El viernes a media tarde aparecen con un gran bizcocho; les tengo preparadas unas botellas de Coca-Cola y Fanta. Llenan la casa de risas, invaden el patio, hablan por los codos, bromean, sobrevuela algún chiste... Sentados bajo el limonero pensamos sobre este curso que comienza: ¿cómo van a quedar los grupos? ¿cuándo es la primera convivencia? ¿a qué hora las reuniones?
Los observo en silencio; ni se imaginan lo importantes que son para mí y cuánto disfruto de su compañía. Me sale de dentro acercarme a ellos, forma parte de mi ADN, es un instinto educado durante años, una destreza incorporada a mi sensibilidad como cura... Cada año soy más mayor, y formar parte de sus vidas se me vuelve más crucial; es un íntimo orgullo verlos pasar a mi casa con esa confianza, es al mismo tiempo un reto permanente, que interpela mi autenticidad como pastor, la temperatura de mi entusiasmo.
¿No tenemos algo de "alpiste"? Aparecen unas botellas (Larios y un licor de manzana sin), - ay madre, - tú mira pa otro lao, si los padres están leyendo esto que no me lo tengan en cuenta, por favor. Jóvenes con coordenadas vitales que les complican el camino, respirando en la deshumanización de nuestra cultura, pero con los ojos brillantes de futuro y el corazón erizado de expectación; chicos y chicas ante cambios, encrucijadas y proyectos... Jóvenes de hoy, ni mejores ni peores que otros:
"Qué está ocurriendo hoy con nuestros jóvenes? Faltan al respeto a sus mayores, desobedecen a sus padres. Desdeñan la ley. Se rebelan en las calles inflamados de ideas descabelladas. Su moral está decayendo. ¿Qué va a ser de ellos?" (frase atribuida a Sócrates, en el s. IV a. C.).
Simplemente jóvenes como siempre, con la peculiar capacidad juvenil de sintonizar con Jesús y el Evangelio. Jóvenes que vinieron a despertarme en la diana del día de la Patrona y fundieron el timbre a las 7 de la mañana; los mismos que tiraron a su párroco con ropa a la piscina la tarde que se cerraba la temporada... Estar con ellos es para mí, desde que me acuerdo, una necesidad espiritual; "ser de los suyos" para hacerles una propuesta de sentido, para renovar mi lenguaje y poner a punto el músculo interior del cariño pastoral, una incondicionalidad sincera que quiere sólo su bien, su crecimiento, una pasión que los busca para estar con ellos.
Estar con ellos para sentirme simplemente a gusto entre ellos y decirles sin palabras que me importan más que la visión de la vida que pretendo transmitirles, porque a su lado saboreo el pequeño milagro de que Dios pronuncia mi nombre.
2 comentarios:
SIMPLEMENTE MARAVILLOSO,QUE BONITO ATRAER ASI A LA JUVENTUD.SIENTO ENVIDIA SANA,POR LO DISTINTO QUE ES TODO.ME ALEGRO POR TI.UN BESAZO.
Yo también trabajo con jóvenes y la verdad es maravilloso y a la vez agotador,pero me encanta que tengamos gente así, que muestre sin grandes estridencias que Jesús es actual y está vigente, simplemente dando testimonio y acompañandolos.
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