la enciende, ¡qué pena!
LA MARIPOSA
La mariposa volaba…
y era tan bella!
Era joven y alegre,
con alas negras.
Volando y volando
se siente reina.
¡Ay, si quien la envidia
pudiera verla!
De tanto distraerse…
va y se la pega.
Tras porrazo tan grande
da pena verla.
Terminamos con pupa,
sin moraleja.
Pero si tienes alas,
nunca las
pierdas.
domingo, 22 de diciembre de 2013
TRISTE Y TRAICIONERA ALEGRÍA NAVIDEÑA
Es una costumbre en mi pueblo, como en otros muchos: salir por la calle a cantar villancicos a quien se ponga por delante y entrar en varias casas de gente mayor a ofrecer nuestro arte por si no se han enterado de que estamos en Navidad.
La cosa empieza en los Pisos Titulados a la hora del café de media tarde. Conchi, Mello y Eugenio nos tenían preparada una merendola a base de anís, polvorones, caramelos y chuches para los niños. Como este año los guitarristas éramos unos aficionados (faltaba el maestro), las coplas sonaban más "caseras". Otros años Celes y Antonia Rosca han sacado a bailar a Avelino. Los ancianos escuchan los gallos con caras entre la resignación y la perplejidad. Pero es un momento bonito, y hasta José el vallero se ha arrancado a cantar.
Es un recital indiscriminado, pero también tiene sus objetivos claros y tradicionales: los más mayores de Los Barrios. Y hacia allí pusimos rumbo enseguida, haciendo una parada en el Abanico para hacernos esta foto. A Faísco lo hemos entallao este año en casa de su hija Carmen, y nos ha recibido tan contento como siempre. Como en el libreto no teníamos su villancico favorito, Los Campanilleros, pues lo ha cantado él. La estrofa que más le gusta es la que dice:
A la puerta de un rico avariento
llegó Jesucristo y limosna pidió,
y en lugar de darle una limosna
los perros que había se los azuzó.
Pero quiso Dios, ...
que al momento los perros murieran
y el rico avariento pobre se quedó.
Jejeje, la vida está hecha de ritos... Luego, por supuesto, Saturnino y Agustina, que ya nos estaban esperando. Y finalmente Juanico, con su particular show. Me ha dado varios abrazos mientras me decía: "¡que se esté usté muchos años con nosotros!", y me invitaba a su Alameda a coger higos, que hay muchos. Remedios sacó otra ronda de anisete, los cachetes de Isabel pasaron a carmesí, los zagales se tomaron una cocacola, Mari Carmen había vendido ya varias papeletas de la rifa del pavo y... cada mochuelo a su olivo hasta el año que viene.
Al llegar a casa me aplastó un poco el silencio. En el paladar notaba el regusto de esa especie de alegre tristeza de la Navidad. Una soledad que te palpita en las sienes, lenta pero implacable. El rumor de todas las amarguras de la vida, de lo que pudo ser y no fue, todo regresa por momentos como escombro o como cansancio que oscurece y atolondra. La tonadilla de la dedicatoria de Ana María Matute en "Olvidado Rey Gudú":
A todo lo que olvidé.
A todo lo que perdí.
Sí. Es una melancolía impostora, envuelta en belenes, turrón o adornos, que encuentra en estas fechas su caldo de cultivo. Reaparece sin paliativos, porque todos tenemos heridas, pero queriendo ser íntima con la excusa de no entorpecer el general jolgorio, y así logra permanecer a salvo de aceites y vinos (Lc 10, 34) sanadores. Pero a mí me aturrulla, e intento espantarla escribiendo esto. Perdonen los hooligans de la Navidad.
miércoles, 18 de diciembre de 2013
UNA FLOR DE COL A LA VUELTA DE LA ESQUINA
Me encanta el mercadillo de los viernes en mi pueblo. Es una gozada, sobre todo en días soleados, pasear por él, ver los tenderetes, si hay muebles hoy, o chucherías, mirar calzoncillos, zapatos o pimientos... No suelo comprar ná, me gusta mezclarme con la gente y simplemente saludar. "¿Cómo está tu padre?". "Vaya usted con Dios". "¡Ohh esta niña, qué grande!"... etc. Alternar, bromear, ver a este o a la otra... El papa Francisco lo llama "el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente (...), la intensa experiencia de ser pueblo (...), que nos llena de alegría y nos otorga identidad" (Evangelii Gaudium 268-274).
El viernes pasado, Jose Mari, que tiene un puesto de plantas y macetas, me regaló esta preciosidad de flor. Nos conocemos solo de vernos ahí en el mercata y meternos con David, pero ya la simpatía fluye. La amabilidad sencilla de las personas es apabullante. Es la elegancia que mejor rima con la pequeñez de Dios en el belén. Qué bonito ser pueblo.
Pasan los días, y a medida que la Navidad asoma, el cansancio se hace sólido en mí. Como cada año. No sé si quizá la gente lo intuye, pero el caso es que se me siembra el camino de detalles. Doy la comunión y recibo a cambio el aguinaldo en forma de caja de bombones, o aparecen en el despacho unas flores de miel, hermoseadas de cariño.
Las fatigas ajenas se me imponen, ineludibles, y más estos días. "Si pudiera dormirme y despertarme el 7 de enero, sería feliz, mirusté". A veces, como esta mañana, escucho a una persona y siento cómo su dolor se me pega a la piel, su pena me impregna, se me mete dentro, hasta el fondo del alma. Acabo extenuado.
Por la tarde, las confesiones. Primero los niños, que me desperezan la sonrisa con sus pecados sabor a chupachup y a colacao. "Me río de mis amigos... cuando se tropiezan". Luego los mayores, y siempre algún corazón abierto con poder de revitalizar mis entrañas castigadas: "Yo siento a Dios. Lo necesito como el aire que respiro, sé que nunca me abandona"... Qué buena es la gente. Qué suerte ser pueblo, y este pueblo.
Y así ha transcurrido este día. Nada especial, lo sé. Un capítulo cualquiera del tortuoso devenir de la vida, por el que me encuentro con una flor de col en el rincón más insospechado. Una seña cómplice de Dios, como si fuera mi compañero del mus: "tira palante que tengo treinta y una".
sábado, 14 de diciembre de 2013
TODOS SOMOS COMO LA MORRONGA
“No os quejéis unos de otros”, dice Santiago. Madre, como nos vayan a evaluar en
esto, vamos fritos. Anda, que si lo abreviamos: “No os quejéis…”, entonces ya nos caemos con todo el equipo. Porque
todos somos como la Morronga, nos
dedicamos a la queja y el alarido.
La Morronga era una mujer del Valle que vivía en un casumbo al pie de la calle Colón. Resulta que, cuando los zagales salían de la escuela y pasaban por su casa, la insultaban, le tiraban piedras… y ella salía encendida como un tizón a gritarles soltando por esa bica todo tipo de lindezas. Pero lo gracioso es que, los días que pasaban y no le decían nada, ella, que estaba esperando, salía a pincharles, a provocarles para iniciar la pelea verdulera. Jejeje.
¡Cuánto nos quejamos! Vivimos en una permanente insatisfacción. Y la queja es una manera de llamar la atención, de vivir centrados en nosotros, en nuestras penas. Ayer una persona me preguntó que cómo estoy, que si estoy mejor (con efecto retroactivo, porque estuve malo hace dos meses, a mediados de octubre); contesté que sí y ya ella no me dejó hablar más, porque se puso a contarme todos sus males: “pues yo, mirusté, tengo unos dolores…”. Y es que ay, nadie está peor que yo. Pobrecito…
La Palabra es una llamada a atrevernos a estar alegres, una invitación descarada a la alegría. Una alegría que no depende de nada exterior: del placer, del tener ciertas cosas… Alegría que no supone la ausencia de problemas en la vida, de tristeza y sufrimiento, que eso nadie nos lo puede quitar. Es una alegría más sólida, construida sobre roca, sostenida cuando el viento arrecia. No es resignación fatalista porque “esto es lo que hay”, sino paciencia sensible y trabajadora: “robusteced las rodillas vacilantes”. Una variedad de esperanza que está injertada de alegría, como las nectarinas, porque al final todo será “alegría perpetua; (…) Pena y aflicción se alejarán”.
¡Probemos a sonreír! Una sonrisa lo cambia todo, hagamos la prueba (no es lo mismo entrar en la frutería sonriendo que con “cara de vinagre”, como dice el Papa, jaja). Tenemos razones más que de sobra, “lo que estáis viendo: los ciegos ven, los cojos andan…”. La sonrisa se nutre de los elementos luminosos y positivos de la realidad, que los hay, y muchos. Siempre podemos encontrarlos…
“Me acuerdo de la historia de un prisionero del nazismo. El pobre hombre era torturado todos los días. Un día lo cambiaron de celda. En la nueva celda había una claraboya, por la que podía ver un pedazo de azul durante el día, y algunas estrellas por la noche. El hombre quedó extasiado y escribió a los suyos sobre esa gran suerte.
Recuerdo que leí una novela sobre un prisionero en un campo de concentración soviético, en Siberia. El pobre hombre era despertado a las cuatro de la mañana; le daban un pedazo de pan. Él pensó: "Es mejor guardar un poco de este pan, porque puedo necesitarlo por la noche. No puedo dormir de tanta hambre. Si como de noche, tal vez duerma. Después de trabajar todo el día, se echó en la cama, con el cobertor que apenas lo abrigaba y pensó: "Hoy fue .un buen día. Hoy no tuve que trabajar en el viento helado. Y esta noche, si me despierto con hambre, tengo un pedazo de pan, me lo como y duermo bien." (Tony de Mello)
Estamos rodeados de pequeñas señales de que el Señor está en la vida de cada día y la sostiene en sus manos, no va a la deriva. Él trabaja en la realidad, Él obra en ti y en mí, nos hace madurar, nos prepara. Así que confiemos, dejémonos llevar, tranquilos y contentos. Que Él “viene en persona”; llegará, como las “lluvias tardías”, pero vendrá a borrar todas las lágrimas. No nos quejemos y sonriamos como las embarazadas cumplías porque estamos a punto de contemplar el rostro precioso de un bebé.
