viernes, 20 de febrero de 2015

ACOMPASANDO


La vida aquí no para. A toda mecha. Yo quiero conocer toditos los pueblos, saludar a toda la gente, así que estos días programamos salidas todas las tardes y noches. Resultado: estoy reventao. Pero muy contento.

El lunes vamos a Chirimoto, donde el río Shocol se ha desbordado y ha producido daños. Nos cuentan hasta dónde llegó el agua y nos hacemos una idea. Más tarde, en Milpuc, Ángel me muestra una tabla con un Buen Pastor tallado en relieve, bellísimo, "lo mejor que tenemos en la provincia y quizá en la diócesis". Tiene una expresión serena y humilde, los ojos bajos, la oveja en un hombro y en la otra mano su cayado, que parece hacerle falta para caminar. Precioso.

Al día siguiente almorzamos temprano y conducimos hora y pico hasta Challuayacu. Llevamos las botas de jebe porque hemos de caminar por un barrizal hasta la capilla. Allí celebramos la Eucaristía de la ceniza bajo un aguacero que retumba en el tejado y ahoga nuestras voces. Son gente muy sencilla: Concepción, Florinda... Cantan pasándose unas gafas que solo tienen una patilla, jejeje. De ahí zumbando a Montealegre, donde en casa de Sofía y Miguel nos ofrecen un cafesito: sopa de gallina, yuca, arroz... Tras la segunda sesión de ceniza, retomamos la infernal ruta, y cuando llegamos a casa nos damos cuenta de que son las 11 de la noche y de que llevamos más de 10 horas por ahí pegando pingallazos sin parar. Con razón el Pastor lleva un bastón: cuidar el rebaño cansa.

Las horas de las celebraciones son orientativas: las 3 de la tarde significa que comenzará poco antes de las 4 (...). Son caseríos pequeños, y por tanto comunidades poco numerosas, de gente del campo, personas modestas, afables y muy acogedoras. En todas partes doy saludos de mis compañeros y paisanos Antonio León, Fede y Lolo, muy queridos por acá, que son mi carta de presentación y me ayudan sin saberlo. En Chontapampa (la de Milpuc, ¿eh?, que hay por lo menos tres) el agente de pastoral es Jeremías, que tiene ¡más de 80 años! Pero hay, como siempre, un montón de niños: Bibiana, Tatiana, Carlos,,, que disfrutan con las bromas de la homilía.


Y luego me toca Omia, uno de los pueblos grandes de la parroquia. Y ¡qué bien lo pasamos! A pesar de que es un buen grupo de gente, les hago a todos decir sus nombres. Ceniza y más ceniza, ayuno-oración-limosna por todas partes, que trato de traducir a su lenguaje, a su universo... Son las 9 de la noche cuando termino y debo pasar por la zona donde ha habido un derrumbe cerca de Tuemal; la carretera ha desaparecido bajo un barrizal. Pongo la luz larga, meto la reductora, rezo... y palante.

Ayer lugares muy pobrecitos: Cusillo, adonde se llega tras una larga cuesta, y Shiua, acompañando a Toño, que me sorprende porque conoce a todo el mundo, canta de maravilla y se sabe todos los nombres. Como siempre, estrecho un montón de manos y recibo aplausos y agradecimientos. Volvemos los tres en el carro, cenamos lo que encontramos por la cocina, intento ponerme a escribir esto pero recuerdo al Pastor y hoy ya no doy para más. ¡Este ritmo tremendo te exige todo! Estoy en período de adaptación, acompasando vida, tara, descanso, entrega... Por cierto, quizá guste esta página: Acompasando (http://www.acompasando.org/), donde en Palabra/Ecos diarios escribe un servidor.

Mientras me voy a dormir recuerdo algo que me ha dicho Ángel: "Esta parroquia es agotadora pero al mismo tiempo crea adicción". Y me siento a la vez feliz, mosca (¿adicción?) y extenuado, así que caigo como un saco de papas.

1 comentario:

Perdi dijo...

La MISIÓN no tiene horarios si te levantes a las 6 comienzas a las 6 y terminas, no cuando te acuestas, sino cuando te duermes y el cansancio se transforma en descanso porque tu vida tiene sentido. Ánimo!!!!