viernes, 30 de marzo de 2018

RUTINAS


Entre recorridos y viajes, idas y venidas, el campamento base está en Islandia. Y los días que pasamos acá adoptan una serie de mecanismos y costumbres, como es normal en el ser humano y hasta necesario en especímenes con algo de maniático como el que escribe.

El despertador suena a las 4:30 o 4:45 de la madrugada. No se asusten porque amanece en torno a las 6, de modo que no es tan temprano. A esas horas no hay electricidad, así que enciendo un par de focos recargables y, en medio del silencio y del frescor (hoy, por ejemplo, 25 grados), disfruto de un rato de gratuidad y ronroneo con Diosito lindo. Me encanta ese espacio de calma y quietud, que prácticamente no volverá en toda la jornada.

Ojeo la prensa (por internet, claro), me calzo las zapatillas y me voy a dar un paseo mañanero. Como solo se puede caminar por los puentes, el pueblo se acaba enseguida, así que le doy un par de vueltas completas y un tirabuzón, 45-50 minutos en total. Echo de menos mis caminatas por los Valles, aquellas cuestas, el frío seco de la dehesa mezclado con los rayos del sol en tu rostro, eso sí que era un ejercicio completo… Acá el calor y el poco espacio te dejan poco margen para moverte y estar en forma, pero menos da una piedra, ¿no?

Ducha y a la oración del equipo, son ya las 7 am. Desayunamos y a veces el sol de las 8 es tan bravo que hay que pensárselo antes de salir de casa, pero es mejor a estas horas que en la tarde, por lo tanto uno va a diferentes encargos, visitas, compras o gestiones. No tenemos lavadora (gastaríamos un montón de agua…), así que cada cual lava su ropa y la tiende, mis calzoncillos junto a la puerta del cuarto. Los días de calor fuerte las prendas más que secarse se tuestan.

La cocina es por turno, a cada cual le toca un día, pero esa historia mejor la cuento en otra ocasión. En Brasil almuerzan tempranito, de modo que antes de las 12 ya estamos ejercitando las muelas. Lavamos los cacharros y a la siesta. El sol gira a mediodía y se orienta hacia el frente de mi departamento, así que cierro puerta y ventanas y me refugio en el dormitorio, pero me tumbo en la hamaca (en la cama a esas horas te sancochas) y duermo si es que la onza me deja.

Desde la 1 ya no hay luz de nuevo. Cuando me levanto, ese rato de lentitud obligada por el calor lo empleo en leer o estudiar algo. Tengo que esperar hasta las 4:30 o así para ponerme a trabajar con la computadora, porque si no, se baja la batería antes de que vuelva la corriente y me quedo colgao. A partir de las 6, cuando está anocheciendo, es hora de la ducha de la tarde, de una reunión o de la Eucaristía. Si andas por los puentes a esas horas ves a la gente fuera de casa, paseando, jugando al vóley, conversando, conviviendo.

En la noche suelo mirar un rato la tele comiendo algo, o aprovecho para escribir o trabajar un poco. Y antes de ir a dormir preparo un café que guardo en un termo para tomarlo a la mañana siguiente al despertar. Así más menos transcurren los días en esta Venecia amazónica, el escenario de una misión tan compleja como ilusionante. Nada extraordinario, ¿verdad? Rutinas nomás.

viernes, 23 de marzo de 2018

ESTA ES MI IGLESIA


Me cruzo con Andrés por el pasillo de Indiana, él con su DNI en la mano y yo con mi computadora. “¿Estás nervioso?” – le pregunto. “Un poco” – me sonríe. Le animo con una palmadita en el hombro; cuando se acueste esta noche será nuevo diácono, y es la primera ordenación que celebramos en el Vicariato desde hace seis años. Estamos tan desentrenados como ilusionados, me encuentro en una de las malokitas del jardín y veo gente afanada pasar para allá y para acá preparando cosas.