La Morronga era una mujer del Valle que vivía en un casumbo al pie de la calle Colón. Resulta que, cuando los zagales salían de la escuela y pasaban por su casa, la insultaban, le tiraban piedras… y ella salía encendida como un tizón a gritarles soltando por esa bica todo tipo de lindezas. Pero lo gracioso es que, los días que pasaban y no le decían nada, ella, que estaba esperando, salía a pincharles, a provocarles para iniciar la pelea verdulera. Jejeje.
¡Cuánto nos quejamos! Vivimos en una permanente insatisfacción. Y la queja es una manera de llamar la atención, de vivir centrados en nosotros, en nuestras penas. Ayer una persona me preguntó que cómo estoy, que si estoy mejor (con efecto retroactivo, porque estuve malo hace dos meses, a mediados de octubre); contesté que sí y ya ella no me dejó hablar más, porque se puso a contarme todos sus males: “pues yo, mirusté, tengo unos dolores…”. Y es que ay, nadie está peor que yo. Pobrecito…
La Palabra es una llamada a atrevernos a estar alegres, una invitación descarada a la alegría. Una alegría que no depende de nada exterior: del placer, del tener ciertas cosas… Alegría que no supone la ausencia de problemas en la vida, de tristeza y sufrimiento, que eso nadie nos lo puede quitar. Es una alegría más sólida, construida sobre roca, sostenida cuando el viento arrecia. No es resignación fatalista porque “esto es lo que hay”, sino paciencia sensible y trabajadora: “robusteced las rodillas vacilantes”. Una variedad de esperanza que está injertada de alegría, como las nectarinas, porque al final todo será “alegría perpetua; (…) Pena y aflicción se alejarán”.
¡Probemos a sonreír! Una sonrisa lo cambia todo, hagamos la prueba (no es lo mismo entrar en la frutería sonriendo que con “cara de vinagre”, como dice el Papa, jaja). Tenemos razones más que de sobra, “lo que estáis viendo: los ciegos ven, los cojos andan…”. La sonrisa se nutre de los elementos luminosos y positivos de la realidad, que los hay, y muchos. Siempre podemos encontrarlos…
“Me acuerdo de la historia de un prisionero del nazismo. El pobre hombre era torturado todos los días. Un día lo cambiaron de celda. En la nueva celda había una claraboya, por la que podía ver un pedazo de azul durante el día, y algunas estrellas por la noche. El hombre quedó extasiado y escribió a los suyos sobre esa gran suerte.
Recuerdo que leí una novela sobre un prisionero en un campo de concentración soviético, en Siberia. El pobre hombre era despertado a las cuatro de la mañana; le daban un pedazo de pan. Él pensó: "Es mejor guardar un poco de este pan, porque puedo necesitarlo por la noche. No puedo dormir de tanta hambre. Si como de noche, tal vez duerma. Después de trabajar todo el día, se echó en la cama, con el cobertor que apenas lo abrigaba y pensó: "Hoy fue .un buen día. Hoy no tuve que trabajar en el viento helado. Y esta noche, si me despierto con hambre, tengo un pedazo de pan, me lo como y duermo bien." (Tony de Mello)
Estamos rodeados de pequeñas señales de que el Señor está en la vida de cada día y la sostiene en sus manos, no va a la deriva. Él trabaja en la realidad, Él obra en ti y en mí, nos hace madurar, nos prepara. Así que confiemos, dejémonos llevar, tranquilos y contentos. Que Él “viene en persona”; llegará, como las “lluvias tardías”, pero vendrá a borrar todas las lágrimas. No nos quejemos y sonriamos como las embarazadas cumplías porque estamos a punto de contemplar el rostro precioso de un bebé.
lunes, 9 de diciembre de 2013
GOLPES DE MIS SOBRINOS III
Mi sobrina Pilar es muy lista. Llego el otro día y me la encuentro leyendo un cuento sobre Jesús (que probablemente le habrá traído el rey Baltasar...). "Explícamelo, tito". Lo vamos viendo y llegamos a la pasión: "¿Qué es crucificar?" (ay madre). "Es que eran muy bestias -le digo- y les clavaban en un tronco, etc.". Paso la página y me doy cuenta de que menos mal que viene la resurrección, y se ve en el dibujo al ángel anunciándosela a las mujeres. Alivio inexistente:
- "¿Y qué quiere decir que Jesús ha resucitado?". Jejeje.
- "Pues mira, que aunque había muerto, Dios le ha devuelto la vida y ya no muere más".
(Me mira fijamente en silencio)
- "Y eso le pasa solo a Jesús?"
- Noooo hija, eso nos pasa a todos.
(Otra pausa procesando información)
- "Pues no, tito, porque mi bisabuela se murió y yo no la veo por aquí".
- "Claro, porque Dios nos resucita pero aquí no, en la vida eterna".
- "¡ME LO TEMÍA!"
Jajajajaja!!! Tiene 6 años.
Muy graciosa, pero su primo Guille, a sus 7 años, es un profesional de la muerte, como lo era su madre. Ella cuenta que iban andando camino del cole y de repente le suelta:
- "Mamá, ¿cuántos años te quedan de vida?"
Jeje. Por la tarde, en casa, está en el baño y vuelve a la carga: "Pero mamá, los científicos inventarán algo para que no nos muramos, ¿no?". Yo me escachurro.
Y es que no hay peor cuña que la de la misma madera. Que se lo pregunten a mi hermana Mª Elena con su hijo Carlos. Ella, que es tan radical, siempre les está dando la castaña con "made in China" a los niños y a mi cuñao, "que hay que ver, que los chinos invaden el mercado, que esas cosas las fabrican seguramente niños que no pueden estudiar, y además son productos de malísima calidad", etc. etc. etc. Vamos, como para explotarte la cabeza, y lo digo por experiencia propia, que nos llevamos año y medio ¿eh?
Por lo visto la semana pasada a la madre se le metió en la cabeza comprarle a Carlete unas zapatillas que fueran medio zapatos, para ir un poco más arreglao. El niño no quería, y ella erre que erre, ahí, sin piedad, intentando convencerlo. Hasta que fue y le compró las zapatillas de vestir... en una tienda de chinos. Mi sobrino, de 9 años, las ve y dice:
- "Que sepas que son horrorosas. Y además de horrorosas, ¡HECHAS EN CHINA! ¡Usas a los chinos para lo que te interesa!
Me lo imagino: es igualito que su madre. Jejejeje.
- "¿Y qué quiere decir que Jesús ha resucitado?". Jejeje.
- "Pues mira, que aunque había muerto, Dios le ha devuelto la vida y ya no muere más".
(Me mira fijamente en silencio)
- "Y eso le pasa solo a Jesús?"
- Noooo hija, eso nos pasa a todos.
(Otra pausa procesando información)
- "Pues no, tito, porque mi bisabuela se murió y yo no la veo por aquí".
- "Claro, porque Dios nos resucita pero aquí no, en la vida eterna".
- "¡ME LO TEMÍA!"
Jajajajaja!!! Tiene 6 años.
Muy graciosa, pero su primo Guille, a sus 7 años, es un profesional de la muerte, como lo era su madre. Ella cuenta que iban andando camino del cole y de repente le suelta:
- "Mamá, ¿cuántos años te quedan de vida?"
Jeje. Por la tarde, en casa, está en el baño y vuelve a la carga: "Pero mamá, los científicos inventarán algo para que no nos muramos, ¿no?". Yo me escachurro.
Y es que no hay peor cuña que la de la misma madera. Que se lo pregunten a mi hermana Mª Elena con su hijo Carlos. Ella, que es tan radical, siempre les está dando la castaña con "made in China" a los niños y a mi cuñao, "que hay que ver, que los chinos invaden el mercado, que esas cosas las fabrican seguramente niños que no pueden estudiar, y además son productos de malísima calidad", etc. etc. etc. Vamos, como para explotarte la cabeza, y lo digo por experiencia propia, que nos llevamos año y medio ¿eh?
Por lo visto la semana pasada a la madre se le metió en la cabeza comprarle a Carlete unas zapatillas que fueran medio zapatos, para ir un poco más arreglao. El niño no quería, y ella erre que erre, ahí, sin piedad, intentando convencerlo. Hasta que fue y le compró las zapatillas de vestir... en una tienda de chinos. Mi sobrino, de 9 años, las ve y dice:
- "Que sepas que son horrorosas. Y además de horrorosas, ¡HECHAS EN CHINA! ¡Usas a los chinos para lo que te interesa!
Me lo imagino: es igualito que su madre. Jejejeje.
miércoles, 4 de diciembre de 2013
¿QUÉ TIENE QUE VER PLANCHAR CON LA CORRESPONSABILIDAD DE LOS LAICOS?
Sí, ya sé que no es muy glamuroso, pero esto es lo que se ve la mitad de los días en la puerta del cura de Santa Ana, cuando el sol se decide a rociar un poquito de su yesca en la parte delantera de mi casa, calle el Cuerno, 14 (que no 16). Más o menos a la hora del vermú.
Mi vecina Josefita es la que habitualmente orea mi colada en su terraza y su doblao, pero se ha puesto una rodilla nueva y está en el dique seco, así que he descubierto que secar la ropa es una cuestión de ingenio y de perseverancia. Como tantas otras cosas en la vida. Hay que ir rastreando una mijina de sol y buscando fuentes domésticas de calor: calzoncillos bronceándose, el tendedero portátil en la entrada, calcetines tostaditos al brasero, toallas ante estufas o radiadores... Esta rectoría tiene que parecer un mercadillo después de un chaparrón.
¡Qué días de frío, madre! Es horroroso. Para estar por casa, te pones el pijama con un chándal y la bata encima. El aceite se vuelve impracticable, se congela y tapona la boquilla del porrón con un carámbano; si vas untar galletas, al bote de Nocilla hay que trabajarlo con escoplo, sacar pegotes y meterlos en el microondas. Descongelar la comida es otro drama que también entra en el circuito textil: hay que traer el taper al salón, porque la cocina está a menudo a menos temperatura que los 5 grados del frigo, y no es broma (que se lo pregunten a Manolo Alegre). Y al terminar de ducharme, saco una mano por una rendija que abro en la mampara, agarro la toalla y me seco dentro, con los dientes acompañando sevillanas a pesar de que el calefactor está a toda marcha. Ay, qué fresquito es mi pueblo.
