Para mí el 2021 ha comenzado tomando 24 uvas, la mitad a las 6 de la tarde -medianoche
en España- y las otras a la hora preceptiva. Como acá no hay retransmisión de
campanadas ni nada parecido, agarramos una cacerola y fuimos jarreando los toques correspondientes
con un cucharón mientras tragábamos las uvas de Ica. Sí o sí, contra viento y marea, este año nos va a salir más bonito; y cuanto
antes digiramos lo vivido en 2020 más ligeros vamos a maniobrar en este nuevo
tiempo.
Echando una ojeada, me doy cuenta de que hemos sobrevivido a una situación tan
peligrosa como desconocida, nos hemos adaptado soportando un altísimo estrés,
resistiendo y echándole narices. Ole ahí. Hemos tenido que improvisar y
reinventarnos en buena medida. En medio
del dolor y la incertidumbre siempre hay resquicios de luz y oportunidades de superarnos
y aprender. El virus sigue acá, pero aquella circunstancia tan singular
quedó atrás. Deseo mirar al horizonte.
Un reto de este año es
ir dando pasos firmes en mi servicio al Vicariato. En algunos temas será
preciso meter el azadón para clarificar
y renovar; en otros, como el sostenimiento económico estable, habrá que tomar
decisiones firmes y llegar hasta donde sea necesario para buscar la solución
definitiva. Un gran desafío es tratar de activar el proceso de elaboración del
Plan Pastoral, que debe ser lo más sinodal posible, para que el resultado no
sea un papel que se va a la estantería, sino una misión relanzada.
De agosto a diciembre he visitado diez de los dieciséis puestos de misión,
tres de ellos en dos ocasiones. Ha sido una experiencia realmente rica, una ocasión
de oro para ir conociendo, para observar y sentir cada lugar con sus
peculiaridades. Las reuniones y conversaciones con los equipos y con los laicos
me han permitido escuchar, animar, informar. Comprendo que una parte clave de mi tarea es acompañar a los misioneros,
y así me lo han pedido. Acompañar con rostro cercano, fraterno, amigo,
desde la comunión.
El capítulo que tengo
más pendiente para 2021 es, sin duda, Indiana. Y es que no he pasado demasiado
tiempo “de calidad” acá. No tuve ni presentación como nuevo párroco porque la cuarentena lo
desbarató todo; siguieron varias semanas confinado, donde empecé a tener
contacto con las autoridades nomás. Luego, la brigada por las comunidades, y también la campaña de
sensibilización; y los últimos meses muchos viajes y poco permanecer. Al menos sí
he sido fiel a la Eucaristía de los domingos, pero me hace falta salir,
mezclarme con la gente, patear el pueblo, ir a las casas… En nochevieja tuve
que subir al escenario en el momento del brindis, y creo que la gente sabe de
la existencia del p. César, pero no me ubican, ni yo a ellos.
Por otra parte, la
parroquia necesita maniobras de
resucitación, o al menos reformas enérgicas. Da la impresión de estar hecha
cenizas, hundida como en una hibernación donde las cosas se repiten maquinalmente.
Echo de menos a los laicos, a un grupo que lleve adelante la liturgia, a
catequistas adultos, echo de menos un coro capaz de animar las celebraciones…
No veo en Indiana el grupo de personas comprometidas y cercanas que encuentro allá
por donde voy en el territorio vicarial.
Es urgente insuflar a
esta comunidad una buena dosis de participación de los laicos, porque material
humano hay. Eso supone que los misioneros hemos de invitarles, implicarles,
animarles, darles responsabilidades y acompañarles… Es decir: trabajar mucho
más y no caer en la tentación de hacer las cosas nosotros mismos, que es más
fácil y rápido. Para que la sinodalidad y la corresponsabilidad no se queden en
bonitas palabras que ponemos en los documentos.
Y aceptando que el
resultado sea “a su manera”, claro. Si ellos son responsables, si queremos que sea “su”
parroquia, el proceso no lo podemos manejar, sin duda lo que salga no coincidirá
con mi mentalidad occidental. Será una
iglesia con rostro amazónico de verdad, y no solo un eslogan de moda. Y que
no me digan que no se puede porque no me lo creo.
Estas y algunas otras
son mis expectativas para los próximos 365 días. Me inspiran una descarga de vigor,
optimismo y creatividad. Así que me pongo “You got it” de Roy Orbison (https://youtu.be/lvR1YgT7QYs) y bailo
mientras me cepillo.
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