En realidad a full llevamos toda una semana, que es la que ha durado la Asamblea Vicarial. Y esta vez me ha tocado vivirla desde dentro, desde la fontanería, y por pura casualidad. Pasaba yo por Iquitos de vuelta de los días de retiro y encuentro teológico en Lima justo cuando se reunía la comisión organizadora, y me invitaron –obispo por delante- a unirme a ellos. De repente me vi envuelto en un día entero de cranear y diseñar la Asamblea, su proceso de evaluación y programación de nuestra misión en la secuencia ver-juzgar-actuar, y decidir muchos detalles. Además de asumir varias tareas que por supuesto te caen como premio cuando te fichan equipos coordinadores de este pelaje.

De modo que han sido días que aspiraban a tener 26 o 27 horas, casi sin descanso, siempre preparando cosas, con trabajos de la comisión de síntesis (con mi primo José Caro) a la hora de la siesta, reuniones del equipo coordinador por la noche y sentadas delante de la pantalla hasta las tantas. Nos hemos sacado el ancho y hemos puesto al personal a funcionar a un ritmo matagente, pero ha merecido la pena y las revisiones de esta mañana han valorado la lógica del trabajo y sus resultados, a los misioneros y los laicos les ha gustado lo que entre todos hemos creado.

El análisis de la realidad de la pastoral de los puestos de misión ha sido de una transparencia escalofriante: nos vemos como una Iglesia en buena medida sacramentalista, con poca voz profética, centrada en sus cosas, sin continuidad, de débil implicación en los graves problemas sociales de la Amazonía y no suficientemente cerca de los indígenas… Una autocrítica demoledora y sorprendente teniendo en cuenta que sale de personas excepcionales, misioneros entregados que se la juegan a diario por ríos y quebradas, pero que siempre sueñan con más.

Todo un día dedicamos a estudiar el discurso del Papa en Puerto Maldonado. La voz de Francisco se oyó alta y clara en nuestra gran maloka, deseábamos recibir sus llamadas y dejarnos desafiar por sus palabras. Fue un placer conducir este trabajo y asistir al despliegue del entusiasmo en forma de ideas y propuestas: conocer, valorar y defender las culturas, cosmovisiones e identidades… más visitas a las comunidades, y más largas… formación de misioneros que ayude a nuestra inculturación: antropología, historia, cultura, idioma… formar y fortalecer comunidades con diferentes ministerios… defensa del territorio… cuidado de la Casa Común… lucha por el respeto de los derechos humanos…

Llega Pina y me pasa unos materiales de Pastoral Juvenil que le hemos pedido a los de Tamshiyacu. Ella es mexicana, pero también hay compañeros polacos, colombianos, canadienses, autóctonos de la selva, españoles y un coreano. Hablando el lenguaje común del amor a la Amazonía sazonado de cariño, risas, buen humor y el privilegio de estar embarcados en una aventura para ser, cada día más, Iglesia en salida, Iglesia en primera línea en la defensa de la vida, de la tierra y de las culturas. En camino hacia una Iglesia con rostro amazónico, una Iglesia con rostro indígena, como el Papa nos pidió. Sencillamente magnífico.

Los bailes de la selva son fuertes, enérgicos, hechos de saltos al ritmo exhaustivo del manguaré. Así de apasionado por el Reino es este trocito de Iglesia, el Vicariato San José del Amazonas. Me siento orgulloso de formar parte de él, y al mismo tiempo sorprendido y honrado cuando las circunstancias me han pedido comprometerme más y asumir mayores responsabilidades. Haré lo que pueda con mucho gusto porque esta es mi Iglesia, y no se me ocurre ningún lugar mejor donde vivir y seguir a Jesús como misionero.

sábado, 17 de marzo de 2018

MOLDEAR CULTURALMENTE LA IGLESIA LOCAL (2ª parte)


“HACERSE UNO”, CONDICIÓN Y MÉTODO

¿Y a quién corresponde esta tarea de moldear? El Papa dice primero a “los pueblos originarios”, sin lugar a dudas. Pero un poco más tarde, a ellos les pide: “Ayuden a sus obispos, misioneros y misioneras, para que se hagan uno con ustedes, y de esta manera dialogando entre todos, puedan plasmar una Iglesia con rostro amazónico y una Iglesia con rostro indígena”. Los alfareros del proceso de inculturación han de ser los propios pueblos, no puede ser de otra manera; los obispos, misioneros y misioneras podrán participar si se “hacen uno” con los indígenas.

a) “Hacerse uno” es, pues condición para moldear juntos. Una expresión bella y contundente. Señala a algo carismático, el interés de los obispos y misioneros por los pueblos indígenas, el desear acercarse a ellos, conocer sus culturas, aprender a apreciarlos y a amarlos. Apunta también al instinto típicamente misionero de preferirlos, de hacer una “opción primordial por la vida de los más indefensos”, de manera que los indígenas estén en el centro del corazón de las iglesias amazónicas, de sus programaciones e iniciativas; “hacerse uno” para “moldear” será así un eje transversal que vertebre toda la acción pastoral y la ilumine con un estilo, una inspiración y una espiritualidad.