Otra experiencia totalmente choc es la plancha: como de eso se encargaba también Josefita, resulta que llevo dos meses en los que he planchado más que en los 43 años anteriores. Y oyes, le estoy cogiendo el truquillo, eeeh? Las camisas me imponían porque, cuando me había visto en el trance de planchar alguna, había echado media tarde y había acabado con los riñones aplastaos. Pero ahora, fiuuuuuuu, plancho como quien come pipas, mientras hablo con mi madre por teléfono o preparo la homilía del domingo. Y la camisas me quedan... que no se ven debajo del jersey.
Digo yo que será por la práctica, aprendemos a base de repetir. Esa es la pedagogía de los Ejercicios. Y eso le servirá, ahora que lo pienso, a la gente de mis parroquias. Si yo, con lo torpe que soy, plancho ahora con los ojos cerrados, los laicos de aquí pueden coordinar sectores completos de la pastoral, preparar reuniones y celebraciones, acompañar a los padres y padrinos, etc. Al principio cuesta un poco lanzarse, pero luego, por el camino, vamos adquiriendo destrezas, aprendemos equivocándonos, ensayando y atreviéndonos. La necesidad nos apremia y la vida, con sus repeticiones, nos capacita.
Se lo voy a cascar en la siguiente reunión: ¿qué tienen que ver el frío, secar la ropa, la plancha y la corresponsabilidad de los laicos en la misión? ¿Eeeeeh?
domingo, 1 de diciembre de 2013
SEAMOS ESPERANZA
Así me ha quedado la homilía del primer domingo de Adviento. Por si sirve.
Tenemos atrofiada la esperanza. La vida nos la han convertido en un paraíso artificial del consumo, del botón, de la satisfacción inmediata, del zapping, de la evasión… Es una vida futboleizada, perdida en historias sin importancia que nos distraen y nos domestican el corazón.
Es una distracción que a menudo lleva a la tristeza, a la vaciedad, a vivir la vida como “porque sí”, “porque toca”, conformándose uno con sobrevivir, que no es poco “con la que está cayendo”. ¿Quién se atreve a intentar decididamente ser feliz y no solo “ir tirando” y salir del paso como se pueda?
Nuestra fe es el anuncio de la salvación. Un anuncio sólido, sin paliativos, sin dudas: “el día se echa encima”. Podemos atrevernos a soñar. Aquello que más deseamos: que podamos ser hermanos, que haya paz, que no exista la pobreza, que todo ser humano sea feliz, sin lágrimas ni dolor, eso, todo eso, es posible y será realidad. Todo será nuevo y distinto. Aunque nos parezca increíble, aunque temamos la maldad del ser humano, la luz llegará, las espadas se transformarán en arados. Es más, ya está aquí: “el día se echa encima”.
“La esperanza se construye silenciosamente por las zonas de penumbra”, dice García Roca. Está despuntando el día. Hay mucha oscuridad todavía, pero el caminante sabe que la salida del sol es imparable. Y es necesario reconocer las señales del amanecer (“Daos cuenta del momento en que vivís”):
- el cuidado amoroso de tantos hijos a sus padres y familiares ancianos sin cobrar…
- los jóvenes que se levantan cada mañana para ir al instituto o a la universidad y luego se queman las cejas estudiando…
- las madres que se dejan la vida todo el día de aquí para allá, por su familia, por sus hijos…
- los trabajadores que luchan por defender los derechos de sus compañeros, y no solo los propios
- quienes, en medio de una tragedia o una catástrofe, son héroes que se entregan y salvan vidas…
- los que, sin hacer ruido, en el anonimato de cada día, quieren a los demás y les sirven…
…
Está abriendo el día. Pero hemos de coscarnos, de darnos cuenta de ello. Para que la corriente de pesimismo no nos arrastre. Para recargar la esperanza en nosotros. Para hacernos hermano en esperanza para los demás, compañero de esperanza en este camino que es vivir.
Y no depende de qué o cuánto hagamos (dos moliendo juntas…), sino de cómo seamos: forjar arados con las espadas es una tarea lenta, pequeña, constante, una artesanía de todos los días, y se hace con la sonrisa, con el cariño, con la acogida del otro, con el perdón. No hace falta irse de misionero ni “dejarse quemar vivo”, basta con tocar cada día la canción de nuestra propia vida con dulzura, con atención, con delicadeza. Es ser guitarra que acompaña el canto de mis hermanos, que lo sostiene y lo realza, con generosidad. Es ser la melodía que posibilita la llegada del Señor, el Reino aquí y ahora.
¡Saquemos la sonrisa y ánimo! ¡Feliz adviento! Todo será nuevo y distinto. ¡Confiemos! Aunque nos parece increíble, pero es que ya está sucediendo: el día se echa encima. Marchemos con alegría y seamos esperanza.
Tenemos atrofiada la esperanza. La vida nos la han convertido en un paraíso artificial del consumo, del botón, de la satisfacción inmediata, del zapping, de la evasión… Es una vida futboleizada, perdida en historias sin importancia que nos distraen y nos domestican el corazón.
Es una distracción que a menudo lleva a la tristeza, a la vaciedad, a vivir la vida como “porque sí”, “porque toca”, conformándose uno con sobrevivir, que no es poco “con la que está cayendo”. ¿Quién se atreve a intentar decididamente ser feliz y no solo “ir tirando” y salir del paso como se pueda?
Nuestra fe es el anuncio de la salvación. Un anuncio sólido, sin paliativos, sin dudas: “el día se echa encima”. Podemos atrevernos a soñar. Aquello que más deseamos: que podamos ser hermanos, que haya paz, que no exista la pobreza, que todo ser humano sea feliz, sin lágrimas ni dolor, eso, todo eso, es posible y será realidad. Todo será nuevo y distinto. Aunque nos parezca increíble, aunque temamos la maldad del ser humano, la luz llegará, las espadas se transformarán en arados. Es más, ya está aquí: “el día se echa encima”.
“La esperanza se construye silenciosamente por las zonas de penumbra”, dice García Roca. Está despuntando el día. Hay mucha oscuridad todavía, pero el caminante sabe que la salida del sol es imparable. Y es necesario reconocer las señales del amanecer (“Daos cuenta del momento en que vivís”):
- el cuidado amoroso de tantos hijos a sus padres y familiares ancianos sin cobrar…
- los jóvenes que se levantan cada mañana para ir al instituto o a la universidad y luego se queman las cejas estudiando…
- las madres que se dejan la vida todo el día de aquí para allá, por su familia, por sus hijos…
- los trabajadores que luchan por defender los derechos de sus compañeros, y no solo los propios
- quienes, en medio de una tragedia o una catástrofe, son héroes que se entregan y salvan vidas…
- los que, sin hacer ruido, en el anonimato de cada día, quieren a los demás y les sirven…
…
Está abriendo el día. Pero hemos de coscarnos, de darnos cuenta de ello. Para que la corriente de pesimismo no nos arrastre. Para recargar la esperanza en nosotros. Para hacernos hermano en esperanza para los demás, compañero de esperanza en este camino que es vivir.
Y no depende de qué o cuánto hagamos (dos moliendo juntas…), sino de cómo seamos: forjar arados con las espadas es una tarea lenta, pequeña, constante, una artesanía de todos los días, y se hace con la sonrisa, con el cariño, con la acogida del otro, con el perdón. No hace falta irse de misionero ni “dejarse quemar vivo”, basta con tocar cada día la canción de nuestra propia vida con dulzura, con atención, con delicadeza. Es ser guitarra que acompaña el canto de mis hermanos, que lo sostiene y lo realza, con generosidad. Es ser la melodía que posibilita la llegada del Señor, el Reino aquí y ahora.
¡Saquemos la sonrisa y ánimo! ¡Feliz adviento! Todo será nuevo y distinto. ¡Confiemos! Aunque nos parece increíble, pero es que ya está sucediendo: el día se echa encima. Marchemos con alegría y seamos esperanza.
jueves, 28 de noviembre de 2013
QUÉDATE CON LAS ALAS
1
Quédate con las inútiles, las estúpidas alas.
Pon barro en mis pies:barro para beber el vino de las cantinas,
barro para correr jugando con los niños.
Barro que haga más lento y humano
mi paso.
Si pones barro en mi lengua
serán mis palabras
de corazón y de hierbabuena.
Y llenando de barro mis manos
las harás compasivas, dulces, amigables.
Ten, anda, quédate las alas.
Para un ángel lento,
para una niña traviesa,
o para un rey mago que lleva siempre
tarde los regalos.
A mí ya no me sirven.
A mí dame barro: siempre barro.
2
Quédate las inútiles, las estúpidas alas.
¿Para qué me las diste,si en las sombras no saben agitarse
y se me enredan en el humo?
En las esquinas me hacen tropezar,
en las encrucijadas
se embarran fácilmente;
y es imposible vislumbrar el sol
cuando se agitan.
Quítamelas: quédatelas:
no puedo ir donde quisiera,
en las estrechas calles del cariño
me paran los geranios;
en las amplias soleadas plazas
asustan el juego de los niños.
Tú me las diste: tenlas ahora para ti.
Yo prefiero ir más despacio: prefiero ir.
Quédate las inútiles, las estúpidas alas.
¿Para qué estos mundostraslúcidos, lentos, dormidos, agazapados?
¿Para qué la mariposa blanca
endulzando mis caminos y mis sombras?
¿Para qué las respuestas
si jamás escucho las preguntas?
Anda, ten, ten, ten tus estúpidas, tus torpes alas.
Me corren mil alacranes de hielo
la sangre y el recuerdo entristecido;
se vuelven zapatos rotos mis manos,
me cansa el eco de los mares desatados,
se me disfraza el alma de girasol,
busco en vano al que fui, al que era,
al niño que rompió un día todos los versos.
¡Ah, me cansan estas alas,
este supuesto don de llorar
desde el hermoso pozo de las dudas!
¡Ah, líbrame, líbrame,
aparta de mí este trago imposible!
Que sea libre mi paso.
Así, así, sin la cadena de la desolación helada.
domingo, 24 de noviembre de 2013
¡OLE POR JOSÉ Mª GIL TAMAYO!
