Unos zonzos
justo enfrente de la casa dedican mañanas y tardes a construir un bote. Ahí,
pum pum con el martillo, rrruuunnn con la motosierra, como si nada. Se ve un
motocarro pelao. Caminan por la vereda algunos sanitarios, con mascarillas y
mochilas. Reina un silencio espeso
(no se oye ni el karaoke de la vecina) agredido apenas por el parlante del
carro de la municipalidad, que vocea las normas del toque de queda. Con el paso
de los días se impone la desolación.
Es
una especie de tristeza tensa. En la misión vivimos
once personas. Tenemos mucho espacio, y por tanto variadas posibilidades para
buscar el aislamiento. Lo llevamos con naturalidad, pero hay momentos en que la calma parece resquebrajarse. La aspirante
que está con las religiosas, una chica de 17 años, ha sido sometida hoy a la
prueba porque anoche tenía fiebre, tos y flemas. Si sale positivo, significa
que la hermana María José o yo, o los dos, tendríamos el coronavirus y lo habríamos
contraído seguramente en contacto con el obispo. De hecho, yo fui quien más
tiempo pasó con él del 12 al 16 de marzo… ¿Estaré contagiado?
Somos una peruana, un polaco, un español y
…ocho mexicanos. He pasado de ser
brasilero durante tres años a ser cuate.
Como doña Esther, la cocinera, está en su casita, cocinamos nosotros: he comido
tacos, enfrijoladas, nachos, chilaquiles… con diferentes salsas siempre
picantes. También hubo un día tortilla española hasta que nos dijeron que yo
tenía probabilidades de estar infectado; ese día dejé de entrar en la cocina y
desde entonces utilizo mis cubiertos aparte y paso el mayor tiempo posible en
mi cuarto.
Procuro tomar mates calientes y cítricos.
Camino 5 kilómetros al día esquivando a los perros y gatos de acá, hago
meditación, pesas y una tabla de gimnasia. Vivimos
todos pendientes de la salud de nuestro obispo, y dedico gran parte del tiempo
a seguir su evolución y a informar a los misioneros y otras personas. El
primer día, ante la aparición alarmante de la noticia en las redes, me vi
obligado a redactar una nota de prensa para enviarla a los medios. Luego ya se
fue calmando el temporal. Estoy
preocupado también por los misioneros, si tienen algún síntoma, si les
hacen la prueba, etc. Mala época para empezar este servicio de vicario general.
Los primeros días conversábamos en el quipo
sobre cómo vamos a armar la pastoral en Indiana incluyendo al nuevo párroco,
etc. Incluso envié a los misioneros una carta “mandando trabajo”. Ahora estamos
casi totalmente centrados en protegernos y cuidarnos a nosotros mismos y
mutuamente. Porque las cosas ahí afuera
se complican. El mercado y las tiendas solo despachan de 4 a 8 de la
mañana; cada vez hay menos cosas, y además la gente tiene verdaderos problemas
para hacerse de dinero.
En Indiana anteayer solo disponían de 5
pruebas moleculares para realizar, cosa que provoca un poco de risa o llanto, y
en todo el Perú apenas se llega a las 500 pruebas diarias. No quiero pensar lo que puede pasar si logran realizar el doble o el
triple y los positivos crecen en progresión geométrica: los medios sanitarios
se verán desbordados. No es que no haya suficientes camas de UCI o
respiradores mecánicos… acá en la posta no hay ni ecógrafo y a veces ni
paracetamol.
Hace un calor tremendo, que vuelve la
quietud más aplastante. La mascarilla se me queda pegada por el sudor. No hay
ni spam en la cuenta de correo, y durante un día entero nos quedamos sin señal
de telefonía y de internet, en silencio e incomunicados. Necesitamos mantener algunas rutinas, y en la mañana nos reunimos a
celebrar la Eucaristía. Procuro
utilizar mi propio cáliz y patena, y no tocar nada. Nos sonreímos
con la mirada en el momento de la paz.
Así vamos a continuar hasta el día 12 de
abril, porque el Gobierno ha prorrogado el estado de emergencia. Veo por la
ventana de mi cuarto una canoa solitaria. El Amazonas prosigue con su fluir
secular, ajeno a este caos. Me hace sentir que todo esto pasará, la vida se restablecerá y a la vez será distinta,
como el agua del río…. Al irme a dormir acecha mi mente la inquietud por el
resultado pendiente del test de la muchacha. Media hora después la doctora del
centro de salud me despierta para decirme que la huambra, como dicen acá, ha dado negativo. Hace horas que la
policía se llevó a los carpinteros
del bote. Mañana saldrá el sol.