Eugenio, compañero, como me tengas que cobrar los copyrights por poner cosas tuyas en mi blog, no va a haber cepillos que den abasto, jejeje. Para celebrar (o no) el último día como Papa de Benedicto XVI, aquí va tu última carta al periódico. Genial, como siempre. Permíteme solo que le ponga unas negritas, por remachar los contrastes con la esclavina blanca que hoy irá al guardarropa y con la nieve que veo caer mientras escribo esto.
Aunque la intrépida decisión de Benedicto XVI, que todos conocemos, ha transformado la Cuaresma en una intensa Vigilia de Pentecostés, la cruz sigue marcando el camino. Un camino que se encarna en estampas vivas en nuestro mundo.
Aunque la intrépida decisión de Benedicto XVI, que todos conocemos, ha transformado la Cuaresma en una intensa Vigilia de Pentecostés, la cruz sigue marcando el camino. Un camino que se encarna en estampas vivas en nuestro mundo.
El juicio que condenó a Jesús significó el indulto para un criminal o terrorista, Barrabás. Hoy seguimos asistiendo a sorprendentes perdones, como el que se otorgó a un banquero de métodos turbios.
Del mismo modo que decenas de soldados romanos se apiñaron alrededor de un pobre carpintero judío, del que se burlaron atrozmente en la hora de la tortura, a diario nos envenena la sangre la acumulación de medios (policías, bomberos, cerrajeros) frente a las casas de gente empobrecida y expoliada, a la que dejan en la calle. Los poderes se aliaron en su día, y sigue fuerte la alianza.
Es cierto que no faltan cireneos que se plantan valientemente para evitar un desalojo, que aportan en las campañas del kilo, que denuncian la corrupción y la desvergüenza. Pero el patíbulo funcionó aquel viernes primero y sigue funcionando. Aquel día los mismos ajusticiados se peleaban entre ellos, se insultaban. Hoy los ajusticiados no entienden: se queman o se tiran por la ventana, se sientan en los márgenes de la sociedad, culpan al funcionario, al sindicalista, al portador de la cruz…pero seguimos sin señalar al que firmó el decreto, al cobarde que aseguró su poltrona en el engranaje político-social-religioso-pseudomoral.
Al final cada uno muere en su cruz, sin esperanzas de esa vida tras la crisis que nos anuncia el señor Rajoy. Será cuestión de sentarse a llorar junto a las tumbas. A ver qué pasa el domingo… de madrugada….quizá movamos esta piedra que tanto nos oprime.
Eugenio Campanario
Eugenio Campanario