El día de fin de pontificado de Benedicto XVI, pasaba yo aquella tarde por mi casa. Al llegar, mis padres estaban siguiendo el acontecimiento por el canal eclesiástico y la retransmisión me pareció realmente intragable: comentarios de relleno, bromas tontas entre los comentaristas, etc. Cuando vi al cura-presentador coger el IPad y ponerse a grabar al helicóptero papal en medio de aquella verborrea insulsa, entre abochornado y molesto sugerí cambiar de canal. Mi padre pasó a la 1 y aparecieron Ana Blanco, Marcos López... y José Mª Gil. Y yo pasé de la vergüenza ajena a una mezcla de orgullo, admiración y alegría. Que todavía hoy siento.
"Vaya diferencia" - dijo mamá. "¡Es de nuestra diócesis!" - dije yo. En Mérida-Badajoz estamos contentos como truchos. Toda la semana, en encuentros varios con compañeros, en grupos de whatsapp, nos felicitamos. El jueves interrumpimos la reunión arciprestal para ver la primera comparecencia ante los medios de José Mª. Cuando acabó dijimos: "¡Magnífico!". Y esta mañana igual, en una sesión extraordinaria del Consejo del Presbiterio. José Mª parece tener la rara cualidad de caer bien a todo el mundo: a los de Oxford, a los de Cambridge y a los del Atleti.
Quizá es porque se mezcla bien y no va por ahí de divo. Aunque nos hemos tratado poco, sabe mi nombre y me saluda. La semana pasada, en las jornadas diocesanas de formación permanente, comenzábamos una reunión de grupo con alguna protesta bromista sobre las preguntas: "Fffff... Madre, qué difícil... A ver qué respondemos". Entonces entró él y se oyó una voz: "¡Estamos salvados! Poned lo que diga D. José Mª!". Jejejejeje.
El día de la salida de Francisco a la logia, también estaba allí con los presentadores de TVE (claro). Mientras el nuevo papa se llamaba obispo de Roma y se inclinaba pidiendo que rezasen por él, me imagino a José Mª conteniendo la emoción y revisando notas, de manera que al momento pudo dar los primeros datos de Jorge Mario Bergoglio. Eso es reflejo periodístico.
Y la rueda de prensa de ayer lo confirma. Este hombre se conduce con una inteligente habilidad, maniobra con elegancia entre preguntas no confortables, sin una nota estridente. Dice lo que probablemente tú o yo querríamos decir, pero no nos saldría así de bien. Se nota que conoce la plaza. No creo que tenga cosquillas que buscarle. Un hombre de mundo, suave, penetrante, que luchará por ser transparente. Y lo será sonriendo, con amabilidad... ¿hay otra manera de dar una buena noticia?
¡Enhorabuena, José Mª! Va a ser un placer ver a un compañero ser el rostro de los obispos españoles. Al papa lo eligieron por ser quien es y para que sea quien es. Eso es lo que te deseo: que seas tú mismo. Así serás feliz en esta aventura que comienzas y todos estaremos más tranquilos.
jueves, 21 de noviembre de 2013
ACARÍCIAME
Antes de terminar de leerlo, sabía que este poema es de Tagore. Destila una belleza que endulza de serenidad mis instantes. Una maravilla.
Vengo a Ti para que me acaricies
antes de comenzar el día.
Que tus ojos se posen
un momento sobre mis ojos.
Que acuda a mi trabajo sabiendo
que me acompañas, Amigo mío.
¡Pon tu música en mí
mientras atravieso el desierto del ruido!
Que el destello de tu Amor
bese las cumbres de mis pensamientos
y se detenga en el valle de la vida,
donde madura la cosecha.
antes de comenzar el día.
Que tus ojos se posen
un momento sobre mis ojos.
Que acuda a mi trabajo sabiendo
que me acompañas, Amigo mío.
¡Pon tu música en mí
mientras atravieso el desierto del ruido!
Que el destello de tu Amor
bese las cumbres de mis pensamientos
y se detenga en el valle de la vida,
donde madura la cosecha.
Rabindranath Tagore
viernes, 15 de noviembre de 2013
INTENTO DE INFLUIR EN EL ÁRBITRO DE LA ACERÍA
Ayer, en un grupo de Confirmación, trabajando con el cuento del buen samaritano, planteo la pregunta: "¿Quiénes son los heridos de hoy?". Inmediatamente los muchachos contestan: "Los que van a despedir en Gallardo". (Ya estáis preparados para confirmaros - pensé).
Así que esta mañana, muy temprano, me he lanzado sobre el Hoy digital (http://www.hoy.es/v/20131114/regional/gallardo-mantiene-siderurgica-solo-20131114.html) a ver qué novedades había en el entuerto, y he descubierto con alivio que la empresa y la plantilla aceptan la mediación de un árbitro que resolverá el conflicto y cuya decisión será de obligado cumplimiento para ambas partes. El plan de viabilidad de la empresa incluye el despido de 117 trabajadores con una indemnización de 30 días de salario por año de servicio, más reducción salarial de entre el 4 y el 25% para los que se queden; la plantilla acepta rebajarse los sueldos pero rechaza los despidos y propone en cambio un programa de bajas voluntarias. El atasco de la situación amenaza con provocar el cierre de la acería, lo que significaría la liquidación de 532 empleos, un auténtico tifón que arrasaría socioeconómicamente nuestra comarca.
El empresario ha hecho un gesto que le honra; los obreros también. Ahora solo falta que el árbitro esté a la altura y se pueda llegar a una solución satisfactoria. Señor árbitro: quiero pedirle desde aquí, humildemente, que dirija este encuentro como técnico pero también como ser humano, que ponga en juego sus conocimientos y también sus sentimientos, su capacidad de empatizar.
La compañía ha rechazado hasta el momento la contraoferta de la plantilla porque "no hay más fondos para mejorar las condiciones de las bajas incentivadas"... ¿Se ha coscado usted, Sr. árbitro, de que, al aceptar su concurso, la empresa reconoce -sin decirlo- que sí que hay recursos suficientes? Dese usted cuenta de que no se pueden poner en el mismo plano los derechos del empresario y los de los empleados. Unos luchan para que la factoría, en la lógica capitalista, sea sostenible, o sea que no se pierda dinero y se pueda más adelante generar riqueza; los otros intentan salvar desesperadamente su pequeño bienestar, sacar adelante a su familia, poder afrontar al día siguiente el pago de la hipoteca, etc. No es lo mismo, citando a Alejandro Sanz.
Sr. árbitro, por favor, le pido que no sea injusto, pero sea parcial en la dirección correcta. No vaya a pasar como en la Liga, en que se favorece a los ricos y siempre se pita a favor del Madrid y del Barcelona para seguir haciendo negocio. No sea usted de acero, tenga entraña y corazón como el Dios bíblico, que se pone a favor del débil sin por ello perjudicar al fuerte, y que deja que cada cual cargue solo con lo que puede soportar.
Por desgracia, de to la vida ocurre que, para que los poderosos puedan seguir sentados en su sillón, los pobres tienen que morir. Esa es la historia de Jesús. Si el grupo Gallardo ingresa algún millón menos, que sea por no condenar a un montón de gente al paro y a la inseguridad. Así se podrán seguir teniendo mantos o joyas de imágenes sin traicionar al Evangelio. Porque lo que Dios quiere es que la persona humana viva, mientras que, como dice el texto de este domingo, templos, fábricas... "todo será destruido" (Lc 21, 6).
lunes, 11 de noviembre de 2013
CÓMO ESTÁN LAS CABEZAS...
"Para un cura, no hay nada mejor que estar con jóvenes" - dijo Álvaro Chordi. Recuerdo perfectamente el momento, el lugar y hasta la cara que ponía. Y yo seguro que asentí, porque no puedo estar más de acuerdo. Luego habló de que ellos te rejuvenecen, te desnudan, te obligan a repensar la fe y a decirla de manera nueva cada día. Y es así (bueno, lo de desnudar en sentido figurado ehhhh?).
La imagen es del grupo que se confirmó en mi pueblo, Santa Ana, el sábado pasado. Pero podría ser de otros años anteriores, por parecida: sonrisas, felicidad, el vicario Manolo Alegre, el color rojo del Espíritu Santo... Y ahora es cuando llega lo realmente importante: ¿querréis, muchachos, dar un paso adelante y empezar a hacer vida y acción el seguimiento de Jesús al que os habéis comprometido?
Han sido unos años estupendos, una gente salaísima, una experiencia de grupo bacan, que dirían en el Perú.. Nos llevamos de maravilla, nos han enriquecido a su catequista y a mí que ni se lo imaginan, hemos disfrutado de la complicidad, las bromas... Me entran las siete cosas al pensar que a lo peor se ha terminado y que lo de la Confirmación es algo puntual. Ay, madre.
Les pedí que escribieran a su párroco una carta expresando que se quieren confirmar y por qué, cuáles son sus sentimientos en un momento así. A pesar de que me meto con ellos y les digo que las cabezas están flotando, copio y pego un párrafo de cada uno; se comentan solos:
"Desde que hice la comunión me estoy preparando para la Confirmación; han sido unos años muy intensos y divertidos junto a mis compañeros y mis catequistas, ha habido días de pasártelo muy bien y educativos".
"Aunque no vaya mucho a misa, creo en Dios. Pero también tengo que mencionar la catequesis, en la que te ayudan a realizarte como persona, cuentan tus opiniones, aportas ideas al grupo y sobre todo te respetan".
"Todo esto me ha servido para darme cuenta de muchas cosas... que hay que ser una buena persona contigo mismo y con los demás".
"Veo cómo me ha hecho cambiar la etapa de confirmación, me voy haciendo mayor, tengo una manera diferente de pensar, de actuar, una mayor responsabilidad, y cuando escribo esta carta me doy cuenta de cómo he cambiado y cómo he crecido".
"Bueno César, tengo que despedirme y darte las gracias por todo, por intentar resolver dudas, por hacernos reír y por tu paciencia".
"Te vuelvo a dar gracias por apoyarnos, enseñarnos y demostrarnos cómo vivir y ser como Jesús".
"Me gustaría decirte, César, que además de ser un párroco para mí has sido un amigo".