Lo carismático llega a ser algo afectivo: el misionero tratará de descalzarse, de “formatear su disco duro”, pero sabe que nunca será como ellos, que no podrá despojarse del todo de sus propias categorías culturales y pastorales y siempre será un extranjero; pero podrá caminar en el dinamismo del “más” ignaciano intentando ponerse en el punto de vista del otro hasta ser reconocido y aceptado como parte de “la misma tierra”, querido e incorporado aun siendo diferente. Solo ahí acontece la posibilidad generar una iglesia local realmente inculturada.

b) “Hacerse uno” es al mismo tiempo método para moldear, porque es otro nombre del discernimiento. El Papa explica que la forma correcta de la Iglesia en la Amazonía se logrará “dialogando entre todos”, es decir, haciéndose uno. El arte del modelaje no es otro que el discernimiento en común, el auténtico diálogo intercultural, que es un proceso de convergencia de sensibilidades, conocimientos, expectativas, una conversación entre actores que creen en el mismo Dios de Jesús con diferentes visiones culturales. El discernimiento es la búsqueda y la creación de la figura deseada a través un modelaje en el que varias manos trabajan juntas de forma coral sumando destrezas. Un camino comunitario y espiritual.


PLASMAR

“Moldear” se refiere más al proceso de dar forma; “plasmar” alude más al resultado: cristalizar una Iglesia con rostro amazónico y una iglesia con rostro indígena. El producto final será necesariamente distinto a los materiales de partida: la Iglesia genuinamente amazónica deberá ser diferente de la Iglesia que envió a la Amazonía sus misioneros, y eso constituirá un criterio de la veracidad evangélica del proceso. Además, todos los participantes quedarán inevitablemente transformados: las culturas que reciben el Evangelio, los misioneros y la Iglesia universal, que estará más completa y más enriquecida y será más diversa sin dejar de ser la misma y una.

El todo logrado, que es más que la suma de las partes, no es estático, siempre estará en constante re-modelación al hilo de la vida cotidiana. Porque el ámbito donde se moldea no es el académico o el burocrático, sino “dentro de la tierra”, el día a día, donde los distintos ceramistas se mezclan y procuran hacerse uno, donde el Reino se hace concreto en el caminar de la Iglesia, en sus problemas, sus luchas y sus alegrías.

En las comunidades indígenas y campesinas, en los equipos de trabajo, en las reuniones, en los diálogos, en las celebraciones, en las asambleas eclesiales, en talleres y capacitaciones, en catequesis, en acciones de promoción de la justicia o de defensa de medio ambiente, en una oración comunitaria, en la denuncia de violaciones de los derechos humanos… en la trama de la vida de cada día con sus altibajos y muchas veces a tientas es donde habrá que ir moldeando y plasmando.

Este discernimiento sin duda nos exigirá planteamientos valientes de evaluación y autocrítica de nuestra manera de ser Iglesia, de las cosas que hacemos y cómo las hacemos, y de las que no hacemos y deberíamos hacer. En concreto, hacernos algunas preguntas sencillas:
·         ¿Qué elementos de nuestra manera actual de ser Iglesia cuadran con el rostro amazónico que tratamos de configurar, y por tanto habría que mantener y potenciar?
·         ¿Qué elementos de nuestra manera actual de ser Iglesia corresponden a otros modelos culturales “importados” y por tanto habría que dejar?
·         ¿Qué elementos de nuestra manera actual de ser Iglesia deberían ser modificados para responder más fielmente al rostro indígena y amazónico?
·         ¿Qué elementos de las culturas que conocemos enriquecerían este nuevo rostro de la Iglesia? ¿Qué elementos habría que incorporar a la vida cristiana?

