martes, 26 de enero de 2010

¿ESTÁ DIOS EN HAITÍ?

Se trata de un estupendo artículo del jesuita Juan Antonio Estrada. No tiene desperdicio, a vuestra salud.

DESDE la perspectiva científica el terremoto tiene una doble explicación. Por un lado, una zona sísmica, siempre amenazada por terremotos y maremotos, que se suceden con frecuencia. Por otra, que se ha practicado una deforestación masiva del país, que contrasta con la superficie de la República Dominicana, la otra parte de la isla. Además se ha dado una sobreexplotación del suelo, un agotamiento de los recursos naturales, en parte por empresas que han sido pan para hoy y hambre para mañana, y una fuerte explosión demográfica bajo gobiernos corruptos y dictatoriales, como los Duvalier, cuyo heredero se gasta hoy su fortuna en Francia. Cuando el terremoto llegó casi todo se vino abajo, incluido el centro histórico y las instalaciones estatales. Pero el barrio rico y moderno de Pétion Ville, en Puerto Príncipe, apenas ha sufrido daños. Es una isla segura, sólida y bien librada del azote natural.

La conclusión es evidente: con otra política y gobierno, otra distribución de la riqueza y otro tipo de construcciones se hubiera amortiguado mucho la violencia de la naturaleza en el país más pobre de América. Antes que preguntarse por Dios, ¿por qué permite esto?, hay que preguntar al hombre ¿cómo consentimos que tantos seres humanos vivan en la miseria, indefensos ante la naturaleza? La tragedia de Haití sigue al tsunami de Indonesia y vendrán muchos más, porque tres cuartas partes de la humanidad viven en la pobreza, sin medios para controlar la naturaleza. Tenemos los recursos técnicos y materiales para reducir al mínimo estos desastres, pero la distribución internacional de la riqueza los invalida.


¿Y dónde está Dios? Seguimos esperando milagros divinos que cambien el curso de la naturaleza; apelamos a la Providencia para que intervenga en las catástrofes naturales; rezamos y pedimos prodigios y señales. Y Dios guarda silencio y no actúa como esperamos. No aprendemos de la historia. No paró la cruz en el Gólgota; no intervino para evitar Auschwitz; no es el Dios relojero de Newton, que ajusta el reloj natural de vez en cuando; no modifica las leyes de la creación, descubiertas por la ciencia. El hombre y el universo son obra de un creador que respeta la libertad humana y el dinamismo de la naturaleza. Si buscamos al Dios milagrero, siempre a la escucha de los deseos del hombre, busquémoslo en otra religión, no en la del Dios crucificado. Es inconcebible que los cristianos sigamos esperando intervenciones prodigiosas, como en tiempos de Jesús, sin asumir la mayoría de edad del hombre y la autonomía del universo, cuyas leyes conocemos mejor y cada vez más.


En cambio, encontraremos a Dios, si lo buscamos identificándose con las víctimas y llamando a los hombres de buena voluntad a la solidaridad y la justicia; si esperamos que Dios nos inquiete, nos provoque y nos llame a colaborar de mil maneras para mitigar el dolor en Haití; si creemos que Dios no es neutral y que el contraste entre el gran mundo pobre y la minoría de países ricos clama al cielo. Hay que ayudar a Dios para que se haga presente en Haití, porque necesita de los hombres para que llegue ahí el progreso y la justicia. Los muertos y refugiados de la catástrofe tienen hambre de justicia, la de las bienaventuranzas, y Dios necesita testigos suyos para hacerse presente.


Nadie puede hablar en nombre de las víctimas sin experimentar sus sufrimientos ni padecer su forma de vida, sólo hacernos presentes a ellos. El protagonismo corresponde al ser humano: Dios es autor de la historia, en cuanto inspira, motiva y envía para la solidaridad y la justicia. El Dios cristiano no es la divinidad griega que siente celos del hombre y castiga a Prometeo, sino el que se enorgullece de la capacidad para generar vida con la ciencia y el progreso, sólo exigiendo que los recursos naturales se pongan al servicio de todos. Hay que actuar como "si Dios no existiera" y todo dependiera de nosotros, universalizar la solidaridad y cambiar las estructuras internacionales que condenan a pueblos enteros a la miseria. Desde ahí podemos esperarlo todo de Dios y pedirle que fortalezca, inspire y motive a los que luchan por un mundo más justo y solidario.


Dentro de pocos meses Haití será un mero recuerdo, excepto para los que siguen allí, y los habremos olvidado, como a Indonesia o las hambrunas del África subsahariana. La gran tragedia del siglo XXI es la de una humanidad que tiene recursos para acabar con el hambre y mitigar las catástrofes naturales, pero prefiere emplearlos en armamento, para defenderse de los pobres; en policías, para evitar que lleguen a nuestras islas de riqueza y en los despilfarros consumistas de una minoría de países. Del mal de Haití somos todos responsables y la solidaridad no puede quedarse en el acontecimiento puntual, aunque sea necesaria, sino que exige otra forma de vida.

lunes, 25 de enero de 2010

VUELTA DE TUERCA A LA TRISTEZA


Y lo mejor es empezar sin más demora. Tenía pendiente contar algo que me dejó un poco mudo. Es el caso de las personas mayores que no pueden cuidar sus familiares.