Muchachos: ¿me vais a privar de vuestra compañía? Tened un poco de compasión, hombre, que os necesito... Y venid el viernes a las 6 a la parroquia, y entre todos nos inventaremos por dónde ir, cómo hacer para seguir creciendo tras los pasos de Jesús... juntos.
jueves, 7 de noviembre de 2013
7 DE NOVIEMBRE
Para mí es un día emborronado de tristeza en el calendario. Nunca olvidaré aquel dolor, que jamás he vuelto a sentir desde entonces, esa amargura, esa indefensión... Porque aquel 7 de noviembre de 1995 perdimos a José Antonio.
José Antonio Rodríguez Bejerano (apellido que siempre confundían con Bejarano) llegó un día a Sanlúcar, a visitar a aquellos novicios salesianos, y mi vida no ha vuelto a ser la misma. Recuerdo cómo nos habló de Togo, de la misión, de Don Bosco... Me marcó en misionero. La onda expansiva que sus palabras y sus diapositivas produjeron en mis ojos jóvenes sigue vibrando hasta hoy, 22 años después.
Algo más tarde, en mis veranos en África, pude intimar más. Tuve el privilegio de patear con él Kara y sus alrededores, pero sobre todo conocí al père Antonio en su trato con los jóvenes. Recién llegado a Togo, había ido a buscar a los chavales del mercado, muchachos miserables, venidos de los pueblos, que sobrevivían como podían descargando sacos o robando aquí y allá. Se quedó muchas noches a dormir con ellos y como ellos, al raso, para ganarse su confianza. A partir de ahí, desbordante de carisma misionero, Antonio creó un auténtico imperio salesiano de servicio a los jóvenes más pobres.
La experiencia de Don Bosco de Kara me entusiasmó. Antonio era el alma de aquello, el loco que imaginaba, buscaba financiaciones, batallaba, movilizaba, trabajaba por encima de sus fuerzas. Era impresionante cómo cada chaval creía que era su favorito; yo mismo me sentí siempre querido por él de manera singular. Recuerdo que, cuando me presentaba, decía: "éste es César, un salesiano de aquí que tenemos estudiando en España hasta que sea cura y regrese a casa". Jajaja, qué genio.
Era un hombre de gran libertad, que esquivaba las estructuras inventando caminos nuevos y originales. Estaba convencido de que hay que estar cambiando siempre para responder a las necesidades de los jóvenes, de cada persona en particular. Fue un fundador de casas y misiones, pero decía que, pasado un tiempo prudencial, hay que saber retirarse para evitar que las cosas acaben dependiendo de alguien concreto, por muy excepcional que sea.
Como se pasaba habitualmente de la raya y no sabía descansar, eso le minó la salud. El paludismo traicionero le atacó a los riñones y, después de varios avisos, lo repatriaron a finales de aquel mes de octubre. Desde su ingreso en el Virgen del Rocío de Sevilla, los médicos dijeron que no había nada que hacer, su hígado estaba envenenado y deshecho. Apenas tenía 41 años.Todos los días, cuando salía de la facultad de química, cruzaba la avenida de la Palmera y me pasaba por el hospital a escuchar noticias cada vez más oscuras. No quise verlo, pensé que prefería recordarlo tal como era, y no postrado e inconsciente. Hasta que aquel 7 de noviembre, al llegar, no vi a nadie; nervioso, sin paciencia para esperar al C-4, cogí un taxi que me acercaba a lo que temía y sabía.
Llevaron a Kara un mechón de sus cabellos y una uña para que allí sus jóvenes celebraran su entierro, y bailaron junto a una hoguera cantando un estribillo que pedía a Dios que "el fuego que prendió el corazón del padre Antonio, prenda para siempre en nuestros corazones". Con su instinto educador, era capaz de ver en el joven lo que aún no es pero puede llegar a ser. Él siempre creyó en mí. Me dijo una vez que el misionero tiene que estar dispuesto a que Dios le apee de la burra. Hoy lloro con algunos costalazos menuos en mi curriculum, pero me dispongo a honrar su memoria sintiendo algo de su pasión y pretendiendo un reflejo de su entrega. Sé que estará orgulloso, lo noto en el cosquilleo de esta llamita que me enciende el corazón.
sábado, 2 de noviembre de 2013
UN INESPERADO COMPAÑERO DE TUMBA
El otro día, en el entierro de su tía Amalia en Valle de Matamoros, Josefa me contó en un momento una historia pequeña y maravillosa, de esas que te reconcilian con la vida. Hoy la he llamado a Valencia para que me la contase con más detalle, y he vuelto a sonreír a manos llenas.
Resulta que Amalia, mujer de las fieles fieles de la parroquia, era en realidad la esposa del hermano de su madre, Cecilio. Ella, y supongo que también él, sufrieron tiempo a causa de que los hijos no vinieron. Cecilio era albañil, y un día, probablemente trabajando en el cementerio, encontró una calavera chiquitita, de un niño pequeño. Debía ser de los muchos restos antiguos que hay en los camposantos, de sepulturas en tierra o fosas comunes de la época de la guerra, o vaya usted a saber de cuándo. Me imagino a Cecilio sosteniendo en su mano fuerte y callosa lo que fue el rostro delicado de un zagalito. O zagalita.
Él ya se había hecho su hueco, en el que reposar con su mujer, claro. Así que cogió y guardó el cráneo chiquito en su propio nicho, aún por estrenar. Nadie lo vería enterrar a ese niño sin nombre, pero él se lo contó a Amalia un rato más tarde, a lo mejor pelando una naranja de postre. Y me figuro que ella se estremecería de amor por su compañero, por su ocurrencia de discreta ternura.
Murió después Cecilio. No sé cuánto tiempo después. En su nicho le esperaba la calaverita, seguro que más sonriente que el primer día. Y pasaron veintiséis años. Una eternidad de agradecimiento de un niño a un hombre generoso.
Hasta el otro día. Sacan los restos de Cecilio para preparar el hueco y poder enterrar a Amalia. Y en la operación aparece un cráneo infantil. Josefa recuerda entonces aquel hecho, que le ha oído a su madre; y me lo cuenta con los ojos encendidos mientras traen a la iglesia el cuerpo de su tía.
Por la noche, después de una jornada agotadora, contemplo el resplandor de este trozo de vida. Cada día que nuestra querida Amalia fue al Cerrito a rezarle a su marido y también oró por el descanso de aquel niño anónimo, y conociéndola lo haría con dulzura; cada flor, cada padrenuestro fue un detalle precioso de caridad, una delicada obra de misericordia.
Ella encontró de otra manera el bebé que nunca pudo tener. El chiquitín que, con su madre desde el cielo, recibió los cariños de Cecilio y Amalia y las oraciones de todos cuantos vamos allí a hacer presentes a nuestros difuntos un día como hoy. Hay que rezar siempre por aquellos que ya no tienen a nadie que rece por ellos, hay que recordar a los olvidados. Es cierto que Dios dice siempre su proyecto con renglones torcidos, pero a veces ¡qué bellos son!
Resulta que Amalia, mujer de las fieles fieles de la parroquia, era en realidad la esposa del hermano de su madre, Cecilio. Ella, y supongo que también él, sufrieron tiempo a causa de que los hijos no vinieron. Cecilio era albañil, y un día, probablemente trabajando en el cementerio, encontró una calavera chiquitita, de un niño pequeño. Debía ser de los muchos restos antiguos que hay en los camposantos, de sepulturas en tierra o fosas comunes de la época de la guerra, o vaya usted a saber de cuándo. Me imagino a Cecilio sosteniendo en su mano fuerte y callosa lo que fue el rostro delicado de un zagalito. O zagalita.
Él ya se había hecho su hueco, en el que reposar con su mujer, claro. Así que cogió y guardó el cráneo chiquito en su propio nicho, aún por estrenar. Nadie lo vería enterrar a ese niño sin nombre, pero él se lo contó a Amalia un rato más tarde, a lo mejor pelando una naranja de postre. Y me figuro que ella se estremecería de amor por su compañero, por su ocurrencia de discreta ternura.
Murió después Cecilio. No sé cuánto tiempo después. En su nicho le esperaba la calaverita, seguro que más sonriente que el primer día. Y pasaron veintiséis años. Una eternidad de agradecimiento de un niño a un hombre generoso.
Hasta el otro día. Sacan los restos de Cecilio para preparar el hueco y poder enterrar a Amalia. Y en la operación aparece un cráneo infantil. Josefa recuerda entonces aquel hecho, que le ha oído a su madre; y me lo cuenta con los ojos encendidos mientras traen a la iglesia el cuerpo de su tía.
Por la noche, después de una jornada agotadora, contemplo el resplandor de este trozo de vida. Cada día que nuestra querida Amalia fue al Cerrito a rezarle a su marido y también oró por el descanso de aquel niño anónimo, y conociéndola lo haría con dulzura; cada flor, cada padrenuestro fue un detalle precioso de caridad, una delicada obra de misericordia.
Ella encontró de otra manera el bebé que nunca pudo tener. El chiquitín que, con su madre desde el cielo, recibió los cariños de Cecilio y Amalia y las oraciones de todos cuantos vamos allí a hacer presentes a nuestros difuntos un día como hoy. Hay que rezar siempre por aquellos que ya no tienen a nadie que rece por ellos, hay que recordar a los olvidados. Es cierto que Dios dice siempre su proyecto con renglones torcidos, pero a veces ¡qué bellos son!
miércoles, 30 de octubre de 2013
DEJARSE CUIDAR CON ELEGANCIA
Le había prometido a Mª Ángeles, la "zagala" de Frasco el Colorao, que escribiría algo sobre su abuelo. Lo fui dejando, dejando... y al final lo tuve que hacer el día que lo despedimos. Lástima que él no lo pueda escuchar. Bueno, ¿cómo que no?
Sabíamos que este día tenía que llegar. Lo comentábamos muchas veces, y él también. Pero… cuando llega, cómo duele. Cuánto sentimos que la vida del abuelo, el padre, se haya apagado. Una vida larga, muy llena, muy bien vivida, una vida que sin duda ha merecido la pena.
Sabíamos que este día tenía que llegar. Lo comentábamos muchas veces, y él también. Pero… cuando llega, cómo duele. Cuánto sentimos que la vida del abuelo, el padre, se haya apagado. Una vida larga, muy llena, muy bien vivida, una vida que sin duda ha merecido la pena.