Un cuadro como este ayuda a visualizar esta tarea:


ELEMENTOS A MANTENER Y POTENCIAR
ELEMENTOS A DEJAR
ELEMENTOS A MODIFICAR
ELEMENTOS DE LAS CULTURAS
A INCORPORAR
SER COMUNIDAD
Ministerios y carismas,
organización, autoridad, trabajo común




LITURGIA
Música, vestimentas,
símbolos, instrumentos, danzas, sabiduría oral y escrita, ceremonias




TRANSMISIÓN DE LA FE
Uso de la Biblia, catequesis, mitos y narraciones, formación




SERVICIO
Solidaridad interhumana, defensa de los más débiles, Casa Común, territorio, DD. HH.





Evidentemente, es una simplificación demasiado esquemática. La vida es mucho más compleja y las interpelaciones son cualitativas y admiten muchos matices. Pero hemos de reconocer que el no cuestionarnos lleva a una repetición de estilos, modelos y métodos que nos hacen transitar por estériles versiones del “colonialismo religioso”. No sabemos cómo hay que hacer, pero está claro que como en occidente, no.

La invitación del Papa nos sacude y nos impulsa a colocarnos en estado de discernimiento, algo que puede resultar incómodo pero será fértil. Sus palabras nos ayudan a intuir por dónde ha de ir en la práctica la conquista de una Iglesia con rostro amazónico e indígena, culturalmente moldeada por los pueblos originarios, los pastores, los misioneros, los laicos, hechos uno dentro de la misma tierra que es nuestra Amazonía, y con la inspiración del Espíritu, la parte femenina de Dios que nos hace dar vida en todo tiempo.

lunes, 12 de marzo de 2018

MOLDEAR CULTURALMENTE LA IGLESIA LOCAL (1ª parte)


Necesitamos que los pueblos originarios moldeen culturalmente las Iglesias locales amazónicas”. Desde que el Papa Francisco pronunció estas palabras en el coliseo Madre de Dios de Puerto Maldonado, son como una persistente melodía que me acompaña en viajes, trabajos, conversaciones, reflexión y hasta en la ducha. Forman una consigna que guarda en sí toda una potencialidad de situar y fecundar la tarea misionera en la que estamos embarcados. Me propongo desplegarla para apreciar en toda su riqueza de matices la sugerente llamada que contiene.


QUÉ ES CULTURA

La idea de cultura que el Papa maneja se acerca probablemente al concepto de la UNESCO: “el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias"[1]. Es decir, un “todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres, y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre”[2]. Una manera peculiar de vivir como ser humano, “un todo comprensible solo en sus propios términos que constituye una suerte de matriz que da sentido a la actuación de los individuos en una sociedad”[3], un sistema simbólico[4] que incluye todos los aspectos de la vida de una persona en una sociedad.

Dirigiéndose a los pueblos amazónicos, el Papa precisó que cultura no es “una idealización de un estado natural ni tampoco una especie de museo de un estilo de vida de antaño”. Él habló de cosmovisión, de sabiduría que “pone en contacto con lo trascendente y (…) hace descubrir lo esencial de la vida”. Espiritualidad, por tanto. El carácter propio de un pueblo, su bagaje, sus mitos, sus conocimientos ancestrales, su idioma, su territorio, sus símbolos… Y pidió “cuidado para no dejarnos atrapar por colonialismos ideológicos disfrazados de progreso que poco a poco ingresan dilapidando identidades culturales”.


COORDENADAS DE LA INCULTURACIÓN

Para no caer en el colonialismo religioso de otras épocas, Francisco invitó a moldear las iglesias locales amazónicas “culturalmente”. La categoría clásica de inculturación es así matizada y esclarecida con este lenguaje propio de la alfarería. Vale la pena colocarla en sus coordenadas para entender el pedido del Papa.

- El paradigma de la inculturación, su correlato teológico, es la kénosis, el “vaciamiento” de Jesús descrito en Fil 2, 5-8: Cristo se despojó de su condición divina y se hizo uno de tantos, actuando como un hombre cualquiera y sometiéndose a todas las limitaciones humanas, incluso la muerte. Si quiere ser inculturada, la Iglesia ha de “dejar de ser” en buena medida la que es, para “ser otra”. Es decir, sin renunciar a su identidad, está llamada recrear a sus formas, y por tanto a cambiar.

