- Alegre.
-
Esperanzado.
(En la oración inicial nos invitaron a expresar cómo nos sentíamos).
- Con fuerza.
- …
Eran las 2:30 de la tarde y no podíamos siquiera sospechar que la primera reunión del nuevo Equipo de
Coordinación Pastoral del Vicariato terminaría ya de noche, casi a las
10:30. Diosito, me figuro que ya estaremos en el Guiness. Qué paliza pero qué
gozada.
Se trata de algo nuevo, un intento de trabajar más en equipo y al
mismo tiempo de manera más ágil y operativa. En lugar de que cada coordinador
de área pastoral organice su tarea y arme su correspondiente encuentro vicarial
en plan francotirador, en este grupo se compartirá la chamba de cada cual, todos estaremos en
todo, nos apoyaremos y trataremos de dar a la misión una unidad y un sentido.
En principio la sesión era para diseñar la asamblea vicarial, que
tendrá lugar en marzo, pero creo que estábamos
como emocionados ante el nacimiento de un camino inédito y acaso incierto pero
apasionante, y fuimos más allá. ¿Cómo hacer para coordinar la misión en un
territorio tan enorme (igual a Extremadura, Andalucía y Galicia juntas) como el
nuestro, con unas comunicaciones tan dificultosas y con tan poco personal? Se
impone simplificar la estructura de nuestra pastoral.
Es algo de lo que hemos conversado mil veces en encuentros y
asambleas, pero a lo que nunca le hincábamos el diente. Trabajamos a través de
siete u ocho áreas, un chorro de organismos y encargos, tantos que no hay gente
suficiente para asumir las responsabilidades (es decir, más jefes que indios). Un
organigrama heredado de la época en que los misioneros éramos el doble, y los
recursos económicos el triple; hoy día es como si un niño llevara un traje
de buzo. Mucho papel y poca realidad, predominan las viejas inercias en los
consabidos rubros de catequesis, animadores, pastoral juvenil, familiar… Las
programaciones se calcan de un año a otro, los responsables no pueden coordinar
porque no se mueven de sus remotos lugares y los resultados son siempre los mismos porque corresponden a los mismos
métodos y actividades de siempre.
Así que, cuando se suscitó la pregunta acerca de cómo programar
este año 2022 durante el cual nos dedicaremos a hacer el plan pastoral, si
vamos a lo tradicional o nos atrevemos por fin a hacer reformas serias en el
mecanismo y la dinámica de nuestra iglesia vicarial, al personal se le
iluminaron los ojos, nos mudamos de sala para proyectar documentos y ahí
comenzó el torbellino de ideas, debates,
propuestas y ensayos que nos hizo perder la noción de la hora.
(En la oración inicial nos invitaron a expresar cómo nos sentíamos).
- Con fuerza.
- …
Entramos en una especie de trance,
como si hubiéramos tomado ayahuasca
pastoral, escribíamos en la pizarra, borrábamos, discutíamos, poníamos ejemplos…
Algo diferente se estaba gestando, no había cansancio ni hambre, nos hacía vibrar la sensación de que es
posible cambiar, podemos surcar otras quebradas pastorales y organizativas para
lograr experiencias y frutos más amazónicos.
Hicimos una pausa para cenar y continuamos. A las diez ya teníamos
un borrador para presentar al obispo: solo tres áreas pastorales, equipos
consistentes de trabajo, más ligereza y rapidez, y una nueva manera de
programar en tres ámbitos: comunidades ribereñas, comunidades nativas y sede
parroquial. Eso nos enseñará a plantear
estrategias originales y no lo que siempre hacemos, en especial en el
acompañamiento a los pueblos indígenas, con los que la mayoría de las veces no
sabemos cómo trabajar y nos limitamos a ofrecerles lo mismo que a todos, con
los habituales y consecuentes batacazos.
No importa mucho si nos aceptarán o no, es como si hubiéramos roto
un cierto techo de cristal que ya no
tiene vuelta atrás: plasmar una iglesia
con rostro amazónico requiere descalzarse y adentrarse sin miedo por terrenos
inexplorados pero ilusionantes. Nuestra gente se merece esa valentía y esa
generosidad. En mitad de la reunión sí había galletas.
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