Me gustaba mucho echar un rato con Frasco. Me lo encontraba sentado en
su puerta, bajo la sombrilla, o junto al bar. Cuando me veía, abría sus ojillos
y decía: “¡hombre!”. Hablábamos de
muchos temas, de las cosas de antes pero también de la actualidad, del paro, de
hay que ver lo mal que están las cosas… Hacía sus pausas antes de hablar, y siempre
comentaba desde la perspectiva de quien ha pasado por todo, ha sufrido y
llorado, ha asistido a cambios asombrosos, ha despedido a muchos familiares y
amigos, y por tanto posee la seguridad de la experiencia. Frasco no tenía miedo
a nada y recibía cada día como un premio inesperado.
“¿Qué pinto yo aquí ya?”, me
preguntaba a veces. Delgado, de apariencia frágil pero recia, con su boina, el
rostro y las manos como troncones de vides viejas, tostados, venerables. “Pues qué va a ser, tú estás aquí para que
tu familia te cuide”. Y así ha sido. Pocas personas he conocido que se hayan puesto en
manos de los demás con tanta generosidad, sin dar ruido, con calma. "Ya nos
gustaría llegar a su edad con su salud" –decimos siempre-, pero yo preferiría,
cuando sea viejo y dependiente, saber abandonarme en los demás como él, con
buen humor y discreción. Tu padre se dejó cuidar con mucha elegancia y nos enseñó,
desde la cátedra de su bastón, que hay que saber estar y ser agradecido hasta
el último día. Eso es ser limpio de corazón. Eso es ver a Dios.
Eso es estar sano. ¡Y vaya si lo estuvo! Y repartió salud a sus
vecinos, a su familia, a los terremotos de sus bisnietos. Y lo sigues estando, Frasco,
amigo, ahora ya sin gafas de respirar ni nada, en el cielo. La próxima cerveza
nos la tomamos allí, y hasta voy a probar un peazo tocino de esos que tú te trincas antes del almuerzo.
Duele mucho y os acompaño en el sentimiento. Pero, al mismo tiempo,
enhorabuena. Él me recordaba mucho a mi abuelo; no se parecían en nada, pero yo
siento por mi abuelo lo mismo que vosotros sentís por él. Seguro que allí
arriba se han conocido ya los dos. Descansa en paz.
viernes, 25 de octubre de 2013
UN CHAPARRÓN DE SOL
Sales al jardín, caminas 50 metros y esto es lo que te encuentras:
¡Guau! Es la casa de ejercicios del Puerto de Santa María. Con semejante paisaje no hacen falta muchas charlas, pero si además tienes la suerte de que te acompañe Richard Gassis SJ, un sabio salao, el lujazo es doble. Así llevo disfrutando desde el lunes pasado.
Es una tanda de 8 días para jesuitas y algún enchufadillo como yo. La mayoría están jubilados, así que la experiencia está pensada en plan relajado: dos momentos de puntos al día, las comidas y la misa "a palo seco", sin peticiones ni homilías. Ni laudes, ni reuniones ni nada... unos días de "vacaciones con el Señor" en expresión de Richard.
Pero en silencio total. Y se respeta, ¿eh? Al principio cuesta un poco, pero luego te metes y... hasta te molesta alguna conversación susurrante en el pasillo. En el comedor ponen música de fondo y uno sigue a lo suyo, sin desparramarse. Nos pedimos el agua o la sal con gestos, pero no es difícil porque todos tienen mucha práctica.
De hecho, Richard dice que da muchas cosas por supuestas, porque este público ha hecho ejercicios mil veces. Explica los puntos contando anécdotas de la infancia en su pueblo, de su familia, nos habla de su madre, de sus hermanos... Lo hace con humor y finura, y suele terminar las frases con un "joer" muy vasco que le sale como en sordina. Rotundo pero delicado, como el bacalao al pil-pil.
Esta tarde tocaban los tres binarios, los tres tipos de personas. Un ejercicio que he hecho varias veces y que he explicado otras tantas ya. Pues nada, Dios siempre sorprende. Estaba escuchando y noté como una sacudida interior. Tomaba notas y casi me temblaba la mano. Llegué a mi cuarto y me puse a ello... Era como si de repente todas las piezas encajasen, como cuando era niño y descubría quién era el asesino en una novela de Poirot cuando quedaban 50 páginas...
Un poco después, ante el sagrario, me llenó una paz nunca antes sentida, no me salen las palabras para expresarlo. Me cambié y me fui a dar un largo paseo por la playa. Los pies en la arena y en el agua, y mi corazón volando, pero muy suave, planeando, despacito... Hasta que empezó a llover. Una cortina de agua se abrió paso entre los rayos del sol, que seguía luciendo en lo alto. Me quedaban unos metros hasta las escaleras y eché a correr, pero llegué empapado a la balconada con marquesina que hay en el jardín de la casa.
Me senté, mojado por la lluvia y el sudor, y reí mientras el sol se acostaba perezoso. Me sentí alegre y agradecido, como nunca en mi vida. Colmado por un chubasco de claridad. ¿Recuerdas, Morke, lo que hablamos el otro día? La llamada del Señor tiene para cada persona un timbre peculiar. Y hoy Diosito ha querido que mi vida sintonice su voz, y creo que jamás había saboreado una libertad así.
Exultante, paso junto a una plancha que hay en el pasillo, por si se nos arrugan las camisas... y pienso que necesitaría más bien un secador.
¡Guau! Es la casa de ejercicios del Puerto de Santa María. Con semejante paisaje no hacen falta muchas charlas, pero si además tienes la suerte de que te acompañe Richard Gassis SJ, un sabio salao, el lujazo es doble. Así llevo disfrutando desde el lunes pasado.
Es una tanda de 8 días para jesuitas y algún enchufadillo como yo. La mayoría están jubilados, así que la experiencia está pensada en plan relajado: dos momentos de puntos al día, las comidas y la misa "a palo seco", sin peticiones ni homilías. Ni laudes, ni reuniones ni nada... unos días de "vacaciones con el Señor" en expresión de Richard.
Pero en silencio total. Y se respeta, ¿eh? Al principio cuesta un poco, pero luego te metes y... hasta te molesta alguna conversación susurrante en el pasillo. En el comedor ponen música de fondo y uno sigue a lo suyo, sin desparramarse. Nos pedimos el agua o la sal con gestos, pero no es difícil porque todos tienen mucha práctica.
De hecho, Richard dice que da muchas cosas por supuestas, porque este público ha hecho ejercicios mil veces. Explica los puntos contando anécdotas de la infancia en su pueblo, de su familia, nos habla de su madre, de sus hermanos... Lo hace con humor y finura, y suele terminar las frases con un "joer" muy vasco que le sale como en sordina. Rotundo pero delicado, como el bacalao al pil-pil.
Esta tarde tocaban los tres binarios, los tres tipos de personas. Un ejercicio que he hecho varias veces y que he explicado otras tantas ya. Pues nada, Dios siempre sorprende. Estaba escuchando y noté como una sacudida interior. Tomaba notas y casi me temblaba la mano. Llegué a mi cuarto y me puse a ello... Era como si de repente todas las piezas encajasen, como cuando era niño y descubría quién era el asesino en una novela de Poirot cuando quedaban 50 páginas...
Un poco después, ante el sagrario, me llenó una paz nunca antes sentida, no me salen las palabras para expresarlo. Me cambié y me fui a dar un largo paseo por la playa. Los pies en la arena y en el agua, y mi corazón volando, pero muy suave, planeando, despacito... Hasta que empezó a llover. Una cortina de agua se abrió paso entre los rayos del sol, que seguía luciendo en lo alto. Me quedaban unos metros hasta las escaleras y eché a correr, pero llegué empapado a la balconada con marquesina que hay en el jardín de la casa.
Me senté, mojado por la lluvia y el sudor, y reí mientras el sol se acostaba perezoso. Me sentí alegre y agradecido, como nunca en mi vida. Colmado por un chubasco de claridad. ¿Recuerdas, Morke, lo que hablamos el otro día? La llamada del Señor tiene para cada persona un timbre peculiar. Y hoy Diosito ha querido que mi vida sintonice su voz, y creo que jamás había saboreado una libertad así.
Exultante, paso junto a una plancha que hay en el pasillo, por si se nos arrugan las camisas... y pienso que necesitaría más bien un secador.
miércoles, 23 de octubre de 2013
EL BLOG DE CELENDÍN
Si miráis abajo a la izquierda veréis, en la lista de blogs, el de la Parroquia de Celendín (Perú) (http://parroquiacelendin.blogspot.com.es/). Os lo recomiendo por su variedad, por el diseño y, sobre todo por el contenido. Norma y Soledad -en la foto- son su bloggers, y además suele contener, como en la última entrada, trozos de vida de Antonio Sáenz. Lo pongo porque es magnífico, porque estamos todavía bajos los efectos del DOMUND y porque habla de lo que esta semana estoy haciendo: ejercicios espirituales.
El pasado fin de semana tuvo en la parroquia un tono multicolor. Personalmente participé en una variedad de encuentros que, aunque me llevaron un poco de cabeza por la marcha de reloj, fueron enriquecedores: Reunión mensual de catequistas rurales, participación en el programa radial semanal de la parroquia “Celebrando la vida”, donde a los sacerdotes se nos invita a compartir la reflexión sobre el evangelio del domingo, visita a los grupos catequéticos de niños y adolescentes, coordinación con los animadores, reflexión con los matrimonios de Bodas de Caná sobre el Concilio Vaticano II, un entierro y varias misas más… A todo ello se unió la participación en una mañana de retiro con el grupo de Laicas Vedrunas. Sobre esto me quiero detener.
Estuvimos la mañana y parte de la tarde del domingo en Santa Rosa. El recinto de la escuela, donde hay una losa deportiva y la pequeña capilla de esa comunidad, fue nuestro lugar de desierto. 10 mujeres del grupo, laicas y religiosas, María del Pilar, la hijita de una de ellas (de las primeras, por si acaso), y yo componíamos el grupo. El tema propuesto era ahondar en la Iglesia hoy desde los valores del reino.