- La dinámica de la inculturación y su carácter misterioso lo encontramos en la parábola de la semilla que crece por sí misma (Mt 4, 26-32). Se trata de un proceso al estilo del Reino: lento, pequeño y aparentemente insignificante, pero con la imparable fuerza de vida que contiene la semilla sembrada en la tierra. El modelaje de la Iglesia inculturada solo podrá ser auténtico si se verifica en las entrañas de la realidad, con los ritmos de la gente de abajo y la lógica de la debilidad en la que Dios elige acompañar a su pueblo.

MOLDEAR

Moldear significa dar forma a algo a partir de un material, como hace el escultor con la arcilla. La materia prima es el Evangelio, pero nunca se transmite “puro” o “en esencia”, siempre está inculturado. La experiencia original es la de Jesús, que vivió y expresó su relación con Dios con las categorías de su cultura hebrea, utilizó la palaba abbá para llamarlo, y así lo recibimos en primer lugar. Los misioneros lo comunican inculturado por segunda vez en los moldes de la filosofía grecorromana, con todas las adherencias y elementos incorporados en más de dos mil años de teología, pastoral y vida de la Iglesia occidental. Todo ese bagaje se mezcla con las semillas del Verbo presentes desde siempre en cada cultura, y esa amalgama es la que se trabaja.

Moldear es un proceso artesanal, lento y laborioso, que acontece en el interior de la tierra, con cautela y delicadeza, ensayando, aceptando los riesgos y corrigiendo los errores. La originalidad que captamos en el Evangelio, junto con toda esa arcilla, se irá componiendo, combinándose, ordenándose, y así irá tendiendo a la forma que sintonice con la cultura. Los artistas irán poco a poco encontrando o creando las expresiones, los símbolos, los valores, los ritos, los sentimientos… que en el universo cultural sean significativos porque ayudan a vivir hoy, en ese contexto concreto, como vivió Jesús en su época y permiten de ese modo ser Iglesia con fidelidad creativa, la misma Iglesia vieja y nueva.

Moldear implica que el seguimiento de Jesús se vive con los códigos y los valores de una cosmovisión, una sabiduría y una espiritualidad propias de una cultura y a la vez genuinamente cristianas. No puede ser solo una traducción o una elaboración meramente cosmética, como enseñar a los indígenas cantos en español o colocarle al sacerdote una corona con plumas; debe ser un proceso más profundo, en el que, en palabras del Papa, “cada cultura y cada cosmovisión que recibe el Evangelio enriquece a la Iglesia con la visión de una nueva faceta del rostro de Cristo”, y al mismo tiempo el Evangelio es regalado “como novedad a todos los pueblos de manera que cada uno, desde su propia identidad, se sienta autoafirmado en Él”.



[1] UNESCO. Declaración Universal sobre Diversidad Cultural. Una visión, una plataforma conceptual, un semillero de ideas, un paradigma nuevo. p. 4.
[2] Edward B. Tylor en Primitive Culture (1871)
[3] Ruth Benedict en Patterns of culture (1939)
[4] Siguiendo a Levi-Strauss, Clifort Geertz habla de la cultura como “compuesta de tramas de significación” (1988)

miércoles, 7 de marzo de 2018

ENCUENTRO DE REFLEXIÓN (PERO EL TÍTULO DEBERÍA SER "BUENOS AMIGOS")


En esta entrada, aviso de que todo debe estar escrito en clave. No puedo nombrar a X ni poner fotos donde aparezca X porque entonces los detectores de nombres y de rostros de la red actúan implacables y pueden llegar represalias por parte del MI5. Me recuerda a las novelas de espías de John Le Carré o de Frederick Forsyth; como cuando en El Cuarto Protocolo el agente soviético Valeri Petrofsky alias Ross lanza desde Londres una señal de radiofrecuencia, un chirrido indescifrable que sortea la vigilancia británica surcando los cielos y llega hasta Moscú. Y es que hay gente en la Iglesia que se desempeña como la KGB.

