“Necesitamos que los
pueblos originarios moldeen culturalmente las Iglesias locales amazónicas”. Desde que
el Papa Francisco pronunció estas palabras en el coliseo Madre de Dios de
Puerto Maldonado, son como una persistente melodía que me acompaña en viajes,
trabajos, conversaciones, reflexión y hasta en la ducha. Forman una consigna que guarda en sí toda una
potencialidad de situar y fecundar la tarea misionera en la que estamos
embarcados. Me propongo desplegarla para apreciar en toda su riqueza de
matices la sugerente llamada que contiene.
QUÉ ES CULTURA
La idea de cultura que el Papa maneja se acerca
probablemente al concepto de la UNESCO: “el conjunto de los rasgos distintivos
espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una
sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras,
los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las
tradiciones y las creencias"[1]. Es decir, un “todo
complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el
derecho, las costumbres, y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos
por el hombre”[2]. Una manera peculiar
de vivir como ser humano, “un todo comprensible solo en sus propios términos
que constituye una suerte de matriz que da sentido a la actuación de los
individuos en una sociedad”[3], un sistema simbólico[4] que incluye todos los
aspectos de la vida de una persona en una sociedad.
Dirigiéndose a los pueblos amazónicos, el Papa precisó que
cultura no es “una idealización de un estado natural ni tampoco una especie de
museo de un estilo de vida de antaño”. Él habló de cosmovisión, de sabiduría que
“pone en contacto con lo trascendente y (…) hace descubrir lo esencial de la
vida”. Espiritualidad, por tanto. El carácter propio de un pueblo, su bagaje,
sus mitos, sus conocimientos ancestrales, su idioma, su territorio, sus
símbolos… Y pidió “cuidado para no dejarnos atrapar por colonialismos
ideológicos disfrazados de progreso que poco a poco ingresan dilapidando
identidades culturales”.
COORDENADAS DE LA INCULTURACIÓN
Para no caer en el
colonialismo religioso de otras épocas, Francisco invitó a moldear las iglesias
locales amazónicas “culturalmente”. La categoría clásica de inculturación es así matizada y
esclarecida con este lenguaje propio de la alfarería. Vale la pena colocarla en
sus coordenadas para entender el
pedido del Papa.
- El paradigma de la inculturación, su correlato teológico, es la kénosis,
el “vaciamiento” de Jesús descrito en Fil 2, 5-8: Cristo se despojó de su
condición divina y se hizo uno de tantos, actuando como un hombre cualquiera y
sometiéndose a todas las limitaciones humanas, incluso la muerte. Si quiere ser
inculturada, la Iglesia ha de “dejar de ser” en buena medida la que es, para
“ser otra”. Es decir, sin renunciar a su identidad, está llamada recrear a sus
formas, y por tanto a cambiar.
- La dinámica de la inculturación y su carácter misterioso lo
encontramos en la parábola de la semilla que crece por sí misma (Mt 4, 26-32).
Se trata de un proceso al estilo del Reino: lento, pequeño y aparentemente
insignificante, pero con la imparable fuerza de vida que contiene la semilla
sembrada en la tierra. El modelaje de la Iglesia inculturada solo podrá ser
auténtico si se verifica en las entrañas de la realidad, con los ritmos de la
gente de abajo y la lógica de la debilidad en la que Dios elige acompañar a su
pueblo.
MOLDEAR
Moldear
significa dar forma a algo a partir de un material, como hace el escultor con
la arcilla. La materia prima es el Evangelio, pero nunca se transmite “puro”
o “en esencia”, siempre está inculturado. La experiencia original es la de
Jesús, que vivió y expresó su relación con Dios con las categorías de su
cultura hebrea, utilizó la palaba abbá
para llamarlo, y así lo recibimos en primer lugar. Los misioneros lo comunican inculturado
por segunda vez en los moldes de la filosofía grecorromana, con todas las
adherencias y elementos incorporados en más de dos mil años de teología,
pastoral y vida de la Iglesia occidental. Todo ese bagaje se mezcla con las
semillas del Verbo presentes desde siempre en cada cultura, y esa amalgama es
la que se trabaja.
Moldear es
un proceso artesanal, lento y laborioso, que acontece en el interior de la
tierra, con cautela y delicadeza, ensayando, aceptando los riesgos y
corrigiendo los errores. La originalidad que captamos en el Evangelio, junto
con toda esa arcilla, se irá componiendo, combinándose, ordenándose, y así irá tendiendo
a la forma que sintonice con la cultura. Los artistas irán poco a poco
encontrando o creando las expresiones, los símbolos, los valores, los ritos,
los sentimientos… que en el universo cultural sean significativos porque ayudan
a vivir hoy, en ese contexto concreto, como vivió Jesús en su época y permiten de
ese modo ser Iglesia con fidelidad creativa, la misma Iglesia vieja y nueva.
Moldear implica que el seguimiento de Jesús se vive con los códigos y los valores de una cosmovisión, una sabiduría y una espiritualidad propias de una cultura y a la vez genuinamente cristianas. No puede ser solo una traducción o una elaboración meramente cosmética, como enseñar a los indígenas cantos en español o colocarle al sacerdote una corona con plumas; debe ser un proceso más profundo, en el que, en palabras del Papa, “cada cultura y cada cosmovisión que recibe el Evangelio enriquece a la Iglesia con la visión de una nueva faceta del rostro de Cristo”, y al mismo tiempo el Evangelio es regalado “como novedad a todos los pueblos de manera que cada uno, desde su propia identidad, se sienta autoafirmado en Él”.
Moldear implica que el seguimiento de Jesús se vive con los códigos y los valores de una cosmovisión, una sabiduría y una espiritualidad propias de una cultura y a la vez genuinamente cristianas. No puede ser solo una traducción o una elaboración meramente cosmética, como enseñar a los indígenas cantos en español o colocarle al sacerdote una corona con plumas; debe ser un proceso más profundo, en el que, en palabras del Papa, “cada cultura y cada cosmovisión que recibe el Evangelio enriquece a la Iglesia con la visión de una nueva faceta del rostro de Cristo”, y al mismo tiempo el Evangelio es regalado “como novedad a todos los pueblos de manera que cada uno, desde su propia identidad, se sienta autoafirmado en Él”.
[1] UNESCO. Declaración
Universal sobre Diversidad Cultural. Una visión, una plataforma conceptual, un
semillero de ideas, un paradigma nuevo. p. 4.
[2] Edward B. Tylor en Primitive Culture (1871)
[3] Ruth Benedict en Patterns of culture (1939)
[4]
Siguiendo a Levi-Strauss, Clifort Geertz habla de la cultura como “compuesta de
tramas de significación” (1988)
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