La acción en sí ya es positiva desde su origen. Me refiero a que eso de retirarse es no sólo bueno, sino que me atrevería a calificarlo de necesario. Nada hay más importante para la persona que su propia vida. Es el mayor tesoro que poseemos. Hay que cuidarla. Para eso es importante darle la orientación adecuada. Y para los cristianos la orientación viene marcada por una persona: Jesús de Nazaret. Conocerlo a Él “es lo mejor que nos ha pasado en nuestra vida”, dijeron los obispos en Aparecida. En coherencia con esta afirmación, necesitamos espacios que hagan posible la experiencia de encuentro con Él, la fuente de nuestra vida, donde encontramos sentido a nuestra existencia. Es importante detenernos de vez en cuanto y mirarnos en profundidad para disfrutar con los aciertos y corregir los rumbos equivocados. Es claro que cuando esta experiencia es comunitaria, se produce la magia de la ayuda mutua, pues el otro me permite ver lo que yo no veo.
Estoy convencido de que quien más se beneficia de estos encuentros es la persona a la que le toca dirigir la reflexión, pues tiene que dedicarle a ello bastante tiempo de preparación. En este caso fui yo el afortunado.
El tema era muy atrayente. Dividimos la mañana en dos momentos. Tras un canto que nos puso en onda y un breve comentario sobre el evangelio del día, abrimos un primer momento de reflexión y oración centrándonos en la ocupación fundamental de Jesús: el reino y sus valores. En un segundo momento pasamos, apoyados en las palabras y el testimonio del papa Francisco (¡vaya regalazo que nos ha tocado!), a compartir qué rasgos deben caracterizar a la Iglesia hoy para que pueda acompañar a las personas en estos momentos de la historia. En seis resumimos nuestros aportes: orante, profética, samaritana, comunitaria, renovada y encarnada. Tomamos conciencia de que construir una Iglesia así es tarea de todos los que la formamos. Llegar a estas conclusiones no fue fruto de un estudio racional o de discusiones intelectuales, sino de un mirar desde el silencio. Éste no es ausencia de palabras, sino el espacio de escucha, de hondura, de encuentro, de acogida, de gratuidad, de compromiso, de asumir otras visiones, de aprender a mirar y vivir como Jesús. El silencio no es huida de la realidad, sino lugar que permite tomar las grandes decisiones. Así lo experimentó Jesús, así lo vivió María.
Antonio Sáenz
domingo, 20 de octubre de 2013
TÁLIGA
Cuando llegas y abres la puerta, te encuentras con la mesa. Redonda, grande, generosa y sabia. Experimentada en el silencio, pero también en acoger lágrimas y redoblar risas. No cabe duda: estás en casa de las religiosas de Táliga, un oasis pituco en medio del estruendo y el vértigo por los que transitamos.
Mucha vida impregna las paredes. Una opción decidida por el pueblo sencillo, por el mundo rural pequeño y difícil. “El obispo nos propuso venir aquí porque había habido problemas con algún cura y…”. Hacía falta reparación, así que, ¿quién mejor que las Reparadoras? Especialistas en suturar heridas en el alma, en vendar los desgarros de la soledad, el desamor o la pobreza.
Y aquí siguen, desde hace muchos años, compartiendo vida y camino con la gente del pueblo. Sin “cargos”, sin hacer labores de suplencia, solo echando una mano en la parroquia con los pies metidos en el barro de cada día, a ras de suelo. Los oídos de su mesa conocen muchas historias: fracasos, encrucijadas, alegrías, decisiones, crecimientos… Todo lo guardan en su corazón misionero para reciclarlo en oración valiente y encarnada junto a su Señor.
De vez en cuando, si alguna tarde dispongo de unas horas libres, voy para allá y es delicioso. Me reciben con grandes sonrisas y me dejan una habitación donde encuentro tranquilidad y paz. Me paro, oro, reviso, reflexiono, paseo por el jardín… es un escenario de retiro muy bonito. Y además Alandar y Militante están siempre rodando por la casa.
Luego, al anochecer, la mesa es aquella de Emaús. Escuchamos al Maestro y compartimos con el corazón ardiendo. Casi siempre, alguna de ellas se declara agradecida por sus años de vida consagrada con este estilo en medio de la gente. El trato es fluido, y mientras sirven la sopa, les cuento mi momento, en qué ando, cómo estoy. Y como yo muchas personas; incluso un grupo que viene todos los meses.
La tortilla de patatas esta noche está muy rica. A pesar de que te dan todo y más, ellas siempre dicen gracias y sé que les gusta este ratito. Mientras conduzco en la noche, de vuelta a casa, yo también me siento afortunado por vivir en pueblos chicos y pido esa habilidad para hacerme parte de ellos. Y también la generosidad y el arte de escuchar que tienen María, Ángela, Regina y María.
jueves, 17 de octubre de 2013
UNA NOCHE DE MIERDA
Pasar una noche entera en el hospital es algo así como graduarte en paciencia, enguachinarte de soledad y rendirte a la presencia áspera del dolor propio y ajeno. Tarde o temprano te toca, así que hay que estar preparados para aprender a destajo.
Los pijamas y las batas de los sanitarios son como ambulantes trajes de tortura. Ante ellos sentimos un curioso tipo de miedo, aunque los médicos de urgencias sean esta noche zagales de menos de treinta años (definitivamente, me estoy haciendo mayor). Y es como natural pasar por humillaciones como contar delante de tres personas que tienes un estreñimiento del carajo, desnudarte en un box mientras entra y sale gente, y dejarte llevar a un baño sucio para ponerte un enema.
Todo transcurre muy lento, y da tiempo a que te empape el sufrimiento de la gente que allí llega. Un hombre joven con un dolor en el pecho que casi se cae en brazos del celador; una chica en una camilla que finge que bromea con dos amigas; un señor abatido por un repentino derrame cerebral, las lágrimas de su hija que inundan el pasillo.
Horas de espera en esas salas te hacen familiares los rostros, pero la madrugada no anima muchas conversaciones. A veces los enfermos salen de las consultas transformados, embutidos en pijamas azules, sosteniendo en las manos bolsas blancas que contienen sus ropas. Todos iguales, en una especie de democratización de la tristeza o la resignación.
La sala de observación... ¡qué sitio! Una hilera de cuerpos celestes en penumbra, rodeados de goteros y pantallas, el silencio pastoso roto por insistentes pitidos, y acaso por unas lejanas risas médicas que no mezclan con los quejidos y que casi rechinan por irrespetuosas. A esa hora, las cuatro de la mañana, hechas radiografías, análisis y exploraciones, y varios tratamientos ensayados sin resultado, los médicos (Eva y Adrián se llaman los chavales) se miraron sin saber qué más probar y me preguntaron: "¿y a usted qué le parece?". Jodé, macho.
Hacía ya un par de horas que se me había acabado la batería del móvil. No podía avisar a naide. Estaba como Tom Hanks en El náufrago... qué sensación. Menos mal que me prestaron una y puse un mensaje mientras me quedaba dormido. Cuando me desperté estaba allí mi hermana Berta. Me había relajado y fui al baño por fin. Y ya estoy mejor, un poco cansado y a vueltas con mi fecaloma todavía. Con la soledad que se siente en el hospital pegada a la piel. Una noche en la infanta da para mucho.
Los pijamas y las batas de los sanitarios son como ambulantes trajes de tortura. Ante ellos sentimos un curioso tipo de miedo, aunque los médicos de urgencias sean esta noche zagales de menos de treinta años (definitivamente, me estoy haciendo mayor). Y es como natural pasar por humillaciones como contar delante de tres personas que tienes un estreñimiento del carajo, desnudarte en un box mientras entra y sale gente, y dejarte llevar a un baño sucio para ponerte un enema.
Todo transcurre muy lento, y da tiempo a que te empape el sufrimiento de la gente que allí llega. Un hombre joven con un dolor en el pecho que casi se cae en brazos del celador; una chica en una camilla que finge que bromea con dos amigas; un señor abatido por un repentino derrame cerebral, las lágrimas de su hija que inundan el pasillo.
Horas de espera en esas salas te hacen familiares los rostros, pero la madrugada no anima muchas conversaciones. A veces los enfermos salen de las consultas transformados, embutidos en pijamas azules, sosteniendo en las manos bolsas blancas que contienen sus ropas. Todos iguales, en una especie de democratización de la tristeza o la resignación.
La sala de observación... ¡qué sitio! Una hilera de cuerpos celestes en penumbra, rodeados de goteros y pantallas, el silencio pastoso roto por insistentes pitidos, y acaso por unas lejanas risas médicas que no mezclan con los quejidos y que casi rechinan por irrespetuosas. A esa hora, las cuatro de la mañana, hechas radiografías, análisis y exploraciones, y varios tratamientos ensayados sin resultado, los médicos (Eva y Adrián se llaman los chavales) se miraron sin saber qué más probar y me preguntaron: "¿y a usted qué le parece?". Jodé, macho.
Hacía ya un par de horas que se me había acabado la batería del móvil. No podía avisar a naide. Estaba como Tom Hanks en El náufrago... qué sensación. Menos mal que me prestaron una y puse un mensaje mientras me quedaba dormido. Cuando me desperté estaba allí mi hermana Berta. Me había relajado y fui al baño por fin. Y ya estoy mejor, un poco cansado y a vueltas con mi fecaloma todavía. Con la soledad que se siente en el hospital pegada a la piel. Una noche en la infanta da para mucho.
jueves, 10 de octubre de 2013
EVOLUCIÓN PARROQUIAL
El otro día, en el consejo de pastoral del Valle de Matamoros, repasando la programación que tenemos para este curso que comienza, nos dimos cuenta de cuánto hemos mejorado y avanzado en los últimos cuatro años. Y oyes, fue refrescante.
Que no se vaya naide a pensar que el pueblo ya está evangelizado o algo así. Qué va. Son pasos muy modestos, a la medida de esta comunidad sencilla, compuesta fundamentalmente por gente mayor, que va comprendiendo y viviendo eso de la corresponsabilidad en la misión.
Por ejemplo: cuántas veces he llegado yo los domingos a las 11 (la misa es a las 11:30) y, solito, he abierto la iglesia y he puesto hasta la última vela. Pues ahora, cuando llego a las 11:10, ya hay un grupo de gente que lleva allí un rato y ha preparado todo: las cosas de la misa, las lecturas (mirando primero la epacta, ¿eh?) y los lectores, los cantos... to to to to. Es su Eucaristía y ellas (porque son casi todas mujeres) cuidan que esté todo listo, limpio y ordenado.