Que me amontono y me voy de la cuestión. Han sido unos días de estudio del núcleo del mensaje del Papa Francisco a nuestro país y un intento de aterrizar sus llamadas y sus propuestas en la realidad del día a día de una iglesia de a pie. Porque los participantes no eran unos pichiruchis, no: eran cristianos comprometidos, agentes de pastoral, religios@s, laic@s, sacerdotes (acá no se puede poner @) de la ciudad, de la sierra, de los valles golpeados por la minería, de los conos marginales de la capital, de la selva envenenada de vertidos de petróleo, devastada por la deforestación y humillada por la trata de personas, de las alturas andinas, pobres y campesinas, de las aglomeraciones costeras atestadas de inmigrantes venezolanos, de la universidad, de las quebradas amazónicas, etc.

Es decir, el personal que nos juntamos cada año (salvo algunas ausencias, lao). Mis profesores en el magisterio de la opción preferencial por los pobres y cómo ser coherente con ella estés donde estés (¡hay hasta un abogado!), huyendo de etiquetas, progresismos y banderas de supuestas tendencias teológicas. Acá no hay más que el Evangelio con la única glosa de lo que nos toca, la cultura en que vivimos y el momento histórico que atravesamos. Ahí es nada. Pocas veces tiene uno la oportunidad de mezclarse con personas de tal calidad humana y semejante calibre como seguidores de Jesús. Voy con la esperanza de que se me pegue algo y estoy maravillado de que no me boten por intruso o desubicao.

Personajes con tremendo recorrido vital en intensidad y, en algunos casos, en extensión. Veo a Jorge Álvarez (es nombre clave, por si acaso), cuyos escritos ya conocí antes de cruzar el charco, a sus casi 90 años, y ahí está el tío, participando como un campeón, coordinando una comisión y el año pasado hasta iba en shorts. Diosito, me quedan ¡40 años! hasta que llegue a su edad, si llego… ¿Qué habrá pasado por el camino? ¿Lograré ser fiel al compromiso con la iglesia pequeña que intenta acercarse a los más débiles? ¿Cómo me habrán modelado la lucha por la justicia y la misericordia entrañable, si soy capaz de vivirlas la mitad que Jorge?

Ni que decir tiene que las reflexiones y experiencias compartidas han sido de gran profundidad y valía, en sintonía con el mensaje del Papa. Fue hermoso ver cómo el paso de Francisco ha suscitado renovados entusiasmos, ha confirmado convicciones y planteamientos, y ha prendido de nuevo corazones erosionados por el cansancio, la lentitud, los pocos resultados o los vientos en contra, que haberlos haylos, y bastantes. Este hombre tiene esa sorprendente capacidad, que parece además inagotable.

Pero lo más chévere (a ver qué hace el programita centinela con esta palabra, ¿eh?) fue algo que el mismo X dijo en la síntesis final: “Están bien los contenidos, los diálogos, los temas… pero siempre es estupendo ver a los buenos amigos”. Jaja, y lo dice él, uno de los mayores sabios católicos del siglo XX. Me recordó al final de la película “Tomates verdes fritos”, cuando la señora Threadgood, que es Idgie ya viejita, le dice a Towanda: “¿Sabes qué es lo mejor que puede darnos la vida? Amigos, buenos amigos”.

Qué verdad es. Y a medida que la vida transcurre, es una verdad más luminosa y preciosa. Cada año febrero es tiempo de encuentro con buenos amigos. A muchos no los veo más que ahí, pero lo que nos une es tan hondo y poderoso que los siento como amigos de los mejores. Si los del contraespionaje están leyendo, ya pueden tenerlo claro: Diosito lindo siempre me ha regalado lo mejor de la vida: los amigos.

jueves, 1 de marzo de 2018

HOSPITAL DE CAMPAÑA


Miro mis piernas y ¡aaaay! Decenas de pequeños botones rojos que tapizan mis tobillos y pantorrillas.
- ¿Pero qué…?
- Son las moscas, padre. Hay hartas en esta época del año, por la creciente del río. Sobre todo al caer la tarde y por la mañana.
- Pues da una comezón…
Al menos estas mosquitas no pegan la malaria. Los encantos del Yavarí en febrero (…).

