Han sido tres capacitaciones muy seguidas, sobre el mismo
tema y por tanto similares (hay que aprovechar al máximo lo que uno prepara).
En todas he disfrutado mucho, nos hemos divertido y espero que les haya
servido. Incorregiblemente he observado
y escuchado, me he sorprendido y claro, he aprendido.
Me han pedido la sinodalidad, argumento obligado en toda
programación pastoral o sesión formativa esta temporada. Prefiero manejar, como
el Documento Preparatorio, la expresión “iglesia sinodal”, que es más concreta
y fácil de captar. De hecho eso es lo que dibujaron en papelógrafos por grupos,
porque no se trata tanto de dar una
charla cuanto de ejercitar y sentir lo que significa caminar, trabajar y vivir
juntos, igual que a nadar se aprende nadando. Es curioso cómo, dependiendo
del grado de comunicación en el equipo y el peso del líder, salieron dibujos
que fueron interpretados por los demás justo al contrario de lo que pretendían
(cuando la misión no la realizamos sinodalmente, el mensaje llega
distorsionado).
Una técnica para caracterizar a la “iglesia sinodal” es por
comparación con la “iglesia clerical” o, dicho con más precisión, clericalista, aunque usamos “clerical”
por brevedad. Revisamos y comentamos el famoso esquema piramidal de la Iglesia,
contando hechos, enumerando características y reconociendo que nos lo
encontramos por todas partes. De ahí pasamos a la Iglesia-círculo, representación más acorde con los dibujos
anteriores, el Evangelio, la Tradición y la sensibilidad actual, y que expresa mucho mejor la Iglesia sinodal que
soñamos y por la que apostamos.
En el abundante diálogo (los participantes eran, en un caso
agentes pastorales del Vicariato de Iquitos, y en los otros dos profesores de
religión y coordinadores de la ODEC* de nuestro vicariato y el de Iquitos), varias intervenciones señalaron que la
mentalidad clericalista está más extendida de lo que creemos (tal vez justo
por eso el Papa Francisco ha impulsado este sínodo, para hacer crecer la
sinodalidad…).
Es tan cierto, que los dramas
que los grupos realizaron a continuación lo pusieron de manifiesto en toda su
crudeza. La propuesta era representar una situación donde asoma la “Iglesia
clerical” y a continuación cómo debería ser en la “Iglesia sinodal”. Sobra
decir que prácticamente todas las
escenas tenían como protagonistas a los curas, que se desempeñaban como
desabridos déspotas parroquiales, con preferencias entre sus fieles e
interesados por la plata…
Pero lo que me dejó fascinado fue que, en las segundas
partes, es decir, las mismas anécdotas pero en versión “sinodal”, los sacerdotes eran más acogedores y
simpáticos, pero todo giraba igualmente en torno a ellos; aunque existía el
consejo de pastoral, la parroquia entera seguía dependiendo del cura: sacramentos,
catequesis, atención a los enfermos, etc.
Los sketches supuestamente sinodales
eran en realidad igual de clericales que los primeros, solo que con “buenas
vibras”.
El clericalismo es una programación que está muy
profundamente instalada en cada uno de nosotros (incluido el que escribe), y
con el peso de generaciones. Un padrecito
autóctono explicó que acá este tema se
agrava porque conecta con el respeto reverencial que culturalmente se profesa
hacia la autoridad, y peor la sagrada. El clericalismo modo amazónico está subido de graduación o de voltios, atonta,
ciega y paraliza con más contundencia.
Sí pues, hay mucho que cambiar. Pero sin dramatizar y con
muchas risas, ¿eh? De hecho el trabajo continuó con competición de juegos sinodales por grupos: armar
rompecabezas, levantar una torre humana, traer una lista de cosas (papaya, toca
de monja, flores, una umisha**, una media
colorada, un Manolo Berjón…), componer una perfecta momia con papel higiénico;
tareas que se logran con eficacia en equipo, y que para uno solo son casi
imposibles. Formatear el clericalismo de
nuestro disco duro requiere buen humor y esperanza.
* Oficina Diocesana de Educación Católica.
** Árbol festivo con regalos colgantes que se prepara en
carnaval; se baila alrededor de él y al final es tumbado y se agarran los regalos.
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