Debe ser muy triste verte en una residencia. A los mayores que están en ellas les parece que están "rodeados de viejos", como desubicados, a veces desorientados en esos sitios impresonales, que han sustituido como intrusos a los lugares que les vieron crecer, amar y sufrir, a los lugares cuyo sabor reconocen y que han sido los escenarios de sus vidas.

Con todo, los mayores suelen estar bien cuidados en esas residencias o pisos tutelados. Y si el establecimiento está en su pueblo, entonces mejor que mejor: los cuidadores son "el hijo de" o "la nieta de", pueden ir a su casa de vez en cuando, sus vecinos y amigos van a verlos (aquí en Santa Ana los pisos titulados caen de paso, están encima de la cafetaría, la gente entra a diario...), alen de tarde en tarde a comer a casa de su familia, los Reyes Magos, la alcaldesa y el cura entran a verlos como miembros que son de la comunidad, conocidos con nombre y apellidos.

Pero ¡ay! Ocurre a veces que la residencia en cuestión o el piso tutelado no están preparados para atender a las personas cuando se eleva el grado de su condición de dependiente (baremada o no)... y entonces hay que trasladarse a otra residencia más capaz, más equipada o especializada... que a menudo ya no está en su propio pueblo. De repente, en un par de días, hay que despedirse del pequeño mundo de afectos, familiaridades y terrenos conocidos. De repente los cuidadores son desconocidos, en un lugar desconocido de un pueblo desconocido y a veces lejano. La tristeza da una vuelta de tuerca en esos ancianos. Casi no rcuerdo ojos tan tristes, tan vencidos y cansados. Como una pena que invade lenta pero inexorablemente el corazón, una losa que va aplastando el alma hasta silenciar el brillo de la esperanza.

SENSACIÓN

Hace tiempo que no escribo en el blog. Y ha sido por falta de tiempo (hay momentos en que la vida se te acelera) pero también por estar pensativo al respecto. A medida que he ido escribiendo me he ido encontrando con el fenómeno insospechado para mi de que ¡hay personas que leen las entradas de mi blog!
Y el caso es que yo no contaba con eso. No he tenido en ningún momento la intención de recibir alabanzas, ni de hacerme el protagonista de nada. Empecé a escribir en un momento difícil de mi vida, como para desahogarme lanzando un mensaje en una botella...
Luego me gustaba ver que mis amigos leían estas pequeñas reflexiones y peripecias, y así estaban más al tanto de cómo es mi vida y cómo estoy.
Pero me asustaron un poco las felicitaciones, los mensajes positivos, las palmaditas en la espalda... ¿Me estaré auto-promocionando -pensé-? ¿Estaré dando chutes a mi vanidad? Así que pensé en dar por terminado esta especie de diario.
Hasta que hace un rato alguien desconocido me llamó para pedirme que elimine una entrada de mi blog. Porque a una tercera persona, familiar suyo, le ha molestado quizá lo que he escrito... No es mi intención molestar a nadie, y nadie puede impedirme que escriba lo que pienso o veo. Y voy a seguir haciéndolo después de ver que son palabras que alegran y a veces escuecen, que arrancan una sonrisa o hacen pensar, que pinchan la memoria, la conciencia o el corazón.
Así que he eliminado esa entrada, pero no voy a clausurar mi blog. Y pienso seguir contando mis pequeñas cosas; sin molestar pero con libertad.

jueves, 7 de enero de 2010

BALTASAR, "EL YETI" Y SANTA CLAUS


Noooooooooo! En realidad (y feliz año nuevo a los que lean este blog) son Sus Majestades los Reyes Magos De Oriente a su paso por este pequeño pueblo. Muy tempranito, porque les quedaban todavía muchos pueblos como Valle de Matamoros, Barcarrota o Mérida incluso, pasaron Melchor, Gaspar y Baltasar por las calles de Valle de Santa Ana montados cada uno en su carroza-camión (bueno, el de Gaspar era un remolque; entre el pelucón, la apariencia de abominable hombre de las nieves y el tractor, era el rey rural) saludando a todos, niños y mayores. Se detuvieron varias veces y descendieron de sus cabalgaduras: para dar sus regalos a los ancianos de los Pisos Titulados, para dar besos y regalos a Reme, la niña de los Barrios que va a Aprosuba... y para repartir un montón de cosas en El Paseo, el Abanico y Los Salgueros. Los Reyes estaban muy bien organizados: sus pajes les iban dando los paquetes bien envueltos y con el nombre de la persona en un post-it bien clarito, sus majestades llamaban por el micro al interesado-a, que subía al correspondiente estaribé, se sentaba en las rodillas del Rey, le daba un besito y recibía su regalo.
No es fácil describir las caras de los niños y de los no-tan-niños... ¿por qué será tan difícil a veces ser un poquito felices? ¿Por qué no nos regalaremos a lo largo del año besos y sonrisas con más facilidad?
Me gusta la cabalgata de mi pueblo; es muy pueblerina, muy sencilla y muy familiar. La gente aprovecha para tener detalles con este o con aquél, y es muy bonito. Y Baltasar no es negro de verdad, lleva la cara pintada de negro y los labios llenos de carmín, y los niños más pequeños se asustan y lloran, y María Vellarino Méndez, que subió un montón de veces, se pone colorada.
Yo también me puse colorado cuando, por la noche, al llegar a mi casa, mi hermana María Elena me dijo: "oye, ¿por qué tienes los labios pintados? ¿Es que te has morreao con algunaaa?".