El diario de misión canta que es la tercera visita a San Sebastián, y al llegar, René, el “animador” nos dice que tampoco esta vez vamos a conseguir nada. Lo encontramos en su casa, sin poder moverse apenas a causa de un absceso en su rodilla. Cuenta que ha salido a avisar a la gente e invitarlos a la reunión, pero “no quieren” y cree que no va a venir nadie. Puchaaaa (¿Y cómo habrá ido este hombre por ahí, si casi no puede pararse…? Misterios de la selva). Su mujer ni siquiera sale a saludarnos, a pesar de que pasaremos la noche ahí. Esa debe ser una de las claves: si las esposas-os de los-as animadores-as no les apoyan… estamos fritos.

Aparece Teodoberto, que es el presidente comunal. Conversamos los cinco, y él nos vuelve a explicar que el pueblo no tiene puesto de salud, ni medicinas, y tal vez podríamos apoyarlos para conseguir su botiquín. “Quizás así los vayan conquistando”. Quedamos en que trataremos de hacer lo posible por ir gestionando eso (si Eugenia Costo está leyendo esto, ¿qué tal si Cáritas de mi pueblo Valencia del Ventoso nos envía una platita?) y le pedimos que proponga a la comunidad que nos reciba para tratar temas no específicamente religiosos, sino sociales. Él está de acuerdo y nos invita a cenar mientras los crucistas están ya rezando en su capilla, aquellos que me dijeron la primera vez que cómo podía yo ser cura, si no vestía como tal e iba por ahí viajando con mujeres.

Es también época de hacer fariña, harina de yuca seca y tostada, que luego bajan a vender a Atalaya, en la parte brasilera. Paseando por Buen Suceso, la siguiente etapa de este recorrido, se ven como enormes “paelleras” para prepararla. Al encuentro de la noche acuden unas 8 o 9 personas, y hacemos una sencilla celebración de la Palabra. La encargada de leer el evangelio se llama Caty, y veo cómo mientras lee le da el pecho a su bebé, que justo antes se había despertado. Este niño va a ser creyente –pienso-, porque literalmente ha mamado el mensaje de Jesús. Jaja.

Pero lo más interesante de este recorrido nos esperaba en Dos de Mayo, donde hace tiempo nos vienen pidiendo que participemos en una reunión. Se trata de intentar mediar en una serie de problemas y conflictos que tienen a esta comunidad dividida en dos grupos, cada uno con sus reuniones y sus actas, dando lugar a varias historias a cada cual más estupefaciente:
- una  facción decidió vender varios implementos de la comunidad (motor, guadaña, etc.) para poder trazar los límites del terreno comunal contratando a un ingeniero

- la otra eligió al agente municipal sin ni siquiera convocar a los contrarios
- se han apropiado indebidamente de víveres que pertenecían a toda la comunidad, dejando constancia: Fulanito llevó un saco de arroz, Menganito 10 kilos de azúcar, etc.
- los panetones y juguetes que manda la municipalidad por Navidad solo se entregaron a una parte
- etc.

Por si fuera poco, el profesor, alineado con uno de los grupos, para ocultar sus malos manejos económicos (y probablemente cosas más feas) indujo al teniente gobernador a denunciar en la fiscalía a Nelson el animador católico, y varios moradores han sido citados a declarar y responder por distintos motivos, lo cual multiplicó la tensión. Hasta el punto que: uno macheteó la cruz de la casa de un vecino, otro en solidaridad le disparó un tiro; no le acertó (menos mal), y entonces en el forcejeo le mordió al del machete un dedo, y el mordido le mordió a su vez la oreja al de la escopeta. Yo escuchaba, imaginaba la escena y tenía que esforzarme por mantener a raya las carcajadas.

Tras cuatro horas de discusión convencimos al teniente para que retire la denuncia e insistimos a todos para que se perdonen mutuamente, hagan borrón y cuenta nueva y procuren vivir bonito unos con otros. Yo no dejaba de pensar en la expresión del Papa cuando dice que la Iglesia es como un “hospital de campaña”…  lactantes… picaduras… botiquín… dentellada en un dedo… oreja masticada… sí pues: hospital de campaña bien bravo y variado.