¿Y qué decir de los dineros? Pues que yo ni los veo. Ellas los recogen, cuentan e ingresan. Jesús Villafaina accede a la banca electrónica y lleva la contabilidad como un reloj. Cuando nos reunimos en el consejo económico, se nos informa del estado de las cuentas, hacemos y controlamos el presupuesto, decidimos qué hay que arreglar o comprar... Una tarea que recae sobre los laicos en un 90%, porque ellos sienten que es su parroquia.
Tenemos también equipo de Cáritas que empieza a volar con más iniciativa. La semana pasada han tramitado ellas una ayuda al fondo FAOG coordinándose con la trabajadora social; yo tuve que intervenir solamente para dar un par de datos. Ahí, como unas campeonas.
Evidente que hay muchas historias que requieren la presencia del párroco, su empuje y orientación. El proceso continúa, pero la gente del Valle está en disposición de llevar adelante su parroquia sin depender de que el cura esté constantemente encima de todo. De hecho, la fiesta de la Patrona en agosto, con sus misas, procesión y bingos la llevaron adelante sin problema alguno y conmigo en el quinto pimiento.
Como los fórmula 1 evolucionan y, después de unos arreglillos, corren más, pues así mi querida parroquia vallera, con paciencia, buen humor y generosidad, mejora la aerodinámica de su ser comunidad, la fiabilidad evangelizadora y su velocidad punta de construcción del Reino. Y eso me llena de "orgullo y satisfacción", como diría el otro.
Que no se vaya naide a pensar que el pueblo ya está evangelizado o algo así. Qué va. Son pasos muy modestos, a la medida de esta comunidad sencilla, compuesta fundamentalmente por gente mayor, que va comprendiendo y viviendo eso de la corresponsabilidad en la misión.
Por ejemplo: cuántas veces he llegado yo los domingos a las 11 (la misa es a las 11:30) y, solito, he abierto la iglesia y he puesto hasta la última vela. Pues ahora, cuando llego a las 11:10, ya hay un grupo de gente que lleva allí un rato y ha preparado todo: las cosas de la misa, las lecturas (mirando primero la epacta, ¿eh?) y los lectores, los cantos... to to to to. Es su Eucaristía y ellas (porque son casi todas mujeres) cuidan que esté todo listo, limpio y ordenado.
¿Y qué decir de los dineros? Pues que yo ni los veo. Ellas los recogen, cuentan e ingresan. Jesús Villafaina accede a la banca electrónica y lleva la contabilidad como un reloj. Cuando nos reunimos en el consejo económico, se nos informa del estado de las cuentas, hacemos y controlamos el presupuesto, decidimos qué hay que arreglar o comprar... Una tarea que recae sobre los laicos en un 90%, porque ellos sienten que es su parroquia.
Tenemos también equipo de Cáritas que empieza a volar con más iniciativa. La semana pasada han tramitado ellas una ayuda al fondo FAOG coordinándose con la trabajadora social; yo tuve que intervenir solamente para dar un par de datos. Ahí, como unas campeonas.
Evidente que hay muchas historias que requieren la presencia del párroco, su empuje y orientación. El proceso continúa, pero la gente del Valle está en disposición de llevar adelante su parroquia sin depender de que el cura esté constantemente encima de todo. De hecho, la fiesta de la Patrona en agosto, con sus misas, procesión y bingos la llevaron adelante sin problema alguno y conmigo en el quinto pimiento.
Como los fórmula 1 evolucionan y, después de unos arreglillos, corren más, pues así mi querida parroquia vallera, con paciencia, buen humor y generosidad, mejora la aerodinámica de su ser comunidad, la fiabilidad evangelizadora y su velocidad punta de construcción del Reino. Y eso me llena de "orgullo y satisfacción", como diría el otro.
lunes, 7 de octubre de 2013
EL SABOR DE LA GELATINA
Hoy hace justo un mes que regresé de mi experiencia en Perú. El jet-lag ya pasó, pero... algo mío se quedó allí y algo de aquello está dentro de mí. Porque, aunque soy el mismo de siempre, nada podrá ya ser igual.
Miro de reojo esos días y siento tranquilidad, la misma que me acompañó pateando los Andes, Trujillo o Celendín, y a la vez una alegría desconocida y especial. Sigo vibrando con todo lo que viví allí, pero sin euforia, al ritmo peruano de "ahorita mismo". Dejo pasar el tiempo para volver sobre las impresiones, los rostros, los colores, las voces, los sentimientos... las "mociones" que diría San Ignacio.
Voy saboreando de nuevo los instantes, los encuentros, las sensaciones; me gusta quedarme solo para paladearlos, como un rumiante que vuelve a masticar la comida que antes tragó. Necesito contemplarlos en silencio y volver a sentir, tanto como hablar de ello.
Uno de los días que pasé en Chachapoyas, al regresar de la visita a Kuelap, Katy me puso una copa de gelatina a la hora de cenar. Hacía mucho tiempo que no la tomaba, y me supo deliciosa, con su dulzor refrescante y las caricias que te hace dentro de la boca. Una vez en casa, estaba deseando ir al Mercadona a comprar gelatina para preparármela; me ha cambiado el gusto como a las embarazadas, pero el entusiasmo por la gelatina permanece.
Así seguiré por ahora: recordando, retornando a lo que experimenté, compartiendo, “sedimentando” lo vivido. Saboreo ahora la gelatina y vuelvo a disfrutar de aquellos momentos, aquellas miradas y Diosito esperándome en cada recodo del camino para hablarme sonriendo y llamarme... despasito.
Miro de reojo esos días y siento tranquilidad, la misma que me acompañó pateando los Andes, Trujillo o Celendín, y a la vez una alegría desconocida y especial. Sigo vibrando con todo lo que viví allí, pero sin euforia, al ritmo peruano de "ahorita mismo". Dejo pasar el tiempo para volver sobre las impresiones, los rostros, los colores, las voces, los sentimientos... las "mociones" que diría San Ignacio.
Voy saboreando de nuevo los instantes, los encuentros, las sensaciones; me gusta quedarme solo para paladearlos, como un rumiante que vuelve a masticar la comida que antes tragó. Necesito contemplarlos en silencio y volver a sentir, tanto como hablar de ello.
Uno de los días que pasé en Chachapoyas, al regresar de la visita a Kuelap, Katy me puso una copa de gelatina a la hora de cenar. Hacía mucho tiempo que no la tomaba, y me supo deliciosa, con su dulzor refrescante y las caricias que te hace dentro de la boca. Una vez en casa, estaba deseando ir al Mercadona a comprar gelatina para preparármela; me ha cambiado el gusto como a las embarazadas, pero el entusiasmo por la gelatina permanece.
Así seguiré por ahora: recordando, retornando a lo que experimenté, compartiendo, “sedimentando” lo vivido. Saboreo ahora la gelatina y vuelvo a disfrutar de aquellos momentos, aquellas miradas y Diosito esperándome en cada recodo del camino para hablarme sonriendo y llamarme... despasito.
viernes, 4 de octubre de 2013
PAN Y BRACKETS
Los chavales de 6º de mi parroquia, que hicieron la primera comunión hace dos años y el curso pasado estuvieron en postcomunión, han decidido en bloque que este curso no van a tener catequesis para "descansar". Y punto.
De hecho, no vino ninguno a la fiesta-merienda del primer día. Había que ver la cara de su catequista, pobrecita, ella que ya se había hecho ilusiones y que se iba a atrever a coger a este grupo sola después de dos años de experiencia... Porque estos niños y niñas son realmente estupendos, y el año pasado funcionaron magníficamente con el taller "Navegantes": se divirtieron, hicieron un montón de dinámicas, leyeron el Evangelio, jugaron...
Algunas zagalas de este grupeto aparecieron el sábado pasado en misa. Su lenguaje corporal indicaba que se sentían un poquillo culpables de la desbandada: llegaron un minuto tarde y se fueron pitando, sin dar tiempo ni a saludar. Pero que no se preocupen, porque no estoy enfadado. Solamente me siento algo triste y decepcionado, y desde luego pensativo: le he dado bastantes vueltas al asunto.
Y no lo acabo de comprender. Solo han estado dos cursos en catequesis, pero están cansados. Y el caso es que han sido años de reuniones muy entretenidas, participativas, activas... No me gusta que la catequesis sea como una "clase". No les hemos estado arrancando la piel a tiras precisamente. Quizá están apuntados a tantísimas cosas, que mira, este año nos aligeramos. Y cae aquello a lo que se le da menos valor, no falla. No podemos competir contra el fútbol, las clases particulares, mil actividades. Y duele.
Luego está el método "a la francesa". Ni una sola explicación. Nadie ha tenido valor de venir a decir "adiós" o "hasta luego". Alguna madre anunció algo, como que no había forma de torcer Su Voluntad cuando sus hijos dijeron que "este año no me apunto a catequesis". ¿Y si hubiera sido "este año no me apunto al cole", cómo lo hubieran encajado? Jejeje.
En fin. Hay que tomárselo con deportividad. En la parroquia todo es gratis y libre, no podemos obligar a nadie a nada, y estamos indefensos ante el rechazo de nuestros ofrecimientos. Como cuando vas al dentista y te ves allí, con la boca abierta y solo esperando y temiendo lo que te quieran hacer, impotente. He ido esta mañana y qué miedo.
Me da lástima porque la catequesis es una experiencia preciosa y se la van a perder. Me da pena que su catequista no pueda disfrutar con estos niños, aprender de ellos, compartir la riqueza de la fe y el conocimiento de Jesús con sus palabras. Diosito ya no podrá verlos cada miércoles en el sagrario para que le cuenten "algo personal". No tenemos tiempo para Él.
Esta foto es de Celendín (Perú), de uno de los días que pasé allí. A la hora de la catequesis la parroquia se ponía a reventar de muchachos. Este grupo se había ido al patio porque hacía buena tarde: ¡una catequista y cerca de 30 niños! No daban abasto. Y acá una catequista sin niños. Dios le da pan a quien tiene tantos brackets en los dientes, que no valora el pan.
Quizá el curso que viene nos tomemos un año sabático en la parroquia y no ofertemos 1º de Confirmación... (Jejeje).
Suscribirse a:
Entradas (Atom)